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Capítulo 9 - Jayden Bremen

Canción en multimedia: What am I doing wrong? [Clasio x Rosenfeld]

Capítulo nueve: Los Bremen.

Narra Jayden:

—¡Jayden Lorcan Bremen!

No he llegado a cerrar la puerta de casa cuando mi madre me grita desde las escaleras. Mi nombre completo, llevaba tres días sin escucharlo, había esperado poder llegar al menos a cinco esta vez. No es el caso.

—¡Jayden! —Grita Lily. Encuentro su melena rubia ondear antes de que ella salte a mis brazos. La recibo con un cálido abrazo del que ella trata de deshacerse al darse cuenta de lo empapado que estoy. La agarro con más fuerza y ella termina riendo. Al bajarla, su camiseta amarilla se ha oscurecido y pellizco su mejilla.

Puedo ver a nuestra madre terminar de bajar las escaleras, negando.

—Hijo... —murmura, finalmente suelta un suspiro exagerado—. ¿Sabes qué? No quiero saber por qué has decidido darte un baño en yo qué sé donde. Cámbiate antes de que te enfermes porque no vas a saltarte ni una clase aunque estés con cuarenta de fiebre.

—Sólo he...

—No quiero saber —repite ella. Baja la mirada hacia Lily y la sonrisa de mi hermana relaja los rasgos de mi madre. Siempre ha sido así. Lily es el ángel de la casa, y no hay persona en el mundo que pueda ser capaz de resistir esa sonrisa. Incluso ha puesto a Asher a sus pies con una sola mirada—. ¿No deberías estar durmiendo?

Lily asiente, todavía con la sonrisa puesta sobre sus labios, se balancea un poco y se deshace de cualquier tipo de reprimenda con ese gesto. Nuestra madre extiende una mano hacia ella.

—Anda, vamos —dice.

Lily toma su mano.

Si ella supiera cuántas veces discutimos Asher y yo con papá y mamá porque nos encontraban despiertos cuando se suponía que estábamos dormidos, no se lo creería. Asher y yo siempre hemos sido los hijos a los que han mantenido con correa corta.

Si estábamos fuera de casa un minuto después del toque de queda: castigados.

Si no comíamos lo que habían preparado: Nos lo ponían de desayuno, comida y cena, hasta comerlo y, con cada comida que lo retrasábamos, un fin de semana más sin salir de casa.

¿Queríamos ir a alguna fiesta? Tuvimos que esperar a cumplir los dieciséis e, incluso entonces, teníamos que darles una lista detallada a nuestros padres de qué amigos irían, sus números de móvil y, cómo no, respetar nuestro toque de queda.

A Lily la consienten siempre. ¿No quiere cenar? Entonces le traen algo que le guste para no irse a la cama con el estómago vacío. ¿Quiere ir al parque de atracciones que hay ahora y media de aquí? Claro, entonces a quien nuestros padres presionan es a mí y para que sea su chófer. ¿No se ha ido a dormir a su hora? No pasa nada, ella puede hacer lo que quiera.

Y, si amenazan con echarle la bronca por algo, Lily sólo tiene que sonreírles o ponerle su mirada cargada de inocencia que de tantas le ha salvado. Pero no puedo mentir diciendo que me moleste, nunca lo hizo. Cualquiera podría pensar que Asher o yo terminamos teniendo cierto rencor hacia ella por cómo la mimaban nuestros padres, pero nunca fue así, en su lugar nos volvimos como ellos. Y, sobre todo después de perder a nuestra prima, sabemos bien que haríamos lo que fuera por ella, por verla feliz. Dudo que haya alguien en el mundo que no pudiera ser así con ella, es inmediato.

Ahora ella mira hacia atrás y se despide de mí con un gesto de la mano mientras sigue a nuestra madre escaleras arriba.

Me quedo unos segundos en la entrada, tiempo suficiente como para escuchar las voces apagadas en el salón del televisor.

¿Eso suena a partido?

Sí, suena a partido.

Me meto en la cocina para agarrar una de las cervezas de mi padre, la botella de agua fría para mí y cargo con una bolsa de patatas bajo el brazo al encaminarme al salón. La bolsa cae en el sofá, estiro el brazo para pasarle la cerveza a mi padre y dejo la botella sobre la mesa. Me siento junto a él.

Me da un "gracias" apagado, concentrado en el partido de Lacrosse.

—¿Juega algún equipo que conozcamos? —pregunto.

Le veo negar.

—De acuerdo —murmuro, echándome una manta por encima y abriendo el paquete de patatas. Muero de hambre.

—Deberías darte una ducha, Jayden.

Meto un segundo puñado de patatas en mi boca, tratando de centrarme en el partido y distraerme un poco. Esta es una de las pocas tradiciones que tenemos, los partidos que vemos juntos. Da igual el deporte o que no juegue un equipo al que apoyemos, si hay partido y uno lo está viendo, es día de partido. Así de simple. Algo así como eran los días de videojuegos con mi hermano, incluso ahora lo hacemos de vez en cuando, claro que es más difícil teniendo en cuenta que no está en casa. Tiene una play en su habitación, me aseguré de ello dándoselo como mi regalo de despedida. Todavía me cuesta creer que mi hermano pequeño lleve dos años fuera de casa, en un internado del que únicamente vuelve en fechas específicas y en el que apenas podemos comunicarnos con él.

Por suerte nos quedan las noches de videojuegos los domingos pares de cada mes.

Y sigo dándole una paliza cada vez.

—¿Ducha? ¿No ves que acabo de hacerlo? —pregunto de vuelta.

Papá ríe.

—Hueles a perro mojado, y tu madre te va a matar como destroces el sofá. —Cuando me mira, veo el cansancio en su mirada. Mi energía cae también.

—¿Día duro? —pregunto.

Él se endereza, hunde una mano en su pelo y se da un momento antes de responder. Por su mirada siguen mezclándose esas emociones que al final del día no puede ocultar. Sigo encontrando el conflicto, la frustración y la forma en la que la impotencia va abriéndose camino en él.

Finalmente, asiente. Un suave "sí" se escapa de sus labios, casi como una súplica de que termine. Después me dedica una sonrisa ladeada, tan propia de él cuando está abatido, y se obliga a ponerse en pie. Mira la cerveza, a la que únicamente le ha dado un sorbo, antes de dejarla en la mesa de cristal que hay a mis pies.

—Estáis haciendo todo lo que podéis —digo en un intento de aliviarle. Él me mira con un agradecimiento silencioso, pero incapaz de aceptarlo. Él no lo cree, nunca lo ha hecho. Pero yo lo veo, le veo despierto noche tras noche tratando de unir cabos, le veo agotado cada mañana y metiendo más horas de las que tiene el día en su oficina para encontrar algo.

Las cosas llevan tensas mucho tiempo, pero el ambiente para los policías que llevan la investigación acerca de los niños desaparecidos es todavía peor. La tensión del pueblo cae sobre ellos, cae con pancartas y gritos cada mañana en su puerta, cae como quejas y murmullos acerca de la incapacidad de los policías para resolverlo. Les insultan, critican y hacen ver la baja estima en la que les tienen. Y, aunque todos le pedimos que se quedara al margen, mi padre es uno de los policías locales que llevan la investigación. Tienen ayuda, sí, han llegado a traer a agentes más especializados, están intentándolo todo, pero cuando la frustración de nuestros conocidos aumenta, sus garras se clavan en personas con quienes ya tienen confianza, como mi padre.

—Papá —llamo apagar el televisor, listo para irse—. Estás haciendo todo lo que puedes, no es un caso fácil.

—Lo sé, hijo, lo sé. —Él apoya una mano sobre mi hombro al pasar por mi lado—. Y ahora date una ducha, no mentía cuando decía que olías a perro mojado —arruga la nariz—. Peor que un perro mojado.

Olisqueo mi ropa nada más se va. No apesto. Sí, tal vez huelo un poco a cloro y a, ¿césped? ¿Cuándo he...? Oh, ya lo recuerdo. Suelto mi sudadera y hago lo que me han dicho: me doy una ducha. Claro que antes meto mi ropa en la cesta de la colada, hecha una bola y sin demasiada atención.

Al salir de la ducha, la casa está en silencio. Las puertas están cerradas y hago lo mismo con la mía para no molestar a mis padres ni a mi hermana mientras duermen. Al encender la luz de mi habitación me doy cuenta de los zapatos que había dejado tirados por el suelo y hago una mueca. Un día tendré que recoger esto. Pero no hoy. No, lo mío es procrastinar.

Pongo la alarma, me meto entre las mantas y apago la luz para dejar de ver el desastre. Con eso es suficiente para mí para poder dormir tranquilo.

(...)

Mi hermana es un rayo de sol por la mañana. Está feliz, quién sabe cómo, y espera en la puerta de casa, con la mochila al hombro, a que pase el autobús escolar. Yo no tengo nada mejor que hacer que verla, todavía desayunando, moverse con emoción por la entrada.

¿Alguna vez he tenido yo esas ganas de pisar el colegio? Yo odiaba ese lugar. El instituto es más llevadero, pero, ¿el colegio? Ahí ninguno de mis compañeros se salvaban, eran todos idiotas. Lo mejor que me pasó fue terminarlo y mudarnos aquí. Llego a coincidir con alguno de ellos en el instituto y bien podría haber saltado desde una ventana sólo para no tener que soportar más uno de sus comentario.

—Cierra la boca al comer, hijo.

Papá pasa por mi lado, café en mano y con la americana a medio poner. Mastico, trago y me limpio.

—¿Y ese traje? —pregunto.

Mamá entra en la cocina, le quita el café de la mano y le da una mirada que papá entiende que implica que se ponga bien la americana. Una vez lo hace, ella le devuelve el café y acomoda el cuello de su camisa.

—Tu padre tiene una reunión importante hoy —responde ella antes de centrar toda su atención en él—. ¿Llevas todo? ¿Las fichas? ¿Los informes de...

—Sí, todo —interrumpe él, moviendo un poco la cabeza para señalarme con el gesto. Lo entiendo, siempre hacen lo mismo, me mantienen en las sombras, como si eso evitase que pudiera enterarme de los siniestros de los últimos meses o de lo oscuro que está el futuro sobre esos casos. Siguen tratando de ocultármelo, de hacerme sentir que todo está bien, justo como hacen con Lily. Ellos todavía sonríen y le restan importancia a esto, dicen que ya se ha terminado o le recuerdan a Lily que su padre es policía y que nunca le pasaría algo así a ella.

Mienten. Ellos no lo saben, no pueden saberlo. Y dudo que mantener a alguien al margen pueda ayudar en algo porque, sí, sé que ocultan cosas, lo han hecho desde un primer momento y entiendo que es para que las personas no entren en pánico, pero a veces me gustaría saber, quisiera poder conocer la realidad a la que nos estamos enfrentando.

Mi padre cambia de tema cada vez que pregunto. Así que ya me he rendido con eso.

—Suerte —comento, recogiendo mi bol del desayuno para poder salir de ahí.

Escucho, desde el piso de arriba, cómo mi hermana se despide de nuestros padres y ellos de mí desde la puerta. No respondo, sólo me encierro en mi habitación a recoger lo necesario para poder irme a clases. Estoy cansado, lo admito, cansado de tanto secretismo, del conformismo. Me frustra cada vez que mis padres actúan así, porque lo veo, he visto a mi padre sentado en el sofá, con mi madre a su lado, ambos en pijama y ella pasando una mano por su espalda para relajarle, he alcanzado a escuchar bajos e inentendibles murmullos. Le he visto a él, hundido en sudor cuando le encontraba en el pasillo dando vueltas y sus pasos me habían despertado. Hay mucho que calla, mucho que ha visto y no quiere decir. Si incluso ha vuelto a fumar, un hábito que quitó cuando Asher nació. Ahora está de vuelta y con más fuerza que nunca. Está, también, perdiendo la forma, apenas prueba bocado cuando está en casa y sé que más de una vez puede haber aguantado con una hamburguesa o algo de comida rápida dos o tres días. Está en tensión contínua, y sabe que lo hemos notado, quizás pudiéramos dejarlo pasar como otros de sus casos.

Lo hice. Lo hice hasta que una mañana su mirada cambió al ver a Lily, hasta que vi los ojos de mi padre vidriosos al verla, al ver su dulce sonrisa mientras ella hablaba del nuevo vestido que mamá le había comprado. Ese día lo supe, supe que todo estaba yendo a peor a pasos agigantados. Lo que no sé es cómo.

Pateo mi mochila para sacarla de debajo de la cama y meto un par de cuadernos que había olvidado sobre el escritorio. Me pongo un par de zapatos que tenía tirados sobre la alfombra y mi mirada cae en la pequeña cosa plateada junto a ellos. Lo recuerdo, es la cosa que me dio Danielle ayer. La muevo entre mis dedos, curioso, antes de sentarme sobre la cama. Ni siquiera me paro a revisar la hora, ¿a quién quiero engañar? Llegar tarde es la menor de mis preocupaciones. Así que jugueteo con el aparato.

Consigo encenderlo a duras penas.

Parece una radio recién arrancada de un coche.

—¿A qué estás jugando? —pregunto como si ella pudiera responderme.

Vuelvo a girarlo sin entender. Ayer montó un gran número sólo para darme esto, así que, ¿de qué se trata? ¿Cuál es su juego?

Todavía me sorprende no haberlo visto, no la vi venir ni me dio tiempo a reaccionar cuando me empujó. Un segundo estaba tratando de explicarle a Jeremy por qué apostar en carreras de perros era una mala idea y, al siguiente, estaba debajo del agua. Fue algo rápido, difícilmente premeditado, y por eso no lo vi venir. Lo que se sale de su papel. Siempre lo veo venir, siempre puedo notarlo. Danielle cree que es difícil, que no da señales, pero la verdad es que lo hace demasiado obvio. Suelo sentir su mirada, clavándose en mí más veces de lo normal. Y lo veo en sus ojos, ese brillo que roza la diversión. Se queda, también e irónicamente, al margen, alejada de mí. Así que lo sé, lo sé porque dos días antes o, al menos el día antes, están las señales, así que soy precavido. Esta vez no ha habido nada, quizás por eso me atraiga con tanta fuerza este aparato, el detonante.

¿Qué ha podido pasar para que...

Suena. La radio suena y su pantalla se llena de palabras. Vale, no, quizás no sea una radio después de todo. Pero, ¿un móvil? No, ¿qué demonios es esto?

"Hoy. 22:45. Parque de las ánimas."

Puede que sea de una generación más "tecnológica", pero no puedo ser tan inculto como para no distinguir un móvil antiguo y esto no lo es. ¿Es para dejar notas? Golpeteo mi mano con el aparato. Si lo que Danielle quería era citarme en una zona tan oscura y de la que tanto se advierte no pisar durante las noches para que fuera, que lo hubiera hecho en persona. Además, ¿quién se cree que soy? Sea lo que sea que tiene en mente, por primera vez, no puedo verle el sentido.

Guardo el aparato en mi mochila para devolvérselo después.

No, nada de esto tiene sentido.

Love iu ♥

No sé quién entiende menos la situación, si Danielle, Jayden, o nosotras. ¡Hagan sus apuestas!

Lo peor es que esto es como una bola de nieve, están arrastrándose el uno al otro, metiéndose de donde pronto no podrán salir como dice la sinopsis... ¿Estáis listas para eso?

¿Qué creéis que el padre de Jayden oculta? ¿Os esperabais que fuera él quien llevara la investigación sobre los niños desaparecidos o parte del equipo?

Y, recordáis a Asher, ¿no? Su novela [que volverá después] estaba basada en un tiempo futuro, unos dos o tres años después que esta, así que aquí podréis ver a un Asher más joven y conocerle un poco mejor.

Pd-EN MI DEFENSA POR LO DE HABER MATADO A LA PRIMA DE ELLOS DIRÁ QUE ELLA YA ESTABA MUERTA CUANDO EMPEZÓ LA NOVELA, NO HA SIDO ALGO QUE HAYA PASADO DESPUÉS DE DAROS TIEMPO PARA ENCARIÑAROS... [Creo que no hay novela en la que no mate a alguien de esta forma, en plan antes de empezarla jajaja oops]

Un abrazo y, ahora sí, nos leemos el próximo sábado ♥

—Lana 🐾

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