
Capítulo XXVII
La suave brisa acompañaba el nuevo día soleado, las gotas de rocío acariciaban las hojas y flores al caer al suelo haciendo pequeñas hondas en el agua que yacía en este. Sebastian miraba atento frente a él, con gran detalle lo que había plasmado Edwart en el papel.
-Es precioso, se ve muy similar y realista—comentó haciéndose a un lado con una sonrisa en el rostro, aquel jardín pintado de igual manera en aquella obra era para que valiera mucho dinero, o eso pensaba el joven de ojos rojizos, era perfecta.
-Aún me falta mejorar, pero gracias—el chico sonrió.
Edwart solo era dos años mayor que Michael, su carácter era calmo y su suave sonrisa le daba un sentimiento de paz que hacía a su corazón vibrar; el rubio era unos cm más alto que el menor, y a pesar que su rostro era aniñado parecía un chico en cuerpo de un adulto.
Y le agradaba...
-Sería genial si pudieras hacer un retrato, de seguro tu padre se sentiría orgulloso de ti—el chico sonrió de nuevo.
-Sí, seguro que si—mencionó viendo al menor con ilusión; tal vez estaba mal, pero no podía evitar pensar que Sebastian era encantador, él alegraba sus días como nunca imaginó, sentía que todo a su alrededor se veía más colorido que sus oleos.
-Debo irme, pronto anochecerá—Sebastian se veía triste ante sus palabras. Edwart no quería eso en aquel chico tan lindo, así que sin pensarlo arrancó una flor del jardín y se la obsequió, dándole de despidida un beso en la mejilla, obteniendo el suave sonrojo de Michael que le hiso sonreír más que nada.
-Nos vemos—el menor asintió encantado, salió de allí sonriendo, con el corazón latiendo a mil, estaba maravillado. Ese día su presente lo conservó en un libro para que nadie descubriera su secreto, quien sabe que le harían si se enteraban que estaba junto a un humano.
Ahora no comentaría nada, no preguntaría, no hablaría de estos asuntos, ni porque fueran más extraños de lo que pareciera. Se iba a asegurar de averiguarlo por su propia cuenta desde ahora, lo tomaría como una prueba de vida para que el día que pueda valerse por sí mismo no estuviera acuestas de nadie.
...
-Me gusta cómo te quedó—alagó el chico sonriendo con orgullo a aquella imagen frente a él.
-Enserio te gusta o solo me lo dices para quedar bien conmigo—comentó con un puchero que enterneció al mayor haciéndolo reír.
-Me gusta mucho Sebastian, podrías ser mejor que yo, te lo aseguro, deberías también dedicarte al arte—el joven se ocupó de otro oleo mientras charlaba, el ojirojo se mordió ligeramente el labio tomando su brazo izquierdo en señal de nerviosismo.
-L-lo que pasa es...es—suspiró frustrado llamando la atención del chico quien le miró preocupado.
- ¿Sebastian? —tomó su mejilla para atraer su mirada.
-Es mi tutor—mencionó en un susurro—él desea que yo haga lo que él quiera, no puedo actuar por mi propia cuenta como si nada... no soy libre de opinar, ni escoger.
-Mira Sebastian, estoy seguro que las cosas nunca salen como queremos, pero hay que tener paciencia en esto. Los adultos nos pueden enseñar mucho para futuro, y el día que tengamos libertad de tomar esas decisiones, lo tomaremos como ejemplo, una fuerza para seguir adelante sin importar si esas enseñanzas eran malas o buenas, si sabes que algo que ellos hagan está mal sabrás qué camino tomar y escoger correctamente lo que quieres que pase en tu vida. Así que no te preocupes, solo...sé paciente.
Sebastian sonrió y abrazó a Edwart casi conteniendo las lágrimas, nunca nadie lo había tratado así en su vida, ese día se dio cuenta que no le gustaba estar solo y quería pasar más tiempo con personas que lo cuidaran-
Esa tarde...
Sebastian no se dio cuenta de que lo habían estado observando.
...
-Hoy lo hiciste muy bien Sebastian. Creo que ya no tengo nada que enseñarte—sonrió en grande—el alumno supero al maestro.
Había pasado casi un año desde que conoció a Edwart, ambos sabían que algo los hacía anhelar estar con el otro, pero era un deseo bastante juvenil, aun así, Edwart no tuvo miedo de ello y se acercó al menor brindándole un beso en la mejilla.
-Quisieras...salir conmigo mañana—mencionó algo sonrojado provocando que el ojirojo también lo hiciera, pero asintió gustoso
-Qué tal si salimos a media noche—sugirió el más pequeño con una mirada brillante—tengo un lugar muy lindo que quiero que veas a esa hora—el joven aceptó, iba a ser la primera vez que haría una locura como esta. A un así valía la pena.
-Pero donde...
-Yo vendré a buscarte, estaré al lado del ventanal de tu habitación esperándote, ¿sí?
-De acuerdo, te esperaré...
Pero esa noche antes de que la luna estuviera en su punto alto las llamas del fuego avivaron con vigor y furia, muchas personas del pueblo trataban de apagar el incendio. Sebastian, no lo podía creer, el reflejo de aquel elemento ardiente parecía burlase ante sus ojos, después de tanto tiempo volvió a llorar tratando de ir por el chico que le había enseñado tanto, aquel chico por el que empezaba a sentir cosas únicas, extrañas, pero buenas.
-¡¡¡NO!!!...—corrió hacia la casa, pero unas personas lo detuvieron antes que se atreviera a cometer esa locura.
- ¿P-porqué...? —hipó dejando de forcejear, arrodillándose en el suelo encharcado abrazando sus brazos mientras su rostro se llenaba de lágrimas que limpiaban su manchada cara, no sabía por qué dolió tanto su pecho, pero el pensar que no pudo hacer nada, lo mortificaba bastante.
...
- ¡No te comportes como una nena, o acaso quieres que te ponga vestido y te adule como si fueras una niña! ¡¡Hazlo!!
3 meses habían pasado desde la muerte de Edwart, solía pasearse por los lugares en donde habían pintado juntos esperando que aquella tragedia no fuera real... pero...
No podía evitar...
Sentirse solo...
Después de eso y la presión que llevaba en los hombros, impuesta por su tutor, no le ayudaba en nada.
- ¡Enserio que eres inútil! —espetó con enfado, mientras lo empujaba aún lado para volver a sus deberes, Sebastian, en el suelo, solo suspiró con cansancio, evitando que las lágrimas salieran de sus rojizos ojos, se fue obligando a no demostrar debilidad; durante el tiempo que pasaba fue observando a cada demonio de su mundo para ver que era todo lo que un demonio de verdad hacía.
- ¡Ahora! —y fue fortaleciéndose en eso—Perfecto.
Después de un tiempo de intentarlo, por fin, había podido entrar. Aquel misterioso hoyo se sentía frío y algo pesado, su maestro le dio unos minutos para encontrar la salida hacia el otro extremo donde podría llegar al mundo humano, pero era tan oscuro...
Silencioso...
Aterrador...
Sebastian no pudo encontrar el camino al otro lado, casi sintiéndose que le perseguían en silencio hasta que empezaba a escuchar susurros en todos lados, como si fueran almas en pena rogando por su liberación...
-Que decepcionante—susurró alejándose sin importar que Michael estuviera en el suelo con la respiración ajetreada y los ojos contraídos por el espanto.
Ese día no volvió a casa, a nadie le importaba de todas formas, así que estaba bien para él, aprovecharía tiempo a solas en un lugar mejor.
En el techo de una casa ajena se encontraba mirando el cielo, siempre le pareció curioso que esas luces aparecieran a esas horas de la noche y no por el día, sinceramente era muy ignorante en demasiadas cosas todavía, ya que nadie era lo suficientemente amable para explicárselo y mucho menos paciencia con él, ya que como niño curioso preguntaba por todo.
-Esas son estrellas—dijo alguien cerca suyo, Sebastian algo sobresaltado miró a sus laterales sin ver a nadie cerca—aquí abajo—río aquella voz, Michael se asomó curioso arrastrándose un poco por el tejado viendo a un chico con un overol y sonrisa cálida frente la puerta de aquella casa
- ¿Quién eres?
-Yo debería preguntar primero ya que estás en mi techo—Sebastian susurró una disculpa y bajó de allí sin mucho esfuerzo, aunque ciertamente el sujeto no parecía molesto—no te preocupes—golpeó de manera amistosa su brazo—Soy Frederick, por cierto.
-Sebastian
-Lindo nombre—expresó—noté lo interesado que estabas de las estrellas ¿quieres saber de ellas? –el ojirojo asintió algo tímido, el joven era más alto que él y parecía muy confiado para poder tener esa energía, sobretodo la confianza para hablarle a pesar de ser un total desconocido que pisó su techo, pero le generaba algo en el estómago que no podía explicar el por qué se sentía bien—entonces ven conmigo—le tendió su mano invitándolo a ir con él, y aunque apenas se hallan presentado, Sebastian no sentía miedo, a diferencia de aquellos niños que su tutor le obligaba a estar. Tomó su mano con algo de pena, pero esta se fue desvaneciendo al paso de las horas.
Frederick le llegó a mostrar las hermosas lluvias de estrellas que pasaban en la madrugada, las constelaciones, las figuras que formaban y sus diferentes nombre e historias, la belleza del cielo era inmensa, nunca estabas seguro de poder admirar correctamente este, todo el mundo parecía verlo como algo cotidiano, pero no se daban cuenta de lo que perdían al no mirar con atención.
El chico era el hijo de un comerciante, pero padre e hijo estudiaban astronomía para sus viajes, recorrían varios lugares por el trabajo del mayor, pero al joven de cabellos castaños le encantaba, podía saber de todo un poco y lo que le apasionaba era el mapa que las estrellas formaban en los cielos, única para los marinos, el chico de ojos claros y labios finos le enseñó cuando solían salir las constelaciones, en donde y en qué temporada.
-Ese es el cinturón de orión.
- ¿Cuál? —comentó emocionado.
-Ese. El de las tres estrellas—comentó señalando su lugar—indica que estamos al sureste—miró al azabache quien embelesado observaba el firmamento—bonito verdad. En la religión las llaman las tres María, pero creo que muy poca gente sabe eso—rio ligeramente viendo a Michael de nuevo, su expresión... había cambiado.
- ¿Sebastian? –el azabache lo miró de vuelta.
- ¿Sí?
- ¿Qué pasa? ... te veo disperso. No me digas que aún tienes miedo de que nos descubran—sonrió algo enternecido con el menor—he robado varias veces el barco pesquero y no me han pillado nunca, créeme—Sebastian rió.
-No es nada de eso.
-Entonces
-Frederick...agradezco mucho todo lo que has hecho por mí, he conocido tantas cosas que no pensé hacerlo pronto y... que tal vez me hubiera tomado tiempo aprender por mí mismo.
-Bueno, cuando mi madre estaba viva, le gustaba recordarme siempre que era bueno regalar nuestro conocimiento a aquellos que no sabían, porque eso es lo que nunca te robarán en la vida. Solo eso hice.
-Por eso gracias Frederick—Sebastian obedeciendo el pedido de su corazón, un impulso, tomó la mano del mayor y la unió con la suya con un agarre firme recostándose en el hombro de este, Frederick sonrió por lo tierno que le pareció aquel gesto y de igual manera recostó su cabeza en la del ojirojo.
-Sabias que me gusta tu cabello
- ¿Enserio? –preguntó con los ojos cerrados relajándose en la posición en la que se encontraba.
-Si. Se parece mucho al cielo de noche, un cielo despejado en donde parece que navegas en un mar infinito. Me gusta mucho—susurró lo último obteniendo la mirada de Michael, ambos se miraron tan fijamente a los ojos, tan cerca, queriendo dar un paso que estaban algo inseguros de dar, pero Sebastian aceptó, darlo aunque fuera pequeño, le besó la comisura de sus labios, lento, como en una caricia dejando un cosquilleo en la piel del más alto, les gustó, pero Sebastian se ocultó entre el hueco de su cuello oyendo al mayor reír por su repentina cobardía, Frederick le acarició el cabello y sonrió.
No sabía cuánto tiempo habían estado así, no sabía cuándo fue que ambos cayeron en brazos de Morfeo abrazándose el uno al otro. Sebastian en esos casi 6 últimos meses en los que había conocido a Frederick lo habían alentado a conocer el mundo, se sintió feliz y vivo una vez más.
Por fin sentía paz.
Pero como siempre de cada cosa que se vive de forma tranquila y feliz, llega a su final. Y hubiera preferido no haber despertado y muerto como su acompañante lo hizo, aquellas aguas tranquilas habían dejado de serlo, la lluvia que empezó a caer incrementó despertándolo de su sueño y con él, el pánico de Frederick que al intentar protegerlo se golpeó la cabeza cayendo inconsciente a un lado, Sebastian no pudo hacer nada porque la ola que azotó con fuerza la pequeña embarcación no se lo permitió, el barco quedó hecho pedazos y los soportes de metal de este mismo fueron quienes llevaron a su dueño al fondo del mar, ahogándolo.
Sebastian no pudo, no pudo ayudarlo, se enredó con las tablas de madera que trataban de salir a la superficie engarzando su pierna y tratando de ir por el joven se lastimó esta, llorando al no poder lograr alcanzarlo, salió del agua tomando aire de nuevo para seguir intentándolo, no importaba si su garganta se sentía quemar al tragar agua, si sus ojos enrojecían y se irritaban por el llanto, su mente, a pesar de sus esfuerzos, lo carcomía con el simple pensamiento de tres palabras...
Es mi culpa...
Ese día no volvió a casa de nuevo, se quedó encerrado en un viejo molino donde solía ir con Frederick a hablar, lamentándose por no haber podido rescatarlo.
...
- ¡Hazlo de nuevo! –le exigió su tutor abriendo otra vez aquel portal, Sebastian se levantó del suelo y lo intentó una octava vez, pero el estar ahí dentro le recordaba con crueldad, el rostro de Frederick, el cómo no pudo salvarlo—si sigues sin lograrlo te voy a llevar donde los perros para que recibas un castigo. Tienes hasta mañana—soltó sus cabellos y lo empujó para retirarse, Sebastian solo se mordió el labio inferior tomando su brazo izquierdo para obligarse a sí mismo a no llorar. No podía hacerlo, no ahí, no lo haría.
Sebastian se levantó del suelo y corrió con rapidez liberando un poco de tención, tratando de salir de ese lugar, de la presión, la carga de su espalda, del miedo, dirigiéndose a aquel hueco con un grito de guerra, logrando pasar aquel anillo que tanto le había costado, imaginando la sonrisa de Frederick cada que se encontraban, imaginando que lo había podido ayudar.
-Gracias Frederick—mencionó al llegar al otro lado.
Esa noche durmió en el molino para dar...
Su última despedida.
...
Respirar el aire puro del mundo humano era relajante, Sebastian a sus 13 años podía ir a todas partes, gracias a que pudo pasar el anillo podía darse el lujo de ir a donde quisiera, pero siempre y cuando estuviera dentro de sus posibilidades. Después de entrar en aquel hoyo, su siguiente tarea fue realizar uno, no podía crear uno tan grande ni que fuera tan lejos de ese lugar, pero lo lograba, conocía varias cosas como Frederick le mostró e intentaba diversas actividades como Edwart le aconsejó, estaba haciéndolo más que todo por ellos, más que para sí mismo.
En un pueblo bastante festivo había una presentación, la gente llegaba aborratada y los niños se metían entre los huecos libres que los adultos dejaban para poder llegar al inicio y ver los juegos y malabares que hacían esas personas, llegó allí cautivado por la música que sonaba con gran alegría, al llegar como los otros niños, a la primera fila, quedó más encantado por la forma en que danzaban aquellos bufones y arlequines que llevaban todo el protagonismo. La gente reía y aplaudía, los niños chiflaban y las niñas bailaban en círculos cantando alegres. De pronto varios arlequines, un tanto más pequeños que los otros, salieron de una casilla haciendo piruetas hacia los extremos y llegar ante la audiencia entregando panfletos, hasta para aquella sencilla acción jugaban y daban vueltas atrayendo a la gente del pueblo.
Pero el atraído fue otro cuando llegó frente a Michael.
Un chico de la altura de Sebastian se quedó embelesado mirándolo con un brillo esencial reflejado en sus ojos, quedando quieto con el panfleto en la mano que Michael había tomado del otro extremo, Sebastian sonrió y se sonrojó levemente ante tal atenta mirada haciendo que aquel chico reaccionara un poco, sonriendo y haciendo una reverencia ante tal belleza, se alejó con sus otros compañeros haciendo una voltereta para atrás logrando un poco de impulso para hacer un salto doble y aterrizar perfectamente ganando las aclamaciones del público, pero este arlequín solo quería esa sonrisa y alegría en el rostro de aquel chico de ojos peculiares, consiguiéndolo.
...
-Disculpa—una voz le llamó la atención. El festival había terminado y los folletos con la gran descripción que abrirían un show cada noche hasta la siguiente luna, estaba por todas partes—Soy George, soy aprendiz del Eclipse de Luna, circo familiar—se presentó con una reverencia, pero acercándose a él con toda confianza.
-Soy Sebastian...me gustó la presentación...no parecías un aprendiz.
-Bueno, aún tengo que entrenar, pero siempre tengo un truco bajo la manga para poder conquistar—comentó con orgullo, pero presumiendo con galantería.
-Entonces supongo que lo haces a menudo para atraer a los chicos.
-N-no, no, no, no, no, claro que no—se sonrojó de sobre manera por la vergüenza, ahora parecía que había metido la pata por su comentario fuera de lugar, pero no fue así hasta oír la hermosa risa de Sebastian, tan dulce como néctar de las flores en primavera, quedando más enganchado de su persona.
-Solo estaba molestándote—después de eso ambos rieron, hablaron de aquellos shows que el chico hacía en varios lugares del mundo, haciendo reír al ojirojo con las ocurrencias que había hecho en ese entonces, teniendo el privilegio de estar así de cerca de Michael para contemplarlo.
George tenía 14 años cuando lo conoció. Su familia trabajaba igual para aquel circo, todos eran muy unidos, se ayudaban entre sí, sobre todo en sus sueños, él quería llegar a ser el mejor trapecista de la historia.
-Quisiera intentarlo—mencionó el ojirojo con impresión, George le había invitado a la práctica de trapecio que el castaño debía realizar como rutina, Sebastian se encontraba emocionado cada que le veía, así que quería arriesgarse y aprender de aquello. Poco después el chico le cumplió el deseo que el azabache añoraba con ansias.
-No tengas miedo y solo piensa que puedes llegar a volar sobre todas esas personas; no está mal si quieres ayuda o que no puedas hacerlo bien, lo importante es que lo intentas, ya eso es mucho para llamar logro.
-Me haces recordar a un amigo—Sebastian se detuvo para inspeccionar el terreno, George le miró curioso—decía que le habían educado de manera de que lo que supiera... lo enseñara para aquellos que no sabían—le miró con una sonrisa cálida pero nostálgica—por eso gracias—el chico asintió, se sonrojó ligeramente y agradecía que su piel acaramelada no dejaba revelar aquel detalle.
-Entonces, quiero que lo hagas con mucho cuidado—le sostuvo la cintura notando que el uniforme de arlequín que le había prestado al azabache le quedaba perfecto en su cuerpo—mantente firme y solo déjate llevar—lo último se lo dijo en un susurro mientras se apegaba un poco más a su cuerpo—Y no olvides usar la fuerza para aterrizar al otro lado—y así con aquel comentario en su oído y la caricia en su cintura Sebastian experimentó el contacto, más allá de un beso en la mejilla o un abrazo, era más que eso y se sintió bien, como el poder volar con libertad aferrado a esa bara de metal que lo hacía ver todo como si fuera un ave, pero a decir verdad, le aceleró más el corazón aquel simple toque que parecía arder en su piel, que la misma adrenalina de poder volar sobre el escenario.
Pero de cierta forma él sí parecía un ave en primer vuelo, aunque no lo sintiera, aunque no lo hubiera pensado en ese momento, él era un ave que empezaba a ver el mundo mucho más grande, un ave diferente, pero que amaba el conocimiento y que gustaba de intentar hasta lograr hacerlo perfecto.
-Fue increíble.
-Tú fuiste increíble Sebas. Enserio que eres fascinante—la emoción llegó a que ambos se abrazaran, solo notaron que fue muy repentino unos segundos después, que fue que se alejaron un poco, pero ambos con la sorpresa reflejada en su rostro no le dieron importancia y solo siguieron riendo.
Sebastian descubrió que amaba que lo adularan, se estaba dando cuenta de eso a cada paso que daba en su vida, pero...no los obtenía a diario, y mucho menos en su mundo, pero cada que conocía ese lugar de donde había nacido le dejaba ver que no todo era realmente malo y obtenía lo que quería de personas que apenas conocía...
Se sentía querido.
Y eso... le agradaba.
...
- ¿Quieres bailar? –meses habían pasado, pero no había podido pasarlos mejor. George le había enseñado a cómo fortalecer su cuerpo, no solo le enseño a hacer trapecio, sino a aprovechar su flexibilidad, agilidad y sus reflejos. Podría decir que era mejor que su entrenamiento, ya que verdaderamente aprendía cómo manejarse correctamente. No las cosas que le enseñaba su tutor, que eran una completa basura solo para su diversión. Al principio fue difícil y a pesar que George trataba de no ser tan duro con Michael él deseaba que fuera de ese modo para aprender correctamente lo que fuera necesario de aquí en adelante, aprendió varios de esos trucos gracias a aquellas piedras que George lanzaba para él, aprender a equilibrarse a tan alta altura, las piruetas una tras una en una posición correcta, todo...
Lo había aprovechado.
Y también tenía que admitir que le parecía lindo ver cómo el chico besaba cada golpe que le daba cada que la simple exclamación salía de sus labios, Sebastian reía con el simple gesto y lo disfrutaba de sobremanera.
-Claro que sí—y lo que recientemente aprendió fue el baile.
- "Nunca sabrás cuando una chica, o en este caso chico, pueda sacarte a bailar, tienes que saber tanto los pasos del hombre como el de la mujer para dominar bien en ambos ámbitos y no cometer ningún error, sobre todo si vas a enseñarle a alguien más."
Eso había dicho el joven en su primera lección, le había enseñado a bailar los pasos del hombre primero para que se sintiera cómodo y dominara mejor la técnica, pero cuando le enseñó la parte de la dama se sintió mucho mejor, más suelto.
-Baila usted muy bien, Señor Michael—alabó apenas viéndosele la sonrisa en el rostro, ya que la máscara que portaba tapaba la mayoría de esta.
-Bueno tuve un gran maestro—sonrió, igualmente, como su acompañante, portaba una máscara blanca con bordes negros y dorados. Mascaras que usaban en la festividad como parte de la temática ceremonial.
Le gustaba ir con Geroge a varios lugares, así podía conocer más del mundo, preguntar cosas sin que lo detuvieran y aprender junto al castaño muchas más, aun así las fiestas eran su pasatiempo favorito, las disfrutaba desde que George le empezó a enseñar y claramente le encantó ser invitado esa noche a esa fiesta de gala.
Un millonario los había contratado para el cumpleaños de su segunda hija, quien hace mucho imploraba verlos, después del espectáculo y los juegos, el hombre amablemente les dio el permiso de estar en la gala junto a ellos como invitados. Ellos cortésmente aceptaron, cambiaron sus juguetones atuendos por unos formales, nadie esperaría que eran los chicos que jugaban y hacían monerías para alegrar a la gente.
Sebastian estaba feliz, hace tiempo no se acercaba a su hogar porque estaba aprendiendo maravillas del mundo en donde nació. Solo esperaba que cuando regresara, su tutor no le hiciera algo solo por estar actuando como un humano.
Pero por ahora disfrutaría, ya sabrá que hacer después.
-Me gusta tu traje
-Tu madre la hizo para mí, pero algunas cosas lo hice yo.
-Ya me imagino jeje—ambos seguían bailando cómodamente, prácticamente bailaron la mayoría de las tonadas mientras charlaban y se adulaban como nunca.
Pero...siempre un grano de felicidad se desmoronaba tan fácil y rápido.
Unas personas entraron con armas y capuchas atacando el salón, matando a todo el que encontraban, los gritos y los vidrios hacían el escandalo más grande, el anfitrión tomó un arma defendiendo a sus hijas mientras los más pequeños lloraban con pavor.
La madre de George corrió hacia las escaleras llamando a su hijo en el camino para ayudar a levantar a uno de sus compañeros que había resultado herido, pero la herida que había dejado aquel proyectil en el sujeto le estaba matando con rapidez, estaba perdiendo mucha sangre. La mujer trataba de levantarlo, pero el hombre era muy pesado incluso para ellos tres hasta que el gemido dolorido de la mujer le hizo llamar la atención al castaño.
- ¡Madre!—el chico se lanzó al cuerpo de la mujer antes de que esta callera por las escaleras mientras Michael lo sostuvo de la cintura para que este no corriera el mismo riesgo, la mujer había recibido de igual forma una bala, era muy poco común ver estas armas pero por lo poco que conocía Sebastian al ver al tipo huir por los balcones se trataba de un cañón de muñeca, las había visto circular en zonas de mercancía, donde sucedían trucos sucios y llevaban a gente para torturarla, ese lugar donde su maestro lo obligó a matar a alguien para consumir su alma, no estaba orgulloso de eso precisamente pero sabía que la madre de George no podría sobrevivir a eso—No, No, ¡No...!—el grito del joven le rompió el corazón, pero no podían quedarse ahí tenían que irse. Michael buscó de un vistazo rápido al padre del muchacho, no lo hallaba por ninguna parte, desesperado haló a George hacia el segundo piso de la casa, el hombretón ya había caído muerto y la madre del joven solo pudo darle una caricia a su mano antes de cerrar por completo sus ojos, Sebastian con sus manos pintadas en sangre cargó al chico que se movía forzando el agarre para que lo soltara causándole un vacío en el pecho al ojirojo, y un nudo grande en la garganta al verlo llorar con irregularidad, Sebastian solo seguía adelante para poder ocultarse de todo ese ajetreo; cuando oyó un gemido ahogado a su lado notando como el peso aumentó entre sus manos.
- ¿George? George. ¡George! —gritó histérico al verlo caer al suelo mientras escupía sangre por su boca, la bala había dado por sus costillas, quizás perforando su pulmón— ¡¡George!! –allí en el segundo piso casi no se oía nadie, al parecer era alguna especie de mafia que intentaba aprovechar la fiesta para poder deshacerse de su rival y quizás sus sucesores, ya que no parecía que vinieran a robar, el sitio estaba intacto, a menos que fueran mercenarios.
Estaba en la tarea de detener la sangre haciendo una venda improvisada en el cuerpo del mayor para poder seguir buscando donde refugiarse, tratando de que las lágrimas no taparan su visión y que estuviera lo más tranquilo posible hasta que todo pasara. Fue que una cuchilla rosó su rostro, no se había dado cuenta de que había una persona más en el recinto, incluso cerca suyo, él quedó desconcertado por unos segundos antes de voltear a ver al chico...se quedó quieto mirando al hombre que tenía otras dos cuchillas a la mano mirándolo con una sonrisa de lado, pero antes que hiciera algún movimiento, uno de los guardaespaldas que tenían en casa se encargó del hombre con simpleza, avanzando rápidamente por el corredor para ayudar a su jefe.
Sebastian quedó en medio del corredor sin saber qué hacer, era obvio que el hombre ni lo determinó porque ese no era su trabajo, tenía un chico desangrándose en sus brazos pero nadie fue capaz de ayudarlo, solo pudo levantarse, limpiar sus lágrimas y arrastrar como podía a George a una habitación segura, era algo pequeña, como un armario, pero era el único sitio más cercano, cerró la puerta y arrancó un pedazo de su camisa para poder detener la hemorragia, le decía a George en susurros que sostuviera la tela con fuerza mientras él iba por algún licor o agua para poder desinfectar la herida y sacar lo que sea que estaba causando tal daño. Pero George no se lo permitió, tomó su mano y con delicadeza la apretó, sabía que no le quedaba tiempo, no podía aguardar más, era momento de decírselo.
-S-Sebastian
-No George, no puedes hablar, tienes que tener energía para que podamos curarte—Michael entre sollozos trataba de detenerlo, sin embargo, detuvo sus palabras ante la caricia que este le dio en su rostro.
-Eres perfecto Sebastian...eres estupendo perfecto en todas las formas—apenas se le entendían sus palabras, pero Michael las oía con detenimiento tratando de no perderse ni una palabra...
Ni su mirada.
-No lo soy George y lo sabes—el chico rio un poco entre su toz
-C-claro que lo eres...porque eres como un amanecer... tan cambiante y único...e-espontaneo...— tragó saliva—Sebastian... m-me gustas...me gustas mucho—aquellos ojos rojizos se empañaron ante la confesión. Había visto que esas palabras las decían enamorados en las obras teatrales, o en los libros que leía, pero jamás llegó a pensar que esas palabras fueran dirigidas hacia su persona.
Y en poco tiempo se esfumaron en el viento...
- ¿George? ...—Sebastian lloró a mares al ver que el chico, acostado allí en el suelo frío, ya no respiraba— ¡George!¡George! No me hagas esto por favor—su respiración agitada, su corazón latiendo con miedo, con un dolor de cabeza terrible por este asunto, empeoraba más su estado— ¡¡¡GEORGE!!! —un ataque de ansiedad lo cegó por un instante, sacudiendo como pudo el cuerpo del mayor para tratar de devolverlo a la vida, sus ojos brillaron con intensidad sin poder detenerse, sus colmillos se asomaron mientras las lágrimas no dejaban de salir, de repente todo se detuvo abruptamente ante el sonido de unas cadenas y pasos fuertes por el pacillo, Michael se detuvo y trató de detener su respiración, abrazó a George a su cuerpo tratando de proteger lo que creía que podía recuperar; tragó saliva con dificultad mirando hacia la puerta y con miedo cerró los ojos escuchando tan solo el latir de su corazón...
Pumpu... pumpu... pumpu...
Y junto a él...
El rechinar de la puerta.
- ¡Aquí está!
Continuara
Ƹ̴Ӂ̴Ʒ
Hola mis queridísimas almas lectoras, sé que prometí entregar este cap hace dos o tres días pero como estoy trabajando en la feria aquí en mi ciudad llego re cansadísima y lo peor es que hay que llegar a hacer cuentas y arreglar todo para poder ir al siguiente día temprano, así que terminaba editando una hoja (por no decir media) y empezaba a poner incoherencias, enserio que cuando tengo sueño no puedo escribir bien jejeej.
Pero bueno, aquí les traigo un cap más larguito. Y díganme ¿cuál de los tres chicos les gustó más para Sebas-chan? 7w7
No siendo más, me despido, recuerden no fumar, no tomar tantas bebidas alcohólicas, ni tomar drogas, porque la vida es corta y es una sola.
Ba Bay
Violinblanco cambio y fuera ♪
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