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032

-¿Recuerda que Sunoo hyung le contó que perdió a su bebé? -preguntó Heeseung.

Su madre con una mirada preocupada asintió. Por supuesto que lo hacía, incluso recordaba que la primera impresión que tuvo de él fue la de un hermoso chico con mirada rota. Claro, no olvidaría tan fácil ésa manera tan triste en la que Sunoo le contó sobre su aborto "espontáneo" y aún así trataba de no quebrarse a llorar ante ella.

-Él... es esposo de Park Sunghoon.

Ante esto la mujer desvió la mirada, pensando, recordando al chico de tez morena que tanto amó y  cuidó de su hija, recordando haberlo visto aquel día en el hospital. Ella asumió que él estaba ahí por  Sowon, quizás aún no la podía olvidar.

Pero, ahora que Heeseung lo mencionaba, tenía sentido que ambos chicos hubiesen llegado juntos.

Le devolvió la vista a su hijo y suspiró.
-Pobre chico -susurró.

-¿Qué?

-Ése muchacho Sunghoon... Debe ser doloroso perder por segunda vez un bebé. Su primera paternidad destruida y burlada -esas últimas palabras fueron pronunciadas con tanto dolor, obvio, cuánto dolor debió haber sentido esa mujer de saber que su hija se provocó un aborto solamente por olvidar su propio dolor-. Por lo menos, su segunda paternidad fue acabada por la naturaleza, quizás alguna prueba del destino.

Heeseung sintió una corriente eléctrica. Se cuestionó a sí mismo, nuevamente, si estaba bien o no contarle todo a su madre.

-Sobre eso quiero hablar, mamá.

Simplemente no podía seguir callándolo, su hermana necesitaba ayuda urgente.

-Sunoo hyung no sufrió un aborto espontáneo.

Yerin cerró los ojos y frunció el entrecejo, puso la palma de su mano frente a su hijo indicándole que se detuviera un momento. Sintió una espina en su corazón.

-No te estoy entendiendo.

-Días antes de que Umji falleciera, me encontré a Sunghoon discutiendo con Sowon, pero él se fue cuando notaron mi presencia.

¿Días antes? ¿Cuánto duró con vida esa bebé?

-El día en que la nena murió, fui a hablar con Sowon y ella...

Cruzó miradas con su progenitora.
-Me confesó haber echado pastillas en la comida a Sunoo. -tanto a él como a su madre se le llenaron los ojos de lágrimas- Le di una bofetada, pero aún así sentí un hueco en pecho. Sé que usted siempre nos ha dicho que como hermanos debemos amarnos... Pero justo ahora siento un rechazo tan grande por ella.

Yerin cerró sus ojos y cubrió su boca con su mano para apaciguar el llanto que quería desbordar. Sentía que otra vez estaba fallando como madre.

Le estiró los brazos a su hijo menor y lo atrajo en un cálido abrazo, en voz bajita prometió hacer algo ésta vez. Hace años se había dado por vencida en la lucha de llevar a su hija a un psicólogo, creyó tontamente que ella quizás lo había superado.

Amaba a Sowon  simplemente no permitiría que se convirtiera más en un monstruo.

Pasó una semana, más o menos.

Sunoo sonreía y mantenía su vista fija enfrente de él, contemplaba con ternura la lápida de su niña. Ya no debía forzarse, por alguna razón su sonrisa salía natural.

En el transcurso de la semana volvió a asistir al cementerio acompañado de su madre, y otra vez más acompañado de Jungwon. Quizás por eso ahora podía estar solo, sentado frente al lugar donde reposaba el cuerpo de su bebé y simplemente sonreír. 

Estaba en silencio, disfrutando el aire fresco y cerrando sus ojos de vez en cuando. Sintió unos pasos acercándose, seguramente de la anciana que va día por medio a ver la sepultura de su esposo, o eso pensó.

Miró por inercia y sus ojos se expandieron cuando vio a Sunghoon. Sólo habían pasado dos meses y poco más desde que se vieron, pero Sunoo sintió que su aún esposo estaba un poco mas alto, muchísimo más guapo y... Dios, se veía tan irresistible con esa camiseta negra.

-Hola -saludó Sunghoon cuando estuvo cerca y se sentó junto al menor.

-Hola -respondió el otro sin mirarlo, podía apostar que el de tez blanca estaba sonriendo y lo que menos quería hacer en ese momento era poner cara de idiota-, que sorpresa que estés aquí...

-La verdad no. He estado viniendo varias veces desde hace dos meses.

Sunoo asintió sin saber como continuar la conversación, no entendía por qué se había puesto tan tenso de la nada. Seguramente era culpa de su madre y ésa insistencia de "tienes que ver a tu esposo", "ya quita todas esas telarañas de tu cabeza y dile como te sientes".

-Te ves muy bien -dijo Sunghoon.

Rayos.

-¿Q-Qué tal te ha estado yendo en el trabajo? -evadió evidentemente el tema.

El de tez blanca se mantuvo hablando por largo rato, al igual que Sunoo, quien respondía con algún pequeño relato de lo que ha sido de sus días. En todo momento estuvo evitando la mirada del mayor.

Le contó sobre la visita de su madre y su primera visita a la tumba de Umji.

-¿Sabes? La primera vez que vine a verla fue cuando te confesé directamente mis sentimientos. -contó Sunghoon- Me sentía solo, había un hueco en mi pecho que no podía llenar la amistad de Jake y Jay. Pero ése dolor de alguna manera se calmó un poco cuando estuve sentado aquí.

Sunoo sonrió un poco, él sentía lo mismo y le llenaba de orgullo saber que su bebé aún estando ausente podía calmarles esa soledad... Pero no podrían vivir siempre así.

Desvió su mirada hasta por fin posarla en los ojitos de su esposo. Se miraron por minutos que parecieron horas. Se contemplaron.
Sunoo notó mucho mas atractivo ése hoyuelo en la mejilla ajena. Sunghoon sintió mucho mas tierno el tic nervioso del otro.

-Quizás suene patético, pero... -el de tez blanca dio una rápida mirada a los labios ajenos- Te he extrañado, cariño.

Cielos, no, no. El menor mordió su labio inferior, pensó muy bien lo que estaba a punto de decir.

-Yo también a ti. -pausó un momento. Ni siquiera notó en qué momento se habían acercado tanto.

Seguían mirándose fijamente, respirando suave, sintiendo los rasgos ajenos más bellos de lo normal.

-Sung -susurró-, sobre la otra vez...

Los mismos centímetros que se habían acercado, se alejaron. Las miradas no se desviaron, de hecho, parecían más penetrantes que nunca.

-No me atreví a decírtelo, tenía miedo -relamió sus labios-. Yo también te amo.

Sin siquiera pedir autorización, Sunghoon pasó sus grandes manos por la nuca de su esposo y lentamente lo atrajo hacia él.

Aún estaban sentados frente a la tumba de Umji cuando sus labios se tocaron. La primera vez, su hija estaba presente, en el vientre de Sunoo. Ahora, nuevamente pudo ser testigo de ése beso desbordante de sentimientos.

Ambos chicos de gruesos labios se acariciaban con ternura, ésta vez fue Sunoo quien tomó la nuca de su esposo. Era un beso lleno de timidez, que a su vez arrastraba ése deseo que tuvieron de volver a tocarse después de tanto tiempo.

A penas podían oírse unos cuantos chasquidos producidos por sus propios labios, aún cuando sus lenguas no se habían unido a las caricias. Obvio. Era el primero después de tanto tiempo.

Escucharon un "oh" proveniente de atrás de ellos, la anciana que siempre iba a visitar a su esposo estaba sonriendo y tenía una mano pegada a su pecho.

Un pequeño rubor decoró las mejillas del menor y se alejó rápidamente de su esposo.

-Oh, no, no. Continúen en lo que estaban -dijo la mujer pasando "rápido" junto a ellos y dirigiéndose a la lápida de su marido, que para su suerte estaba alejada a sólo dos de Umji.

Ambos jóvenes soltaron tenues risitas, podían sentir la mirada de la mayor clavada en ellos. De seguro era de esas féminas que disfrutaban ver hombres juntos. Estuvieron ahí durante media hora más, de vez en cuando se robaron unos cuantos piquitos e inmediatamente comenzaban a reír bajito por los suaves chillidos o los "aw" que emitía la mujer. 


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