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Episodio 3

La primera noche en un sitio completamente diferente al que acostumbras siempre es difícil, y si le sumamos el hecho de que la mitad de los inquilinos me ven como si fuera una cucaracha a la que se resignaron a soportar lo hace casi insoportable. Las pocas horas de oscuridad que quedan pasan lentas y con gruñidos provenientes del patio.

El eco del miedo no hace más que resonar en mi cabeza. ¿Realmente estaré bien aquí? ¿Qué era lo que me quería decir Kirishima que no pudo terminar?

-¿Me vería muy atrevida yendo a su aula? -Me cuestiono en voz alta mientras giro en la colcha prácticamente plana en la que reposo. Es vieja, huele a humedad y sudor. Resulta desagradable, pero es mejor que estar en el suelo con gotitas de sangre seca esparcidas.

La luz de la luna me da directo en la cara, y no tengo nada con que tapar mi rostro, ellos se quedaron con mi sabana, o más bien ella, ya que la tal Ashido aludio que su aula era muy fría últimamente.

No puedo dormir, giro por toda la colchoneta al encontrarla incómoda.

Hacía unos días apenas y podía encontrar un lugar seguro para siquiera descansar unas horas y continuar; ahora tengo un aula entera para mí en un edificio asegurado con más gente acompañándome. Incluso no tendría porque preocuparme si la pequeña despensa que cargo en mis hombros me durará una semana. Ya no cargo con mi propia supervivencia sola... Y sin embargo me siento aterrada e inquieta entre estás paredes.

Mis brazos caen rendidos a los costados mientras mi cuello se gira lentamente a ver la enorme luna que me acecha chismosa, como queriendo ver mi cordura irse.

Huye.

Cada parpadeo es cada vez más tardado.

Saquea la cocina y corre.

-Pero ya no tengo fuerzas. -Murmuro mientras la luz enceguece mis cansados ojos.

Mátalos a todos.

Me siento de golpe en la colchoneta.

-No. -Jalo mi mochila y busco mis pastillas para dormir, abro el frasco y con la poca agua que me quedaba en el botellon que el peliverde me obsequio, la trago, escurriendo hilos por las comisuras de mi boca-. No puedo desconfiar. Al menos no de Kirishima.

¿Y Midoriya?

Ignoro la voz en mi cabeza y me acuesto boca abajo.

-Debo irme de aquí.

Eso suena cuerdo.

-Pero... Ya que estamos aquí... ¿Por qué no visitar su bodega?

Buena esa. Seguro deben tener medicamentos a resguardo, además de que no estaría mal que aprovecharás brevemente una comida recién hecha, tomar un poco de leche, o comer carne.

-¿Debo esperar a mañana entonces?

Claro. Incluso, para un grupo así de meticuloso, seguramente deben haber encontrado algo más valioso durante sus expediciones o al robarles a las otras almas desgraciadas que se toparon con ellos y les hicieron lo mismo que a ti.

-¿Más valioso que la comida? ¿Como qué?

Armas.

Mis ojos se volvieron a abrir.

Pero para conseguir aunque sea un poco de munición debes ganar la confianza de ellos, sobre todo del líder o también del cabeza dura que parece estar en constante tensión con el peliverde.

-No creo que tengan. Es decir, son estudiantes comunes y corrientes como yo.

Y tú aún así tú tienes una. ¡Vamos! Tú misma te fijaste en la estación de policía que estaba a medio camino cuando te arrastraron con ellos, ¿en serio crees que lo han pasado por alto?

-Ya veo. Lo tengo. -Con un plan en mente, me pude acomodar mejor para dormir, con una chispa de esperanza dentro de mí.


Un extraño golpecito en mi frente me hace fruncir el ceño.

-Mm. -Es lo único que alcanzo a pronunciar.

-Eh, me mandaron a despertarte. -Una débil voz me hace abrir lentamente los ojos, topando con unos ojos enormes color chocolate.

Por inercia, me intente levantar de inmediato, causando que chocaramos cabezas.

-¡Ay! -Nos quejamos las dos, luego nos vimos y sonreímos apenadas.

-Disculpa, te asusté. -Hablo ella primero.

-N-no, perdona, no estoy acostumbrada a que alguien me despierte en las mañanas. -Me quite las lagañas de mis ojos y trone casi todos los huesos de mi cuerpo-. Buenos días, por cierto.

-Uy, perdona nuestra aspereza anoche. Incluso solo te dieron esa manta toda fea. Vamos, levántate, hay colchas de gimnasia en la cancha. -Se acercó a la salida-. Anoche ya no te dimos una porque no tenemos permitido salir del edificio después de las ocho, a menos que nos toque patrullar.

-¿Patrullar? -La sigo por el pasillo.

-Sí, salen por lo menos 3 parejas a dar una vuelta por la escuela para checar que todo esté en orden.

-¿Y... Llevan armas?

-¿Armas? -Se voltea a verme.

-Sí, digo, ya es de noche y es muy peligroso, el frío vuelve más activos a los no muertos. -Comento tanteando el terreno.

-Armas, ehm. -Se piensa la respuesta, y noto sus ojos irse por todos lados, excepto en mí.

Hace lo mismo que Kirishima. Están evitando algo.

-¿Qué hacen? -Midoriya se asoma por las escaleras, provocando que Uraraka se sobresaltara.

-Ho-hola, Deku-kun. -Lo saluda pasando un mechón de su cabello detrás de su oreja. No entiendo si está nerviosa por él o por la pregunta que le hice segundos atrás.

-¿No vienen a desayunar? -Le pregunta a la morena, y entonces me ve a mi y una dulce sonrisa se pinta en sus labios-. Buenos días, ______, ¿cómo dormiste?

-Justo de eso estábamos hablando. -Uraraka chasqueo los dedos, captando su atención nuevamente-. Solo le dimos una sabana desgastada anoche, y no pudo descansar. Así que íbamos por una colchoneta al gimnasio.

-Ya veo. Perdoname por mi falta de delicadeza. -Regresa sus ojos a mi y se acerca un paso-. Vamos a desayunar y luego yo te ayudo a traerla.

-No te preocupes, Uraraka y yo podemos solas.

-Uraraka, ¿no tenías hoy que revisar los cultivos en la azotea? -Mantiene esa sonrisa en su boca, pero sus ojos entre cerrados y el tono sugerente que utiliza, denota que se quiere deshacer de ella.

¿Dónde has visto esas mismas tácticas antes?

-Ah... Cierto. -Aquello le desdibuja la expresión animada que tenía momentos atrás-. Debo apurarme a desayunar. -Pasa a lado de Midoriya para bajar un piso por las escaleras.

-¡Uraraka! -Esquivo a Midoriya, sosteniendole la mirada, e intentando alcanzar a la morena-. Las hortalizas estarán todo el día, vamos juntos al gimnasio. -Me cuelgo de su brazo.

La verdad, es que era la única que se mostraba un poco más amable que las otras chicas, y no me vendría nada mal hacer una amiga.

-Sí, pero no me gustaría que me salieran pecas por el sol. No tenemos productos para la piel. -Se toca sus mejillas mientras bajamos los escalones.

-¿Pero qué dices? ¡Las pecas son tiernas! -Exclame intentando alagarla.

Con ella no pareció surtir efecto aquel cumplido, en cambio, al que si le saco una leve risa era al peliverde que venía detrás de nosotras.

-¿Eso crees? -Avanzo, deteniendonos al colocarse delante de nosotras.

-Sí, antes tenía un amiguito cuando era niña que su rostro estaba lleno... -entonces, mi voz se realento mientras veía algo en la piel lechosa del varón enfrente mío- de... -¿siempre tuvo tantas...- pecas?

Una sonrisa un poco diferente se formó en sus labios, sus mejillas se abultaron cuando me sonrió satisfecho.

-Apresurense. El desayuno se enfría. -Comento para luego bajar soltando suaves y leves risas.

-Eh, ¿qué le hizo tanta gracia? -Uraraka me volteo a ver y yo me encogí de hombros.

Cuando entramos a la "cocina-comedor", el rubio oscuro estaba moviendo algo en la estufa eléctrica, algo que emanaba un olor delicioso. Solté el brazo de la morena y me acerque a él.

-¡Buenos días! Eso huele delicioso, ¿qué es? -Mi segundo intento de llevarme bien con los demás estaba en marcha, solo esperaba no estar exagerando.

-Huevo. -Respondio con simpleza.

-¿Huevo? -Mis ojos se abrieron con sorpresa cuando ví el manjar cocinandose en la sartén desgastada-. ¿Cómo lo...? -Antes de que pudiera terminar de preguntar, su voz harta me cortó.

-Tenemos una gallina y un gallo, ¿ya estás satisfecha? Ahora vete a sentarte o ayuda en algo, pero deja de jo...

-Jaja, hey Pikachu, ¿De malas tan temprano? -El rubio cenizo entro en el aula estirándose.

Madre mía, ve esos brazos, y esa cintura.

Me abofetee mentalmente al darme cuenta de la manera en la que lo veía. Pues, después de todo, era lo único bueno que le encontraba al rubio grosero.

-Cierra la boca o no te toca desayuno. -Farfullo mientras movía la comida con una espátula de madera-. Y tú, -Me volteo a ver con pereza- no seas hipócrita.

-¿Qué?

-Ayer te tratamos peor que a un zombie; tienes derecho a odiarnos. Y te colaste en nuestro grupo con escasez de recursos, así que también tenemos derecho a odiarte. No hay por qué fingir que todos somos amigos como en el preescolar.

Dicho eso, paso a mi lado, topando la sartén con mi brazo.

-¡Ay! -Brinque hacia atrás por la quemadura.

-Ups, perdón. -Solto sin la mínima intención de fingir siquiera remordimiento.

-Kaminari. -Midoriya puso firme su voz y lo miro serio.

-Ay, no vayas a empezar con tus regaños de mamá, anoche me desvele por tu culpa, hoy ando de malas. -Sirvio el huevo en un gran plato en el centro de unos pupitres pegados, que formaban una mesa para al menos 5 comensales.

-¿Solo hoy? -Bufo divertido el de ojos carmín viendo al de ámbar hastiado.

-Cierra el hocico, tú no te quedas atrás. -Chasqueo la lengua y le dedico una mirada de odio.

-¡Buenos días a todos! -Una enérgica voz masculina rompió el ambiente tenso al pasar por la puerta con una enorme sonrisa.

-Hola Kirishima. -Le saludo Uraraka que está sentada en silencio.

-Buenos días, Uraraka-chan. Hola, Denki. ¿Qué hay bro? -Saludo a cada uno- ¡Señor, me reporto! ¡Buenos días! -Hizo una pose militar al llegar junto a Midoriya que sacaba unos vasos de un estante.

-Jaja, buenos días, Kirishima, dormiste muy bien anoche, ¿cierto?

-¡Claro que sí! Tenemos una nueva integrante que me muero por conocer. -Y con un ágil movimiento, ya estaba detrás de mí, sosteniendo mis hombros y sacudiendome ligeramente.

-Ja, hola Kirishima. -Rei intentando que no se notará mi incomodidad por su repentina cercanía.

-Tenemos que hablar. -Murmuro entre sus dientes puntiagudos, muy pero muy bajo que tuve que hacer un esfuerzo para entenderle.

-¿Eh? -Frunci el ceño, pero él me sacudió mas fuerte.

-¡Vamos a desayunar! -Volvio a ser energético y me llevo a una silla, obligándome a sentarme.

Pronto, todo el grupo estaba sentando como pudiera, algunos apoyados en la mesa, otros retrayendose de los demás y yo, viendo mi plato con huevo con tomate por lo menos dos minutos sin siquiera mover un músculo.

¿Esto es real? ¿Comida caliente y casera? ¿Hace cuántos meses no comes nada así?

-¿No te gusta el huevo? -Pregunto Uraraka que estaba terminando, pasando su último bocado para tomar un trago de leche chocolatada.

Vi el brillante vaso a un costado mío. Estaba fría, tersa, en buen estado.

-____, lamento si no te gusta, pero es lo que hay. -Midoriya se disculpo apenado dejando su tenedor a un lado. Yo lo ví, y en mis ojos comenzando a aguarse por unas lágrimas conmovidas, él se puso de pie-. ¿Qué ocurre?

-¿Eres alérgica al huevo? -Pregunto está vez Momo, a lo que yo negué rotundamente con la cabeza.

-Si no lo vas a querer, yo sí. -Bakugo se levantó de su silla y se estiró para quitarme el plato, hasta que el mitad albino y mitad pelirrojo tomo su muñeca, deteniendolo-. ¡Oye! ¡La nueva no lo quiere, y yo tengo hambre todavía! ¡Denki hizo una miseria nada más!

-Normalmente no soy tan sentimental. -Me talle mis ojos-. No sé cuándo fue la última vez que probé un bocado caliente... Y delicioso. -Creía que mis lágrimas se detendrían una vez expresado mi sentimiento, pero al contrario, solo fluyó un poco más-. Mamá me dio de desayunar esto el último día que la ví.

Una mano en mi espalda a manera de consuelo fue colocada. La morena de cara redonda me veía con pena.

Un silencio acompaño el comedor por un par de minutos mientras me calmaba. Y entonces, alguien se levantó de su silla de golpe.

-No eres la única que ha sufrido. Deja de ponerte nostálgica, me das asco. -Ashido dejo la puerta abierta al salir.

Trague intentando deshacer el nudo en mi garganta, así que, avergonzada y dolida, me seque los ojos con la manga de mi suéter.

-No la escuches. -Una mano pálida me extendió un pedazo de papel por mi hombro. Voltee a ver quién era, y me tope con los apagados ojos del mitad albino.

Asentí con la cabeza, tome el papel y salí al pasillo a sonarme la nariz.

Me acerque a la ventana con cristales rotos más cercana, e intente controlar el dolor en mi pecho.

-Maldicion. -Sobaba mi pecho tratando que esa horrible presión se fuera.

Estupida. Te mostraste vulnerable.

-Lo sé. Mi error.

-¿Cual error? -Esa aspereza me hizo cerrar los ojos unos segundos para prepararme para un intercambio de palabras incómodas e hirientes.

-No debí llorar así. Lamento si los incomode. -Tire el papel con mocos por la ventana y me gire para verlo, pero él ni siquiera venía por mí, más bien, continúo su camino.

-Si quieres llorar, no llores frente a Ashido, es muy sensible. -Se detuvo tantito, dándome la espalda.

-Insensible diría yo. -El del rayito en su pelo salió del aula también.

-No la conoces, así que no te metas. -Lo miro de reojo.

-¡Ja! Claro, pero que bien la conoces tú, ¿no? -Dio un aplauso, recalcando cada palabra con albur.

-Si no quieres que te rompa la cara, mejor cierra el hocico. -Finalmente, lo volteo a ver con ojos de odio.

-El hocico de perro lo tienes tu. -Se le planto sin miedo.

Estos se van a matar de verdad un día.

Kaminari! -Lo llame exaltada, interponiendome entre los dos, poniéndome un poco de puntillas para atravesarme en su campo de vista y romper la tensión entre ambos-. Necesito tu ayuda para arrastrar una colchoneta. -Lo mire con súplica.

-¿Qué soy? ¿Tu sirviente? Jaja, olvídalo. -Alzo su mentón y nos dio la espalda. Suspiré un poco aliviada, al menos no se agarraron a golpes.

-¿Qué te importa si peleamos? -El cenizo siguió su camino.

Tiene razón. Te irás en unos días. Si se matan entre ellos es mejor para ti.

Cuando quise entrar al aula, me tope con la expresión fría del chico callado.

Creí que él también pasaría de mi, sin embargo, soltó un tenue: -Gracias.

Enarque mi ceja sin entenderle.

-Oh, Todoroki, espera. -Midoriya lo llamo y luego me miro a mí-. _____, lo siento, no podré acompañarte por la colchoneta, surgió algo. -Me explico con Momo a su lado, quién traía al parecer unos planos arrugados y manchados con sangre ya oscura-. Todoroki te acompañará.

Ni siquiera le pregunto si podía hacerlo.

El de ojos bicolor asintió ante las órdenes sin chistar.

-Gracias, Todoroki. Siempre eres confiable. -Puso su mano en el hombro de su amigo y se marchó junto a la pelinegra.

-¿No estás ocupado? -Me senté para terminar mi desayuno ahora frío, sola, ya que los demás iban saliendo también.

Él negó con la cabeza y se sentó frente a mí, apoyando sus brazos y bate en la mesa. Estaba lleno de cicatrices, incluso sus brazos, firmes y fuertes, tenían costras y una que otra costura mal hecha que dejaba cicatrices marcadas.

-Eres de los más fuertes aquí, ¿cierto?

-Mmm, no lo sé. Bakugō y Kirishima también lo son.

Su voz es muy suave y fría a la vez.

-Veo que Midoriya tiene más libertad de expresarse contigo. ¿Son amigos? -Mientras comía, lo estudiaba.

Es como un cachorro tras su amo. Desde que los ví, él se mantiene a las espaldas del peliverde, como si fuera su guarura.

-Sí.

-¿Lo... Lo conocías desde antes del brote?

-Sí. -No deja de verme, parece que él también me está analizando.

Será un problema. ¡Y odio que me vean comer!

-A-ah, que sorpresa. -¿Sigo preguntando o pareceré sospechosa?- Oye, sobre lo del colchón, puedo ir sola si estás ocupado. -No creo que deba pasar mucho tiempo con él, siento que lee mi mente cuando me mira con esos ojos gélidos.

-No lo estoy. Midoriya me dijo que fuera contigo, y eso haré. -Decreto.

Un segundo. Dos segundos. Tres segundos... Ocho segundos. Nos vemos fijamente sin decir nada.

-Vale. -Acepto resignada, disfrazando mi incomodidad con una sonrisa.

De la tensión, ni siquiera puedo sentir ya el sabor del huevo.

Lavo mis trastes bajo su inspección.

-¿Lista? -Me espera en la puerta.

Creo que me pone más nerviosa que los dos rubios de mecha corta.

-¿Hay donde pueda lavarme los dientes? -Rapido, librate de él.

-Cierto. Los baños femeninos están en la planta de abajo. Solo una llave tiene agua.

-Gracias, en 10 minutos te busco. -Le doy una palmada amistosa en su hombro y salgo a paso veloz en busca de mis cosas personales.

Lo dejó confundido por unos segundos, pero no tarda mucho y reacciona.

-Te acompaño. -Me sigue.

¡No!

-No hace falta, esta en un área segura, ¿no?

-Te puedes perder.

-No creo que haya mucho donde perderse, es un colegio como todos los otros. -Acelero al bajar las escaleras.

-Midoriya te encargo a mí. -Toma mi mano y la jala antes de que pise el último escalón.

¿Cómo? ¿Qué es este ambiente?

Baja el último escalon delante de mí, se agacha y recoge un clavo oxidado.

-¿Ves? ¿Y si se te clavaba esto? -Me lo enseña mientras aún permanece sobre una rodilla en el suelo.

-Ya lo había visto. -Desvio mi mirada.

Una infección segura. Debes cambiar de tenis, ya están muy desgastados.

-Claro que no. Bajabas muy imprudente. -Se sacudió las rodillas. Estando un escalón abajo de mí lo puedo alcanzar sin tener que ponerme de puntillas-. Es una zona segura, sí. Pero nunca sabes cómo puede cambiar todo en cuestión de segundos. Midoriya te encargo a mí, así que por hoy, estarás bajo mi tutela.

Su rostro es neutral, ni una sonrisa o atisbo de amistad. Sin embargo, su voz es calmada, tan calmada que sería capaz de arrullarme fácilmente.

No te puede gustar nadie. ¿Te olvidas de lo que ocurrió la última vez?

Cierto.

-No podemos permitirnos que una novata corretee por toda la escuela, abriendo puertas sin saber que hay detrás o que puede dejar pasar.

Ya estuvo. Otra vez yo con mis ideas absurdas.

Tiene razón, y yo creyendo que podía haber algo especial en sus lindos ojos. ¿Que no hacía unos segundos lo estaba viendo como potencial enemigo?

-No soy novata. -Bajó el escalón y quedó aún más baja que él. Estúpida genética-. He sobrevivido por mi cuenta ahí fuera, sin ayuda de nadie. No creas que veo esto como un campo de juegos.

-Me alegra que lo sepas.

-Pues tan alegre no te ves, papito.

Él bufo, no sé si divertido o cansado, pero bufo, ¿bien por mi? Digo, conseguí una reacción de su parte.

-¿Qué es palido?

Una carcajada espontánea se me escapó al oír su pronunciación.

-Papito. -Vocalizo mientras calmo mi risa, pero la sonrisa no se me va-. Haber, repite: pa-pi-to.

-¿Palito?

-Jajaja, no, papito. Con pi. -Recalque divertida por como su boca se movía intentando seguir el ritmo.

-pa... Papito

-¡Bingo! Ahí lo tienes, ya sabes tu primera palabra en español. -Di un aplauso alegre, seguido de unas palmaditas animadoras en su hombro, gesto que él observo con cierta sorpresa.

-¿Español? -Me analizo de nuevo de pies a cabeza-. Es cierto que no eres como nosotros.

-Ahm, ¿gracias? -Continuamos el camino, está vez un poco más relajados, pero sin bajar la guardia aún.

-Tus rasgos son peculiares.

Hay van con eso otra vez. Ya lo sé. Ya sé que no soy alguien que les sea de su agrado a primera vista.

-¿De dónde eres? -Llegamos al aula y yo rebusque entre mi mochila mis cosas de higiene personal.

-Yo nací aquí, pero mis padres son de _______. -Explique con simpleza.

-¿Eso está en Europa?

No. No lo dijo.

Lo voltee a ver, esperando que fuera una broma, pero su rostro era muy serio, tanto que no pude enfadarme con él debido a la inocencia plasmada en sus ojos.

-Sí me ayudas con la colchoneta te dire donde está y te puedo mostrar parte de mi cultura, ¿de acuerdo?

Espera, ¿por qué dije eso?

-¿En serio? -¿Y por qué sus ojos de repente tienen un leve brillo?

-Aja, siempre y cuando no platiques con nadie más acerca de ésto. -Recalque cerrando mi mochila y volteando a verlo seriamente.

-¿De "esto"?

-Es decir, que no vayas pregonando de dónde soy, o más adelante de lo que te haya enseñado sobre mi cultura. Sé que es obvio que mis raíces son otras, pero parece ser que, cuando las menciono y me bombardean con sus dudas, un muro se levanta entre ellos y yo; y todo se comienza a volver incómodo y torpe.

-Incomodo y torpe... -Parece que analiza mis palabras mientras las repite en voz baja, mirando un punto perdido en el aula-. ¿Y yo? ¿No crees que también podría ser torpe contigo y ponerte incómoda con todo esto?

Buena pregunta. ¿Por qué rayos accediste?

-Ahm, bueno... No lo sé. -Cierro la puerta tras de mi cuando ambos salimos al pasillo, no despegó mi mano de la cerradura de la puerta, como quisiera tener la llave para mantener mis cosas más privadas-. Supongo que no pareces de esos chismosos habladores. Me das un aire de calma y frío. Y creo que ese frío te impide ser un bocón. -Lo miro con una sonrisa, mostrando mis dientes, tratando de disimular el repentino miedito de haberlo ofendido.

Casi nunca soy buena expresándome de los demás. Y mayormente termino regandola aunque esa no sea mi intención.

Es raro. Siento que debo tener cuidado de no herirlo. ¿Será por las pocas palabras que salen de su boca? ¡¿Como se trata a los introvertidos?!

-Eso es, ¿un halago o insulto? -Su ceja de enarca, pero agradezco que pregunte el tinte de mi comentario.

-Halago, Todoroki. Es un halago. -Afirmo antes de entrar al baño de mujeres, al cuál él me sigue, adentrándose en el pasillo con baldosas resecas, manchadas con sangre ya negra que no se logró desprender a pesar del olor a cloro que lo inunda todo.

-¿Has tenido compañeros chismosos? -Deja su bate sobre un lavamanos y apoya su mejilla en su brazo que está recargado en la meseta.

-Bocones, diría yo.

-¿Cuál es la diferencia? -Pregunta incrédulo.

-Mira -dejo de cepillarme los dientes y me pongo a pensar-, chismoso es que a fuerzas se quiere meter donde no le importa. Bocón, creo yo, que es cuando se meten donde no le llaman y aparte dan su absurda opinión a pesar de desconocer el tema. -Escupo la espuma y me enjuagó la boca. El agua tiene un sabor muy raro.

-Entonces el chismoso peca de metiche, y el bocón, ¿de ignorante?

-Pongamoslo así. Sí. -Me lavo la cara y me la seco con un pañuelo viejo pero limpio. Veo mi rostro cansado y con ojeras en el espejo roto frente a mí. Necesito un buen sueño de por lo menos 16 horas seguidas. El acné en mi rostro lo deja claro.

Entonces lo miro en el reflejo de los otros espejos, igual de fragmentados que los demás, pareciera que alguien arremetió ferozmente contra su cara. Su piel tiene algunas cicatrices, unas dos de cortadas, pero sobre todo una enorme que le cubre una tercera parte de la cara.

No es un corte, ni un rasguño, es una quemadura de, por lo menos, tercer grado. Se nota dolorosa.

-Eh, oye... ¿Cómo te hiciste, eso? -Con mi mano hago una seña en mi cara, indicando la zona herida.

Enseguida, su expresión, que se había ensuavisado conmigo un poco, y se mostraba más dócil, se endureció, colocando un muro invisible que sus ojos gélidos exhalan.

-Di-digo, si se puede saber, claro. -Guardo mis cosas tratando de que el ambiente vuelva a aligerarse.

-No peques de chismosa. -Suelta antes de salir del baño.

Exhaló exhausta, y eso que apenas inicia el día.

-Ya veo que este también salió complicado. Bueno, ¿qué sobreviviente de este infierno no lo es? -Me asomo en el pasillo pero ya no lo veo, ¿de verdad se molestó? ¿Podré por fin moverme sola por la escuela? Mmm, no me quejo.

Regreso mis cosas a su lugar, me preparo para lo que sea estirando mis huesos y músculos en el aula, tomo un palo de escoba que me encontré en un rincón de mi "habitación" y me propongo a salir cuando lo veo nuevamente, esperando paciente mientras sostiene un espejo chiquito, uno de bolsillo, mientras ve su reflejo en el.

Oh, ¿No me digas que toque una fibra sensible con el asunto de la cicatriz?

-Creía... -comienzo a hablar, entonces él se sobresalta y guarda el espejo en el bolsillo de su chamarra, notó una expresión de dolor en su pena- Creía que ya no vendrías.

-Me asignaron vigilarte. -¿Así o más directo?

-Creí que era ayudarme. -Paso a su lado y comenzamos a caminar sin decir nada- ¿Dónde están los demás? -Pregunto mientras bajamos el piso y no hay ni una pizca de ruido. Ese silencio nunca me da buena espina.

-En sus labores, seguramente. Algunos están asignados hoy al invernadero en el techo. Otros a recolectar lo poco que queda a los alrededores, y unos cuantos a vigilar que todo esté en orden en los pasillos bloqueados.

-¿Tienen rutinas?

-Si.

-¿Las cambian o siempre son las mismas todos los días?

-Las chicas y Monoma nunca quieren salir de la escuela, así que la rutina que tú seguirás será como la de ellas, ponte de acuerdo con Yaoyorozu para saber que...

-Wow, espera, ¿qué ellos nunca salen?

-No, tienen miedo. Sobre todo Ashido y Monoma. Ellos vivieron la caída del primer refugio al borde de la muerte.

-¿Hubo otro refugio antes? -Frunci el ceño algo sorprendida y con sospechas.

Las sobras de grupos que vivieron infestaciones siempre terminan siendo peligrosas. Pues son las sobras que pierden la cabeza con el paso del tiempo. Lo sé de primera mano.

-Sí, pero Midoriya nos ha dicho que no hablemos de eso a los que se unieron después, así que ni Kirishima, ni Uraraka lo saben. Y por favor, tú tampoco indagues, no es algo agradable de recordar. -Me ve de reojo mientras salimos del edificio a paso calmado al charlar.

¿Sería eso lo que Kirishima me quería contar la noche anterior y por lo que Midoriya lo interrumpió?

Todos esos secretos, junto con el campo de béisbol que atravesamos en silencio, con manchas de sangre seca en el pasto, cuervos picando a la distancia seguramente un cuerpo de dónde viene ese olor nauseabundo cuando el viento sopla, sangre salpicada en las redes verdes de seguridad que nos rodean, me da una muy pero muy horrible espina.

El ambiente es pesado, y no, no es idea mía, porque el rostro sombrío que la mayoría de las personas en este grupo es la prueba. No pueden huir aún de su pasado.

¿Habrá ocurrido todo aquí?

El sonido del candado junto a la cadena caer me regresa a la realidad.

Todoroki entra a la bodega que huele a humedad y a polvo. Estornudo y me adentro al cuartito para ayudarle.

-¿Entonces tú... Sobreviviste también a la primera caída del refugio?

-Primera y última, creo yo que no hace falta enumerarla, porque será la única a la que no pude proteger, en ese entonces era debil y voluble, pero ya he aceptado este sitio como mi nuevo hogar y no dejaré que algo así vuelva a pasar. -Con voz más firme, jala el colchón con fuerza y lo tira al suelo, levantando una nube de polvo que me hace toser enseguida.

-Odias hablar de ese tema -toso un poco más mientras muevo mi mano en el ambiente, intentando respirar aire limpio-, pero de ello depende si decido quedarme o me largo con mis cosas. -Confieso decidida.

-¿Quién se larga de aquí? -Una tercera voz a mis espaldas me hace pegar un salto y tropezar con la colchoneta, haciéndome caer en ella.

A la entrada, alumbrado por la luz del día a sus espaldas, reconozco la melena esponjosa como cola de conejo. El de googles sobre sus cabellos como diadema, se adentra en la bodeguita.

-¿No piensas quedarte? -Frunce preocupado sus cejas delgadas, agachándose frente a mi, mientras intento reincorporarme sobre mis codos.

-N-no lo sé. -Rayos, no era precisamente él con quién quería hablar de esto.

-¿Es tan importante para ti saber que ocurrió? -Me extiende su mano para ayudarme, y yo dudo si tomarla. Se ven recién lavadas, quedan unas gotas en ellas y huelen a jabón. Seguramente el agua aquí era tan preciada como en toda la ciudad donde escaseaba, entonces ¿qué estaría haciendo como para ver necesario lavarlas aquí afuera en alguna toma de agua cercana? ¿O estoy siendo de nuevo paranoica sobrepensando todo?

-Sí. Yo también conviví con las sobras de lo que alguna vez fue un grupo -tome su mano. Es suave. O eso aparenta a primer contacto.

Entonces siento callos al borde del dedo índice y pulgar.

Siento que el tiembla leve ante mi contacto, entonces me enfoco en sus ojos y él los desvía.

Raro.

-Y jure que no volvería a juntarme con gente que provenía del caos. -Jalo de mi mano, poniéndonos de pie.

-Nosotros no... -Con solo el índice de su mano, que por cierto tenía una curita, Midoriya le cerró la boca a Todoroki, que iba a defenderlos.

-¿Caos? Mmm... Sí, provenimos del caos, querida. -Y de repente, sus ojos se tornaron oscuros-. Tú también vienes de el, ¿o no?

Apreté los dientes, ¿acaso se colgaría de eso para guardar silencio?

-Bien, entonces como caos no se lleva bien con caos, yo no tengo cabida aquí, ¿cierto? -Lo solté y guarde mis manos en los bolsillos de mi pantalón, y, encogiéndome de hombros, los vi a ambos-. No tengo nada más que hacer aquí. Lamento hacerte perder tiempo, Todoroki. Con su permiso, caballeros, tengo que ir a recoger mis cosas.

-¿No lo entiendes? Cómo líder solo quiero protegerlos. -Fue lo último que le escuché decir cuando gire sobre mis pasos y salí de ahí.

Un espasmo a mi costado me hizo ver de reojo como el cuerpo comido por aves carroñeras tuvo espasmos.

-Sigue luchando, o puede que ya no veas la luz del sol mañana. -Sigo mi camino mientras noto como esa cosa intenta ponerse de pie pero no lo logra.

¿Se lo dices a él o a ti misma?

-A los dos.

-¿Es cierto que te vas? -Una voz cansada me habla desde el marco de la puerta del aula.

-Que rápido corre la voz por aquí aún sin tegnologia. -Rio con ironía mientras sigo metiendo las pocas cosas que había sacado de mi mochila durante mi corta estancia.

Me encontraba de rodillas en el suelo, acomodando todo perfectamente como estaba antes de que llegara aquí. Pero entonces recordé que me habían sacado la comida que yo misma había recolectado apenas llegué.

-Tch. -Me levanté y eche mi flequillo mal cortado hacia atrás.

Sería un verdadero jaleo tener que ir por mis cosas a la cocina, seguramente no querrán darmela, pero eso había arriesgado mi vida por conseguir unas míseras migajas de pan, así que sí o sí tendría que pasar por todo el pleito por recuperar mi comida.

-Oye, has algo bueno por primera vez desde que el mundo se fue al carajo, y ayudame a recuperar lo que me arrebataron cuando llegue.

-Que dulce. -El rubio sucio mostró una sonrisa mordaz y se subió su cubre bocas-. Con tal de que te vayas, gustoso te ayudo. Sígueme. -Se dio la vuelta, y tras echar la mochila en mis hombros, lo seguí.

-¿Sabes? Me quedaré con la duda de cómo alguien te puede caer tan mal sin siquiera tratar con la persona. -Mientras caminábamos lo veía de reojo analizando si caminar despreocupado y a la misma vez, tenso de los brazos que apretaban el tirante de esa mochila de gimnasio que cargaba todo el tiempo.

-¿Lo dices por mi? -Sonrio de lado, como queriendo demostrar que le daba igual.

-Y por la tal Ashido y Monoma. Ni un "hola" les había dado y ya querían sacarme de aquí.

-No creo que sea personal.

-¿Lo tuyo no lo es? -Fruzo mi ceño y volteo a verlo, y él a mí.

-Desde que trataste de presentarte conmigo lo percibí, eres muy sentimental, ¿cierto? -Sin querer hice un puchero ante sus palabras- Jaja, veo que sí. Odio a las que chillan por todo, como si no pudieran contenerse ni un poquito.

Rodé los ojos, seguíamos caminando.

-Aun así soporto a las otras chicas, pero por mi parte lo que realmente me fastidio de tu rescate fue que habíamos acordado en que ya no traeriamos más gente para evitar que pasará lo que ocurrió con el refugio anterior. Pero Midoriya se puso como loco cuando te vio entrar a aquel supermercado que nosotros teníamos en la mira.

-¿Eh? ¿De verdad? -El asíntio levemente- ¿Por qué? ¿O qué hizo?

-Bakugo tuvo que frenarlo, lo sostuvo por encima de sus brazos mientras trataba de no gritarle para no llamar la atención de los zombies. Le decía que se calmara y que pensara frío.

-¿Pero por qué verme le puso así? -Cuestione completamente confundida.

-Yo que sé. ¿Amor a primera vista? O a lo mejor ver todos los berrinches que hace Ashido, lo fría que es Momo o lo cobarde que es Uraraka le había apagado las ganas de estar con una mujer y verte quizá solo le alboroto las hormonas.

Eso es tonto y sin sentido. Midoriya no parece ser de los que actúan por impulso; hasta ahora ha parecido ser alguien calculador a pesar de su sonrisa amable que mantiene.

Si lo sé. Yo no soy nada a diferencia de Momo o Ashido. Soy simple y físicamente me veo maltratada.

-Nah, no creo que haya sido eso. -Me río levemente incrédula.

-Ni idea, pero Midoriya insistía en correr a la tienda diciendo que debíamos salvarte si nos quedaba humanidad. -Se despeinó sus cabellos muy frustrado-. Después de lo que pasó hace unos meses, esas palabras nos pegan fuerte, es casi como si estuvieran insultando a tu mamá.

¡¿Pero qué fue lo que pasó que nadie quiere hablar de eso?!

-Entonces no les quedó prácticamente elección que actuar. -Muerdo mi labio comprendiendo el porque de su actitud-. Lo siento. Ya veo porque no fui bien recibida.

-Sí, bueno, ya da igual, tampoco fue tu culpa que él tuviera esos -Me vio de pies a cabeza, ¿me está juzgando?- gustos. Te quieres ir por tu propia cuenta, las cosas no podrían ir mejor, y créeme que tendré una charla con ese tío.

-Ja, sí, me alegra no tener que seguir soportando eso. -Chasquee la lengua mientras decía aquello en voz baja, cruzandome de brazos.

-Agh, ¿te vas a ofender por eso? -Hizo una muñeca de fastidio, volteando los ojos-. No eres mi tipo, no es que seas fea, o bueno, no sé si lo eres o no, simplemente no me gustas.

-¿Y tú por qué rayos crees que querría gustarte? Solo exijo un poco de respeto.

-Bah, da igual. Apresurate, si te vas a ir es mejor que lo hagas con más tiempo de luz solar. -Acelero el paso hasta que entramos a la cocina y yo me acerque a la alacena buscando lo mío mientras el rubio cuidaba la entrada con los brazos cruzados.

-Oye -Lo llame y él me miró con esos ámbar que brillaban al verme sosteniendo un panquecito relleno de chocolate que era mío-, sigues si caerme del todo bien -Se lo lance y él lo cacho-, te mastico pero no te trago, ¿entiendes? -Vi como trataba de disimular las ganas de devorarlo de un mordisco-. Pero me ayudaste a recuperar lo mío, y no soy ingrata. Así que gracias.

Eche mi mochila ya llenita a mis hombros y me aliste para irme.

-Ehm... -Y ahora era Kaminari quién no sabía que decir y se encontraba incómodo mientras veía el panquecito en su mano.

Bsss. Bsss.

Mis ojos se abrieron como platos ante el sonido. Busque por todo el sitio, hasta que di con la fuente de la vibración.

-¿Eso fue un celular? -Mire el bolsillo de su pantalón anchote, donde se iluminó por la notificación de un mensaje.

-¿Que? Ah sí. Midoriya nos tiene dado uno a cada quien para comunicarnos dentro del recinto.

-Espera, ¿de verdad es un celular? -Casi sin pensarlo, me lance a él, desesperada por sacarlo de su pantalón.

-¡O-oye! -Protesto intentando empujarme, pero ya era tarde, había metido la mano en su bolsillo y lo había sacado, comprobando que era un celular común y corriente, con la pantalla levemente rayada, con stickers de un piano, notas musicales y una guitarra de rock. El teléfono móvil de un adolescente común y corriente, con la hora marcando en el y con 10 notificaciones en la pantalla de bloqueo.

-¿Puedes... Puedes marcarle a alguien por mi? Por... -mi voz se quebró, así que me recompuse al recordar que Kaminari odiaba las muestras de sentimientos-. Por favor.

Él me miró por unos segundos con una expresión de desagrado.

Me diría "consíguete el tuyo", lo veía dibujado en su cara, así que antes de que lo dijera, le extendí el teléfono con ambas manos y me incline en una corta reverencia de petición.

-Por favor. Papá era militar, él aún debe tener comunicación. Te lo ruego. -Aprete el celular en mis dedos, hasta que sentí como lo jalaba bruscamente.

-¿Hablas en serio? -Dando unos pasos hacia adelante, acortando las distancias hasta hacerme chocar contra el marco de la puerta, y con su voz esperanzada me hizo sentir mal de mentirle. En realidad mi padre si trabajaba en la zona militar como conserje, y estaba en el trabajo cuando todo ocurrió, así que él debería estar a salvo. Supongo.

El último mensaje que recibí antes de perder mi teléfono en una horda de zombies, fue que el ejército mandaría a recatar a la gente de nuestra zona. Solo que ya no supe ni que día ni a qué hora.

Viéndome atrapada con unas personas durante dos días en la habitación de una casa a punto de ceder a los no muertos, ya no pude ser rescatada por la guardia.

-Solo déjame llamarle. Él nos puede sacar de aquí. -Repeti.

Veloz, desbloqueo el teléfono y me lo entregó.

-Hazlo. Vamos. Cuando anochece la señal falla.

-Gracias. -Por primera vez, vi ilusión en sus apagados ojos ámbar.

Y recordé lo que me dijo Todoroki, que los que no sabían de lo sucedido con el grupo anterior eran Kirishima y Uraraka, así que Kaminari debió haber vivido la caída de sus antiguos compañeros. Entonces una gran y enorme duda surge en mi cabeza, ¿acaso fue eso lo que le hizo tornar una actitud tan a la defensiva y apática? ¿Será que le pasó lo mismo a Ashido?

-Pero... Quiero hacer la llamada en privado, ¿sí? -Comente nerviosa por si respuesta.

Enarco una ceja con duda, pero entonces asintió.

-Mas te vale que no revises mis mensajes o les digo que tomaste cosas de la alacena. -Amenazo y yo asentí.

Entre al aula a lado de la cocina para mejor privacidad y cerré la puerta, respiré aliviada y marque con manos temblorosas el número de mi mamá. Primero quería saber si ella había encontrado refugio.

Mi corazón se partió cuando me mandó a buzón directo. Tape mi boca aguantando un sollozo.

¿Estaba muerta?

Mi piel se erizo ante esa idea y me derrumbe en el suelo, tapando mi boca para que Kaminari no me oyera llorar como niña. Por desgracia eso no funcionó.

-Hey, ¿qué paso? -Toco la puerta de madera y yo intenté deshacer el nudo molesto en mi garganta.

-Na-nada. Dame un minuto. -Me force a calmarme-. Quizá solo perdió el celular también. -Trate de pensar positivo mientras tecleaba el otro número de celular.

No sabía cómo reaccionaria si el celular de papá también me mandaba a buzón directo. Definitivamente, eso ya no lo soportaría. Sería demasiado.

No sonaba nada por la bocina. Aún trataba de conectar la llamada. Fueron segundos eternos y llenos de tención.

Mordía la uña de mi pulgar, aún en el suelo, murmurando "por favor, contesta, contesta papá".

La puerta de abrió.

-Oye, si no te contesta entonces para de... -Kaminari se callo al verme en tal estado nervioso.

Comencé a sangrar mi pulgar, había arrancado más allá de mi uña.

-Vamos, si se puede. -Ignore su presencia mientras oraba a los cielos por una pizca de esperanza.

-Ehm, oye... Si no te contesta, creo que... -El rubio se sentó a mi lado, tremendamente incómodo por su postura y su tono de voz.

Piiip.

Mis ojos se abrieron grandes al escuchar por fin como la llamada había sido conectada. Sin darme cuenta, había tomado la mano del chico, apretándola fuerte por la emoción y los nervios.

-¿Entró? -Sus ojos de nuevo brillaron. Yo asentí frenéticamente, haciendo que él ahora también sosteniera mi mano con fuerza.

-Contesta papá, por favor. -Repeti cuando presentía que estaba por mandarme a buzón de voz.

-Esta entrando al buzón de voz de...

Deje caer mi mano con el teléfono en mi pierna.

-Descuida, podemos volver a intentarlo. Quizá no estaba cerca de su móvil. -Kaminari me quitó el aparato y volvió a marcar. Una, dos, tres, cuatro veces más. Siempre al buzón-. Ha de estar ocupado y... -Estaba por remarcar cuando lo detuve sosteniendo su muñeca antes de que se volviera a llevar el móvil al oído.

-Para.

¿Destrozada? ¿Rota? No lo sabía. Todo era tan incierto y estresante.

-Pero aún tenemos horas de luz por delante, ¡todavía hay señal! -Quito mi mano de su muñeca, intentando una vez más.

-No tiene sentido, me voy. -Derrotada, me levanté y camine como zombie a mi destino inicial.

-¡Espera! -Corrio tras de mí.

-¿Aló?

Su voz me paralizó. Me gire lentamente, para toparme con Kaminari igual en shock como yo.

Se llevó despacio el móvil a su oreja con un piercing negro.

-¿Quién habla?

-¿Ho-hola? -Temeroso, la voz del rubio apenas salió en un hilo.

Rechinando mis tenis en las baldosas, corrí hasta él, le arrebate el aparato y grite: -¡Papá!

-¿Eh? ¿_____? -Su voz sonaba tan consternada como yo segundos atrás.

-¡Si papá, soy yo! ¡Gracias al cielo! ¡Estás vivo! -Comence a chillar aferrando mi mano con fuerza en el brazo de Kaminari, quién no pudo evitar soltar una corta risa de alivio mientras me sostenía igualmente.

-¡Estás viva, cielo! No puedo creerlo. -El también lloraba conmigo.

-Lo estoy. Papá, te quiero.

-Y yo... Ti... Estas? -La llamada comenzó a fallar.

-Espera, no te entiendo, se está cortando la llamada. -Vi angustiada al chico frente a mi, que apenas oyó aquello, tomo mi mano y echo a correr, entrelanzando nuestras manos para que no me soltará de él-. Papá no cuelgues, no lo hagas.

-____-__, no te oigo. Mi vi...adre.... Con...

-Maldición. -Chasquee la lengua-. Kaminari, la llamada se está perdiendo.

-¿Crees que no me di cuenta? -Se quitó su mochila en un ágil movimiento y la dejó caer para tomar más velocidad. Imite su acción y también deje caer mi bulto, aligerando así mi cuerpo, corriendo más recio.

Subíamos corriendo las escaleras a la azotea.

-Estamos por llegar, sigue hablando, o creerá que ya cortaste. -Hablaba entre jadeos.

-Papa, escúchame, no cuelgues, no cuelgues.

Prácticamente el rubio abrió la puerta de metal de una patada.

-¡Ahh!

-¿zombies?

Los que estaban en la azotea cultivando vegetales se alteraron asustados.

-¿Me escuchas? ¿Papá? -Crei que él me llevaría solamente hasta ahí, pero no, me jalo todavía más y me guío a una escalera de emergencia que te subía al techo del cuarto donde estaba la antena.

Con una mano aferrándome a la escalera oxidada y con la otra sosteniendo el móvil, llegué a la cima.

-_____, ¿estás bien? ¿Te estás alimentando correctamente?

Su voz, ahora clara, me provocó unas lágrimas más.

-Hago lo que puedo papá.

-¿estás sola?

-No. -Alce la mirada y vi los ojos ambarinos, bien atentos a los míos-. Encontré gente, todavía los estoy conociendo. Algunos son ¿amables?

Kaminari rodó los ojos algo divertido.

-De hecho, queríamos saber si... ¿Puedes mandar ayuda? Sigues en el cuartel, ¿no? -Vi como la manzana de Adán del rubio frente a mi subió y bajo. Había tragado saliva muy nervioso.

-Oh, ¿cuántos son?

-Somos... -Vi como los chicos que estaban en la azotea ya se habían congregado abajo de nosotros, atentos.

Kaminari me dio un tirón a mi suéter para acercarme, y en un muy tenue susurro, me dijo: -Di que cinco.

Fruncí el ceño, y lo ví confundida.

-¿Cinco? -Baje la voz para que solo mi papá nos oyera mientras Kaminari tosía falsamente para que mi voz se perdiera abajo.

-Cinco... Veré qué puedo hacer hija. Pero la zona segura ya está muy saturada. Los aviones han dejado de salir, ya no saben a dónde mandar tanta gente. Las naciones seguras parece ser que ya no quieren seguir recibiendo gente.

-¿Hay zona segura? -pregunte asombrada sin perder el contacto visual con el de cubrebocas, quién se lo bajo para mover sus labios.

-Preguntale como llegar.

-Por favor papá. Si no pueden venir por nosotros, ¿cómo llegamos? -Obedeci y le plantee aquello.

-Hey, rubito, ¿qué sucede? -Ashido pregunto desde abajo.

-nada que te importe. -Respondio tajante como siempre.

-Tsk, ya verás como Bakugō te hace hablar. -Monoma farfullo molesto.

-Tienes señal, ¿cierto? Te mandaré la foto de un mapa mientras veo hablar con ellos y que consideren irlos a rescatar. Mientras ellos me confirmen, quédate con tus amigos donde estén.

-Gracias. -Murmure apretando la mano de Kaminari contra mi corazón. No sabía cómo mostrar la emoción que ardía por dentro. Quería gritar, brincar, cantar, pero aún sin saber el plan del rubio, preferí guardarme todo eso para mí.

-Pero hija. -Agrego con voz seria-. No te puedo asegurar que dejen pasar a tus amigos. Si me dan la opción de salvar a uno solo, obviamente te escogeré a ti.

Hubo un silencio entre los tres, porque Kaminari también lo había oído claramente. Tenía prácticamente su oído pegado al otro lado del teléfono para oír todo.

-Entiendo papá.

-Hija, me están solicitando, debo irme. Si alguien llega a ver qué tengo celular son capaces de amenazarme de muerte con tal de tenerlo.

-Comprendo, mañana, ¿te puedo volver a marcar? -Ni siquiera le he pedido permiso a Kaminari, pero aquí me tienen, hablando de más.

-A está misma hora, claro. Te amo mucho. Te salvaré, lo prometo. -Entonces la llamada se cortó.

Baje lentamente mi mano.

-Gracias. -extendí el móvil.

-¿Entonces? ¿Nos rescatarán? -Cuestiono en susurros.

-Si, hará lo posible.

Una gran sonrisa de alivio se pinto en sus labios. Esperanza. Ambos habíamos recuperado algo completamente extinto. Y por el cambio drástico en la expresión de su rostro, pude notar que le regrese algo que él ya había dado por muerto.

-¡Sí! -Exclamo con entusiasmo casi en un murmullo antes de abrazarme por encima de mis hombros.

Me quedé paralizada cuando sentí la fuerza de sus brazos rodearme y apretarme. Fue algo breve, fugaz, cosas de cinco segundos, pero suficiente para agitar mi corazón que no tenía contacto físico cariñoso desde hacía mucho tiempo.

-¿Qué están haciendo? -La voz demandante de cierto peliverde al pie de las escaleras oxidadas nos hizo separarnos.

Vi las mejillas sonrosadas tenues de Kaminari, que todavía le daba la espalda. Con su dedo índice en sus labios, me hizo una seña de shh.

-Chicos, les pregunté -Midoriya termino de subir las escaleras a punto de safarse, y quedando frente a la espalda de Kaminari que aún interfería entre él y yo, puso su mano en el hombro del rubio, haciendo que se diera vuelta con brusquedad- ¿que hacen abrazados aquí arriba?

Nuevamente, con sus pupilas contraídas y sus ojos opacos, la sonrisa leve que nos ofrecía parecía tan falsa que Kaminari bufo resignado.

-Ella... Logro contactar a su papá.

¿Realmente les dirá la verdad?

-¿Ah, sí? -Con sus ojos bien abiertos, busco mi mirada detrás de Kaminari.

-Hujum. -Fue lo único que respondió el rubio.

-¿Y eso por que razón, motivo o circunstancia te permite abrazarla? -Se acercó a él, inspeccionando su cara, en busca de mentiras.

-Mi padre -Alce la voz para que dejara de intimidarlo, captando por fin su atención-, mi padre está vivo, pero perdí la señal y no pude seguir hablando con él. Así que me sentí triste, Kaminari solo hace su trabajo como buen compañero.

-¿Compañero? Jaja, que bien, ¿eso significa que te quedas? ¿O solo estas jugando con nosotros?

-N-no estoy jugando con nadie. Yo te deje muy en claro cuál era mi condición para quedarme y tú la rechazaste.

-¡Y yo te dije que es por protegernos a todos! -Levanto la voz molesto, instalando así un silencio tenso en aquella azotea con cultivos.

El silbido del aire era lo único presente.

Ni siquiera los chicos que estaban abajo se atrevían a decir algo.

-Jajaja... -Una risa resignada salió de sus labios, y, tras darle una palmadas en el hombro a Kaminari, y que esto fuera suficiente para que él apretara los labios impotente y se acercara a las escaleras para bajar, Midoriya se acercó a mí.

¡¿Cómo por qué le obedecen tan fácilmente?!

-Perdon, perdoname. Yo nunca grito. -Su sonrisa incómoda y suplicante me erizo la piel-. Han sido días estresantes y agotadores. Vamos ______, hablemos en mi oficina, ¿si? -Puso sus manos en mis hombros, dando un ligero apretón en ellos.

-¿Me dirás lo que quiero? -Enarque una ceja manteniéndome firme.

-¿Te quedaras conmigo si te lo digo? -Imito mi tono de voz indagativo.

-Ya veremos, pequitas. -Entre cierro mis ojos y quitó sus manos de encima mío- Vamos, llévame a tu oficina, señor líder. -Suelto con el fin de ofender, sin embargo, solo obtengo de nuevo su sonrisa que aparenta que todo está bien cuando claramente no lo está.

-A sus órdenes, madame. -Extendió su brazo, invitandome a bajar primero, como todo un caballero.


¡Gracias por leer y seguir aquí! Lamento la demora :(

¡No se olviden de votar y comentar si les está gustando! Me divierto mucho leyendo sus comentarios jaja.

¡Lindo día!

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