Capítulo 32 - Citas y bolos
Canción en multimedia: Dead Flowers [Nightlane ft. Jordyn Kane]
Capítulo treinta y dos: Citas y bolos.
Sábado, 24 de noviembre
Danielle Ilsen:
Junto las manos sobre mis piernas, nerviosa. Ayer no pude contener las ganas y, tras darle un par de vueltas, terminé por enviarle a Jayden un mensaje diciéndole de ir a la bolera. Él me dijo que iba a pasar el día con su hermano porque se iba esa tarde y descartó el plan así que terminé pidiéndole un favor a Charlie que consistía en que pidiera pizza y le pidiera de mi parte su número a Keagan. Le llamé esa misma noche, le pregunté si querría ir conmigo a jugar a los bolos y quedamos.
Así que ahora estoy en Bowling Universe, que, la verdad, me gusta cómo han decorado. Es un lugar algo oscuro, iluminado por luces neón que se deslizan por las paredes con rabia. El techo está lleno de falsas estrellas e incluso las pistas brillan con distintos colores. Espero junto a la puerta, con la espalda contra la pared y el local buscando mi mirada a través de las puertas de cristal.
Keagan va tarde.
No es que me importe mucho, sé que es difícil quedar a una hora y estar justo allí, es sólo que, cuando como y, llegas quince minutos antes porque, bueno, no quería estar en casa, la espera se hace más larga. Mientras espero, pasando la mirada entre el interior del local y el aparcamiento, tiro de los cordones de mi sudadera. Es de un blanco sucio, con el nombre de un equipo de béisbol que le gusta a Rob grabado delante y que él me regaló pensando que después podría quedársela. No se la di. En su lugar me la quedé yo y, ahora, aunque me llegue hasta los muslos, sigue gustándome más que bastantes prendas de ropa que tengo.
Charlie ha querido venir a casa a prepararme, pero no se lo he permitido. Ni siquiera le he dicho lo que iba a ponerme porque, estoy seguro de que si le digo que voy con la sudadera que me regaló Rob, unos vaqueros algo rotos y zapatillas, me hubiera gritado durante horas. No sé lo que piensa de hoy, pero no quiero que empiece a decirme que es una cita, Keagan me ha caído bien, es amable, ¿por qué no pasar un rato con él?
Él llega diez minutos después de las cuatro, diez minutos tarde, pero con una rápida disculpa sobre sus labios.
—Había caravana —explica mientras se acerca—, ha habido un accidente o algo a un par de calles aquí y han cortado un tramo.
—No hay problema. —Nunca me han gustado los saludos formales, nunca he sabido bien qué hacer así que, cuando él se acerca para besar mi mejilla, me siento incómoda. Ni siquiera Rob hace eso, aunque, claro, si a él no le he visto en mucho tiempo siempre le abrazo, y él me deja tirada la mitad en ese gesto de las veces. Ahora señalo la puerta para disimular la incomodidad—. ¿Entramos?
Keagan abre la puerta para mí, con la sonrisa todavía en sus labios, agradable y algo nerviosa. Siento, mientras por fin puedo ver por completo la totalidad del local, cómo su mano se apoya en mi espalda, no presiona, pero lo siento como indicación hacia dónde ir.
—¿Has jugado a los bolos antes, no? —me pregunta.
—Hace años que no juego. ¿Y tú?
—Yo juego bastante, podría enseñarte —ofrece.
—¿Sabes? Eso estaría bastante bien.
—Genial. —Cuando llegamos a la zona para reservar una de las pistas, Keagan se inclina hacia adelante, pide una para dos y saca la cartera, ofreciéndose a pagar antes de darme la oportunidad. Mientras lo hace, saco de la mía la mitad del precio. Frunce el ceño cuando se lo ofrezco—. Yo invito.
Suelto un suspiro y dejo el dinero frente a él.
—¿Qué talla tenéis? —nos pregunta el chico que sigue atendiendo. Le doy la mía y Keagan hace lo mismo antes de empujar el dinero hacia mi lado.
—Voy a dejarlo ahí —avisa.
—Entonces será la propina.
—Guárdalo —pide con suavidad—. Quiero invitarte.
En lugar de alcanzar el dinero, escondo las manos en los bolsillos de mis pantalones. No voy a recoger el dinero, no me siento bien si no estoy en paz con la gente, siento que les debo algo, y no quiero deberle nada a nadie porque luego viene una presión a hacer algo que equilibre eso.
Dejan los zapatos frente a nosotros, agarro un par de bolsitas de plástico pequeñas para poner en los pies y me aparto de ahí.
—Déjalo ahí si quieres —digo, dejando claro que el dinero no va a volver a mi bolsillo. Escucho, mientras me voy, el ruido de las monedas que él está recogiendo y sonrío.
Estamos en paz.
Keagan llega a mi lado, apoya de nuevo la mano en mi espalda y me dice el número de pista que nos corresponde, es la que hay en uno de los extremos, la anteúltima, más bien.
—Veo que eres algo testaruda —comenta, pero no como algo malo, más bien como si se tratara de un secreto que le hace feliz compartir—. Dime, ¿por qué has cambiado de idea?
—¿Cambiar de idea respecto a qué?
Él sólo se aparta cuando llegamos a nuestra zona y voy a sentarme para poder cambiarme los zapatos. Aunque tampoco se aleja demasiado para ponerse los suyos. Mientras espero, le miro, y me fijo en esos pequeños detalles a los que no les había dado demasiada importancia antes. Me fijo en su pelo, algo largo y con suaves rizos que aparta de su rostro a cada rato. Me fijo en el rastro de una barba recién cortada asomándose, en esa sonrisa que, aunque con los dientes ligeramente torcidos, consigue un aire dulce en él. También en el hoyuelo de su barbilla. Y en sus ojos. Soy una persona de ojos marrones que parecen más bien negros en la oscuridad, así que, cuando encuentro a alguien con ojos de distintos colores, me llama la atención, los suyos son mieles, casi diría que amarillentos bajo esta luz. Bonitos.
—La bolera —explica, dejándome igual. Termina de ponerse los zapatos y vuelve a ponerse en pie, encontrando mi confusión—. Me dijiste que no la última vez.
—¿Que no a qué?
Keagan frunce el ceño, después lo deja estar.
—Da igual, ¿quieres que te enseñe a jugar? —pregunta.
—Sí, aunque en realidad sé jugar bastante bien. Sólo tengo que usar eso. —Señalo el "tobogán" con el que los niños lanzan las bolas. Ese que puedo colocar en el centro de la pista, dejar encima la bola y ver cómo sigue una línea, pocas veces recta, hacia el centro de los bolos. La última vez que vine fue con Rob y su hermano Dan, me pusieron las vallas y me dejaron ese tobogán.
Aun así no gané, pero, al menos, quedé por delante de Rob. Por un punto.
Keagan ríe.
—Ven, te ayudaré a elegir la bola primero. —Me acerco a Keagan, quien está revisando los números grabados en las bolas en busca de su peso. Selecciona dos y me las señala—. Mira cuál te viene mejor.
Pruebo ambas. Me quedo con la que menos pesa y sonrío.
—Vale, ahora, por aquí. —Keagan vuelve a poner la mano en mi espalda y me lleva frente a la pista—. Espera, lanzaré yo primero para explicarte cómo, dame un segundo.
Él vuelve un par de segundos después, levanta la bola para que lo vea.
—Muévete un poco para que no te dé —me pide.
Lo hago, con la bola entre mis manos y viendo cómo él me va explicando desde cómo sostener la bola hasta cómo ponerme para lanzar y, finalmente, la forma en la que la fuerza hace que la bola viaje sin efecto. Le da en el centro. Caen todos los bolos. Asombrada, le miro a tiempo de encontrar esa sonrisa ahora llena de orgullo.
—¿Y quieres que compita contra ti? —pregunto.
Keagan niega.
—No es una competición, además, he jugado en tu turno, considera ese pleno tuyo. Ahora ven. —Me mueve hacia el centro, un paso por detrás de la línea. Pasa los brazos a mi alrededor de forma poco necesaria para acomodar la bola en mi mano—. Los dedos van dentro.
Voy a preguntar qué pasaría si, cuando trato de lanzarla, los dedos se me quedan pillados ahí, pero lo callo. No parece la clase de chico que disfrute de esa clase de humor, al menos por lo poco que voy conociéndole.
—Vale, ahora echas el brazo hacia atrás. —A mi lado, desliza su mano por mi brazo para crear el movimiento mientras, por la distancia, sus palabras rozan mi nuca—. Luego mueves el pie y la sueltas así.
Me ayuda a moverme para conseguir el movimiento correcto, pero, cuando la bola cae, apenas lleva velocidad y termina cayendo en el canal de la izquierda. Obviamente no le doy a ningún bolo.
—Ahora es eso, pero con más fuerza, ¿lo tienes? —pregunta.
—Creo.
—Genial, ahora te traigo la bola.
Miro sobre mi hombro sólo para verle volver al stand de bolos a esperar a que la bola que he lanzado vuelva a su lugar. Me la da, esta vez me permite hacerlo todo por mi cuenta y, para mi sorpresa, le doy al bolo de la esquina. No. ¡Les doy a dos!
—He tirado dos —sonrío.
—Es un buen comienzo. —Como antes, su manía por apoyar la mano en mi espalda no desaparece y, mientras ve los bolos caer, su mano se mueve sobre una pequeña zona de mi espalda como si estuviera tratando de reconfortarme, claro que no es así—. Ahora, te toca de nuevo, es tu turno real.
No estoy segura de si es un intento de broma, pero le sonrío igualmente.
Una vez le pillo en truco, o algo así, trato de conocerle algo mejor. Le pregunto qué estudia para saciar mi curiosidad y la de Charlie. Al parecer, en algo sí acertamos, es universitario. Con veinte años, estudia marketing en una universidad cercana, comparte piso con dos amigos suyos del instituto y tienen un perro llamado "Terrence." Me cuenta más de una anécdota de cosas que han pasado en ese apartamento y termino entretenida con sus historias. Es un chico bastante tranquilo, lo veo en cómo se expresa y mueve, como si estuviera cansado, pero, al mismo tiempo, como si pese a ese cansancio sacar la energía para sonreír a las personas y volver su presencia algo positivo.
Al terminar la partida, jugamos otra.
Para ese punto Keagan ya sabe sobre el nombre de Rob y Charlie y me confiesa que creyó que Charlie y yo éramos hermanas porque siempre que iba yo estaba allí. Omito decirle sobre la obsesión de Charlie con él o su forma de creer que deberíamos estar juntos. Pero no me callo sobre Rob.
—Rob quería que fueras nuestro amigo para que nos consiguieras acceso a fiestas universitarias —cuento mientras le veo lanzar.
Como la mayoría de las veces, hace un pleno. Su puntuación se basa en planos o semiplenos y, quitando la primera vez que yo jugué durante su partida, no ha habido nada más junto a su nombre en ninguna de las dos partidas.
Keagan muestra una sonrisa ladeada al volverse hacia mí.
—Dile que cuando queráis —dice—. Si quieres puedo avisarte la próxima vez que haya una. Podemos ir juntos.
Lo entiendo, mi sonrisa vacila porque entiendo a lo que se refiere y, aun así, lo dejo pasar con rapidez.
—Claro, te encantará estar de fiesta con Charlie y Rob, ya verás.
Me pregunto si él entenderá por qué he marcado sus nombres de esa forma, si lo hace, no da señales y empiezo a creer que a eso se ha referido desde un primer momento. Se me revuelve el estómago, tengo que dejar de hacerle caso a Charlie, la razón era mía cuando dije que hay chicos que sólo buscan una amistad.
Tiro dos bolos en mi primera tirada y, cuando vuelvo a por la bola, Keagan se aparta bastante de mi camino. Me da espacio porque mi record hasta ahora está en cinco y sabe que, si lanzo más de uno en la primera tirada, en la siguiente trato de lanzar con toda la fuerza que tengo para tirar más. Ahora toma cierta distancia de seguridad.
Me sitúo frente a la línea de lanzamiento, pensando bien cómo lanzar la bola. Puedo hacerlo, puedo...
—¡Danielle!
Siento un empujón y la bola cae junto a mis pies. Aparto el pie izquierdo a tiempo de no ser aplastado y veo cómo la bola sigue adelante y cae en el canal, robándome la oportunidad de tirar cualquier otro bolo. Todavía con el corazón acelerado, reconozco a la persona que me ha abrazado, con tanta fuerza, que ha roto mi concentración.
—¿Lily? —pregunto, todavía sin entender de dónde ha salido.
Keagan no tarda en acercarse.
—¿Estás bien? —me pregunta con el ceño fruncido.
—No me ha dado en el pie —puntúo.
Paso una mano por el pelo rubio de Lily, tratando de calmar mi corazón.
—¿Qué haces aquí, Lily? No estarás sola, ¿no? —pregunto, después vuelvo la mirada hacia Keagan para explicarle—. Es amiga de mis hermanos.
Lily me suelta, tan sonriente como siempre. Keagan se pone a mi lado y sonríe a Lily.
—Hola, Lily, soy Keagan, un amigo de Danielle —se presenta.
Ella se vuelve hacia mí.
—¿Quieres conocer a Asher? —me pregunta. El hermano al que tanto admira—. Se va hoy, pero le dije que quería jugar a los bolos así que ha venido conmigo antes de tener que irse. ¿Te lo presento?
Le doy una mirada cargada de disculpa a Keagan.
—Sólo será un minuto, ¿vale?
Antes de que él pueda responderme, Lily me toma de la mano y trata de arrastrarme con ella mientras parlotea sobre cómo sus hermanos son horribles jugando a los bolos y ella les gana siempre. Aunque no sabría decir si ella gana realmente o si ella les deja ganar, pero eso es algo que no diré o preguntaré en voz alta. Ella me lleva al otro extremo del local, junto a la única barra que hay para pedir comida. Ahí les reconozco.
Más bien reconozco a Jayden, a Asher sólo lo hago porque es el chico que está a su lado. Tienen dos vasos de cristal delante, ambos amarillos, cerca, un batido que supongo que es de fresa con nata por encima.
Mi corazón me traiciona y siento la tentación de soltarme, dar media vuelta y desaparecer de nuevo. No sé por qué es tan intensa esa necesidad, ni cómo ha llegado cuando antes no estaba ahí, pero ahora está, y me incomoda. No quiero explicármelo, no necesito pensar en ello, entenderlo, pero tampoco puedo hacerlo desaparecer.
—¡Asher, Asher! —llama Lily.
Ahí es cuando su hermano nos ve y, por fin, obtengo un primer vistazo de él. Después de tanto oír hablar de él y de, bueno, hablar con él, al fin puedo formar una imagen suya.
Al contrario que Jayden, Asher es rubio, como Lily, pero el suyo es un rubio más apagado, uno que no brilla con tanta luz como el de su hermana. No puede ser mucho más pequeño que yo, un año, quizás dos, y, aunque es algo más bajo que Jayden y con una complextura física inferior, tiene ciertas similitudes. Sus facciones son algo más duras que las de Jayden, no tiene ese aire infantil con facciones más redondeadas que tiene su hermano. Asher tiene un rostro más afilado y, aunque en Jayden no es tan notorio, en Asher puedes notar perfectamente su mandíbula por cómo la línea entre sus pómulos y mandíbula es más profunda. Lo único que puedo decir al tener a los tres hermanos aquí es que, definitivamente, el atractivo es algo que les viene de familia.
Asher sonríe al ver a su hermana y se forman arrugas al costado de sus labios.
Estira la mano para agarrar el batido de fresa y extenderlo hacia ella.
Lily me suelta para agarrarlo con ambas manos, pero no tarda en ofrecérmelo.
—¿Quieres un poco? —me ofrece.
—No hace falta, pero gracias.
Todo se vuelve incómodo cuando Lily se pone a beber y a ignorar el resto. Me ha traído para presentarme a su hermano y, después, como si se le hubiera olvidado, lo ignora. Quizás a propósito, quizás sin quererlo, pero lo hace. Así que tomo aire y me obligo a actuar.
—Lily me ha dicho que estábais por aquí y he querido venir a saludar —hablo, inventándome un poco la historia. Evitando mirar a Jayden, termino volviéndome hacia Asher una y otra vez—. Así que tú eres el hermano del que Lily no deja de presumir.
—Culpable —sonríe—. Pero me conocen más como "Asher", el otro nombre quedaba demasiado largo para ponerlo en la partida de nacimiento.
¿Me voy? ¿Me quedo? Lo único que sé es que sigo sin tener la fuerza necesaria para dirigirme a Jayden así que busco rápidamente una conversación.
—¿Qué tal vas con House of Cards? —pregunto en un intento desesperado de hablar de algo.
Primero, Asher frunce el ceño, después puedo notar cómo la comprensión llega a él y, finalmente, se vuelve hacia su hermano, sorprendido.
—C'est une blague ou quoi? [¿Es una broma, o qué?] —Asher se dirige a su hermano y no puedo evitar sentirme incómoda con el cambio de idioma, primero, porque no entiendo nada y, segundo, porque esos cambios suelen implicar que están diciendo algo que no quieren que otros oigan y, ahora, lo hace para que no lo entienda yo—. C'est elle, la fille? [¿Es ella la chica?] —Con ese comentario, miro al fin a Jayden para dar con que se ha apoyado contra la barra y está mirando con pesadez a su hermano.
—No empieces —pide.
—Est-ce que tu l'as vue? Lily avait raison, tu es vraiment un idiot, Jayden. [¿Es que la has visto? Lily tenía razón, tú eres realmente un idiota, Jayden]
Jayden suelta un par de palabras rápidas en lo que supongo que sigue siendo francés antes de cruzarse de brazos.
—Bueno, sólo venía a saludar —murmuro, interrumpiendo la que empezaba a volverse una discusión entre hermanos—. Encantada de haberte conocido, Asher. A ti ya te veré por ahí —sigo hacia Jayden y, con rapidez, paso a Lily—. Y a ti te veré también pronto, ¿vale, Lily?
Ella me mira apenada, como si esto no hubiera salido como pretendía y tengo la certeza de que ha sido así. Me escabullo lo más rápido que puedo, realmente incómoda. Estoy bajando los escalones hacia las pistas cuando me tiran del brazo.
Un escalón por encima de mí, Jayden parece realmente avergonzado.
—Ignora a mi hermano, es un idiota —pide.
Frunzo el ceño.
—¿Tan malo es lo que ha dicho de mí para que tengas que venir a pedir disculpas de su parte? —pregunto, algo ofendida.
No entendía nada de lo que decían, sólo que Asher le estaba soltando comentarios con fuerza a su hermano. ¿Eran cosas malas mías? Es decir, he estado dos segundos ahí, ¿es siquiera posible odiar a alguien tan rápido?
—No es malo —puntúa—, pero ha sido algo maleducado por cambiar el idioma y todo eso —defiende aunque, por su forma de decirlo, dudo que esa sea la verdad. Aun así lo dejo estar, bajando la mirada a mi brazo para que entienda la indirecta y me suelte. Lo entiende porque afloja el agarre, pero no termina de soltarme, en su lugar baja el escalón que nos separa—. ¿Qué haces aquí?
—No creo que se pueda hacer mucho más que jugar a los bolos, pero, adelante, haz tu apuesta.
Finalmente, me suelta, y es entonces cuando me doy cuenta de que no quería que lo hiciera. En busca de quitar esa sensación, me cruzo de brazos.
—Mira, sólo quería... ¿Está todo bien? —pregunta.
—Claro, ¿por qué no iba a estarlo?
—Tuviste que hacer algo el jueves, todavía no me has hablado de eso.
Trago saliva, sintiendo el frío envolver mi cuerpo.
—Esperé por si querías hablar por la noche —sigue, dejando ver que esperó una llamada que nunca le dediqué. Tampoco tenía intención de hacerlo, sólo me hundiría del todo de hablar de ello. Hay cosas que tengo que guardarme para seguir estable, cosas que tengo que fingir que no han existido.
Pero, hay más.
Cambió algo, y me aterroriza que lo haya hecho, pero, cuando estoy apunto de decirlo, no encuentro las palabras. Es un sentimiento que me ha nacido a raíz de que el busca sonara para felicitarme. Para felicitarme por un trabajo bien hecho. Hay algo mal ahí, sé que lo hay, y hay algo peor todavía que pasó mientras Charlie dormía en mi casa. Otro mensaje. Otro que me ha hecho temblar y me robó el sueño durante el tiempo que quedaba. Me volvieron a citar, pero no a corto plazo, me citaron para el próximo miércoles. Nunca antes me habían citado con margen, hay algo diferente y tengo miedo de averiguar el qué.
—¿Qué? —pregunta Jayden, entendiéndolo—. ¿Qué ha pasado?
El corazón se me acelera por el miedo, mi piel vibra bajo un manto frío y vuelvo a sentir ganas de llorar por pura impotencia. Cierro los ojos, tomo aire y lo dejo caer con lentitud antes de volver a abrirlos. Estoy bien. Estoy bien.
—No hoy. —Es lo único que puedo decir.
—Nielle, puedes contármelo.
—Lo sé. —Nerviosa ante la forma en el que los recuerdos golpetean mi memoria pidiendo permiso para entrar, me echo el pelo hacia atrás en busca de espacio, en busca de aire. Al mirarle, al encontrar preocupación en él hacia cada pequeño gesto que tengo, estoy por poco de romperme—. Mira, te daré la información para que puedas seguir con lo que sea que estás haciendo, pero, dame hasta el lunes. Por favor.
—No es sólo por eso —puntúa—. No es sólo por querer enterarme, deberías saberlo.
—No quiero hablar de eso.
—¿Y vas a seguir fingiendo que no ha pasado? Las cosas no desaparecen por darles la espalda.
—¿Y crees que no lo sé? —pregunto, al borde de soltar un grito. Necesito un momento para calmarme y, entonces, agarro a Jayden del brazo y le llevo conmigo a una zona más tranquila, estamos junto a un chiquipark donde tres niños juegan, entreteniéndose más que viendo a su familia jugar a los bolos, supongo. Aun en la distancia, no me arriesgo a subir el tono de voz—. ¿Cómo puedes actuar de forma tan fría, Jayden?
—¿De qué hablas?
—¿Que de qué hablo? Escúchate.
—No he dicho nada para que te pongas así.
Tomo aire, ardiendo de rabia.
—Lo único que digo es que no puedes fingir que no pasa nada, eso no hace ningún bien —sigue.
—¿Pero te crees que no lo sé? —estallo—. Joder, Jayden, ¿crees que por decirte que no quiero recordarlo durante un puñetero día estoy fingiendo que no está pasando? ¿No te ha pasado por la cabeza, ni por un minuto que lo único que quiero es poder estar tranquila porque sé que en cuanto pise mi casa no podré comer, no podré dormir, y no podré parar las pesadillas ni dejar de mirar sobre mi hombro por estar convencida de que están ahí? ¿Por qué demonios no puedo disfrutar de una tarde tranquila sin tener que pensar en todas esas mierdas, por qué no puedo tener unas horas tranquilas sin que me saltes con esa mierda? Joder, Jayden. —Al final, le empujo, harta. No de él, de esto. Él sólo ha dicho lo que no debía en un mal momento y yo he pagado el resto con él. Aun así, no puedo retirar las palabras, no quiero hacerlo. Me niego. Puedo haber sido dura, pero su comentario me ha sacado de quicio. Y, si lo hace otra vez, esto va a ir a peor.
Jayden se queda inmóvil unos segundos, después, apoya una mano sobre mi brazo. Miro el gesto con recelo.
—Ha debido de sonar peor de lo que pretendía si has terminado soltando tantas palabrotas.
—¡No estoy para bromear! —Esta vez, lo grito, y siento un par de miradas.
—Nielle —llama con cautela.
—Es Danielle —corrijo.
—Nielle —repite—, lo siento, ¿vale? Lo siento.
—No lo sientes, sólo lo dices porque te he gritado, pero no lo sientes. Ni siquiera creo que sepas lo que me ha cabreado.
—Vale, puede que no lo sepa, pero sé que me he pasado si has terminado tan alterada. ¿Podemos sentarnos y hablarlo al menos? —Ante mi silencio, sigue—. ¿Por favor?
Cubro mi boca con la mano, ahogando las ganas de llorar. No estoy bien. Emocionalmente, estoy destrozada, soy un manojo de emociones desde hace tiempo. Soy una bomba de relojería. Lo único que hago es taparlo como puedo, lo suficiente como para aguantar un día más, pero, si me presionan, si tengo un mal día, entonces todo sale. Como ahora. Y sé que Jayden no tiene la culpa, es sólo... Soy sólo yo.
Hay algo malo en mí.
—Danielle —llama con suavidad.
Cuando le devuelvo la mirada, le veo borroso.
—Lo siento —murmuro—. Yo no...
No debería haberlo pagado con él, no debería...
La mano que tiene sobre mi brazo me da un pequeño apretón y apoya la otra contra mi mejilla.
—Háblame —pide—. Danielle, estoy aquí, sólo háblame.
—Lo siento, no debería... Sólo, lo siento —repito.
Algo está muy mal desde hace tiempo, las pesadillas me arropan por las noches, el miedo se ha convertido en mi segunda piel y jamás me había sentido tan sola, tan incomprendida. Ahora, además, ni siquiera puedo traer de vuelta esa positividad con la que he vivido. Pago los enfados grandes en estallidos por cosas pequeñas. He tratado mal a mis hermanos, mi paciencia con ellos se ha vuelto limitada. Grité a mi madre antes de Acción de Gracias, la decepcioné, cada vez veo menos a Charlie y Rob, ahora incluso pago mis nervios con Jayden. Eso no está bien, yo no lo estoy. Es como si estuviera contaminándome, sintiendo la oscuridad subir por mi cuerpo y encontrar un nuevo lugar al que llamar "hogar". Me siento horrorizada, horrorizada de mi propia persona.
—Anda, ven. —Jayden tira de mí hacia él y me envuelve entre sus brazos. Su abrazo es cálido, protector, y sólo consigue dificultarme contener las ganas de llorar—. No me hagas esto —ruega—. No dejes que ellos ganen.
Cierro los ojos con fuerza para no llorar.
¿Es que no han ganado ya? ¿No nos tienen moviéndonos entre sus dedos? ¿No nos controlan? ¿No nos tienen ya contra las cuerdas? Nos tienen. Han ganado.
—¿Por qué no os unís tus hermanos y tú a nuestra partida? —propone.
La partida. Keagan.
Me aparto bruscamente, tratando de encontrar en la distancia nuestra pista, pero hay demasiadas personas de por medio como para distinguirle. Me paso las manos por el pelo, echándolo hacia atrás. Tengo que recomponerme, no me queda otra. Nunca he tenido otra opción.
—Tengo que volver a mi partida, hablamos el lunes.
—Podéis uniros a nuestra partida —insiste.
Niego.
—El lunes —repito.
—Al menos deja que te acompañe, así saludo a tus hermanos.
—Ellos no están aquí, Jayden.
Frunce el ceño.
—¿Has venido sola?
—Estoy con un amigo, y le he dejado tirado más tiempo del que había prometido.
—¿Rob? —pregunta.
¿Le conoce? ¿O sólo de vista?
Niego de nuevo.
—No le conoces, están en la universidad.
—Oh.
Sonrío un poco, o lo intento, porque no tengo ni ganas.
Da un paso atrás.
—Debería volver yo también —dice.
—Deberías.
Aunque lo digo, no quiero irme ni que él se vaya. Me quedo en mi lugar, queriendo alcanzarle de nuevo, rogando por un abrazo más, por una palabra más, por una mirada más, pero ahora incluso eso se niega a darme. Trago saliva. Digo un "Adiós" y, sin mirarle de nuevo por mucho que quiera hacerlo, vuelvo con Keagan.
Aquí hay mucho que recapitular, allá vamos:
DANIELLE Y KEAGAN HAN TENIDO UNA CITA *Charlie aprueba esto* Bueno, al menos creo que Keagan ha pensado que lo era, Danielle es... bueno, para ella eso es una salida de amigos, ya la conocemos ;)
Pero, ¡Keagan es un amor, ¿verdad?!
Y Lily... Puede ser adorable, pero ha ignorado a Keagan, vamos, que ella quiere a Danielle en su familia y hace la puñeta a sus otros pretendientes jajaja
#TodasSomosLily
Pasamos a Asher: ASHER VA A SER UN LILY 2.0, Pero, en vez de con los pretendientes de Danielle, él mete pullas a Jayden a lo: "SAL YA CON ELLA, IDIOTA"
#TambiénTodasSomosAsher
#OQueremosAAsher
PASEMOS A JAYDEN & DANIELLE AHORA:
¿Alguien más está viendo cómo Danielle está más inestable cada vez? No quiero decir que salta con todo, pero le cuesta seguir tan imparcial como antes... Se nos está hundiendo la niña:(
Jayden sigue tan feliz como siempre, alta envidia. Oh, y... ¿Son celos eso que hemos visto? ¿O no? ¿Qué creéis, el corazón de Jayden-cito está rompiéndose? </3
¡Un abrazo! y nos leemos el próximo sábado ❤️
—Lana 🐾
Top de comentarios del último capítulo en la sección de teorías sobre la relación de Jayden y Mackenzie y su repercusión en la historia:
Top 3: Mackenzie es mala, por Livestoread-AM
Top 2: Mackenzie está enamorada de Danielle y viaja en el tiempo, por DominaBella
Top 1: LOL, byAletheia
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