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Las flores, los mensajes de textos con más de mil palabras y las invitaciones a cenas románticas eran sólo una pequeña parte de lo que hacía Sunghoon para enamorar -mucho más, como si fuera posible- a Sunoo.

Por más que el menor le insistía que no era necesario tanto detalle, que ya tenía más que ganado su corazón, el de tez blanca seguía.

No lo estaba conquistando sólo porque sí, buscaría el momento perfecto para hacer a Sunoo nuevamente su esposo.

El día ocho de Diciembre había llegado, el reloj marcaba las siete de la mañana y en las calles se podían apreciar varios escolares corriendo de un lugar a otro. Sunghoon conducía su automóvil somnoliento, había recibido un mensaje de Sunoo bastante temprano, pidiéndole de favor que lo llevase al hospital en busca de algunos exámenes.

Por supuesto aceptó inmediatamente, aunque por más que intentó no pudo saber de qué o de quién eran esos dichosos exámenes.

El de tez blanca se detuvo en un semáforo en rojo, dándole tiempo de contemplar un poco su entorno. Su corazón se derritió cuando vio a una nena muy chiquita, bien arreglada para ir al jardín infantil, tomada de la mano de su papá, quien por cierto también vestía un uniforme escolar.

Sunghoon suspiró, el corazón se le aceleró cuando la infante repetía una y otra vez preguntas sin sentidos, siempre recalcando la palabra "papá".

Un chico tan joven siendo padre, y él... ¿Qué era exactamente? Un hombre que jamás pudo llegar a ser llamado así.

Los constantes toques del claxon de los coches detrás de él le hicieron despabilar.

Negó rápidamente y continuó su camino, en todo momento retumbándole en cada rincón de su cabeza la vocecita infantil repitiendo "papá".

Cuando por fin llegó a su destino, bajó del auto y se aproximó a tocar la puerta del extrañamente silencioso departamento.

Pronto atendieron, asomándose Sunoo con unas adorables ojeras bajo los ojos y una sonrisa provocativamente besable.

Rápidamente cerró la puerta detrás de él, se acercó hasta al de tez blanca, se puso de puntillas y estiró su boca formando un pico. Sunghoon tomó el rostro ajeno entre sus manos y le plantó un casto y delicioso besito.

Entrelazaron sus dedos y caminaron de vuelta al vehículo, pero Sunoo detuvo al mayor antes de que éste abriese la puerta del chófer.

-Manejaré yo...

-Yo puedo llevarte, cariño.

Sunoo negó y dio suaves empujoncitos en el pecho ajeno. Sunghoon no insistió y se acomodó en el lugar del copiloto, acomodó su cinturón de seguridad y contempló la amplia sonrisa del menor.

El camino que tomaron no era precisamente hacia el hospital, más bien, se dirigían al cementerio.

Sunghoon no comprendía los motivos para estar ahí, pero sólo se dejó llevar. Cuando estuvieron en la entrada Sunoo le pidió que cerrase los ojos y que él lo guiaría hasta la lápida de Umji.

Así lo hicieron, Sunoo caminaba delante de Sunghoon con ambas manos entrelazadas. El camino se le hizo más largo, pero le gustaba, según él hacía crecer mucho más la confianza entre ellos.

Repentinamente Sunoo se detuvo y le indicó que habían llegado, sintió los delgados brazos del menor rodear su cintura desde la espalda y abrió muy lentamente los ojos. Su corazón se aceleró y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Habían globitos de diversos colores, coloridos gorritos de cartón en forma de cono y un cartel no tan grande que decía: "feliz cumpleaños, papá"

De invitada especial estaba la ancianita acosadora de gays y su difunto esposo que también tenía un par de globitos adornando su lápida. Sunghoon se acercó lentamente y se agachó frente a la sepultura de su niña... Algo había llamado su atención.

Además de estar la adorable fotografía de su princesa pegada a la roca, estaba la fotografía de un ultrasonido, pero no era el de Umji... En la esquina de la foto se encontraba el nombre de Lee Sowon y la fecha que fue sacada.

-Tus hijos tenían que estar juntos para desearte feliz cumpleaños... -susurró Sunoo agachándose a su lado.

Sunghoon cubrió sus ojos con la palma de sus manos y dejó salir un par de lágrimas, no de tristeza, sino de alegría. Hipó un par de veces, ¿Cómo era posible que hombres como Sunoo existiesen? Lo amaba tanto.

-Feliz cumpleaños, mi amor -dijo Sunoo, ganándose un beso en la boca, siendo interrumpidos por el flash del celular de la doña junto a ellos.

La mujer cubrió su boca soltando una traviesa risita.


-¿Qué le vas a decir a Sunoo?

-La verdad no lo sé, me va a matar de todos modos.

-Es gracioso que le tengas más miedo a él que a tus padres.

-Silencio... -rascó su cabeza demasiado nervioso. Inhaló profundo y exhaló, apoyó la cabeza en el pecho de su pareja.

-Amor, tranquilo, recuerda que estoy contigo pase lo que pase.

El menor asintió y mordió su labio inferior. En pocos minutos el test casero dejó dos líneas verticales bien marcadas.

-Oh, cielos...

-Jungwonie, tranquilo.

-Llevamos a penas unos meses saliendo, Sunnie hyung me va a matar.

Jake se cruzó de brazos y frunció el entrecejo, acto seguido alzó su par de chanclas favoritos. Uno en buen estado y el otro con varios trozos menos.

-Hyung, te juro que Bisco no quería hacerlo... -dijo Niki abrazando al pequeño y peludo perro, y como si comprendiera la situación, movía su colita rápidamente.

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