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Capítulo 53 - Simmons.

Hora de saber qué lleva pasando realmente todo este tiempo...

Canción en multimedia: The human condition [Chelsea Cutler]

Capítulo cincuenta y tres: Simmons

Miércoles 26 de diciembre

Danielle Ilsen:

    Salgo del baño después de una larga ducha en la que, de nuevo, he dejado mi piel al rojo vivo de tanto frotar. Todavía no puedo quitarme todo lo que ha pasado de la cabeza y, cada vez que miro las noticias y busco en el ordenador lo que se dice, termino hundiéndome un poco más cada vez. Hace dos noches, sin ir más lejos, estuve toda la noche en el baño, vomitando o con arcadas y con mi madre a mi lado porque pensaba que estaba enferma, que algo me había sentado mal. Ella se quedó adormilada apoyada contra el lavabo y yo no tenía fuerzas ni para decirle que sí, que quizás estaba enferma, pero que no era por ningún virus o comida que me hubiera sentado mal, fue porque esa noche leí un par de artículos que salieron después de la segunda rueda de prensa de la policía y eso fue demoledor.

    No vomitaba por la comida, vomitaba porque mi cuerpo estaba tratando de purgarse desde dentro, sacando todos mis actos, todos mis momentos de moralidad cuestionable. Ese fue el día que me enteré por qué había tan poca información sobre el estado en el que se encontraron a los niños que habían fallecido. Por suerte, yo tenía razón al pensar que no era por algo sexual, pero también me equivoqué cuando creí que lo escondían por respeto a las familias. Escondían algo, todo ese tiempo, para no dañar aún más a una población herida.

    Sólo pensarlo me revuelve el estómago una vez más y tropiezo de camino a mi habitación. Tomo aire, dejo a un lado esas palabras que tan grabadas están ahora en mi cabeza y abro la puerta de mi habitación. ¿Cómo pude colaborar en eso?

    Pero antes de caer en esa culpa una vez más, veo a Tim sentado en mi cama. Él tiene las piernas cruzadas y ese chándal nuevo que le compró mamá porque su ropa había empezado a quedarle algo grande. Todavía es extraño verle así, con el pelo más corto, limpio y en un entorno agradable. A veces me cuesta tanto procesarlo que, por segundos, pienso que es Arthur.

    Tim levanta la mirada.

    De nuevo, sus ojos brillan cristalizados y yo dejo la toalla con la que estaba secándome un poco el pelo en mi escritorio. Por suerte, él no va a ver las marcas rojas en mi cuerpo, ni siquiera las pequeñas rozaduras que han empezado a aparecer, que nadie lo vea es la razón por la que ahora siempre me cambio en el baño, o al menos me pongo esa bata larga para cubrir todo lo que puedo. Ellos piensan, de ver algo, que la rojez es por el calor del agua, no lo es, pero se irá igualmente en pocas horas así que, ¿para qué negarlo?

    Esta es una de las veces en las que me he cambiado por completo, mi madre no se ha dado cuenta de que Tim no es el único al que no le queda bien su propia ropa ni que esa es la razón por la que no suelo usar ropa muy pegada. Supongo que eso es bueno porque nunca he sido de tener demasiada ropa holgada, sólo la justa y más que nada abrigos grandes. Aunque tengo algún pantalón de chándal, no terminan de ser demasiado holgados, eso sin contar con que, cuando los compraba, siempre eran en el conjunto completo y la mayoría de partes de arriba eran cortas. Mi ropa para estar por casa nunca ha sido descuidada y eso tengo que mantenerlo para que no salten las alarmas de mi madre. Así que, incluso con conjuntos más viejos de estar por casa, intento usar siempre esos que más cubren, como ahora, que he puesto por encima una sudadera cerrada que tiene un nudo en la cintura y, pese a no llegar a la altura del pantalón, cubre más que otras.

    Me apresuro a arrodillarme frente a mi hermano.

    —Estoy aquí —le digo. Tomo sus manos e intento mantenerme todo lo estable que puedo. Él ya está suficientemente mal como para que alguien más le cargue sus propios problemas—. ¿Ha sido otra pesadilla?

    Cuando volvió no las tenía, durmió bien las primeras dos noches, no mostraba miedo por las noches, pero sí un terror cada vez más intenso a las visitas que teníamos.

    La noticia corrió rápido.

    Para cuando salimos del hospital al mediodía del domingo, había tantos periodistas fueras que no podíamos creerlo. Debimos haberlo supuesto, que una ciudad haya pasado por algo así nos ha vuelto a todos más "unidos". Vinieron cuando Tim desapareció. Ha habido una gran cantidad de misas dedicadas a todos los niños desaparecidos. Nos hemos reunido muchos con cada muerte, con velas y minutos de silencio incluso en el instituto. Claro que les iba a interesar esto, claro que iba a saltar todo pronto, sólo que no esperaba que fuera tan pronto.

    Lo peor para Tim empezó ahí.

    Él, a quien habíamos conseguido tranquilizar en el hospital y que no parecía tener problemas con los médicos, enfermeros o personas andando cerca, apenas llegó al coche. Mamá le cargaba, con una chaqueta sobre su cabeza. Papá y unas amables personas que se habían dado cuenta de lo que pasaba desde dentro del hospital, abrían camino, y yo terminé cargando a Arthur porque no dejaban de intentar tirar de él mientras gritaban preguntas. Querían saber, lo entiendo, pero no eran formas.

    Conseguimos llegar al coche y, dentro, golpearon cristales.

    Tim rompió a llorar, a gritar y nos faltó poco para llevarle de vuelta al hospital. Mamá, que intentaba tranquilizarle, a día de hoy sigue con moratones en los brazos y heridas por la fuerza con la que Tim se resistía, por su forma de entrar en pánico por lo que acababa de pasar. No hubo nadie que no derramara una lágrima viéndole así y nuestro padre amenazó con atropellar a los idiotas que se ponían delante hasta el punto de empujar a uno con el coche y que le amenazasen con una demanda.

    Si no me equivoco, el señor Bremen y mi padre han hablado del tema hasta conseguir que esto no pase a mayores. No sé qué hizo el señor Bremen respecto a aquel periodista, pero no ha llegado ninguna citación así que supongo que lo arregló. O quizás es cuestión de tiempo que esa demanda llegue, no lo sé.

    Al principio, todos nos sorprendimos de que la cosa avanzara tan rápido. Menos de doce horas y la noticia ya estaba por todas partes, pero luego fuimos viendo más y, el señor Bremen, siguió manteniéndose informados. A mis padres, más bien, yo me enteraba por ellos.

    Alguien lo filtró, el tiroteo, la redada. También aparecieron fotos de madrugada en el hospital donde coches de policía se habían reunido y agentes acompañaban a personal sanitario y niños fuera de ambulancias. No tuvieron más remedio que dar una primera rueda de prensa con la información que tenían, fue su intento de contención, pero la información no sació a nadie y sólo conseguimos esa angustia al salir del hospital y que prácticamente todos los vecinos hayan pasado ya por nuestra casa para preguntar por Tim y decirnos lo "felices que estaban de que hubiera vuelto sano y salvo."

    No sé cuántos tuppers y flores tenemos ya. Una vecina incluso trajo una gran bolsa de dulces para mi hermano y, lo que más me sorprendió, fue ese hombre que le regaló una PSP que, por lo que dijo, su hijo no usaba hace años.

    Vinieron a mostrar su cariño y respeto, pero no se dieron cuenta de que hay veces en las que eso no es necesario. Agradecemos todo el interés y el amor que nos dan, pero no es la mejor forma. Tim ha empezado a temblar cada vez que oye el timbre, a esconderse en rincones y presionar su cuerpo contra la pared más alejada para intentar no ver cuando uno de los vecinos pisa nuestra casa. Esos pasos y voces le hacen temblar, le hacen temer, y ni siquiera estar con él le ayuda. Al menos, después de que el martes temprano la policía diera una segunda rueda de prensa que respondió a todas las dudas que habían dejado abiertas, todo se calmó un poco. Los medios se tranquilizaron, mi madre dejó de gritarles cada vez que la llamaban al móvil porque, quién sabe cómo, algunos consiguieron su número y, bueno, ya no ha tenido que volver a perseguir a nadie por el jardín, gritándole y lanzándole cosas.

    Van a llovernos demandas por agresión después de todo esto, estoy convencida. Pero, definitivamente, valdrá la pena. Sólo queremos que nos dejen en paz. Y, sí, puede que tengan razón al decir que es algo de interés público y que eso les dé cierto derecho. La población está demasiado metida en el tema, no somos la única familia afectada y esto ha traído un "espíritu grupal" que ahora tiene consecuencias. Supongo que tienen derecho a saber, pero, ¿a qué precio?

    Porque ahora mi hermano me está mirando al borde de las lágrimas y no tarda en lanzarse a mis brazos. Esto no es justo. Cierro los brazos a su alrededor con suavidad por miedo a hacerle daño mientras que él rodea mi cuello con tanta fuerza que duele un poco. Noto su respiración agitada mientras intenta no llorar. Me rompe demasiado verle así, pero, al menos, está en casa.

    —Tranquilo, estás en casa y nadie va a hacerte daño aquí. ¿Recuerdas? —digo.

    No dice nada, no ha dicho mucho en días. Sólo se queda cerca, escondido en cada sombra y tratando de estar todo el tiempo al alcance. Desde que volvió siempre intenta estar con alguien, generalmente con mamá o conmigo, incluso es incapaz de jugar al ordenador con Arthur solos en su habitación. Ayer conseguimos al fin que lo hiciera, veinte minutos, pero fue un gran avance. Fue después de su sesión con la psicóloga que viene a casa porque Tim se revuelve ante la idea de pisar la calle todavía, ella, a quien mamá suele invitar a tomar un café después de las sesiones para que nos cuente por unos minutos qué tal le ve o qué podemos hacer, vio tan bien ese momento y, junto a todos nosotros, compartió lo que era "un gran avance".

    Ella viene hora y media cada día y, aunque Tim tampoco comparte muchas palabras con ella, ayuda. Eso sí, él y yo ya hemos hablado del tema antes. Sabe hasta dónde puede mencionar y hasta dónde no. Sabe que sólo hay dos reglas: que no me mencione, y que no diga que oyó o vio la cara de nadie más allí. Si saben que les oía, será un cabo suelto, si saben que dice que les vio, se lo harán pagar. No vamos a arriesgarnos a confiar en nadie, hay demasiado que perder. Con el resto le he dicho que sea sincero, que, aunque sé que hay cosas que puede que no quiera contarnos a nosotros, que se las cuente a ella. Quiero que se quite ese peso de encima, quiero que pueda salir del agujero en el que ha caído. Al menos uno de nosotros tiene que salir de ahí, y yo pienso hacer todo lo que esté en mi mano para impulsarle a él al exterior.

    —¿Una pesadilla? —pregunto una vez más con suavidad.

    Él aprieta su agarre y lo tomo por un "Sí".

    Le dedico un suave "shhh", abrazándole con cariño mientras le repito que le tengo, que está en casa, que está con nosotros, que le queremos muchísimo y que nunca le dejaremos ir de nuevo. Lo hago hasta que él empieza a aflojar su agarre y termina por apartarse. Aun así, sus labios se tuercen mientras aguanta un sollozo y puedo ver las lágrimas. Las aparto con un gesto lento para no asustarle.

    —Eres la persona más valiente que he conocido —le digo.

    Eso hace que sus labios tiemblen una vez más y yo le aparto el pelo como solía hacer allí. Eso siempre le tranquiliza. Luego me pongo en pie y suelto el aire que estaba conteniendo. Estiro una mano hacia él.

    —Venga, vamos a decirle mamá que hoy vamos a pedir comida a domicilio. ¿Qué te parece comerte una hamburguesa? —pregunto.

    Tim no está comiendo. Lo intentamos, nos sentamos todos juntos y estamos casi una hora más que de costumbre sólo para que Tim esté en compañía y, aunque más lento, coma un poco más cada vez. No lo hace. Lo único que ha empezado a terminarse -y menos mal- son los batidos proteicos que le recomendaron en el hospital, esos que el señor Bremen garabateó en un papel. Al principio con suerte tomaba un sorbo, luego, si yo me quedaba con él, tratando de explicarle por qué era importante, él se forzaba a beber más y, ahora, lo hace sin que nadie le diga nada, pero siempre espera a que yo le dé el visto bueno antes de dejar el vaso en el fregadero. No dice nada, pero quiere demostrarme que lo está haciendo.

    Tim agarra mi mano tan fuerte como siempre mientras vamos al piso de abajo y sigue mirando sobre su hombro. Al principio creía que lo hacía para ver si yo seguía ahí, pero luego me fijé en que nunca miraba hacia mí sino detrás de mí. No es capaz de sentirse seguro en casa. Voy con él, un par de veces al día, a cada habitación para poder revisar juntos incluso armarios y demostrarle que las ventanas y puertas están bien cerradas. Se relaja unos minutos, pero luego su tensión vuelve. No puedo decir que le culpe, yo misma he vivido eso, el ver a mis pesadillas hechas personas por el rabillo del ojo, el sentir la mirada en mi nuca y el oír pasos y ese maldito bastón en habitaciones contiguas. En ese sentido, entiendo a mi hermano.

    —Mamá —llamo al llegar al salón. Ella está hablando con Arthur mientras ven dibujos animados juntos. Mientras, algo huele a quemado en la cocina y puedo adivinar que es mi padre el que está intentando cocinar algo. Sí, hoy es un buen día para pedir comida a domicilio—. ¿Te importa si hoy pedimos comida a domicilio?

    Ella mira a Tim y sé que va a decir que sí, pero entonces frunce el ceño.

    —Hoy comemos todos juntos, cariño, hemos invitado a los Bremen.

    —¿Qué?

    —¿No te lo dije? Queríamos darles las gracias por todo y ahora que las cosas están un poco más calmadas habíamos pensado en invitarles. Hablé ayer con Corinne, la madre de Lily, y dijimos de comer todos aquí hoy.

    Acerco un poco más a Tim.

    —¿De verdad crees que es una buena idea?

    —No fue idea mía —dice ella y su mirada cae en Tim.

    Le miro confusa. ¿Él quiere que alguien venga a casa?

    —Quería ver a Lily —dice mamá por él—. Además, sabes lo bien que se lleva con el hermano de Lily, y siendo el señor Bremen quien le trajo, esto puede venirle bien. No lo hubiera dicho si él no estuviera de acuerdo y si la psicóloga no hubiera dado el visto bueno.

    Entiendo su punto, pero, aun así, se me hace precipitado. Hoy es el cuarto día y, sí, puede que ayer, con menos visitas, Tim haya podido relajarse un poco, pero, aun así. Muevo la mano de Tim para que me mire, apenas mira a las personas a los ojos por mucho tiempo si no es que está asustado, entonces te mira como si estuviera tratando de ver a través de ti, de saber si tus intenciones son buenas, de abrir las puertas de sus propias emociones.

    —¿Estás seguro de que quieres que vengan? —le pregunto.

    Tim se encoge de hombros. Lily, todavía recuerdo la caja que él le hizo y todo lo que habla de ella, claro que quiere verla. La señora Bremen dejó a Lily con unos amigos de la familia cuando trajo a Arthur, ella no sabía si sería buena idea así que nos dio espacio, trajo a Arthur una vez nuestros padres estuvieron ya en el hospital y, todavía, Tim no ha visto a Lily. Mamá tiene razón en más cosas. Tim siempre ha admirado a Jayden y sabe, por el hospital, que es de confianza. Además se lo repetí mientras le recordaba lo que podía y no podía decir. Le dije que, si yo no estaba, acudiera y obedeciera a Jayden, que él podía saberlo todo. Sólo él. Así que, sí, no va a asustarse. Ya puso su confianza en el señor Bremen una vez y adora a la señora Bremen porque siempre le hace magdalenas. No son desconocidos. Tim ha estado en su casa demasiadas veces como para serlo.

Tiene razón, mamá tiene razón, quizás no sea por Tim sino por mí por lo que no quiero que vengan. No estoy segura de querer ver a Jayden. Las cosas entre nosotros están tensas y, lo entiendo, sigue molesto y yo volví las cosas más incómodas cuando tuvo que rechazarme. Lo quito de mi cabeza una vez más, esa es la última de mis preocupaciones ahora mismo.

    —¿Y qué hay de comer? —pregunto—. ¿Podemos pedir algo fuera para Tim?

    —Tim, cariño, ¿quieres comer algo de fuera? —pregunta mamá.

    Con lo poco que come, que él quiera algo nos emocionaría a todos. Mientras coma, estamos felices. Pero Tim niega y, mamá, pierde esa esperanza. Le dedica una sonrisa.

    —Bueno no pasa nada. Igual habría que ir preparando ya la mesa, llegarán pronto —dice mamá levantándose.

    —¿Cómo de pronto? —pregunto.

    —Veinte minutos.

    —¿Y no me has dicho nada?

    —Pensaba que lo sabías. Ven, ayúdame a mover los sofás, vamos a comer en la sala.

    La mesa de la cocina no es tan grande como para que quepamos todos y, al igual que en alguna navidad, tenemos que abrir la mesa del salón que papá usa como escritorio. Tiene, en cada extremo, una extensión justo bajo la tabla así que sólo hay que tirar hasta que se coloque a ras de la tabla y, listo. Sólo que eso también implica que hay que sacar la mesa de su rincón, mover los sofás para que no molesten y traer todas las sillas.   

    Sin tiempo para quejarme, ayudo a mi madre con todo no sin antes recordar algo.

    —¿Está cocinando papá? —pregunto.

    —No te preocupes, sólo le he dejado preparar un plato, el resto ya lo tengo hecho —me tranquiliza.

    A papá le encanta cocinar, pero se le da fatal. No hay día que no queme algo, una vez incluso deshizo una olla. Ni siquiera él sabe bien qué pasó, pero esa olla parecía haberse derretido así que, sí, me fio poco de él en la cocina y, por experiencia, mamá se fía menos todavía. Ahora termino de ayudar a poner la mesa y a traer sillas. En cuanto la he limpiado, dejo a los gemelos ayudando a poner cubiertos y subo a prepararme. Más bien a adecentarme.

    Voy al baño, me peino un poco y quito toda la humedad que sigue en mi pelo con otra toalla. Me echo el acondicionador en spray, peino una vez más y luego sólo intento quitar cualquier marca que avise de lo que he vivido estos meses. Hidrato mi cara, quito ojeras, pongo una base que borre tanta palidez y luego uso rímel como si eso fuera a evitar que se viera lo apagada que está mi mirada. Justo como para ir al instituto.

    Llaman al timbre y miro una vez más de ropa. Lo único que hago antes de bajar es cambiar los pantalones de chándal por unos vaqueros oscuros, la sudadera corta la dejo puesta porque es lo único suficientemente fino como para cubrir sin que alguien pregunte si tengo calor. Mi piel todavía está roja y, además, no quiero que mi madre me diga, como solía advertir cada ciertas semanas cuando todo era normal, que "debo comer más porque se me notaba mucho la clavícula".

    Me pongo mis zapatillas de andar por casa, trato de poner una sonrisa sobre mis labios y vuelvo a ser quien otros esperan que sea. Soy la hermana, no la víctima en todo esto, no puedo dejar que vean el efecto que ha tenido en mí porque no entendería, sólo se quedarían mirando como si estuviera exagerando. No quiero que pregunten. No quiero que sepan. Y tampoco quiero que Jayden sepa lo que dolió su rechazo. Así que tomo aire, me meto en mi papel y bajo las escaleras.

    Cuando llego, mi madre está hablando con la señora Bremen, sé que han hablado por teléfono estos días, pero ahora parecen buenas amigas y, la señora Bremen, hace una seña para que uno de sus hijos se acerque, ese al que conocí por encima en la bolera gracias a Lily. Se lo presenta a mi madre.

    Mientras, el único en el que me puedo fijar es en Jayden. Él trae vaqueros, una de las camisas que su madre dice que tanto odia y tiene la mirada en el salón mientras su hermana le dice algo.

    Ahí vamos.

    Tres días en los que el único contacto que hemos tenido han sido sus dos mensajes preguntando: "¿Cómo se está adaptando Tim?" y "¿Has podido dormir algo?". El primero, respondí un "Bien" que fue dejado en leído y con el segundo ni me esforcé en responder. Por un lado, porque todavía no he terminado de aceptar el rechazo por su parte, eso sigue hiriéndome aunque sepa que no tengo razones para culparle por ello. Por otro lado, supongo que el hecho de que sus preguntas hayan sido tan amplias aun sabiendo cómo están las cosas, no sé, se ha sentido como si sólo lo hiciera por compromiso. Sigue enfadado, supongo.

Mientras yo estoy más avergonzada de haberle confesado mis sentimientos cada día que pasa. Fue un impulso, pero todavía lo mantengo. Sobre todo después de ver todo lo que me está causando su ausencia, lo mantengo. Realmente le quiero.

    —¡Danielle! —La señora Bremen se acerca y me envuelve en un fuerte abrazo—. Qué alegría verte, ¿qué tal estás?

    —Todo bien —miento. Ahora que Tim está de vuelta, es lo que todos se esperan que digamos. Hablando de él, no tarda en venir a mi lado y agarrar mi mano, balanceándose un poco tratando de ver y esconderse a la vez. La señora Bremen le ve y le da una sonrisa, agachándose un poco para conseguir verle. Tim se pega más a mí—. No le gusta mucho el contacto ahora mismo.

    —Oh, entiendo.

    La señora Bremen se aparta y mi madre pronto le dice algo que le saca de la conversación. Mientras, Arthur está hablando con Lily y Jayden sólo... Mira. Mirarle es lo peor que yo puedo hacer, porque me sostiene la mirada y conocerle tanto hace que pueda ver perfectamente cómo esa indiferencia cae, se sustituye por preocupación y luego por pena. Tim suelta mi mano y le veo irse hacia mamá. Acompaña a nuestros padres hacia el salón y, entre tanto movimiento, cuando vuelvo a mirar, Jayden ya se ha acercado.

    Incómodo, murmura un bajo:

    —Hola.

    Cierro las manos a mis costados para no sentir la tentación de acercarme más, pero, sólo con mirarle, sólo con encontrar de nuevo esa forma de mirar de siempre mezclada con pena, casi no puedo evitarlo. De no ser porque me contengo, hubiera ido directa a abrazarle.

    —Hola —digo en su lugar.

    Le echo de menos, echo de menos hablar con él, su humor, su forma de animar. No sé en qué punto estamos, no sé si no quiere hablar conmigo porque está enfadado todavía o por lo que le dije, sólo sé que quiero que todo entre nosotros vuelva a ser como antes. Él ha sido el que se ha ido, él es el que se ha distanciado, ¿no puede darme una explicación al menos?

    —Danielle, al salón —llama mamá.

    Aparto la mirada para dar con que somos los únicos que se han quedado atrás. Nuestras familias están ya en el salón, se oyen sillas, conversaciones, pero no soy capaz de moverme. No me gusta cómo están las cosas, no quiero esta tensión.

    Pero no soy capaz de decirlo en voz alta, de encontrar las palabras, así que voy al salón, me siento en la silla que Tim me ha guardado a su lado y me quedo un poco al margen de la conversación. No soy la única. Nuestros padres tratan de no tocar el tema más obvio, vuelven el ambiente agradable incluso con alguna que otra pulla por parte de la señora Bremen a sus hijos. Jayden y Asher le han pedido que deje de hablar al menos dos veces cada uno durante la cena porque ella tiene un don para recordar momentos incómodos de sus hijos y, la verdad, es que me hace gracia escucharlos.

    Luego me ofrezco a recoger las cosas y, con algo de ayuda por parte del señor Bremen y del hermano de Jayden, Asher, no tardo en dejar la cocina limpia y todo en el lavavajillas. Me quedo ahí sola al terminar, en la única silla que ha quedado en la cocina porque el resto hemos tenido que moverlas al salón, e intentando no pensar.

    Hay demasiada normalidad en casa y, aunque prefiero no hablar de estos temas, no sé, me molesta que parezca que ellos tampoco. Es como si estuviéramos olvidando, como si, al igual que las personas creen, el caso ya estuviera cerrado. No lo está. Las pruebas que han puesto un cartel de neón señalando a Byron son demasiado adecuadas. ¿No lo ven? ¿Es que nadie más puede ver que ese chico que ya no tiene voz para defenderse no abrió fuego contra la policía para escapar?

    Byron sólo hizo lo que Ruby me había propuesto a mí: se suicidó.

    Disparó a la policía porque sabía que le dispararían de vuelta y él no era capaz de hacerlo solo. Estoy tan segura de eso como lo estoy de que la muerte de Brianna, el atropello, también fue un suicidio porque no pudo perdonarse el asesinato de su hermana.

    Han caído, uno tras otro todos los que fuimos arrastrados al "círculo interno" de Simmons hemos ido cayendo y me preocupa que esto no haya terminado.

    Brianna se suicidó por la culpa.

    Ruby porque sabía lo que venía después, ella, pese a parecer que había perdido la cordura, quizás fue la única que pudo entenderlo todo. Ahora la entiendo yo a ella.

    Sin Byron, sólo quedo yo.

    La certeza me agobia, porque lo veo, veo cómo Simmons sacrificó a tantas personas sólo para inculparnos  a nosotros. No terminamos los tres allí por accidente y la policía no apareció por casualidad.     Simmons nos ha usado, ha jugado con nosotros y, en cuanto la policía sacó algo que pudiera ponerle en peligro -como esa pista de la que me habló la señora Bremen tratando de animarme hace unos días-, nos lanzó a los lobos para no caer él.

Ahora Byron ha sido ese a quien todas las pruebas -demasiado adecuadas como para ser casualidad- han señalado y yo sigo preguntándome por qué no ha salido nada contra mí todavía. Una parte de mí ruega que sea porque, con Byron, le sobra a Simmons para librarse de esto, pero otra parte está aterrorizada pensando que es porque no ha terminado conmigo todavía. Ya no podría hacerlo más, no podría volver. Tim era mi razón para levantarme cada mañana y protegerle era la razón por la que todavía podía justificar lo que hice. Sin eso, es como si acabaran de quitarme la banqueta en la que estaba subida y una gruesa cuerda en mi cuello fuera lo único que me sostuviera.

Ahora ni siquiera me siento bien en mi propia familia. Ocurrió nada más entramos a casa, al ir detrás vi cómo ellos cruzaban la puerta y algo se rompió en mí. Papá se agachó en la entrada para comprobar que Tim estuviera bien, mamá estaba sujetando la mano de Arthur y ellos, no sé, estaban completos. Les vi y vi una familia, una familia que había pasado por algo malo pero que estaba unida y que lo superaría.

    Una familia que ya no se sentía como mía.

    De no ser porque Tim me ha buscado tantas veces incluso para cosas tan pequeñas como para no bajar solo a desayunar, no estoy segura de lo que pasaría. Todavía siento que él me necesita y, ahora mismo, esa es la única razón que me mantiene sobre mis pies porque, sin sin eso, sin nada más que hacer aquí, la culpa me haría terminar en comisaría y hablar.

    Hablaría para tranquilizar mi conciencia, para limpiar la imagen de Byron y traer paz a su familia. Hablaría para que la familia de Ruby supiera que ella era sólo una víctima más y para hacer saber a los padres de Briana que ella no perdió la vida por algo que ellos pudieran haber solucionado.

    Y hablaría para que alguien le metiera de una vez a Simmons en la cloaca en la que tiene que caer, porque lo que ha hecho es horrible. No sólo nos usaba para tener personas a las que sacrificar si, como ahora, las cosas se iban de sus manos. A nosotros nos controlaba con familiares para que ensuciáramos nuestras manos mientras él mantenía las suyas limpias, pero, mientras, esas desapariciones que Jayden y yo no nos explicábamos, tenían un fin todavía peor. Hablaría para que eso parase porque esa explicación, esa noticia que al fin explicó tanto, la que me hizo vomitar durante una noche completa, es demasiado cruel como para que pueda seguir haciéndolo.

    Venta de órganos infantiles.

Simmons vende órganos de niños en el mercado negro.

Antes de ponernos con el capítulo, si os habéis ido saltando partes, os recomiendo volver y leerlo de nuevo con detenimiento. Este capítulo agarra casi todo lo que hemos ido pasado por alto, lo junta y explica aquí. Es uno de los dos capítulos que nos ayudarán a entender toda la trama así que, de verdad, vale la pena leerlo con calma ❤️

AHORA VAMOS A RECAPITULAR:

1. TIM ESTÁ EN CASA (QUE YA LO SABÍAMOS PERO IDC ESTOY FELIZ IGUAL)

2. Los vecinos son un amor, pero... Tim... </3

Se nos rompió el niño :'(

OH Y JAYDEN QUE SIGUE COMO EN SU MUNDO. Nuestros niños están que no saben ni qué decirse, pero, O JAYDEN HACE ALGO O ESTO VA A IR MAL PORQUE DANIELLE LITERAL NO TIENE TIEMPO PARA ESOS PROBLEMAS.

Like, con food lo que le está cayendo encima ella está tal que:

ASÍ QUE JAYDEN YA PUEDES DEJAR TU ORGULLO DE LADO NIÑO.

Y, la primera comida familiar... JEJEJE. SUEGROS Y CUÑADOS EN ESA COMIDA FAMILIAR. MI GUSTAR.

YYYYYYYY tirando al final, me imagino a Simmons viendo las noticias sobre Byron tal que:

Simmos es un capullo organizado para lo que quiere, pero RECORDEMOS ALGO IMPORTANTE. Simmons preparó eso para librarse de ser acusado y tal acusando a otros, pero, ¿ya sabéis quién le acusó primero no? Si no, id de nuevo a la conversación que oyó Danielle en el capítulo 47. Simmons dijo que "no había tiempo para conseguir que Caleb colaborara con ellos" porque "ese hijo de puta les había puesto un cartel de neón en la cabeza."

¿Puede que el afán de Simmons de tener a Caleb como colaborador haya terminado con la paciencia de Caleb y haya hecho un: "A la mierda, te delato, déjame dormir en paz, idiota"?

¿O quizás la policía se haya puesto las pilas y tengan a infiltrados? Aunque, de ser así... ¿Y si ya saben de Danielle?

Ahora sí, Love iu y espero que nos leamos pronto ❤️

FELIZ CUARENTENA (mucho ánimo mis amores, pd-si vais a la cuenta de instagram de scribd, tenéis un link para crearos una cuenta gratuita con ellos. Descargad luego la app, iniciad sesión y ahí tenéis muchos libros actuales gratuitos. Es una buena forma de entretenerse en la cuarentena. ¡Un abrazo!)

—Lana 🐾

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