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Hyunjin recordaba perfectamente el primer día que lo vio. La luz cálida de la tarde se filtraba a través de los ventanales de la sala de estudio de la universidad, iluminando los estantes repletos de libros que parecían susurrar secretos a aquellos que se atrevían a explorarlos. Era su segundo año, y estaba buscando un lugar tranquilo donde repasar sus notas antes del examen de física avanzada.
Fue entonces cuando lo vio, sentado en una de las mesas al fondo de la sala, con la cabeza inclinada sobre un libro, concentrado de una manera casi hipnótica. El muchacho, con su cabello rubio que brillaba como si atrapara la luz, parecía ajeno al mundo a su alrededor. Hyunjin sintió una curiosidad inmediata, una atracción inexplicable que lo llevó a acercarse, como si alguna fuerza lo guiara.
Al sentarse en la mesa adyacente, Hyunjin notó el libro que el chico estaba leyendo: una edición avanzada de física cuántica. Un destello de admiración y, aunque no lo quería admitir, una chispa de competencia brilló en sus ojos. Él mismo había considerado ese libro, pero lo había dejado para más adelante. Pero este chico, quienquiera que fuese, estaba ya inmerso en él.
Los días pasaron, y Hyunjin se dio cuenta de que ese muchacho -Felix, según escuchó a otros llamarlo- estaba en varias de sus clases. Pronto descubrió que no solo compartían intereses académicos, sino también una feroz determinación por destacar. Era inevitable que sus caminos se cruzaran.
El primer contacto real ocurrió en un debate en clase. El profesor lanzó una pregunta difícil, y Hyunjin, como de costumbre, se adelantó para responder. Pero justo cuando estaba a punto de hacerlo, escuchó la voz de Felix. Era clara, segura, y su respuesta fue tan precisa como brillante. Hyunjin, sorprendido y ligeramente irritado, se encontró asintiendo con respeto mientras Felix terminaba su explicación. Pero algo dentro de él, esa chispa de competitividad, no pudo evitar sentir el impulso de superarlo la próxima vez.
Después de la clase, Felix se acercó con una sonrisa.
-Tu intervención fue buena, pero creo que olvidaste mencionar la variable de tiempo en tu argumento -dijo, con una amabilidad que, lejos de apaciguar, encendió algo en Hyunjin.
-Quizás -respondió Hyunjin, con una sonrisa educada. -Aunque me parece que subestimaste el impacto de la entropía en tu cálculo.
Ambos se miraron por un momento, midiendo al otro. Y luego, casi simultáneamente, comenzaron a reír. Era una risa liberadora, una que no necesitaba palabras para expresar que, aunque habían comenzado con una ligera fricción, había un entendimiento tácito de que esa competencia era más un juego que una amenaza.
Desde entonces, pasaron más tiempo juntos, y lo que comenzó como una rivalidad ligera se transformó rápidamente en una amistad única. Compartían apuntes, discutían teorías y, al final del día, siempre encontraban la manera de empujarse mutuamente a ser mejores. Se desafiaban en cada aspecto: académicamente, en deportes, incluso en cosas pequeñas como quién llegaba primero al aula o quién resolvía más rápido un problema complejo.
Sin embargo, lo que ninguno de los dos reconocía, al menos no de inmediato, era la atracción subyacente que crecía entre ellos. Lo disfrazaban de competencia, de camaradería, sin darse cuenta de que, con cada reto y cada victoria compartida, estaban construyendo algo mucho más profundo.
Los demás en su círculo empezaron a notar la conexión entre ellos, pero Hyunjin y Felix estaban demasiado centrados en su juego para detenerse a reflexionar sobre lo que realmente significaba. Para ellos, era una danza, una que les traía una felicidad que no podían encontrar en ningún otro lugar.
Esa tarde, mientras se sentaban en la cafetería después de una larga jornada de clases, Felix miró a Hyunjin por encima de su taza de café.
-¿Sabes? Creo que, a pesar de todo, me gusta competir contigo.
Hyunjin, sorbiendo su té, sonrió ligeramente.
-Lo mismo digo. Aunque te advierto, no planeo dejarte ganar tan fácilmente.
Felix se echó a reír.
-No esperaría menos de ti.
Esa noche, al despedirse, ambos se fueron a casa con una sensación de satisfacción. Era un comienzo, uno en el que la competencia todavía brillaba con fuerza, pero en el que también había una creciente calidez, un sentimiento que ambos estaban demasiado distraídos para identificar.
Pero las semillas estaban plantadas, y mientras se acostaban, sus mentes no podían evitar vagar hacia lo que el futuro les podría deparar. Porque, aunque ninguno de los dos lo admitiera todavía, sabían que su conexión iba mucho más allá de una simple rivalidad académica.
Read you soon...
-Mimi 🦋
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