Capítulo 7: Dos veces más, Yuu-chan
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Tus ojos:
A través de sus ojos siempre parecía mejor persona de lo que era.
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Hubo un silencio. En la oscuridad de la habitación de Yuuichiro se apoderó de los dos un silencio peligroso en donde sólo se escuchaba el rozar de sus ropas. Mika intentó deshacerse del agarre para escapar, sabiendo que hacer lo que le pedía el azabache no era lo correcto si este se encontraba adormecido por el alcohol. No estaba consciente de lo que decía.
Yuu suspiró, su aliento llegó al rubio para recordarle el sabor que tendrían sus labios a esa cerveza que se había bebido y que también lo haría caer tarde o temprano. Su más grande debilidad eran esos labios finos pero carnosos del oji esmeralda, además de la forma de su cuerpo; era perfecto y parecía que Yuu no podía notarlo.
La piel del rubio se erizó, a cada movimiento que el azabache ejercía lo hacía temblar y trastabillar en un precipicio. Si Mikaela caía en él, no había vuelta atrás y no sería seguro que Yuu se tomara bien las cosas para el día siguiente, pero la tentación era tan grande cuando se dejaba consumir por esa expresión tan lasciva de su novio.
Mikaela tragó saliva en seco, calló a Yuuichiro con un beso más, sus sentimientos mezclados comenzaron a rebosar en aquel preciso instante. Quería decirle lo mucho que lo quería, que tanto era su amor que en ese momento debía negarse a lo que sus cuerpos gritaban. Sus lenguas se volvieron a encontrar, Yuu se mostró más salvaje en ese momento, como si quisiera aferrarse al rubio y demostrarle que podía darle más placer que ningún otro hombre.
Dejó de ser el mismo Yuu tímido de siempre para sacar a relucir lo atrevido que podía llegar a ser con tan poco de alcohol en su cuerpo.
Mika encontró aquel beso incorrecto, inapropiado, pero no por ello delicioso, pues bien dicen que aquello prohibido para la sensatez del hombre, es la mejor de las perdiciones y sentires.
Un sentir que sólo pocos podían experimentar y apreciar sin tornarlo en una vergüenza o adicción.
Aún así no se sentía merecedor de ello. Parecía que sólo estaba abusando del sentido de embriaguez del azabache y eso no podía ser más que otra pequeña piedra al costal de sus errores. Ya no podría con una más.
—Yuu-chan... —llamó el rubio, con esa voz dulce, pero ahora pesada y caliente como su aliento—. No podemos. Si estás así... no puedo.
Tenía que detener todo ahora, o de lo contrario los dos podían llegar a arrepentirse.
Hizo realidad una corta distancia entre sus labios, Yuu formó una mueca, como si le hubiesen robado su dulce favorito; ese que lo hace salivar en exceso y desear como loco. Frunció sus cejas, no abandonó su agarre a la espalda de Mika y, al contrario, intentaba de todas las formas posibles acercarse más.
—¿Por qué no? —preguntó, todavía con su timbre pobre y lento de voz.
No lograba pensar bien, su conciencia lo había abandonado para darle total libertad a los deseos que hubo reprimido por el temor a los problemas de los días recientes.
—¿Es porque no soy como Jomei? —preguntó, sin saber qué fue lo que levantó en Mika. Así es, Yuu en cierta forma se sentía inferior ante lo que tal vez algún día fue Jomei para el rubio—. Mi cuerpo no es tan grande ni fuerte, pero puedo esforzarme. Puedo borrar todo lo que él hizo en ti; te lo prometo Mika.
Aquel débil tono de suplica en las ultimas palabras del azabache hicieron temblar al rubio. Si bien, era interesante ver esta nueva faceta en Yuuichiro, no era para nada grato escuchar semejantes mentiras.
Mika lo tomó por el mentón, se acercó lo suficiente como para compartir aliento y hacer desear al azabache tocar sus labios.
—No, no es por eso —le dijo, con total seguridad que hasta podía sonar un poco exigente y molesto—. Jamás tuve nada con él. Ya, Yuu-chan, vayamos a dormir y hablemos las cosas mañana, cuando estés mejor.
Seguía con esa intención, no tocaría ni un solo pelo del azabache hasta saber que este estaba en todos sus sentidos. Volvió a intentar levantarse al sentir que Yuu deshacía su agarre tanto de los brazos como de las piernas. Se puso de rodillas por sobre la cama, Yuu seguía recostado con una extraña expresión de alegría escrita en el rostro.
—¿No hicieron nada? —preguntó, sólo para asegurarse de que había escuchado bien. Mika negó con lentitud y con el rostro inexpresivo—. ¿No te tocó?
—No, no lo hizo, Yuu-chan —dijo Mikaela, intentando descender de la cama del azabache.
Yuu se rio, hacía tanto que no escuchaba tan buenas noticias que le tomó por sorpresa. Se estiró en medio de las sabanas, dándole al rubio una imagen muy apetitosa de su cuerpo tan delgado y en apariencia frágil.
Por un momento el rubio se perdió en la figura de su novio. La idea de recorrerle el cuerpo con sus manos, acariciar en esos sitios que levantarían la lujuria en él y colorear marcas en todas partes mientras Yuu llama a su nombre, le dominó por un momento. Se lamió los labios, además de morderlos, pero tras esta pequeña laguna, volvió en sí. Negó con suavidad y puso un pie en el suelo.
El nuevo Yuuichiro, ese que siempre se evitaba al no ingerir ese tipo de bebidas, tomó aire con fuerza. De verdad, se sentía bien saber que lo que dijo Jomei no era real y es que le bastaba ver el rostro de Mikaela para saber que decía la verdad y que no le ocultaba nada, a comparación de otras veces.
Extendió sus brazos y cuando sintió que el peso del rubio se desvanecía en la cama, Yuu actuó con rapidez; se levantó de un salto y mucho antes de que Mikaela pudiera levantarse completamente, lo derribó en la cama, quedando por encima de él entre sus piernas.
Mika sintió a Yuu por encima, pensando prontamente que a pesar de que el azabache comía y dormía mucho, no pesaba tanto como lo parecía. Sorprendido, se abrazó a él por las caderas, a lo que Yuu emitió una leve risita coqueta.
—¡Yuu-chan! —quejó Mika, sintiéndose atrapado otra vez y ahora, sería más complicado salir libre.
El trigueño estaba sonriendo como tonto, a la vez que reía de vez en cuando. Repasó los rulos de Mikaela con sus manos, enredando algunos entre sus dedos, sin saber lo nervioso que lo estaba poniendo con tan simple acción.
—No sabes lo aliviado que me deja eso —respondió Yuu, manteniendo su mirada con la de Mikaela, quien comenzaba a enrojecerse por la fricción que sus cuerpos creaban—. Eso quiere decir que eres virgen, y que yo voy a ser tu primera vez.
—Espera, Yuu-chan —repitió el rubio, no entendía cómo era que Yuu cambiaba tan rápido y mucho con tan sólo una cerveza.
¡Parecía otro y eso era frustrante!
Llegó a entender las razones de Eva para comer del fruto que se le había prohibido. No estaba seguro que esta vez pudiera dominarse a sí mismo, y no quería dañar a su novio, por más necio que este fuera.
—Yo no quise decir eso... —murmuró Mikaela, esperando que Yuu entendiera que era momento de descansar, enfriar las cabezas y no pensar con la entre pierna.
Yuu hizo un puchero, alcanzó a tomar asiento por sobre la pelvis del rubio, haciendo de cuando en cuando unos suaves movimientos circulares con sus caderas. Ahora que lo recordaba, hacía unos días Mikaela había dicho que tenía un trasero grande. El recuerdo sirvió como motor para sus insinuaciones.
—¿Entonces no quieres hacerlo conmigo? —preguntó Yuuichiro, recibiendo una negación por parte de su mayor—. ¿No te gusto para eso?
¡Ahh! ¡El rubio se iba a volver loco o terminaría haciendo una tontería! Las dos cosas sonaban igual de malas en su cabeza. Se trajo un poco de paciencia y paz mental contando del uno al diez; cuenta, Mika, cuenta o bien o vas a hacer algo de lo que te puedes arrepentir, porque ya sólo sentir su cuerpo caliente encima de él, era suficiente para que su erección tomara una forma más rígida de la que adoptó con el beso de la víspera.
Aplicó un poco de fuerza en el agarre a las caderas de Yuu, estaba dejándose vencer por esos movimientos del azabache.
—No me refería a eso, Yuu-chan, todo lo estás cambiando —dijo con un sutil tinte de vergüenza en su voz—. Sí quiero hacerlo contigo, me gustas no sólo para este tipo de cosas. Me gustas mucho Yuu-chan, pero ahora no es correcto que...
Mika se encontró callado al sentir que sus labios fueron estampados por los del azabache. Fue tomado con la guardia baja, intentó no seguir la caricia, pero al cabo de un par de segundos se dejó llevar cuando una de las manos de su novio le comenzó a recorrer el pecho por debajo de la ropa.
El calor aumentó, las caricias tomaron un papel principal y los besos fueron, sin lugar a dudas, el talón de Aquiles de Mikaela.
Dieron por finalizado el beso, no sin antes que Yuu mordiera el labio de Mikaela, intercambiando los papeles por esta vez. El rubio ahogó un jadeo del más genuino placer que puede otorgar un simple gesto como ese. La sensación que experimentó fue sobrecogedora, se le adormeció el cuerpo y todos sus vasos capilares reaccionaron ante el estímulo.
—¡Yuu-chan, escúchame! —alzó la voz el rubio y de nada le sirvió, ningún tipo de palabras servirían hasta que complaciera al azabache.
—No, Mika —dijo Yuuchiro, en un movimiento en donde le permitió a su pareja ver las marcas que le había dejado en su pecho y cuello—. También me gustas mucho ¿lo sabías? Cada que te veo siento un cosquilleo curioso. Eres lo mejor que me ha pasado, Mika, y quiero demostrártelo...
—¡Pero no así! —gritó el rubio, como sus últimas palabras antes de perderse en el cuerpo de Yuuichiro.
Mika quiso traer de vuelta al trigueño de siempre o al menos, poder irse de su habitación sin causar un gran revuelo, pero justo cuando pensó que las cosas habían terminado, que Yuu había terminado por fin, quedó atrapado en el momento en que, el menor, como si fuese un cachorro, llevó sus manos temblorosas hasta el botón de los pantalones del rubio y lo sacó del ojal.
Mika ahogó un grito y por más que le pidió a Yuu que parara, este hizo caso omiso, argumentando que más valía comenzar de una vez. En su cabeza, acalorada, llegó a pensar que Mika también quería seguir adelante, así que no tardó mucho en apropiarse de su miembro y liberarlo de la tela de los boxer.
Mikaela desvió la mirada avergonzado. No se podía creer que Yuu estaba estudiando su tamaño y estado; se llevó una de sus manos a sus labios, para cubrir esos sutiles jadeos que podían aparecer en algún momento.
—Es más grande... —murmuró el azabache, con la mirada bien puesta en el pene de Mikaela, el cual, parecía estar sufriendo de unas palpitaciones—. Estás muy duro, Mika.
El mencionado no respondió, se limitó a gruñir otorgando con su silencio una sorda aprobación al azabache, el cual se lamió los labios, emocionado por ser la primera mamada de su novio.
—Yuu-chan... —llamó el rubio y el menor levantó la mirada, formulando un "¿Uhm?" —. No lo hagas.
Fueron sus palabras, pero por dentro sabía la realidad. Mikaela quería todo lo contrario.
—Quiero hacerlo —respondió Yuu, atrapando sin tapujos el miembro de su novio en su mano, provocándole a Mika un pequeño espasmo.
¿Dónde había escuchado Mika esas palabras antes?
Era ese el momento justo para maldecir por sus acciones, aunque... la verdad es que no se arrepentía de nada lo que pasó aquella noche en donde le otorgó una buena mamada a Yuuichiro.
Nuevamente intentó detenerlo, decirle que no era necesario, pero su voluntad ya se había ido a volar. Sólo se recostó, dispuesto a dejarse llevar por lo que sentía su cuerpo a base de los movimientos que Yuu ejercía en su pene.
El azabache no era experto, de hecho, sus movimientos eran torpes y a veces un poco más rápidos como para terminar con brusquedad el momento. Mika gruñía, se mordía los labios, llegando a escuchar las palabras del azabache que le endulzaban el oído.
—¿Se siente bien, Mika? —preguntó el oji esmeralda, haciendo descender su agarre y con dos de sus dedos acariciar los testículos de su pareja.
Mikaela asintió, o al menos lo intentó tras ser atacado por un espasmo. Su pene ardía, se sentía satisfecho y bien atendido por Yuuichiro; era como si su mano tuviese el tamaño y fuerza correctos para él.
La idea por sí sola era atrevida, pero bastante cercana a la realidad. Mika se armó de un esfuerzo para poder levantar la cabeza y observar por sí mismo el trabajo de Yuuichiro. Sus piernas se tensaron y sus caderas no tardaron en moverse lentamente hacia adelante y atrás.
—Yuu-chan... —dijo, sin medir sus palabras, ahora sólo se limitaba a sentir—. Chúpalo.
Su orden no tardó mucho en ser atendida. A la palabra, el azabache sonrió con dulzura y se inclinó lo suficiente para deslizar su húmeda lengua por toda la longitud del rubio, provocando que su piel se erizara y su garganta evocara un sonido gutural.
La sensación fue demasiado para Mikaela. No estaba seguro si era sólo la acción lo que lo puso así, o el hecho de ver a Yuuichiro chupando su pene como un completo desvergonzado; de igual forma, le gustaba la imagen.
Mientras tanto, el azabache se esforzó por humedecer el miembro más de lo que ya estaba. Saboreaba con entrega la punta, después descendía coquetamente hasta llegar a sus testículos y darles toda la atención que se merecían.
Era tan delicioso, como si estuviera chupando un dulce que jamás en su vida había probado y que ahora se estaba volviendo un completo adicto.
El limite estaba cerca, Mikaela pronto estallaría y no quería hacerlo en los labios de su novio, que, si bien hicieron un trabajo espectacular atrapando y disfrutando su erección, tenía otros planes para terminar con todo de una buena vez.
—Yuu-chan... —gruñó Mikaela, tomando de la nuca a su novio—. Estoy por correrme, espera...
—¿Eh? —respondió el menor, con la boca llena, dando vida a ciertos sonidos lascivos entre sus labios y la punta del miembro de Mikaela—. Hazlo, todo lo que quieras; córrete.
Mikaela suspiró, lo intentó una sola vez y justo le fue suficiente para cambiar de papales con el azabache. Estaba seguro que era cuestión de segundos para correrse y llegar al mejor de los orgasmos, pero no era su intención hacerlo en el rostro del azabache, aunque la idea era tentadora; abusó de su fuerza para colocar a Yuuichiro en cuatro, a la vez que bajarle los pantalones y calzones, dejando bien levantadas y expuestas sus nalgas.
—¡Mika! —alcanzó a inquirir el oji esmeralda, con los codos apoyados en la cama, al igual que sus rodillas y la vergüenza dibujada en sus mejillas al estar en semejante posición—. Espera...
—Querías hacerlo... —respondió el rubio con pesadez.
Un susto no le vendría mal al azabache, al menos para que supiera a quién le pedía tal cosa.
Mika frunció un poco el entre cejo, se apoderó de las caderas de Yuu con brusquedad. El azabache se meneó temeroso; era virgen, pero bien sabía que antes debía preparar su entrada si no quería salir lastimado. El miedo le ganó terreno y pronto sintió ser atacado sin piedad, quería escapar y volver a los manoseos, pero ya era tarde, Mikaela lo tomó con fuerza y no parecía querer dejarlo ir.
—Vamos a hacerlo, entonces —las palabras del rubio sonaron tan seguras que Yuu sintió el alcohol desaparecer de su sistema—. No tardaré en correrme, pero aún así podemos volver a hacerlo las veces que sean necesarias.
¡¿Qué demonios había provocado?!
Cerró los ojos con fuerza, negarse ya no servía de nada, Mikaela había acercado sus cuerpos y aferrado a sus caderas de una forma tan posesiva que él mismo no tenía control de su cuerpo.
Apareció la primera estocada, lo supo por el movimiento de sus cuerpos y el de la cama, pero no apareció el dolor que suponía lo dejaría sin aliento. Volvió la segunda estocada, nuevamente no sintió nada, pero Mikaela comenzó a gemir con desenfreno.
Vino una tercera, tan rápida y fuerte como la cuarta, Pero Yuu no sentía ser invadido en ningún momento. La fuerza de las manos de Mika en sus caderas dolía todavía más, escuchaba cómo sus nalgas se empapaban de la viscosidad producida por el rubio y al abrir sus ojos se dio cuenta, totalmente avergonzado, que la unión y estrechez que hacían sus piernas era utilizada por el rubio.
Mika no tuvo contemplado jamás el penetrar a su novio en ese momento, y a cambio, le dio un pequeño susto al aprovecharse de sus muslos y con ellos simular la misma acción de un coito normal.
El sonido del choque de sus cuerpos retumbaba por las paredes, los jadeos del rubio se alzaban y pronto aparecieron los del azabache cuando Mikaela tomó su pene entre sus manos y le brindó la misma atención que antes.
La cama se movía a son de sus traqueteos, las estocadas del rubio aumentaron en fuerza y rapidez, ambos estaban llegando con premura a su punto de quiebre. Yuu no tuvo vergüenza en brindar un canto sensual con sus jadeos, los cuales se unieron a los del rubio y juntos se quedaron con las mentes en blanco.
Entonces sus cuerpos se tensaron, sus corazones latieron como locos y sus voces abundaron en la desesperación, un líquido blanco expulsaron a la vez que se unían al orgasmo.
Yuu no pudo más con lo experimentado, ni bien dejó salir todo lo que debía salir, se dejó caer en la cama con las piernas sucias y el cuerpo lleno de sudor. El alcohol seguía haciendo de las suyas y tardó en hacerlo dormir.
Mientras tanto, Mikaela permaneció en pie unos minutos más. Admiró el cuerpo semi desnudo de su novio y con lentitud, lo acomodó en la cama para que pudiera descansar bien hasta el día siguiente.
Tenían que hablar, el tiempo ya había llegado a su límite para Mikaela. Se abrochó los pantalones y entonces, al fin, pudo tomar camino a su habitación, pero antes de dormir, tomaría un baño.
Se llegó la tarde del sábado, Mikaela había regresado a dormir a su habitación y despertó a las primeras horas del día sólo para comenzar a pensar qué le diría a Yuuichiro, esta vez sería honesto, no le importaría perder su relación. Yuu en cambió, no volvió en sí hasta que se llegaron las tres de la tarde; había terminado agotado, además de con una resaca.
El rubio, pensativo, se deslizó hasta la cocina para prepararse un té. Estaba nervioso y ansioso. Los recuerdos de lo acontecido la noche anterior lo llenaban de una repentina emoción, combinada con vergüenza y culpa. Un leve colorete se le dibujó en sus mejillas; no dejaba de recordar esa sensación, era como si su cuerpo mismo se hubiera encargado de memorizarla para hacerlo desear todavía más. Ahora se debatía si lo que hizo fue correcto; colocó tres cucharadas de azúcar en su taza y corrió una silla para tomar asiento.
El hogar estaba deliciosamente en silencio, parecía que iba a ser un sábado tranquilo y agradable, al menos hasta que un grito de espanto emergió de la habitación de Yuuichiro. Las paredes retumbaron y los oídos de Mika se alertaron; comenzó a preparar su corazón y fingir tranquilidad, aunque por dentro estaba hecho un desastre.
—¡MIKAAA! —se escuchó al azabache en el extremo de la sorpresa y miedo; no sabía qué había sucedido.
Ni bien el trigueño volvió en sí, formó un par de muecas y se removió en su cama, pronto fue asaltado por una incomoda humedad entre sus piernas. Totalmente extrañado, frunció el ceño y bajó la mirada para encontrarse desnudo y con obvias marcas en sus caderas, seguramente hechas por las manos de Mikaela, que seguía sin saber mediar su fuerza.
Sintió su corazón achicarse, observó después lo sucias que estaban sus sabanas, además de percatarse de ese espantoso olor a cerveza que tenía impregnado en su cuerpo. Se asqueó totalmente.
Todo apuntada a un culpable con tan sólo esa parte de la escena; Mikaela.
Se levantó tan rápido de un salto que no le importó tomarse el tiempo para colocarse unos calzones. No podía dejar pasar todo esto; tenía que hacer un revuelo por lo que sea que el rubio le había hecho mientras él no estaba consciente de sus acciones. Salió corriendo de su habitación y al ver que Mika no estaba en la suya, se dirigió con pasos seguros y grandes a la cocina; se lo encontró relajado, sentado y tomando té como si no pasara nada.
—¡Maldito! —lo acusó arrastrando la voz mientras lo apuntaba. Sus pulmones tomaron el aire suficiente para expresar su molestia—. ¡¿Qué me has hecho?!
Mika, intentando aparentar dureza y no sorpresa por lo atractivo que el cuerpo de Yuu se podía ver con las piernas sucias por su semilla y desnudas, sorbió de su té, tomándose su tiempo cínicamente para responder.
—¡Responde! —gritó Yuuichiro.
—No hice nada que tú no quisieras —fueron las palabras del rubio, aunque sentía que se había contenido demasiado en la noche anterior—. ¿Qué? ¿Por qué esa cara de confusión, Yuu-chan? ¿Ya no te acuerdas?
—¿Acordarme? —repitió el azabache, haciendo memoria de todo lo sucedido tras haber hablado con Crowley.
¿Pero... qué demonios había hecho?
Todos y cada uno de sus recuerdos le empaparon el rostro, evocando en él ciertas expresiones tiernas y avergonzadas que hicieron sonreír al rubio. No podía dar fe a todas esas tonterías que le había dicho a su novio; casi quiso desfallecer en ese preciso instante.
Yuu se llevó una mano a su rostro, arrasándolo en medio de la culpa y el arrepentimiento, uno del cual no estaba seguro, porque el placer que vivió no fue tan malo. Le había gustado, sin embargo, eso no remediaba la forma en cómo sucedió.
—¿Ya te acordaste? —provocó Mikaela—. Después de estar tan cerca de Crowley, bebiste, extrañamente.
Aquel tono empleado por Mika pareciera como si le estuviera echando en cara al azabache su acción. Al menos debía mostrarse un poco celoso, no se justificaba, pero no soportaba ver a Yuu tan cerca de otros; a duras penas podía verlo al lado de la peli lila sin armar una pelea.
Mika levantó su mirada, esta brilló con cierto tono especial y endureció el semblante.
—¿Qué, eso te molesta? —preguntó el oji esmeralda, retándole con una media sonrisa torcida.
Mika le respondió con una más grande, repleta de venganza y celos.
—Para nada —dijo él. Claro que le molestaba. Volvió a beber de su brebaje—. No me molesta, si lo comparamos con lo que me dijiste anoche. "Ah, vamos a hacerlo" mientras tenías esa expresión tan provocativa y te movías con urgencia. "Mika, córrete todo lo que quieras" —el ambiente se tensó en ese momento, Yuu se encogió de hombros; quería enterrar la cabeza bajo tierra—. ¿Recuerdas?
El azabache tragó saliva y tensó su cuerpo, mientras que todas las palabras que rezó la noche anterior le resonaban en la cabeza. Mikaela tenía razón.
—Ah —dijo Mika—. También dijiste algo como que tu cuerpo no es igual al de Jomei, pero que puedes hacerme sentir bien si te esfuerzas.
Si el rubio hubiese tenido la oportunidad de grabar esa escena, lo hubiera hecho sin dudar sólo para provocar al azabache o bien, ganarle en discusiones. Y cuantos más recuerdos traía Mika a la memoria, el azabache sentía que el habla se le perdía; ¿De verdad fue tan atrevido? No se lo podía creer, pero estaba seguro que Mika no inventaría nada similar.
—Así que, si me preguntas, si estoy molesto por lo que hiciste en el bar —continuó el rubio, aumentando la fuerza en el agarre de su taza—. Y lo comparamos con lo que hicimos tiempo después; yo no estoy molesto ¿Y tú? ¿Cómo estás?
¿Eso que Yuu sintió fue un golpe bajo y final? ¡Aun así no se iba a quedar callado!
—¡No se te ocurra mezclar una cosa con la otra! ¡Pervertido! —apuntó nuevamente, a lo que el rubio asintió—. ¿Cómo pudiste aprovecharte?
—¿Y por qué no hacerlo? —atacó el rubio, pensando que esa discusión no la debían tener mientras una parte de ellos estaba medio desnuda—. ¿Qué se supone que debería pensar si de la nada te vi llegar al bar y estar mucho rato con Crowley, hablando quien sabe qué cosas? Obviamente sentí celos. Y en ningún momento me aproveché de ti, has un esfuerzo por recordar bien quién era el terco.
Bien, la carta de la victima ya no podía ser utilizado por Yuuichiro. Había recordado muy bien todo lo que pasó, pero al menos tenía que intentarlo. Dio un paso atrás, atacado por una repentina culpa al saber que hizo sufrir al rubio por no contarle sus planes para el viernes en la noche.
—¿Y yo qué debería pensar cuando me vi orillado a actuar así? —dijo Yuu, más calmado y con el rostro ensombrecido.
—¿Por qué actuarías así? No tiene sentido —respondió Mika, dejando de lado su taza.
—Porque no quieres hablar sobre Jomei —soltó Yuu, dejando caer la ultima pieza en el rompe cabezas de este drama romántico—. Pensé que, si tu no quieres hablar del tema, otros lo harían. Juzgué el comportamiento de Crowley y Ferid, de los dos supe que el primero sería el más fácil en soltar la sopa porque de lejos se ve lo hablador que puede llegar a ser sin la presencia de Ferid o tuya.
Se formó un silencio poco después. Mika no pudo ocultar su sorpresa y pronto pensó que ya le debía una disculpa al peli rojo.
—No lo busqué con otro motivo más que el de hablar —terminó Yuu—. Por eso no fui a trabajar ayer y me la pasé encerrado para que no te dieras cuenta. Salí de casa un tiempo después que tú y luego... bueno, luego pasó todo eso. No creí que de verdad me obligara a beber.
Mika puso los ojos en el cielo, Yuu probablemente parecía un tonto, pero estaba lejos de serlo para cuando le convenia o se sentía orillado a una gran desesperación. El rubio evocó un suspiro, se rascó la nuca y relajó su semblante.
—Tonto —le dijo, a lo que Yuu respondió con un grito ahogado, no conforme con la acusación. Pero el rubio sonrió con tal hermosura, de esa que no se le había visto desde hace casi más de una semana—. Tenemos que hablar, Yuu-chan. Ve a tomar un baño primero, cambia las sabanas de tu cama y mientras yo le llamo a cierto borracho para pedirle disculpas.
Los pares de esmeraldas de Yuu se encendieron, pareció haber vuelto a la vida con las palabras de su novio. Esas que tanto había querido escuchar desde hacía días. Parecía estar saliendo de un túnel oscuro para palpar con sus dedos un rayo de luz.
—¿Vas a hablarme sobre Jomei?
El rubio asintió y Yuu no tardó en tomar camino al baño, a hacer lo que se le ordenó, pero se detuvo cuando escuchó su nombre.
—Yuu-chan —dijo Mika, y el azabache lo observó curioso—. Lo siento tanto.
Yuu negó, formó una pequeña sonrisa, pero suficiente para volver a enamorar al rubio.
—No te preocupes —dijo él, rodando por sobre sus talones—. Al final, eres así, intentas protegernos a ambos siendo muy duro contigo mismo —entonces formó un leve puchero—. Pero deberías comenzar a pensar en cambiar ese aspecto. No me gusta y creo que nos va a causar muchos problemas.
¿Qué buena acción había hecho el rubio para merecer a un ser humano tan extraordinario como Yuuichiro? Suspiró totalmente enamorado. Se prometió cambiar en ese preciso momento por un futuro próspero con su novio, por un futuro como esos que pintan en los cuentos de fantasía.
—Lo haré, porque lo pides tú.
—¡Bien dicho! —sentenció el azabache—. Ahora vuelvo entonces.
Mika podía sentir la calidez de las acciones y palabras de su azabache. Realmente Yuu era muy bueno, ese tipo de almas tan blandas y blancas que no parecían ser de este mundo.
Su emoción se fue ni bien el oji esmeralda desapareció en el pasillo y cerró la puerta del baño. Sólo entonces Mika se tomó unos segundos para meditar en todos los sucesos que había cambiado tan de repente su vida. Había cambiado, dejó esa línea homogénea para con el amor incluido, comenzar un camino de altos y bajos, que hacían pensar al rubio lo curiosos y agradables que podían llegar ser algunos sentires combinados.
No podía esperar para vivir lo que le venía de frente, pero, sobre todo, estaba emocionado por poder estar al lado de Yuu como su novio, y quien sabe, pronto como su marido hasta la muerte. Ya nadie como Jomei podría intervenir y si algo similar sucediera, estaba seguro que ambos se sentarían a platicarlo para encontrar el mejor de los finales.
—Bien... —dijo el rubio, escuchando de fondo la regadera—. Ahora...
Sacó su celular del bolsillo de sus pantalones. Lo encendió y lo primero con lo que se topó fue con un fondo de pantalla de Yuiichiro, le había tomado esa fotografía en un despiste. Sonrió instintivamente, sólo un retrato de su novio no era suficiente para él, pero de momento tendría que conformarse.
No se tardó mucho más y llamó a Crowley, quien esta vez y por muy extraño que parezca, se demoró en atender la llamada.
—¿Mika? —preguntó Crowley al otro lado de la línea. Su voz se escuchó adormilada y pesada.
—Ah, Crowley ¿Te despierto? —preguntó Mika, sospechando que ahora a todos les dio por despertar al medio día.
—No... —negó el peli rojo, levantándose de la cama desnudo. A su lado, otra figura que lanzó un suave bufido que no pudo llegar al lado del rubio—. Bueno, algo así. ¿Sucedió algo?
El oji celeste formó una mueca. Podía disculparse con Krul, hasta con René... Pero Crowley era otro asunto. ¡No podía inclinar su cabeza ante un hombre tan aprovechado y burlón como él!
Lanzó un bufido, de igual forma tenía que hacerlo. No tenía de otra.
—¿Mika? —preguntó Crowley, turbado por el silencio del rubio—. ¿Estás bien?
Aquella sombra tirada al lado del lecho del mayor gruñó, detestaba que lo despertaran. Intentó quitarle el celular, pero Crowley fue más rápido en ponerse de pie y enrollarse la sabana en sus caderas.
—Sí, eh... estoy bien. Perdón —soltó el rubio, con la seriedad que merecía este momento.
—¿Perdón? —preguntó Crowley.
—Escucha —dijo el rubio, aclarando su garganta. No sólo había preocupado al de cabellos carmines, sino también a Ferid, quien se levantó de un segundo a otro.
Los mayores se observaron. Tan sólo una mirada de Crowley fue suficiente para que Ferid frunciera el ceño y desviara su atención al suelo. El peli rojo colocó el alta voz, reprimiendo una risita apenas audible por lo tierno y testarudo que podía llegar a ser Ferid hasta por las mañanas.
—Quiero pedirte perdón —dijo Mikaela—. Hubiese preferido hacerlo en persona, pero supongo que estás ocupado. Hablé con Yuu-chan —entonces los mayores supieron a lo que se refería; Crowley sonrió, y Ferid enrojeció—. Lamento que por mi cobardía tuvieras que hablar con él de ese tema. Debí hacerlo antes, o al menos no llegar a comportarme tan mal. Lo siento mucho.
Crowley se echó un largo y bien merecido suspiro. Le dio la espalda a Ferid y este, aprovechado, pudo deleitarse por ese rato, estudiando sus marcas y rasguños que le dejó la noche anterior. Se mordió los labios instintivamente.
—Lo dices como si fuese algo malo —respondió—. Lo disfruté mucho y no sólo bebí alcohol... digamos que tuve otro tipo de premio o castigo... —Crowley rio, a lo que Ferid se encogió de hombros—. Me alegra que por fin hablaste con él; entiende un poco que más allá de los celos que levantan las historias de ex parejas, para Yuu era necesario saberlo para cuidarte y que no te llevaras el peso tú solo.
Mika asintió. Era como si el vendaje de sus ojos estuviera cayendo poco a poco y pudiera conocer una nueva confianza.
—Entiendo... —murmuró el rubio, siendo interrumpido de tajo por Crowley.
—¡Ah! —gritó el mayor con esa diversión de doble filo en su tono de voz—. Ayer Yuu se fue muy borracho, dime que lo hicieron y que...
El momento emotivo se había acabado, Mika perdió ese resplandor en el rostro y sin temer a nada, cortó la llamada, sin necesidad de contarle nada a su amigo. Mientras tanto, Crowley se extrañó, después le restó importancia y con la buena noticia, volvió a unirse a Ferid en la cama.
Estaba tan avergonzado por las palabras de Crowley, que Mika tardó en darse cuenta sobre la figura de Yuu llegando a la cocina para tomar asiento frente a él. Yuu optó por usar su pijama de dinosaurios verdes, la que hacía juego con la de Mikaela.
—Mika —llamó el azabache, curioso por la expresión de vergüenza en su novio—. ¿Estás bien?
El rubio sacudió la cabeza, alejó sus memorias de la noche pasada e intentó centrar su atención en el azabache que tenía frente suyo. Asintió, controlándose.
—Estoy bien, recién termino de hablar con Crowley —y no iba a decir más del tema. Se llevó las manos por encima de la mesa y cruzó sus dedos—. ¿Ya estás listo?
Yuu asintió bien determinado.
—¡Sí!
—Bien... —dijo Mika, dispuesto a soltar todo lo que Yuu quiera saber, aunque le costara una fuerte amargura en la boca—. ¿Qué quieres saber? Voy a responderte a todo.
Yuu sintió tener una llave mágica, de esas que abren cualquier tipo de puertas. Tenía la llave para conocer este lado del rubio, y la cuidaría muy bien.
—¿Por qué tardaste tanto en contarme de él? —preguntó Yuu, siendo tan directo que el rubio tuvo que tomarse unos segundos para hablar.
—Qué directo, Yuu-chan... —masculló Mika, forzando una risita—. Porque sencillamente tenía miedo. Miedo a que por un error que cometí dejara de gustarte o pensaras mal de mí. Desde entonces he pasado el tiempo reprochándome esa decisión que tomé para iniciar algo con Jomei... y cuando apareció, sentí que todo perdía sentido, no quería que te dieras cuenta del idiota que soy.
Yuu formó una sonrisita. No era esa la expresión que Mikaela esperaba, era todo lo contrario a una de hastío.
—Idiota ya lo eres y ya lo sabía —bromeó, y Mika se encogió de hombros—. Tu pasado no te define para mí, Mika. Si bien me gusta el niño que fuiste, estoy enamorado del hombre que eres hoy día; de tus errores también, además de tus decisiones.
El corazón de rubio se apretujó, sintió sus ojos humedecerse y se atrevió a mantener miradas con Yuuichiro, quien colocó su diestra por encima de sus manos. Aquellos sentimientos transmitidos por sus palabras llegaron muy bien a instalarse en el pecho del mayor.
—¡Acabaré con ese miedo! —dijo Yuu, sonando como uno de esos héroes de las historietas que tanto le gustaba leer. Mika se rio, relajando el ambiente.
—No es necesario, mejor sigue acabándote la despensa —respondió el rubio, sin dejar pasar una oportunidad para recordarle a Yuu lo glotón que era.
—¡Hey! —dijo Yuu, uniéndose a las risas—. ¡Ese fue un golpe muy bajo de tu parte!
—Sólo dije la verdad —respondió Mika, callándose de a poco para dar continuidad a la charla; ahora estaba más tranquilo que al inicio—. ¿Otra cosa que quieras saber?
—Sólo dos más —inquirió Yuu, formando el dos con sus dedos—. ¿A qué se refería Crowley con que iniciaste una relación con Jomei para ocultarte en una mentira donde yo tenía lugar?
¡¿Hasta ese punto había llegado ese cabrón?! Mika enrojeció repentinamente. Desvió la mirada, pero de nada le iba servir intentar algo, ya le había dicho que contestaría a todas sus preguntas. Era gracioso ver cómo el mismo se echaba la soga al cuello.
—Bueno... —carraspeo, dubitativo—. A eso mismo. A... que... bueno...
—Mika —ordenó Yuu—. No le des más vueltas. Dime.
—¡Bien! —dijo el rubio, con el colorete presente—. Porque llegué a pensar que estos sentimientos que tengo por ti no me llevarían a otro lugar. Así que por eso intenté algo con él, porque creí que podía superarte...pero no pude. No se puede si todos los días te veo y con sólo eso siento que estoy completo. Tu voz me relaja, tu mirada es como si me atrapara y me obligara a desearla para mí y...
—Ya entendí —murmuró Yuu, compartiendo el color cereza en sus mejillas—. Sólo una ultima cosa, ¿De verdad te tocó?
Mika ladeó la cabeza.
—Creí que te lo había dejado claro anoche.
—Sí... sólo que fueron muchas cosas las que dije... y escuché que... —gruño Yuu, llevándose una mano a sus sienes.
Entonces Mikaela encontró que era el momento correcto para provocar a su novio. Un velo atrevido se posó en su mirada, al igual que en su sonrisa y no tardó en apoderarse de su mano.
—¿Y te gustó? —dejó escapar, observando cómo la expresión de Yuu se bañaba en bochorno y una indudable verdad—. Lo volveré a decir, no, él no me tocó.
Un leve, casi perdido "Ah" salió de los labios del azabache. Él había vuelto a crear esta situación, y no podía, ni quería echarse para atrás.
—¿Y tú, Yuu-chan? —preguntó Mika, intentando endurecer su dulce voz.
—¿Yo? —preguntó el oji esmeralda—. ¿Yo qué?
—¿Tú quieres tocarme?
La noche arribó sobre la pareja, acunándola nerviosamente en sus brazos y levantando un frío en donde era menester compartir el calor para encontrarse inmersos en un mar carmín y abundante en sentimientos eternos. Habían pasado la tarde más cómoda en los últimos días y bajo una propuesta en donde ambos estuvieron de acuerdo y avergonzados por la primera vez, se dirigieron a la habitación de rubio cuando el reloj marcó las once.
En apariencia, irían a dormir como siempre, de no ser por sus expresiones gozando la inseguridad, temor, vergüenza y nervios a la vez. El sentir se podía comparar a la ansiedad del primer día escolar en la primaria; sentían el rostro rojo y caliente, sus manos frías y sus movimientos torpes, pero a la vez esto iba mucho más de un recuerdo así.
De ahora en adelante no podrían olvidar ese sentimiento, ni sus rostros o voces débiles, hermosas y sensuales.
Mikaela le dio una sola orden a Yuu mientras le entregaba de su mesita de noche una bolsa de papel, aquella que antes le vio con Lacus. Se la pasó pidiéndole que fuese al baño y se colocara lo que sea que tenía en manos, argumentando que esa cosa se le vería muy bien y que podía darle un toque más especial al momento.
—No supe exactamente qué escoger, eran muchos modelos... —dijo el rubio con el rostro encendido y una media sonrisa. Se rascó la nuca, nervioso y ansioso—. Puedes probártelo, tampoco sé si te va a gustar, pero sí que te verás bien.
Yuu no hizo más preguntas, palpó la bolsa y con un asentimiento, mudo de la inquietud, se encaminó al baño que estaba frente a la habitación del rubio.
Mientras tanto, Mikaela le dio la espalda y se perdió en sus pensamientos previos a lo que habían acordado hacer esa noche en donde unirían sus cuerpos; bien, días antes de hacer esa compra con Lacus, se había informado sobre cómo podía volver más placentero un momento íntimo. Recibió muchas respuestas, algunas fueron como el probar poses nuevas, como la típica cucharita o el sesenta y nueve, pero pronto eliminó esa idea; Yuu podía llegar a asustarse o incomodarse y no podía permitirlo, por más que a él le causar curiosidad.
Comenzarían por algo simple, algo que los dos pudieran manejar y disfrutar.
La otra idea eran esos juegos de rol, en donde si bien estuvo a nada de sugerirlos, temía terminar riéndose por la mala interpretación del azabache para cualquier papel. La verdad es que Yuu ya era más que sensual siendo él mismo y Mika estaba satisfecho con eso.
Después mismo Lacus le dio la idea que sería la ganadora. Mika terminó por decidirse en una pieza para Yuuichiro, además de un consolador y un lubricante, que según el peli lila, era un tipo de afrodisiaco. Era algo simple y bastante bueno para la primera vez de ambos.
Aun con eso y con la seguridad con la que encargó y compró tales cosas, ahora se sometía a un terror tremendo. En medio de su histeria, Mika comenzó a morderse las uñas, con la mirada baja y perdida, pensando si había hecho o no lo correcto al prevenir estos objetos.
Entonces, una voz lo trajo de vuelta.
Esa voz que ha escuchado toda su vida y que lo alcanza en todos los rincones, le trajo la vida de vuelta a base de un desenfrenado palpitar en su corazón.
—Mika... —dijo Yuu, con un tinte atractivo en la voz—. ¿De verdad crees que es necesario esto?
El mencionado dio la vuelta. Mika levantó la mirada y entonces encontró inmediatamente la respuesta a la pregunta de Yuuichiro; sí, desde luego que lo era.
Había hecho lo correcto, ya no cabía duda alguna.
El mayor deleite de Mikaela se vino a postrar en la figura de Yuu en ese momento, intentando cubrirse su entre pierna, haciendo ciertas figuras atrevidas con sus piernas. Se quedó totalmente mudo, con sus labios entre abiertos, con su mirada celeste repasó a Yuu, vistiendo un baby doll que le quedaba sensualmente adherido a su cuerpo. La prenda tenía un encaje en la parte del medio de los pechos, que si bien estos faltaban en Yuu, lo volvía aún más delicioso con su pecho plano y blanco; sus hombros rectos y anchos volvieron loco a Mika.
La tela del baby doll caía grácilmente, dando más o menos una imagen de las caderas del azabache, cubriendo más o menos hasta sus muslos. A cada movimiento de Yuu, el pequeño vestido danzaba con deseo, levantando en Mika un calor y humedad únicos.
Bajó un poco más su atención y donde Yuu se intentaba cubrir, había una pequeña tanga verde oscuro que egoístamente le podía cubrir su intimidad. Esta ya era un poco incomoda para el mancebo, pero lo que vino a ser la cereza en el pastel, fueron las medias de tela delicada que le contorneaba sus piernas y a la vez eran sostenidas por un par de resortes coquetos.
—Mika... —volvió a llamar Yuu.
¿Cuánto tiempo se había perdido el rubio en sus pensamientos? Se encontró con Yuu un poco molesto por ser ignorado.
—¿Me escuchaste? —preguntó el azabache con reproche en su voz.
—eh... —Mika negó.
No tenía palabras, se perdió en su locura cuando volvió a recorrer el cuerpo de Yuu y en él despertaron unas ganas tremendas de tocarlo y besarlo en todos lados.
Yuu chasqueó los dientes.
—Te estoy diciendo... —murmuró Yuu, en su límite—. Que no creo que sea necesario. Esto es... un poco incómodo.
—Supongo que lo es —respondió Mikaela, sintiéndose sediento. Se acercó lo suficiente para tomar a Yuu de la mano y guiarlo dentro de su habitación para cerrar la puerta.
Se mantuvo tan cerca de Yuu, que perfectamente pudo atraparlo por las caderas y unirlo a él en un abrazó. El azabache se removió incomodo; no estaba desnudo, pero tampoco acostumbraba usar tal tipo de ropa.
—Seguro que es incomodo —rezó el rubio, aprovechando el momento para repartir besos desde el cuello del azabache hasta su pecho—. Pero Yuu-chan, no me puedo contener. Me puse duro de sólo verte.
Al susurrar esto último, mientras besaba la piel del oji esmeralda, un sutil suspiro apareció en sus labios. Yuu comenzaba a ser dominado por las sensaciones que Mika le entregaba.
—Así que... —dijo Mika—. Úsalo por un rato. O bien... te lo puedo quitar si quieres.
Y a la sazón, la diestra del rubio comenzó a pasearse por debajo del baby doll. Inició un sutil juego con los pezones de Yuu, apretándolos con levedad mientras sus labios ahogaban sus supiros, después fue bajando hasta su abdomen, flácido, pero no menos atractivo y curioso. Mika simplemente rozó las yemas de sus dedos en aquella zona y fue suficiente para que Yuu se estremeciera.
A cada beso, agresivo y carnoso, Yuu perdía sus palabras, Mika se encargaba de hacerle ver lo que le hizo sentir con sólo aparecer en escena. Su diestra comenzó a dibujar un travieso camino hasta la tanga; comenzó a acariciar por sobre ella, desde arriba para abajo.
Entonces Yuu sintió que las fuerzas abandonaban sus piernas. Trastabilló, la simple sensación de ser invadido por otra mano con un calor distinto le atravesó el cuerpo entero como un rayo lo haría. Ahogó un jadeo a su favor cuando Mika volvió a atacar sus labios y saborear su lengua.
—Espera... —gimió el azabache, dándole más razones al rubio para seguir—. ¿esto...n...no se vería mejor... en una... mujer?
Mika alcanzó a reírse con pesadez. Introdujo su mano a la tela y se apropió del pene de Yuu.
—También estás duro, tan rápido y con sólo unos besos —repuso Mika, removiendo sus labios por sobre los de Yuu—. No, en ti se ve muchísimo mejor que en ninguna otra mujer.
El azabache rodó la mirada, elevó sus brazos y los cruzó por sobre los hombros del rubio; estaba seguro que quería entregarse a él.
Mika dejó de lado los besos, mordió suavemente el cuello de Yuu y tras dejar una marquita, inhaló con dedicación. Sonrió y levantó su mirada para encontrarse con la de Yuu, empapada en genuino disfrute.
—Yuu-chan, hueles muy rico —le dijo, recordando un par de girasoles con aquella fragancia del azabache. Detuvo en su totalidad las caricias y lo tomó de la mano—. ¿Vamos a la cama?
Yuu asintió.
Un sonido sordo se hizo presente al momento en que se dejaron caer por sobre la cama. En la habitación de Mikaela se dibujaron dos cuerpos, uno sobre el otro, recostados en la cama, otorgándose besos desmedidos a cada segundo; Yuu abrió sus piernas, como por instinto, y Mika se colocó en medio de ellas para ser abrazado por las caderas.
En un momento, al detenerse ansiosos, Mika logró liberarse de sus ropas, quedándose en calzoncillos. Fue observado por Yuu, quien no lo perdió de vista y mordió sus labios. Volvió a sumergirse en los brazos del azabache no sin antes apoderarse del consolador y el lubricante.
—Espera... —demandó Yuu, tomando a Mikaela del mentón, terminando con el beso—. ¿Vas a...?
—¿A meter esto en ti? —preguntó Mika, con la respiración turbada.
Yuu asintió. No le molestan ese tipo de juguetes, pero al ser su primera vez no estaba seguro si quería comenzar un historial con esa clase de cosas. Sintió miedo, pero Mikaela negó y le dio un corto beso en los labios para robarle su temor.
—No —le dijo, abusando del momento para encenderlo y probar sus distintos niveles mientras lo llenaba de lubricante—. No quiero que esto entre primero que yo. Es para otra cosa.
Un corto "Ah" emergió de Yuuichiro. Al menos podía despreocuparse de ser embestido por esa cosa, aunque las acciones del contrario parecían no congeniar con sus palabras.
Sus labios volvieron a presionarse, Yuu comenzó a olvidar la presencia amenazante del consolador a cada encuentro que tenían sus lenguas y sus cuerpos se rozaban con obvio y alocado deseo. La emoción era totalmente distinta a otras ocasiones, esta vez su pecho estaba caliente, sentía verdadero amor y delicadeza en cada toque del rubio; estaba tan lejos de la realidad y tan unido al amor, que le tomó por sorpresa el traqueteo que atacó al cuerpo de su pene.
Yuu emitió un leve chillido y brinco, su cuerpo se tensó y su mente comenzó a quedarse en blanco. Con la saliva escurriéndole por los labios y la mirada flácida, observó en Mika una leve sonrisa.
—¿Te gusta? —escuchó del rubio, pero no entendió, sólo sabía que su cuerpo estaba siendo sometido a un placer extraño—. El consolador.
Ah, ahora lo recordaba.
Yuu bajó la mirada a su entre pierna y se encontró con la tanga muy abajo y con su pene siendo prisionero en la zurda de Mikaela, compartiendo un espacio reducido con el consolador, el culpable de cómo se sentía.
Un jadeo fue respuesta suficiente para el rubio, quien aumentó la potencia de la máquina, además de que comenzó a mover su agarre de arriba para abajo. Yuu comenzó a saltar en la cama con poca fuerza, sus caderas se removían con locura; no podía describir la sensación, además de que había olvidado cómo hablar, ahora se limitaba a sólo balbucear como un bebé.
—Te gustó —afirmó el rubio, conteniéndose lo suficiente como para poder encontrarse reflejado en la mirada de Yuu.
Justo en ese momento, mientras el azabache se derretía y a la vez actuaba con magnetismo sobre Mikaela, el rubio se encontró inmerso en el verde de su mirada. Casi podía verse dibujado en ese par de esmeraldas que le hacían sentir una mejor persona todos los días; era ese un motivo suficiente para salir de la cama, su sola mirada.
Yuu sonrió, o al menos eso intentó, porque el ataque en su miembro se intensificó cuando a Mika se le ocurrió comenzar a lamer uno de sus pezones. Hizo de lado la tela del baby doll y con sus dientes se apropio del botón rozado de Yuu, el cual, con un poco de trabajo y chupadas, se erizó desvergonzadamente.
El resultado obtenido en Yuu sobre pasó lo que Mika pensó. Así que también sus pezones eran otra de sus debilidades; sintió el fuego en sus labios al tacto de la piel delicada y no le otorgó tregua hasta haberla enrojecido e hinchado de tanto placer.
—Yuu-chan... —llamó Mika, sintiendo su mano húmeda tanto por el lubricante, que estaba haciendo su trabajo en la zona de Yuu como por el fluido del pene.
El sonido de sus acciones por sí sólo era más que excitante, lo volvía loco. Continuó chupando ahora el otro pezón, haciendo en él dibujos circulares con su lengua alrededor y mordiendo con delicadeza la punta; obteniendo de Yuu solo balbuceos y jadeos.
—¿Uhmm? —formuló el azabache, al cabo de unos segundos donde recapacitó que habían llamado a su nombre.
—Yuu-chan —Mika detuvo su ataque en los pezones y se elevó para robar un corto beso a Yuuichiro. Aumentó la fuerza en su mano, sintiendo que ya faltaba poco para que el azabache se corriera—. Eres tan hermoso...
Yuu no respondió, se mantuvo mudo en sus suspiros y en su sangre hirviente.
—Te amo tanto... —murmuró Mikaela.
Yuu podía decir lo mismo con seguridad, de hecho, quería gritárselo, pero ni bien su respuesta se formó en su cabeza, su pene llegó a su limite y dejó salir todo su esperma en una oleada eléctrica que lo obligó a levantar las caderas y manchar de paso su ropa y mano de Mikaela.
Mika se hundió en ese momento en el placer. Apagó el consolador y lo lanzó lejos, deshizo el agarre al miembro palpitante de Yuu y uno a uno, sus dedos comenzó a lamer desde el tronco hasta la punta, asegurándose de hacer ruidos lascivos que provocaran un eco en la cabeza del menor.
—Yo también te amo tanto, Mika —fueron las palabras de un Yuu que recién había eyaculado. Desvió la mirada, avergonzado por lo siguiente; —. Ponlo dentro... ¿Sí? Quiero tenerte ya.
La visión fue compartida por ambos; Mika sentía una urgencia tremenda por unirse a Yuu y por lo visto, no era el único. Asintió con una débil sonrisa, se deshizo de sus calzones y dejo expuesto su endurecido pene, dejando brillar la presencia de su glande, rosado y húmedo, bien despierto.
Esta vez no sintió vergüenza alguna al ser estudiado por Yuu, de hecho, recompensó su sumisión y admiración con otra sonata de besos en sus labios, mientras que, con las manos bien humectadas por el lubricante, jugueteaba cerca de su entrada.
Yuu se estremecía a cada que uno de los dedos del rubio rozaba en su entrada. Sus piernas endurecían tanto como sus nalgas y su pene, cansado, comenzaba a tomar una nueva forma.
—Lo haré, Yuu-chan... —dijo Mika, carraspeando y besando lo labios, cuello y oídos del azabache con desenfreno—. Pero tengo que prepararte ¿sí? Voy a meter un dedo.
Yuu tragó saliva, se venía el momento al que le había temido por un tiempo, pero encontró el Mikaela un consuelo enorme en esa expresión combinada entre preocupación y excitación. Asintió, estaba seguro en los brazos de su novio.
—Relájate...
Y a pesar de la recomendación del rubio, Yuu no pudo sino tensar todavía más cuerpo. Mika arrancó introduciendo sólo la punta de a poco, escuchando los quejidos placenteros de su novio, y cómo este se encogía de hombros por la sensación nueva que lo asaltaba.
Yuu cerró los ojos, se dedicó a sentir cómo ese simple dedo se abría paso lentamente en él. Sentía sus paredes separadas y un dolor enorme punzarle, pero el placer no tardaba en aparecer cuando Mika se apiadaba y le besaba en su pecho, reconfortándolo casi como si fuese un pequeño niño.
—Ya está dentro —avisó Mika, moviendo lentamente su dedo, observando cómo Yuuichiro se derretía en sus manos—. ¿Dolió?
El azabache negó, sus labios ya no podían producir nada congruente que no seán sólo jadeos o suspiros calientes. Mika permaneció unos segundos así, dando tiempo a que Yuu se acostumbrara a la sensación y a tenerlo dentro.
Tras esto, Mika se cansó, ya no podía soportar mucho más tiempo. Unió su respiración con la de Yuuichiro e introdujo otro dedo sin dar aviso. El azabache alzó la voz, tensó su espalda y experimentó un dolor más fuerte que en la víspera.
Esta vez sí había dolido.
—Perdón, Yuu-chan —balbuceó el rubio, luego movió un poco sus dedos dentro de Yuu—. Con dos serán suficientes. Los voy a mover.
Yuu aumentó su respiración, ya no alcanzaba a tomar aire como era debido cuando ya estaba dejándolo escapar, el algún momento tosió, debido a la resequedad de su garganta, pero esto no le impidió asentir a las palabras de Mika.
Los dos dedos comenzaron a dibujar formas dentro de Yuu, arrancando de él constantes jadeos de satisfacción y ardor. Mika los abría y cerraba, como si se trataran de un par de tijeras, y Yuu no se cansaba de balbucear lo bien que se sentía.
En ese momento, tras estar seguro que el oji esmeralda estaba listo, detuvo sus movimientos y lentamente sacó los dedos. Yuu pudo respirar un poco más, pero sabía lo que esto significaba; lo deseaba y temía a la vez, sin embargo, se levantó lo suficiente para robar un beso a los labios de Mika y abrazarlo al cuello.
—¿Estas listo? —preguntó el rubio, sintiendo cómo Yuu abría todavía más sus piernas, como si su cuerpo tuviera mente propia—. Levanta un poco más las caderas.
El azabache obedeció y todo lo que pudo alzó parte de su cuerpo. Con los nervios palpables y con una extraña delicadeza por no lastimar de más a su novio, Mika colocó la punta en la entrada. Tan sólo ese pequeñísimo tacto los hizo temblar a los dos y cantar como nunca antes.
Mika gruñó, sintiendo una descarga eléctrica en su cuerpo, colocó sus manos en cada pierna de Yuu para asegurarse que estas se mantendría abiertas y no arruinarían lo que muy pronto vendría. Echó una ultima mirada al rostro iluminado de su novio y con un silencio aprobatorio, entró.
Yuu alzó un fuerte chillido, que pronto se distorsionó y se perdió. Pero Mika todavía no había entrado por completo, esperó unos segundo más, a que Yuu se acostumbrara a su tamaño. Intentaba reprimir esos repentinos jadeos a los que su pecho daba vida, pero era imposible, la sensación de estar entrando en Yuu comenzaba a rayarlo en la locura.
Mientras tanto, comenzó a repartir besos a diestra y siniestra, asegurándose de dejar marcas obvias a su nombre. Mika tal vez no lo diría en voz alta, pero era verdad que su sentir de posesión para con Yuu era tan grande, que se aseguró de dejar un chupetón cerca de su pezón y debajo de su oreja, en el cuello, como si le estuviera advirtiendo al mundo que el azabache era suyo y de nadie más.
—¿Todavía duele? —le murmuró Mika al oído, mientras jugueteaba con uno de los resortes que seguían en las piernas de Yuu, embelleciéndolas, si eso era posible—. Todavía no esta dentro... no completo.
Sentían sus pechos estallar. Se perdían en sus miradas acuosas y llenas de placer, pero Yuu ahogó un suspiro.
—¡¿Todavía no?! —dijo, en un murmuro y con un tono de reproche adorable—. Ya no... duele.
Al contrario de sus palabras, Mika pudo leer perfectamente que el dolor seguía en el rostro de Yuu. No quería recibir más regaños por su parte, así que tomó aire y con morosidad comenzó a moverse hacia dentro de Yuu; quien apretó los dientes y puso todo de su parte para recibir a Mika por completo, mientras le clavaba las uñas en la espalda.
Un sonidito en donde sus pieles chocaron fue lo que Mika quería escuchar. Jadeante se levantó un poco, formó una sonrisa.
—Ya está dentro —dijo, con cuidado de no interrumpir esos débiles y tiernos jadeos de Yuu—. ¿Se siente bien, Yuu-chan? Estas muy apretado... tanto que... puedo correrme ya.
¿Era eso un cumplido? Yuu no sabía cómo reaccionar, además de que el tiempo se le acabó para ello al sólo estar pensando sobre lo deliciosa que era esa invasión. Ni siquiera viendo porno hetero sentía ese nivel de placer.
—Se siente bien... Mika —respondió el azabache, con la respiración entre cortada.
Tan sólo oir su nombre en aquel estado, algo se encendió en Mika. Había escuchado a Yuu llamarlo en otras situaciones, como cuando está enojado, nervioso, o tal vez asustado, pero jamás en algo similar. Su cuerpo reaccionó por instinto, dibujando círculos dentro de Yuu, mientras sus fluidos fungían como la música de fondo.
—Yuu-chan —llamó Mika, emocionado—. ¿Escuchas nuestros cuerpos? Ese sonido... me gusta.
Yuu sólo afirmo, mordiendo sus labios, totalmente entregado al placer de su recto.
El rubio gruñó. Ya había esperado lo suficiente para que su novio conociera y se acostumbrara a su tamaño. Comenzó a moverse lentamente, sin avisar.
—Yuu-chan, ya no lo soporto —dijo Mika—. Voy moverme.
Un débil "Hazlo" evocaron los labios de Yuu, y a la sazón, con una extraña maestría, Mika comenzó a entrar y salir de Yuu. Lo hacía con una lentitud que lo quemaba por dentro, pero lo tranquilizaba saber que Yuu estaba disfrutando todo. A cada entrada Yuu gruñía y a cada abandono, suspiraba, llenando toda la habitación de un ambiente jamás experimentado por ninguno.
Yuu comenzó a llamar a Mika por su nombre, además de vez en cuando robarle unos cuantos besos que ahogaban sus jadeos como los ríos harían con las burbujas de aire. La cama se movía a su compás, las sabanas calentaban sus cuerpos y acompañaban a Yuu en una imagen sumisa y tierna, mientras que la oscuridad brindada por la luna, hacía brillar esos celestes ojos de Mika.
A cada "Mika" el rubio respondía, formaba una mueca y con fuerza atacaba en interior de Yuu incrementando su fuerza y rapidez. Yuu agudizaba sus gritos, sus gemidos y jadeos, encontrándose sorprendido por el volumen tan agudo que su voz podía adoptar.
—Yuu... —carraspeó Mikaela, con pesadez—. Voy a correrme.
No sabía si Yuu quería que lo hiciera dentro o fuera, todavía tenía la cordura necesaria para dudarlo, aunque cumplir la petición del azabache ya sería otra cosa muy distinta.
—Hazlo... dentro —dijo Yuu, queriendo sentirse completo un poco más de tiempo tras el abandono de Mika.
El rubio asintió, no pensó en recibir esa respuesta. Sentía que su pene ardía, que la punta pronto llegaría a colapsar, así que con fuerza y con rapidez cambió la posición en que lo estaban haciendo. Se levantó un poco, sin dejar de lado su acción de entrar y salir, se apoderó de los talones de Yuu, juntó sus piernas escuchándolo suspirar sorprendido, y las levantó todo lo posible, de forma que ahora sólo tenía la visión del trasero de Yuu siendo invadido por él.
Yuu se sentía avergonzado por la posición; sus caderas estaban flotando y sus piernas siendo manipuladas por la fuerza de un Mikaela desenfrenado. A la vez sentía su próstata bien satisfecha, su pene ya había vuelto a correrse hacía sólo algunos segundos, le restaron otros pocos para recibir unas cuantas estocadas más del rubio para escucharlo gemir con vehemencia y entrar una ultima vez.
El interior de Yuu se llenó por completo, de hecho, puede que parte de la leche del rubio se derramara sólo un poco. Una vez hecho, dio otras pocas más estocadas y salió del interior de Yuu.
El azabache pudo bajar sus piernas y volverlas a abrir para darle paso al rubio de recostarse encima de él para abrazarlo y premiarlo con algunos besos.
—Yuu-chan —dijo Mika, todavía agitado, pero con ese tinte tierno en la voz—. Todo tú eres muy lascivo.
Yuu chasqueó los dientes, desvió la mirada y abrazó a su novio por la espalda, tomándose el tiempo para repasar su piel con sus dedos y poderle dibujar corazones.
—No digas eso... —formuló el azabache, para después tomar partido en los besos de su pareja—. Perdón por rasguñarte.
Mika rio, con esa inocencia de cuando tenía ocho años.
—Eso es lo de menos Yuu-chan, si lo comparamos con lo que te hice ¡Ah! Pero yo no lo lamento —respondió Mika, besando la manzana de adán del azabache—. Me gustó. ¿Y a ti?
—¡Obvio que me gustó! —respondió Yuu al segundo siguiente, dándole a Mika un pequeño golpe en la cabeza.
—¡Ah! —gritó Mikaela, apropiándose de las piernas de Yuu para colocarlas alrededor de él—. No es para tanto, Yuu-chan.
—Entonces no preguntes cuando es obvio... es vergonzoso —argumentó el azabache—. Mika.
—¿Uh?
—Te amo —soltó, con las mejillas enrojecidas, a lo que el rubio respondió con una sonrisota bien grande.
—Yo también, Yuu-chan —dijo, removiéndose otra vez—. Te amo tanto, Yuu. Ah... estoy duro, ¿Podemos hacerlo otra vez?
—¡¿Eh?! Pero si lo acabamos de hacer —defendió Yuu, recordando esas leves punzadas en sus caderas.
—Sí, lo sé —dijo Mika formando un puchero—. Pero es tu culpa por ser tan tierno ¡Hazte responsable, Yuu-chan!
—Tierno... dices —murmuró Yuu, sintiendo una sutil presión bajo la mirada celeste de Mika—. Bien, pero sólo una vez más.
—¡Que sean dos! —atacó Mika sin darle tiempo a una negación porque lo enmudeció con un beso.
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