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037

Sunoo soltó un amplio suspiro y con la pequeña cucharita entre sus dedos mezcló el contenido de su taza. No, no era café como toman los adultos para el desayuno, Jisoo se encargó de preparar chocolate caliente para los tres chiquillos consentidos con los que vivía temporalmente.

Sólo se quedaría un par de semanas más y volvería a su hogar, después de todo tendría que recibir a su marido que llegaría de un largo viaje.

Niki ya se lamentaba no poder vivir para siempre con la señora Kim, ella siempre estaba dispuesta a preparar cosas deliciosas, incluso a altas horas de la noche.

Jisoo sirvió una taza más de chocolate y se sentó junto a su hijo, pero antes de dar el primer sorbo pudo notar que éste tenía un semblante posiblemente preocupado.

No dijo nada por el momento, hablaría con él luego, cuando los chiquillos hambrientos se marchen para ir a clases. Sólo para darle un poco de tranquilidad acarició su suave cabello y dio un pequeño apretoncito en su mejilla izquierda.

Niki hizo su cabeza hacia atrás aún con la taza en la comisura de sus labios, encargándose de beber hasta la última gota de ése delicioso líquido dulce. Jungwon por otro lado provocó risas en las tres personas a su alrededor gracias al adorable bigote de chocolate sobre sus gruesos labios.

El menor levantó la taza entre sus manos y se la extendió a Jisoo.

-¡Más, por favor mami! -exclamó.

La mujer sonrió enternecida, ya se había acostumbrado a que los amigos de su hijo la llamaran mamá. Aún con su sonrisa, negó.
-Ya se hace tarde, tienen clases ¿no?

Niki soltó un puchero, pero luego de que la fémina le prometiera preparar más para la cena no hubo protesta.

Los menores se pusieron de pie para ir por sus pertenencias, tiempo que la mujer aprovechó para hablar con su hijo.

-Te noto tenso... ¿Qué ocurre, cielo?

-preguntó.

Sunoo la miró por unos segundos, y no dijo "nada" por obvias razones, es vergonzoso ser enviado a una esquina del cuarto por mentir a su progenitora a sus veintiún años.

-Me llamó Heeseungie -habló, pausó una milésima de segundo para luego continuar-, dijo que su madre quiere verme...

Jisoo frunció los labios, ya Sunoo le había confesado hace un par de días que la hermana de ése joven había sido la responsable de la muerte de Umji.

-Puedo imaginarme lo que quiere decir, tal vez también esté enterada de lo que pasó en verdad con mi hija. Aún duele, mamá. Sólo pensar que mi bebé ya no está por el egoísmo y la locura de alguien más, es angustiante.

Tragó duro, Jisoo conoce a su hijo más que nadie, sabe que su mirada en un indicio de que se está aguantando las lágrimas y que su forma de incurvar sus labios es su manera de no soltarse a llorar.

-¿Y tú qué quieres? ¿Quieres ver a esa mujer? Recuerda que no debes sentirte obligado a ir, vida mía.

-Tengo miedo de encontrarme con Sowon allá, ni siquiera he podido ver a mi pequeño Seungie...

La señora Kim soltó una sonrisita, desde siempre su hijo ha tenido esa actitud. Se vuelve automáticamente papá de la persona que le provoque ternura y ese instinto protector.

Antes de que pudiese hablar se escuchó un escándalo en la habitación de Niki. Sunoo se levantó rápidamente y entró al cuarto sin siquiera tocar, encontrándose a un cabizbajo Niki y un adorable Jungwonie molesto.

-¿Qué sucede?

Jungwon levantó rápidamente un pequeño paquetito blanco, para ser exacta, un condón.

-No se cuidó -acusó el de mejillas grandes.

-¡P-Pero tomé unas pastillas anticonceptivas!

-¿Y te las tomaste correctamente? -preguntó Sunoo entrecerrando sus ojos.

-Eso creo... -susurró.

Grave error, Nishimura Riki.

Esa mañana tuvo que faltar a sus dos primeras clases para comerse todo el sermón de Sunoo.

No sabía si el frío de sus manos era por el clima o por los nervios que se lo comían vivo.
En más de una ocasión durante el camino quiso arrepentirse y volver a casa, pero ya le había prometido a Heeseung encontrarse a eso de las dos de la tarde. Promesas son promesas.

Y ahora que miraba alrededor, esperando a que la mujer bajase del segundo piso, se regañaba severamente por no haber echo caso a sus instintos.

Seungie estaba en la cocina, le había ofrecido galletas -preparadas por él mismo en un taller de su escuela- y un vaso de limonada. Encontrándose solo en la sala de estar de esa casa se sentía horriblemente cohibido, ya casi podía sentir el bajar de las escaleras y toparse con Sowon. Desagradable.

Lee salió de la cocina con una bandeja de papá Noel, aquellas que parecía no poder faltar en casas donde vivieran señoras, la puso sobre la mesita central y se sentó a su lado.

-¿Cómo has estado, pequeño? -preguntó Sunoo llevándose una adorable galleta en forma de conejito musculoso a la boca.

-Preocupado... Me preocupa que mi madre esté sintiendo emociones muy fuertes, el médico dijo que no soportaría otro infarto.

-Primero debes estar tranquilo tú, de otro modo no podrás cuidar correctamente de ella.

Heeseung asintió y desvió su mirada hasta una fotografía sobre una repisa, Sowon era una niña, mostraba una amplia sonrisa y abrazaba con fuerza a su pequeño hermano. Se veían tan felices...

-Esa foto fue tomada el día de mi cumpleaños... -comentó el más joven en un susurro- Fue la última vez que mi hermana sonrió desde su alma.

Sunoo bajó la mirada por un momento, su pecho dolía y no sabía cual de tantos motivos lo estaba provocando.

-¿Ella no está aquí? -preguntó el de cabello castaño.

-No. -respondió una voz femenina detrás de él.

Yerin bajaba lentamente las escaleras, le obsequió una débil sonrisa a su invitado y finalmente se acercó hasta él. Se sentó a su lado y tomó sus huesudas manos entre las suyas.

-¿Cómo estás?

-Bien -contestó rápidamente, intentando no cruzar miradas con la señora Lee.

-Cuando te conocí dijiste lo mismo y estabas mintiendo... Justo como ahora.

Sunoo bajó la mirada y mordió su labio inferior.

-No es fácil haber perdido a mi hija -sollozó.
-Lo sé. Yo también perdí a la mía, -dijo la mujer, y antes de que el chico pudiese preguntar, habló-, perdí a mi hija cuando ésta tenía diez años. También tuve parte de la culpa, lo sé, ahora lo entiendo, muy tarde me di cuenta que mi Sowon me pedía a gritos que la ayude.

Sunoo sólo supo quedarse en silencio, no sabe qué es lo que sufrió Sowon y realmente a esas alturas ya no le interesaba. Sea cual sea el motivo de su comportamiento, Umji no tenía por qué pagar los platos rotos.

-Lo siento tanto... -sollozó la mujer.

-¿Dónde está ella? -preguntó Sunoo confundido, con un gran nudo en su garganta.

-Internada -respondió Heeseung-, el día que fue a verte tomó una gran dosis de pastillas... Mamá la encontró y llevó a médico antes de que la intoxicación dejase consecuencias. Ayer por la tarde nos llamaron para decirnos que fue internada en un hospital psiquiátrico.

Una dosis de pastillas, genial, precisamente como acabó con su propio bebé y con Umji. Estaba desquiciadamente loca.

Por supuesto Sunoo no hizo comentario alguno ante lo que contó Heeseung, lo único que le provocaba tristeza de la situación era lo que estaba viviendo Seungie y la señora Yerin, Sowon le daba igual.

El castaño estuvo en silencio por un par de minutos, hasta que su corazón de abuela le jugó en contra. Pasó sus brazos por la cintura de Yerin y la acercó hasta él, brindándole un cálido abrazo y la tranquilidad de que no le guardaba rencor a ella.

La enfermera a cargo de ella entró al cuarto y esbozó una amable sonrisa, se acercó cautelosamente a la camilla, donde la joven estaba acostada en forma de ovillo.

-Señorita Sowon, ¿Vamos a dar un paseo al jardín? Hay un clima muy hermoso a fuera.

La chica asintió, simplemente se dejaba hacer y deshacer, aún se preguntaba por qué tuvo que encontrarla su madre. Ella que sólo quería morir no comprendía por qué ese afán de mantenerla con vida.

Vivir dolía muchísimo más que morir.

La enfermera le hacía caminar de un lado a otro en el amplio jardín, donde más chicas paseaban. Algunas con enfermeras para apoyarse, y otras simplemente caminaban solas.

La mujer de apellido Kim le hizo sentarse en un banquito mientras ella buscaba un poco de agua para darle. Entretanto, observaba a su alrededor, sin percatarse que una esbelta chica se acercaba a ella.

-¡Hey, hola! -saludó animada- Eres nueva, ¿cierto? Nunca te había visto por aquí.

Sowon la miró de pies a cabeza para luego simplemente ignorarla.

-Aww, me recuerdas a mí cuando llegué aquí.
Enarcó una ceja y se cruzó de brazos, desviando la mirada.

-¿Sabes? Hoy me dieron el alta -comentó aunque la chica fingiese estar ignorándola, sabía que la escuchaba atenta-, me llevó dos años sanarme por completo. Pero ahora me siento feliz, por fin.

-Felicidad, sí como no -sonrió sarcástica.

-Espero que tú también puedas encontrarla, linda.

-¡Yuju, vinieron por ti! -gritó una enfermera a lo lejos, interrumpiendo el momento en que Sowon la pondría en su lugar.

-¡Está bien! -devolvió su mirada a la chica aún sentada en el banquito, hizo una leve reverencia y sonrió enseñando sus dientes- Vendré a visitarte pronto. Adiós.

Sowon volvió a ignorarla, hasta cuando la bulliciosa chica estuvo lo suficientemente lejos, pudo esbozar una muy tenue sonrisa.

Pasaron un par de semanas, la fecha que el juez les había dado por fin llegó. Al hombre panzón le sorprendió no ver exactamente expresiones de enojo hacia él. Creyó que su metodología había dado frutos, pero sólo se llevó una gran decepción cuando ambos jóvenes firmaron sus papeles del divorcio.

Otro matrimonio más que se disolvía, pensaba él.

Claro, porque muy a pesar de su gran experiencia, no siempre puede distinguir cuando una pareja se mira llena de amor. ¿Qué podría saber él que ahí fuera, los ex esposos se abrazaban desbordantes de ternura?

Divorciados... Sonaba tan doloroso. Por eso Sunghoon se encargó de repetir hasta el cansancio que lucharía por él, que lo conquistaría hasta el punto en que Sunoo ya no pueda vivir sin él.

Un beso selló aquella promesa.

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