𝑬𝒑𝒊́𝒍𝒐𝒈𝒐
Aunque se suponía que estaba castigado, no parecía así en lo absoluto. Como estaba suspendido no tuvo que levantarse temprano y, en realidad, no le gustaba salir mucho de su casa así que fue un alivio para él estar encerrado en su cuarto, rodeado de sus cosas.
Al cabo de tres días las vacaciones al fin habían comenzado para los demás estudiantes, por lo que su madre accedió a que Jimin lo visite, aunque sin que ella lo supiese había pasado a saludarlo los otros días también, teniendo como ventaja que el horario escolar finalizaba cuarenta minutos antes que la jornada laboral de la señora Min.
Eventualmente sus otros amigos también aparecieron, y sólo fue cuestión de tiempo para que su castigo se terminase de forma definitiva. A partir de ese momento, incluso si era un perezoso, comenzó a frecuentar un montón de fiestas y bares, obligado según él.
Su relación con Jimin iba muy bien, ese hermoso día de finales de noviembre habían tenido oficialmente su primera cita, aquella que el rubio había prometido hace un tiempo atrás.
Lo había planeado todo, comenzando con una mañana desayunando en la terraza de un bonito restaurante con vistas a la costa, una ida al cine que, como aún era de mañana, la sala estaba casi vacía y pudieron besarse mucho. Luego un almuerzo en un patio de comidas seguido de un helado que terminaron mientras caminaban por el parque. Durante la siesta y la mayor parte de la tarde tuvieron una sesión de fotos improvisadas, Jimin incluso había llevado su cámara nueva y la habían estado explorando juntos. Al atardecer, Jimin había revelado tener dos entradas para un partido de básquetbol donde jugaba el equipo favorito de Yoongi. Y Yoongi chilló mucho. La cena de ambos fueron hotdogs y gaseosas que consiguieron en el recinto del partido. Cuando abandonaron el lugar estaba lloviznando y ambos se besaron un buen rato mientras esperaban un taxi bajo un toldo.
Fue la mejor cita que Yoongi había tenido jamás.
Jimin había insinuado que iría a su casa, pero el mayor lo convenció de pasar a su casa un rato más, aunque verdaderamente tenía ganas de que se quedara con él esa noche.
—De verdad, Yoonie, mamá se enojará si no vuelvo ya —aseguró el menor, sentado al borde de la cama del mayor.
—No es verdad, yo mismo la escuché preguntarte si volverías a casa o no —Yoongi ya estaba buscando su pijama para poder estar cómodo en su casa.
—Y le dije que sí, no puedo mentirle —se excusó.
—Un mensaje de texto y todo solucionado —sugirió. Intrigado, dejó las prendas que se pondría luego a un lado y se sentó al lado del menor—. ¿Qué pasa en verdad? —indagó— ¿Por qué no quieres dormir conmigo?
—No dije eso... —defendió girando a verlo apenado, pero tan pronto como sus ojos se cruzaron volvió a voltear, sabiendo que no podía escapar de decir lo que de verdad estaba sintiendo—. Es que Yoon... me inquieta que las cosas entre nosotros se suban de tono.
El peligris no se esperaba eso, lo miró desde su lugar sin saber qué palabras usar— Yo... no entiendo. ¿Hice algo que te ponga incómodo? Que yo sepa... no... no hemos hecho nada hasta ahora y... no volvimos a tener un momento así desde la fiesta que organizó Seokjin.
Jimin negó con la cabeza sabiendo que ese no era el problema— Ya sé que no, pero seguramente si se da la ocasión, como ahora que estamos solos y tu mamá salió... no sé, Yoongi.
—Sigo sin comprender qué es lo que te pone tan nervioso —aseguró Yoongi—, no pasará nada entre nosotros si no quieres, Jimin.
—Oh, no, lo sé —asintió Jimin, luego se giró a verlo—. El problema es que sí quiero.
Eso dejó a Yoongi aún más confundido— ¿Me perdí del día de los inocentes o algo así? De verdad que estoy confundido ahora mismo.
El menor soltó una pequeña risa avergonzado por aquello y bajando la mirada sin saber cómo explicarlo— A mí... me gustaría mucho que tengamos ese tipo de intimidad —afirma—. Pero... también me aterra —admite.
Yoongi asintió comenzando a entender mejor su idea— ¿Entonces...?
—Sé que si me quedo pasará algo, pero no me siento listo y por eso no quiero quedarme —terminó, subiendo su vista y lamiendo sus labios algo apenado—. Perdón, Yoon... sé que debe ser frustrante lo que te estoy diciendo.
—No, no, para nada —aseguró el mayor acomodándose en su lugar y tomándolo de la cintura—. Jimin, no me molestaría por eso nunca —prometió—. Mira... si lo que realmente quieres es irte a casa lo entenderé. Pero si te quedas, bueno... puedo prometerte que no intentaré nada, o... —hizo una pequeña pausa ya que se le había ocurrido algo—. Tal vez... podríamos... es decir, tener intimidad pero... con límites.
—Límites... te refieres a... —las mejillas de Jimin estaban empezando a tomar color mientras trataba de maduramente sostenerle la mirada.
—Sí a...
—A eso, sí...
—A... sin penetración, sí —concluyó.
—Agh, Yoongi, esa palabra es horrible —chilló el menor soltándole un pequeño golpe estando avergonzado de nuevo.
—Dios, ya sé —concordó apartando la vista—, lo lamento, no sabía cómo decirlo.
—Vale, ya...
Ambos se quedaron en silencio un momento, analizando las ideas. De hecho, lo último no sonaba tan mal para ninguno, no tenían porqué apresurarse.
—¿Por qué... pensaste que era frustrante para mí? —preguntó entonces Yoongi, ambos nuevamente cruzaron miradas.
—Hum... porque... no lo sé, ¿vale? tiendo a pensar que eres muy maduro y todo eso, siempre sabes que decir y siempre tienes un plan... alguien como yo que está un poco perdido y tiene miedo de tener sexo se siente como muy alejado de ti —admitió—. Me siento muy inexperto a tu lado, y siento que tú lo percibes y... sé que no eres ese tipo de persona que simplemente se aburre de esperar y te bota, ¿okey? pero aun así, tengo inseguridades que me hacen preguntarme si algún día te cansarás o algo así porque... ¿Cómo sé siquiera si algún día estaré listo?
—Jimin, mi amor... —se acercó para abrazarlo por la espalda, aún ambos sentados en la cama—. Estás... demasiado apegado a la idea de que tener sexo es importante, no lo es —aseguró—. Es algo placentero y una muestra de amor muy linda que quizá algún día podamos llegarnos a dar, pero si no es así no interesa —planteó apretándolo más fuerte entre sus brazos y sintiendo como el menor suspiraba—. Y no soy tan maduro como tú crees, la verdad es que tengo las mismas inseguridades que tú a veces, también soy un adolescente, sólo que resuelvo las cosas en mi cabeza de otra manera, y esas diferencias están bien, no te hacen menos a ti, ni más a mí.
Jimin aceptó las palabras de su novio, pero aún le inquietaban algunas cosas— ¿Por qué tengo que ser tan complicado? Dios... sólo quiero poder animarme a más cosas. Taehyung y Jungkook han probado de todo, y por mi culpa no podemos avanzar de la misma forma.
—No somos Taehyung y Jungkook, no tenemos por qué hacer todo lo que ellos hacen —decirlo en voz alta le dio sentido a muchas cosas del pasado—. Somos personas distintas y por lo tanto nuestra relación es distinta, no sirve de nada compararnos con ellos ni con nadie —aseguró dando caricias al menor—. Estamos bien a este ritmo, créeme.
El menor volteó para poder abrazarlo correctamente, apretando cálidamente sus brazos a su alrededor— ¿Ves que siempre sabes qué decir?
Yoongi soltó una pequeña risa mientras devolvía el abrazo, ambos escuchando como la lluvia fuera comenzaba a caer cada vez más fuerte.
—Puede ser, pero sigue sin ser algo que me hace mejor que tú —aseguró—. Tampoco te compares conmigo.
Jimin asintió en su hombro y se quedaron en aquella posición un rato, en silencio escuchando las gotas caer fuera de la casa.
—Me quedaré —aceptó Jimin en un murmuro.
Yoongi sonrió— Vale, buscaré una pijama para ti —indicó.
—Y... me gustaría que probemos tener intimidad... con límites —decidió.
—¿Sí?
—Sí.
—Entonces no necesitaremos el pijama —aseguró, ambos soltando una risa. Jimin separó su rostro del cuello de Yoongi solamente para comenzar a besar sus labios, primero de forma suave y luego más firme.
La posición de ambos era incómoda, por lo que el peligris terminó por recostarse hacia atrás y Jimin posicionándose mejor encima suyo con algo de vergüenza. Al principio sólo fueron besos, pero cuando las lenguas de ambos se encontraron las ondas en los cuerpos de ambos no se hicieron esperar.
Las manos de Yoongi se colaron fácilmente por detrás de su playera y lo apretó más cerca de su cuerpo. Los alientos de ambos eran pesados cuando comenzaron a jadear por los roces. Y cuando el calor comenzó a subir, el rubio aceptó que la parte superior de su ropa fuera retirada, dejando a su novio acariciar cada centímetro de piel disponible.
—¿Quieres que nos pongamos más cómodos? —indagó señalando la almohada.
Jimin asintió y se movió de encima suyo para ir a recostarse adecuadamente, esta vez con el mayor más arriba, entre sus piernas. Con un movimiento que no denotaba apuro se deshizo de su remera, riendo cuando su chico simuló sorprenderse por su físico, tantas veces habían estado con el torso desnudo, solo que en otro contexto. Entre risas volvieron a besarse, solo que ahora Yoongi fue bajando, repartiendo besos desde su barbilla hasta su cuello, y luego bajando por todo su pecho y abdomen.
Sintió el cuerpo bajo sus labios tensarse mientras más bajaba y decidió añadir caricias con sus manos para tratar de hacerlo sentir menos incómodo. Al parecer funcionó, porque las manos de Jimin ahora acariciaban el cabello del peligris mientras este seguía esparciendo besos.
El cinturón de Yoongi tintineó cuando minutos más tarde estaba desabrochando su pantalón, bajo la atenta mirada de su chico que también estaba en camino de quitarse los pantalones. Se podía notar que bajo de las únicas telas restantes había erecciones.
Todo fue muy tranquilo, Yoongi trató de que su novio se sintiese a gusto, sin presiones y tomándose el tiempo necesario, mientras que Jimin trató de relajarse y confiar en el mayor como sabía era posible.
No pasó mucho hasta que estuvieron desnudos por completo, las manos de ambos recorriendo frenéticas el cuerpo contrario y apretando todo a su paso. Los besos húmedos se entorpecían por sus jadeos constantes y la insistente forma en la que sus cuerpos se deslizaban, queriendo sentirse ambos con cada centímetro de piel.
El primer momento donde se tocaron el uno al otro fue un poco tímido, pero pronto lograron encontrar el ritmo, su propio ritmo.
Yoongi fue el primero en manchar la mano de Jimin con su éxtasis, pero el rubio no tardó demasiado en seguirle.
Los suspiros y las palabras de amor se hicieron escuchar entremezcladas con el caer de la lluvia, fue realmente bastante el tiempo que tardaron en recomponerse, entre besos, antes de que finalmente se levantaran para asearse y cambiar las sábanas.
Una vez que estuvieron limpios y en pijamas, se acurrucaron en la oscuridad de la habitación para ver una película, aunque ambos estuvieran más concentrados en sus propios pensamientos o pendientes de dar caricias al contrario.
Incluso si algo tan importante en su relación había ocurrido esa noche, Yoongi podía asegurar que nada se comparaba al momento de paz que sintió al observar el rostro de Jimin dormido entre sus brazos, con aquellas mejillas regordetas que tanto amaba y sus dedos pequeños apresando, sin darse cuenta, su pijama.
Y mientras trataba de que las caricias en su cabello fueran suaves para no despertarlo, reflexionó un poco sobre lo que había estado pasando desde... bueno, desde siempre.
Desde que Jimin había llegado a su vida, a su corazón, cada vez calando más profundo.
Se dio cuenta de que ninguno de los momentos junto a él eran comparables entre sí. Que no valía la pena que ambos se comparasen con otras personas como lo habían hecho en el pasado, porque Park Jimin siempre sería Park Jimin, y Min Yoongi siempre sería Min Yoongi. Y ellos juntos eran incomparables, su amor era único y por tanto su relación lo era.
Tal vez, se trataba de una serendipia. Aunque claro, era imposible que hubiesen llegado hasta donde estaban sin atravesar tantas subidas y bajadas.
Y se sintió afortunado, porque de todas las personas en el universo, él era compatible con una persona que, aunque no se diera cuenta, era increíble.
Se durmió pensando en eso, en el futuro que les esperaba a ambos, en los cambios y dificultades que atravesarían juntos.
Se durmió pensando en él, en el momento que acababan de tener, en todo lo que habían pasado.
Se durmió pensando en su aroma, sutil como una brisa. En sus ojos que albergaban tanta inocencia cuando se curvaban cual arcoíris. En aquellos labios que podían ser tan dulces, pero también lo hacían derretir con un sólo toque. Pensó en su piel, que al lado de la suya resaltaba con un color único a sus ojos.
Se durmió pensando en su voz, tan melodiosa como una canción de cuna cuando estaba feliz, y tan frágil como el vidrio cuando estaba triste. Pensó en aquella risa tan desprolija y estridente que soltaba al oír un mal chiste, en la forma tan tierna en que sus dedos se arrugaban cuando estaba concentrado, y en su manera tan extraña de actuar cuando estaba tratando de guardar un secreto.
Se durmió pensando en las prendas de ropa que escogía arduamente cada mañana, con mucho cuidado porque, según él, era importante. En la forma tan cuidada en la que se arreglaba el cabello y se ponía perfume de forma discreta. Pensó en lo delicado que era con su caligrafía y en lo apasionado que era al bailar cuando creía que nadie estaba mirando. En cómo tarareaba cualquier tonta canción que fuera pegadiza, y en cómo silbaba cuando escuchaba un pájaro cantar en el parque. Pensó en todos sus besos, aquellos que se daban en público y aquellos que se daban en la intimidad, en todos sus abrazos cálidos y el suave batir de sus pestañas.
Min Yoongi se durmió pensando en Park Jimin, en lo excepcional que era en cada simple detalle.
En lo incomparable que era.
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