Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 59 - Culpables

Capítulo porque, literalmente, el amor hacia Jayden es real

Canción en multimedia: Blink twice [Joy Oladokun]

Capítulo cincuenta y nueve: Culpables

Sábado, 12  de enero

Danielle Ilsen:

    Son pasadas las once de la noche cuando me decido por agarrar el teléfono fijo, aun así, no llego a marcar ningún número. Me siento en el colchón, con las piernas encogidas, una manta sobre mis hombros y presiono el teléfono contra mi frente. Estoy asustada. Creía que podría, pero tengo miedo, ese es el problema de todas las decisiones que tomo, que no me atrevo, que, por mucho que me gustaría ser lo suficientemente fuerte como para lanzarme sin pararme a pensar, paro. El juicio es en dos días, uno si tengo en cuenta que estamos a muy pocos minutos de que sea domingo, y eso me aterra.

    Gibbs no ha venido hoy, me dijo que tenía que reunirse con su equipo y no apareció, así que he tenido todo el día para pensar. Estar aquí, encerrada en cierta forma, me está haciendo perder un poco la cabeza. Lo curioso es que no son mis mayores bajones los que me duelen, sino los momentos de completa lucidez, porque ahí, sin la neblina, siento el miedo por mi futuro.

    Como si no tuviera ya suficientes cosas por las que preocuparme.

    Me dejo llevar por ese momento de angustia y marco el número de mi casa, marco ese porque, en el fondo, no quiero llamar a mi madre porque no sé si seré capaz de hablar con ella. No sé si seré capaz de hablar con alguien y temo que me digan lo que ya sé, pero necesito tanto escuchar su voz, sobre todo hoy, que no puedo evitarlo. Queda tan poco para el día y yo estoy ahogándome tanto que quiero oírles. Aunque sea una vez.

    La llamada termina en el buzón y, eso, me relaja un poco, porque ahí escucho el mensaje, oigo la voz de mi padre diciendo: "Residencia de los Ilsen, ahora no estamos, pero si dejas un mensaje te llamaremos en cuanto volvamos."

    No digo nada, aferrándome a su voz unos segundos más antes de colgar. Dejo el teléfono a un lado, pongo mejor la manta para cubrir todo mi cuerpo y, por una vez, miro hacia la pared de enfrente sin empezar a ver formas. Mi mente me perdona por una noche, por unas horas, y me deja descansar un poco. Despierta, pero un descanso al fin y al cabo.

    Apoyo la espalda contra la pared, cierro los ojos e intento dejar de pensar en todo esto. En vez de ello, busco entre mis recuerdos una imagen agradable.

    El viaje al Gran Cañón con mis tíos hace cuatro veranos.

    Un año antes de que fallecieran, Isidora y Jacob, me llevaron en uno de sus viajes por el país. Solían hacer uno todos los veranos, sumaban días de vacaciones y hacían un viaje por carretera. El verano en el que tenía trece, fui con ellos. Una de las paradas fue El Gran Cañón, todavía tengo fotos de ese día, fotos y recuerdos. Fue un día amargo, pero ahora lo recuerdo con cariño, porque no habíamos estado más de una hora cuando el tío Jacob se perdió, desapareció y la tía Isidora y yo terminamos esperando en la entrada, en una de las casetas, mientras un equipo de búsqueda salía a buscarle al borde de la hora del cierre. Al final le encontraron, sólo tardaron dos horas y le encontraron comiendo todo los aperitivos que había llevado, apoyado tranquilamente en una roca.

Esa es la historia que, ese Acción de Gracias, hizo reír tanto a mis abuelos. Ahora, me saca una sonrisa a mí. Cuánto daría por volver a ese día en el Cañón o a una cena más de Acción de Gracias. Tengo una lista de todas las cosas que haría diferente de tener otra oportunidad, en mi cabeza, es una larga lista, al igual de aquella con todo lo que no hice mientras pude.

Me enfadé una semana con Charlie porque se llevó sin permiso uno de mis vestidos para una fiesta. Era una tontería, ella y yo nos prestábamos ropa todo el tiempo, pero me molestó. Una semana, perdí una semana. No me arrepiento de los meses de verano que he pasado fuera, en campamentos o fuera con algún familiar, pero sí que me gustaría haber tenido algo de ese tiempo para disfrutarlo en casa con Rob y Charlie. Podría haber organizado más salidas, podría haber llevado a mis hermanos al cine cuando me lo pedían, pero me negué muchas veces. Nunca quise ir con mamá a esas tiendas de estética a las que ella le hacía ilusión ir juntas para algo tan simple como hacernos las uñas en un mismo lugar. Sabía que le hacía ilusión y siempre puse excusas. Viví mi vida, pero, cuanto más pienso, más me doy cuenta de que fui egoísta muchas veces. Lo fui, supongo que todos lo somos realmente, pero, ahora, eso me va creando heridas.

"Una vez más, sólo voy a hacerlo una vez más", me digo.

Levanto el teléfono y vuelvo a marcar, deseosa de escuchar la voz de mi padre en el buzón. Las oiré una vez más y esta vez estaré atenta para no tener que hacerlo de nuevo. Sólo quiero que su voz me quite el miedo como cuando era pequeña.

    —Residencia de los Ilsen —suena una vez más, pero, esta vez, el final cambia—. ¿Quién llama?

    Contengo la respiración, no debería haberlo hecho.

    Pero la necesidad de seguir oyendo a mi padre me puede, mi mente está demasiado deshecha como para tener algo claro y ahora lucha por aferrarse a su voz. Sólo quiero que diga una cosa más, una más.

    —¿Hola? —insiste.

    Sé que si no digo nada, colgará, y estoy lista para que lo haga, porque no puedo hacerlo yo. Necesito tanto a mi padre ahora mismo que no podría colgar ni aunque mi cuerpo quisiera reaccionar.

    Cuelga.

    Yo lloro.

    Necesito a mis padres, les necesito, pero la culpa es demasiado grande. Tengo miedo de lo que pasará el lunes, pero es mayor el miedo a saber lo que ellos deben de pensar de mí ahora mismo. Ha intentado llamarle muchas veces, nunca lo he conseguido, esto es lo que más me he acercado y, con esa pequeña victoria, me tumbo sobre el colchón.

    La voz de mi padre sigue haciendo eco en mi cabeza, necesitaba eso.

    El cansancio arrasa conmigo poco después, aunque, como todas las noches, esa primera vez que cierro los ojos no es más que una de tantas. Pierdo la cuenta de todas las veces que despierto por pesadillas o incluso ganas de vomitar.

El domingo, Gibbs pasa el día completo conmigo, preparamos el juicio juntos una vez más. Revisa mi versión conmigo, me preparar para las preguntas que podrían hacerme una y otra vez. Practico hasta que las palabras salen sin tener que pensar. Eso es lo que él intenta porque, viéndome, sabe que es la única opción. Tiendo a desconectar mucho, aunque lo he visto en la respuesta que el doctor E. Hernandez nos mandó sobre mis resultados, a nivel psicológico, justificó eso como ausencias. No quise saber, las palabras que leí en ese papel sólo dirían lo que ya sé: que estoy lejos de poder ser arreglada. Tres hojas sólo con la evaluación psicológica y, ahora, eso está unido al resto de los documentos de Gibbs.

A última hora, él me es sincero.

    Soy yo quien, sin poder evitarlo, le lanza la pregunta antes de que se vaya. Mientras él me recuerda a qué hora debo estar lista y deja la bolsa con la ropa adecuada en la mesa, la pregunta sale de mis labios sin poder contenerla.

    —¿Crees que dirán que Simmons es culpable?

    Gibbs se pone su abrigo.

    —Sí —dice sin tener que pensárselo—, y, como le dije, por mi experiencia con este tipo de casos diría que hay una buena oportunidad de que consigamos la perpetua para él.

    Lo sé, me lo dijo.

    Como también me respondió cuando le pregunté qué pasaría con el resto, con las personas que seguían a Simmons y cuyos nombres han quedado fuera de este juicio. Gibbs no explicó mucho, pero dijo que eso "se solucionaría". Ahora estoy abrazándome a mí misma, sabiendo que no podré cerrar los ojos en toda la noche y queriendo un abrazo de mi madre.

    Gibbs recoge su maletín, con todo dentro, incluída su tablet, y me mira una vez más.

    —Intente dormir, mañana será un día largo, señorita Ilsen —dice.

    —Gibbs —llamo antes de que pueda irse, hay una pregunta presionando contra mis labios, pero no soy capaz de hacerla salir. Siento que es demasiado, me siento incómoda de sólo pensarlo. ¿Cómo puedo planteármelo? ¿Cómo puedo tener la cara de pensarlo siquiera? Aun así, lo digo, lo digo porque no voy a poder dormir igualmente—. ¿Qué crees que pasará conmigo?

    Gibbs no duda.

    —Si Inmanuel Siemens es declarado culpable, como es más que probable que ocurra, eso la convertirá en cómplice, señorita Ilsen. —Su mirad no cambia al decirlo, se ve tan frío como siempre, tan imparcial. Nunca lo he llegado a preguntar, él no ha sido tan directo jamás, pero era algo que ambos sabíamos, algo que yo entendí en cuanto comprendí que, para que mi versión fuera plena, para poder terminar con Simmons, yo debería caer también. No podía callarme nada, ese es el precio a pagar.

    Por eso no era capaz de hablar con mis padres porque hay cosas que no podré negar, por mucho que me gustaría, hice cosas que tendré que aceptar y temo el momento en el que se enteren. No soy buena, pero estoy dispuesta a pagar las consecuencias de mis errores.

    —¿Cuánto tiempo sería eso? —pregunto.

    —No puedo darle una respuesta a eso. —Quizás porque se compadece, o puede que porque está tan cansado después de todo el trabajo de estas últimas semanas que incluso su guardia cae, pero me da una última oportunidad aun cuando sabe que no es su deber hacerlo—. ¿Ha pensado en la opción de la que le hablé?

    La "opción" era hacer que mi hermano Tim declarase para ganarme el favor del jurado. Gibbs me dijo, de forma más suavizada pero que al final implicaba lo mismo, que poner a un niño que me viera como una salvadora como testigo era lo único que podría darme una oportunidad. Conoce su versión, porque hablo con Tim, al igual que habló con toda mi familia, sólo que Tim le contó hasta lo que no debía. Me dijo Gibbs que, cuando iba a irse, Tim se acercó a él y le suplicó que me ayudara, se lo contó todo, a él, con esa esperanza. Por eso Gibbs volvió con una opción para mí, una que eché a un lado al momento. Su versión, según Gibbs, podría salvarme, pero, si el precio que tengo que pagar es el de volver a poner en peligro a mi hermano testificando contra un psicópata como Simmons, no estoy dispuesta.

    —La respuesta es la misma —respondo.

    —La suerte no está completamente a su favor, señorita Ilsen, entiende las consecuencias que puede tener que su hermano no testifique, ¿verdad?

    Asiento, incapaz de hablar porque eso sólo delataría el miedo que todo esto me da. No quiero terminar en la cárcel. Lo aceptaré, aceptaré lo que digan que merezco, pero me asusta demasiado. Sólo quiero volver a casa, volver a mi vida. Quiero volver atrás.

    Gibbs me sostiene la mirada unos segundos.

    —Haré lo que pueda por ayudarla, pero no puedo prometerle nada. Seré sincero con usted, la complicidad es complicada. Su condena depende de muchos factores, lo que puedo decirle es que su condena será atenuada, usted no participó de forma directa en los incidentes, pero la omisión de información por su parte ayudó en su continuación. No descarto que puedan eximirle de responsabilidad, pero demostrar que actuó en un estado de necesidad sin su hermano para declarar a su favor no será sencillo. Como eximente, el estado de necesidad es, en mi opinión, el más complicado por depender de una valoración personal. Aunque no sea esencial, si deciden que el mal provocado es mayor que el que intentó evitar, no podremos hacer nada y, siendo este el caso, esa balanza no es algo en lo que confíe. Por eso, le repito, como su abogado, que su hermano es necesario, le pido que se lo replantee antes de que sea demasiado tarde, señorita Ilsen.

    Acto salvador, fue como lo llamó cuando me habló de la defensa que pondría sobre mis hombros. Sonó fácil cuando lo explicó, sólo había que demostrar que yo tenía la voluntad de salvación, que mi fin era el de salvar a mi hermano, que actué movida por ello, por la oportunidad de evitar su muerte. Gibbs lo presentó como un colador, dijo que tenía muchos agujeros, que tirarlo abajo era tan sencillo por su parte como tomar la palabra en el juicio y decir que mi hermano en ningún momento estuvo en peligro de morir. Con algo tan simple como eso, la balanza se desequilibraría y mis acciones no justificarían el daño que consiguieron. Gibbs no estaba feliz con ello, con una "defensa tan fácil de echar abajo", y, sin Tim para demostrar que ese peligro era real, había poco que quedase por hacer. Quizás podría justificar parte, la parte donde ya tenían a Tim, pero, ¿y antes? ¿Y lo que vi y no mencioné? El doctor Hernández no podrá salvarme de eso, ni siquiera cuando su parte en mi defensa es la de demostrar que yo realmente pensaba que harían un daño irremediable a mi familia si no actuaba. Ese miedo me ha dejado secuelas y eso es lo que pone en esas hojas que Gibbs ya tiene guardadas.

    Es poco. Es como una moneda que colocas de pie en una mesa a la que cualquier golpe de viento puede tirar. Uno, y caerá. Uno, y yo no quedaré libre de culpa. Aun así, sigo conociendo mi respuesta. No sería capaz de poner en riesgo a Tim una vez más, al igual que no fui capaz de quedarme con el bisturí que Ruby puso en mi cuello, lo tiré lejos, no soy de las personas que harían "todo lo que podrían para salir bien parados". No puedo hacer daño a otros, menos a mi familia. Nunca a mi familia.

    Mi garganta tira, quejándose con cada palabra que pronuncio, ¿cuándo fue la última vez que bebí agua? No lo recuerdo, al igual que no recuerdo cuándo fue la última vez que comí en condiciones o que dormí más de dos horas seguidas. Sólo un día más, luego podré romperme, sólo tengo que aguantar un día más. En cuanto encarcelen a Simmons, se acabó, ahí podré dejarlo todo entrar, ahí tendré razones para llorar. Ahora no es el momento, no puedo permitírmelo.

    —Es mi hermano pequeño —digo—. ¿Qué clase de hermana sería si no cuido de él?

    Gibbs entiende mi respuesta, mi negativa, y no dice más. Lo ha intentado, lo ha intentado incluso si no era su deber hacerlo. Como me dejó claro desde el primer momento, su prioridad, lo que su jefe le mandó para hacer, fue construir un caso de peso contra Simmons y encarcelarle, no salvarme a mí.

    Gibbs se va, y yo me quedo sola con mis pensamientos una vez más, pero una cosa tengo clara. El martes, cuando -si no se alarga- todo haya terminado, yo habré cumplico con mi parte, porque no quiero que nadie más sufra por culpa de Simmons, no quiero que más familias sufran o vivan con miedo, El martes, las familias del resto de víctimas, tendrán una explicación, esas familias podrán volver a dormir y, mi hermano, no volverá a tener que preocuparse por cometer un error, hablar de más y que Simmons reaparezca en su vida. Sólo tengo que protegerle un día más y, entonces, será libre. Porque Tim no va a estar en la misma sala que Simmons de nuevo. Tim no va a dejarles saber lo que recuerda, así estará más seguro. Así habré cumplido mi parte.

    Como esperaba, no pego ojo en toda la noche.

    Desayuno un vaso de agua y un mordisco de uno de los bollos. Me doy una ducha fría para intentar despejarme, recojo mi pelo en una coleta porque, sin secador, dejar que se seque suelto siempre ha sido mala idea para mí y me pongo la ropa que Gibbs dejó para mí. Le di mi talla, le di una talla menos de la que suelo usar porque sé que mi ropa ya había empezado a quedarme algo grande y, aun así, la falda es casi demasiado ancha.

    Una camisa blanca, americana gris y una falda que llega hasta mis rodillas del mismo color. La falda se mueve con facilidad, incomodándome con el constante roce en mi cintura. Hay unas medias poco tupidas color carne y, al final, unos tacones bajos similares a los que usa mi abuela cuando tenemos la cena formal de Acción de Gracias. En todo ese tiempo, no me miro al espejo ni una sola vez, no soy capaz. Empezó cuando noté ese desgaste que cubría con maquillaje, pero empeoró al empezar a ver las señales que encontraba en Ruby en mí. Al principio, no era capaz de mirarme al espejo por mucho tiempo porque sólo veía el reflejo de lo que estaba pasando en mi reflejo, ahora no miro porque no hay día en el que no vea a la chica en el reflejo y sienta asco de ella. Odio incluso. No miro, porque así las ganas de gritarle, las ganas de golpear, no son tan grandes. Me escondo de todos, pero, sobre todo, me escondo de mí, porque, cuando me veo, sólo veo mis actos y no son agradables.

    Cuando el mundo me mire hoy, eso será lo que vea de mí.

    Gibbs llama a la puerta diez minutos antes de la hora que me dio, yo ya estoy lista para ese momento, es la ventaja de no poder dormir, que he esperado, sentada frente a la puerta, horas. Literalmente horas. Así que, cuando llama, estoy lista para ir con él.

    Nos acompañan, los dos policías de la puerta vienen con nosotros y me fijo en que no se molestan en cerrar la puerta con llave de nuevo, supongo que ya no importa si alguien se mete ahí, después de todo, eso es lo que todos deben de saber ya cuando salimos de aquí, saben cuál es mi siguiente destino. Todos lo sabemos.

    Y lo acepto.

    Creía que no, el miedo me ha carcomido por días, pero, ahora mismo, con mi mente nublada por el cansancio y tanta tensión, estoy tan cansada que lo veo justo. Quizás, así, la culpa se desvanezca al fin, cuando pague por todo, puede que se vaya y me deje volver a respirar.

    Entiendo mejor lo mal que están las cosas cuando no me meten al juzgado por la puerta principal, no pregunto, Gibbs no dice nada, pero lo sabe. Es una noticia que ha conmocionado a toda la ciudad y a las cercanas, muchas víctimas, un crimen horrible. Para ellos, y sigo siendo la culpable y, si me ven, temo lo que vayan a decirme. Están ahí, en la puerta principal, esperando. No sé si medios o también personas de a pie, familias de las víctimas. Por eso, no entramos por esa puerta y, al estar dentro, tener a los policías tan cerca todo el tiempo, como si trataran de mantenerme vigilada, es todavía peor. ¿Qué verán al verme? ¿Verán el rostro de una chica sin piedad? ¿De una asesina? Porque sé que lo que ha caído sobre mí es lo que cayó sobre Byron.

    Es lo poco que sé, pero Simmons se encargó de hacerme ver como cómplice de Byron en su momento y, aunque ahora no sé hasta qué punto ha reestructurado las cosas Gibbs o su equipo, temo que es la primera idea lo que suele prevalecer. La más simple. La más fácil.

    Ockham, recuerdo.

    Lo oigo con la voz de Jayden porque fue él quien identificó la definición la única vez que lo usé fuera de las clases. Fue la noche que se quedó a dormir en mi casa. Él se quedó para hacerme compañía porque mis padres no estaban, se quedó conmigo como siempre ha hecho. Jayden ha sido siempre el mejor de los dos.

    Creí que la razón era mía, que era yo la que debía poner sus pies en la tierra una y otra vez, y lo hacía. Lo hice muchas veces, pero, en el fondo, él también tenía en cuenta eso. Gracias a él, tenemos algo claro contra Simmons. Toda la información que recogió y por la que tantas veces le critique, todos esos "no quiero saber" por mi parte no le quitaron esa manía de saber más que ahora tanto ha servido. Se lo contaré, en cuanto despierte, en cuanto él esté bien, se lo contaré. O haré que alguien lo haga.

    En el peor de los casos, ¿vendrá alguien a verme? ¿Habrá alguien para escuchar? ¿Alguien para contarlo?

    Mis pensamientos se vuelven en mi contra y, al entrar a la sala donde será el juicio, el malestar se convierte en un incómodo mareo. Hay gente, hay mucha gente, rostros desconocidos que no consigo reconocer. La tensión y el cansancio agrietan mi cordura una vez más, sus figuras se vuelven hacia mí mientras Gibbs me lleva a mi lugar, figuras que me siguen con su mirada, que acusan en susurros. Les oigo en mi cabeza, oigo sus palabras afiladas, sus verdade. Saben lo que hice y saben que no tiene justificación.

    Lo saben.

    Saben que no debería ser yo quien estuviera aquí, que no lo merezco. Me lo recuerdo cada mañana, tarde y noche. Me culpan por no haber hecho suficiente, porque se perdieron vidas valiosas y yo no hice nada por ellos, dejé que niños desaparecieran, que Simmons les usara para vender sus órganos. Soy tan culpable como él, mis manos están llenas de sangre inocente, ¿cómo puedo seguir aquí después de eso? Entiendo que me odien porque yo también lo hago, entiendo que me odien porque se han dado cuenta de que, con lo que hice, no merezco seguir aquí cuando tantos otros no han podido.

    Me gustaría poder darles una explicación, una justificación, pero no la tengo. La forma en la que me seleccionaron sólo destroza mis entrañas. Intenté hablarlo con Jayden, darle una justificación, creí que, quizás, había hecho algo tan horrible que el karma me lo estaba devolviendo. Ahora ni siquiera rezo por las noches porque estoy segura de que esto es una tortura. La única razón por la que salí con vida, era porque todavía tenía algo que pagar, esa es la única explicación razonable. Tengo que pagar por la sangre que quedó en mis manos.

    Gibbs me mueve un poco, obligándome a ponerme en pie unos segundos antes de que todo el mundo se siente una vez más. ¿Qué? El juicio. Me siento, tomo aire y me recuerdo que tengo que hacerlo bien. Aun así, no puedo dejar de oírlo, ese zumbido en mis oídos, esas palabras profundas que, aunque una parte de mí sabe que no son reales, otra está metiéndolas de lleno en mi cabeza. Son susurros, son mis propios gritos.

    El estrés que tengo encima hace al de pocos segundos que mis manos empiecen a temblar. Las junto intentando pararlo, pero no lo consigo. Mi respiración es algo agitada, tampoco puedo evitar eso, y mi cuerpo sigue tenso sabiendo que Simmons está en la misma sala que yo. Tengo miedo de mirar, miedo de reconocer cualquier rostro en esta sala porque sé lo que veré en ellos, esté o no, es lo único que puedo ver: asco.

    Simmons sale antes de lo que esperaba y, en cuanto oigo sus pasos, lo reconozco. No lleva sus botas gruesas ni la gabardina de cuero con su característico sonido al moverse, pero reconozco ese andar, ese ritmo. Mi respiración se vuelve más agitada, clavo la mirada en la mesa, pero mis ojos están muy abiertos, mi cuerpo en tensión.

    Pasa cerca y mi impulso es el de meterme debajo de la mesa, tengo que cerrar las manos con fuerza para no hacerlo, para quedarme en mi lugar, para comportarme. Levanto un poco la cabeza, suficiente como para ver dónde está él ahora mismo y, en cuanto distingo su figura de camino a la silla donde podrá testificar. No puedo respirar.

    Gritos. Todo lo que oigo en mi cabeza son gritos, y son los míos.

    Mis manos, las veo, juntas, pero hay algo en ellas, algo que, al separarlas, las oscurece. Veo la palma de mis manos y luego esas líneas se vuelven más y más oscuras hasta que la imagen se vuelve clara. Suelo. El suelo que había bajo la casa de los espejos, tan sucio y lleno de trozos de tierra. Ese suelo tenía líneas, líneas del cuerpo que movieron. Estaban ahí, o puede que sólo estuvieran en mi cabeza, pero las recuerdo. Recuerdo cómo, cada noche desde que ocurrió, desde mi cama miraba a la puerta y, cada vez que lo hacía, lo escuchaba. Los pasos perdían fuerza contra el sonido de un cuerpo siendo arrastrado, lento, con continuidad. Jamás podré olvidarme del sonido.

    Lo oigo cuando estoy en mi cama, lo oigo cuando estoy sola y veo una puerta. Si la puerta está abierta, si la habitación está oscura, el sonido aumentará hasta que mi cerebro rellene los huecos con sombras y lo dibuje para mí. Sabía, cada vez que en casa intentaba dormir, que al otro lado de la puerta, estaría pasando de nuevo. Se estaban llevando a la hermana de Brianna de nuevo.

    Es curioso que sepa que los gritos de Brianna apagaron cualquier otro sonido y, aun así, que lo único que pueda recordar con claridad sea el arrastrar del cuerpo sin vida de esa niña. La mataron frente a los ojos de Tim. Podía haber sido él.

    Rojo. Siempre rojo.

    Poco a poco, distingo mis manos de nuevo y me doy cuenta de dónde estoy. Cierro los ojos por un segundo, me tallo los ojos y me centro. Tengo que estar despejada, no puedo permitirme ni un sólo desliz, por muy convencido que esté Gibbs de que Simmons está acabado, no puedo permitirme ninguna posibilidad de lo contrario. Se lo debo a demasiadas personas.

    Estoy agotada, tanto, que apenas puedo mantenerme despierta mucho tiempo. Cada pocos minutos, desconecto unos segundos sin poder evitarlo, a veces me doy cuenta, otros ni siquiera eso, pero, entre tanto, el juicio sigue en marcha. Testigos, uno tras otro, personas acercándose y alejándose, Gibbs balanceándose fuera de su asiento una y otra vez. Al principio, Gibbs parece moverse como un animal, su postura es agresiva, sus palabras cortantes y duras, expone, no pregunta. Por cada tema que consiga esquivar Simmons, Gibbs ya le ha lanzado tres ataques más, directos, simples, expone. Sus golpes son rápidos. Lo hace todo el tiempo. De eso parece que trate el juicio porque Simmons no devuelve nada hacia mí. Ni siquiera con el agotamiento que siento sería tan tonta como para creer que eso es algo bueno.

    Simmons es peligroso cuando se enfada, hace poco todavía tenía marcas en mi cuerpo que lo demostraban. ¿Cuántas veces me ha hecho daño físico? Un empujón contra los muebles, su manía de agarrarme del cuello y dejarme ver un mortal brillo en su mirada, porque lo disfrutaba, él disfrutaba de los segundos en los que empezaba a quedarme sin aire, ahí parecía curioso incluso. Paso una mano por mi frente, no quiero recordar eso. Simmons es agresivo si se enfada y, conmigo aquí, con sus planes hecho añicos, ¿por qué no está enfadado?

    Si no tuviera salida, me hundiría a mí también, estoy segura de eso, tomaría mi mano y me metería bajo el agua con él, porque Simmons no caería solo, y menos todavía sin dar un último golpe, así que, cuando todo va cayendo tan rápido en su lugar, la preocupación empieza a crecer en mi cabeza.

    Una alarma.

    Pero, si se trata de eso, de su último As en la manga, es demasiado tarde para poder hacer algo. El juicio sigue su curso y apenas puedo contener ese momento de emoción en el que el señor Bremen viene a testificar. Al haber sido uno de quienes llevaron el caso, su palabra tiene bastante peso y, con miedo, me arriesgo a mirarle una vez. Me doy cuenta rápido de que es un error y bajo la mirada de nuevo. Terror, eso es lo que he sentido al mirarle. Mi corazón ha estallado, acelerándose mientras mi cuerpo me pedía salir corriendo de aquí y el frío recorría mi piel. No estoy lista, no todavía. Necesito toda la fuerza que me queda para relajarme después de eso, me esfuerzo y concentro en ello hasta que lo único que consigo oír claro por parte del señor Bremen son unas últimas palabras hacia una de las preguntas de Gibbs.

    "Conozco a Danielle Ilsen desde hace años, es una buena chica y siempre es muy atenta con sus hermanos."

    Me pierdo después de eso porque se siente como que me den un trozo de papel que he empezado a destrozar. No soy buena, no lo soy. Por mi culpa su hijo está en el hospital, por mí. Él fue por mí, el intentó cuidar de mí. Fui yo quien no se dio cuenta a tiempo, fui yo quien subestimó a Simmons ese día. Nunca debió haber sido Jayden, se supone que sería yo. No él, él no merecía nada de esto, no lo merece.

    El señor Bremen miente, ¿por qué miente?

    No tarda mucho en irse, de nuevo, todo gira hacia Simmons una vez más y pasan horas aquí dentro. Me sacan, respondo de forma casi mecanizada. Me he esforzado en recordarlo, sé qué he de decir. Respondo todo, y me sorprendo, una vez más, cuando no hay preguntas malintencionadas en ningún segundo por parte del abogado de Simmons. Mientras que Gibbs ha ido a ataque limpio, a mí es como si me pidieran leer en voz alta un texto. Hay algo mal, pero no sé qué. Tiene que haberlo, estoy segura y, al final del juicio, doy con parte de eso. Porque Gibbs saca al doctor Hernández para hablar de mi estado, le usa para tener a alguien que intente unir mi estado con una conducta forzada. Quiere hacer entender al jurado, que presento síntomas claros de algo a lo que llama "síndrome de estrés postraumático". Lo uno con el trastorno de las películas de guerra, es más, llego a oírlo. El problema es que eso pronto se lo echan hacia atrás. Todo lo que dice, como me advirtió Gibbs, lo tiran rápido con sólo preguntar cómo ha conocido mis síntomas. Se lo conté, le hablé con sinceridad, pero, sin habiéndome hecho él un seguimiento o habiéndolo visto con sus propios ojos, lo tiran al suelo rápidamente. Tan rápido que sé que estoy perdida en cuanto lo entiendo.

    Gibbs ha intentado hacer que el doctor Hernández dijera que esos síntomas, ese nivel de estrés, no podría haberlo generado una situación con la que yo estuviera conforme, que era imposible que lo hubiera hecho de no estar cien por cien segura de que matarían a mi hermano de no ser así. Ahora, con el doctor fuera de la zona de nuevo, bajo la cabeza una vez más.

    Gibbs me lo advirtió. Aun así, duele un poco cuando todo gira de nuevo en torno a Gibbs, cuando me pintan en cada situación porque estuve presente, sin intento de defensa, sin... nada. Eso quema en lo más profundo de mi mente, ¿por qué me incomoda si es lo que merezco? Supongo que esperaba un poco más de defensa, un poco más de ayuda.

    Aunque lo acepte, sigo esperando que una cara amiga me ofrezca la mano.

    Sin embargo, el juicio sigue y cada vez que escucho mi nombre no es por una buena razón, finalmente, dejo de escuchar. Ya está. Aquí termina. Cómplice, Gibbs me lo advirtió. Sabía que iba a terminar para mí, sé que merezco que lo haga, entonces, ¿por qué me sigo resistiendo?

    No tengo que pensarlo para que venga a mi cabeza a modo de imágenes. Me resisto porque no soporto la idea de que me alejen de Tim una vez más. He luchado con uñas y dientes por estar a su lado y, en cuanto lo consigo, le arrebatan de mi lado una vez. Me resisto porque ahora la persona más pura a la que he conocido, no está perdida. Sin quererlo, la frase que una vez Jayden me dedicó ha seguido alimentando mi esperanza, es lo único que ha impedido que me hunda del todo, lo único que ha parado en la puerta a mis peores pensamientos.

    Le dije que el mundo me odiaría de conocerme.

    Él me respondió que no pasaría.

    "No puedo creer que todo el mundo fuera a odiarte. ¿Sabes por qué? Porque yo he visto lo peor de ti y no puedo dejar de quererte.", fueron sus palabras.

    En su día, la idea era tan extraña que tuve que rechazarlo. Intenté que ese odio que yo sentía llegar a él porque lo contrario no tenía sentido, pero ha sido Jayden quien, suavemente, ha ido limando esas heridas. Gracias a él, todavía hay una barrera, delgada y débil, pero estable, entre ese odio y yo. Cada vez que me ahoga la culpa, él vuelve a mí como el recordatorio de que, para una persona, yo no era tan culpable.

    Pero, ¿para qué sirvió eso?

    Él intentó ver algo bueno en mí y terminó gravemente herido. Incluso su madre tiene pocas esperanzas de que se recupere, lo noté en su voz. Jayden se equivocó conmigo esa noche; yo no soy alguien que merezca ser salvada. Le hice daño.

    A mi alrededor, todos sufren. Eso es lo que siempre veo, el único patrón. Todos los del círculo interno de Simmons: Brianna, Byron y Ruby, están muertos. Margueritte y los dos hombres con los que fui a la discoteca, también. Jayden vino conmigo a la fábrica de cerveza, me siguió, y ahora si no está muerto es por poco. Tim estaba conmigo cuando se lo llevaron. Siempre hay un patrón, y es que toda persona que se acerca a mí sufre.

    ¿Por qué, en esa discoteca, Caleb me dejó con vida a mí y no a ellos? Tenía que pasar un mensaje. Me llamó peón, lo sé, pero, ¿por qué? ¿Por qué no pudo acabar el trabajo? Hubiera sido más fácil, porque así ese rastro de muertos se hubiera cortado. Demasiada gente, demasiada sangre, muchas vidas hechas añicos y la mía, por desgracia, sigue intacta.

    Debía haber sido más fuerte. Tim estaba en casa, todos estaban bien, mis palabras estaban preparadas para que alguien pudiera esparcirlas y liberar la culpa de los hombres de Byron, porque él ya no podría defenderse más. Todos estaban bien, pero yo no quería morir. No quiero morir. Nunca he querido hacerlo, me da miedo, y ese miedo me hizo buscar excusas para tener unos minutos más. No me reunó con Simmons por miedo a que él tuviera algo en contra de mi familia, fue porque quería ese tiempo. No quería morir y esos minutos los apreciaba, pero mi vida no merecía ese desenlace. De haberlo sabido, lo hubiera hecho. Jamás me perdonaré haber dudado, porque, cuando todo estaba bien, cuando todo iba a ser mejor sin mí, otra persona ocupó mi lugar.

    Jayden y yo llevamos mucho tiempo corriendo en la misma dirección, pero no nos habíamos dado cuenta. Él se cabreaba conmigo porque decía que yo no tenía en cuenta mi propia seguridad al buscar la de Tim, y tenía razón, yo siempre he puesto a Tim delante de mí. No me arrepiento ni por un sólo segundo. Es curiosa la forma en la que se cabreó tantas veces por ello cuando él hacía lo mismo. No lo vi hasta que tuve tanto tiempo para pensar, pero, mientras yo actuaba de forma imprudente y me hubiera lanzado al vacío sin pestañear por salvar a Tim, por mi preocupación por él, Jayden hacía lo mismo. Yo corría en una dirección y Jayden lo hacía en la misma, pero, en su caso, los momentos en los que se olvidaba de ser prudente, eran por mí. Yo estaba dispuesta a sacrificarlo todo por Tim, mientras, Jayden lo hacía por mí. No lo vio, no lo vi. Me echó en cara lo mismo que él hacía. Yo debí haberlo entendido antes, debí haberlo parado a tiempo.

Es difícil deberle tanto a alguien y, en vez de devolverle el favor, hacerle más daño cada vez. A veces, ese es el reflejo que veo en mí, el de una chica que rompe todo lo que toca, pero, en mi caso, rompe a las personas. Cada vez que alguien está cerca de mí, le pasa algo malo.

El juicio dura horas y, casi entrada la noche, el jurado se va a debatir. Nos piden una hora, lo que hace que Gibbs se muestre algo incómodo mientras esperamos, con un policía, en una sala que se nos asigna. Al esperar, no me contengo.

    —No va a ir bien, ¿no? —pregunto.

    —Dudo que dejen a Inmanuel en libertad, señorita Ilsen.

    Me apoyo en una de las sillas, sin fuerzas.

    —Tampoco a mí, ¿verdad? —pregunto.

    Gibbs no me da una respuestas por largos segundos.

    —Conocía las posibilidades —me responde.

    Eso es suficiente como para saber que, ese "colador" del que me habló, ha hecho lo que era de esperar. Mi defensa era agua cayendo a través de él. Es raro, pero ni siquiera tengo ganas de llorar, sólo apoyo los brazos sobre el respaldo de la silla, mi barbilla encima y espero. No pensaba que los juicios pudieran seguir hasta tan tarde, una parte de mí creía que era sólo como el horario de mis padres, de nueve a seis, pero no aquí. Aquí hemos pasado toda la mañana, tarde con un descanso pequeño para comer y, ahora, son cerca de las once de la noche cuando nos llaman de nuevo. Gibbs me dice que probablemente lo alargen, que no cree que den una respuesta hoy, pero lo hacen.

    La dan.

    La dan de forma rápida, casi como si fuera un trozo de cera que tienes que arrancar. No esperan. No esperan y apenas puedo asimilar lo que dicen de Simmons antes de oír mi nombre.

    Inmanuel Siemens, treinta años.

    Sé que, de mostrar alguna expresión, Gibbs sonreiría, eso es lo que dijo que quería conseguir, treinta años es la perpetua. Simmons tiene cadena perpetua y, por lo que añaden, no hay opción de revisar su caso antes de tiempo por ninguna razón. No va a salir. Apoyo una mano contra la mesa al escucharlo, otra en mi estómago y me encojo un poco.

    No va a hacer más daño.

    Pero mi nombre también suena y, mientras intento sostenerme porque siento demasiadas cosas en un mismo momento, lo dicen. Me eximen de toda responsabilidad criminal.

    Dios mío.

    El aire se escapa de mis pulmones cuando dan el juicio por terminado.

    Apenas puedo respirar. Gibbs lo ha hecho, sin Tim, apenas con posibilidades, él lo ha conseguido. Eso quiere decir dos cosas, que el jurado, o el juez, como quiera que funcione esto, ha visto en la necesidad de salvar la vida de mi hermano una situación que no ha sido provocada por mí y, además, que el daño que he hecho con mis acciones no ha sido mayor que el daño que intentaba evitar. Esas palabras sólo se traducen de una forma para mí: no fue mi culpa y tuve bien mis prioridades.

    Oh, Dios.

    Tengo que volver a sentarme, todavía con una mano apoyada contra la esquina de la mesa en busca de un punto de apoyo. Cerca, se están llevando a Simmons esposado. Mi cabeza empieza a dar vueltas y, pese a sentir esa urgencia en el fondo de mi cabeza advirtiéndome de que hay algo que Simmons va a hacer, porque su actitud ha sido demasiado suave desde el primer momento, no puedo pensar en ello ahora. No ha aceptado todo, ha rebatido, pero, aun así, no ha habido agresividad, no ha habido un As bajo la manga, y Simmons siempre guarda uno. Lo sé, pero mi cabeza no quiere pensar en ello.

    Eximida de toda responsabilidad criminal. Inocente.

    Alguien ha oído mi versión y ha decidido mirarme con buenos ojos. Han visto todos mis pecados y los han perdonado. Me han perdonado. La tensión me cae encima de golpe, todo lo que he estado conteniendo, me tira abajo y, sin poder levantarme, rompo a llorar. Toda la angustia que he ido manteniendo a raya para poder hacer esto hoy, sale. No puedo parar de llorar, lloro por la angustia, por el miedo, por tanto estrés y tanto dolor. Lloro por todo lo que he tenido que callar y el daño que ahora, con suerte, otras familias podrán curar, pero, sobre todo, lloro porque me duele saber que, aunque ellos hayan oído mi versión y, aun así, me hayan perdonado, yo no soy capaz de perdonarme a mí misma.

#LíneaParaProcesarloAntesDeQueLanaMetaMiedo

Empecemos desde el principio:

1.Nuestra niña ha llamado a casa sólo para oír la voz de sus padres porque sigue creyendo que la odian ME ROMPE EL CORAZÓN

2.Lo que me gusta de Danielle es que, de principio a fin, sólo ha tenido una cosa clara y es lo que la ha guiado por toda la novela: Siempre va a proteger a su hermano. Nuestra niña se ha arriesgado a terminar encarcelada para no tener que hacer que Tim declarara contra Simmons y se ganara su odio.

#DanielleComoHermanaPls

No sé si recordáis, pero Jayden le dijo una vez (en el capítulo 45) que "No muchos se sacrificarían tanto por quienes les importa si llegara el momento." Danielle no se da nunca créditos, pero, en serio, bravo por ella.

SIGO LLORANDO, OK???

3.SIMMONS.

3.1. SIMMONS CON CADENA PERPETUA LOL QUE SE JODA (pd-sé que treinta años suena a poco pero pensad que se le llama así porque se estima que eso es todo lo que una persona encarcelada llega a vivir ahí dentro, entonces, Simmons que tienen unos 50 y poco pues va a pasar tiempo dentro)

#LikePorSimmonsSaliendoYLiándolaDeNuevo

#CDD2.0 -Treinta años después- El regreso de Simmons, narradores: el hijo de Tim y Lily???

Vale ya me voy, el triple que me he lanzado.

Dos cosas más:

1. Capítulo 60 el miércoles 22

2. Capítulo 61? : todavía pendiente de saber si hay o si acaba en el 60 SORRY ASÍ DE MAL SÉ CALCULAR ESTAS COSAS JAJA Hasta que no lo veo escrito no lo sé </3 Será como sorpresa. Capaz y el miércoles el capítulo se llama "final" o capaz no.

2.2. Sólo por si acaso: no, no habrá 2 parte (así que como se líe de golpe, mal vamos)

3. Simmons no va a caer tan fácil, SO, estamos como a dos capítulos del final,HABLEMOS.

#CreoQueSimmonsNOvaALiarla

#CreoQueSimmons...

¡Un abrazo mis amores y gracias por el apoyo!

Me duele en el alma tener que despedirnos tan pronto de nuestros niños, pero, se está acercando la hora </3

—Lana 🐾

*Nota: Como en todas mis novelas, en esta también he seguido las leyes penales de España, siento las incoherencias que pueda haber respecto a USA, sé que la novela está basada allí, pero esta es la "libertad creativa" que siempre me tomo porque me es muy complicado contrastar temas legales de Estados Unidos, por ello, tomo de referencia uso la justicia penal en España para intentar adaptarlo lo máximo posible ♥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro