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27

Era diciembre y ese día era el cumpleaños de t/n.

La chica acababa de salir del trabajo muy entrada la noche y estaba volviendo a casa con paso lento y pesado. Nadie la había felicitado por su día especial y estaba un poco decaída. No se imaginaba pasar su cumpleaños número dieciocho trabajando y aburrida.
Había tenido un mal día ya que se había encontrado con varios clientes en la tienda que fueron muy irrespetuosos con ella y de todo lo que tenía ganas ahora era de llegar a la casa y acostarse.

Entonces le llegó un mensaje a su teléfono.

Pensó en no mirarlo, en ingnorarlo y verlo al día siguiente pero algo dentro de ella le dijo que lo leyera. Sacó el teléfono y abrió la aplicación de mensajería instantánea.

El mensaje era de su novio.

"Hola t/n, ¿Ya saliste del trabajo?"

Ella suspiró cansada y tecleó en el teléfono.

"Si, ha sido un día pésimo"

No recibió respuesta.

Miró al cielo. Se veían pocas estrellas por la luz de las farolas. Le hubiera gustado ver el cielo estrellado esa noche pero no se pudo, así que siguió caminando cansada.

Llegó a su portal y abrió la puerta.

La casa estaba oscura y aunque le dió al interruptor de la luz no se encendía.

—Oh... Se cortó la luz...—murmuró para si misma dándole al interruptor una y otra vez.

Finalmente dejó en paz al interruptor y accionó la linterna de su teléfono.

Iluminó a sus pies y luego fue subiendl la luz.

—¡¡¡SORPRESAAA!!!—exclamaron varias voces conocidas haciendo que t/n soltase un grito de terror y cayera al suelo.

—¡T/n!¿Estás bien?—preguntó un chico de cabello azul recogido en una trenza acercándose a ella al ver que la chica cayó al suelo.

—Grusha... Eh... Que... Que haces...—t/n trataba de hablar pero le estaba costando demasiado.

El chico la ayudó a levantarse y se dió cuenta que ella estaba temblando.

—¡Feliz cumpleaños mi amor!—dijo con media sonrisa—¿Estas bien? ¿Fue demasiado el susto?

—Ah...

Las luces se encendieron y t/n pudo ver a sus padres y a los padres de Grusha en el salón. Este estaba decorado con guirnaldas de colores y en la mesa había una tarta del sabor favorito de la cumpleañera.

—Creía que os habíais olvidado de mi cumpleaños...—dijo t/n observando todas las decoraciones del lugar.

—Mi niña—comenzó su madre—, nunca nos olvidaríamos de tu fiesta.

—Claro que no—siguió el padre.

La chica miró a los padres de su novio, estaban poniendo bien una guirnalda que se había caído por un extremo.

—Buenas noches—los saludó—¿Que hacen ustedes aquí?

—Nunca nos perderíamos el cumpleaños de la novia de nuestro pequeño—admitió volteándose la mujer se cabello azul.

—Eres ya parte de la familia—asintió el padre de Grusha.

T/n miró a la tarta. Aunque estaba cansada no le diría que no a un par de trozos de pastel.

—La compraron de...

—Si, tu sabor favorito—sonrió el chico de la trenza arrastrando a su novia al centro de la habitación ya que se había quedado tiesa en la entrada.

—Gracias... Ah por cierto, Grusha, ¿Por qué no respondiste a mi mensaje?

—Eso, mira—sacó su teléfono y pulsó el botón de encendido pero nada sucedió—me quedé sin batería.

—Oh, entiendo.

—Lo siento, quería responderte pero mientras escribía la respuesta se me apagó el móvil—se disculpó él. T/n miraba a la tarta fijamente—. ¿Quieres un poco de tarta?

—La verdad es que si, estoy hambrienta y un par de trozos de tarta no me harían daño...—la chica casi que babeaba al imaginar el sabor de la tarta.

Grusha soltó una risita y fue a la mesa.

Comieron tarta y hablaron entre todos hasta que la noche hizo su efecto y todos comenzaron a adormilarse.
Se despidieron Grusha y sus padres y se fueron de la casa.

T/n se acurrucó en el sofá mientras comía otro trozo de tarta. Sus padres se sentaron a su lado.

—T/n, tenemos que hablar contigo seriamente—dijo la madre.

—¿Que pasa mamá?—se extrañó la chica. Que ella supiera no había hecho nada mal, había hablado con todos y se había portado bien.

—Como acabas de cumplir dieciocho años, estábamos pensando tu madre y yo en un tema en concreto—continuó el padre.

—Me estáis asustando—la chica dejó el plato con la tarta en la pequeña mesita que tenían enfrente del sofá—, ¿Que ocurre?

—T/n... ¿Cuándo te irás a vivir con Grusha?—le soltó la madre.

La mencionada se quedó perpleja.

—¡Mamá! Solo tengo dieciocho, no tengo ahorros suficientes y a demás no llevo ni un año de relación con Grusha. A lo mejor la cosa no funciona entre nosotros o pasa algo.

—Pero hijita mía—comenzó el padre.

—¿Estáis deseando que me vaya o algo?—preguntó.

Los padres se miraron.

—Creemos que ya eres suficientemente mayor como para irte.

—Literalmente hoy ha sido mi cumpleaños, acabo de cumplir la mayoría de edad—se quejó t/n ligeramente molesta. Sentía que sus padres ya no la querían en la casa.

—Ya pero t/n... No te vas a pasar la vida en casa—volvió a insistir el padre.

—¡No estoy hablando de eso! ¡Digo que aún es muy pronto!

—T/n, entra en razón, tú...

—¡Papá ya está bien!—se le salió todo el valor que tenía en ese grito.

Sus padres no habían visto gritar a su hija desde hacía muchos años y no sabían muy bien como reaccionar. Solo se quedaron en silencio mientras la más pequeña tomaba su plato con tarta y se fue a la cocina.

T/n terminó de comer la tarta en silencio, enfadada por el hecho de que sus padres quisieran echarla de la casa.

Luego se fue a su cuarto y se acostó porque estaba agotada.

Al día siguiente no se habló mucho con sus padres, solo estuvo trabajando en la tienda, cansada por estar de fiesta la noche anterior.
Quería ver a Grusha pero él trabajaba mucho en las cocinas de aquel restaurante en el que trabajaba.

Ese día tenía turno hasta la tarde, así que cuando salió del trabajo fue a la plaza a por un rato de tranquilidad.

Había algunos niños jugando, puestos con comida y más cosas. Ella decidió ir a por unos crepes al puesto que estaba allí todos los inviernos.
Tras recibir su comida se sentó en la misma banca que aquella vez en la que Grusha y ella estuvieron comiendo helado.
Se puso a recordar momentos buenos que había pasado con su novio hasta que fue interrumpida por su teléfono.

—¿Dígame?—preguntó descolgando la llamada.

—¡Hola t/n!—dijo una voz masculina familiar.

—¿Grusha?—se extrañó la chica—¿No trabajas?

—He salido un poco antes.

—Oh—ella rápidamente le dió un bocado a su crepe y casi se atraganta al tragarlo aún más rápidamente—, mis padres ya quieren echarme de casa.

—¿Y eso?—preguntó con un tono de preocupación el de cabello azul.

—No se. Ayer me dijeron que ya tenía edad para irme a vivir contigo y tal...

—Creo que es un poco pronto, pero tal vez en un futuro si podamos.

—Eso les dije yo... Pero no parecían querer atender a razones—ahora engulló en silencio lo que quedaba de crepe.

—¿Donde te gustaría vivir?

T/n pensó un momento.

—Me gustaría aquí, en ciudad Meseta. He vivido toda mi vida aquí y tengo trabajo aquí y... Eso...

—A mi me gustaría en pueblo Hozkailu, en la nieve, cerca de donde puedo hacer snowboard... Ah, que fantasía.

Al oír fantasear a su novio t/n sonrió.

—No estaría nada mal ahora que lo dices...—se quedó en silencio, oyendo la respiración de Grusha a través del teléfono.

—T/n, te quiero.

—Y yo a ti... ¿Por qué me lo dices?

—¿No puedo quererte simplemente porque sí?

—Claro que puedes.

—Bueno, voy a cortar la llamada. Voy a ducharme que huelo a cocina.

—De acuerdo, nos hablamos en otro momento.

Grusha cortó la llamada y t/n se quedó en la plaza, disfrutando de su soledad pero deseando que su novio estuviese a su lado.

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