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Capítulo 16 - Halloween [I]

Canción en multimedia: Touch it [Ariana grande (Orchestal Version)]

Capítulo dieciséis: Halloween [Parte I]

Seis días.

Tacho este miércoles del calendario y me quedo mirando las cruces con el corazón en un puño. Han pasado seis días desde la última reunión que tuve con el hombre del sombrero, lo que significa que pronto tendré que ir de nuevo.

Aprieto el rotulador rojo con fuerza entre mis dedos. Rojo. Que irónico. Tan rojo como la sangre, brillando recordándome que la razón por la que marco los días está unida a ello, a cosas en las que prefiero no pensar.

—¡Danielle! —chilla Tim al abrir mi puerta.

Él grita mi nombre, como siempre, alargándolo hasta quedarse sin voz. Normalmente, le gritaría para que se callara, pero ahora lo evito para poder darme otro minuto más, recomponerme, y recordarme que debo actuar con naturalidad antes de girarme hacia él. Normalidad. ¿Queda algo de eso en mí?

Siento que esta última semana me ha vaciado por dentro, he sentido culpa, porque las palabras del hombre del sombrero se clavaron profundo en mí. ¿Soy una aliada suya? No por decisión propia, pero, ¿cómo puedo ayudar, de una forma u otra, a un grupo como el suyo, a los culpables de la muerte de la pequeña Agatha y quién sabe si de más? Me odio por eso, y me odio más por dejarme llevar con sumisión ante ellos, pero tengo miedo. Estoy aterrada. También me odio por ello, por no ser capaz de, no sé, pararlo. A veces olvido que no soy la única metida en esto y me encuentro en mi coche o con las llaves en la mano, lista para correr a comisaría y pedir ayuda.

O de pedir la de mis padres, de dejar que ellos lo solucionen como siempre han hecho, pero, esta vez, no pueden hacerlo.

Me giro hacia Tim, quien lleva disfrazado desde primera hora de la mañana. Por Halloween, en su colegio les permitieron ir disfrazados a pasar el día, él y Arthur fueron de lo mismo: Jesse James, el forajido y, probablemente, el pistolero más famoso del Viejo Oeste. Tim se iluminó al pensar en cómo disfrazarse de él. Convenció a Arthur para que hiciera lo mismo sólo para poder gritar: "¡Desenfunda!" y ver quién de los dos sacaba la pistola de juguete más rápido.

Si conozco el nombre, es sólo por Tim. Tiene a personas como él, a figuras a las que admira. Están un par de luchadores de su programa favorito, figuras históricas como Jesse, y alguna ficticia. ¿Cómo olvidar todas las veces que, cuando apenas era un crío, nos hizo ver Indiana Jones? A día de hoy, hay pósters colgando de su habitación y se conoce los diálogos. Él mismo cambia cuando ve algo que le llama la atención de esa forma, y lo que le llama la atención está unido a ese aire de forajido que tanto le gusta.

Puede dejar lo que sea que esté haciendo cuando ve algo así en la televisión. Se sienta, atento, y poco más y con la boca abierta.

Ahora, en Halloween, él, como muchos, prefiere un disfraz que no esté tan unido al terror. Esta ciudad ya ha sufrido bastante de esas pesadillas como para seguirlo.

—¿Qué quieres, Tim?

—Mamá ha dicho que me lleves al supermercado.

Dudo.

—Ella no ha dicho eso. —No estoy muy convencida, pero mi hermano pequeño es demasiado manipulador como para aceptar todo lo que diga sin dudar.

Tim hace una mueca y, con una mano en el marco de mi puerta, se echa hacia atrás.

—¡Mamá! —llama.

—¿Sí, cariño? —se escucha en la distancia.

—¡Danielle no quiere llevarme!

Los pasos de mi madre no tardan en llegar. Ella se para detrás de Tim quien, con una sonrisa inocente, deja que ella apoye la mano sobre su hombro. Ella es muy fácil de engañar con una sola mirada suave por parte de los gemelos. Claro que luego soy yo a la que no perdonan ni una.

—Danielle, ¿por qué no quieres llevar a tu hermano? —pregunta, sin darme tiempo para responder—. Estoy agotada y tu padre todavía no ha vuelto de trabajar, podrías ayudar un poco.

Quiero gritar. ¿Ayudar un poco? Ni siquiera me ha escuchado negarme, sólo he preguntado, ¿cómo es que es capaz de hacerme sentir como la que nunca hace nada? Ahogo la rabia, sintiendo la presión en la mandíbula por cuánto estoy apretando los dientes.

Sin confiar en mí misma para responder sin que la rabia bulla de nuevo, agarro las llaves de mi coche, la cartera y el brazo de mi hermano. Murmuro un bajo "Vamos" para llevármelo conmigo. Doy gracias a que mi madre no vuelve a hablar porque yo terminaría estallando.

Tim es lo suficientemente inteligente como para mantenerse callado durante el trayecto, sólo que la sonrisa victoriosa no la pierde en ningún momento. Ni siquiera flaquea en los quince minutos que tardamos en llevar. Nada más me ve poner el freno de mano, baja del coche de un salto. Disfrazado y sin haber sido capaz de quitarse ni siquiera el sombrero de cowboy, echa a correr por el aparcamiento.

—¡Tim! —llamo, pero él me ignora.

Maldito.

Saco a todo correr mi cartera, la meto en el bolsillo de mi sudadera y cierro el coche como puedo para ir detrás de él.

—¡Timothy! —grito de nuevo.

Voy a terminar pareciendo una loca si sigo llamándole así, con esa desesperación que no puedo evitar aunque quiera. Sé que él está bien, pero perderle de vista hace que mis nervios estallen todas y cada una de las veces. Como con Arthur.

Le encuentro en la puerta de la tienda, sonriente y llevando la mano a su sombrero y asintiendo hacia cada persona que pasa a modo de saludo.

Tim va a terminar conmigo un día de estos.

Por fin, le alcanzo.

—¿Qué tienes que comprar? —pregunto. Podría regañarle por haber salido corriendo así, pero, ¿de qué serviría? Se enfadaría conmigo de vuelta o me ignoraba y, sin importar cuál de las dos cosas pase, lo repetirá en cuanto tenga oportunidad. Tim no aprende. No sobre esto. Es perderle de vista y que salga corriendo, o que se pierda de vista por haber echado a correr.

Siempre corre. Siempre huye de las personas. Está en su mundo, en una burbuja donde el resto no le importa en absoluto, con una confianza que, justamente en esta ciudad, no debería de tener.

Tim ante a mi lado esta vez, buscando por el supermercado algo que llame su atención.

—Dulces —responde—. Muchos dulces.

Frunzo el ceño. ¿Mamá no los ha comprado este año? A ella le gusta esta fiesta y siempre suele tener muchas bolsas de dulces en el armario llegado el día. Cuatro para quienes vengan a pedir y otra para los gemelos porque es imposible dejarles con dulces en casa sin que le hinquen el diente. Claro que este año tampoco ha habido decoración. ¿Cómo no lo he notado? La casa, por dentro, no tiene nada que señale que es Halloween, en el jardín apenas hay unas falsas telarañas colgando del porche y ese viejo y diabólico esqueleto que ilumina el jardín y se ríe cuando alguien pasa cerca.

Como muchos, mamá tampoco debía de tener ganas de celebrar este año.

—Dulces entonces —murmuro.

Tim me guía hasta la sección y empieza a lanzarme bolsas. Primero una de chupa chups, otra de sugus, otra de pequeños caramelos de colores. Luego se queda mirando dos, las pesa entre sus manos y, finalmente, se encoge de hombros y me lanza ambas. Una me da en la cara esta vez y por poco se me cae el resto, pero es sólo esa la que cae al suelo.

—Maldita sea, Timothy, ten un poco de cuidado. —Mi hermano me ignora. Recojo la del suelo y él me pasa una más—. Tim, ya vamos muchas, ya está.

—Sólo un par más.

—No.

Por fin, me mira, cargada con grandes bolsas de dulces y manteniendo toda la severidad que puedo. Él, con lentitud, estira la mano para agarrar otra.

—No —repito.

Pero él sigue y yo le alcanzo. Un par de bolsas caen al suelo, pero agarro a mi hermano quien, en plena rabieta, se aferra a la estantería con ambas manos.

—Vámonos —ordeno, tirando de él.

Tim se aferra con toda la fuerza que tiene a la estantería y trata de patearme.

—¡Tim! —Me va a terminar haciendo daño o haciéndoselo él si sigue así—. He dicho que nos vamos ya.

Tiro de él, agarrándole de la cintura y tratando de llevármelo conmigo. Las últimas bolsas de dulces que podía sostener caen para poder agarrarle a él mejor. Tiro, pero sólo consigo que él se quede colgado. Con las manos en la estantería y el cuerpo en horizontal porque yo estoy tratando de llevármelo.

Ahí grita. Simplemente grita. Pero no de dolor, sino de rabia. Quiere algo y no va a parar hasta conseguirlo. No lo entiendo, no ha sido criado de esa forma, nadie le ha dado todo lo que quería, no ha crecido consitiéndole todo. ¿Por qué tiene siempre esta clase de rabietas entonces?

—Tim, suelta eso —mando o ruego, ya ni yo misma estoy segura.

Deja de gritar, pero es tarde, ya hay personas mirándonos. Una viejecita que estaba pasando cerca ahora está con si carro justo en nuestro pasillo. Una pareja hablando en murmullos mientras no aparta la mirada de nosotros y empiezo a ver a un hombre en sus cuarenta acercándose.

—Estás montando un numerito, vámonos —digo una vez más, lo digo entre dientes.

Tim me mira y, todo lo bajo que puede, pregunta:

—¿Puedo llevarme dos bolsas más?

—¡No!

Sonríe, sin que nadie le vea, y luego vuelve a lo de antes. Patea y me grita que le suelte, como si le estuviera llevando en contra de su voluntad. Los murmullos aumentan y se convierten en algo más.

La pareja está diciéndome algo, pero escucho mejor al hombre que ya está acercándose a paso rápido y me grita:

—¡Suelta al niño!

Antes de que me separen, dejo con cuidado a mi hermano en el suelo y él se apega a la estantería de los dulces con inocencia y un dolor en su mirada más falso que el "hablo alemán con fluidez" del currículum de Charlie.

A mis pies, hay al menos seis bolsas de dulces.

—Escuche —empiezo, pero el hombre se pone entre mi hermano y yo, habiendo malinterpretado la situación. Pero, ¿por dónde empezar?

Todos lo han malinterpretado ¿Cómo no hacerlo? Se han llevado a muchos niños de edad cercana a la de mi hermano a pleno día y en lugares públicos. Hay dulces por todas partes. Deben de pensar que yo trataba de convencerle de venir conmigo y que todo se fue de control cuando él no quiso o algo así. Porque, esa es otra, Tim se ha asegurado de hacer notar que no quería ir conmigo. Inconscientemente, estoy pasando una mano sobre mi estómago porque Tim ha conseguido patearme ahí más de una vez.

—Las explicaciones guárdalas para cuando lleguemos a comisaría —avisa, esta vez con un marcado acento en sus palabras. Cuando no grita, se nota, es Francés, estoy casi segura de que es francés.

Espera, ¿qué?

Trato de encontrar la mirada de mi hermano para que él intervenga de una vez, pero él se mueve detrás del hombre y les pone ojos de cordero degollado a la pareja que hay cerca. Cada vez más personas se están acercando. A este paso voy a terminar como la secuestradora ante los ojos de los vecinos. ¿Es que Tim no puede desmentirlo? Pero no, él sigue en sus cuarenta, y probablemente no ayude hasta que yo acepte llevarme todas las bolsas de dulces que él quería.

No voy a concederle más caprichos, sobre todo no después de esto, pero, ¿cómo justificar que es mi hermano si por no llevar no llevo ni el móvil encima para enseñar una mísera foto de nuestra familia?

—Es mi hermano —puntúo, rogando que eso solucione todo.

El hombre mira detrás de él, pero Tim hace todo por esquivar su mirada. No lo niega, pero tampoco lo afirma y eso es suficiente.

—Eso lo solucionaremos en comisaría —sigue el hombre.

—Tim —llamo—. Haz el favor de...

Pero mi tono ha debido de sonar más agresivo de lo normal porque la pareja habla más alto y en sus quejas, en su crítica, mueren mis palabras. ¿Piensan que estoy tratando de llevarme a un niño? Incluso si he venido con sudadera y con el pelo algo alborotado, no creo dar esa imagen.

Me llevo una mano al puente de la nariz, pellizcándolo con frustración.

—Es mi hermano —repito, para todo el mundo que se está acercando ya—. Joder, Tim, deja de hacerte la víctima. —casi estallo hacia él, luego de vuelta a nuestro nuevo público—. Sólo se está portando así porque no quería comprarle más bolsas de dulces.

En el momento en el que el hombre me agarra del codo, sentenciando que no me cree, se me congela la sangre.

Palidezco por completo.

Siento el horror y no es algo cómodo, en un rincón de mi cabeza estoy escuchando con claridad algo que me da ganas de vomitar: "Lo saben, eres una de ellos. Lo saben."

No soy una de ellos, no lo soy.

—Tío Bastian —llaman. Y nunca pensé que me alegraría tanto de escuchar a Jayden hablar hasta ahora. Le encuentro, con su hermana a su lado, aparecer en el pasillo con completa confusión ante la escena—. ¿Qué haces?

Lily, aunque confusa, levanta una mano para saludarme con una tierna sonrisa. ¿He dicho ya cuánto adoro a esa niña?

A Tim se le olvida que estaba teniendo una rabieta e ignora a todo el mundo para acercarse a ella. Para a poco más de un metro, con una sonrisa nerviosa en sus labios.

—Hola, Lils —saluda.

—Hola, Tim —responde ella, y la escena se me hace incómoda.

Más cuando mi hermano se vuelve hacia Jayden y, habiendo olvidado por completo lo que acaba de pasar, le enseña su disfraz orgulloso.

—¡Mira, Jayden! ¡Soy Jesse James!

Pero Jayden no le hace caso esta vez, da un par de pasos más cerca de su tío.

El hombre, Bastian, afloja un poco el agarre.

—Tu les connais? —pregunta hacia Jayden.

He acertado, es francés.

Jayden asiente.

—Conozco a su familia desde hace años, ¿qué haces? —repite, poniéndole más énfasis esta vez.

Bastian me suelta al fin y miro el desastre que ha quedado aquí. Bolsas por los suelos y al menos siete personas, además de nosotros, atentos de cada palabra que pronunciamos. Eso sin contar con los dos trabajadores que llevan mientras que Bastian busca las palabras.

—Sont de la meme famille? —pregunta Bastian

—¡Sí! —Responde Jayden con fuerza—. Claro que son de la misma familia —aclara.

Bastian me devuelve una mirada apenada.

—Perdona —me dice Bastian. ¿Perdonar? Claro que lo perdono, sólo quiero recoger esto e irme de aquí—. Con todo lo que está pasando no era lo que parecía.

Fuerzo una sonrisa para aceptar su disculpa. Ha olvidado decir que con mi hermano portándose como... bueno, él, la impresión que ha dado no es buena. Al menos la explicación parece haber llevado al resto, porque pronto empiezan a seguir con su camino. Eso sí, nadie me mira ya con buenos ojos sólo que ahora, en vez de parecer una secuestradora, deben de pensar que soy alguien que trata mal a sus hermanos. Juro que sólo necesitaría convivir tres horas con Tim para entender que no es así.

Bastian se agacha para recoger las bolsas que hay en el suelo, algo con lo que ayudo nada más me doy cuenta de lo que está haciendo. Cuento seis y dejo el resto en la estantería de nuevo. A lo lejos, Tim está mirando sus zapatos, me pregunto qué estará pensando. ¿Se arrepentirá? No. A Tim le da igual, siempre le da igual.

—Perdona —dice Bastian una vez más antes de llamar a Lily e irse con ella.

No soy capaz de dirigirle la palabra a Tim, esta vez, se ha pasado. Lo sabe, debe de saberlo, quizás por eso se queda en su esquina, al final del pasillo. Incapaz de contenerme, le doy las gracias a Jayden.

—No las des —responde—, eso significaría que he hecho algo bueno por ti de forma desinteresada y arruinaría mi reputación.

Río secamente.

—¿Qué reputación?

—Touché.

Con eso nace el silencio. Ahí mi sonrisa de agradecimiento también cae. La última vez que hablamos fue durante mi primera entrega, y de eso han pasado ya dieciséis días. Después de eso sólo estuvo mi aviso hace seis días sobre mi segunda, pero aparte de eso, nada. Absoluto silencio por parte de ambos. Y eso se sintió mal. No sabría ni empezar a describirlo, pero el saber que hay una persona, sólo una, con la que puedes hablar de lo que te está ahogando y sentir que no puedes hacerlo. Ese sentimiento es perturbador. Es como dar un salto de fe tratando de llevar a lo único que puede salvarte y saber que, a medio camino ya estás cayendo, directa a la oscuridad. Lo ves, esa luz, brillando en la distancia, ese calor en la más fría de las noches, esa luz en la más profunda oscuridad, tan tentadora, pero tan inalcanzable. Tan cerca que no poder llegar a ella hace que la oscuridad sea más profunda.

No somos amigos, sé eso, también que cada uno ya tiene sus propios problemas, pero la idea de tener alguien que entienda toda la situación es muy tentadora. Tanto, que, mantenerle alrededor, esa idea, me trae paz.

—Así que, ¿era tu tío? —pregunto, tratando de entablar una conversación.

No quiero hablar de las "tareas", sólo hablar, pero con él, con alguien que está pasando por lo mismo. Supongo que pienso que, si él puede desconectar, si él puede relajarse un poco, significa que yo también puedo hacerlo, que no he de estar alerta todo el tiempo. Jayden esconde las manos en los bolsillos de su abrigo, dudoso.

—Lo es.

Respuesta corta. ¿Pero qué estoy haciendo?

Pero mi orgullo herido ya ni siquiera me afecta llegados a este punto. No es eso, sino el esfuerzo en vano, lo que me hace acomodar las bolsas entre mis brazos y decidirme a terminar con esto. No somos amigos. Esa quincena sin hablar o cruzar una sola mirada volverá a repetirse nada más salgamos de este pasillo. No hay más. No va a haberlo.

Y así las cosas terminarán siendo más fáciles. No existirá la tentación de hablar del tema, y eso evitará que se nos escape algo ante terceros por costumbre.

—Nos veremos por ahí —murmuro a modo de despedida.

Dos pasos son todo lo que tarda Jayden en volver a hablar, con algo que consigue parar mis pasos y paralizarme a mí por completo.

—Hoy es mi segunda entrega —es lo que ha dicho.

Me giro hacia él.

—¿Hoy? —pregunto como una estúpida, pero me ha llegado por sorpresa. Y, ¿segunda? Ni siquiera sabía que él hubiera tenido una primera. Aunque, claro, tampoco es que hayamos hablado de eso.

Muevo las bolsas entre mis brazos, dándole vueltas a algo al sentir el nudo en mi garganta. Siento la boca completamente seca, queriendo pronunciar unas palabras que, a la vez, me cuesta porque no tengo ganas de sentir el rechazo. Es sólo que, viéndole aquí, justo después de contármelo, no puedo pararlas. Sólo que lo disimulo un poco.

—¿Irás después a la fiesta de Tramy? —pregunto.

Tramy es parte de su grupo de amigos y va a dar una de las tres fiestas organizada por personas de nuestro instituto de las que he oído hablar. La suya, por supuesto, una de las dos más esperadas. Sé que Rob y Charlie van a ir un rato, yo, en cambio, no tenía ganas de hacerlo. Ni siquiera cuando había ideado con Rob un disfraz o cuando lo preparamos hace ya un mes. Antes de que todo se complicara, él y yo íbamos a ir como pareja de enfermeros muertos.

Durante los últimos dos días he fingido estar febril y con ganas de vomitar para poder escaquearme hoy de ir a esa fiesta. No tengo ganas. Tengo todo menos ganas de ir. No en Halloween. No cuando el terror ya lleva meses en nuestras calles.

—Supongo —responde—. ¿Irás?

Niego.

—¿Podrías... —tengo que presionarme para soltarlo—. ¿Podrías mandarme un mensaje cuando hayas terminado la entrega?

Jayden me muestra una media sonrisa cargada de diversión.

—¿Por qué? ¿Es que ahora vas a decirme que te preocupas por mí?

Me deja la pulla a mano, probablemente a propósito, y yo soy la primera que se sorprende al no tomar la oportunidad, al no tener ganas de hacerlo como no he estado teniendo ganas de nada durante las últimas semanas. Es como si me hubieran drenado por completo.

—Sólo envía algo, ¿vale?

—¿No vas a celebrar Halloween? —Ya ni siquiera me responde que las personas no respondan a mis preguntas. En cambio, yo sigo respondiendo a las suyas. No aprendo.

—Tengo palomitas y un maratón de clásicos de terror preparados.

—¿Y eso es celebrar Halloween? —pregunta, burlándose.

Esta vez, no le doy respuesta alguna. En lugar de eso, voy al final del pasillo y empiezo a recorrer el supermercado en busca de mi hermano quien, por suerte, no está lejos. Está justo en el pasillo de al lado, solo y esperando. Esperándome. Lo primero bueno que hace en lo que va de día.

—Nos vamos —le digo.

Él obedece, pero antes de irse mira detrás de mí y se despide de Jayden.

—Adiós, chaval —Jayden le dedica una sonrisa y eso ilumina la mirada de mi hermano pequeño. Cómo no—. Oh, y, Danielle.

—¿Sí?

—Espero que tengas La Matanza de Texas, todavía no la he visto. —suelta Jayden antes de irse.

¿Acaba de autoinvitarse a mi plan para la noche?

No. No, no lo ha hecho.

Creo.

Pero, a las ocho, es él quien llama a mi puerta.

Tim como hermano, ¿querríais tenerlo o no le soportarías? Admitamos que va armándola a cada paso que da...

PERO ARTHUR ES UN AMOR.

#FueraTim.HolaArthur

Bueno, y POR FIN SE HAN DIRIGIDO LA PALABRA ESTOS DOS. Es decir, dieciséis capítulos y su relación era tan lejana que no se tocaban ni con un palo, pero, eh, Vamoh avanzandoh [ya sabéis lo que me gusta que todo se forme con cuidado, tiempo y base -Eso hace más divertido el sufrimiento jejeje-]

Si me esperáis, entre hoy y antes del sábado, creo que estará la segunda parte de este capítulo. Voy a ver si puedo escribirlo antes de dormirme

Y la segunda parte viene con algo similar a una ¿cita? No sé, Danielle y Jayden... Viendo películas... ¿Es una cita? ¿Qué me decís? Porque si lo es ya puedo ir imaginándonos a todas tal que:

Traducción: "Puedo ser vuestra carabina"

jejeje

Un beso y nos leemos pronto♥

—Lana 🐾

Pd-Capítulo especialmente dedicado a Kiniaguirre por estar detrás de esta despistada autora para recordarme en qué día vivo y cuándo son las actualizaciones jajajaj Soy un desastre, perdón ♥

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