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Capítulo 2: La Novia De Yuu Y El Mejor Cumpleaños

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Para ti:
siempre quise darte esto, quizás ahora sea tarde, pero este regalo es para ti.

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La indicación que Mika le había hecho sobre comer bien antes de dormir e ir a su habitación no era por nada. Se podría decir que lejos de sonar como su madre, Mika se había aprendido en poco tiempo las malas costumbres del chico que ama porque su intención era erradicarlas de él, a favor de que este no pasara malos ratos, como estar muerto de hambre, despertar con un fuerte dolor en el cuello por dormir en el sillón, o estar al borde de la muerte por intentar abrir una lata de atún con un cuchillo bien afilado. Cuidaba a Yuuichiro con ternura y dedicación, sin que este se diera cuenta de nada.

Era el genuino aprecio lo que movía esas palabras y atención en Mika. Sabía que no podía erradicar esas costumbres de raíz, ya que vienen muy bien arraigadas a la piel del oji esmeralda, pero eso lo volvía aún más apetecible y atractivo.

No esperaba nada a cambio, nada más que seguir al lado de Yuuchiro.

El azabache abrió los ojos con pesadez, no quería despedirse de aquel sueño y mucho menos del Mika que contenía. Era una fría mañana de domingo, lo tejió en su mente cuando con la mirada borrosa, tomó su celular de la mesita y observó la hora y fecha.

—Uh... nueve de la mañana... —dijo, aunque más pareció interrogarlo con cierto fastidio, porque los fines de semana se levantaba de cama pasadas las diez de la mañana, tiempo en donde Mika ya volvía del gimnasio y tomaba una ducha—. Todavía tengo más ti...em...po

Los pocos segundos que le tomaron para volverse a recostar y abrazar un cojín le parecieron pocos e indistintos cuando cayó en la cuenta sobre cierto rubio guapo que había salido ayer. Su voz se perdió, seguida por el brinco de sorpresa e incertidumbre de su corazón. Se levantó de un sentón, con el sueño escapándosele en una carrera a la que no le igualaría el paso; iba a ponerse de pie, entonces observó la cobija que tenía en su regazo.

Él era tan flojo que nunca iría por algo así a su habitación.

Estudió un poco más la tela, y a juzgar por el grabado tan excéntrico que tenía, además de ese dulce olor a canela, entendió que pertenecía a Mikaela. Una tímida sonrisa se le dibujó en sus labios sin consentimiento.

¡¿Por qué sonrío?! Fueron las siguientes palabras que tomaron forma en su cabeza con exigencia y vergüenza. Entrecerró los ojos, sabía la respuesta, pero su cabeza aún contradecía a su corazón.

—¡No desde la mañana, por favor! —alzó la voz, cerrando los ojos y revolviéndose los cabellos negros, los cuales quedaron hechos picos groseramente volteando a todas partes.

Su actuación, perfectamente teñida por el drama y coraje, despertaron a la figura que estaba recostada en el sofá pequeño. Yuu escuchó un gruñido, y tras abrir los ojos y levantar la mirada con pesadez, sintió que el alma se le escapó del cuerpo.

—¿Qué es todo ese alboroto? —inquirió el rubio con la voz ronca, además de con una leve resaca y el sueño todavía por sobre sus hombros—. ¿Desde la mañana qué?

Un simple carajo no era suficiente, no, no lo era.

"Si hubiera dicho su nombre o algo como 'No quiero pensar en Mika desde la mañana' seguramente se hubiera dado cuenta, o como mucho, habría sido incómodo" pensó el azabache con tanto pánico, que su cuerpo lo expresó llevándose las manos a los labios, con la mirada perdida y llena de temor.

Fue suficiente para que el rubio perdiera el sueño y comenzara a sentir preocupación. Se rascó los parpados un poco y se enderezó, a nada de ponerse de rodillas y unir sus dedos con los de Yuu, pero tuvo que soportar ese arranque, o temía terminar empeorando la situación.

—Yuu-chan —lo llamó y mantuvieron miradas. La esmeralda repleta de temor, vergüenza y pánico, mientras que la celeste, en un genuino sentido de preocupación—. ¿Pasa algo?

El azabache negó lentamente, no podía decirle que lo que estaba pasando es que estaba desarrollando sentimientos por él y que seguramente era gay. Temía al rechazo, por eso permaneció mudo, pero de poco sirvió, porque cuando estudió nuevamente las ropas del rubio frente a él, los recuerdos de su sueño húmedo lo atacaron, formándole un nudo en la garganta.

—¿Seguro? —insistió Mika, no conforme con esa pésima respuesta de Yuuichiro.

Pensó que tal vez iba a cruzar la línea, pero se arriesgó con tal de saber qué era lo que perturbó al azabache desde los primeros minutos del día; se arrastró un poco en el sofá para sentarse en la orilla de este, y poder colocar de tal manera, su mano por sobre la rodilla del azabache, quien respondió al tacto con temblor.

¡Sólo estaba tocando su rodilla con delicadeza y Yuuchiro ya se estaba volviendo loco!

Pero tan sólo ese tacto simple y casual... le pareció cálido, como si quisiera que subiera un poco más.

—¿Pasó algo anoche mientras no estaba? —preguntó Mika y Yuu respondió negando con la cabeza; llevó su mano por sobre la de Mika, a quien sorprendió y pudo arrancarle un sutil sonrojo por tan pobre acción.

¿Cuándo fue la última vez que se tomaron de las manos? Ambos lo habían olvidado, pero ese tacto les reavivó aún más sus sentimientos pues compartieron un calor único.

—No pasó nada —fueron las palabras de Yuuichiro pasados unos segundos, en donde logró formar una sonrisa forzada y mover el agarre de Mikaela—. Creo que me quedé dormido aquí. Gracias por la cobija.

El rubio respondió con un asentimiento. Ahora que se percataba, había un bulto prominente debajo de la misma cobija, en el medio de las piernas de Yuuichiro y temía saber qué era aquello. Desvió la mirada, pero el azabache no se percató hasta mucho después.

—No fue nada... —respondió con timidez, o más bien, intentando controlar el arranque del que podría ser víctima. Mika llegó a preguntarse cómo se vería una erección en el azabache, pero ahora que lo tenía frente a frente, no sabía de lo que era capaz de hacer.

Yuuichiro se rascó la nuca, sin prestar atención a la sensación de su entre pierna porque ya estaba experimentando muchas sensaciones, así que se echó a reír.

—¿Y a qué hora llegaste? No me di cuenta —formuló Yuuichiro, teniendo en mente las embestidas que recibía de Mikaela en su sueño; los jadeos que sus labios producían y le impedían hablar con claridad y esa obvia resistencia de Mika para esas cosas.

El rubio formó un suspiro, no podía creer lo que iba a hacer, pero era eso o convertirse en el lobo mientras que Yuu sería caperucita roja. Tomó aire, se dejó caer en el sofá y observó con pesadez al azabache.

—Volví temprano, todo estuvo muy aburrido —dijo para después hacer una señal con su zurda en donde señalaba para abajo—. Yuu-chan...

Sus ojos celestes tomaron un brillo fuerte, casi exigente y su semblante se endureció en ese momento.

—¿Sí? —respondió el azabache.

—Abajo.

Abajo, esa palabra fue suficiente para que Yuuichiro bajara su mirada y se topara con semejante erección mañanera. Como era de esperarse, su rostro se volvió un tomate recién cosechado, sus labios temblaron y con torpeza se cubrió su miembro.

—¡No mires! —demandó, quedando con la mente en blanco.

—Tranquilo —respondió Mika al instante, contagiándose por Yuuicihro, intentó acercarse, pero el azabache se levantó de un salto—. Si quieres puedo....

—¡Noo! —gritó Yuuichiro tomando carrera al pasillo, para entrar al baño y hacerse cargo de su problema—. ¡No digas nada! ¡No veas!

Se escuchó que la puerta se cerró con fuerza, entonces se ciñó un silencio incómodo. Tirado en el sofá, Mikaela se repasó la mano por el cabello, enredando sus rulos en sus delgados dedos; su corazón palpitaba con fuerza y le pesaba admitir, la escena le gustó y emocionó hasta cierto punto.

—Si quieres puedo... —repitió en medio de su soledad en la sala con una sonrisa burlesca—. Si quieres puedo... ¿Qué intentaba hacer? ¿Decirle que yo me encargaría de esa erección?

Sabía la respuesta, no era tonto y obviamente sí lo quería, pero el azabache fue más rápido en interrumpirlo.

—Como sea... —formuló—. Lo tenía grande...

Y dicho esto, con la imagen bien grabada en la mente, se levantó del sofá; decidió que de momento era importante salir a correr un poco para despejar la mente, además, seguramente el azabache lo correría unas horas.

Se dirigió a su habitación para cambiarse la ropa de noche, por unos pantalones deportivos que se ceñían bien a sus piernas y glúteos. Se colocó una camisa sin mangas de color negro, la cual daba una excelente imagen de sus brazos ni tan fornidos, pero tampoco delgados. Por último se caló sus zapatillas deportivas y salió a la cocina a preparar un par de emparedados con queso amarillo, odiado por él, pero favorito del azabache.

Lo pensó por un momento y al ver que Yuu no salía del baño, sabiendo que aquello era un trabajo que le tomaría tiempo y que no fue invitado, llamó a la puerta, pero nadie le contestó.

—Voy a salir a hacer ejercicio —le dijo, sabiendo que detrás de la puerta, Yuuchiro le escuchaba perfectamente. Se mordió los labios, conteniendo esas ganas enormes de abrirse paso y ayudarle—. Seguramente tendrás hambre, te dejé preparados dos emparedados, si tienes sed, creo que todavía tenemos jugo de naranja. Vuelvo en unas horas.

Y dicho esto, se escucharon los pasos del rubio alejarse de la puerta del tocador para salir de casa y cerrar la puerta detrás de él. No volvió hasta pasadas unas tres horas, el plato donde había dejado los emparedados, ahora estaba sólo con unas pocas migas; se alegró de que Yuuichiro hubiera comido, pero desde ese incidente no se volvieron a ver en todo el domingo.

Así fueron los sucesos de la mañana del domingo; realmente un desastre, un desastre lindo para ambos, en donde posiblemente pudo haber sido el inicio de una típica comedia romántica de bajo presupuesto.

Al cabo de unos dos días y manteniendo una comunicación reducida, ambos hicieron el intento de continuar sus vidas, de darle un seguimiento normal a sus trabajos y rutinas, en donde uno ejercitaba su cuerpo y el otro, encerrado en su habitación, se quemaba la mirada con los juegos en línea. Mikaela hizo un esfuerzo enorme por no tocar el tema y aparentar la misma frescura de siempre, pero la imagen mental de esa mañana no se le iba a borrar en toda la vida; mientras que el azabache huía de su presencia, envuelto en un torbellino de vergüenza y miedo, pues temía al repudio de su mejor amigo y no solo eso, el hombre por el que comenzaba a sentir algo más que mera amistad.

Digamos que una situación así no es lo correcto para comenzar un cortejo, y Yuuichiro lo sabía perfectamente.

La noche del martes, justo después de haber perdido una partida por su culpa (Comenzaba a admitir que, debido a su desmesurada atención por sus sentimientos en cuanto al rubio, estaba dañando a su equipo) y un regaño por parte de Shinoa, Yuuichiro se desconectó. Desde el lunes el trabajo se había vuelto más pesado; no dejaba de pensar en sus sentimientos, les daba vuelta una y otra vez, los estudiaba de pies a cabeza y aunque la respuesta le era bastante clara, prefería darle la vuelta y crear una conclusión errónea.

Estaba claro, la cobardía, el miedo a algo nuevo le estaba ganando terreno. Necesitaba ayuda, pero a donde sea que mirase, no podía conseguir algo más allá de un consejo bastante obvio y hablar con Mikaela estaba cien por ciento fuera de sus planes; no quería crear un mal entendido.

Apagó el televisor y el silencio que estaba en todo el lugar, lo atrapó y devoró por completo hasta obligarlo a hundirse en sus pensamientos. Mikaela había ido a trabajar como todas las noches por lo que estaba solo, así que no tenía de qué preocuparse; podía estar tirado en la cama cuanto tiempo quisiera, o tal vez no cenar, después de todo no estaba él para cuidarlo de sobremanera.

Se dejó caer en su cama, abrazando una pequeña almohada con forma de gatito.

—Shinoa dice que me la paso distraído últimamente... tch —murmuró frunciendo con suavidad el ceño—. No entiende...

¿Qué era aquello que la peli violeta no alcanzaba a entender? Básicamente la respuesta a todo; su atracción por Mikaela.

—Mika...

Y la imagen del rubio, sonriéndole como siempre, se le hizo tan presente que evocó en él esos sentires propios de una joven alma enamorada; el corazón le bombeó con rapidez, sus dedos sudaron frío y sus brazos fueron victimas de una impresionante necesidad por tenerlo en su posesión y poder recorrer con delicadeza ese cuerpo que, seguramente, muchos desearían tenerlo al menos como modelo para esas esculturas en donde la belleza y juventud son hermanas de la eternidad por eones.

—¡AAAH! —gritó en un momento donde su cabeza se llenó de unas simples palabras. Se removió por toda su cama, como si estuviera luchando contra un hombre fuerte, pero invisible.

Cayó al suelo, sobre varías almohadas y su mando salió fuera de su alcance. Entonces el timbre de su celular lo trajo de vuelta; lo tomó y desbloqueó para ver de quién se trataban.

Sus mejillas se tornaron de un tierno colorete, y los síntomas de su enamoramiento se incrementaron por un simple mensaje de Mikaela.

—¿Por qué eres tan atento? —gruñó dejando el par de palomitas en azul. Apagó su celular y lo dejó caer sobre su pecho, cubriendo sus ojos con su antebrazo.

Tanta atención, amabilidad y cariño que podía sentir en un simple mensaje de texto de Mikaela, y solamente de él, lo enamoraba aún más, pero también representaba una tortura mental ante la duda de un amor correspondido o no.

Suspiró con fuerza, no sabía si quería romper en llanto o sí debía estar feliz; sus emociones comenzaron a verse comprometidas desde que ese sentir floreció en su pecho.

—¿Y si de verdad me gusta? —murmuró—. ¡Bien, me gusta!

Ser escuchado por alguien más era el menor de sus problemas, no reparó en el volumen de su voz.

—Desde hace días sólo estoy evitando lo obvio —se dijo, sintiendo de poco a poco un peso se le iba de la espalda, porque el primer paso era ser honesto consigo mismo—. Mikaela me gusta... — se removió en el suelo, con la mirada pegada en la puerta de su habitación—. ¿Pero qué hago? ¿Y si no le gusto? No quiero arruinar nuestra amistad...

La respuesta, que era externa a él y que obviamente le tomaría muchísimo mas tiempo conocer, le quitó tiempo, el suficiente hasta que sintió un frío recorrer su espalda. A punta de estornudos se levantó y salió al pasillo, justo donde enfrente se encontró con la habitación del rubio. Ahora que lo pensaba, Mikaela admitió la otra noche que entraba a su habitación a limpiar, ¿Entonces por qué Yuuichiro no podía? No había ninguna regla que se lo prohibiera.

"Si entro sólo será para ver. A diferencia de Mika, no voy mover nada de su sitio" Pensó, dando dos pasos al frente para poder alcanzar el pomo dorado de la puerta de la habitación del rubio. Por unos segundos temió encontrarse con varias cosas.

Estaba emocionado, hacía mucho que no entraba al nicho de su amigo y tampoco estaba seguro si la puerta tenía o no llave.

Hizo un giro y la puerta emitió un leve sonido en donde se le permitió al azabache encontrarse con un lugar limpio, decorado con alfombras rojas y pinturas clásicas. Parecía una habitación bastante normal de un joven de poco más de veinte primaveras, pero lo que llamó la atención de Yuuichiro fue un cuadro en la mesita de noche que se encontraba al lado de la cama. Levantó el objeto y se encontró con la foto de cuando tenían ocho años y él había tenido un accidente en la bicicleta.

—Aquella vez lloré mucho...

Y así fue, lloró tanto que la voz de su madre intentando calmarlo se perdía como el sonido de un arroyo en un inmenso bosque. Lo único que logró calmar el llanto de Yuuichiro fueron las palabras de Mikaela, junto con esa sonrisa que parecía tener un poder mágico bastante extraño sobre su ser.

Yuu pensó que desde entonces Mika lo cuidaba demasiado, como ahora. No le pareció extraño, sino lindo; a la sazón recordó que después de haber llorado litros y litros, el pequeño rubio lo tomó por las mejillas, e hipnotizándolo con esos ojos celestes, en donde seguramente al nacer atrapó el cielo despejado de un verano de antaño, le robó un beso en la mejilla.

Era ese su primer beso, se sorprendió por haberlo olvidado y no estaba seguro si Mikaela recordaba ese momento anterior a la fotografía, dicho sea de paso, Yuu salió con los ojos cerrados, pero dedujo que tal vez esos sentimientos que actualmente tenía por el rubio, habían aparecido desde muchísimo antes y que era tan despistado que sólo pudo darse cuenta de su existencia cuando hubo madurado.

¡Eso! Tras varios años, en donde Mikaela mantuvo ocultos sus sentimientos, Yuuichiro ya estaba reconociendo su atracción.

Con un nuevo logro, el azabache dejó el cuadro donde lo encontró, echó una última mirada y con sus temores calmados, con el amor por Mika en la punta de su corazón, salió de la habitación, dispuesto a disfrutar de estos sentimientos, sean o no correspondidos; decidió dejar de lado el miedo, sabiendo que recibiría ese consejo por parte del rubio.

Una vez teniendo la mente despejada, se encaminó a la cocina, sacó del refrigerador la pasta de la que le había hablado y tras calentarla y darle el primer bocado, una enorme sonrisa se le pintó en los labios.

—¡Está muy rica! —dijo, como si Mikaela pudiera escucharlo, y con más desespero usaba sus palillos para comer con más rapidez.

Pues ya lo decía la madre del rubio cada que terminaba una receta; el amor también entra por el estómago.

Una vez Yuuichiro terminó con su cena y con la barriga contenta, lavó la loza y corrió a su habitación para enviarle un ultimo mensaje a Mikaela.

—Comienza el verdadero reto —dijo Yuuichiro, tomando más en serio sus sentimientos mientras redactaba su mensaje.

Mientras tanto, en medio de la música perforando sus oídos, los hombres borrachos a su alrededor y bajo la felina mirada de Ferid, siendo abrazado por Crowley, Mikaela leyó el mensaje y su corazón dio un gran brinco.

No lo pudo evitar, sonrió y eso fue suficiente para que terminara su horario laboral con todas las energías del mundo.

—Es que no lo puedo creer... —esbozó la peli violeta acariciando el puente de su nariz, con notable frustración y desespero. Estaba incrédula por las palabras de su amigo de cabellera negra.

Yoichi, un jovencito delgado y de rulos castaños, con una personalidad tan frágil como la vida de una rosa; junto con Yuu vestidos con el uniforme de la librería, se observaron a sí mismos, no entendían la razón de la reacción de su amiga, quien estaba llegando ya a sus límites con el cabezón de Yuuichiro. El mancebo estaba detrás del mostrador; habían pasado varias noches desde que Yuuichiro reconociera sus sentimientos y hasta ahora se habían detenido a platicar con más detenimiento.

Aquel trío de amigos se juntó por una charla simple, en donde hablaron de los libros que estaban leyendo, las muertes de sus personajes favoritos y sobre las partidas en línea de la noche pasada. Yoichi había salvado por mucho al equipo con su buena puntería, mientras que la peli violeta se resaltaba por sus excelentes tácticas de ataque; los dos restantes, Yuu y Kimizuki seguían con sus malas decisiones y muriendo a cada rato. De alguna u otra forma, debido a la poca clientela, Shinoa preguntó por la situación de su amigo y su compañero de piso, sólo entonces lo interesante se desató en preguntas bien elaboradas y respuestas cortas por parte del azabache.

—¿Qué es lo que no crees? —preguntó Yuu chasqueando los dientes, elevando la mirada, mientras Yoichi formaba una tímida sonrisa, tan cohibido como siempre—. Ya les acabo de decir que...

—¿Qué? —insistió la chica llevándose las manos a las caderas, retando al otro a repetir sus palabras.

El pequeño de rulos observaba a uno y al otro, intercalando su tiempo. Se encogió de hombros, temiendo un golpe por parte de Shinoa, quien ya estaba en sus límites.

—Pues... —murmuró el oji esmeralda.

—¡¿Pues qué?! —inquirió la otra bastante impaciente—. Dilo, con un carajo.

—¡Bien, ya cállate! —respondió Yuu con el mismo volumen de voz.

Los pocos clientes que estaban leyendo los títulos de los libros llevaron sus miradas curiosas al mostrador, lugar donde toda la trifulca se estaba llevando. Yoichi se inclinó, mientras sus amigos seguían discutiendo, pidió disculpas y formó una tímida sonrisa.

—Tú ganas, Mika me gusta ¡¿Escuchaste bien?! —alzó nuevamente la voz, pero con el tiempo fue decreciendo hasta llegar a un susurro—. La otra vez lo acepté, y me llené de valor... Pero la verdad es que no sé, estoy inseguro.

Los dos restantes guardaron silencio, sabían que Yuu estaba inseguro, y no querían hablar de más hasta haberlo escuchado por completo. Pero ese no era el momento o la situación; Shinoa emitió un leve suspiro y observó el reloj que estaba en el mostrador, ya casi era la hora del almuerzo. La tan esperada hora del descanso. Tomó a Yuuichiro por el cuello de su camisa y lo sacó de detrás de la barra.

—Yoichi —llamó al castaño y este dio un leve salto—. ¿Puedes cubrir a Yuu estos minutos? Quiero hablar con él a solas y si vamos a gritar no quiero me medio mundo nos escuche, ¿Sí puedes?

Al segundo siguiente el castaño asintió con fuerza, no era bueno dando consejos como Shinoa, pero sí podía ayudar de esa forma, no lo dudaría; se puso detrás del mostrador y empujó al azabache fuera.

—No se preocupen, vayan —respondió con tal amabilidad que Shinoa relajó su semblante.

Tras agradecerle como era debido y con un "Tú vienes conmigo, pedazo de terco" Shinoa arrastró a Yuuichiro y se lo llevó al pequeño almacén que había en ese lugar. En serio era pequeño, tanto que era un simple pasillo con sus extremos repletos de cajas apiladas unas sobre otras, llenas de libros y con el espacio justo para una sola persona. Como pudieron, ambos entraron a regañadientes y casi compartiendo el mismo aire, sus narices bien podían alcanzarse a tocar.

—Bien, ahora dime —murmuró Shinoa—. ¿Cuál es el problema ahora?

—El problema, Shinoa, es que no sé si sea correcto hacerle saber lo que siento por él ¿Entiendes? —explicó Yuu actuando con los brazos, como si estuvieran compartiendo un secreto de alta importancia, del cual dependería la paz de todo el mundo—. ¿Y si le digo, pero me rechaza? O todavía peor, me odia por ser gay. O tal vez tiene pareja, o yo estoy mal interpretando las cosas.

Shinoa tomó a su amigo por los hombros, su mirada tenía un fuerte velo de seguridad y solidaridad.

—Primero, te estas adelantando mucho ¿Ya pensaste en la boda? —le dijo con calma y una media sonrisa combinada con un leve atisbo de burla—. No niego que todas esas inseguridades también me llegan cuando me gusta alguien, pero aquí lo importante, Yuu, es que disfrutes del sentimiento que tienes aquí —bajó una de sus manos y apuntó al corazón de Yuu con su índice—. No habrá otro momento donde disfrutarlos y si no lo haces, luego te vas a arrepentir y sentir vacío.

El joven había enmudecido, asintiendo con detenimiento. Las palabras de la chica comenzaban a tomarle sentido y desdibujarle la duda en su camino.

—Créeme, dudo mucho que te rechace. Se le nota en la voz y la forma en cómo te observa que le gustas mucho —en ese momento el corazón de azabache se llenó de emoción, resolviendo que tal vez tenía una oportunidad con Mikaela. Shinoa prosiguió—. Y si se atreve a hacerte llorar, conocerá a la verdadera Shinoa.

La mirada de la chica se ensombreció, arrancando de Yuu una sonrisa forzada.

—No seas dramática —respondió él.

—Bien, a lo mejor exageré, pero es cierto que no me voy a quedar de brazos cruzados si ese rubio te lastima —dijo Shinoa riendo, a la vez que golpeó el hombro de Yuu—. Pero estoy segura que lo traes vuelto loco. Mira, vamos paso por paso ¿Por qué no comienzas por llamar su atención? Así puedes saber si hay una respuesta positiva o negativa.

Las palabras de la joven evocaron un sutil sonrojo en todo el rostro de Yuuichiro, no estaba seguro si tenía a Mikaela comiendo de la palma de su mano, pero sí le pareció interesante intentarlo.

—¿Cómo? —dijo—. No poseo algo que sobresalga para llamar su atención. Mi apariencia es bastante común y él es más... más guapo.

"Seguramente tiene a más de una mujer detrás de él" pensó, sin dejar de lado esas imágenes en donde Mikaela luce ese cuerpo que tanto le robaba la atención, sin mencionar esa hermosa voz, digna de un Dios griego como Apolo, y mucho menos le quedaban palabras que le hicieran justicia para describir el ser humano tan bueno que es, claro, con sus defectos, como cualquier otro. Sin embargo, cuando uno se está enamorado, no es capaz de ver más allá de la cortina de la perfección con ojos minuciosos.

—Mira, físicamente él sabrá qué es lo que le gusta de ti —formuló la joven alcanzando un pedazo de papel de una de las cajas, se sacó del cabello un bolígrafo que antes se hubo encajado y comenzó a escribir—. Puedes hacerlo con esos pequeños detalles como interesándote por su día, cocinando una vez, diciéndole que tal prenda se le ve bien o algo así. A este plan lo vamos a llamar... ¡Cómo con quistar a Mikaela y no morir en el intento!

Terminó de escribir y como lo había dicho, la nota contenía varias ideas sobre cómo llamar la atención del rubio, debajo del titulo que ella le había dado al plan. Le pasó el pedazo de papel a Yuuichiro y este, después de leerlo y recordando que la noche en que Mika salió a beber no le dijo lo guapo que se veía, se guardó el papel en el bolsillo.

—No... No parece mala idea —formuló Yuu con un dejo de seguridad y emoción; para comenzar, no estaría mal aplicar las ideas que le dio su amiga y ver qué tanta oportunidad tiene—. De hecho, creo que puedo comenzar desde ahora, porque ya se viene el cumpleaños de Mika y puedo hacerle algo.

—Ahí lo tienes —premió ella guiñándole un ojo, le traía consuelo no ver a Yuuichiro tan preocupado como hace unos momentos—. Regálale algo que siempre has querido hacerle o algo que tal vez lo sorprenda.

Yuu asintió, ya estaba planeando qué hacer el próximo domingo, que justamente caía en el cumpleaños de Mikaela, ni loco podía olvidarlo. No era bueno con las manualidades, y eso era ridículo, tampoco tenía mucho dinero para un regalo deslumbrante y costoso, pero estaba seguro que algo ya se le ocurriría para entonces; de momento, se encontró aliviado, haber hablado con su mejor amiga le había quitado kilos y kilos de encima. Sonrió de oreja a oreja, iluminando de paso el rostro de Shinoa y se abalanzó para abrazarla y sacudirle el cabello, un gesto agresivo pero propio de su amistad.

—Eres la mejor, un poco rara y enojona, pero sin duda la mejor —le dijo con verdadero aprecio.

La chica se soltó riendo, abrazando a su mejor amigo por los hombros.

—Y tu eres un terco despistado, pero que no se te olvide que te quiero mucho —le dijo—. Y no soy la única, los otros dos también estaban preocupados porque últimamente estabas muy distraído.

¿Qué había hecho para merecer tan buenos amigos? Se preguntó Yuuichiro, sin saber el fuerte golpe que se avecinaba.

—Ya, lo siento mucho.

—Nada de lo siento —repitió ella—. Me vas a pagar esto con una partida ganada, de lo contrario te saco del equipo. Necesitamos devuelta a nuestro Yuu, el impulsivo del juego.

El azabache estaba por replicar, decir que no era para tanto y que el equipo no era nada sin él, pero justo cuando sus labios evocaron la primera letra, acompañada con una vocal, su voz se perdió en un momento de gran incomodidad.

Shinoa apartó a Yuuichiro casi de una patada, lo que menos quería era mal entendidos o chismes, era la clase de mujer que detestaba tales tonterías. Algunas cajas estaban a nada de caerles encima, pero eso fue lo de menos cuando, de un segundo para el otro, Mikaela los estaba observando, callado, taciturno y sorprendido, casi con el corazón destrozado, la escena que entendió de una forma errónea; ya había sospechado que tal vez había algo entre ellos dos, pero trataba de convencerse que todo era parte de sus desvaríos.

—Intenté explicarle que Yuu-chan estaba ocupado, pero... —por detrás la voz temblorosa de Yoichi se alzó y no pudo pasar más allá del camino que mismo Mikaela le restringía.

—Ah... —arrastró la voz Shinoa, no sabía qué hacer y como si fuera un robot, avergonzada formó una leve reverencia como disculpa y se abrió paso para salir de escena—. Lo siento mucho, buenos días, Mikaela-kun.

El mencionado había entrado en un tipo trance, sus sentimientos de toda la vida habían sido destrozados en un almacén y justo cuando había ido de buena manera a dejarle el almuerzo a Yuuichiro. Escuchó la voz de Shinoa, se hizo a un lado para que ella saliera y respondió con un leve asentimiento de cabeza.

—Buenos días, Shinoa-san —murmuró con una débil sonrisa. Se trataba de convencer que no debía mostrar ni un atisbo de dolor, por eso reforzó su sonrisa observó a Yuuichiro.

La jovencita se llevó a Yoichi tirando de su uniforme, diciéndole que era mejor no arruinar más las cosas. Ya luego le pediría disculpas a su amigo.

—Mika... —formuló el azabache, intentando acercarse al rubio. De alguna forma sentía que debía darle una explicación y ser bien honesto, pero los mismos pasos que avanzó fueron los que Mikaela retrocedió.

—Ah, así que es Shinoa —le dijo bajando su mirada al almuerzo que le había preparado horas antes con mucho esmero e ilusión—. Es muy bonita ¿Verdad?

Yuu negó, pero las palabras no salieron de su boca.

"¡No es lo que crees!" quería gritarle al momento de sacudirlo por los hombros por la simple y tonta idea de que puede estar enamorado de su mejor amiga y no de él.

"¡Por Dios, Mika, esto parece un mal entendido de novela! ¡Escúchame y deja de crearte una película en esa cabeza!" Eran las palabras que retumbaban en la cabeza de Yuu, pero no salieron, a cambió se escuchó una leve risita adolorida por parte de Mikaela.

—Oh, Yuu-chan, debiste decirme que ya tenías novia —formuló, con el dolor y pesar palpable en la voz. Aún así, no haría una escena de drama; se limitó a extenderle el almuerzo al azabache, lo que ahora quería era irse de ese lugar.

Mikaela se sentía un tonto de pies a cabeza.

"Por supuesto, a Yuu le gustan las niñas, además, Shinoa y él no se ven tan mal como él se vería a mi lado" pensó el rubio.

—No, no es eso... —alcanzó a decir Yuuichiro, pero Mikaela negó suavemente.

—No tienes por qué avergonzarte conmigo —fueron las palabras del rubio, dando unos pasos en retroceso; ambos salieron del almacén—. Sólo venía a traerte el almuerzo. Bueno, te dejo.

Y dichas estas palabras, ignorando cualquier intención de Yuu, Mika salió del establecimiento tan rápido como había llegado con la emoción, la cual la perdió en un simple segundo.

Yuuichiro le siguió el paso, dispuesto a aclarar las cosas, pero cuando intentó tomarlo por el brazo, el rubio se deshizo del agarre. No pudo hacer más que verlo retirarse. Volvió dentro del lugar, sabiendo que sólo podía verlo al día siguiente, eso si las cosas no se volvían incomodas y se evitaban.

Tenía que arreglar el asunto, dejarle en claro que Shinoa sólo era su mejor amiga y nada más. La chica, por cierto, creyendo haber actuado mal, no se cansó de pedirle disculpas por haber empeorado las cosas, pero Yuu supo que no era su culpa, que ella, al contrario, le había ayudado mucho.

Aquel día y los siguientes, Yuu se mantuvo firme; no había hecho nada de lo que Mikaela se había pensado Y Shinoa no tenía espacio en el tema, pero cada que intentaba tocar el tema, el rubio le daba la vuelta o hablaba de otras cosas, con una obvia incomodidad, que pronto contagiaba a Yuuichiro.

Vivir juntos comenzó a ser difícil.

Los desayunos se comenzaron a tornar silenciosos. Mikaela ya no le llevaba el almuerzo al trabajo y a cambio, lo obligaba a llevárselo ya preparado desde casa.

El rubio cambió tanto con tan pocos segundos, que su demanda en su trabajo decreció, ya nadie quería ver triste a un chico guapo y su salario se veía afectado. Se le notaba deprimido, tan decaído como un tulipán privado del agua y el sol y si alguien preguntaba si estaba bien, él sólo respondía con una media sonrisa y cambiaba el tema.

Creía haber perdido a Yuu, que después de tanto esfuerzo, no había provocado nada en el azabache y eso era tan doloroso, que por las noches no le dejaba conciliar el sueño y si lograba dormir, era sólo para tener en mente la escena de ese día en el almacén.

No había un buen descanso para el rubio si, según él, el corazón de Yuu pertenecía a alguien más, pero llegado el jueves, comenzaba a aceptar su derrota, a tragarse su orgullo y pensar que lo mejor era apoyar esa relación que creía, era real.

Ahora era él quien quería hablar con Yuuichiro, pero este se mostraba esquivo y tan ocupado en la cocina, que Mikaela prefirió esperar al momento correcto para confesar de una vez por todas sus sentimientos, pero decirle y dejarle muy en claro, que estaba feliz por su nueva relación con Shinoa, aunque eso le destrozara el alma, quería que Yuu supiera que lo iba a apoyar en todo, incluso si ese noviazgo conducía a una boda.

La imagen mental de Yuu vestido de negro, esperando en el altar a su pareja, le llenaba de dolor y emoción, porque si bien él no era la pareja que iba a caminar en medio del público, mientras una sonanta típica de una boda se alzaba, estaba tan dispuesto a ser parte de ese evento como un simple amigo.

El dolor era único e insoportable, cada idea era más dolorosa que la anterior y llenar el vacío que dejaban parecía imposible. Ya ni siquiera podía abrir su conversación de WhatsApp y si lo hacía, era sólo para lastimarse con el recuerdo de los días anteriores al mal entendido.

No era fácil, quería llorar, pero se cansó de ello, ahora soñaba con ver feliz a su mejor amigo.

El tiempo, otorgado al par de amigos con los sentimientos revueltos como las mariposas en primavera, no fue desperdiciado por ninguno. Desde aquel día, al domingo, lo utilizaron para reflexionar y aprender no sólo de sus errores sino de sus futuras decisiones.

Al anochecer, cerca de las nueve, horario en donde Yuu se conectaba en línea para jugar, Mikaela tomó la iniciativa de salir de su habitación por primera vez en todo el día. Era domingo, su cumpleaños, y hasta ese momento, comenzaba a ser el peor de todos porque no podía estar con Yuuichiro sin sentir que las lagrimas no tardarían en atacar sus hermosos ojos.

Era tonto admitirlo, pero había intentado cortar el mínimo contacto con el azabache. No asistió a su rutina en el gimnasio y sólo salía a comer cuando estaba seguro de que Yuuichiro no estaba presente.

Era aquello una tontería porque después de todo, compartían el mismo techo y era imposible no verse una vez al día. Sin embargo, Mikaela estaba seguro que no era fácil aparentar normalidad, no al saber que su corazón estaba roto y la llama de su alma había sido apagada cruelmente.

Abrió su puerta y se encontró de cara con un silencio homogéneo. Supuso que Yuu estaba en su habitación y que dentro de poco lo escucharía gritar y reír con Shinoa.

La simple idea le provocó un punzón en el pecho, pero su estomago tomó las riendas en él con un fuerte rugido. Ya era hora de cenar; dio un paso fuera de su habitación y su celular le advirtió de un nuevo mensaje.

Ni bien terminó de leerlo, una sutil sonrisa se le dibujó en los labios. Al menos ese egocéntrico se había acordado de su cumpleaños. Guardó el celular y con lentitud, arrastró sus pies hasta el comedor, en donde se encontró con algo que ni en sus sueños se le ocurrió, y era un poco cursi para su gusto.

Cuando estaba cruzando el pasillo, las luces que se suponían alumbraban muy bien la cocina y comedor estaban apagadas, y en su lugar tintineaba una débil luz de vela, o eso le pareció hasta que por fin se topó de frente con lo que parecía ser una escena de una cena romántica.

El rubio enmudeció, vestido con su pijama y con los rulos revueltos, haciendo un extraño contraste con el momento. Estudió a la perfección todo; la mesa tenía un mantel blanco, además de uno rojo que formaba ciertas figuras; los platos estaban acomodados al lado de las copas y los cubiertos. La cena, a juzgar por la mesa, era para dos.

En medio de la mesa había un par de velas, que daban ese toque de delicadeza y romance, con el que alguna vez pensó vivir al lado de Yuuichiro, quien dio la media vuelta con una olla humeante en mano. Ambos formaron un par de expresiones de sorpresa, y al azabache se le dibujó en las mejillas un colorete, pues tenía puesto un delantal, y en la cabeza una tela amarrada para apartarse el cabello.

La figura de Yuu se grabó en las retinas del rubio. Se veía tan tierno, que no pudo evitar formar una débil sonrisa, en donde expresaba su gran aprecio y deseo que ese detalle fuese para él y no Shinoa.

—¿Hiciste la cena? —le preguntó, llevándose las manos tras la espalda. Sentía que, si tocaba algo, lo iba a arruinar.

Yuu formó una mueca y asintió, pasando de un lado a otro esa olla, mientras se quitaba la tela de la cabeza. Todo olía muy bien, ese fue el veredicto de las tripas de Mika, a quienes debía controlar porque esa cena no era para ellos.

—Sí, algo así... Hice espagueti con albóndigas y salsa de tomate—respondió Yuu, sintiéndose extraño porque era la primera vez que en una semana se dirigían la palabra después del mal entendido.

Se quitó los guantes y el delantal que le ayudaban para no mancharse o quemarse y se acercó tanto a Mikaela que pudo atrapar su rostro entre sus manos.

EL rubio se quedó sin palabras en ese instante.

¿Qué se suponía que debía hacer cuando Yuu estaba tan cerca como para robarle un beso?

El oji esmeralda repasó las facciones de Mikaela con sus pulgares, removiendo en el camino algún rulo que no le permitía observar con atención su rostro.

Mikaela no sabía si era correcto o no, pero se atrevió a poner sus manos sobre las caderas de Yuu y al ver que no había una respuesta negativa, se aferró a ellas.

—Estuviste llorando... —fue lo que dijo Yuu, pero Mikaela negó.

—No es cierto —respondió con suavidad, mintiendo.

—No soy tonto, Mika —le dijo Yuu repasando sus mejillas con sus pulgares, con extrema delicadeza, como si la piel del contrario fuera de porcelana y en cualquier momento pudiera agrietarse—. Tienes los parpados hinchados y rojos.

Mikaela, en respuesta, rodó la mirada. No podía llevar la contra cuando era bastante obvio, al punto de no poder engañarlo.

—¿Y eso qué? —dijo Mikaela, intentando cambiar el tema—. Sólo venía por cereal, ¿Estas esperando a Shinoa?

Entonces soltó el agarre a las caderas de Yuu, también se deshizo de su tacto para intentar cruzar la cocina y tomar un pan o algo parecido, algo que calmara su hambre por esa noche. No lo pudo ver, pero Yuuichiro negó con la cabeza.

—No, no la estoy esperando —le dijo taciturno, bloqueándole la salida.

—¿Entonces? —preguntó Mikaela, sin entender las palabras del contrario—. ¿Para quién es? Debe ser algo importante como para que hagas el intento de cocinar...

Yuu elevó la mirada, era cierto que no era bueno cocinando, pero si se esforzaba, podía hacer la comida tan rica como Mikaela. Se cruzó de brazos, para después suspirar.

—¿No entiendes? —dijo, con la voz un poco temblorosa. Era un momento importante en donde, esperaba que no fuera tarde para hacerle entender que no mantenía ese tipo de relación con Shinoa—. Es para ti, hoy es tu cumpleaños. Ese algo importante eres tú...

Las últimas palabras costaron mencionarlas sin tener un obvio sonrojo, pero las consiguió decir.

Mientras tanto, el rubio tardó en procesar el momento. Se apuntó a sí mismo y luego a la mesa bellamente decorada, Yuu respondió con un asentimiento; Sí, sí era para él.

Los ojos se le iluminaron y la sonrisa que había perdido su esplendor días atrás volvió mas fuerte que nunca, atrapando en el camino el pobre y despistado corazón de Yuuichiro. Ya era el mismo Mika de siempre.

—Pero creí... —dijo Mikaela, sin saber exactamente cómo reaccionar—. Creí que habías hecho esto por Shinoa. Como creí que son novios, lo más normal es que...

—¿Quieres dejar de pensar eso? —le interrumpió Yuuichiro, moviendo una silla para que el rubio tomara asiento. Ya estaba harto de ese "creí"—. No somos novios, lo que viste el otro día lo confundiste.

Mika tomó asiento, mientras que charlaban, Yuu se entretuvo en servir los platos, justo en el momento que recordó que tenía un mensaje por parte de Shinoa, pensó que abrirlo en ese momento no era lo correcto, por lo que lo ignoró y regresó a la mesa con los platos llenos. Volvió sus pasos y sacó de la alacena una botella de vino, y del refrigerador un jugo de naranja.

—Pero estaban muy juntos y... —respondió el rubio, viendo cómo el contrario vertía el vino hasta llenar su copa.

Yuu asintió, volvió a su asiento y en lugar de servirse vino, llenó su copa de jugo de naranja. A esto Mikaela respondió con risas; su pequeño Yuu no cambiaba para nada, pero aún así me gustaba muchísimo.

—¿Qué? —dijo Yuu refiriéndose a su burla—. Tú soportas bien el alcohol, yo no. Es sólo eso.

—Yo no dije nada —respondió Mikaela levantando las manos, mostrando su inocencia.

—Ajá... —respondió Yuu, justo frente a Mikaela, quien no le quitaba la mirada de encima; se sintió nervioso, intimidado por ese color celeste que tanto le gustaba—. ¿Qué?

—¿Qué es lo que confundí del otro día?

Yuu arrastró la mirada, si bien estaba nervioso, esa provocación por parte del contrario no lo ayudaba mucho. ¿Eso quería decir que era una buena respuesta a su intento de cortejo? ¡No lo sabía! Pero la sensación de intimidad entre ambos le gustaba, además de esa seguridad en el rubio.

—Mira, para que entiendas con facilidad —dijo Yuu—. Estábamos platicando sobre algo, pero ni ella tiene sentimientos por mí, ni yo por ella. Los primeros días quería hablar de eso contigo, pero creo que te incomodabas mucho y por eso mejor me puse a aprender esta receta, para hacerla hoy en tu cumpleaños... Y no sé, darte una noche linda, además de agradecer por todos tus cuidados y que entiendas que ella sólo es mi amiga.

Aquellas palabras reavivaron el corazón de Mikaela. Supo entonces que tal vez tenía una oportunidad con Yuu, y que se había tirado demasiado al drama, aunque no lograba entender las razones del cambio tan drástico en Yuu, estaba agradecido de saber que no era pareja de Shinoa.

—Yuu —le llamó, y este respondió con curiosidad.

—¿Qué?

—Muchas gracias —le dijo con ternura y una hermosa sonrisa en los labios; le pareció excelente ver cómo el azabache se encogía de hombros sonrojado y asintiendo con un débil "No es nada".

Y así, arreglando los mal entendidos, reafirmando sus sentimientos y coqueteándose con miradas traviesas o ciertos comentarios, cenaron juntos. Mikaela no podía creer lo rico que le había quedado la comida a Yuuichiro, no se cansó de decirlo hasta al punto en que el azabache le pedía que guardara silencio.

Hablaron un poco sobre sus amigos, Yuu mostró interés por saber más sobre el trabajo de Mikaela, y este sólo le contó lo necesario, aún no creía que era tiempo de decirle que trabajaba como barman en un bar gay. Sin duda, ese cumpleaños pasó de ser el peor para Mika, a ser el mejor y su favorito.

Esa debió ser la mejor noche de ambos, porque debajo de la tenue luz de vela pudieron conectar por un momento sus corazones, pudieron conocerse más y también saber que tenían un largo camino que recorren en donde debían madurar sus sentimientos y acciones.

Ni bien terminaron de cenar, lavar los platos y recoger todo aquello que necesitaba estar en su lugar, se dieron las buenas noches. Un brillo especial se reflejó en sus ojos y toda la pesadez que ambos vivieron durante toda la semana, se vio bien saldada con esas ganas que tenían de dormir juntos, pero ninguno tuvo el valor a proponerlo.

Cuando Yuu cerró la puerta de su habitación, se arrojó a su cama, pensó que todo había valido la pena y que incluso con pijama, Mikaela era extremadamente guapo. 

Estaba cansado, los brazos le dolían, tenía calor y todo el estrés del día cocinando se convirtió en unas inmensas ganas de dormir. Se acomodó entre las sabanas, y abrazado a su almohada, pudo leer por fin el mensaje de Shinoa.

Mientras tanto, Mikaela seguía un poco incrédulo ante todo lo ocurrido. No sabía si esa era una buena señal por parte del azabache, pero de algo estaba seguro, ya no se quedaría inmóvil, haría algo por conseguir la relación que tanto había soñado con Yuu.

Lucharía por él. Incrementaría sus intenciones hasta el punto de hacerle ver a Yuuichiro que lo trae vuelto loco desde que son niños.

Antes de caer dormido, su celular volvió a recibir un par de mensajes; los leyó y se enteró que entonces su vida estaba yendo por un camino tan bueno, que no debía desaprovechar nada.


Bloqueó la pantalla, se acomodó en su cama y abrazó una almohada pensando que eran esas caderas de Yuu que hoy pudo sentir por primera vez; tan frágiles y seguramente deliciosas. Cayó dormido al poco rato.

La historia de esta semana y ese error se quedarían bien grabadas en sus mentes, y las recordarían en el futuro con gratas risas.


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