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Episodio 2

-Lamento que hayas presenciado eso. -El peliverde me llevaba al aula principal donde hacían reuniones y era en parte su comedor y cocina.

-No tienes que disculparte. Un grupo formado al azar no siempre puede ser armonioso. Ya he visto ésto algunas veces.

-Oh, ¿ya fuiste parte de algún otro grupo de supervivientes antes?

No quiero hablar de eso. No tarde mucho tiempo con esas personas, pero fue lo suficiente para pasar experiencias desagradables.

-Mmm, sí. -Conteste incomoda.

-¿y qué ocurrió? -El pelirrojo nos alcanzó y caminó junto a nosotros.

-Prefiero no hablar de eso por el momento. -Mi sonrisa forzada los hizo callarse hasta llegar al aula.

-Bien, aquí es nuestro punto de reunión. La estufa de dos parrillas que ves al fondo es de electricidad y puedes usarla cuando quieras. -Explico Midoriya amablemente mientras el resto del grupo llegaba-. Tenemos dos neveras en la siguiente aula.

-¿Dos? ¿De dónde las sacaron? -Eso era algo que mi grupo anterior, que eran más, no tenía.

-De la cafetería, casi morimos por hacer caso a un plan tan idiota. -Rechisto el rubio cenizo que tenía sus manos atadas con una cintilla, algo que, a mí parecer, fue muy extremo.

Aunque se comportó como un desquiciado antes. ¿Quién sabe? No sé si es neurótico. Ellos han convivido más tiempo con él.

-Por ese plan "idiota" es que podemos comer carne y conservar más comida, Kacchan. -El líder lo miro con sus labios ligeramente curvados. Parecía irritado pero intentaba ocultarlo.

-¿Por qué no traerlos acá? -Pregunte una vez más.

-Ja, fea y tonta a la vez. Que pésima elección hiciste, Midoriya. -Se burló y a la misma vez se quejo al que llaman "Pikachu".

Grosero insensible.

No lo iba a negar, sabía que era fea, pero que me dijeran tonta me dolió. Ellos también lo dijeron antes de irse y dejarme.

-¿Quieres una cinta en la boca? -Midoriya no fingió más su sonrisa, hablando con autoridad.

Okey, no hacer enojar al jefe, ¡anotado!

-Ignoralo. Bakugō es así siempre. -Por primera vez después de mucho rato, el de cabello extravagante de dos tonos hablo con un tono indiferente mientras me veía balanceando su bate de béisbol.

Parece que la vida le vale.

Aunque el bicolor me haya dicho eso para que no le diera importancia al comentario mordaz del rubio, me seguí sintiendo incómoda, ¿cómo se respondía a una agresión verbal directa? Al menos las que era sutiles eran más fáciles de ignorar y hacer como si no entendieses.

-La otra aula está más cerca de las escaleras. Fue agotador subir las neveras entre dos mientras los demás intentaban alejar a los no muertos como pudieran. -Kirishima intervino explicándome amablemente.

Momentos atrás el mismo pelirrojo había sabido quién logro aligerar el ambiente tras la pequeña pelea, así como también calmó al rubio cenizo convenciendo de ponerle las "esposas" improvisadas sin que le rompiera la cara.

¿De verdad se puede ser tan paciente o solo está fingiendo?

-Casi morimos, de no ser por Bakugō no estaríamos aquí. -La de piel sonrosada se colgó del brazo del susodicho con total confianza. ¿Serán pareja?

-¡Oye! ¡Yo también te cuide cuando casi te mordieron! -El pelirrojo se alteró, mostrándose un poco ofendido.

-Sí, pero Bakugō fue más genial. -Volteo su cabeza a otro lado, dando por cerrado el tema.

Kirishima bajo la mirada dolido. ¿La chica teñida de rosa le gustaba?

-Todas las provisiones que se encuentren tenemos que compartirlas sin importar que. Es una de las reglas principales.

-La número 3, de hecho. -Agrego la pelinegra alta y se acercó a la pared junto a la puerta-. Aquí hay una lista de reglas que debes respetar sí o sí. Desobedecer alguna significa ser expulsado. Por cierto, yo soy Momo Yaoyorozu, segunda al mando. —Finalizo con una ligera sonrisa sincera, una de las pocas que me han regalado desde que volví a ver humanos.

—Mucho gustó. —Le regrese el gesto y me acerque a dónde ella estaba—. Vaya, al parecer aquí sí hay cierto control estricto.  —Murmure para mí viendo el letrero con detenimiento.

-Por favor, leelas mientras revisamos tus pertenencias. -Pidio con firmeza la pelinegra mientras sentía como me retiraban la mochila en la espalda por el rubio arisco.

-¡Hey! ¿Cómo qué revisar? -Me quejé disgustada.

Tenía cosas personales dentro, como mi diario, mis toallas femeninas y un paquete nuevo de calzones que recién había recolectado. Y sobre todo, un arma con solo tres balas. Ese era mi objeto más preciado que aún no aprendía a manejar, pero quería intentarlo algún día cuando me topará con alguien que tuviera experiencia en estás cosas para que me enseñará. No podía dejar que me lo quitarán.

Intente arrebatar la mochila de sus manos con cierta desesperación, pero él tiro con fuerza, lastimando mi mano cortada que estaba vendada. La herida se había abierto de nuevo.

-¡Auch! -Abrace mi mano mientras sentía la sangre brotar.

-¿Estás bien? -El líder se mostró preocupado e intento tomar mi extremidad—. Déjame ver.

-Bro, no seas tan brusco. -Lo reprendió Kirishima.

-¡Es una mordida! -Grito escandalosamente la castaña de cara de muñeca. Creo que se llamaba Hagakure.

-¡¿Eh?! -El rubio de ojos azules del cual olvide su nombre se asusto y comenzó alejarse.

-¡Trajeron a una infectada, tontos! -Expreso
aterrada la de cabello rosa.

-N-no habíamos visto que estaba herida. -Explico Kirishima.

-¡Si sabías que estabas infectada porque no dijiste nada, estúpida! -Monoma protesto molestó.

-¡No es una mordida! ¡De verdad! –Me estaba alterando, y eso solo parecía ponerlos aún más en alerta, así que tome aire e intente calmarme–. Déjenme explicarles.

-Midoriya, tú solo da la orden. Yo obedezco. -El de ojos bicolor me apunto desde un lado con su bate, listo para reventarme la cabeza. Y yo estaba entrando en pánico nuevamente al notar el contraste de su mirar a la de hace unos minutos. Se veía decidido a todo, incluso a masacrame ahí mismo con una simple palabra proveniente del peliverde.

-N-no, no estoy... –La voz se me estaba llendo. ¿Acaso moriría este día?  –Mi-midoriya, por favor. –Vi esos ojos esmeralda con esperanza de su racionalidad.

-Aparta esa cosa de ella. -Ordeno con ojos amenazantes el pecoso frente a mí. Actúo mucho más rápido de lo que creía.

Un silencio acompaño el momento mientras el bate con clavos no se apartaban de mi cien.

–¿Estás loco? ¡Quién sabe cuánto rato lleva así! ¡En cualquier momento podría convertirse y arrancarte la garganta! –El rubio de ojos azules tomó una varilla del suelo, parecía que la habían arrancado de alguna reja–. Si tú no lo haces lo hago yo. –Avanzo a lado de Todoroki y alzó el objeto punzón a mí.

–¡N-no! Si no van a creerme, entonces d-déjenme ir en paz. –Estaba comenzando a hiperventilar cada vez más aterrada. Retrocedí unos pasos hasta dar contra la ventana del pasillo al que había salido, que dejaba ver la cancha de fútbol y básquetbol, dónde caminaban criaturas sanguinarias que en algún momento fueron humanos.

Al parecer solo cierta parte de la escuela está realmente asegurada. No me gustaría nada caer por la cornisa para terminar en garras de esos seres.

Me estaban acorralando.

El peliverde no decía nada más, solo seguía ahí de pie sin expresión alguna.

–¿Entonces no piensas dar más explicaciones? ¿Te das cuenta que así solo cavas su tumba? Jaja, no, ni siquiera eso, porque nunca hacemos tumbas a monstruos. –El rubio cenizo se rió mientras se despegaba del pupitre dónde estaba recargado.

La de piel rosada y tersa que estaba colada por él, saco un cúter de su short y cortó la cintilla que lo apresaba, extendiendole el tubo que era su arma, entonces el tal Bakugō lo agarro con gracia y ligereza, comenzando a caminar hacia donde yo estaba acorralada.

Y por un momento creí ver al que sería en realidad mi verdugo.

—¡No es una mordida! ¡Me corté la mano mientras escapaba hace unas horas!

Todoroki no parecía tener ganas de matar, estaba esperando la confirmación de asesinato  de su líder. El tal Monoma parecía demasiado asustado como yo como para matarme. Pero  Bakugō tenía una sonrisa cínica, unos ojos desquiciados y desesperados por derramar sangre.

Trague saliva abriendo la ventana de golpe y trepando a la cornisa.

–¡Salta! ¡Así te ahorras sufrimiento! –Grito la de piel sonrosada desde el fondo del aula, tomando fuerte el brazo de la pelinegra que no sabía que hacer y solo veía preocupada al joven delgado que no decía nada.

–¡Espera! –Kirishima jalo de la manga al rubio asustado que parecía querer obligarme a saltar al acercar más la punta del arma a mí–. ¡Esto es una locura! ¡Ashido también regreso con una herida en el brazo y le dieron oportunidad de explicarse!

–¡Pero yo soy de fiar!

–¡¿Y ella no?! –Exclamo frustrado el de cejas cortas.

–No la conocemos Kirishima-san. –Espeto con dudas la pelinegra.

–No, pero yo sí.

–¿Eh? –Bakugō volteó a ver a quién dijo tal cosa con una expresión de disgusto.

–Aqui nadie va a matarte. –Midoriya comenzó a caminar con la mano extendida hacia mí, con una expresión mucho más amable que la que me había dedicado cuando me recibió–. Estás segura –Paso a lado del bicolor haciendo que baje el bate con clavos.

Quedó enfrente de mí.

¿Y si pensaba empujarme?

–Conmigo. –Susurro para que solo yo lo oyera dada la corta distancia entre nosotros.

—Solo pido un día para descansar y me largo de aquí. —No tome su mano. No confiaba en ellos así como ellos no confiaron ni un poquito en mí como solidaridad entre supervivientes.

—¿Qué? —Se disgusto—. No, no es necesario que te vayas. Puedes quedarte con nosotros. —Insistió.

—Midoriya, sabes que para que alguien permanezca con nosotros debe aportar algo al grupo y someterse a votación. —Intervino Momo caminando a dónde yo estaba por saltar.

—Ella aportará mucho. Lleva sobreviviendo sola desde hace tiempo, ¿no crees que demuestra la astucia y discreción suficiente para proveer? —Volteo a verla con las cejas fruncidas. Un silencio se instaló en el aula cuando baje de la cornisa, apretando el tirante de la mochila que cargaba todavía.

—Dejen que me vaya. —Pedí con tensión en mis manos y mandíbula.

—Jaja, lo siento, o estás con nosotros o estás en contra. —El rubio cenizo bajo el tubo metálico y se apoyo en el—. Supongamos que estás infectada, —puso una mano en su pecho y fingió angustia— yo no podría con la culpa de haber dejado venir al mundo a un nuevo zombie.

—Y si no estás infectada, ¿cómo sabremos no volverás por venganza? —La pelirosa se apoyo en el brazo de su chico y sonrió con cinismo—. Estás con nosotros o en nuestra contra.

Vi a los demás, apenas mis ojos hacían contacto con los suyos, todos los desviaban, excepto el peliverde.

—Sé que estarás bien con nosotros, solo pasa este prueba y serás de la familia. —Extendio su mano, ¿por qué quería tanto que la sostuviera?


Movía mis pies inquieta mientras los oía caminar por el pasillo, iban y venían, pero nadie me decía nada.

Me levanté la la silla de madera y me asome por la ventana con cristales rotos y marcas de manos ensangrentadas. Mi estómago se revolvió y lleve mi palma a mi boca tras una arcada.

—¡Se los dije! ¡Se está transformando! —Escuche la voz a través del cristal y yo rodeé los ojos una vez que se me pasaron las náuseas.

—¿Todavía no salta? —Una segunda voz se hizo oír. Esa peli teñida en serio me odia y no tengo la más remota idea de porque.

—Tch, solo está ganando tiempo. —El rubio oscuro golpeó la ventanilla de la puerta y dijo: —Ya solo salta, no alargues tu sufrimiento. —Y enseguida oí una risa chillona, divertida y burlesca ante la invitación a suicidarme.

Ni porque me quite el vendaje y les mostré la cortada que se había vuelto a abrir me creyeron. Así que ahora estoy encerrada en un aula desolada en el cuarto piso. Un aula donde se nota que no he sido la primera con sospechosa en estar encerrada, porque las ventanas hacia el pasillo desde donde ellos me veían estaban tapizadas con maderas.

Mi estómago gruño de hambre y comencé a sentir mi boca seca.

—Si voy a pasar la noche aquí denme mi mochila aunque sea, por favor. —Me acerque a la puerta. Necesito el arma.

—¿Y que la contamines? Ja, parece que no sabes en qué posición te encuentras. —Monoma se limpiaba las uñas de sangre seca con un palillo de madera.

—Oigan, si sobrevivo esta noche les juro que apenas ponga un pie afuera me largo, ¡así que regresenme mis malditas pertenencias! —Termine lanzando un grito agudo y furioso, aporreando mi pie ya harta de todo.

El rubio cenizo soltó un bufido mientras se acomodaba en la barandilla de la ventana del pasillo, abrazando el tubo y apoyando su cien en el.

—No debiste haber entrado aquí para empezar. —Farfullo.

—Entonces no debiste tomar mi mano y correr. —Lo mire con fiereza, queriendo golpearlo.

La pelirosada abrió la boca con sorpresa e indignación, con sus ojos llendo de su chico a mí.

—Idiotas. —Les di la espalda y jale la única silla del aula hacia el pesado escritorio que alguna vez fue (según el nombre tallado en la madera) de algún profesor llamado Kazu.

Pase las yemas de mis dedos por las letras. ¿Sería de algún profesor o algún alumno que mientras se transformaba luchaba por no olvidar su identidad y por ello lo tallo con sus propias uñas ensangrentadas?

Mi piel se erizo ante una corriente de aire y aparte la mirada.

Me senté y subí mis pies al escritorio para que la hinchazón no aumentará. Suspiré rendida y me acomode para intentar dormir un poco.

Sin saber cuánto tiempo había transcurrido así, un golpecito en la puerta me hizo despertar de golpe, cayendo de la silla que estaba inclinada hacía atrás.

—Auh. —Me queje en el suelo.

La puerta se abrió y unos pasos veloces se acercaron a dónde estaba tirada.

—¿Estás bien? —De nuevo, esa voz amable se dirigió a mi, agachado a un lado mío.

—No. Pero no puedo hacer nada más que dormir, ¿cierto? —Me levanté y sacudí mi pantalón.

—Lo siento, ellos son histéricos. No eres la primera chica nueva que llega con una herida sospechosa.  Según paso la cena, parece que algunos están comenzando a sentir culpa por como te trataron. —Extendió su mano y me entrego un sándwich de jamón y queso.

Sin pensarlo dos veces, lo arrebate y comencé a comerlo como refugiada de guerra.

—Jaja, tranquila. Te indigestaras si comes tan rápido después de horas.

Asentí y baje el ritmo de mis bocados, dándome el gusto de saborear la mayonesa, el jamón y la lechuga. Seguramente tenía una cara de placer y felicidad puras, porque la risa divertida del pelirrojo se hizo oír.

—Me alivia ver qué tengas hambre de sandwich y no de carne humana. —Comento dejando en el escritorio una botella de 300 mililitros de agua.

Estaba por agarrarla para tomarla en dos tragos, pero mi mano se detuvo ante un gran temor.

—¿Qué ocurre? —Me miro curioso.

—Esta... ¿Envenenada? —Mis ojos oscuros lo vieron con desconfianza y seriedad. Enseguida negó con ambas manos.

—¡Claro que no! —Mi ceño fruncido le indico que no le creía, y mi mirada llevada al emparedado que casi acababa le mostró que estaba apunto de inducirme el vomito. Entonces tomo la botella, la destapó y le dio un traguito. También se inclino y dio un bocado a la comida en mi mano, dejándome estupefacta—. ¿Ves? Si estuviera envenenada no haría esto. —Explico mientras tragaba.

—O-okey. —Me sentí culpable de repente.

Jaja, que irónico. Me siento culpable de hacer sentir culpable al que me encerró aquí. ¿Así comienza el síndrome del Estocolmo? ¡Nah!

Con más confianza, le di un trago a la botella de agua y sentí mi pecho refrescarse y mi garganta relajarse. Por fin pude respirar aliviada y ver al pelirrojo con otros ojos.

—Gracias. —Hable casi en una exhalación.

—No le digas a nadie que te traje esto, ¿sí? Es contra las reglas de a quienes se deja en observación. —Junto ambas manos y yo asentí.

—Gracias. —Repetí y di el último bocado para estirar mis brazos y tronar mi cuello—. Ah, siento que por fin respiro un poco más tranquila. —Le sonreí y él me regreso la misma sonrisa aliviada.

—Disculpalos. Es que se dejan llevar fácilmente. —Se rasco la mejilla avergonzado.

—Antes dijiste que no era la primera en llegar herida, ¿cuántos más han estado acá?

—Si te digo, no lograrás conciliar el sueño. —Sus cejas se fruncieron apenadas.

—¿Tantos? —Asintió lentamente— ¿Y todos se transformaron? —Nego con la cabeza—. ¿Entonces?

—Es... Complicado. —Desvio su mirada.

—Despues de esta tarde ya veo que sí. ¿Pero que ocurrió? ¿Se largaron después de que los sometieran a observación?

—Algunos sí. —Sus respuestas vagas no me bastaban, se estaba llendo por las ramas, y sus ojos evitando los míos delataban la información importante oculta.

—¿Y otros? —Di un paso para acercarme a él, tomándolo por sorpresa, por lo que él también retrocedió uno, alzando sus manos, indicando que no invadiera su espacio personal.

—Un consejo, no te...

—¿Kirishima? —La voz en el pasillo lo hizo arrugar la nariz con pesar.

—No te que...

—¿Qué haces aquí? —El varón insistió elevando su tono, entrando al aula también.

¿Eso fue adrede?

—Y-yo... Solo quería ver qué estaba bien. —Se giro a verlo y el peliverde enarco una ceja. Vio la botella de agua vacía en mis manos, la servilleta echa bolita en el suelo y luego a mí.

—¿Le trajiste de cenar?

—S-si.

Era curioso ver cómo, Kirishima siendo aún más alto y fornido que el de googles sobre sus rizos, le tratara con cautela y diría que hasta con cierto temor.

—De acuerdo. —Saco otra botella de agua de un morral que traía colgado, cruzado sobre su pecho, y me la extendió—. Te traía la cena, pero las provisiones son escasas, solo te puedo dar más agua. Para cenar comemos ligero para ahorrar.

Tome la botella y asentí.

—De acuerdo, comprendo. —La botella estaba fresca. Quería destaparla y tomarla toda de golpe, pero era lo que tendría hasta la mañana siguiente y para mí partida, así que me contuve.

—¿Cómo te sientes? —Me preguntó con interés acercándose más a mí y comenzando a rodearme como un león a su presa. Me removí incómoda en mi sitio sin saber cómo sentirme ante su inspección.

—Bien y con algo de sueño, pero ya veo que hoy no podré dormir. —Cruce mis brazos me pegue a la pizarra para que dejara de dar vueltas.

—¿Por qué?

—¿En serio preguntas eso? —Plantee casi ofendida—. ¿Dónde rayos quieres que me acueste estando todo manchado de sangre y sabiendo que ya hubo infectados aquí antes? —Proteste poniendo firme mi voz.

—No lo sé, salta entonces por la ventana. —Una tercera voz se unió desde afuera del aula. Volteamos a ver solo para encontrarnos con la de piel rosada aferrada al brazo del rubio cenizo—. ¿Ven? Les dije que estarían aquí, ¡ni siquiera Midoriya cumple con sus normas!

—Ya para de llorar. —Chisto el rubio oscuro ya harto—. Esta cuerda, ¿qué no lo ves o acaso tú estás por convertirte? —Bajo el pedazo de madera puntiaguda por el que sus brazos colgaban y se inclino para ver directamente a los ojos de la chica—. Sabes que uno de los síntomas iniciales del virus C es la ceguera, ¿no, primor? —La miro con cinismo y ella se cohibio con miedo, escondiendose detrás del cenizo.

—Ya parale con tus bromas, Pikachu. —El de ojos carmín puso su mano en el hombro de su compañero para poner distancias, haciendo que este se lo quitará de encima con molestía.

—Mejor dile a tu noviecita que cierre su estúpida boca y pare  con su paranoia. Me tiene harto con sus acusaciones cada segundo para con todos. —Les dedico una última mirada de odio y entro al aula donde estábamos Midoriya, Kirishima y yo—. ¿Ya podemos irnos a dormir o seguirán con este drama innecesario toda la noche?

A pesar de que al principio era uno de los más reacios a mi llegada, ahora se veía diferente, ¿qué cambio?

—No, creo que ya todo está resuelto. Uno de los síntomas es perdida del apetito, y ella casi se atraganta con el emparedado. —Abogo Kirishima poniéndose delante de mí.

—¿¡Rompiste las reglas!? —Exclamo el rubio de ojos azules, el otro histérico.

—Chicos, ya basta con esto. ¿A cuantos no hemos dejado aquí encerrados y todo ha terminado peor? —Kirishima abrió sus brazos, explayandose y apelando a la verdad—. Para mí esto ya fue suficiente. El virus tarda en desarrollarse en menos de seis horas, y ella ya tiene todo el día con nosotros.

—Kirishima tiene razón. Para mí esto basta. —Midoriya se cruzó de brazos y avanzo a la salida—. Ven, te mostraré tu habitación. —Me sonrió con amabilidad mientras el resto del grupo, o al menos la mitad, se mostraban disgustados.

—¿Que? ¿Así sin más? —La pelirosada salió de detrás de su novio y se le planto al peliverde.

—¿Ya olvidaste el día que llegaste pidiendo refugio, Ashido? —Él la miro desde arriba con seriedad—. Tú si tenías rasguños de ellos y aún así dejamos que te quedarás. No seas desagradecida. —Declaro y volteo a verme—. Ven. —Con un movimiento con la cabeza, me invitó a salir del aula, y yo me acerque dudosa.

Al pasar junto al pelirrojo vi en sus ojos un atisbo de preocupación. Fruncí el ceño, como inquiriendo que quería comunicarme, pero él simplemente optó por cerrar los ojos resignado.

—¡Estás loco! ¿¡Cómo puedes darle una habitación en su primer día!? ¡Las reglas son que ella debe pasar...

—Ya fue suficiente. —Entonces aquel albino/pelirrojo se hizo notar de entre las sombras—. Mañana será un día largo buscando provisiones, que la morena pruebe que sirve para algo si eso es lo que quieres y que venga con nosotros. —Bajo el bate de su hombro, apoyando la punta en su zapato—. ¿Te parece? De todas maneras, no es como si tú fueras de mucha ayuda aparte de quejarte todo el tiempo y ayudar a Bakugō a relajarse. —El susodicho puso los ojos en blanco con fastidio.

Sus frías palabras hicieron que la chica se cayara por fin la boca, gruñera y diera una patada a la pared como berrinche.

—¡Bien! ¡Hagan lo que quieran! ¡Pero si mañana amanecemos todos muertos será su culpa de nuevo! —Señalo a Midoriya y paso al lado de de ojos bicolor, empujándolo.

Yo quedé estática en medio del pasillo, con ahora todos los ojos sobre mí.

—Y-yo... Solo pido refugio por hoy... Mañana me iré de aquí. —Hable con un hilo de voz debido a la tensión en el ambiente.

—Nada de eso. Ahora eres parte de nosotros. —El pecoso puso su mano en mi hombro, tratando de "reconfortarme"—. Bienvenida al grupo. —Sonrio y sus ojos brillaron ante la luz de la luna rosa en aquella noche tétrica.



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