⤷ 4
Las pocas clases que compartía con Jimin mandaban su concentración a volar, antes podía controlarlo, pero luego de los recientes acontecimientos aquello parecía imposible. No ayudaba en nada que el rubio se sentara unos asientos delante de él. Mientras la profesora Choi explicaba el tema de la clase, Yoongi no podía evitar desviar su atención a la nuca de su mejor amigo, a sus vagos asentimientos a las explicaciones, o a sus suaves manos hacer anotaciones en el cuaderno.
Aplicó toda la voluntad del mundo para prestar atención cuando le fueron dictadas las actividades de la clase, logrando concentrarse de sobremanera cuando se dio cuenta de que las consignas eran más de 10.
Qué flojera.
—Al final de la clase lo entregan —finalizó la mujer.
—¿Qué? ¡Pero es demasiado! —las quejas y el barullo no tardaron en llegar, poniendo nerviosa a la docente.
—Bien, bien... háganlo de a 2 —negoció.
—Pero profesora, yo falté algunos días que leyeron los capítulos del libro y debo leerlo nuevamente —sonó una voz al fondo.
—¡Yo igual!
—¡Y yo!
—¡Está bien, se entrega el lunes de a pares y así se queda, sin más cambios!
Los alumnos festejaron y poco a poco al barullo le acompañaron los movimientos de sillas ya que cada uno iba a reunirse con su compañero.
Notó a Jungkook caminar en dirección a Taehyung, dando tropezones por lo apurado que se veía en su intento de llegar antes que cualquiera. Se burlaría luego, aún no olvidaba como se habían comido la boca ambos menores en su casa.
Entonces cayó en cuenta de que debería estar haciendo lo mismo que el menor, reclamando a su muchacho. Se puso de pie de inmediato, pero justo en este momento Jimin estaba frente suyo, ni siquiera tuvo que ir a buscarlo. Ambos hablaron al mismo momento.
—Jimin...
—Hyung...
Sonrisas.
—¿Trabajas conmigo?
—Sí —aceptó desapareciendo sus ojos en dos medialunas.
Se sentaron juntos para trabajar, poniéndose de acuerdo luego de charlas antes de contestar las preguntas. Pudieron simplemente dividirse las consignas pero los dos sabían que simplemente hacer un rejunte de respuestas redactadas de manera diferente sería un total desastre, preferían hacer de ese trabajo una obra de ambos.
El tiempo pasó y consiguieron contestar 6 de las preguntas al finalizar la hora, por lo que acordaron juntarse en la casa del mayor para finalizarlo.
—¿Quieres que vaya hoy? —preguntó Jimin guardando sus cosas, pues la siguiente clase él la tenía en otra aula.
—Claro, ven a la hora que quieras.
—Iré temprano esta vez —prometió.
Pero Yoongi no tenía idea de cuál era su concepto de temprano, así que inmediatamente luego de almorzar se puso a ordenar su habitación. Levantó la ropa que se hallaba en su escritorio y la separó en ropa sucia y ropa que aún daba abasto para algunos usos más, también barrió un poco el piso e hizo su cama. Cuando hubo acabado se sentó en el acolchado suspirando, viendo fijamente a su armario entreabierto, curiosamente aquello siempre le traía un viejo recuerdo.
Todos sus amigos se hallaban en la habitación del peliplata, que en ese entonces aún no teñía su cabello pelinegro, tendrían entre 12 y 13 años, tal vez Seokjin tendría 15, todos miraban al pequeño Jimin que luego de haber estado en silencio y aislado por un largo rato dijo que necesitaba anunciar algo importante.
Ningún sonido fue emitido mientras Jimin se ponía de pie y como si fuera lo más normal del mundo entraba al armario de Yoongi. Se miraron confundidos, hasta que el chico salió del lugar de la misma forma en que entró.
—Listo.
—¿Qué se supone que hiciste? —inquirió un inocente Hoseok, intentando prestar atención por si notaba alguna prenda proveniente del armario, pero Jimin estaba igual que siempre.
—No entiendo —aportó Jungkook igual de ingenuo.
—Jiminie, ¿podrías ser más claro? —habló Seokjin— ¿Qué quieres que veamos?
—Yo... sólo digan lo que acaban de ver que hice.
—Sólo saliste del closet —dijo Taehyung con indiferencia, pero al terminan de pronunciar aquellas palabras empezaron a tomar sentido por sí solas—. Oh...
Todos ensancharon sus ojos, dándose cuenta de lo que Jimin intentaba decirles, a excepción del dueño de casa que no veía nada de asombroso en la noticia.
Cuando sus amigos fueron a abrazarlo, Park no pudo evitar soltar algunas lágrimas mientras escuchaba palabras de apoyo hacia su persona, diciéndole que lo querían y lo aceptaban. Pero Yoongi continuaba observando desde su lugar, sin inmutarse.
—¿Por qué hacen tanto alboroto? —todos giraron a verlo algo asustado, pensando que al mayor la homosexualidad le parecería incorrecto— Jimin es el mismo de siempre, no ha cambiado nada en él así que no lo hagan sentir diferente.
Todos se quejaron diciéndole que era un amargado, que para su amigo confesar aquello había sido difícil y bla bla bla... Pero Jimin le sonrió, porque sabía que eran las mejores palabras de aceptación que podía recibir, ser tratado con igualdad.
—Hyung, sé que dijimos que tomaríamos un descanso pero, ¿puedo mostrarte cómo va quedando mi ensayo de historia? quisiera tu humilde opinión.
—Mi opinión no es humilde —bufó Min—. A ver, dámelo.
Jimin sonrió mientras sacaba de su mochila una hoja prolijamente guardada, con letra elegante y cuidada. Se la tendió a su mayor y lo miró expectante mientras analizaba su texto. El rostro del peliplata era, como siempre, un enigma a descifrar, por lo que aguardó con ansiedad. Luego de dos minutos eternos Yoongi habló al fin.
—Me gusta, está muy bien —concluyó asintiendo hacia su dirección recibiendo una sonrisa amplia por parte de su dongsaeng—, mejoraste mucho.
—Sí, gracias a ti —le recordó.
Y Min estuvo de acuerdo. Desde aquella vez en 6to grado cuando Jimin llegó llorando hasta él por sacar una mala nota en literatura, Yoongi tuvo que ayudarlo. Recuerda la mueca horrible que hizo al intentar leer aquel trabajo sin coherencia y errores ortográficos, pero también recuerda el brillo esperanzador en los ojos del rubio cuando prometió ayudarlo a mejorar.
—Te vas a sacar un 10 y se lo vas a traer a hyung, ¿de acuerdo? —le había dicho.
—Aún tengo guardado tu primer 10 en literatura —le hizo saber, Yoongi guardaba aquella hoja gastada y amarillenta como el mejor de los tesoros que Jimin le había obsequiado muy orgulloso de sí mismo.
—Deberías tirar eso, es una tontería.
—Ni hablar —negó sin dar más explicaciones, y nuevamente Jimin sintió que era afortunado por tener a Yoongi en su vida—. Tengo hambre, comamos algo.
—Está bien —accedió siguiendo al mayor a la cocina.
Mientras el dueño de casa buscaba en la nevera algún aperitivo, fue consciente por primera vez en el día de que, sin darse cuenta, había conseguido la excusa perfecta para invitar a solas a su menor. Sonrió de lado por el pequeño avance, todo iba perfecto.
Poco a poco.
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