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Capítulo 5 - Excursión al zoo

Canción en multimedia: Doom Days [Bastille]

Imagen en multimedia: Danielle Ilsen. [Yulia Polyachikhina]

Capítulo cinco: Excursión al zoo:

—Ni se te ocurra dormirte, Rob.

    Rob ni se inmuta ante mis palabras. Sólo se acomoda mejor en su asiento y apoya de nuevo la cabeza sobre mi hombro. Estoy de brazos cruzados, con la mochila entre mis brazos y la de Rob a mis pies. Al fin ha llegado el día de la excursión al zoo y, sin Charlie, mi compañero de viaje ha sido Rob, y él es... bueno, Rob. Así que, por supuesto, me está usando como almohada.

    —Rob, pesas —Y lo hace. Le empujo como puedo, pero vuelve a caer apoyado sobre mí. Ahora estoy apretujada entre la ventanilla y mi amigo, con el hombro adolorido por estar apretado de mala manera contra el cristal.

    A Rob poco le importa. Y yo nunca he sabido distinguir si es que realmente tiene el sueño tan rápido y pesado o si simplemente lo finge para no perder la discusión. Esta no es la primera vez que lo hace. Le he visto quedarse dormido en el sofá de mi casa más de una vez e, incapaz de despertarle, he tenido que ser yo quien llame a sus padres para decirles que se quedaría a dormir en mi casa.

    Rendida, trato de buscar una postura más cómoda.

    Ni siquiera consigo ponerme los auriculares durante lo que queda de viaje. Lo único que puedo hacer es mirar por la ventana y pellizcar a Rob cada par de minutos esperando a que eso le despierte. No me sorprende que sea algo imposible. Imposible hasta que el autobús para y sus párpados se separan al instante. Ni siquiera está desorientado. Sonríe, se yergue y busca a tientas su mochila mientras suelta un animado: "Hemos llegado."

    Después tira de mi mano para ponerme en pie y adelantar a nuestros compañeros. No se queda feliz hasta que no estamos fuera, con el zoo frente a nosotros y yo tratando de aliviar el dolor en mi hombro por su siesta. Estoy masajeando la zona adolorida cuando Rob vuelve a tomarme la mano, saca su móvil y se lo da a la primera persona que pasa junto a nosotros. Me acerca al cartel del zoo y me rodea con un brazo.

    —No nos vamos de aquí sin una foto —avisa. Veo a nuestro compañero de clase agachándose para conseguir un mejor ángulo y termino por poner una sonrisa sobre mis labios. Dos segundos después, el chico le ha devuelto el móvil a Rob y él lo guarda sin revisar—. Ahora sí, vamos dentro.

    Y así es como termino siendo arrastrada por medio zoo nada más los profesores nos dejan en "libertad" después de decirnos dónde debemos estar y a qué hora. Pronto me encuentro tratando de seguir los rápidos pasos de Rob y de mantener al menos a una o dos personas de todo el grupo a la vista en todo momento. A Rob eso le importa poco, sus ojos se fijan en los animales con el mismo brillo con el que Arthur miraba las imágenes de los dinosaurios. Él muestra una felicidad tan pura que le devuelve la inocencia. Ese pequeño gesto me enternece, al menos hast aque Rob vuelve a tirar de mi mano para llevarme a la siguiente zona prácticamente corriendo.

    Ahí recuerdo que estoy odiando eso de él.

    El zoo es grande, tanto que pasa más de una hora y ni siquiera hemos visto la mitad, pero yo estoy agotada, definitivamente arrepintiéndome de no haber tomado la oferta de Charlie de ver algún programa juntas durante todo el día. ¿Quién sabe? Con suerte podíamos pedir una pizza y ver cómo ese pizzero joven que reparte en su zona aparecía en la puerta de su casa.

    Cerca del mediodía, Rob está dando vueltas alrededor de la zona de las panteras para verlas mejor. Él está distraído y no ve que más personas de nuestro instituto se están acercando, es un pequeño grupo, pero reconozco a Lola entre ellos y me acerco a paso rápido a Rob. Él no es capaz de apartar la mirada de los animales cuando le alcanzo.

    —¿Los has visto? Son más grandes de lo que parecen en las fotos —comenta.

    Palmeo su espalda.

    —Voy a ir a comprar el peluche para mi hermano, Lola está por aquí, ¿te quedas con ellos mientras tanto? —Por favor, di que sí. Por favor, di que sí.

    Rob aparta por fin la mirada de las panteras, la dirige hacia mí y después se impulsa un poco más lejos de la valla para buscar al grupo que he mencionado. Vuelve a mirarme.

    —¿Quieres que te acompañe? —pregunta.

    ¿Cómo decirle que quiero que se quede con Lola para que se distraiga y se olvide de que yo estoy aquí? Si tengo que seguir su ritmo por más tiempo voy a terminar recuperando el ejercicio de todas las clases de gimnasia que me salté el curso pasado.

    —No hace falta, te veo más tarde.

    —¿Qu...

    —Luego nos vemos —repito, alejándome en cuanto tengo oportunidad y apretando el paso con la esperanza de que no me siga. Ni siquiera me atrevo a mirar hacia atrás hasta estar lo suficientemente lejos como para poder darle esquinazo si le veo cerca. Por suerte, cuando cerca de los baños miro detrás de mí, él no está.

    Apoyo la espalda contra la pared y respiro profundamente, dándome un momento para pensar qué zona visitar ahora que puedo hacerlo con tranquilidad. El problema es que, entre las voces ahogadas del resto de los turistas, distingo perfectamente el tono agudo de dos vocecillas.

    Primero pienso que son sólo alucinaciones, después siento la rabia.

    ¿Eso que acabo de escuchar es la voz de mis hermanos dentro de los baños?

    —¡Date prisa, Arthur! ¡El espectáculo de los leones empieza en diez minutos! —Cierro los ojos al escucharlo. Ese, sin duda, es Tim.

    Echo la cabeza hacia atrás, sintiendo el frío de la pared. Voy a cargármelos.

    Cansada, me muevo para quedar frente a la puerta de los baños para hombres, de brazos cruzados y a la espera de que dos cabelleras castañas salgan de ahí.

    —¡Corre, lento! —grita Tim.

    Le veo abrir la puerta, mirando detrás de él mientras lo hace.

    Está tan pendiente de que su gemelo le esté siguiendo que ni siquiera me ve a tiempo. Antes de que lo haga, le agarro del hombro y él grita. Se gira, con los puños arriba y sus ojos desorbitados. ¿Le he asustado? Bien, eso es lo mínimo que se merece.

    Su mirada pasa de miedo a sorpresa y de sorpresa a molestia.

    —¿Qué haces tú aquí? —Tiene la cara de preguntármelo.

    —¿Qué hacéis vosotros aquí? —Marco el "vosotros" antes de que Arthur termine de nuevo dentro del baño porque, por esos lentos pasos que estaba dando hacia atrás, no le quedaba mucho para escabullirse. Clavo la mirada en él, dándole a entender que les he visto a ambos. Cabizbajo, se acerca a mí.

    —Tenemos una excursión al zoo —defiende Tim.

    ¿Por quién me han tomado?

    —No, no la tenéis. —De verdad, ¿me toman por tonta o algo así?—. No quiero preguntar de quién ha sido la idea, ¿estáis sólo los dos o habéis arrastrado a algún pobre iluso más a vuestro plan?

    Arthur mueve un pie sobre el suelo de tierra seca una y otra vez.

    —No ha venido nadie más —responde con suavidad Arthur.

    —¡Arthur! —le reprende su hermano, negando antes de volverse hacia mí. De verdad, ¿piensa seguir con esto por más tiempo?

    Saco el móvil del bolsillo de mis vaqueros y marco el número de nuestra madre.

    El rostro de Tim se llena de angustia al momento.

    —¿A quién llamas? —pregunta alterado.

    —¿Y tú a quién crees? —respondo, todavía sosteniendo su hombro porque sé que es muy capaz de echar a correr si no lo hago. Nuestra madre responde al segundo toque y le cuento a qué dos diablos me he encontrado en esta excursión. Ella suena cansada mientras murmura que va a avisar en el trabajo para poder venir a buscarlos. Cuando termino la llamada me quedo con la responsabilidad de vigilarles hasta que ella llegue lo que, conociéndoles, no será algo sencillo—. Mamá está viniendo, hasta entonces ni se os ocurra separaros de mí, ¿queda claro? —Sólo obtengo silencio como respuesta—. He preguntado, ¿queda claro?

    Esta vez la intensidad hacen que ambos murmuren bajas afirmaciones.

    —Genial —murmuro—. Ahora vamos a ver esa espectáculo del que estábais hablando.

    Los ojos de Tim brillan de nuevo.

    —¿De verdad? —pregunta ilusionado.

    Sé que no debería, al fin y al cabo es como recompensarles por haberse escapado, pero con ellos es una buena idea mantenerles felices, al menos mientras tengo que tenerles controlados por un tiempo.

    —Tú guías, Tim, pero como os pierda de vista esto va a terminar muy mal para vosotros. ¿Queda claro?

    —¿Nos quedaremos sin postre por un mes? —pregunta Arthur frunciendo el ceño.

    El postre para ellos es como el cielo.

    —Peor —respondo, incapaz de pensar en algo ahora mismo.

    Tim le dedica una mala mirada a su gemelo.

    —¿Para qué preguntas, Arthur? —lanza con molestia hacia su hermano.

    Suelto un suspiro, cansada de los comentarios afilados de Tim hacia Arthur cada vez que no consigue lo que quiere. Fuerzo a Tim a empezar a andar con un ligero empujón antes de soltarle por fin. Él echa a andar un par de pasos por delante, asegurándose de mirar sobre su hombro cada pocos segundos, eso me demuestra que al menos mi pequeña amenaza ha surtido su efecto. Aliviada, les mantengo cerca en todo momento.

    Cuando llegamos a la zona, está bastante concurrida y Tim se queja un par de veces más de lo mala que es la zona en la que conseguimos un hueco antes de sentarse al fin. Pero no le dura mucho. Pronto se pone de pie sobre su asiento y se balancea para ver algo en la distancia. Señala una de las primeras filas.

    Después se señala a sí mismo y le dejo de prestar atención cuando me doy cuenta de que está teniendo una especie de conversación con alguien en la distancia. En lugar de eso, me vuelvo hacia Arthur.

    —¿Estás seguro de que no habéis arrastrado a nadie más? —pregunto, sospechándolo por el comportamiento de Tim.

    Pero Arthur niega, y a él sí le creo.

    —¿Por qué habéis hecho esto, Arthur? ¿Por qué os habéis escapado de clase? ¿Es que no sabéis lo irresponsable que ha sido? —presiono.

    Arthur va bajando más la cabeza con cada pregunta y de un segundo a otro lo único que quiero es abrazarle por la ternura que me transmite. Tengo que apoyar las manos cerradas sobre mis vaqueros para no hacerlo. Muchas veces me cuesta estar enfadada con él.

    —Tenemos sitio abajo —comenta Tim.

    —Me da igual, nos quedamos aquí —respondo antes de volver a bajar el tono para conseguir algo útil de Arthur. Él es fácil de presionar—. ¿Por qué lo habéis hecho, Arthur?

    —¡Pero nos está diciendo que vayamos! —grita Tim.

    Y eso es todo lo que necesito para palidecer por completo. Esa frase sólo puedo unirla con una cosa y no es buena. Así que cuando mi hermano echa a correr para llegar a los sitios que hay más abajo, le ordeno a Arthur que me siga y voy directa tras él, con el corazón acelerado y obligándome a no perderle de vista ni siquiera en un pestañeo.

    Sabe que no tiene que hablar con desconocidos, sabe todo lo que está pasando. ¿Y si es...? No, no, no.

    Bajo con más dificultad que él, tratando de hacerme un hueco entre unas gradas repletas de gente. En un momento dado estoy cerca de tropezar y pierdo a Tim de vista. Nerviosa, me aseguro de que Arthur esté conmigo y sigo bajando. No le veo, pero sigo bajando.

    El corazón me late con tanta fuerza que llega a dolerme. Siento que va a romperme las costillas con el siguiente latido. Apenas puedo respirar cuando llego abajo del todo. Alguien ha salido al escenario que hay al otro lado de las vallas y el público se ha puesto en pie por unos segundos. Esto está lleno y nadie está feliz de vernos a Arthur y a mí de pie frente a la primera fila. Las quejas no tardan en llegar y los claros "Quitaros de ahí, que no vemos", cuando el público vuelve a ocupar sus asientos.

    Tim. Tengo que encontrar a Tim.

    Tomo la mano de Arthur, eligiendo una dirección para seguir buscándole. No puede haber ido demasiado lejos.

    —¡Danielle! —Me giro al momento, centrando a la persona cuando me llama una segunda vez. No, no es Tim, pero a él no tardo en verle.

    Es Jayden.

    Está en primera fila, con mi hermano sentado a su lado y un par de asientos libres junto a ellos. Tim nos sonríe de esa forma tan orgullosa con la que siempre lo hace, como si supiera que lo que ha hecho está mal y no le importase.

    Tomo una profunda bocanada de aire, quedándome en mi lugar hasta que vuelven a gritarme que me aparte y me muevo al fin. Llevo a Arthur conmigo.

    Están a pocos metros de nosotros y, mientras nos acercamos, Jayden se acerca a Tim para decirle algo mientras ambos nos miran. ¿Qué diablos?

    —¿Cómo se te ocurre... —empiezo, pero la voz de los organizadores por los altavoces me calla. El espectáculo está empezando.

    Arthur me suelta y se sienta junto a su gemelo. A mí no me queda otra de sentarme junto a Jayden, con mi miedo convertido en una pura rabia. ¡Pensaba que se habían llevado a mi hermano!

    —¿Se puede saber qué estás haciendo? —le pregunto. Las voces en los altavoces y los gritos de las personas que tenemos alrededor hacen que mis palabras mueran rápido. Jayden levanta un pequeño bote de palomitas que tenía a sus pies y me lo ofrece. Si no se lo lanzo encima, es por poco—. He preguntado qué demonios te crees que estás haciendo.

    —Intento ver un espectáculo, pero contigo hablando es difícil —responde.

    Se mete un puñado de palomitas en la boca y vuelve la vista hacia el escenario.

    Oh, no. Esto no va a quedarse así.

    —Has hecho que mi hermano baje hasta aquí, no le conoces de nada. ¿Qué tienes en la cabeza? —Por un momento no puedo evitar que mi corazón se encoja. Nadie haría eso. Nadie llamaría a un niño en la distancia. ¿Qué clase de persona hace eso siendo un desconocido?

    Jayden me mira por fin.

    —Te das cuenta de que tus hermanos han dormido en mi casa, ¿verdad? —pregunta.

    Por un momento siento horror, después sólo confusión.

    —¿De qué cojones estás hablando?

    Hablo demasiado alto y la mujer a mi lado me manda callar. Después me suelta un comentario que busca atacarme diciéndome lo irrespetuosa que soy por usar esa clase de vocabulario con niños cerca. Yo tengo que forzar una disculpa cuando la irrespetuosa es ella por cómo me trata. Aun así lo acepto, me disculpo y me vuelvo hacia Jayden.

    —¿Y bien? —presiono.

    —Tus hermanos son amigos de mi hermana. Van a la misma clase.

    —¿Qué? ¿Desde cuándo?

    —¿Desde toda la vida? —lanza con sarcasmo—. Tus hermanos han pasado tardes enteras en mi casa y se han quedado a dormir más de una vez. Claro que les conozco.

    Aparto la mirada, tratando de juntar las piezas. El apellido de Jayden es Bremen, sí, pero no recuerdo haberlo escuchado antes. Sé que mis hermanos se han quedado a dormir con amigos alguna vez, pero si hubiera escuchado el apellido de Jayden me acordaría.

    —Venga, si Lily ha ido a vuestra casa cientos de veces —insiste Jayden.

    Ahí me golpea.

    ¿La niña rubia adorable que me abraza cada vez que me ve y que consigue sacar la parte más calmada de Timothy es la hermana de Jayden? Entrecierro los ojos hacia él, tratando de encontrar algo que tengan en común. No. Jayden es todo lo que Lily no. No pueden ser hermanos. Me niego a creerlo.

    —¿Por qué me miras así? —pregunta.

    —¿Que por qué te miro así? Tú no puedes ser el hermano de Lily.

    —Claro que soy su hermano. —Puedo encontrar un claro dolor inundar su mirada por escasos segundos, como si ese comentario hubiera dado en una herida—. Tenemos el mismo apellido, ¿cómo puedes no haberte dado cuenta?

    Primero, porque, de haber escuchado su apellido alguna vez, lo olvidé rápido.

    —Lily es una niña adorable. Es un amor de persona. Es como un ángel. Y tú... —Sin saber cómo expresarse, simplemente le señalo entero. Dejo las manos caer—. Tú no te pareces en nada a ese angelito.

    —Lo sé. —Se echa hacia atrás en su asiento—. Yo he sacado todo el atractivo de la familia.

    —Y el peor carácter —puntúo.

    Hace una mueca.

    —Le dejo la bondad a mi hermano. —responde casi por inercia—. Pero siempre me han dicho que Lily es mi pequeña copia, somos muy parecidos.

    —No, no lo sois.

    En ese momento la multitud vuelve a gritar. Nos estamos perdiendo lo que quiera que esté pasando. Tampoco es que me interese demasiado. Los gritos me hacen apartar la mirada de Jayden, tratando de entender de qué trata el espectáculo. Es en vano. Mi interés desaparece rápido y vuelvo la mirada a tiempo de ver a Tim molestando a Jayden. Él le está diciendo algo con... ¿Le está sonriendo? Y Jayden no parece molesto, más bien lo contrario. Le sonríe de vuelta y señala algo en el escenario.

    —¿En serio? —pregunta Tim anonadado.

    —Lo juro —responde Jayden, marcando una cruz sobre su corazón con el dedo.

    Ladeo la cabeza para ver mejor a mi hermano. No puedo creer lo que veo, le está mirando con una admiración real. Le admira. Mi hermano más revoltoso respeta a Jayden.    ¿Cuándo ha pasado esto?

    Y, por una vez en mucho tiempo, me quedo sin palabras.

¡Espero que hayáis disfrutado del capítulo! Ya empieza a haber más interacción entre Jayden y Danielle <3

pd-¿ALGUIEN SE HA EMOCIONADO CUANDO JAYDEN HA MENCIONADO A SU HERMANO? Sé que no llegamos a saber mucho de él [volverá en unos meses] pero fewibfweiu

Y, ¿son o no son un auténtico huracán los hermanos de Danielle?

¿Quién piensa que se van a meter en un lío ellos solitos? ¡Manitas arriba!

Un abrazo y, ahora sí, nos leemos el próximo sábado ;)

—Lana 🐾

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