Capítulo 3: El bar y la nota
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Rendido:
"Nuevamente caí rendido ante su voz, realmente no sé si esto sea bueno o malo".
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Ha pasado cerca de un mes desde su cumpleaños y Mikaela no dejaba de recordar esa noche sin que una radiante sonrisita se le dibujara en los labios y su corazón encontrara cierta calidad en sus bombeos, los cuales iban dedicados al hombre de cabellos oscuros que no sabía diferenciar entre el cilantro y el perejil, pero que había hecho un gran esfuerzo al cocinar sólo por él, además de tomarse el tiempo de explicarle que lo que estaba sucediendo aquel día en el almacén no era lo que su mente maquinó en un capítulo de drama e inseguridad.
No estaba seguro si esto significaba algo por parte del azabache ya que en ningún otro cumpleaños se había tomado tanto tiempo para él, además de que parecía pensar menos en su propia persona y más en Mikaela. Incluso había dejado de lado todas esas horas que pasaba pegado en los video juegos y comenzaron a pasar más tiempo juntos.
Desconocía la naturaleza de ese cambio y si este era a favor de sus sentimientos, pero estaba seguro que ya no se quedaría de brazos cruzados y comenzaría a intentar atraer la atención de Yuuichiro, que este ya supiera todo lo que le causaba con una simple mueca, con esos débiles ojos tiernos y con cada palabra que era emitida por esa melodiosa voz que tanto lo doblegaba.
Decirle con la voz temblorosa "Me gustas, me gustas desde que éramos niños" le encendía el pecho y su rostro se iluminaba. Aquel sentimiento sólo era posible experimentarlo por la figura tan delicada de Yuuichiro, su lector favorito.
En un momento de desesperación, antes de encontrarse con la escena de una cena romántica, había tomado el valor de dejar salir lo que sentía por Yuuichiro, pero tan pronto le llegó esa valentía, se fue en cuanto escuchó las palabras del contrario explicando todo con ese leve rubor en su rostro, similar a un delicioso durazno.
Estuvo cerca, y no supo si fue bueno o malo el haberse callado, pues tal vez esa noche había sido el momento correcto para sincerarse y aceptar la repuesta de Yuu con la frente bien en alto, pero de lo que sí estaba seguro es que había comenzado un cambio un poco extraño en casa.
Desde entonces Yuu se mostraba más interesado en sus días de trabajo, en sus asuntos y casi todo. Siempre recibía la misma pregunta "¿Hoy cómo te fue en el trabajo?" ya sea de viva voz de Yuuichiro o bien, por mensaje de texto, y esto le creaba cierto conflicto al rubio, quien le ocultaba demasiadas cosas y no sabía ahora cómo ser honesto; no podía decirle "Hoy muchos hombres borrachos me pidieron mi número, cada cual era más cachondo que el anterior con las palabras, así que todo fue estresante porque no podía estar contigo y sentirme protegido bajo los insultos que tu cabeza darían vida. Pero fuera de eso, estuvo bien".
Le atormentaba sólo imaginarse la respuesta de Yuuichiro, por eso seguía guardando secretos. Tal vez y no se conocían tan bien como lo creían cuando se sentían cautivados al pasar unas horas juntos.
No podía sin antes sentirse presa del miedo y del rechazo, así que se limitaba a decir "Bien, como siempre" para después cambiar el rumbo de su conversación, dejando a Yuu un poco decepcionado, pues había hecho un examen de cuánto era lo que conocía de Mika y la mayoría de sus respuestas oscilaban de cuando eran niños.
Cuanto más fueron creciendo, más desconocía a su mejor amigo, hasta llegar al punto en donde vivían debajo de un mismo techo y sólo sabía que se ejercitaba todas las mañanas y que por la noche trabajaba en un bar, y pocas cosas más que no tenían demasiada relevancia.
En cambio, Mikaela sabía un poco más, hasta podía decir que conocía a sus compañeros en la librería, mismo gusto que Yuu no podía compartir.
Se podría decir con seguridad que Yuu estaba haciendo un esfuerzo por conocer más al rubio, encontrar cualquier pretexto para estar juntos y conocerse; qué cosas eran sus predilectas y qué no, pero Mikaela, por primera vez en su vida, se mostraba tímido en cuanto era cuestionado y esto no hacía más que dificultar las cosas. Sin embargo, no todo era incomodidad, desde que Yuu se mostró más interesado, Mikaela pudo sentir que se acercaban cada vez más, que las risas en ese departamento eran más que los silencios y que como cuando eran jóvenes, pasaban más tiempo juntos, ya sea viendo televisión, YouTube o incluso, Tiktok.
En un momento Mikaela le había propuesto al azabache hacer tiktoks, como esas parejas que parecían divertirse mucho, pero este se negó, argumentando que no tenía una apariencia agraciada y que más bien era común y corriente, temiendo echar todo a perder y opacar la ternura de Mikaela. Obviamente el rubio pensaba todo lo contrario, pero no podría llevarle la contra sin parecer interesado en que Yuu admitiera lo guapo que es, así que se limitó a responder con una expresión condescendiente. Dejaron el tema de lado y Mikaela no podía dejar de pensar en las millones de sensaciones que experimentó cuando cenó con Yuuichiro, le hubiese encantado presumirle a medio mundo lo que sucedió, pero no se le había ocurrido tomarle una fotografía al detalle.
No se cansaba de agradecerle y pedirle que volviera a hacer de cenar así de bonito, pero el azabache, con el corazón a mil y queriendo hacerle hasta la luna de cenar, fruncía el ceño y se negaba, argumentando que ya era hora de dejar eso atrás y que eso sólo sucedería en fechas especiales. Muy dentro, a Yuu le encantaba la expresión que Mika formaba cuando se lo pedía, además del tono de voz; se derretía, de verdad le gustaba mucho.
Con tales insistencias disfrazadas con ese rostro inocente de Mikaela y las negaciones de Yuuichiro temblando, se llegó la mañana de un viernes tan frío que ambos llegaron a necesitarse en un punto de la noche. Habían trabajado duro toda la semana, y como cualquier otro día laboral, se dieron las cinco de la mañana y la alarma de Mikaela sonó con la canción que, en sus sueños, le había dedicado a Yuu porque siempre lo hacía pensar en él. Formó un leve gruñido, sentía la espalda cansada, los brazos adoloridos y los dedos adormecidos; había llegado a casa cerca de las dos y quince de la mañana y como siempre, le costaba abrir los ojos y comenzar su día.
Tomó su celular, lo encendió y al desbloquear la pantalla, se dio cuenta que tenía un par de mensajes de Crowley, no era eso lo primero que quería ver una vez despertara. Los abrió, recordando que había quedado con el peli rojo echarse una ronda de trote en el parque. Al parecer, los dos eran adeptos a ejercitar sus cuerpos y Crowley le había insistido mucho en hacer una rutina juntos, al menos de vez en cuando.
Cuánto lamentaba haberlo hecho, sabía que, si faltaba a su promesa, el mayor sería capaz de venir a casa y sacarlo de la cama tirándolo de los pies. Suspiró, como era mala costumbre, se despertó de malas y con un rostro de pocos amigos. Le era complicado comenzar el día de buenas, a menos que Yuu estuviera cerca, entonces se sentiría apaciguado.
"Más vale que lo haga, no lo quiero tirando la puerta de casa" se dijo y tras arrastrar sus manos por sobre sus ojos y mejillas, apartó las cobijas de su cuerpo, siendo presa de un leve espasmo de frialdad, y se reincorporó para volver a usar su teléfono y encontrarse con un mensaje de Yuu de la noche anterior que no había alcanzado a leer antes de caer dormido.
Aquel mal humor con que había despertado se desdibujó con el mensaje de la persona correcta y sus ojeras no le cobraron una alta factura con esa hermosa sonrisa. El día le tomó color y sentido, sin importar que la humedad de días anteriores todo lo arruinaba. Ahora sí, dejó de lado su teléfono para comenzar a alistarse para salir a correr, y como lo había intuido, la mañana de esa ocasión seguía igual de horrenda que las anteriores; el cielo estaba más oscuro de lo normal, augurando que en un par de horas caería un chaparrón que le obligaría a sentir una fuerte necesidad de beber un poco de café antes de tomar su siesta de las cuatro de la tarde.
Al cabo de unos quince minutos un Mikaela renovado salió de su habitación luciendo un conjunto deportivo negro que se le adhería al cuerpo pero que le cubría los brazos hasta la muñeca y las piernas hasta los talones. Parecía tan fresco que sus ojos tomaron un brillo especial, sus labios adquirieron un delicado tono rosa y sus rulos, con un poco de frizz, le dieron las de ganar para ser peinados correctamente.
Sabía que Yuu todavía estaba durmiendo, pues él despertaba a las seis de la mañana, así que se enrolló los audífonos en su diestra y se guardó el celular en el bolsillo para tomarse unos minutos en donde le picó un poco de fruta y le preparó un licuado. No se iba de ir de casa hasta dejarle un pequeño detalle al azabache y asegurarse que se iría a trabajar con algo en el estómago.
Le dejó una pequeña nota, la cual rezaba lo siguiente en una tinta azul:
Antes de salir de casa recuerda llevar un impermeable o algo para cubrirte, parece que pronto va a llover. Cuídate mucho ¿Ok?
Quería agregar algo como "¿Con este clima no te parece más conveniente no ir a trabajar y quedarnos en casa viendo películas bien cobijados? A mi sí, y sentirte tan cerca de mi que no temería más a lo oscuro que podía aparentar la soledad". Pero no sería posible, eso más parecería una carta y tampoco quería verse mal.
Dejó en un movimiento la comida y la nota al lado. Se tomó un minuto para pensar, escuchaba su propia respiración y decidió que al volver se tomaría un baño, le llevaría su almuerzo a Yuu como siempre, y volvería a casa sólo para dormir unas horas, después despertar para arreglarse e ir un ultimo día a su trabajo, el ultimo estirón para que por fin sea sábado y poder descansar en casa tanto como se le antojase.
Su celular volvió a vibrar, advirtiéndole que su amigo estaba perdiendo la paciencia y que, si no aparecía pronto, Crowley era capaz de despertar a todo el barrio gritando su nombre, llamándolo a cumplir con su palabra. Gruñó, Crowley puede ser todo un mastodonte, amado por alguna parte de la clientela, pero era cierto que era igual de molesto e irritante en algunas ocasiones. Ahí una de varias razones por las que Ferid se muestra reacio a sus cortejos y lo rechaza con frialdad.
Salió de casa, grabando una nota de voz.
—¡Crowley! —bisbiseó con notable irritación, no quería alertar a Yuu, quien dormía como si estuviera muerto—. Ya te dije que sí voy a ir ¿Puedes esperar un poco? Por eso Ferid no te acepta una cita, eres muy terco.
El mensaje se envió cuando soltó la pequeña volita verde, Crowley lo escuchó y no hizo más que sonreír divertidísimo. Pensó en volver y revisar que Yuu estuviera bien, pero pronto la imagen mental de azabache con medio cuerpo fuera de la cama, dormido, roncando y con el mando de la consola en sus manos, le trajo gran consuelo. Sí, seguramente lo encontraría así, por lo que no había problema o necesidad de ir a revisar; ahora lo importante era cumplir con el compromiso que formó con la peor de las personas en ese bar.
—Juro que es la última vez que le prometo algo... parece un niño chiquito...
Su voz se perdió justo cuando cerró la puerta y el sonido de sus pies avanzando se esfumó. Bajó del complejo y justo como se lo temía, la figura de Crowley saludándole con una sonrisa bien grande le estaba esperando, a falta de cinco minutos más para ir en su búsqueda.
Mikaela, incrédulo por la determinación del peli rojo, dejó salir un suspiro de frustración, y se rascó la nuca encogiéndose de hombros.
—¿Estás listo, chico? —le dijo Crowley con ese respectivo brillo en sus ojos y Mikaela respondió con un gruñido, de ser posible, le hubiera gustado estar en cama bajo las cobijas, esperando a ver la lluvia caer por su ventana.
Maldijo por dentro, a cambio de eso, tenía que seguir la rutina de siempre. Se echó un suspiro, sin saber lo tierno que se veía en ese momento y Crowley le dio una palmada en la espalda, animándolo a tomar camino y comenzar a trotar desde el complejo hasta el parque, el cual quedaba a unos minutos de distancia.
Se pusieron en camino. Cada cual se colocó sus audífonos y mientras Crowley escuchaba un grupo de nombre "Black Pink", Mikaela se deleitaba con un tal "Takayan" y mientras sus rulos rebotaban al igual que la trenza del contrario, se pusieron a tararear algunas canciones.
¡Cuántas ganas tenía de seguir dormido! Había pasado un buen rato, no se detuvieron en ningún momento ni para descansar, ni cuando la lluvia se hizo presente; el peli rojo observó competitivo al rubio y este, entendiendo la indirecta, pensó que ni la lluvia lo iba a detener y le demostraría a Crowley su resistencia. Comenzaron su competencia, la cual duró unos quince a veinte minutos porque Krul llamó a Crowley y le pidió verse de inmediato.
Tuvieron que despedirse, dejando todo en un simple empate, pero la verdad era que Mikaela estaba tan agotado que a duras penas podía atrapar un poco de aliento. La lluvia lo había empapado, al igual que el sudor, pero esto era lo de menos cuando el pensamiento de que pudo soportarle el paso a Crowley le llenaba de orgullo y emoción; sabía que todavía tenía mucho camino por recorrer para poder tener la resistencia de su mayor y eso le llenaba de determinación.
Tras haber dicho que se verían en unas horas en el bar y Crowley con una picara sonrisa, tomaron su camino de vuelta. Todo eso se veía un poco sospechoso. Mikaela se preguntó qué se tramaban, pro tratándose de Krul, estaba seguro que no saldría tan afectado como si hablara de Ferid. Confió en que no tenía nada que ver con él, que serían cosas y cuentas del bar o algo así, y con ese pensamiento llegó a casa. Introdujo la llave y movió la perilla para mover de lado la puerta y poder entrar.
Estaba tan empapado que sus ropas iban goteando y ensuciando el piso, sólo esperaba no ser regañado por el dueño del lugar. Las gotas de sudor, combinadas con agua le recorrían la frente, desde sus cejas hasta sus mejillas y barbilla. Sus chinos, los cuales estaban un poco esponjados cuando salió de casa, ahora que volvía los tenía tan húmedos, que les costaba retener esa hermosa forma redonda. Pero lejos de sentirse sucio, estaba satisfecho por el ejercicio hecho y de tan buenas que no le importaría volver a queda con Crowley.
Levantó la mirada y cuando iba a dar el primer paso dentro de la casa, se tropezó con una figura que iba de salida como alma que llevara el diablo. Su sorpresa se dibujó en sus celestes ojos cuando se cruzó con Yuuichiro, a nada de salir de casa al trabajo con notable apuro porque se le estaba haciendo tarde y no quería recibir una amonestación por parte de la peli violeta. Pronto se le dibujó una cálida sonrisa, por suerte no lo había ensuciado de sudor o lluvia y se veía bastante lindo en su uniforme, casi quería quitárselo y recorrer ese cuerpo delgado con sus manos ahora frías, esperando una sensación tímida por parte del azabache.
—Yuu-chan —dijo sin moverse de su sitio, no importaba mucho si Yuu llegaba tarde unos ocho minutos ¿o sí? Shinoa entendería muy bien—. Buenos días, no creí que seguirías aquí.
—Es que me desperté tarde, mi alarma no sonó —respondió con notable apuro, sin saber si era bueno o no quitar al rubio de su paso. Aunque, para ser honesto, esto de verlo antes de ir a trabajar le alegraba la mañana, aunque esta estuviera con semejantes nubarrones.
—Ah, como me hubiera gustado que me pasara lo mismo —dijo bromeando, se hizo de lado y ni eso fue suficiente para que Yuu tomara su camino, porque sin saber disimular, se había perdido estudiando el estado del rubio.
—¿Fuiste a correr? —preguntó, deleitándose la mirada con la imagen de Mika en donde su camisa deportiva, toda empapada se le adhería al torso y le dibujaba con perfección su forma tan lasciva. Pensó en tocar, en deslizar sus dedos y tal vez juguetear con los pezones del rubio, pero aquella imagen se le borró de la cabeza en cuanto la voz de su compañero le penetró en los oídos.
—Sí —respondió emocionado por su interés—. Quedé con Crowley en correr un rato.
A la sazón el azabache formó una mueca, no le agradaba Crowley, no porque pensara que podía ser un enemigo sino porque lo observaba como si fuera un maldito cordero indefenso. Yuu era fuerte, tanto como ese hombre, o eso pensaba, y no le gustaba tener el papel del corderito mientras que la mayoría de los amigos de Mika eran los lobos. Parecía que algo le escondían y ese brillo gatuno en sus miradas podía significar algo.
—Bueno... —dijo, repentinamente ya no quería saber nada de eso y a Mikaela le provocó una risita—. Ya me voy. Muchas gracias por el desayuno y la nota, estuvo bueno.
En otro tiempo, ni siquiera se hubiera tomado el momento para agradecer por esos pequeños detalles, pero si quería llamar la atención del rubio, debía ser honesto y darle su lugar. El rubio respondió con un asentimiento, contagiándose de ese suave tono carmín en las mejillas de Yuuichiro.
—No fue nada —le dijo, casi queriendo robarle un beso como una típica pareja—. Que te vaya bien.
Yuu dudó, también pensó en estirarse un poco para recibir un beso del rubio, pero se resistió y aferró su agarre al paraguas que tenía y le dio la espalda para salir corriendo, esperando que no fuese tan tarde. Esta mañana ambos, gracias a esas pocas palabras que se dedicaron se sintieron con las energías necesarias para terminar con broche de oro un simple viernes con mal tiempo.
Yuuichiro salió de casa, siguiendo el rastro de gotas que había dejado el rubio, relamiéndose los labios por la imagen del mismo y cerrando la puerta con cierta emoción. Vamos a ser honestos ¿Cada cuando podía tener la oportunidad de ver el cuerpo de Mika? ¡Exacto! Casi nunca, por lo que dejó la casa con una pequeña sonrisita y con el corazón a mil por hora.
Era esa sensación semejante a cuando tu crush te nota y te sonríe. No puedes evitar emocionarte.
Mientras tanto, el joven rubio no perdió su tiempo y en cuanto vio la puerta cerrarse, temblando de frío corrió al baño a quitarse la ropa y enrollarse una toalla en sus cabellos. Entre cerró los ojos, con lentitud y con un leve rubor se repasó su abdomen con los dedos, teniendo en su mente la imagen de Yuu.
—¿Qué significaba esa mirada? —preguntó a la nada, no había pasado desapercibido el estudio de Yuu a su cuerpo—. ¿Querías tocarme?
El eco de sus palabras se perdió retumbando desde su reflejo en el espejo empañado hasta las baldosas decoradas que cubrían el baño. Tras de ello emitió una leve risita, dejando que su imaginación en donde Yuu se complacía tocándole en todas partes, estudiándolo como a esos libros que cuida con recelo, le levantaba una sensación debajo de sus pantalones, los cuales ya de por sí daban una visión más o menos exacta de su miembro.
Resolvió que antes de bañarse tenía unos minutos para tratar el calor que lo había invadido, entonces después seguiría su rutina para terminar por la noche cruzando el umbral del bar y dando las buenas noches a sus amigos y clientes predilectos.
En esa noche en especial, el lugar estaba un poco más lleno de lo normal, ni siquiera Crowley, que a veces no se tomaba en serio eso de ser un acompañante, tenía tiempo para holgazanear. El bar estaba impregnado por el intenso olor a pecado, a lujuria, cigarrillos y alcohol, siendo acompañados por las lágrimas de a quienes recientemente les habían roto el corazón, o tal vez, por el aroma de hombres curiosos que recién tiene el valor de conocerse de verdad.
Era una noche como cualquier otra con la clientela alta, en su máximo tope.
Desde un rincón a otro, con algunas mesas bellamente decoradas por las esquinas y alumbradas por un color miel opaco, se podía sentir la música reinar en el sitio. Una música lenta, que incitaba al deseo e impaciencia. Encontrarse con la imagen de algún par de hombres tomándose de la mano, amándose con la mirada o tal vez robándose uno que otro beso en los labios o en la punta de la nariz. Mientras tanto, algunos, solteros pedían algo de beber y a algunos de los acompañantes que el establecimiento ofrecía; entre ellos el tan conocido Crowley, quien era más solicitado por chicos jóvenes, que recién terminan con sus novias pues no llegan a sentir el mismo placer que cuando ven pornografía gay.
Mikaela era el segundo más solicitado, por hombres de una edad considerable, que en más de un momento le han jurado sacarlo de ese lugar y él responde con el silencio y una sonrisa, sabiendo que ya estaban tan borrachos que podían darle el numero de su tarjeta de crédito si él se los pedía. Observaba las mesas en donde dos amantes hacían de las suyas con su momento romántico, y llegaba a desear estar así con Yuu y no con un hombre que recién era un divorciado o viudo.
Se echaba un suspiro y volvía a su trabajo, porque sobre eso, le traía consuelo el saber que en casa Yuuichiro le esperaba y podía estar con él, aunque sea unos minutos y eso, a comparación de una relación abierta, era más que suficiente.
O eso era lo que pensaba mucho antes de lo que sucedió en el almacén en el otro día.
—Entonces, repasemos las cosas, Mika-kun —dijo Ferid, con una colita de caballo y su fleco muy bien acomodado. Ambos lucían un uniforme a base de negro y blanco que les dibujaba bien su figura y altura—. Sólo porque te hizo una cena estás dispuesto a decirle la verdad.
El rubio asintió, ambos estaban detrás de la barra y de cuando en cuando les tocaba preparar un trago para algún hombre que se instalaba en la misma. Si a estos sólo les alcanzaba el dinero para un par de tragos y no para costear un acompañante, al menos se sentarían frente suyo y los observarían de vez en cuando.
La mayoría que se sentaba en la barra eran fanáticos de Ferid, pues era el miembro más caro y el que la dueña sólo usaba en ocasiones especiales, como el cumpleaños de un hombre pudiente que solía concurrir a ese sitio. Sin embargo, Ferid estaba enterado de sus intenciones al tomar asiento, así que solía tratarlos con desaires, pensando que no tenía obligación a ser especial con ellos si no habían pagado.
Era como el fruto prohibido en el edén que sólo pocos tenían el placer de al menos lamer, porque por detrás de bambalinas, había un peli rojo, bastante irritante, que pudo haber ya mordido el fruto y saboreado su dulce al menos una vez.
En ese instante, Crowley desde una mesa en el fondo levantó la mirada cuando abrazó a un joven por los hombros, sabiendo que un albino detrás de la barra chasquearía los dientes intentando disimular sus celos. Sus ojos carmines, juguetones se encontraron con los de Ferid, y este se encogió de hombros, ignorando lo que había acabado de pasar.
Crowley dio vida a una risita, y su cliente comenzó a interrogarlo para obligarlo a poner su atención en él y no en ese hombre de la barra.
—A ver... —murmuró Ferid, volviendo al tema y gruñendo a su paso. Se acarició las cienes, pensando que si seguía enojándose por culpa de Mikaela y Crowley se volvería más viejo—. ¿Sólo por una simple cena? ¿Y cuanta de la verdad piensas decirle?
—Es que no es lo que piensas —intervino Mikaela, al momento en que un hombre ya entrado en copas llegaba al lugar. Reconocía esa corbata de mal gusto y ese saco ya corriente. De momento se hizo el desentendido—. No era una cena cualquiera. Pasó esto del incidente en el almacén...
—Ah —le interrumpió Ferid—. Lo recuerdo muy bien, casi nadie te pedía y eso afectó mucho al bar. Hiciste una tormenta en un vaso con agua.
—Sí, no necesitas mencionarlo y mucho menos tú —agregó el rubio, refiriéndose a la relación complicada que Ferid mantenía con el peli rojo que estaba luciéndose con su cliente por allá—. El chiste, Ferid, es que tras eso se ha comenzado a portar de forma distinta. Además de que no parecía una cena normal, ya sabes de esas donde haces comida simple y cena quien quiera cenar a la hora que quiera.
Mikaela negó, volviendo a recordar la noche de su cumpleaños, seguido por el incidente en la mañana donde descubrió a Yuu observando su cuerpo con cierto brillo en sus ojos y sus mofletes.
—No, la cena que hizo tenía todo un toque romántico, como si intentara decirme algo, ¿Y si siente lo mismo que yo por él?
Ferid alzó la mirada, cruzándose de brazos, si era ese tipo de cena de la que habla Mikaela, eran bastante claras las intenciones del azabache, a quien le gusta molestar acercándose de más al rubio o abrazándolo.
—Además, esa noche se tomó el momento para aclarar todo, confesó que antes quería hablar conmigo y hablamos de muchas cosas —agregó Mikaela, con notable emoción en el timbre de voz—. Y desde ese momento se ha vuelto un poco más atento y curioso. A veces me recuerda a cuando era niño y no sabía usar las palabras correctas; se enojaba porque me reía y eso sigue sucediendo.
Los recuerdos del rubio eran lo que menos importancia tenían para Ferid, con un suspiro los mandaba a volar.
—Felicidades, te has dado cuenta de que le gustas —formuló Ferid, aplaudiendo con suavidad—. Toda una historia muy bonita, pero ¿Cuándo piensas decirle?
—Es muy pronto —sentenció, evocando de Ferid esas ganas de ahorcarlo y sacudirlo hasta robarle el alma—. Por ahora quiero intentar cortejarlo, observar sus respuestas y... deleitarme con sus expresiones.
—Uhmm... —respondió Ferid, alargando la "u" otorgándole la razón y el beneficio de la duda.
"Al menos ya es un avance, ya no vas a estar tan acongojado como los días pasados" se dijo el peli plata, dichoso por la decisión de su amigo, le sonrió y dejó caer la pregunta que ambos tenían en mente.
—¿Y le dirás que trabajas en un bar gay? —preguntó Ferid repasándose su cabello con la mano—. Si yo fuera él, no vería ningún problema, este es un trabajo tan honesto como el que tiene en su librería. Y no creo que sea un problema cuando sepa que eres gay.
A la sazón el rostro de Mikaela se ensombreció, no sabía cómo Yuu se tomaría esa noticia. Eran varias incógnitas las que estaban al aire tras decidir ser más directo con el azabache que terminaba por sentirse intimidado.
—Pero tú no eres él —murmuró, deseando desde el fondo de su corazón no recibir un rechazo por parte de Yuu por algo así.
Ferid lo entendió, o intentó hacerlo. Le faltaba por superar varías cosas y estaría a su lado para apoyarlo en lo posible. Lo tomó por el hombro, sacando a Mikaela de sus pensamientos.
—Tranquilo Mika-chan —le dijo con tono comprensivo—. Yuu es un chico inteligente, lee mucho ¿no? Sabrá muy bien que no le conviene perder a todo un galán como tú.
Las palabras de Ferid hicieron su trabajo en el corazón del rubio. Le dieron un atisbo de esperanza, pero tan pronto como esto llegó, apareció la presión dibujada en una cabellera rosa y un timbre de voz inconfundible.
—Como a nosotros no nos conviene perder clientes —dijo Krul apareciendo por detrás de ellos, por la puerta del personal—. Sí, todos intentamos apoyar a Mikaela, el más joven del bar, pero si no trabajan nos moriremos de hambre.
A los dos chicos se les erizó la piel. La impasible jefa había aparecido porque se dio cuenta que dos de sus chicos estaban chismoseando en lugar de trabajar. Ferid levantó la mirada al sitio donde se encontraba su compañero peli rojo y se lo encontró siendo abrazado por ese chico; sus celos se levantaron y con la cabeza llena de gritos como "¡¿Por qué no le pides que te suelte?! ¡Maldito descarado!" tomó una charola y salió de la barra, más que dispuesto para terminar esa escena de Crowley con un "¿Desean algo más caballeros?" mientras lo mata con la mirada.
—Ya vuelvo al trabajo —dijo Ferid y tanto Krul como Mikaela se dieron cuenta a dónde se dirigía y porqué.
—¿Cuándo dejarán de provocarse el uno al otro? —preguntó Krul poniendo la mirada en el cielo y suspirando—. Bueno, eso es mejor a que no hagan nada. Y tú muchacho, atiende al hombre de esa mesa, yo me ocupo de la barra.
Krul apuntó al hombre que tanto detestaba Mikaela porque solía intentar tocarle las piernas o insinuarse de más. Básicamente un pervertido machito que cree que puede hacer lo que quiera en este tipo de lugares. El rubio bufó, no podía negarse, pero tampoco asegurar que no le estrellaría un cenicero en la cabeza, y justo cuando se iba a poner en camino un mensaje le alertó, a esa hora no podía ser nadie más que Yuuichiro.
Mikaela sacó su celular de su bolsillo y se lo mostró a Krul, preguntándole si le daba permiso de contestar y ella sin titubear ni un poco, afirmó con un asentimiento con la cabeza. Sabía lo importante que era Yuu para el rubio y de cuando en cuando le cumplía estos caprichos.
Abrió el mensaje, encontrándose con que era una nota de voz, llegando en mal momento con la música en tan alto volumen. Aún así, eso no iba a detenerlo, lo reprodujo y se acercó la bocina al oído.
—¡Mika! —escuchó la voz de Yuu, tan tranquila, como si estuviera nada de irse a dormir. Como si fuera magia, se le esbozó una sonrisa en los labios, cómo le gustaba cuando recibía notas de voz o selfies—. Perdón si te interrumpo en tu trabajo, discúlpame con Krul por favor.
El rubio rodó la mirada, en realidad no interrumpía nada si se trataba sobre ese cliente tan molesto con sus propuestas de vivir una historia de un par de completos enamorados.
—Bueno... el caso es que —repentinamente Yuu se escuchó nervioso en el audio, casi tartamudo con las siguientes palabras—. Es que estaba pensando... Me iba a quedar dormido y pensé en esas veces de cuando pasabamos el día entero juntos y nos dormíamos así, ¿Te acuerdas? Pues creí que era buena idea estar juntos mañana, como hace años, y... y dormir así, juntos. ¡No tienes que sentirte obligado! Si tienes algo qué hacer supongo que podemos dejarlo para otro momento.
¿Había escuchado bien? ¿Yuu lo estaba invitando a lo que parecía una cita en su misma casa? Y no sólo eso, sino que una pijamada también. Para verificar que no era parte de su imaginación, y para volver a revitalizar su corazón con el sonido de la voz de azabache, Mika volvió a escuchar el audio y no, no había ningún error.
No podía negarse, si se lo pedía con ese tono de voz y con tanta vergüenza, Miakela no podía negarse a la voz de un tímido Yuu.
Tan pronto como se terminó, se dedicó el tiempo correcto a escribirle una respuesta, no quería responder con un audio, pues estaba seguro que su voz se perdería con la música y eso le complicaría las cosas todavía más.
Una vez terminó de escribir, le presionó a enviar con la ilusión de que Yuu todavía estuviera despierto para leerlo. Recibió una ultima respuesta y tras despedirse, se guardó el celular en la bolsa del pantalón. Nadie podía negar que ese brillo que tenía en el rostro debía ser por haber hablado con algún enamorado.
Con el rostro alegre, Mikaela tomó asiento al lado del hombre que pagó por pasar un rato con él y comenzó su trabajo cuando este se le insinuaba, le recordaba que sus piernas eran lindas y que cualquier hombre sería afortunado de poder repasar su piel desnuda con tan solo la punta de sus dedos.
Absolutamente todas las palabras que venían de esos labios sucios perdían sentido para Mikaela en cuanto recordaba las palabras que Yuu le había dedicado en esa nota de voz y, sin embargo, estuvo atento a que este hombre no se propasara con su espacio personal, o de verdad conocería la verdadera colera del rubio.
No podía esperar tantas horas, en cuanto volvió a casa a eso de las dos de la mañana, con el cuerpo cansado y con consejos innecesarios por parte de Crowley, Mika se preparó para dormir, se colocó su pijama y observó su chat con Yuu. En sus sueños ya contaba los minutos en retroceso para que el sábado tan esperado comenzara y pudiera, en mucho tiempo, pasar un buen rato con el hombre que amaba.
Llegadas las nueve de la mañana abrió sus ojos, el sol había tenido el descaro de aparecer ese día entre las grises nubes. Al menos esto parecía ser un buen augurio, aunque las primeras horas de la mañana se seguían sintiendo frescas.
Su primer pensamiento fue la cita que formó con Yuu la noche anterior, y a diferencia de la promesa que hizo con Crowley, no le pesó ni un poco el levantarse de su sitio. Se acomodó sus chinos, los cuales obviamente estaban despeinados, y revisó de paso su bandeja de mensajes; sólo tenía un par de Ferid y de un chico, el cual no le iba a arruinar su día. Bloqueó la pantalla de su celular y se levantó de la cama para salir de su habitación.
—¿Yuu-chan? —no sabía si el azabache estaba ya despierto a esa hora o no, sólo que ya quería verlo y cruzar algunas palabras.
Se percató que la puerta del contrario estaba abierta, así que supuso que ya estaba despierto. Seguido de esto, escuchó unos ruidos en la cocina y se dirigió a ella arrastrando sus pantuflas de león. Se echó un buen bostezo y al dar la vuelta a la izquierda, se topo con la espalda de Yuu y este levemente inclinado para adelante; parecía estar cortando algo.
—Yuu-chan —le llamó tomando asiento en una silla que reposaba cerca de la barra. Ladeó un poco la cabeza y vio al oji esmeralda cortando un poco de fruta.
—Buenos días, Mika —respondió el azabache, alzando un poco la mirada para encontrarse con la figura del rubio sonriéndole, después volvió su atención a la manzana que estaba cortando—. Te levantas muy tarde.
Mika formó una leve risita, sin saber que por dentro de Yuuichiro provocaba un terremoto devastador en su corazón. Lo obligaba a quererlo todavía más.
—Lo siento, Yuu-chan —canturreó, acomodándose en su sitio, poniendo el codo en la mesa y su barbilla por sobre su torso de la mano. Adoraba verlo tan serio en una situación tan normal como es cortar un fruto—. Es que ayer llegué un poco tarde a casa. Mejor dime ¿Sí vamos a pasar el día juntos?
Mikaela no era el único que estaba emocionado, de hecho, Yuu había planeado todo lo que iban a hacer y comer en ese sábado. Comenzarían la mañana comiendo un bowl de fruta picada; manzanas, platanos, duraznos y fresas con forma de rosas. La idea se la había dado Yoichi, mientras que por la tarde se limitarían a ver televisión mientras comerían una pizza ordenada; y para cerrar la noche, un poco de helado antes de ir a dormir.
El azabache asintió, disimulando el sonrojo con sus cabellos y la emoción con una mueca de naturalidad.
—Sí —le dijo, esforzándose en su tarea—. Esta vez yo quiero preparar el desayuno, ¿No vas a ir a correr o al gimnasio el día de hoy?
En respuesta el rubio negó. Sus dos ojitos celestes brillaron con tal intensidad que parecía que tenía diez años.
—No, quería cumplir con lo que habíamos quedado ayer —confesó, había dejado de lado su rutina y no lo había dudado ni un poco. Aquel comentario provocó una sutil sonrisita en Yuu, haciéndole ver lo importante que era—. Y... ¿También vamos a dormir juntos, Yuu-chan? ¡Es que es muy emocionante!
Bien, era suficiente, si Mika seguía con esa ternura haría de Yuuichiro una completa cerecita. Comenzó a temblar con el cuchillo en mano, su corazón no le otorgó la paz y se comenzó a incomodar bajo esa mirada gatuna.
—Sí, Sí, Mika —formuló en medio de un suspiro—. Sí, pero antes y mientras acabo esto, ¿Podrías traerme mi celular de mi habitación?
Mikaela asintió, no tenía la necesidad de preguntar el porqué.
—Le prometí a Shinoa que le enviaría un pdf de un libro que quería leer —agregó Yuuichiro, mientras el rubio ya se estaba encaminando a la habitación.
Cruzó el umbral y se dirigió a la mesita de noche que tenía al lado de la cama. Con celular del azabache en mano, estaba por volver sus pasos a la cocina cuando un pequeño pedacito de papel le logró llamar la atención. Lo tomó y al desdoblarlo un par de veces, se encontró con la letra de Shinoa, rezando una lista de formas para conquistarlo.
—¿Cómo conquistar a Mikaela y no morir en el intento? —rezó casi queriendo reírse a carcajada abierta.
Era obvio, Mikaela no tardó muchos segundos en darse cuenta el significado de que Yuu tuviera en su posesión tal nota. Recordó los cambios del contrario y supo ahora, la verdadera razón de la cita del día de hoy. Su corazón respondió a las intenciones de Yuu, salir y gritarle que lo amaba le cruzó por la mente, pero... ¿No le quitaría lo divertido al asunto?
¡No cabía de tanta emoción!
Estuvo a nada de caer de rodillas por la mera emoción de la seguridad que le daba esa nota y su lista. Quería gritar tan agudo que se mordió los labios, se preguntó si así era la sensación cuando se era correspondido. Casi le agradeció a Shinoa desde el fondo de su corazón, pensó en mandarle un mensaje o algo por el estilo, pero temía alertarlos y perderse de lo divertido que podía parecer el plan que pronto cocinó en su cabeza.
—Le gusto a Yuu... —murmuró, con la voz temblando—. Sí le gusto...
El eco de su voz se perdió en la habitación y temiendo que Yuuichiro comenzara a sospechar de algo o recordara que dejó algo tan importante a la luz, colocó la nota en donde estaba. Tuvo que luchar internamente para no quedarsela y guardarla como un buen recuerdo, y finalmente salió de la habitación con la emoción escrita en el rostro, además con el celular en mano.
—Aquí está —dijo, dando nuevamente la vuelta a la izquierda, extendiendo el aparato al azabache. Soportó las ganas de arrojarse y abrazarlo, y en cambió, pensó en solo provocarlo.
Yuu se dio la media vuelta, con un dedo escondido en su zurda y con una sonrisa un poco torcida. Algo malo pasó mientras el rubio estaba ausente, dejó el celular en la barra y se apresuró a tomar las manos de Yuuichiro entre las suyas.
—¿Qué pasó? —le preguntó, contagiándose del dolor que estaba en la mirada del azabache.
—Estaba intentando cortar unas fresas y... —en ese momento reveló su dedo índice con un río de sangre—. Quería darles la forma de una rosa, pero me corté...
—¿Una rosa? —respondió el otro, procesando la situación y ante el quejido del azabache, le sonrió; era muy tierno, incluso se estaba esmerando en algo así—. Ay, Yuu-chan... no tenías que hacer eso.
—Es que creí que así se podía ver más...
"Sí, se vería más linda una fresa en forma de rosa" Pensó el rubio, ensuciándose las manos de sangre y apropiándose del dedo de Yuu para introducirlo lentamente a su boca. Obligó al azabache a callarse y a hundirse en un manojo de nervios y sonrojos cuando, con una lentitud desesperante, se introdujo su dedo a su boca, lamiendo con su lengua y chupando con sus labios la sangre.
Yuu se paralizó, no sabía cómo reaccionar, pero la imagen del rubio lamiéndole ese dedo, le revolvía las entrañas. No quería que se detuviera, pero más temprano que tarde la sangre dejó de aparecer y la solución de Mikaela tuvo su eficacia.
—Listo —dijo con naturalidad, sabiendo que aquello había servido de mucho para volver loco a su amigo—. ¿Ves? Ya no sangra.
Yuu negó, temía que su voz le traicionara. Mientras tanto, Mikaela disfrutaba desde lejos, el momento donde provocaba los sentimientos de Yuuichiro.
—Bien, ahora vamos a darte una recompensa —dijo Mikaela con un tono alegre y se dirigió a la cocina para tomar una de esas fresas y volver a lado del azabache—. Una fresa.
—¿Una fresa como recompensa? —preguntó Yuuichiro, sin tener en consideración lo cerca que estaba el rubio. No alcanzaba a entender que este le estaba coqueteando.
—Sí, por soportar el dolor y, además, esforzarte en hacer un desayuno lindo.
Y dicho esto, el oji celeste se puso en sus labios la mitad de esa fresa, invitando a Yuu a morder la otra mitad. El azabache no entendió bien a la primera qué debía hacer, pero en el momento en donde fue atrapado por las caderas y acercado más a Mikaela, supo que tenía que morder el otro extremo.
No era momento para preguntar, Yuuichiro tenía la cabeza en blanco y a la vez, decidió dejarse llevar por la situación. Colocó sus manos por sobre los hombros de Mikaela, incluso, se atrevió con la diestra a atraparlo por la nuca.
El rubio estaba nervioso, no podía ocultarlo, pero supo que tuvo que tomar las riendas de la situación y hacer de Yuu todo un laberinto en su cabeza y corazón.
Yuuichiro se acercó, no podía creer lo que estaba pasando y por fin, tras sentir la presión de los dedos de Mikaela en sus caderas, se aferró a la fresa, creyendo que no sería tanto un beso, pero fue el mismo rubio quien dio un mordisco adelante y comió la fruta para llegar al dulce final, a tocar los labios de Yuuichiro y realizar ese primer beso, el cual no duró más de algunos segundos.
Yuuichiro cerró los ojos, se permitió sentir el placer otorgado por esos labios tan tersos y finos con los que había crecido sólo observando. Sintió cómo el rubio subía el agarre hasta su espalda y él se aferraba a su nuca; era como si por unos simples segundos fueran uno mismo y sus corazones se hubieran conectado, una sensación en extremo única y un poco ardiente.
Al poco rato Mikaela tomó su espacio, no le pareció que Yuu besara mal y todo lo contrario, si lo hacían más seguido, se podría volver un adicto al sabor de sus labios. Tomó su espacio, dejando jadeante al azabache y con las mejillas enrojecidas, juntó sus frentes.
—¿Te gustó? —le preguntó con la misma ternura de siempre, con la que es bien conocido en esa casa.
Yuuichiró asintió, desviando la mirada, un poco apenado, pero satisfecho.
—Sí... —susurró sacando de Mikaela una risita.
—¿Y quieres otro? —le preguntó, arriesgándose a una posible negación.
Al cabo de unos segundos, en donde Yuu emitió un "Mmm", levantó su mirada y con un brillo nuevo mantuvo el contacto visual con el rubio.
—Sí —tenía que ser honesto, quería más.
Y como si fuera esa una orden de su rey, Mikaela volvió al ataque contra los labios de Yuuichiro, quien esta vez no pudo reprimir un leve jadeo, y dejarse llevar por el sabor dulce de la fresa. Al cabo de unos segundos más, volvieron a tomar su espacio y Mikaela repasó las mejillas de Yuu con sus pulgares.
—Listo, es suficiente —sentenció el rubio tomando su distancia y deshaciendo el agarre al cuerpo de Yuuichiro—. Vayamos a desayunar, todavía nos queda un día completo ¿No?
Yuuichiro asintió, por más que deseara que ese momento no encontrara su final, tenían otras cosas qué hacer. Claramente quedó un poco confundido por su acción, no sabía si era bueno o malo, aunque por un lado pensaba que era bastante obvio, no sabía cómo expresarse; simplemente le había gustado todo.
Mikaela lo tomó de la mano con tal cuidado, temiendo destrozarlo, y lo llevó con el a la barra, a desayunar y comenzar un día inolvidable en la vida de ambos.
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