Capítulo 45 - Compañeros y promesas.
Largo, intenso, y con sorpresa. ¡Id a por las palomitas!
Canción en multimedia: In the end (Linkin Park)| Mellen Gi & Tommee Profitt Remix.
Capítulo cuarenta y cinco: compañeros y promesas.
Sábado, 15 de diciembre.
Danielle Ilsen:
Que Jayden me acompañe al ayuntamiento es algo que agradecer. Sobre todo porque, en cuanto les digo que estoy buscando un mapa del subsuelo de la ciudad, incluyendo túneles, líneas de metro y todo lo que puedan darme, me sonríen, me dicen que vuelva el lunes porque el acceso a los documentos sólo se da de lunes a viernes, y yo me quedo en blanco por completo. Jayden, en cambio, reacciona rápido, habla de un trabajo de clase que tenemos que entregar y consigue que el hombre nos permita pasar.
"Sólo media hora", nos da.
Jayden murmura algo más sobre el trabajo y después nos dejan en la sala de archivos no sin antes señalarmos que hay cámaras. Una vez dentro, Jayden me dice en voz baja que no me delate y empieza a buscar.
He dormido, lo sé, pero eso no ha terminado de sanar mi mente, lo que me hace preguntarme si en algún momento sanará. Estos días... Estos días sola han sido un infierno. Estaba segura de que no saldría.
Lloré. Cómo lloré.
Lloré sintiendo un dolor tan intenso en mi pecho que parecía que estuvieran desgarrándome desde dentro, como si mi angustia no cupiera más dentro de mí y necesitara salir. El jueves no lloré por miedo, lo hice porque tenía que sacar algo de mi interior y, eso, me destrozó hasta el punto en el que el dolor físico cubrió cada fibra de mi ser. Estaba sola con mis pensamientos y me dejé caer. No pude sostenerme. Estaba demasiado cansada para poder hacerlo así que me sumí en mi propio dolor. Dejé que me abrazara como un viejo amigo y que rasguñara mi ser.
Apenas puedo recordar la tarde del jueves y lo agradezco porque algo se rompió en mí ese día. La fina línea que me mantenía estable dio de sí y yo caí. Caí profundo. Es curioso, siempre pensé que el dolor era algo plano, que una vez lo sientes es como cuando se te cae un bolígrafo al suelo: ya no puede caer más bajo. Esto no fue así porque, cuando me vi en mi propio límite, cuando el dolor mental me afectó de tal forma que pasó a convertirse en dolor físico, algo más se prendió. Literalmente, sentí que caí. Durante unos segundos no pude respirar, mi corazón pareció parar y la angustia desapareció. Todo desapareció. Sólo hubo oscuridad.
Durante esos segundos no quedó nada y, cuando la angustia volvió a mí, lo que había sentido me aterrorizó más que cualquier otra cosa. Me había sentido tan vacía, tan... muerta. Mi mente se había apagado, al igual mi cuerpo parecía haberlo hecho y yo sólo... existía.
No quedaba nada.
Cuando volví en mí, cuando seguí sin poder parar las lágrimas, ya no eran de terror por mis pesadillas o la situación. Eran lágrimas diferentes causadas por un dolor más suave. Causadas por el dolor de la pérdida de alguien, y sabía que ese alguien era yo. Ahí lo entendí, ahí me vi, ahí supe que no habría forma de salir. Incluso si termina, yo no saldré. No después de todo lo que he visto y hecho.
No después de no hacer nada cuando mataron a Brianna.
No después de haber visto cómo metían a un niño inconsciente en mi coche y una pareja me guiaba hasta un punto de encuentro donde dejaron al niño en brazos de otro. Ese niño no volverá a su casa y lo sé. Me digo que le salvaron porque no puedo aceptar haber participado en eso. Aunque fuera por Tim, me está matando, es como un veneno que está consumiéndome.
Incluso ahora, que he podido dormir, que no vivo mis pesadillas con los ojos abiertos, noto que eso que se rompió en mí el otro día sigue presente. Sigue dificultándolo todo.
Estoy cansada. Estoy tan cansada.
—Vale, creo que es este. —dice Jayden en la distancia—. ¡Nielle, trae el móvil!
¿Y si no lo hago esta vez? ¿Y si sólo voy con las manos vacías?
—¡Olvídalo! Tengo el mío.
No, Tim todavía puede ser salvado. Él puede salir. Él tiene que salir. Él puede curarse, puede sanar. Él todavía tiene una oportunidad. Pero, ¿y si sólo paro? ¿Y si voy con una bandera blanca? ¿Y si me rindo?
—Vale, lo tengo, había mapas de los últimos años así que he fotografiado todos. Podemos ir a ahora a imprimirlos y... —No me doy cuenta de que se ha acercado hasta ver sus pies frente a mí. Son sus pies porque no tengo ni fuerzas de levantar la mirada y, de no ser por la pared, tampoco sería capaz de mantener un punto de apoyo. Jayden presiona dos dedos bajo mi barbilla y tira hacia arriba.
—Lo tenemos, Nielle. Está hecho.
Aparto la mirada al notar el intento de ánimo en sus palabras. No me provoca nada. Como ayer en ese cementerio. Debió de haberme hecho sentir algo, lo que fuera, pero no había nada. Estaba vacía. Luego sólo desconecté. Porque incluso mi propia mente quiso protegerme de lo que pasaba y yo me dejé engañar. Sólo quiero que pare. Quiero volver atrás.
Jayden pasa el pulgar por mi mejilla y me doy cuenta.
No debería estar llorando, pero es extraño, ese dolor dulce que siento últimamente es reconfortante. La situación me ha superado y, ahora mismo, cada vez que pienso en ello, algo en mi cabeza se apaga. Quizás mi humanidad porque, ¿cómo acceder a ayudarles si mantengo eso conmigo? Eso es lo que me causa tanta tristeza, esa tristeza agridulce por estar perdiéndome a mí misma que, al mismo tiempo, me acuna con un sentimiento ahogado.
A veces anhelo las pesadillas porque en mis sueños todavía siento esperanza, todavía lucho con garras y dientes. Despierta estoy demasiado dañada y las consecuencias han dejado de importarme.
—Ya está —repite Jayden—. Lo tenemos. Ya está.
Cierro los ojos cuando me envuelve entre sus brazos.
Me tranquiliza. Me da luz. Consigue que su luz se adentre a través de cada una de mis heridas y llegue a esa oscuridad que me ha consumido. Provoca que, por unos segundos, esa frialdad se vuelva un poco más cálida.
Una de las veces que me frustré tanto con él, creí que le quería, creí que era por eso que era capaz de llegar a mis nervios con tal facilidad. Ahora sé que no. No le quería. Estaba con las emociones a flor de piel, con la adrenalina golpeándome siempre que él estaba cerca porque estábamos pasando por lo mismo, porque era a lo que él me recordaba. No le quería. Eso no tenía nada que ver con querer, ni siquiera de cerca.
No sé lo que es querer a alguien y sí, puede que nunca lo haya sabido, pero sé que no fue eso. Lo sé como también sé que hay algo que ahora no sabría medir. Porque no creo que sea amor, pero definitivamente verle es como ver un faro de luz en medio de la más espesa niebla. Él me da esperanza.
—Podemos irnos —insiste—. Ahora iremos a imprimirlo en grande y lo tendremos todo. Vas a tenerlo antes de la hora, te lo prometo.
Le debo tanto que no sé ni por dónde empezar. Él tampoco entendería de todas formas así que me limito a darle un "Gracias" que, aunque sale de lo más profundo de mi corazón, él despacha con un gesto de la mano sin darle importancia.
Lanza un brazo sobre mis hombros, acompañándome a la puerta y, no sin que revisen que no nos hemos llevado nada primero, nos dejan ir. Jayden hace como antes y pone una rápida excusa sobre un trabajo importante que tenemos que terminar antes de colarse de las personas que esperan en la fotocopistería para imprimir él primero. Le importan poco las malas miradas y comentarios por lo bajo. Consigue su puesto con sus excusas y diez minutos después está metiendo las grandes cartulinas en el maletero de su coche. Al cerrarlo, limpia sus manos contra el abrigo.
—Te dije que lo tendríamos todo antes de la entrega. Lo que me recuerda que es casi la hora de comer y que yo quiero cambiarme de ropa. ¿Te apetecería comer en mi casa? —propone.
El jueves estuve sola y me pudo mi mente. No quiero que se repita, no con todo lo que sentí, pensé y reviví. Menos antes de una entrega. Me apresuro a asentir.
—Tendrás que decírmelo más claro, y por más claro quiero decir en alto. Vamos, Nielle, no te he oído pronunciar una sola palabra en horas. ¿Quieres que admita que echo de menos tu voz?
—¿A tus padres no les molestará que vaya sin avisar? —pregunto.
—No seas tonta, les encantará tenerte ahí.
Toma mi mano y hace un amago de llevarme hacia el asiento del copiloto hasta recordar lo poco que me gusta sentarme delante. Negando, abre la puerta de atrás de su coche para dejarme entrar.
Se deja caer en su asiento y acomoda el espejo central.
—Ponte el cinturón y arrancamos —dice.
Me sostiene la mirada a través del espejo hasta que me pongo el cinturón. Sólo entonces acomoda el espejo de nuevo y arranca.
—La seguridad es importante, Nielle —comenta—. Tienes que empezar a pensar en la tuya.
—Es sólo un cinturón, no es como si hubieran muchos accidentes.
—Como he dicho, tienes la manía de no preocuparte por tu seguridad, pero, por suerte para ti, ya estoy yo para eso.
Lo sé, esa frase es lo único que está claro para mí sobre nuestro encuentro el viernes.
"¡Tú eres lo único que me importa a mí!", gritó.
Y, aunque no quiera preguntar por ello todavía porque no soy capaz de enfrentar su significado, esas palabras siguen arropándome con cariño. Porque alguien sabe, a alguien le importa.
No hablamos durante el viaje, ni siquiera cuando abre la puerta de su casa para mí.
—¡El hijo pródigo ha vuelto! —grita a modo de saludo—. Ven.
Me guía hacia el salón y lo primero que hace es mirar detrás de él, asegurarse de que no hay nadie y luego echar a andar con rapidez hacia una mesa. Ahí, pasa la mirada por lo que hay encima. Me hace una seña para que me acerque antes de sacar su móvil y sacar fotos de todo.
—Mi padre suele trabajar aquí cuando se agobia mucho, mira a ver si algo...
—¡Jayden!
Jayden se aparta de la mesa bruscamente. Su madre está en el marco de la puerta del salón y ella se acerca también para recoger las notas de su padre con rapidez.
—¿Cuántas veces tenemos que decirte que las cosas de tu padre son algo privado? —pregunta su madre con dureza—. No puedes seguir...
—Estaban sobre la mesa —interrumpe Jayden.
—¿Estaban sobre la mesa como "estaban" la vez que los sacaste de la caja fuerte de nuestra habitación? —pregunta su madre.
¿Que hizo qué?
Su madre le dice algo más, en francés esa vez, antes de meter todo en uno de los cajones que cierra con llave. No sé qué le dice, pero Jayden pone mala cara antes de rodar los ojos cuando ella deja de mirarle. Su madre, aunque en un idioma tan melodioso que cuesta creer que lo está haciendo, está casi gritándole. Sus palabras son rápidas y airadas. No es nada bueno, de eso estoy segura.
Jayden suelta alguna palabra en inglés mientras ella habla y alterna pequeñas frases en francés. Después de que él le diga más de dos palabras con cierta dureza, ella le señala.
—Jayden Lorcan Bremen, si vuelves a hablarme así de nuevo te quedas sin salir durante dos meses. C'est clair? —Es la sentencia final de su madre.
Lo único que puedo hacer es dar otro paso más lejos de la mesa para darles espacio mientras discuten.
—Cristalino —responde Jayden.
—Bien. —Su madre se pasa una mano por el único mechón que se ha salido de su moño—. Ahora ve a poner la mesa, que contenta me tienes ya.
—Quería cambiarme antes.
—La mesa, Jayden.
Con eso Jayden se rinde, pero, antes de irse, tiene la decencia de darme una mirada y asegurarse de no dejarme sola ahí sin explicación alguna.
—Por cierto, Danielle se queda a comer. No es problema, ¿verdad? —pregunta.
Su madre frunce el ceño.
—Claro que no es problema. —La señora Bremen me mira—. Siempre que puedas soportar el desorden porque Jayden tiene su habitación hecha una leonera.
—Que yo recuerde se come en la cocina, no en mi habitación —se defiende Jayden.
—¿Y eso qué más da? ¿Cuántas veces te he dicho ya que limpies tu habitación?
—Cuando se coma en mi habitación, la limpiaré.
—No vas a traer a más personas a esta casa hasta que no limpies.
—¡Está ordenado! —se queja Jayden.
—¡Tuve que recoger tus calcetines sucios del suelo! ¡Eso deberías hacerlo tú!
—Maman, ne pas me ridiculiser —murmura Jayden.
—¿Y cómo no voy a dejarte en evidencia si te dejas tú solo?
Jayden hace una mueca de exasperación y, por mucho que cambie el idioma, su madre consigue darme una traducción con sus respuestas. Al final, Jayden se rinde.
—¡Está bien, ¿vale?! Ya lo ordeno, pero déjame tranquilo.
—¿Y ese ya lo ordeno va a ser hoy o en diez años? —cuestiona su madre.
—Oh, por el amor de... —Pero Jayden deja la frase a medias y se rinde por completo—. Voy a cambiarme de ropa, poner la mesa y, después de comer, recojo todo. ¿Estás feliz ahora?
Su madre le advierte que va por mal camino con una sola mirada y él suelta otra queja.
—Bajo en dos minutos —avisa.
Me dedica una mirada cargada de disculpa y se va escaleras arriba. En el momento en el que oímos un portazo en ese piso, su madre pierde toda la tensión que estaba manteniendo y lo cambia por una suave sonrisa.
—Siento eso, con él no hay otro modo —me explica.
Fuerzo una sonrisa para no decir que realmente me he sentido incómoda. Es decir, ni siquiera los padres de Charlie tienen esa confianza para echarle la bronca conmigo delante. Lo hacen siempre en privado. Como los míos. La madre de Jayden no es de ese tipo de personas.
—¿Te gusta el pescado? —pregunta—. He hecho bacalao al horno.
Pescado.
Odio el pescado.
—Claro, me encanta.
Ni siquiera sé por qué miento. Estoy segura de que si admitiera que no me gusta, la señora Bremen no se molestaría. Podría hacer yo misma algo como, no sé, un huevo frito. El punto es que me siento tan fuera de lugar que sólo quiero causar la mínima molestia posible.
—Fantástico.
He visto a la señora Bremen más de una vez, pero generalmente suele ser su padre el que trae y lleva a Lily a casa, o la llevaba, al menos. A la señora Bremen sólo la había visto antes alguna de las veces en las que traje o recogí a mis hermanos. Ellos la adoraban, sobre todo porque siempre les preparaba magdalenas de naranja y chocolate para que se las llevaran a casa. Generalmente, les preparaba una cantidad suficiente como para que las compartieran, pero ellos nunca lo hacían. Arthur siempre me daba una o dos como si se tratara de contrabando, Tim, en cambio, si lo veía le gritaba que no lo hiciera y se enfadaba con Arthur hasta que le venía mejor llevarse bien con él.
Ahora estoy sentada frente a la señora Bremen en la cocina de su casa.
—¿Qué tal la escuela? —pregunta.
Por cómo para antes de pronunciar las últimas palabras, veo venir qué es lo que realmente iba a preguntar. Ella iba a preguntar por mis padres antes de cambiar la frase. Sabe lo que está pasando, probablemente mejor que yo teniendo en cuenta que su marido, aunque no lleva el caso de mi hermano en concreto, sabe sobre ello.
—No demasiado bien —admito—. Con todo lo que... No tan bien como antes.
Ella me regala una sonrisa llena de una empatía que sólo una madre sería capaz de dar.
—Escucha, no debería decirte esto, pero la policía tiene algo con lo que trabajar y creen que pueden sacar algo en claro. No pierdas la esperanza.
Mi corazón se encoge al escucharlo y, aunque siento las ganas de llorar y ella me mira creyendo que es por esperanza, no lo es. Después de todo, si ellos caen, yo caigo también.
—¿Y la universidad? —pregunta—. ¿Qué te gustaría hacer después del instituto?
Nunca lo he tenido realmente claro, pero sí tuve cierta inclinación por carreras específicas. Más o menos. Ahora esa preocupación se ve como algo demasiado lejano.
—Pensé en... —Profesora infantil. Mis hermanos me volvían loca, pero me gustaban los niños, siempre me han gustado. Estuve trabajando como canguro a los quince y dieciséis y me encantaba, así que profesora infantil era una de mis opciones, pero, ¿ahora? Ahora no puedo ni mirarles a la cara sin sentir remordimiento—. Algo relacionado con la literatura o historia.
—Oh, ¿como tu padre? Leí su libro sobre la caída de Roma, tardé dos años en terminarlo por falta de tiempo, pero fue el libro que me llevaba siempre conmigo mientras viajaba.
Mi padre siempre decía que la historia era como un río. Me contaba que las personas lo ven como un estanque, algo fijo, no él. A él le encanta indagar, remover las aguas y sacar algo nuevo. Dice que es apasionante cómo un extracto de un material diferente puede crear algo tan grande como para añadir una gruesa capa más a la historia. Esa no es la razón por la que yo me lo planteo. Yo veo la forma en la que él se aísla al investigar y cómo se sumerge en todo eso y creo que es lo que ahora me ayudaría. Quiero algo que sustituya mi realidad y estudiar historia o algo relacionado con la literatura podría darme eso. Una vía de escape.
—Ahora está trabajando en otro.
—¿Sí? —la mirada de la señora Bremen se ilumina por completo.
—Escribe sobre la Legión Perdida.
—Legión Perdida —reflexiona, tratando de recordar.
—Todavía le quedan unos años para terminarlo, pero algún día lo sacará.
—¿Él te inculcó el amor por la historia? —pregunta.
No amo la historia. Quizás detalles de ella, pero no en general.
Aun así, asiento. Miento sin palabras porque muchas veces no quieren salir.
Tras pocos segundos, ella se esfuerza en volver a sacar conversación.
—¿Has empezado a preparar ya el examen de acceso a la universidad? —pregunta.
—Todavía no.
—Jayden tampoco. Llevo insistiendo desde hace semanas, pero no deja de decir que todavía hay tiempo. —Niega—. Decirle que estudie es tan inútil como pedirle que limpie su habitación.
Si tuviera fuerzas, me reiría.
—He visto su taquilla, no le va mucho la limpieza —digo.
—¿Su taquilla también?
—Y, por lo que he oído, también tenía igual su taquilla del gimnasio.
—No sé de quién lo ha sacado, su padre es todo lo contrario, tiene que tener todo perfectamente limpio y ordenado. Incluso Asher era así cuando estaba en casa y luego Jayden... —Hace un gesto con las manos como si estuviera frustrada—. Una vez le recogí toda la habitación aprovechando que dormía fuera y, cuando volvió, tardó tres minutos en desordenarlo todo. Tres.
Me lo creo.
—En su taquilla tenía una fruta tan mohosa que ya no se podía distinguir ni lo que era —le cuento.
—Mientras limpiaba su habitación encontré una caja de pizza con restos debajo de su cama. Eso olía tan mal que parecía veneno.
—Me dijeron que encontraron ratas en los vestuarios del gimnasio porque él no dejaba de olvidarse comida en su taquilla.
—No me sorprendería si en casa también aparecieran.
Esta vez la señora Bremen ríe y la situación me hace sonreír un poco.
Al menos hasta que Jayden se asoma a la cocina. Él nos mira confuso, pregunta un "¿Qué?" que ignoramos y empieza a poner la mesa. Ha cambiado su ropa de ayer por una camisa roja y pantalones negros.
—¿La camisa de los domingos, hijo? —pregunta la señora Bremen. Jayden opta por ignorarla, pero ella no lo deja estar. Esta vez me habla a mí—. Sólo lleva camisa dos veces al año, en Acción de Gracias y el día al año que pisa la iglesia.
—Tas-toi, maman! [Calla, mamá]—le pide Jayden.
—¿Qué? Es verdad, yo venga a comprarte camisas y sólo se llenan de polvo en tu armario. Para un día que decides ir bien vestido y no puedo decir nada.
—Tas-toi, maman, tu m'embarrasses! [Cállate, me estás avergonzando]
La señora Bremen suelta un suspiro.
"Niños", murmura con pesadez. Jayden es todo menos un niño, pero, sí, supongo que su comportamiento a veces imita al de uno.
—¿Quieres que te ayude? —ofrezco.
Es la señora Bremen quien me contesta.
—Déjale hacer —me dice.
—No te preocupes —me responde Jayden. Apoya una mano sobre mi hombro mientras deja una servilleta y cubiertos frente a mí—. Siempre hacemos turnos, no hace falta.
—Aun así, puedo...
—¿Qué quieres de beber? —pregunta abriendo la nevera—. Hay agua, zumo, refrescos y un vino francés que es lo mejor que vas a probar en tu vida.
Su madre suelta un suspiro a mi lado, negando con la cabeza al escuchar lo último.
—Agua está bien.
—¿Del tiempo o nevera? —insiste Jayden.
—Y pensar que la última vez que yo le pedí agua me trajo una servilleta porque ni siquiera me estaba haciendo caso —murmura su madre.
Jayden repite algo similar a lo de antes, ese:
—Ne m'embarress pas. [No me avergüences]
—Désolé, j'ai oublié que tu essaies de l'impressionner, pas vrai? [Perdón, he olvidado que estás tratando de impresionarla, ¿verdad?]
—Listo, nos vamos a comer fuera. He oído que hay un descuento en Five Guys, Danielle, nos vamos.
¿Qué hago? ¿Me levanto? Definitivamente esto no es como quedarme a cenar en casa de Charlie. La señora Bremen rompe la tensión riendo, se levanta y besa la mejilla de Jayden llamándole "niño quejica". Se sirve una copa de vino y vuelve a la mesa.
Jayden sigue con la mesa, saca el bacalao del horno y prepara los platos. Al terminar, se sienta a mi izquierda, casi como si estuviera presidiendo la mesa.
Parece apetitoso, pero realmente odio el pescado.
—Danielle me estaba contando que tu taquilla del instituto es un basurero —dice la señora Bremen al empezar a comer.
Mientras bromeaba con ella, lo había visto como algo inofensivo. Ahora me siento incómoda, como si acabara de traicionar a Jayden con eso. Él no me mira.
—¿No hablamos ya de tu manía de dejar en ridículo a tus hijos cuando traíamos gente a casa? ¿No prometiste que dejarías de hacerlo? —dice Jayden.
—Esto no es dejar en ridículo.
—Ya, claro...
—Hijo, sólo digo que deberías ser un poco más pulcro.
—Un comentario más así y nos vamos —sentencia Jayden.
Pero no termina. Su madre va lanzándole pullas a lo largo de toda la comida. Puede que no me guste el pescado, pero no dejo de comer, en trozos muy pequeños, para tener algo que hacer mientras ellos hablan. O discuten. No lo sé. Ella lanza comentarios con cautela, no parecen malintencionados, pero Jayden los interpreta como tal. Si ella menciona los estudios, él salta diciendo que ya empezará a preparar el examen de acceso después de navidad. Si ella menciona algo relacionado con el deporte, Jayden habla de que dejar el equipo ha sido buena decisión aunque ella no le haya mencionado a él directamente. Yo me quedo callada, comiendo y viéndoles hablar como si se tratara de un partido de ping-pong.
Jayden deja su plato a medias cuando se cansa, lo recoge con rapidez y pregunta ese educado: "¿Habéis terminado?" para empezar a recoger. De nuevo, no me deja ayudar. Es más, se da prisa y le dice algo en francés a su madre antes de que ella le sonría de vuelta con cariño y le deje ir.
Jayden va a por su móvil, algo de abrigo y me dice que nos vamos ya. En cuanto pisamos el porche, él se pasa una mano por la nuca.
—Siento eso —dice con rapidez—. Mi madre tiene la teoría de que si dice todos nuestros defectos frente a la gente nos dará tanta vergüenza que dejaremos de hacerlo. Así nos manipulaba de niños para limpiar, recoger, comportarnos y estudiar. Lo siento, de verdad. De haber sabido que empezaría otra vez, me hubiera inventado algo para comer fuera.
—No te preocupes.
—De verdad, lo siento.
—Está bien, de verdad.
Jayden no termina de creérselo.
Tomo su mano mientras andamos hacia su coche.
—Ya sabía que eras desordenado, no es novedad —digo—. Además, estoy segura de que tengo más trapos sucios tuyos yo que tu madre.
—Me lo creo.
—Ha sido... raro.
—¿Qué me vas a decir? —suelta con cansancio—. Imagínate vivir eso cada vez que cualquier amigo viene a casa. Al menos con Mack se cortaba un poco, si llega a empezar así frente a ella me hubiera terminado dejando.
De nuevo ese nombre.
—Ella era tu ex-novia, ¿no? —pregunto.
Sé que sí, pero es la forma más suave de meternos en ese tema sin que parezca forzado.
Jayden toma aire, dejándolo ir con lentitud.
—Seh.
—¿Cuánto estuvisteis juntos?
—Cinco meses y once días.
El agarre que tengo en su mano se vuelve más suave, rozando la incomodidad. Hay algo en ese comentario, en como recuerda incluso los días que me hace pensar lo obvio: No recuerdas nada con tal exactitud si no te importa mucho esa persona.
¿Por qué ha aparcado su coche tan lejos?
—Es sorprendente que sepas hasta lo días —admito.
Jayden cierra sus dedos en mi mano, como si se hubiera dado cuenta de que estoy tratando de soltarle de forma disimulada y lo hubiera cortado de raíz.
—También puedo decirte con exactitud cuántos días quedan para mi cumpleaños.
—Eso ya es más normal.
Jayden me da un apretón en la mano al llegar a su coche. En lugar de abrir, se apoya contra la puerta.
—Supongo que Mackenzie me marcó un poco —justifica—. Hay relaciones que no se olvidan, ¿no crees?
Por fin, consigo soltar su mano y llevo la mía a la puerta del coche como indirecta. Quiero entrar, quiero terminar la conversación. Ya me estoy arrepintiendo de haber sacado el tema.
—A mí me gusta olvidar todas en las que he estado.
—¿En serio? —pregunta.
—Definitivamente.
—¿Por qué?
Me encojo de hombros, ni yo misma lo sé.
Trato de recordar, es sólo que, por todos los recuerdos por los que paso, sólo queda lo mismo, esa indiferencia por mi parte. Sí he sentido atracción por mis ex parejas, es sólo que, al terminar ya no me importa. Charlie suele decir que soy fría, demasiado independiente y que si no cambio eso voy a terminar sola. Claro que también me dice que eso sería genial porque podríamos vivir juntas en una mansión que compraríamos con el dinero de nuestros maridos millonarios y ancianos.
—¿Pero por qué? —insiste una vez más.
—Supongo que no se me dan bien las relaciones.
—O es que no has tenido una con alguien que valga la pena.
Me lo planteo. Adam, Ewan, John. Adam me engañó, aunque tampoco me importó. John fue hace demasiado como para recordarlo, era una de esas relaciones que empezaron con una nota con un "¿Salimos? Sí/No" escrito en ella. Ewan me demostró que se podía querer a alguien, pero que él podía hacerlo, no que yo pudiera. Yo sólo sentí comodidad. Keagan también me causa buena impresión, y eso me recuerda que puede que nunca fueran ellos, sino yo.
—Supongo que el tiempo dirá.
Tiro una vez más de la manija del coche, pero él no atiende a la señal y sigue sin abrir. Jayden mantiene el costado apoyado contra la puerta del conductor y se cruza de brazos.
—Te irá bien —dice con suavidad. Sin entender, le miro a la espera de una mejor explicación y él no tarda en dármela. Cada palabra me sorprende todavía más—. Nielle, tienes sentido del humor, eres amable, honesta, inteligente, tienes buena mano con los niños, y eres tan leal que me cuesta creerlo. No muchos se sacrificarían tanto por quienes les importa si llegara el momento. Estoy seguro que de aquí a cinco años ya estarás pensando en irte a vivir con tu pareja y formar una familia porque en cuanto alguien a tu altura te ponga el ojo encima, sabrá que sería un idiota de dejarte marchar.
¿Honesta? ¿Amable? Su forma de pintarme, tan positiva, no es ni de lejos acertada. Me pone como a una buena persona, pero no lo soy. Él dice que si alguien me llegara a conocer, querría quedarse. Yo digo que si alguien viera la oscuridad que hay en mí, se iría. Si fuera inteligente, se alejaría de mí tanto como pudiera.
—Además, ¿quién podría decirte que no con esa sonrisa? —añade—. Aunque tienes la mala manía de esconderla todo el tiempo.
Aparto la mirada.
No me gusta la idea de creerle. Me da esperanzas hacia una idea de algo que no va a tener lugar, me llena la cabeza de mentiras. Sé que no es con mala intención, pero no lo ve.
—Una sonrisa no hace que desaparezca quién eres y lo que has hecho.
—No has hecho nada malo, Nielle.
Siento las ganas de llorar de vuelta. ¿Por qué las personas tienen que insistir en mirarme como si hubiera algo bueno en mí? Mi abuela materna siempre me decía que tenía un rostro angelical, que transmitía gentileza y dulzura. Ella siempre me decía que era su pequeño ángel, que mi corazón era tan puro, tan bello, que eso traspasó la piel. Ella siempre ha sido muy creyente, en parte eso es lo que me ha llevado a mí a acercarme un poco al tema de la religión porque, junto a mi madre, me crié oyendo historias que me ayudaban a dormir. Historias sobre ángeles y almas. Historias reconfortantes que me han acompañado a lo largo de mi vida. Mi abuela me sigue llevando a su iglesia cada vez que voy de visita y me presenta con cariño a un cura que ya me conoce. Ella me enseñó a rezar y, últimamente, lo hago siempre que me quedo sola. Rezo en busca de perdón, rezo en busca de salvación, en busca de una salida para Tim. Mi corazón se llena un poco de confort cuando pido por su bienestar porque, como mi abuela suele decir; los ángeles velan por nosotros. Yo sólo quiero que velen por Tim.
Siento cómo mi corazón se va oscureciendo y me pregunto, cada mañana, si eso terminará por marcar mi piel. Busco ojeras, busco marcas, busco algo que me avise de la forma en la que mi corazón, envenenado, transmite eso a mi cuerpo. Porque no puedo seguir escuchando las palabras de mi abuela y no sentir rabia. Yo no soy su pequeño ángel, no más. No quiero verme como tal.
—A veces no hacer nada es suficiente, Jayden.
No pararles, no interrumpir, no cuestionar, no interponerme. No hacer es peor que hacer en este caso y yo, definitivamente, me he quedado en silencio en los peores de los momentos. Lo hice por mi familia, sí, pero, ¿y las otras familias? ¿Y los demás?
Pude haberlos salvado y no hice nada.
Soy demasiado débil mentalmente.
—¿De verdad crees que eso es lo que pensaría de ti la gente? —pregunta.
—Han muerto niños en esta ciudad y en otras por culpa de Simmons. Todavía hay desaparecidos. La ciudad entera está llorando pérdidas, la gente está asustada y, si lo supieran... Si lo supieran me odiarían. Y lo sé porque yo soy la primera en hacerlo. Estas cosas no pueden perdonarse.
—No tenías otra opción —puntúa con rabia—. Yo también he...
—¿Tú también te has quedado quieto mientras mataban a una niña de seis años? ¿Tú también has llevado a un niño drogado en tu coche para que se lo dieran a otro hombre y volvieran con un maletín? ¿Tú también has fingido no escuchar los gritos y no oír el llanto de niños que mantenían encerrados para no tener que ayudar? No. Tú no has hecho eso. Tú ni siquiera te quedarías sin hacer nada como hice yo. De tener la oportunidad, tú harías algo.
—No tenías opción —repite.
—Siempre hay otra opción.
—No aquí. —Apoya una mano contra mi mejilla, acercándose un paso—. No puedo creer que todo el mundo fuera a odiarte. ¿Sabes por qué? —Sus manos están en mis mejillas, obligándome a mirarle—. Porque yo he visto lo peor de ti y no puedo dejar de quererte.
Un escalofrío recorre mi columna.
—Yo dejé desatendido a Tim cuando se lo llevaron.
—No sabías que pasaría.
—Me alegró que hubiera sido Tim y no Arthur. —Esa certeza me quema por dentro cada día. Traté de decirme que era lógico, que Arthur no es tan duro como Tim, Arthur siempre ha sido el más tranquilo, el más sumiso, además, ¿y si le quitaran el inhalador? Él no aguantaría ahí, Tim sí, Tim es fuerte, pero, aun así, ¿quién puede elegir así entre sus hermanos? Eso no está bien—. No soy buena persona.
—Deja se intentarlo. Tanto tiempo y todavía no te has dado cuenta de que nada de lo que digas podrá hacer que cambie mi imagen sobre ti —murmura. Desliza una mano hasta mi pelo y me pega a su cuerpo envolviéndome en un cálido abrazo—. Esto va a terminar pronto, lo prometo. Tendrás una buena vida y dentro de unos años quedaremos para reírnos de los viejos tiempos. Ya verás.
Es curioso. Ha conseguido que mi corazón diera un vuelco al decir que me quería y luego habla de un futuro donde no nos veremos hasta pasados años. Deja claro que él saldrá de mi vida, entonces, ¿por qué decir que me quiere? No lo entiendo. Tampoco tengo fuerzas para hacerlo.
—Saldrás. —Es su falsa promesa—. Te prometo que saldrás de esta.
Aquí hay mucho de lo que hablar y, por suerte, poca espera porque en dos días hay capítulo. Lo que me recuerda a que... ¡sorpresa!
1. Si creíamos que Danielle estaba mal, aquí ya es como: "ok, puede estar peor." El principio me ha roto un poquito el corazón.
1.2. EL "JAYDEN ME DA LUZ", NO QUIERO SONAR DRAMÁTICA PERO, ¿OS DAIS CUENTA DE TODO LO QUE SIGNIFICA TENIENDO EN CUENTA CÓMO ESTÁ ELLA AHORA? No se trata de querer o amar o etc, decir que le da luz cuando todo lo que hay en ella es oscuridad es como significativo x1000 nO SÉ ME EMOCIONO SOLA.
2. Jayden recordando el número exacto de días que estuvo con su ex Mackenzie...
Y diciéndole a Danielle...
¿JAYDEN LE HA DICHO A DANIELLE QUE LA QUIERE? ¡JAYDEN LE HA DICHO A DANIELLE QUE LA QUIERE!
JAYDEN.HA.DICHO.QUE.LA.QUIERE.
Y SE LO HA DICHO A ELLA.
Y luego ha dicho que no se verán en años JAJAJA #MismoNivelDeConfusiónQueDanielle
Y, ¿qué más nos queda por comentar?
Jayden siendo desordenado como siempre.
JAYDEN PONIÉNDOSE CAMISA PARA IR MUY BIEN VESTIDO E IMPRESIONAR A DANIELLE.
Y SU MADRE DEJÁNDOLE MAL TODO EL RATO JAJAAJA ESA FAMILIA.
¿Qué más? ¿Qué más?
Dentro de dos capítulos volverá un viejo amigo nuestro y de la novela, ¿quién creéis? #Contadme.
¡Un abrazo enorme mis amores!
Nos leemos el sábado ❤️
—Lana 🐾
Pd - El gif del inicio es porque ME HA RECORDADO AL ALMUERZO Y NO SABRÍA NI DECIR POR QUIÉN. O SEA VEO A JAYDEN COMO DEAN A LO "TODO SE ESTÁ YENDO A LA MIERDA PERO, 'ESTO ES DIVERTIDO' ALTA IRONÍA."
Bye.
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