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Capítulo 2 - Los Ilsen

Canción en multimedia: Brother [Kodaline]

Capítulo uno: Los Ilsen.

    Como todos los días, aparco frente al colegio de mis hermanos esperando a que salgan como un torbellino. Desde que me saqué el carnet vengo a buscarles porque, pese a que ellos deberían subir al autobús escolar, tienden a no tomarlo y volver andando. El problema es que, con diez años, todavía no entienden demasiado bien el concepto "peligro" y, aunque eso pueda hacernos parecer a mi madre y a mí algo paranoicas, a ninguna nos gustaba la idea de que ellos vuelvan solos, sobre todo, después de todos los casos de desapariciones que ha habido en la ciudad.

    Han desaparecido siete niños en los últimos ocho meses. Siete. Ninguno de ellos ha vuelto a aparecer. Da igual que ahora la policía suela patrullar las calles por las noches o que algunos vecinos hayan creado sus propios grupos de patrullas, porque sigue pasando, generalmente a pleno día, lo que nos tiene más desconcertados.

    Por desgracia, Timothy tiende a olvidar que el peligro existe y Arthur le sigue ciegamente. Así que sí, quizás seamos algo paranoicas como suele decir papá, pero mi corazón se encoge sólo de pensar que pudiera pasarles algo a ellos. Es decir, son de esa clase de niños que antes de que un desconocido les ofrezca caramelos, ellos ya se habrían metido en su coche porque ni siquiera estaban escuchando en primer lugar y han creído que sería divertido.

    Bajo el volumen de la música cuando los niños empiezan a salir del colegio. No es difícil distinguir a mis hermanos, son siempre los que salen corriendo, haciéndose un hueco entre los pasos tranquilos del resto de niños de su edad. Ellos corren como si la vida les fuera en ello, Tim con la mochila en su mano porque le incomoda para correr y, Arthur, tratando de seguirle el paso, la mochila azul golpeando su espalda a cada paso que da.

    No es una sorpresa que hoy también sea Timothy quien llegue primero al coche y se haga, entre gritos, con el asiento del copiloto. Se ríe de su gemelo a través del cristal, diciéndole que el asiento delantero vuelve a ser suyo.

    —¿Pero qué has estado haciendo, Tim? —pregunto al notar lo rojo y sudado que está. Arthur se sienta atrás, le veo sacar el inhalador de su mochila a través del espejo antes de volverme hacia Timothy—. Parece que acabas de correr una maratón.

    —Teníamos gimnasia a última hora —se defiende.

    —¿Y por qué no te has duchado en los vestuarios?

    —Se ha dejado la toalla en casa —interrumpe Arthur al terminar con el inhalador. Lo guarda con cuidado en el bolsillo pequeño, captando la mala mirada que le devuelve Timothy al haber sido expuesto—. ¿Qué?

    Timothy se cruza de brazos y se apoya por completo en su asiento, molesto.

    Me giro hacia Arthur para lanzarle un guiño y conseguir una sonrisa por su parte. Tim es así, sus enfados y rabietas suelen ser por cosas que generalmente no terminamos de entender, luego se le pasará.

    Arranco de nuevo el coche, lista para volver a casa y lanzando pequeñas preguntas a mis hermanos. Estos minutos suelen ser unos de los pocos en los que puedo hablar con ellos tranquilamente, en casa es como si me hicieran la ley del hielo la mitad del tiempo y, la otra mitad, tuvieran demasiadas cosas que hacer como para escucharme.

    Nada más aparcar, los dos están ya fuera. Timothy siempre a la cabeza y Arthur pocos pasos por detrás. Cierro las manos sobre el volante, mirándoles llegar a la puerta de casa y golpearla aunque sepan que no hay nadie dentro. Después empiezan a saltar para ver quién llega más alto.

Y pensar que, cuando nacieron, apenas hacía ruido. Niego, echando en falta esos tiempos. Siempre dormían al menos siete horas del tirón por la noche y eran más bien introvertidos durante sus primeros años de vida. Sé que nuestros padres llegaron a pensar en llevarles a un psicólogo para saber si era normal que no quisieran jugar con otros niños. Después empezaron a cambiar, Timothy se volvió como un huracán, un niño incapaz de estarse quieto que empezaría una conversación hasta con las piedras. Arthur, mi pequeño Arthur, es una ternura de niño, más calmado, que sigue a su hermano sin pensárselo dos veces. No es que tenga favoritos, es decir, les quiero por igual, son mis hermanos al fin y al cabo, sólo que Arthur siempre ha sido más tierno para mí. Es el que no se queja si quiero darle un abrazo, el que suele ayudar a poner la mesa sin rechistar y que siempre me da un beso antes de irse a dormir.

    Al salir del coche, ya estoy escuchando los gritos de Timothy.

    —¡Danielle, corre, que hace frío!

    Tienen toda la razón, es un día frío de diciembre en el que ni siquiera todas las capas que llevo encima me pueden resguardar del todo. Cierro el coche, cambio las llaves por las de casa y me hago un hueco entre mis hermanos para poder abrir la puerta pese a sus continuas quejas. Nada más escuchan el "clic", Timothy la empuja con tanta fuerza que casi voy yo detrás por no haber soltado la llave todavía.

    Ambos entran a casa como una exhalación.

    —¡Arthur, pon la calefacción, yo voy a por las mantas! —grita Timothy, perdido en el interior de la casa al momento. Arthur no duda en ir detrás.

    Me recompongo, saco la llave y entro también.

    Al contrario que ellos, cierro con llave y subo a mi habitación para ponerme algo más cómodo y empezar con los deberes. Puedo escucharles correr de un lado a otro en todo momento. Sus pasos, rápidos, golpeando el suelo y las escaleras. Sus gritos pidiendo el uno al otro ir a por alguna cosa y, poco después, el televisor a todo volumen y sus gritos de emoción cuando dan con su programa favorito. ¿Cómo sé que es lo que están viendo? Porque los gemelos sólo gritan así cuando ven ese programa de lucha que tan locos les vuelve a ellos y a nuestro padre, cuando lo ven juntos se vuelven como tres niños.

Por mucho que me gustaría cerrar la puerta de mi habitación para no tener que escucharles, no lo hago. Es más, siento la tentación de bajar al salón o al menos a la cocina para terminar mis deberes, y es que me cuesta perderles de vista incluso dentro de casa desde hace ya tiempo. Ellos todavía no lo saben, dudo que lo entiendan incluso si alguien tratara de explicárselo, pero hace dos días desapareció el último niño, niña, más bien. Una pequeña de siete años que desapareció frente a los ojos de su madre en medio de un parque. Había muchas más personas a su alrededor, niños jugando, niñeras y padres, pero nadie vio nada. Todavía no lo entiendo, ¿cómo es que, entre tantas personas, nadie fue capaz de ver algo así? Se llevaron a una niña. Lo peor es que su madre estaba delante, por lo que salió en las noticias, ella vio cómo su hija iba al tobogán y se ponía en la fila, juró haberla visto la primera en la fila, lista para bajar por ahí, sólo que nunca lo hizo.

Un día normal a pleno día y en una zona repleta de personas. Sea quien sea que está haciendo esto, no parece dispuesto o dispuesta a parar.

Peor aún, va ganando confianza a cada día que pasa.

    —¡Claro que podría contigo, yo soy más fuerte! —El grito de Timothy llega hasta mi habitación.

    Dejo el móvil cargando a mi lado, tratando de hacer los ejercicios de matemáticas por mi cuenta antes de tener que pedir ayuda en la academia lo que, probablemente, pase pronto.

    —No eres más fuerte —le escucho responder a Arthur con indignación.

    —¡Sí que lo soy! —grita Tim.

    Sonrío un poco, con el corazón algo encogido por Arthur. Timothy tiene ese carácter fuerte y autoritario que eclipsa a su hermano, eso sin contar con lo orgulloso que es. Diablos, ese niño sería capaz de enfrentarse a un oso sólo porque quiere demostrar que es más fuerte, me corrijo, porque cree*que puede con él. Arthur trata de copiar eso también, pero no es fácil, al final me encuentro con cómo Timothy le pisa sin darse cuenta.

    —¡Claro que no! —grita Arthur de vuelta.

    Sonrío orgullosa. Ese es mi hermano, levantando la voz. Dejo el bolígrafo sobre mi cuaderno, ¿de verdad me siento orgullosa porque uno de mis hermanos esté empezando a levantarle la voz al otro?

    No es que busque que se peleen, pero Arthur está dejando cada vez más a un lado su timidez y eso es bueno.

    Lo siguiente que escucho es algo ininteligible seguido de quejas. Sí, se han terminado peleando.

    Me acerco a mi puerta para que puedan oírme.

    —¡Como alguno de los dos rompa algo o termine rasguñado os quedáis sin postre durante dos semanas! —advierto.

    Se escucha un seco golpe seguido de un: "Mira lo que has hecho."

    Hago una mueca, me sirve.

    Así que vuelvo a lo mío sabiendo que voy a fingir no haber escuchado lo último para no tener que cumplir mi parte. Me odiarían si les dejara sin postre y bastante me cuesta congeniar con ellos por la diferencia de edad y su mentalidad. Tengo momentos en los que hacen que desee haber tenido alguna otra hermana o hermano más cercano a mi edad para tener lo que ellos tienen, y otros en los que les abandonaría frente a la puerta de otra familia con un lazo y una tarjeta de "No se admiten devoluciones." Bueno, a Arthur sí me lo quedaría.

    Niego, ¿a quién quiero engañar? Incluso con los descaros de Timothy sigo queriéndoles demasiado como para dejar que les pasara algo. Sólo Dios sabe cómo me mataría que les pasara algo malo.

    Me quedo mirando Instagram en vez de hacer los ejercicios de matemáticas. Explora me distrae durante cerca de una hora, al menos hasta que me doy cuenta de que estoy viendo vídeos de cómo hacen figuras con plastilina y reacciono. Reacciono sólo para dejar explora y sustituirlo por la página principal. Voy revisando las fotos que mis conocidos han subido, dándoles a "me gusta" a todas por puro aburrimiento.

    Distraída, paso a ver la actividad de las personas a las que sigo, impulsada por una curiosidad que no quiero admitir. Voy buscando entre las imágenes y nombres algo familiar. No creo que esté ahí, pero...

    Espera.

    Entro en una de las fotos en la que un par de chicas de mi curso han comentado. Reconozco la cafetería y el cartel. Entro con cuidado de no darle a nada, en la foto hay un grupo de chicas, una de ellas con una rosa y las otras señalando el cartel o mirando a la chica de la rosa. Entro en etiquetados para buscar su nombre y cerciorarme de que sea esa tal Lynn. Lo es. Vuelvo atrás, leo lo que pone en el pie de foto y busco algún nombre más, sólo que no doy con nada.

    Así que entro al perfil de la chica.

    Paso por sus fotos sólo para dar con que en todas sale sola o con amigas, así que termino entrando en su historia. Tiene bastantes seguidores así que, ¿por qué iba a notarme entre ellos?

    Paso sus historias con cuidado, una tras otra hasta ver el cartel y, después, cómo ha publicado en su historia el vídeo que alguna de sus amigas ha debido de grabar. Ahí se le ve a ella llegando a la cafetería, llevándose la mano a los labios y recibiendo una rosa del chico que se acerca nada más verla.

    No sé quién es, pero no es Jayden.

    Salgo de su perfil y bloqueo el móvil a mi lado.

    Paso las manos por mi rostro al darme cuenta de lo que he hecho, no puedo creerlo, ¿de verdad estaba preocupada por si era él? No, sólo era curiosidad, curiosidad y ese deje de impotencia que he sentido al pensar que nuestra "partida" había terminado para siempre. Debo ser responsable, centrarme, pero una gran parte de mí todavía quiere volver a lo que teníamos, correría en esa dirección a la mínima oportunidad, sé eso, y, aunque esa es la razón por la que agradezco que Jayden lo haya dejado estar, también me molesta que haya hecho justamente eso.

    Ni siquiera yo me entiendo a mí misma. Supongo que es uno de esos casos en los que las obligaciones pisan lo que quieres. Son los impulsos contra la razón. Y es duro cuando son cosas diferentes.

    Trato de estudiar un poco hasta que llegan mis padres e, incluso entonces, aprovecho poder cerrar la puerta de mi habitación para descansar de los gritos de mis hermanos y ponerme al día con la materia.

    Me quedo estudiando hasta la hora de la cena, al menos hoy les toca a mis hermanos poner la mesa así que uso hasta el último minuto antes de bajar. Mamá está colocando su famoso asado en el centro de la mesa cuando llego. Beso su mejilla.

    —Eso huele genial, mamá —digo. Y claro que lo hace. Cada vez que ella hace asado la casa se llena de un olor muy agradable y terminamos todos babeando alrededor de la cocina hasta la hora de comer. Sobre todo papá.

    Es más, ahora le veo desaparecer de la cocina masticando algo. Probablemente haya conseguido que mamá le separe un poco del asado en un plato pequeño para que él no destroce el plato principal antes de tiempo. En esa falta de paciencia Timothy ha salido como él.

    —¿Qué tal las clases? —me pregunta mamá. Ella deja la salsa que ha preparado y toma asiento. Arthur está ya en su lugar, callado y con las manos sobre sus piernas, esperando.

    Tomo asiento, sabiendo que mi padre y Tim volverán en cuanto hayan terminado con la pequeña ración que tenían. Todas las veces hacen lo mismo y todas las veces fingimos que no nos hemos dado cuenta.

    —Todo bien.

    —¿Todo bien? —repite incrédula.

    Sonrío.

    —Todo bien, mamá. —Con eso desvío la mirada hacia mi hermano—. ¿Y tú, Arthur? ¿Algo que contarnos?

    Tarda en mirarme, fuerza una tímida sonrisa y niega con fuerza. Mi sonrisa cae al momento. Esa es otra de las cosas que últimamente me tiene más alerta con él, no puedo evitar que me llene de ternura por cómo es y, cuando le veo decaído sin razón alguna tengo miedo de que sea culpa de Timothy, porque él no se da cuenta de los comentarios que hace, le he escuchado ser cruel muchas veces, incluso conmigo, y luego seguir como si nada. Lo peor es eso, que a él no debe de parecerle algo malo, no entiende ese límite.

    Y yo siento que es mi deber proteger a Arthur.

    Me inclino en mi silla para acercarme a él, paso un brazo sobre sus hombros y termino abrazándole como puedo. Dejo un beso contra su cabeza. Él se deja. Le suelto con la promesa para mí misma de que pronto hablaré con él en privado para asegurarme de que todo vaya bien.

    Papá y Tim no tardan en aparecer, ambos con una forzada emoción sobre lo que tenemos hoy para cenar. Se lanzan preguntas entre ellos sobre la sorpresa que es para ellos ver el asado y que nunca "lo hubieran imaginado". Papá le lanza un guiño a Tim y él sonríe de vuelta, compartiendo sus bromas privadas. Sólo después de eso mamá vuelve a tomar la palabra, toma la mano de papá y de Arthur y baja la cabeza. Agarro las manos de mis hermanos también, esperando a que ella de ese corto discurso donde agradece lo que tenemos y dé el visto bueno para empezar a comer.

    Antes no era algo común para nosotros, quizás lo hacíamos una vez a la semana, pero desde que tantas familias han empezado a llorar pérdidas, ella ha empezado a querer hacerlo con cada cena, es su escudo, su silenciosa esperanza de que no pase nada de eso en esta casa. Y yo cierro los ojos con fuerza cada vez, sintiendo las manos de mis hermanos entre las mías y rogando lo mismo.

    En cuanto ella termina, Timothy me suelta y se limpia la mano en sus pantalones.

    —¡Asado! —grita emocionado, lanzándose hacia el plato con el tenedor en mano.

    Así es como se rompe la tranquilidad previa.

Bueno, bueno, bueno, Danielle [No es una confusión, le cambié el nombre de Hannah a Danielle jajaja] tiene una familia feliz. ¿No es eso algo bueno?

[Veamos cuánto puedo destrozar esto]

Vale no, voy a ser buena (:

A todo esto, espero que os haya gustado el capítulo y creo que ya estáis viendo por dónde van los tiros y por dónde va a salir la trama. Ataos los cinturones, que viene fuerte. ¡Un abrazo!

—Lana 🐾

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