Capítulo 5: Los Celos
ྉྉྉྉ❁ྉྉྉྉ
Tipos de amor:
Todos amamos a alguien de una u otra forma. Sé que me ama aunque quizás es una forma de amor que no encaja del todo con la mía.
ྉྉྉྉ❁ྉྉྉྉ
Una sola tarde juntos fue más que suficiente para hablar con la honestidad adornando sus palabras y corazones. Habían necesitado unas horas para confesarse y conocer aquel bello color de sus sentimientos que hacía juego con sus deseos más puros.
Los dos fueron lo suficientemente valientes en aceptarse y dar el primer paso para esa nueva vida que les esperó desde que se conocieron. Vivieron en carne propia aquellas mariposas de las que tanto presumían en la literatura y filmes románticos.
¡Eran incluso más hermosas que lo que habían creído!
Hubo muchos contratiempos y todavía faltaban algunos más, pero lograron terminar juntos, escuchar de sus propias voces un "me gustas". Una pareja destinada, así era como Mikaela pensó al poco tiempo porque no encontraba otra forma de describir tal situación.
En aquella noche del sábado tardó unos minutos más en caer dormido, y es que no podía tomar control de sus pensamientos y deseos. No era de esos que le daban importancia a las primeras veces, pero esta vez parecía que su sensibilidad estaba tomando posesión de él; su primer beso, y ahora la primera vez en la cama, no en el sentido que quisiera, pero estaba bien satisfecho de poder tener el cuerpo del trigueño tan cerca.
Todo esto lo ameritaba, se trataba de Yuuichiro, el chico del que había estado enamorado unos buenos años.
Estaba emocionado, no había otra forma de explicarse. Muy eufórico, pero no podía expresarlo de otra forma que no fuese con una sonrisita silenciosa y ese tierno brillo en sus ojitos de ensueño. No quería despertar a Yuuichiro y recibir un regaño o tal vez un castigo y terminar durmiendo en su habitación, de hecho, ya no quería dormir en su cama porque ya había encontrado su sitio en ese lugar.
Se encontró bien cómodo en el nicho de Yuu y más aún, abrazándola, sintiendo ese calor único y esa figura bien formada.
Estaba bien seguro, todo esto iba más allá de los placeres de los sentidos, y de cualquier otra relación que pudo haber tenido en el pasado. Podía ser él mismo. Amaba a Yuuichiro tanto que el corazón se le encendía a guisa de sólo un recuerdo y estaba seguro que era igual de correspondido, pues esas acciones y expresiones del otro gritaban bien fuerte todo lo que ocultaba tras ese rostro avergonzado.
Tiempo después, y en contra de su voluntad, el peso del cansancio lo hizo cerrar los ojos. Esperaba poder encontrarse con su amado en sus sueños, porque no quería perder tanto tiempo sin verlo.
Al final, trabajar hasta la madrugada le cobraba una alta factura que sin falta aparece bajo esos ojos cansados y con tenues ojeras.
Había sido el mejor día de su vida. Nadie se lo podía discutir.
De tal forma trascurrieron tres días, en los cuales iniciaron con el fin de la idealización de una pareja para dar paso a la realidad. En tal tiempo Mikaela no se cansó de disfrutar de Yuu en lo que sus tiempos libres les permitían y de cuando en cuando el azabache se portaba un tanto travieso, además de terco.
Las cosas comenzaron a cambiar; había una clase de confianza incluso mayor a cuando eran amigos en algunos aspectos, aunque el rubio no dejaba de ocultar algunas cosas; cada cual comenzó a conocer aspectos malos del otro y eso los hizo caer en cuenta de que había cosas por cambiar y adaptar. Mika debía comenzar a ver más por su sueño y descanso, porque esa era una de las preocupaciones del azabache y tanto le costó que el rubio lo entendiera.
Mientras tanto, el de ojos esmeraldas se comprometió a ser mas ordenado y no pasar tanto tiempo frente a la pantalla, porque de cierta forma la limpieza también le costaba tiempo al rubio y tampoco quería ser cambiado por un juego.
En cuanto a las amistades, Mika sabía que Yuu no podía ni ver a sus amigos en pintura, pero en ese aspecto no había nada por hacer. No iba a dejar de lado a sus amigos y si se lo preguntaran, tampoco les tiene gran aprecio a los amigos de Yuu, pero entiende que si él los escogió fue por algo.
La vida como pareja y sus problemas con sus discusiones incluidas parecía que tenía un nivel de dificultad que a veces podían superar y otras veces no. Nadie les había hablado de estas cosas, aunque era obvio que no todo el rato iba a ser color de rosa y un completo ideal.
Se comprometieron a cambiar algunas cosas por el bien de sí mismos y claramente de la relación. No iban a permitir que cosas tan pequeñas comenzaran a representar una amenaza a su amor; Yuu era primerizo en esto, pero comprendió la importancia de Mikaela. Mientras, el rubio, si bien no era primerizo en una relación, esta vez puso empeño en ella más que en ninguna otra.
Era la primera vez que ambos adaptaban sus defectos por alguien más y si una discusión se presentaba, yuu se prestaba a escuchar y no gritar, como era su costumbre. El rubio no gruñía o rezaba entre dientes, mejor se limitaba a exponer sus puntos y a adoptar sus fallas.
Así lograban llegar a un acuerdo y cuando no era posible, se daban unas horas para enfriar sus ideas y llegar a una solución.
¿Podría ser cierto? ¿Sería pan comido mantener la relación que tanto habían añorado sin que alguno cometiera un error del cual se podría arrepentir? Estaban tan sólo comenzando y la realidad les aplastaba tal como un elefante a una hormiga.
La verdadera historia apenas estaba comenzando. Todavía no conocían la verdadera cara de los celos y lo que podía desgarrar en sus interiores, además, el celular mi Mikaela no dejaba de sonar, haciendo preocupar al azabache por la identidad del hombre que levantaba el mar humor en el rubio. Era el mismo tipo del sábado pasado, fue fácil deducirlo.
Faltaban piezas por reclamar su sitio para revelar la verdadera imagen de este nuevo amor. Faltaban cosas por conocer y enfados por vivir.
Era miércoles por la madrugada, el reloj que colocaban en la esquina superior de las noticias, esas que estaban para aquellas personas que sufrían insomnio, marcaban quince para las dos de la mañana. En todo el departamento, entre la oscuridad, sólo estaba la luz tintineante del televisor y la voz del presentador que tanto detestaba Mikaela.
La puerta principal se abrió con lentitud. La sombra que recién llegaba no quería despertar al azabache que creía, estaba en su habitación. Cruzó el umbral de la puerta para encontrarse con la cautivadora escena de un Yuuichiro dormido y abrazado a la cobija azul del sábado, el televisor encendido y una taza con café a medio beber.
Se aseguró de guardarse muy bien aquella imagen en la memoria, porque como cualquier otro enamorado, quería ver todo tipo de expresiones en su novio. Internamente agradeció ser correspondido, ser aquel hombre que podía reclamar el corazón de Yuuichiro.
Era un afortunado, pensó.
Mika recién llegaba a casa, habían cerrado el bar unos minutos antes. Volvió alegre tan sólo por ese detalle, además, trabajar ya no era tan pesado si pensaba en que podía ser recompensado su cansancio con unos mimos por parte del oji esmeralda.
—Yuu-chan... —suspiró cerrando la puerta. Guardó sus llaves en su mochila la cual, dejó en el suelo en la misma esquina de siempre—. Otra vez no... Detesto a ese presentador, prefiero al de la tarde.
Deslizó sus pasos hasta la mesita de centro, tomó el control y apagó el televisor. Se dejó caer al lado de Yuuichiro con la intención obvia de despertarlo, mientras que encendía la pequeña lampara que tenía a su derecha. La luz ofrecida, aunque opaca, era suficiente para alumbrar ese sitio de la casa.
—¿Qué haces despierto tan tarde, Yuu-chan? —preguntó Mikaela a la sazón de que lo despojaba de la cobija para que volviera a sus cinco sentidos.
El azabache formó un par de muecas, tiernas para Mika. Se rascó con suavidad sus ojos y se lamió los labios; no recordaba su sueño, pero estaba seguro que ese frío que lo asaltó tan de repente fue culpa del rubio que había dejado a su lado la manta.
"Malvado, así me tratas cuando esperé por ti" pensó Yuuichiro volviendo a ser él mismo con ese ceño fruncido. Estaba lejos de decir aquello con voz alta, o al menos eso creía.
—Quería esperarte. Además, no estaba despierto, alguien me despertó y eso es muy distinto —dijo, con un palpable titubeo en la voz y un leve tono de reproche. Aún le costaba ser honesto en esos momentos dulces, pero ese bochorno de su parte ya era un postre bien sabroso para el oji celeste.
Yuu desvió su mirada, sintió su rostro caliente pero no pudo escapar por mucho tiempo de Mikaela. El rubio no dejaba escapar ni un sólo momento y es que, ya podía ser honesto, ya podía robarle besos o incluso, ser más atrevido tanto con sus acciones como con sus palabras.
—Ah, ¿ahora es mi culpa? Otra vez haciendo esas cosas, eh —alegó Mikaela, con un tono fingido de autoridad a la vez que atrapaba una de las manos de Yuu en las suyas y brindaba en su paso caricias suaves y calientes con sus dedos—. Sabes que está prohibido hacer esto. Tú tienes trabajo por la mañana; ya habíamos discutido este tema.
—¡Lo sé! —respondió Yuu con apuro—. Pero hay veces que no puedo descansar...ya sabes... necesito verte un poco más de tiempo.
Al parecer la voz de Yuu se fue perdiendo cuantas más palabras rezaba, y aunque Mikaela lo escuchó a la perfección, decidió molestarlo. Tan sólo lo provocaría un poquito, cosa de nada.
—¿Qué? —dijo, llevándose una mano a su oreja, como si no hubiera escuchado bien—. ¿Qué dijiste?
Yuu gruñó. Conocía esas intenciones de su novio, pero tampoco podía hacer algo para contrarrestarlas.
No tenía de otra.
—¡Que quería verte! —dijo con fuerza, y esta vez su rostro sí se coloreó de un fuerte rosa.
Mikaela rio, a esto se refería con sentirse vivo aún después de tener el cuerpo agotado. Tan sólo una imagen así lo cautivaba, le era más que suficiente siempre y cuando Yuu no se excediera de atractivo.
—También quería verte, Yuu-chan —confesó y ansioso de saber la reacción de su novio, se lanzó a robarle un beso. Era algo así como su beso de buenas noches.
Una caricia simple, pero sin lugar a dudas, encantadora como el mejor hechizo de magia. Era como un príncipe besando a la princesa para despertarla del sueño y encontrar en el brillo de sus ojos un amor eterno.
Yuu aceptó el beso. Tan sólo el tacto de sus labios le espantó lo ultimo que tenía de sueño, le hizo olvidar la discusión que tuvo con un cliente en la librería y las burlas de la traviesa de Shinoa. Nuevamente eran sólo ellos en todo el mundo. Sus alientos se habían combinado por fin, después de mucho tiempo y aquella llama reavivó en ambos, haciéndoles sentir vivos y completos.
Se necesitaron y cuando sus labios encontraron el camino a la calidez, sus cuerpos encendieron la atracción.
Para cuando se separaron Yuu se llevó las manos a las mejillas. Enmudeció, Mika lo había tomado por sorpresa y en esas situaciones la mente se le volvía un tornado; se ponía en blanco y sólo podía pensar en sus nervios y la sensación que experimentó.
—Qué tierno —murmuró el rubio cubriendo sus labios para ocultar sus risitas.
Yuu le empujó con poca fuerza por los hombros. Le gustaba escuchar eso de la misma voz de su novio, pero no quería decir que era fácil reaccionar de forma correcta.
—¡No lo digas así! —exclamó Yuu intentando cubrir los labios de Mika.
El rubio seguía riendo, ahora más fuerte mientras se debatía un duelo tierno de empujones en donde pronto y como era esperarse, obtendría la victoria.
—¡Pero es tu castigo por no cumplir con las reglas! —dijo Mikaela tan animado, que no parecía haber salido del trabajo y llegado a casa a las dos de la mañana.
En el duelo, el objetivo de Yuuichiro era callar de una vez por todas las burlas y trampas de Mika, a lo que el contrario luchaba por el caso contrario. De tal forma fue que, en medio de que el rubio lamía la mano de Yuu y este se apartaba formando muecas de asco y limpiándose en la ropa, luchando cada cual, con sus pobres medios, el azabache terminó montando a Mikaela y para cuando se dio cuenta ya era muy tarde.
Llegaron a una situación en donde Mikaela aprovechó para atrapar a Yuuichiro de las caderas, recostarlo por sobre él y sentarlo en sus piernas. El azabache, sobre el regazo del contrario y entre jadeos, se vio obligado a abrir las piernas y sentarse por sobre la pelvis de Mikaela.
Yuu ahogó un jadeo, quejido y bufido por el momento. Conocía a la perfección aquella pose y por más que quiso escapar, se le negó con la fuerza de Mikaela. Tenía un sentimiento de miedo y vergüenza unidos.
Volvió a enrojecerse y sus nervios lo delataron con sus manos temblorosas y con los dedos fríos.
—Te atrapé —dijo Mikaela sonriendo con esa maldita ternura que usaba a su favor, Yuu no tardó mucho tiempo en darse cuenta de esa artimaña.
Yuu negó, tenía el ceño fruncido, pero era cuestión de tiempo para que terminara sucumbiendo. Colocó una mano por sobre el pecho del rubio para hacer un poco de distancia, pero el tacto era caliente, podía sentir la respiración del rubio y eso lo impacientaba todavía más. Todo estaba en contra de él; tenía las de perder.
—No, Mika... suéltame —rogó, aunque en un punto dejó de hacer fuerzas y se mantuvo quieto, tan manso como para rozar las puntas de sus narices con total delicadeza.
El mayor negó divertido, se recostó en el sofá, por lo que Yuu también tuvo que hacerlo al verse manipulado con ese agarre en sus caderas.
—No quiero —sentenció Mikaela, manteniendo su total atención en todas esas expresiones a las que Yuu daba vida. Reforzó el agarre a Yuuichiro—. Mejor dime, ¿Cómo estuvo tu día?
¡¿Cómo esperaba que Yuu pensara correctamente en un momento así?!
Lo intentó, y pese a ello sólo podía pensar en lo peligrosamente cerca que estaban sus cuerpos y que temía a sufrir una erección. Bien, de momento evitaría el moverse de más y rozar aquello con abuso; hay que decir que los pantalones ajustados que portaba Mikaela no ayudaban mucho.
El trigueño hizo fuerza en sus labios, intentó ocultar su mirada de ese brillo felino en la de Mikaela, pero sus esfuerzos fueron infructuosos cuando el mayor se removió haciendo evidente la presencia de su tamaño debajo de Yuuichiro. Sabía muy bien su posición y sus ventajas, Mika no era tonto y encontró un placer genuino cuando Yuu ahogó un jadeo.
Esa era su música favorita.
—¿No vas a decir nada, Yuu-chan? —atacó Mika con voz taciturna, ronca y atractiva.
—¡Qué terco eres! —fueron las palabras del azabache en respuesta. Hizo acopio de todas sus fuerzas y su mermada cordura para dar razón a un par de oraciones lógicas.
Dudó un poco, dando todavía más gusto al rubio. El ambiente se comenzó a calentar, como en muchas situaciones previas y similares.
—Shinoa... Shinoa estuvo molestándome todo el día —soltó Yuuichiro en una guerra contra el titubeo. Mika escuchó con atención y el rostro calmo—. Y también discutí con un cliente que no entendía algo sobre las editoriales que vendemos.
Un "Uhm..." resonó de los labios de Mikaela.
—Supongo que pasa lo mismo en el bar cuando no entienden las marcas que usamos... —murmuró el rubio, dándole total razón a su novio de sentirse furioso contra algunos clientes tercos y parcos. Pero hizo una mueca, curioso por las intimidaciones de la peli violeta—. ¿Pero por qué te molestó shinoa? No me digas que la provocas...
—¡No la provoco! —dijo, aunque en parte era mentira—. Ella siempre me molesta por ser virgen. Si tengo hambre, es porque soy virgen. Si estoy estresado, es porque soy virgen... Ella siempre es así.
Había soltado sin pensar nuevamente en la situación en la que se encontraban. Al final, Yuu se echó un suspiro, rendido por la idea de que todos los días debía soportar esos comentarios que más que sacarle un sonrojo, lo confundían hasta llegar a pensar que Shinoa sólo pensaba en molestarlo. Era como si solo viviera para ello.
Una flecha, casi como para alertarlo de sus palabras, se le clavó en ese momento. Dio un respingo y justo como lo había pensado, una expresión traviesa se formó en el rubio; sus belfos formaron una corta sonrisa y sus ojos brillaron cual gato.
—Por ser virgen... —repitió Mika con su voz pesada y una lentitud mortal, erizando la piel de Yuuichiro.
¡Lo que menos quería era hablar de eso con Mikaela!
Habían ciertos temas que todavía no podían tocar sin sentirse incómodos, tristes o avergonzados. Aquí una prueba de lo mucho que su relación necesitaba madurar.
—Eso lo podemos arreglar si quieres —sugirió, riendo travieso.
Su risa se sobrepuso a las negaciones del azabache. No supo por qué de todo lo que pudo haber dicho, soltó el tema de su virginidad; era como ofrecerse a un león con el cuerpo desnudo y lleno de salsa.
Él mismo lo causó.
No había tenido tiempo para pensar muy bien en sus palabras y eso le dio más ventaja al rubio.
—¡No digas tonterías! —reclamó el azabache, dando un leve golpe al pecho firme de su novio. Desvío la mirada; los dos estaban disfrutando el momento—. No ahora... por favor.
Yuu vaciló. Mika se percató que tal vez pudo haber cruzado de más la raya; ciertamente en otros momentos hablaron de un tema similar, sobre su unión, pero ambos habían convenido que aún era muy temprano para dar ese paso. Encima, dejaron aquello para un momento especial, no querían hacerlo sólo por cumplir y ya.
—Ya, lo siento —comentó Mikaela, a la vez que disminuía la fuerza en el agarre del azabache, pero este jamás se removió.
Eran esas pequeñas acciones en las que Mikaela se daba cuenta que Yuu coincidía con la decisión de no terminar nada, sino de dar un paso lento a ese coqueteo en el que comenzaba a tomar partido.
El oji celeste le dio un nuevo y corto beso al de mirada esmeralda, como si con ello le quisiera robar su incomodidad, apropiarse de ella y librarlo para otorgarle la paz. Se mantuvieron un momento más, explorando sus lenguas, haciendo de su saliva un dulce néctar hasta que el mismo Mikaela terminó con el gesto dando un corto y débil mordisco al labio inferior de Yuu.
Conocía ya de sobra lo mucho que le agradaba a Yuuichiro ser mordido.
—¿Quieres saber mi día? —preguntó y el mancebo asintió con cuidado—. Bueno, fue aburrido. Crowley no paraba con ese tema del alcohol, es un maldito borracho y Ferid de observarlo con recelo. Pero sabes, te extrañé mucho; quería verme reflejado en tus ojos. Escuchar mi nombre con tu voz y apropiarme de tu cuerpo... justo como ahora.
Ni Yuu ni Mikaela se movieron.
El rubio pudo haber adoptado un tenue sonrojo en sus blancas mejillas, pero para Yuuichiro fue realmente difícil darse cuenta cuando, de pronto, sintió una de sus manos ser atrapada.
Se hacía el mudo cada que Mikaela hablaba de tal forma. No es que no sintiera lo mismo, sino que se abrumaba tanto que su mente comenzaba a vagar sin control; escuchar aquellas palabras que por tanto tiempo se había guardado el rubio le ganaba terreno tanto en su corazón como en su propia mente.
Con lentitud y casi como un ladrón, Mikaela se adueñó de la diestra de Yuuichiro. Ya no podía esperar por más tiempo. Había preparado tal momento en su cabeza por todas las noches desde ese día; se llevó la mano del menor debajo de su camisa negra a botones.
Yuu se atacó por el tacto. Intentó sacar su mano, librarse del agarre, pero ni bien lo sintió Mikaela, aplicó más fuerza y lo obligó a palpar con sus dedos su abdomen, el cual, si bien no estaba marcado, sí era plano y delicioso como lo había imaginado el azabache. La piel estaba caliente, y tan tersa que Yuu pudo haber enloquecido.
—¡¿Q-Qué haces?! —intervino, sin poder dar marcha atrás a nada. En algún punto donde Mikaela comenzó a ejercer un lento movimiento para dar más zona donde tocar, Yuu comenzó a disfrutarlo—. Eso no cre...
—La otra vez, Yuu-chan —repuso Mikaela, callándolo de golpe ¡¿Cómo era posible que pudiera mantener ese tono amable en su voz en un momento así?!—. La otra vez que llegué a casa todo empapado, esa vez que fui a correr con Crowley, noté tu mirada. Me comías con ella.
Yuuichiro se encogió de hombros. Sí, era muy malo para despistar, pero no era su culpa.
—N-No sé de qué hablas —defendió inútilmente, tanto que hizo reír a Mikaela.
—Sabes muy bien a qué me refiero —respondió para dar énfasis en los movimientos debajo de su camisa, casi llegando a su pecho—. ¿No quieres tocar?
Yuu no respondió, se reservó de ello al menos por unos segundos en donde mantuvieron un tipo de combate con las miradas. Era como si estuvieran midiendo quien iba a soportar más que el otro; como era de esperarse, Yuu fue el primero en desistir a favor de su inocencia y suavidad. Chasqueó los dientes, más le valía ser honesto o Mikaela podía hacer otra cosa para obligarlo a confesar.
Asintió, sacó la fuerza de su orgullo para admitir que sí quería tocar.
Mikaela redujo su respuesta a unas cortas risas seductoras, evocando en Yuu el mismo sonrojo de la víspera.
—Lo sabía —le dijo, sabiendo que a Yuu el ratón le había comido la lengua—. Eres tan tierno y obvio.
—¡Mika! —reprochó el otro llamando a su nombre con agudeza.
—¡Es la verdad! —dijo, tomando control de sus risas. Por eso era afecto a llamar tierno a Yuu; adoraba su reacción—. ¡Ah! Ahora que lo recuerdo, ¿sí pediste permiso de faltar al trabajo para el día de mañana?
El mancebo asintió, casi formando un puchero. Ya eran dos veces que se le tachaba de tierno en un sólo día.
—Sí —dijo con un leve tinte de reproche en la voz—. Aunque Shinoa no quiso en un primer momento.
—Le doy la razón —respondió Mikaela, ya teniendo en mente los planes para el día de mañana—. ¿Quién puede vivir un día sin verte o sin tu ternura?
—¡Mikaela! —volvió a atacar Yuu, ahora sí con la intención de terminar con las caricias. Se llevó la mano que tenía en el vientre del rubio para brindarle un merecido golpecito en la cabeza.
—¡Ya, ya! Lo siento —repuso el rubio entre risas—. Es que sí es divertido provocarte.
—Divertido... —chasqueó los dientes, con el ceño levemente fruncido—. No sigas, mejor dime; ¿a ti te dieron permiso?
Mikaela asintió como si fuese un niño. Un día antes habían acordado en faltar un día a su trabajo para tener una tipo cita; irían a un centro comercial a comprarse ropa para la reunión del sábado. Reunión a la cual Yuu sintió que fue tomado con la guardia baja al ser invitado mientras estaba entre el sueño y la cordura, porque de estar en sus cinco sentidos, hubiese rechazado la invitación inmediatamente.
No se cansó de recordarle a Mikaela que había hecho trampa al invitarlo de tal forma.
—No tuve muchos problemas —respondió Mika, recordando lo que tuvo que dar a cambio del favor—. Crowley tomará mi lugar. Me costó una cena, pero fue justo.
¡Esa era la oportunidad! Yuu tomaría revancha de todo lo que sucedió hasta ahora al sólo burlarse de ello. Para él era más que suficiente; formó una sonrisa bien grande en sus labios y justo cuando iba a comenzar con un "Ah, te lo mereces" el tono de llamada del celular del rubio le interrumpió en el "Ah".
Mika se removió lo suficiente como para sacarse el celular del bolsillo y los dos observaron el numero en la pantalla. ¿Quién podía llamarle a las dos de la mañana? El momento se les arruinó, los dos conocían muy bien el numero; era ese que no dejaba tranquilas las inseguridades de Yuu y de vez en cuando comenzaba peleas en la pareja.
Yuuichiro bajó de las piernas de Mika, no hubo resistencia para esa acción.
—Es él... otra vez —dijo Yuu como si estuviera recitando un hechizo de mala suerte que les levantaba los nervios.
Mika asintió. El rostro se le había cambiado prontamente; ahora sí parecía cansado, molesto y con unas ganas tremendas de buscar al responsable de la llamada para ponerlo en su lugar de una vez por todas.
—C-Cierto, no me has dicho quien es él —dijo Yuu, sugiriendo indirectamente hablar del tema.
Recibió por parte de Mikaela una mirada filosa, de esas que callan los pensamientos y achican al corazón. Frunció su ceño.
—No hay necesidad de hablar de él —respondió cortante.
Siempre pasaba esto; Yuu intentaba saber y Mikaela cortaba su curiosidad de tal forma. No alcanzaba a entender el temor del azabache infundado por todas ideas locas que se le forman en la cabeza, pero la realidad es que Mika sentía vergüenza y rabia hablar de eso; era para él una parte de su vida que le hacía ver vulnerable y no quería que Yuu lo supiera, al menos no hasta que él mismo estuviera listo para discutirlo.
—Pero te sigue marcando —se aventuró Yuu a insistir, casi con el deseo de esconder su voz—. ¿Por qué no contestas y luego hablamos?
Mikaela dio un leve salto, estaba comenzando a molestarse y lo que menos quería era discutir con su novio horas previas a su cita.
—Porque no es importante, ya te lo he dicho muchas veces —sentenció el rubio dando por terminado el momento incómodo.
Observó la desilusión en el rostro de Yuuichiro y lo tomó por lo hombros para llamar su atención y brindarle una corta sonrisa. Yuu intentó imitar su gesto, pero el celular sonando y con la pantalla encendida le confundía y distraía.
Mika chasqueó los dientes, tomó su celular y lo apagó.
—Olvidemos esto —propuso—. ¿Por qué no vamos a dormir? Podemos dormir hoy en mi habitación y puedes usar mi ropa.
Yuu negó, le dolió la decisión que tomó, pero lo veía justo al saber que Mika todavía le guardaba secretos, unos muy fuertes e importantes que se mostraba reacio a compartir.
—No —dijo, y eso era muy raro en él. Se deshizo de los agarres de Mikaela—. Sólo podemos dormir juntos si me dices quien es y la razón por la que cambias de humor cuando llama.
Mikaela enmudeció. Yuuichiro jamás había puesto unas condiciones semejantes.
Los dos se pusieron en pie; él también era igual de terco y en sus miradas encontraron esa determinación en donde no darían el brazo a torcer.
—Entonces cada quien tendrá que dormir en su cuarto —completó a la provocación del azabache, con la pequeña ilusión de que se retractara. Yuu asintió, estaba por dar paso al pasillo y cruzar a su habitación cuando Mika le detuvo—. ¿Y mi beso?
—Hoy no, Mika —resolvió Yuu con obvio dolor en la voz.
Mika no podía saberlo, pero Yuu estaba haciendo un esfuerzo tremendo en no arrepentirse de su decisión. Debía admitirlo, no saber nada lo ponía molesto y celoso. Todavía más empeoraba la situación el recordar la vez que escuchó esa llamada; se hacía una idea a lo que sucedía, pero tampoco estaba tan seguro.
De un empujón de poca fuerza se deshizo de la mano de Mikaela en su brazo. Bajó la mirada al suelo, arrepentido por la acción pero orgulloso por su decisión.
—Ya estoy muy cansado el día de hoy —era mentira, estaba sediento de los labios del rubio, pero también temeroso a perderlos—. Ya será mañana. Buenas noches.
Le pareció que el sacrificio podía llegar a valer la pena; sentía que debía mostrar aquellas decisiones que no estaba dispuesto a tolerar. Cuando estuvo libre, corrió a su habitación, ya no le importaba si Mika le iba a responder a ese desconocido o no.
Después de cerrar la puerta con cuidado de no hacer mucho ruido, pegó un saltó y se escondió debajo de sus sabanas. No sabía a ciencia cierta si quería llorar, pero sí que el pecho le dolía por haber rechazado a Mikaela, y más al saber que este le preguntó y no actuó por cuenta propia; ambos conocían las circunstancias de esas situaciones.
Parecía que Mika no se sentía con el derecho de tocar a Yuuichiro, y lo dejaba con una enorme incógnita en el corazón. Pensó que tal vez sus formas de amar eran un poco distintas y eso lo lastimó.
Yuu rebuscó su celular debajo de sus cobijas y mandó un mensaje a una persona que estaba seguro lo iba a calmar lo suficiente como para ayudarlo a dormir.
Y como lo había previsto, tras hablar un rato más, los chicos se despidieron y quedaron dormidos. Yuu se sintió solo por primera vez, como si la cama fuese demasiado grande a pesar de ser individual.
Esa madrugada, cuando Mika estaba seguro que Yuu ya se había quedado dormido, encendió su celular. Más culpable no se pudo sentir. Mientras redactaba un mensaje de texto y revisaba que tenía quince llamadas perdidas, se encaminó con paso lento a su habitación.
Chasqueó los dientes, lo que le molestaba era que el hombre de cabellera de fuego tenía razón. Tarde o temprano Yuu debía enterarse de su error, y aprendería a vivir con él. Encima, desde el punto de vista de Crowley no parecía tan grave, tampoco había matado a alguien, pero para él era fácil expresarse así cuando no es su problema directamente.
Mika bloqueó su celular después de ponerlo en silencio. Sinceramente las fuerzas se le habían desaparecido desde que supo que iba a dormir lejos de Yuu ¿de verdad iba a poder descansar?
Se deshizo de sus botas, de su camisa y con solo esos pantalones se echó a dormir. No tenía el humor de ir a buscar su pijama, no tenía sentido si Yuu no se burlaba de ella.
Se recostó en la cama y abrazado a una almohada, que era una triste sombra de una ilusión de Yuuichiro, comenzó a cerrar los ojos, culpándose de lo cobarde que fue otra vez.
Igualmente se sintió solo y destrozado.
Tenía que aprender y encontrar la forma de hacerle saber a Yuu sobre Jomei, su ex pareja, con la cual intentó olvidarlo y como era obvio, terminó en un total fracaso.
Salieron con premura de la casa, ya la mañana se les había escapado. Evitaron perder mucho tiempo pues se habían despertado tarde, así que llegaron al centro comercial que habían acordado alrededor de las dos de la tarde. Camino a él nadie se atrevió a tocar el tema.
Mikaela se comportó como si nada hubiese pasado hacía unas horas. Sonreía y lo abrazaba con total libertad, se había asegurado de mantener su celular en silencio; ya no quería tener que pasar por algo similar.
Esa fue su solución, que, aunque tonta y cobarde, funcionó ese día.
Mientras tanto, Yuuichiro se dejó llevar al poco rato. Era cierto que de los dos era al que más se le podía leer la confusión en el rostro, pero también quería pasar un buen día al lado de su novio. No tuvo reparo alguno en tomarlo de la mano en la calle, de coquetearse entre ellos y robarse besos en pleno público, porque era para él un orgullo ser su pareja.
El mundo entero debía enterarse de lo mucho que se amaban.
El rubio había propuesto ir a comer algo porque desde la mañana no habían probado un solo bocado. Yuu aceptó, pero jamás pensó que llegaría a fastidiarse en medio de la comida.
Dio un mordisco más a su hamburguesa, el hambre se le estaba escapando como tan rápido se sentía furioso. Levantó su mirada esmeralda y se encontró con Mikaela, lamiéndose los labios tras haber mordido una papa frita.
—¿Pasa algo? —preguntó el rubio cubriéndose los labios.
Yuu negó y tragó su comida para darle un sorbo a su soda. A decir verdad, no pasaba nada, pero desde que habían llegado, tomado asiento en esa mesa, sea quien fuere, entrase o saliese, o se quedara a comer una tonta hamburguesa, se le quedaba mirando al rubio con obvia fascinación.
Era molesto, Yuu formó una mueca como un niño molesto y celoso de ver que su mejor amigo se juntaba con otro niño.
¡No podía concebirlo! Estaba de acuerdo en que Mikaela era muy guapo, pero también que la gente solía propasarse con las miradas que le regalaban. A veces hasta algunos llegaban a decir entre ellos "Mira, ¿Verdad que es guapo?"
¡No era imaginación del trigueño!
Sí que los llegó a escuchar al menos a un grupo de adolescentes y jovencitas, de esas que se escapan de su escuela para pasar un rato de ocio. Y bien, no era para menos, Mika no sólo era guapo, pensó Yuu, sino que también tenía buen gusto para vestir, por lo que todavía llamaba más la atención.
Se sentía cegado y opacado por tales pensamientos.
—¿Seguro que no pasa nada? —volvió a preguntar Mika.
Yuu gruño, le dio un mordisco violento a su comida y masticó.
—Que no —le dijo con la boca llena—. No pasa nada.
Al instante Mikaela formó una débil sonrisa. No podía leer la mente de su novio, pero esa expresión sin duda podía ser una de sus celos infundados por sus inseguridades; suspiró y tomó una servilleta.
—Ah, no tienes remedio, Yuu-chan —dijo, mientras por sus espaldas cruzaron un par de jovencitas que no pudieron disimular su asombro y admiración.
Con la servilleta limpió la comisura de los labios del castaño. Sus ojos celestes casi querían atesorar la típica escena donde el más distraído se mancha los labios y el ventajoso le roba un beso a causa de ello.
—¡O-Oye! —farfulló el castaño con un tenue color durazno en las mejillas. Tomó la servilleta de las manos de Mika y se encargó de limpiarse bien.
—Esa mala costumbre no se te va a ir ¿cierto? —burló el rubio—. Siempre has sido así desde niño.
El menor chasqueó los dientes. Era distraído y un poco brusco para comer, no era fácil cambiar tales aspectos por más que quisiera.
—No es para tanto —bisbiseó, desviando la mirada con el ceño fruncido—. ¿Por qué tienen que verte tanto? Es molesto.
Debía dejarlo salir o se le consumiría el corazón. Mika se sorprendió; "¿Está celoso?" pensó para después dibujar una sonrisita traviesa. Estaba al tanto de esa atención que algunos le prestaban, pero comenzó a dejarle de dar importancia desde hacía tiempo.
—¿La gente? —preguntó y Yuuichiro asintió con total bochorno—. Bueno, eso no lo puedo evitar. No puedo detener a cada una y decirle "Oiga, no me vea porque mi novio se pone celoso y gruñón".
Inmediatamente Yuu reaccionó al comentario. Negó con fuerza y vergüenza.
—¡No me refiero a eso! —dijo—. ¡Y no me digas gruñón!
Su comentario logró aliviar la bruma que se había levantado en Yuuichiro, y de paso, lo hizo reír cada vez más y mejor.
—Pero si es cierto —dijo Mikaela entre risas, haciendo que Yuu se cruzara de brazos—. Como sea —se limpió las lagrimas y tomó aire—. Ellos podrán verme, pero jamás armarían un plan en una nota; "Cómo conquistar a Mikaela y no morir en el intento".
Yuu no pudo más, se coloreó de rojo su rostro. Se levantó de su sitio de un salto y gritó, pero al ver que había llamado mucho la atención de las personas presentes, volvió a su asiento y apuntó a Mikaela muy amenazante. No podía creerlo, se había asegurado de guardar muy bien esa cosa.
—¡La nota! ¡Tú, tramposo! ¡Metiche! ¡Chismoso! —lo describió y Mika se apropió de esas palabras con una sonrisa bien orgullosa y cínica—. ¡¿por qué tuviste que leerla?! Es más ¡¿Cómo la encontraste?! Seguro hurgaste en mis cosas, metiche.
Mika tomó su mano, atrapó el dedo índice con el que lo apuntaba y se inclinó por sobre la mesa para acercar sus rostros. Parecía que lo estaba retando, pero eso también era una chispa, un lindo fuego artificial en su relación.
—Primero cálmate, que se te va a salir el corazón por la garganta —le sugirió con una maldita calma y burla combinadas—. No, no hurgué en tus cosas. No me quiero encontrar con un calcetín tan sucio que tenga vida propia. Más bien, debiste de guardarla bien y no dejarla a la vista de todo mundo; y claro que la leí, ¿No era más fácil decírmelo directamente?
—No, no lo era —respondió el azabache, recordando que sí había dejado expuesta la prueba, pero eso no borraba la vergüenza enorme por la que tuvo que pasar al saber que Mikaela se percató de tal bobería—. ¿Y tú no me lo podías decir antes? Algo como "Yuu, me gustas".
Mikaela negó, admitió que en ese punto el azabache había ganado, pero le sucedía lo mismo; tenía miedo al rechazo. No encontró ningún tipo de prosperidad en la conversación, así que se inclinó todavía más, lo suficiente para juntar sus labios y mostrar a la gente que él ya le pertenecía al hermoso trigueño de ojos esmeraldas.
Mika tomó a Yuu por el mentón, no le permitió separarse hasta que él quiso y no soportó más. Terminó el beso, no sin antes de darle otro pequeño mordisco en los labios, el cual extendió un poco más de tiempo.
Se separó y le brindó una inocente sonrisa, a lo que Yuu respondió con una expresión tímida, pero satisfecha.
—Ya no hablemos de eso ¿sí? —propuso y esta vez Yuu estuvo más que de acuerdo—. Vamos a terminar de comer. Después de comprar la ropa ¿no quieres ir al cine? Yo invito.
Yuu inspiró hondo. Bebió de su soda una vez más y el tacto de los labios de Mika no se despareció, de hecho, sus labios se adormecieron como si fuese eso algún truco de magia; asintió, más valía disfrutar este día juntos en donde era más que justo dejar de lado esa angustia por el hombre de las llamadas.
Fue de una forma un poco curiosa en donde el día se desarrolló. Las miradas no terminaron, pero Mikaela las cortaba de tajo en cuanto se abrazaba al brazo de yuuichiro, dando así la imagen completa de una pareja satisfecha y de ensueño.
Yuu rodaba la mirada, disfrutando del agarre se dejaba contagiar por el calor del rubio y ese tono dulce embriagante de su amable voz. Así visitaron poco más de tres tiendas departamentales; ambos compraron un conjunto de ropa, la cual iba un poco combinada a petición del mayor.
Con bolsas en mano y con la ilusión de ver al contrario con su nueva adquisición, se detuvieron en el pasillo que daba al umbral del cine. La gente se desplazaba de un lado a otro y por suerte, en ese lugar dejaron de ser el foco de atención; se podían ver parejas de todas las edades, niños corriendo sin prestarles la más mínima atención y alguna que otra persona sola esperando a la hora correcta de su función.
—Espérame aquí —dijo Yuu con el rostro emocionado. Hacía mucho que no iba al cine—. Yo voy por los boletos.
—¿Eh? —respondió Mikaela tomando asiento en una banca al lado de una planta—. Pero todavía no decidimos cual ver.
Yuu rodó los ojos, se llevó las manos a su cadera y enarcó sus cejas. Como si pudiera adivinar qué quería ver el rubio.
—Vamos Mika —dijo con total seguridad—. No es necesario, además no queremos ver nada romántico. Supe que estaba "Los indestructibles tres" en cartelera. A los dos nos gusta esa película.
Era cierto, algo que ambos podían compartir era ese gusto por el filme. Se emocionaban a la par y se dejaban llevar con mucha facilidad.
A Mikaela le brillaron los ojos. Sí quería ver esa película y más en compañía de Yuuichiro.
—¿Y qué pasa si yo quiero ver "Crepúsculo"? —sugirió con ese tono de burla inocente respectivo de él.
Yuu entrecerró los ojos, formó una mueca y le dejo sus bolsas.
—Sí, qué gracioso —le dijo emitiendo unas risas bien falsas—. Espérame, iré a comprar los boletos. Ya luego me los pagas.
El mayor quiso responder, pero cuando lo intentó Yuuichiro ya estaba encaminándose a la taquilla a tomar su turno. Era impresionante que, aunque era de semana, el cine siempre parecía estar lleno; era como si la vida en ese lugar no se detuviera, algo semejante a lo que pasa en el bar.
Suspiró, intentando traerse la calma. Cerró los ojos un poco y después se sacó el móvil del bolsillo para encenderlo. Observó que tenía un par de llamadas perdidas de Jomei, su ex novio y actual acosador y algunos mensajes de Ferid y Krul; en fin, nada importante comparándolo con que era su día de descanso.
Se guardó el celular y cuando levantó la mirada se sorprendió de toparse con dos chicas con uniforme frente a él. Observó en derredor y se dio cuenta que Yuu seguía formado.
—D-Disculpe —dijo una de las chicas con ese tono mediocre de coqueto mientras el rostro se le ruborizaba—. Esperamos no molestarlo, pero verá... ¡Ah, dile tú Akane!
La jovencita tomó por los hombros a la que tenía la piel morena y el cabello rubio, aquella propietaria del nombre Akane.
—Lo que mi amiga quiere decirle —dijo esta ahora con un tono altanero. Mika seguía extrañado, y pensó que tal vez los padres de las chicas estaban cerca.
¿Entendían que estaban coqueteando con un mayor de edad? Y no sólo eso, sino con alguien que ya tenía pareja.
—Es que le ha parecido muy guapo y quería saber si tiene la posibilidad de intercambiar números —terminó de rezar la morena, justo en el momento correcto en que Yuuichiro se acercaba apresurado con los boletos en manos y con el rostro confundido.
—Oh, entiendo —dijo en un murmuro observando la timidez de la interesada. No se podía ni comparar a Yuuichiro—. Pero sucede que tengo novio.
¡Qué bien que se sentía! Su pecho se llenó de esa emoción extraña al decir con su propia voz que Yuuichiro era su novio y posiblemente esposo, sólo que Yuu todavía no lo sabía.
Las chicas emitieron un grito de sorpresa y lastima. Al menos lo habían intentado.
Yuu tomó sitio al lado de ellas, quienes le recibieron con una reverencia, creyendo que el trigueño sólo era un simple amigo del rubio. Mika se levantó, no sin antes haberse reído, no de la joven, sino de la situación.
"Hoy el día internacional del cliché en mi vida" se dijo Mikaela a la sazón que concentraba las bosas en su diestra y con la izquierda se aferraba a Yuu del cuello para robarle un beso en los labios. Yuu le rodeó las caderas con su brazo, lo había tomado por sorpresa así que simplemente actuó por inercia.
—Al fin llegas —le dijo con un genuino y experto tono meloso. Observó malicioso a las chicas; así es, estaba con su novio y ninguna tenía una sola oportunidad ni en este mundo ni en otro.
Yuu formó un entrecortado "Ah, sí" mientras enrojecía por el beso. Aún no lograba acostumbrarse y mucho menos si era tomado de sorpresa.
Las chicas ya no tenían un papel en la historia, se disculparon y dieron la espalda para volver a la banca de la que venían. Nunca se hubieron esperado que un chico de apariencia corriente pudiera ser el novio de lo que parecía un príncipe azul. Quedaron desechas, pero Mikaela bien orgulloso de su novio.
—¿Qué pasó? —preguntó el azabache observando el andar de las chicas. Mika negó—. ¿por qué de repente el beso?
Fue observado por un momento, Mika se sorprendió de lo lento que era su novio para leer las situaciones.
—Por nada —dijo el rubio encaminándose a comprar las palomitas. Yuuichirlo le siguió los pasos—. Eres un tarado, Yuu-chan.
—¡¿Un tarado?! —gritó el azabache—. ¡¿Por qué de la nada?! ¿Pasó algo?
—No, no pasó nada —sentenció Mikaela formando un mohín—. Tarado. Ya, compra los dulces para entrar a ver la película.
Yuu había rezado por que el tiempo se detuviera. Que los días no avanzaran más y porque Shinoa dejara de molestarlo en el trabajo, recordándole que el próximo sábado iría a convivir con los amigos de su novio.
Le llegó a dar el ejemplo en donde él era el ganado y los demás, aquellos lobos salvajes que lo observarían expectantes.
La imagen y sensación experimentadas le ponían la piel de gallina. Supo que Mikaela se juntaba con personas peligrosas, o al menos eso se vio obligado a pensar con todo ese cuento de la peli lila.
Maldijo haberse quedado dormido esa noche. También le echó la culpa al rubio por aprovecharse de la situación e invitarlo así nada más.
¡Eran muchas cosas! Yuu tenía encima la incertidumbre por el hombre de las llamadas, y no sólo eso, sino también el temor a esa fiesta de la que ahora se veía obligado a cumplir porque sabía lo mucho que le ilusionaba a su pareja la idea. Ese brillo en los ojitos de Mikaela le destrozaba el corazón, no quería romper esa ilusión que había despertado.
Las horas se consumieron, los días se gastaron y cuando menos lo quiso el sábado por la noche ya estaba a unos minutos. Mikaela le ordenó ir a prepararse y a la media hora ambos partieron en dirección a la reunión.
El azabache se había colocado una camisa blanca, un saco negro y unos pantalones del mismo tono. Era lindo, Mikaela le había escogido ese atuendo; en tanto al rubio, él optó por un suéter blanco, ligero y bien holgado que se acomodaba muy bien. Sobre este un abrigo de un color castaño claro y unos pantalones color crema, igualmente adheridos a sus piernas.
Estaba seguro que ni siquiera esa ropa podía hacer lucir más hermoso a Yuu de lo que ya de por sí era. La imagen de su novio por sí sola le alumbró la expresión; era único ese sentimiento tan acogedor. Aún así, eso no le impidió sentirse atraído a quitarle la ropa, mientras hacía del cuerpo del azabache un completo manojo de nervios y sensaciones carnales.
De todo este alboroto, Yuu al menos algo bueno podía sacar de todo y es que ya sabía dónde trabaja Mikaela. No quedaba lejos de casa, pero sí en un barrio que todavía no conocía a la perfección. Llegaron a la fachada de un bar con los anuncios apagados, en la ventana colgaba un letrero con la palabra "cerrado" moviéndose de un lado a otro.
Dentro, las figuras de varias personas daban la ilusión de sombras altas, además de que sus voces lograban colarse por las paredes y alertar a Yuu, despertando ese sentimiento de supervivencia.
Por un momento creyó que estaban frente a la guarida de una banda de lobos, que ni bien entrasen, se les echaría encima para devorarlos.
—¿Listo, Yuu-chan? —dijo Mikaela tomando a su novio de la mano.
Yuu asintió, se conservó inmerso en sus nervios, pero logró formar una sutil sonrisa torcida. Estaba ansioso, quería salir corriendo, pero las risas emergieron del lugar y lo hicieron brincar.
Todavía era un niño tímido, dedujo Mikaela en ese momento. Como siempre, Yuu dejaba salir esa hermosa personalidad tímida que tuvo desde joven. Aquella que a veces le impedía hacer amigos, pero que también era un poco agresiva con quien se lo merecía.
Estaba inseguro, ¿y si le decían que no estaba al nivel como para ser el novio del rubio? Seguramente eso le iban a decir y es que, recordaba a Crowley como un hombre fuerte y de rostro agradable, mientras que a Ferid, solo tenía que pensar en la palabra atractivo o perfecto y la imagen del peliplata se le venía a la cabeza.
Sería como estar rodeado de leones siendo un simple ciervo. No estaba listo, ¡no lo estaba!
¿Dónde estaba ese milagro que lo sacaría de semejante compromiso? Dios mismo lo había tirado en el olvido.
—Relajate un poco, Yuu-chan —dijo el rubio, intentando contener las risas. Lo sacó de sus pensamientos—. Son mis amigos, no te van a hacer nada.
—Pero...—murmuró el azabache con notable inseguridad.
—Sé de sobra que no son de tu agrado —le interrumpió el mayor—. Pero si tan solo les das una oportunidad, verás que no son tan malos como sus caras los hacen parecer.
Yuu no pudo contener la risa. No sabía cómo, pero desde siempre Mika tenía ese poder extraordinario para ayudarlo a relajarse con comentarios agraciados.
Sí, tal vez debía dar una oportunidad. Observó a Mikaela en silencio, él ya hacía mucho por ambos ¿por qué no actuar a favor del mayor?
Asintió con determinación, o al menos un intento de ella, porque por dentro seguía igual de temeroso.
—Unas cosa antes de entrar —dijo Mikaela, atrayendo toda la atención del azabache—. No aceptes alcohol por parte de Crowley. No intentes llevarle la contra a Ferid y sobre todo, limitate a responder las cosas con las que te sientas cómodo. Seguramente te atacarán con muchas preguntas.
El rubio ya se hacía una idea de cuánto impactaría la presencia del azabache en la reunión. Esa era una desventaja, pero un precio justo a pagar si por fin podía tener otra cita con él y más aún, encontrar una comodidad al rededor de todos sus seres queridos.
—Entendido —respondió Yuuichiro con el ceño suavemente fruncido, prestando total atención a las órdenes—. Nada de alcohol y discusiones. Lo entiendo muy bien.
Mika se rio, parecía como si Yuu se estuviera preparando para ir a la tercera guerra mundial.
La puerta del establecimiento se abrió de par en par, las risas se pagaron, las voces se desconectaron y fueron presas de las miradas de todo el mundo. Yuuichiro pudo encontrar el rostro del peli rojo al lado de Ferid. En otra mesa se encontraban otros dos hombres que no reconoció, uno tenía los cabellos lilas y el otro oscuros con un corte de cabello un poco curioso.
Avanzaron por un pasillo, entonces los chicos formaron unas sutiles sonrisas como bienvenida.
En la barra, y solo pudo verla en un segundo pues le dio vergüenza mantener miradas, se topó con la figura enana de la dueña; Krul Tepes. Estaba toda la manada y eso le hizo temblar hasta los pies. Pero ocultó todo tras un rostro inexpresivo, un poco agresivo.
Las copas chocaron en ese momento. Dos de los hombres bebieron hasta que la cerveza se les escurrió por las comisuras de sus labios. Crowley fue el primero en recibirlos con una sonrisa y con su tarro bien en alto, después Ferid, quien se levantó de su sitio y fue por la pareja para llevarla a su mesa.
—Creíamos que no iban a venir —dijo el de cabellos platas, observando a Yuu por un segundo y poniéndole los pelos de punta; sí, era divertido—. Si quieren cerveza dense prisa, Crowley está acabando con ella.
—Lo bueno es que es cerveza barata —agregó la de cabellos rosas y medio mundo se echó a reír. Parecía que ella pocas veces sonreía y que lo hacía solo a guisa de la desgracia ajena, o eso logró sentir Yuu con sólo verla.
Bien, el ambiente no parecía tan pesado para Yuu, al menos no tanto como sus rostros y apariencias. Continuaron hasta tomar asiento en las sillas más cercanas a la barra.
—No me hubiese perdido esto; un milagro como este no pasa todo el tiempo —repuso Mikaela sin soltar la mano de Yuuichiro—. Que nuestra jefa haga esto por nosotros.
—¡Yo también me sorprendí! —gritó el de cabellos escarlatas con los bigotes de espuma de cerveza. Ferid gruñó, detestaba esas cosas en Crowley—. Por eso digo, hay que aprovechar.
—No se lo tomen tan en serio —dijo Krul con ese tono de voz delgado, suave pero filoso—. Ferid lo sugirió por el aniversario del establecimiento. En realidad yo no quería hacer nada.
—La jefa, siempre tan cruel —remató Lacus con un suspiro—. Al final nunca pensó en su valioso personal. Comenzaré a hacer mi curriculum para el bar que está enfrente; escuché que pagan muy bien.
—¡Anda! —respondió la chica, siguiendo el juego—. Hazlo y luego no vengas con la cola entre las patas.
Entonces los invitados rieron, aligerando la situación y mostrándole a Yuuichiro cómo eran en realidad detrás de esos rostros perfectos y agresivos. Era una noche en donde podían ser ellos mismos, reír con honestidad y contar sus penas sin necesidad de esperar una respuesta, sólo con deseos de ser escuchados.
Vio en ellos, en ese momento con una sonrisita, que formaban una pequeña pero hermosa familia. Se arrepintió de haberlos juzgado mal.
Se agregó a las risas con un tono bajo. Algunos continuaron el momento con comentarios abogando por un aumento de salario o bien, más días de descanso; la peli rosa terminaba amenazandolos.
—Mikaela —llamó la dueña, y al contrario, observó a Yuu por un momento para después referirse al rubio.
—¿Sí? —preguntó llevándose a la boca una papa. Aceptó un tarro con cerveza y ya lo llevaba por la mitad.
—Acompañame atrás por más cerveza —ordenó, a lo que el menor se levantó obediente—. Necesito hablar contigo.
—Oh, ya voy —dijo el rubio entre esos "Uhh" y "Al fin lo van a despedir" se levantaban al rededor y lo hacían reír.
Yuu no quería quedarse sólo, se sintió abandonado cuando Mikaela le soltó de la mano y se dirigió con Krul detrás de la barra, en dirección al almacén. La intención si bien era conseguir más cerveza, en realidad también era dejar sólo al mancebo para que lograra involucrarse con los demás.
Lo habían planeado el día viernes entre ella y Mikaela.
Tarde o temprano iba a suceder lo que menos quería. Después de todo, era la novedad entre los chismes de los compañeros; el novio de Mikaela, uno de los hosts más famosos del negocio. Llamó la atención de alguno de los presentes, para ser exactos, sólo de Ferid y Crowley, quienes lo atraparon sentándose en cada lado para evitar su huida a los baños.
—Entonces —dijo Crowley, observando a la figura del azabache, quien encogido de hombros le mantuvo una batalla de miradas. Endureció su semblante, como si quisiera espantarlo más—. Ya son novios.
— Más directo no puedes ser —regañó Ferid asesinando con la mirada a Crowley.
—¿Qué hay de malo? —respondió, restándole importancia con los hombros—. Alguien debía preguntarlo y la verdad, ni a ti ni a mi nos interesa otra cosa de él que sea Mikaela.
Obtuvo como respuesta de Ferid un chasqueo de dientes. Le dio la razón con su silencio, pero seguía pensando que no debían comenzar de esa forma o iban a asustarlo más de lo que ya estaba.
En cuanto a Yuuichiro, se sintió ahogado con sus figuras por los lados. Era como si no pudiera atrapar bien el aliento, y por más que revisaba si Mikaela volvía, no veía nada. "Se está tardando" pensó y aunque quiso seguirle la pista, le intimidaba ir en contra de sus captores.
—No lo molesten tanto —agregó Lacus desde la otra mesa. A favor de Yuu o en burla, era difícil discernirlo.
También tenía curiosidad, pero no la determinación o interés completo como para acercarse. Además, Mikaela había conseguido ser pareja de quien gustaba ¿no era eso ya suficiente?
—Ya, ya —dijo Crowley, restándole importancia con una gesto con la mano—. Tu vuelve a lo tuyo. ¿Y bien, Yuuichiro?
El mencionado tardó unos segundos en responder. Pensó que no tenía que rendirle cuentas a nadie y mucho menos a alguien que no conocía, pero eso lo desechó, no le estaban haciendo nada malo, solo estaban haciendole una simple pregunta. Tragó saliva en secó, reafirmó su voz y levantó su mirada esmeralda llena de seguridad y determinación.
—Sí, sí lo somos —respondió un poco amenazante. Vaya, esa era su primera vez confesando su noviazgo con Mika, y el pecho se le encendió en emoción.
—¡Eso quería escuchar de ti! —dijo Crowley.
Casi al instante el semblante de Crowley cambió a uno sonriente, alegre por la respuesta que sabía de sobra, pero que necesitó poner a prueba al azabache. Tomó su tarro con cerveza e invitó a Yuu a beber por tan buena noticia, pero este tuvo que negarse.
—Ah, no, yo no bebo —dijo el trigueño, negándose, asombrado por el repentino cambio de Crowley.
—Una pena —dijo el mayor, chocando su taza con la de Ferid.
Los mayores se bebieron todo de un golpe. Mikaela apareció detrás de la barra, trayendole a Yuu un fuerte suspiro de agradecimiento y alivio, pero cuando iba a levantar su brazo para llamar la atención del rubio, Lacus se le adelantó.
—Mika —dijo el de cabellos morados con una bolsa de papel en manos—. Ya tengo lo que me pediste la otra vez.
Mikaela enrojeció por esas palabras. Hacía unos días, el jueves para ser exactos, le pidió a Lacus que consiguiera algunas cosas que después le propondría usar a Yuu. Observó a sus costados, no quería que nadie más supiera y Lacus era bueno para guardar el secreto.
—Vamos afuera —dijo el rubio y Lacus asintió con ese rostro fresco y jovial.
Yuuichiro observó a su único salvador escapar por un costado, seguido por la figura delicada de un Lacus sonriente. Se cuestionó qué podía tener esa bolsa dentro como para que el rubio se alejara, pero sus pensamientos se encontraron comprometidos con la charla que inició Ferid.
En el camino, Mikaela sintió la mirada de su novio encima, tragó saliva nervioso e hizo una fuerza enorme por no cruzar miradas. De pronto sintió mucho calor y se llevó una mano al cuello de su suéter, como si con moverlo pudiera aligerarse la calentura del momento.
—No creo que sea yo quien deba decirlo —inquirió Ferid, con el rostro calmado y hasta un poco ilusionado—. Pero, desde que comenzaron a salir lo has vuelto realmente feliz.
—¿Eh?
—Me refiero a Mikaela —continuó, incitando a Yuu a observar la figura de Mikaela en la calle, detrás del cristal del establecimiento, removiendo curioso lo que sea que estaba dentro de esa bolsa—. Verás, en su momento te lo dirá, pero lleva tanto tiempo esperando amarte como ahora. Ha cometido errores, pero aprendió de ellos.
Crowley cortó la conversación riendo, atrajo la atención de Yuuichiro.
—Cierto, cierto —dijo—. Recuerdo sus primeros días aquí. Dijo que ya estaba en una situación complicada, que por eso no se metía en enredos con los clientes.
Ferid asintió, dándole totalmente la razón a su compañero. Yuu se sorprendió que desde entonces los sentimientos de Mikaela no cambiaran, sino que se agrandaran por él al igual que su paciencia.
—Después nos contó sobre ti con más detalle. Fue difícil, él no es muy abierto y siempre se guarda las cosas —agregó Ferid—. Seguramente ya lo sabes de sobra. A lo que me refería, es que Mikaela ha pasado por ciertas cosas que saber que ahora encontró la felicidad contigo, es tranquilizante para nosotros.
Había hablado no sólo por él, sino por Crowley, Krul y el resto del cuerpo laboral del bar. Mikaela se había logrado rodear de personas valiosas, Yuu lo supo entonces, por lo que totalmente cautivado por sus palabras, hizo una corta reverencia.
—Gracias por cuidarlo todo este tiempo —dijo, sintiendo de verdad el significado de sus palabras.
Crowley iba a responder con risas aquel gesto tan educado y formal por parte de Yuuichiro, pero el momento fue perturbado cuando se percataron del alboroto que se había formado fuera del bar. Se escuchó un golpe fuerte en el vidrio y la voz de un Mika molesto se alzó.
Todos los ojos se dirigieron a la figura de Mikaela, Lacus entró al lugar para buscar a Yuuichiro o Crowley, alguien que pudiera ayudar. Se dieron cuenta que rubio había sido seguido por Jomei hasta ese bar, y en cuanto lo vio afuera, corrió a rogarle por un perdón y una segunda oportunidad.
El hombre, que parecía de poco más de treinta años y con los cabellos oscuros y una piel morena, agarró con fuerza a Mikaela del antebrazo. Parecía que se lo quería llevar con él. Le gritó que no lo iba a dejar ir, que era el amor de su vida y excelente en la cama; lo quería de vuelta a cualquier costa.
Pero Mikaela se mostraba negativo ante esos intentos de ser llevado a quien sabe donde. No se cansaba de repetirle que todo ya había, sucedido y que no quería saber nada de él.
Los gritos de ambas partes no se hicieron esperar; Mikaela estaba perdiendo el juicio. Lo que menos esperó era poder encontrarse con su ex pareja en esa noche, y verla de nuevo, le trajo nuevos sentimientos. No quería seguir así, le rogó que le soltara, que lo dejara en paz.
—¡Ese cabron! —farfulló Crowley mientras se levantaba de su sitio.
—¿Quién es? —preguntó Yuu, imitando su acción al igual que el resto.
—Su ex pareja —resolvió Ferid a la vez que se dirigían a prisa a las afueras del bar.
Krul salió incluso con un bate que tenía por si alguien intentaba propasarse con los suyos. Esta arma tenía, como era obvio de sus gustos excéntricos, muchos clavos con las puntas amenazantes a sacar un ojo.
—Últimamente lo está molestando mucho hasta por mensajes y llamadas —agregó Krul, encendiendo ese foco rojo en el pecho del mancebo.
Las piezas encajaron para Yuuichiro en ese momento. Ahora conocía la identidad de ese tipo, además de sus intenciones. No culpaba a Mikaela, pero le dolió saber que en ningún momento ninguno de los dos se habían detenido a hablar de estas cosas. Sintió parte de la culpa, pero no era momento para eso.
¿De verdad eran mejores amigos? De hecho, ¿podían llamarse novios cuando no sabían estas cosas tan importantes?
No había tiempo para estas cosas, ya las hablarían en su momento. Yuuichiro se adelantó a todos, empujó la puerta con fuerza y sin necesidad a entablar una conversación y con la ira infundida por la forma en cómo Mika estaba siendo tratado; tomó vuelo, levantó el brazo y formó un puño, el cual cayó directamente en Jomei.
—¡Alejate de él! —bramó Yuu.
Todos se quedaron helados. Crowley observó a Mikaela, quien sorprendido se llevó las manos a la boca.
El hombre aturdido por el golpe dio unos cuantos pasos atrás. Cayó al piso pero al segundo siguiente se irguió para llevarse la mano a la mejilla.
—¡¿Tú quien eres?! —preguntó el hombre dejándose llevar por el momento.
Dispuesto a pelear con él recién llegado, imitó su acción y le devolvió el golpe en el rostro. Yuu retrocedió, sintió el dolor punzante y su mente divagó, pero nada le hizo caer de rodillas; extendió sus brazos y colocó detrás suyo al rubio. Pocas veces se le podía ver así de molesto, pero hacía lo correcto en proteger a su amado.
—Yuu-chan —intentó Mikaela llamarlo, pero en cuanto lo tomó para detener todo, Yuuichiro le arrojó lejos la mano.
Estaba furioso, no iba a permitir que alguien tratara a su novio de tal forma. Formó una sonrisa retorcida y frunció el ceño, ese golpe en su cabeza dura no significaba nada. A penas era un rasguño. Evitó responder cualquier cosa porque las palabras no le salían de la garganta, solo quería destrozarle la cara y dejarle en claro que debía alejarse del rubio.
Ambos contrincantes se observaron unos segundos más, y el hombre sonrió burlon.
—Ya veo, eres su nuevo juguete —dijo con las intenciones más que obvias—. Este marica te ha engañado igual que a mí. Amigo, no te dejes llevar por un culo firme...
Observó a Mikaela, quien le correspondió con una mirada amenazante.
¿Había escuchado bien? Yuu comenzó a perder los estribos, no podía asimilar que un hombre de tal mediocridad pudo haber tenido algo con Mikaela. Era un completo asco.
—No es tan bueno como lo parece, además...
Era suficiente, sus palabras fueron suficientes para que Yuuichiro tomara nuevamente vuelo y se arrojara con todas sus fuerzas para los dos caer al suelo. Lo abrazó y el hombre aprovechó la acción para golpearlo en la espalda antes de caer al suelo. Yuu se puso de rodillas y antes de que Ferid y Mikaela lo detuvieran, logró asestarle un par de golpes en el rostro con todas sus fuerzas.
—¡No te atrevas a hablar así de él! —se le escuchó entre jadeos y suspiros. Los golpes sordos de la violencia alertaron a todo el mundo, creían que Yuu lo iba a matar.
Ferid se encargó de abrazar al azabache por la cintura y alejarlo con la ayuda del rubio, quien seguía en los limites de la estupefacción. Sí, fue un gesto algo heroico y atractivo, pero no dejó de ser peligroso pues Jomei era más alto y fornido.
Yuuichiro solo había tenido la suerte de dejarse llevar por la ira y recibir unos pocos golpes.
Crowley se encargó de ayudarle a Jomei a ponerse de pie, le sacudió la ropa con burla y tomándolo por los hombros, se lo llevó lejos de la multitud. Con su fuerza, disfrazada de educación, impidió que el Moreno diera la vuelta para iniciar otra ronda.
—Será mejor que no te vuelvas a acercar —le dijo, con ese tono amenazante en medio de una frescura impresionante—. Ya ves lo que sucede. Y esta vez fue el chico... No quieres saber lo que yo o alguien más de este lugar te puede hacer ¿o sí?
El hombre, aturdido, negó, con la mirada nublada y a pasos de borracho, como si estuviera saltando de baldosa en baldosa, le siguió el paso al peli rojo. Se despidieron, Jomei se perdió entre la oscuridad de la calle, dejando a una pequeña multitud confundida y expectante.
No era seguro qué haría en los próximos días, pero al menos conoció los límites que Yuuichiro le dibujó.
—Será mejor que vayan a casa —propuso Crowley observando a la pareja—. El chico necesita descansar.
Observaron a Yuu, quien todavía daba algunas patadas porque lo dejaran libre. No podia ver a Mikaela, no tenía la valentía ademas de que, inexplicablemente estaba molesto con él. El rubio lo sabía, sentía esa aversión del momento y no quería hacer una escena frente a sus amigos.
—Será lo mejor, Mika —dijo Ferid, sabiendo de sobra que esa buena noche había llegado a su fin para dar paso a una nueva discusión entre los novios.
De pronto Yuuichiro se liberó. Tomó aire, y mantuvo una mirada fiera con Mikaela, quien, con bolsa en mano, se despidió de sus amigos, les dio las buenas noches y una disculpa enorme. Llamó al primer taxi que se apareció por la calle, mientras uno a uno, sus amigos entraban de nuevo al bar, deseando que las cosas no empeoraran para ninguno de los dos.
El auto amarillo se detuvo, el rubio abrió la puerta y observó a Yuuichiro como un cordero.
—¿Nos vamos?
El azabache no respondió, se limitó a entrar al taxi y recostarse en los asientos de atrás, obligó a Mikaela ir adelante. En todo el transcurso de vuelta a casa los dos tuvieron tiempo suficiente para pensar y meditar sus posturas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro