Mi madre tenía la costumbre de ver a los fantasmas y aquel tipo de cosas raras, yo no creía en aquellas cosas hasta que mi madre me conto que una noche escucho pasos y el golpeteo de mi cuarto durante cinco noches, la primera noche fue un golpe muy fuerte como si alguien se hubiera caído, el segundo fue en las escaleras, está ves fue unos juguetes, mi oso mermelada estaba descosido entre el barandal, el tercer día jugaban con mi puerta pero ya la habían abierto, pensó mi madre que era el aire, Cuarto día parece que había sido un día normal pero en mis brazos tenía moretones pues estando dormida aquel ente me sostuvo para salir de la casa, en las escaleras me caí. En la fría mañana estaba al fin de estás con un dolor inmenso en el abdomen y por último el Quinto día, ella misma fue quien se llevó el susto, me encontraba dormida en mi habitación sentada jugando con mis juguetes de cocina mientras hablaba.

-Gustarias un poco de té?- Realice el acto, sirviendo aquel té imaginario y cuando yo di el último sorbo una presencia me empujó hacia la ventana.

-¡Amanda! No lo hagas! Regresa a la cama-
Dijo desesperada con una expresión delirante.

-Pero es mi amiga mamá - Fue la frase que más le dió miedo a mi madre, fue lo que me dijo pero me fui a dormir olvide lo que decía mi amiga, me acomode en la cama y descanse de ahí mi madre se sintió más tranquila y se quedó a dormir conmigo en una silla.

Yo desperté a la madrugada, mire la pared de mi cuarto estaba muy oscuro revise el reloj '3:00 am' era muy temprano, Demasiado, lo que llamo mi atención fue lo que escurría de aquellas cuatro paredes, un color negro, como si fuera pintura volteo hacia el techo y algo cae en mi rostro pero, fue rojo...

-M-Mama... Mamá... Mamá!!- lo único que podía hacer es cubrirme en mi manta, abrazar a mi oso mermelada arreglado y pedir que esa cosa se fuera.

Actualmente tengo miedo a la oscuridad, no a la sangre, pero pienso que algo o alguien me persigue.