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Capítulo 6 - Familia

Canción en multimedia: Bad decisions [Bastille]

Capítulo seis: Familia.

    Después del espectáculo de los leones, Jayden no desaparece. En lugar de eso le veo dejarse ser arrastrado por Timothy a la siguiente zona. Arthur, que se queda cerca, es víctima de mis preguntas de nuevo.

    Le pregunto desde cuándo conocen a Jayden, si realmente Lily es su hermana porque, sí, todavía me cuesta verles como familia, pero Arthur únicamente le da más fuerza a las palabras de Jayden. Y, al parecer, Jayden no sólo se ha ganado la admiración de Tim, sino también la de Arthur, lo noto nada más le escucho hablar de Jayden para responderme. Sin quererlo, siento un pinchazo de envidia. Jayden ha conseguido con éxito eso en lo que yo he fracasado por años.

    Cuando los gemelos nacieron, yo no podía esperar el momento en el que fueran lo suficientemente mayores como para que fueran mis "amigos". Quería cuidar de ellos, ese sentimiento siempre ha estado en mí, pero quería más todavía que confiaran en mí y ser un poco esa figura similar a una amiga para ellos.

    Claro que con los años eso empezó a ser más y más difícil.

    Ahora estoy viendo a Timothy, aquel niño con rabieta por minuto, reír alegremente mientras comenta algo con Jayden quien, sin dudarlo, trata a mi hermano como a uno propio. Y eso saca celos en mí. ¿Cómo lo ha conseguido?

    Me encuentro revisando mi móvil cada par de segundos esperando que mi madre me haya llamado porque está aquí para llevárselos. Quiero alejarles por pura envidia. Es sólo que no es justo, no después de que yo me haya esforzado tanto y él sólo... Les miro de nuevo, a mi hermano saltando mientras señala la tienda de regalos y a Jayden metiendo las manos en los bolsillos de sus pantalones dudoso. Con eso me mira a tiempo de darse cuenta de que yo lo estaba haciendo antes. Y mi forma de mirarle no era amigable, más bien es como si estuviera dispuesta a lanzarle a los leones, cerrar la jaula e irme orgullosa.

    Él señala la tienda con un gesto de la cabeza.

    Tim, por primera vez, rompe su manía de hacer lo que quiere sin pensar y se acerca también a mí. Junta sus manos a modo de súplica y me mira esperanzado.

    —¿Podemos ir a la tienda de regalos y comprar un recuerdo? ¿Por favor? —pregunta con suavidad.

    Y sé que no voy a ser capaz de decirle que no sólo con eso. Así que me encuentro asintiendo y sin hermanos un segundo después porque Tim y Arthur han echado a correr al interior de la tienda.

    Cómo no.

    A nuestro alrededor hay un gran número de personas pasando de un lado a otro y por un momento pienso en irme con ellos, perderme sola un rato. Sin poder evitarlo, estoy indignada por este nuevo descubrimiento y ni siquiera me esfuerzo en ocultarlo. En lugar de eso, simplemente sigo los pasos de mis hermanos con ganas de empujar a Jayden a mi paso. Ni siquiera me doy cuenta de que nos ha seguido hasta la tienda hasta que unos minutos después, curioseando los llaveros, le encuentro en la distancia al levantar la mirada.

    Vuelvo la vista a los llaveros, sintiendo el frío de la imagen de una jirafa contra la palma de mi mano. Lo dejo en su lugar, moviéndolos para ver cuántos animales diferentes tienen entre las figuras. Cada para de segundos, mi mirada cae de nuevo en alguien conocido, ya sea Tim, Arthur o Jayden, termino manteniéndolos a los tres dentro de mi campo de visión.

    En un momento dado, me quedo mirando a Arthur elegir entre los pequeños peluches, está sosteniendo el de un león en una mano mientras que Tim le enseña el de un cocodrilo de forma algo agresiva. Parecen discutir.

    Me quedo mirando la escena, acostumbrada a verles discutir por todo. ¿Ha habido algún día en el que no lo hayan hecho? Esos dos niños tienen una batería infinita en lo que se refiere a gritos y rabietas.

    Mi mano sigue cerca de los llaveros, me he terminado apoyando un poco contra el estante en el que cuelgan, distraída por la escena. Tanto, que cuando alguien se aclara la garganta cerca me sobresalto por completo y giro con brusquedad. Ahí doy de forma inmediata un paso atrás al dar con Jayden a menos de un paso de mí, pero él no ha sido quien se ha aclarado la garganta. Quien lo ha hecho ha sido nuestro profesor de biología que ahora está de pie cerca, dándole una mala mirada a Jayden que él finge no entender.

    Jayden agarra lo que tiene más cerca: unos bolígrafos con imágenes de pingüinos y lo observa con detenimiento. El profesor le mira unos segundos más antes de negar y alejarse.

    ¿Qué es lo que no he visto?

    Arthur llega a mi lado.

    —¿Me lo compras? —pregunta, enseñándome el peluche del león al que se ha aferrado y que no quiere soltar.

    Paso una mano por el peluche para comprobar que es tan suave como esperaba. Después miro el precio y ya puedo sentir mi cartera arder. ¿Treinta dólares por esta tontería de peluche?

    Está bien.

    Es Arthur, quiero regalárselo. Así que agarro el juguete, el llavero que luego me trae Tim y lo pago todo. Cuando termino, llega el mensaje de mi madre diciendo que está en el aparcamiento. Ni siquiera pienso en despedirme de Jayden, es más, no vuelvo a verle por la tienda después de pagar así que, con mis hermanos tranquilos al fin y con sus respectivos recuerdos a modo de victoria, les llevo al aparcamiento para que mamá se encargue de ellos.

    Con el trabajo hecho, por fin tengo un poco de paz, pero por desgracia no me da suficiente margen para estar a lo mío porque, entre seguir a Rob y cuidar de mis hermanos, cuando estoy sola ya es la hora de volver a reunirnos para volver al instituto.

    Rob aparece con una bolsa de palomitas tan grande que incluso a él le es difícil llevarla. Y esa bolsa termina sobre mi regazo cuando él se vuelve a dormir en el autobús de regreso al instituto.

    (...)

    Es algo tarde cuando termino de ducharme. Todavía con el albornoz y con una pinza del pelo manteniendo mi pelo recogido. Mis hermanos hace un buen rato que se han ido a dormir, como nuestra madre quien, agotada, se ha metido en la cama a las ocho.

    Me dejo caer sobre el edredón, junto a la mochila que todavía no he vaciado para sacar los restos de los aperitivos que he llevado a la excursión y mi portátil. Me pongo los auriculares de vuelta antes de mentalizarme de que tengo que recoger ya esto. Veinte minutos después, empiezo por la mochila. Saco el paquete de patatas todavía intacto, la botella de agua medio vacía y el jersey que había metido por si acaso. Después hurgó un poco más para dar con el llavero que compré para mí. Saco una pequeña cartera negra con el dibujo de un par de pingüinos y la dejo en mi escritorio. Con eso termino por abrir el bolsillo pequeño para buscar mis llaves de casa y... espera, ¿cuántas cosas hay aquí?

    Dos llaveros. Un bolígrafo. Un monedero. Un pendrive. Dos piruletas con forma de luna. Y todo con etiquetas.

    Yo no he comprado eso.

    Lo dejo caer todo a mi lado. ¿Cómo ha llegado ahí?

    Sigo sosteniendo un par de cosas en mi mano cuando caigo en la cuenta. Mis hermanos. Sabía que meterles en una tienda de regalos no era lo mejor, pero, ¿cuándo se han escabullido de esa forma para hacerlo?

    Como si les hubiera invocado, escucho dos suaves golpes a mi puerta seguido de la cabeza de Arthur asomándose.

    —Justo a quien quería ver —me levanto de la cama, sosteniendo el llavero y monedero hacia él—. ¿Por qué habéis robado esto en la tienda de regalos? —Cuando él únicamente frunce el ceño, sigo—. Robar está mal y lo sabéis, justo como escaparse. ¿Ha sido idea de Tim?

    Arthur niega.

    —¿Ha sido idea tuya? —pregunto sorprendida.

    Niega de nuevo.

    —¿Entonces de quién, Arthur? —insisto, notoriamente decepcionada—. ¿Por qué cada vez que intento hacer algo bueno por vosotros tomáis esa confianza y la destrozáis?

    Ahí es cuando él reacciona, dejándome ver un dolor real en su mirada.

    —Yo no he hecho nada. —defiende.

    —Entonces le has dejado a Tim hacerlo, eres igual de culpable si no has dicho nada.

    —¡No! —La puerta se abre un poco más y puedo ver que, como la pasada noche, trae el saco de dormir consigo con la idea de dormir en mi habitación una vez más—. Tim no ha hecho nada, nosotros no destrozaríamos*tu confianza así.

    Me cruzo de brazos, esperando a que se derrumbe y confiese, sólo que sus palabras han sonado demasiado reales.

    Arthur se queda en la puerta, con la mirada puesta en sus pies y su mano apretando con fuerza el saco antes de aflojar el agarre y repetir.

    Dejo los brazos caer.

    —Voy a ponerme el pijama, tú saca el colchón que hay bajo la cama si piensas dormir aquí y, te juro que como me entere que sí habéis sido vosotros, van a empeorar mucho las cosas en casa para vosotros dos —amenazo antes de sacar mi pijama y encerrarme en el baño.

    Sé que no es algo fuerte, son un par de tonterías que no eran tan caras en conjunto, pero lo que me duele realmente es el haber sido amable con ellos después de que aparecieran así, haberles llevado al espectáculo que querían, haberles comprado los recuerdos que han elegido y, aun así, que ellos se rieran a mi espalda y metieran cosas robadas en mi mochila. ¿Y si tuvieran alarma? Porque yo juraría haber visto una en la entrada, no entiendo cómo es que no sonó cuando salí. Quizás era eso lo que pretendían para tener tiempo de irse, de nuevo, y disfrutar de su visita al zoo un poco más.

    Me pongo el pijama, echo las cremas faciales de antes de dormir y suelto mi pelo antes de volver a la habitación. Arthur ya ha terminado de sacar la cama y le ha echado por encima una sábana. Ahora está metiéndose en su saco sobre la sábana. Sin dedicarle palabra alguna, apago la luz y me meto en mi cama. Aunque el silencio no dura mucho porque, antes de poder dormirme, la voz de mi hermano pequeña lleva con una extraña suavidad, como si tuviera tanto miedo de soltar esas palabras que estuviera esperando que yo no fuera capaz de escucharlas.

    —¿Te caemos bien, Dani? —pregunta, despejándome por completo al sentir mi corazón estrujarse sólo por saber que duda de ello.

    —A ratos —bromeo.

    Arthur se queda en silencio y sé que le está dando vueltas a eso, que le preocupa. Sin poder evitarlo, me muevo hasta el borde para asomarme hacia su colchón.

    —Sois un auténtico infierno muchas veces, Arthur, sobre todo Tim, pero sois mis hermanos, y por mucho que os eche la bronca o discutamos porque no dejáis de sacarme de quicio, eso no hace que os quiera igual. Lo sabes, ¿no?

    Si fuera Tim, ya se hubiera ido porque él tiene un odio que no es capaz de ocultar hacia cualquier muestra de afecto o conversación mínimamente sentimental. Arthur, en cambio, muchas veces siento que es lo que necesita. Es el más sentimental de los dos y, con ello, el que puede resultar herido con más facilidad. Él se parece a nuestra madre en eso, ambos tienden a darle muchas vueltas a las cosas y no llevan bien cualquier relación tensa o mala con otra persona, hace que se sientan no sólo incómodos sino decaídos y mal.

    Le veo girar para darme la espalda.

    —Arthur —llamo, más preocupada de lo que debería. Juro que él saca el instinto maternal que hay en mí—. ¿Qué es lo que te preocupa?

    Sigue en silencio, pero puedo escuchar el movimiento en la tela de su saco y verle aplastar la tela una y otra vez con su mano. Hay algo que le preocupa y probablemente sea lo mismo por lo que ha vuelto a dormir en mi habitación. Temo saber lo que es. Aun así, él consigue ponerlo en palabras.

    —¿Crees que van a atrapar a quien mató a esa niña? —pregunta, sus palabras algo ahogadas.

    Ojalá pudiera decirle que sí, dejarle tranquilo, pero no soy una persona que mienta y dudo que puedan atrapar a alguien que se ha ocultado tan bien durante tantos meses.

    —No lo sé —confieso, sabiendo que eso no le borrará la preocupación esta noche—. Arthur, ¿entiendes por qué mamá y yo estamos tan preocupadas cuando os escapais? ¿Entiendes que, hasta que no atrapen a quien quiera que esté haciendo esto, no es bueno que estéis solos?

    —No estamos solos, somos dos —defiende.

    —Y, si es más de una persona, entonces os llevarían a los dos. —Siento la brusquedad en mis palabras, pero no puedo arrepentirme, él tiene que abrir los ojos porque, de los dos, es el único al que sé que podría hacer entrar en razón—. Sé que Tim puede ser muy convincente, pero tendrás que tratar de pararle los pies durante un tiempo.

    Arthur vuelve a caer en el silencio.

    Se queda en silencio tanto tiempo que doy la conversación por acabada y vuelvo a girar en mi cama para acomodarme. Nada más poner bien las mantas, Arthur suelta una última pregunta.

    —¿Y si nos llevaran?

    No tengo ni que pensar mi respuesta.

    —Entonces os devolverían al día siguiente con una carta de disculpa porque les habéis sacado de quicio más de lo que me sacáis a mí —sonrío un poco—. No pienses en eso, Arthur, no va a pasar. ¿Queda claro? No va a pasaros a vosotros.

    Por suerte, no me pide que lo prometa. No podría hacerlo.

    Y esta noche soy yo a quien le cuesta dormir. Apenas consigo pegar ojo por más de dos horas y eso es con suerte. Más de una vez me encuentro de nuevo asomándome al borde de mi cama para ver a Arthur dormir a pocos centímetros del suelo, asegurándome de que es su figura la que hay en la oscuridad.

    ¿Y si les pasara? ¿Y si, un día, alguno de sus planes les hiciera terminar como aquellos niños que desaparecieron? Se me hiela la sangre de sólo pensarlo. Apenas puedo soportar la idea y, cuando mi cabeza empieza a mostrármelo en imágenes: a mis hermanos pateando y gritando por una ayuda que no consiguen, tengo que contener las ganas de llorar.

    Si esto sigue así, la idea de mi madre de mudarnos va a terminar cumpliéndose nada más terminemos este curso. Dudo que cualquiera de nosotros pueda vivir tranquilamente aquí por mucho más tiempo. Ella ha revisado ya alguna casa a un día en coche de aquí, en un barrio tranquilo, y yo, puede que sea porque me graduaré y no tendré que ser la nueva en un instituto desconocido, pero lo veo como una buena idea.

    Nuestro padre es el más calmado de nosotros, él sigue tan tranquilo como Tim con el tema, al menos generalmente, creo que a los dos les cuesta ver lo real que es el problema. O eso o mamá, Arthur y yo tendemos a ver las cosas de forma exagerada.

    Suelto un suspiro antes de volver a girarme para tratar de dormir un poco más.

    ¿Qué haría si les pasara a ellos?

    No nos mudaríamos, de eso estoy segura. Más bien nos quedaríamos cerca, tratando de encontrarles por cualquier medio posible. Como el resto de familias. Como aquellos que no han vuelto a recibir noticias.

    Escondo el rostro contra la almohada y, entre horribles pensamientos, consigo dormir un poco.

*risa diabólica* ¿Alguien ha notado esa primera ficha del dominó cayendo? Venga, me conocéis, tenéis que haberlo notado, sobre todo después de que comenté que CDD tenía un aire a dos novelas mías específicas *guiño* *guiño*

Y, Arthur, ohhh, ¿no es un amor? Es una ternura, me parece tan adorable *-*

Y la conversación que han tenido también ha sido bastante... interesante, ¿no os parece?

En cuanto a los gemelos robando... TIM DEJA DE HACER DE LAS TUYAS, PESADO, QUE HASTA TU HERMANO ESTÁ HARTO JAJAAJJA

Un abrazo y nos leemos el próximo sábado ♥

—Lana 🐾

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