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Ni-ki mordió su labio inferior y fijó su mirada al cielo. Inhaló profundo y exhaló en el momento que sus ojos se volvieron a fijar en la sepultura de Maní.
Esbozó una tenue sonrisa, se agachó y acomodó el pequeño ramo de rosas que escogió con tanto esmero.
Junto a él se encontraba Jake, sorbiendo la nariz e intentando ocultar las lágrimas que luchaban por salir. Se había cumplido un mes de la muerte de Umji, y desde entonces, Niki y Jake se han encargado de visitar su sepultura.
Le dejaban rosas, le compraron pequeñas muñequitas para decorar e incluso le escribían notas en post it rositas.
Jungwon sólo había ido tres veces y en cada ocasión acababa llorando.
En cambio, Sunoo y Sunghoon no habían ido ni una sola vez, sólo estuvieron ahí cuando fue sepultada y ninguno se ha atrevido a volver. No era fácil. Aún no estaban listos.
Es por eso que Ni-ki no les insistía y prefería ir él, además era una manera de sentirse más cerca de la nena que robó su corazón aún sin conocerla.
-Hola mi preciosa Maní. -habló sin borrar su sonrisa, acarició la roca que tenía grabado Park Umji, relamió sus labios y sintió claramente un nudo formarse en su garganta- ¿Sabes? Cuando tu papi Sunoo me contó de tu existencia me sentí tan feliz, pensé en los miles de juegos que nos inventaríamos juntos y lo lindo que sería cuando pudieras pronunciar mi nombre...
Niki se sentó en el suelo frente a la lápida, Jake se acomodó detrás de él y rodeó la cintura del menor, escondió su rostro en su cuello e inhaló el exquisito aroma que éste emitía.
Los mimos de Shim eran bastante tranquilizadores en situaciones como esas.
-Sé... -pausó un momento, se acurrucó un poco más en el pecho de Jake y continuó- Sé que no te gusta ver a tío NikNik triste, pero... Te extraño tanto chiquita. Extraño las pataditas que dabas en la pancita de papá Sunoo y darte caricias para calmar los golpecitos, el rápido latido de tu corazón en los ultrasonidos. Extraño esa emoción que me daba pensar en tu nacimiento. Yo...
Se detuvo, volteó un poco su torso y envolvió el cuello de Jake entre sus brazos. Hipó. Sorbió la nariz y soltó muy tenues quejidos. El mayor le acarició la espalda con movimientos circulares y lo meció de un lado a otro, besó su frente y susurró en su oído que todo estaría bien.
Nadie podría explicar esa sensación tan incómoda, aquella que se siente como un vacío en el lugar donde debería estar nuestro corazón. Esa desesperación por querer buscar a esa persona que se marchó, querer abrazarla y decirle todo lo que sientes, pero que no se encuentre en realidad en ningún lugar.
Que sólo su cuerpo sin alma esté enterrado en algún lugar y no poder ser escuchados.
Sunoo estaba hastiado de tener que vivir con esa angustia en su pecho y el pequeño mameluco entre sus brazos no era de mucha ayuda.
Sintió varios golpecitos en la puerta de la habitación, ni siquiera pudo responder cuando Jungwon ya había entrado con una taza de Mario Bros entre sus manitas. Se acercó al mayor que se había incorporado y se la entregó, Sunoo contempló el contenido de la taza y suspiró. Era chocolate caliente, eso sólo significaba una cosa:
- ¿Qué le pasó a Niki? -preguntó antes de dar un sorbo.
-N-Nada...
-Contaré hasta tres. -advirtió el mayor con una mirada amenazante.
Jungwon suspiró. No importaba cuanta fuera la tristeza de Sunoo, jamás cambiaría esa actitud protectora hacia sus jóvenes amigos, en varias ocasiones les jalaba de las orejas hasta que confesaran.
-Estaba llorando, Jake hyung lo trajo cargando en su espalda...
El mayor asintió, se levantó de la cama con la tacita aún en sus manos y salió de la habitación, Jungwon lo siguió, pero se detuvo en el comedor donde se encontraban sus libretas con los apuntes de la universidad.
Sunoo entró a la habitación de Niki sin tocar la puerta, el menor estaba hecho un ovillo y abrazaba con fuerza una almohada. Se acercó hasta él, se sentó en una orilla de la cama y le acarició con cariño su cabello.
El menor alzó la vista, se levantó un poco y abrazó la cintura de Sunoo.
-Lo siento, hyung...
- ¿Por qué te disculpas, peque?
-Quisiera ser lo suficientemente fuerte para que tú estés bien.
El mayor suspiró sin dejar de acariciar el cabello del lloroso chico, le susurró que pronto estaría bien y que sólo necesitaba un tiempo. No quería seguir preocupando a Niki.
Además, sabía lo mucho que sus amigos amaban a su hija y el esfuerzo que estaban haciendo por mostrarse fuertes para él.
Su celular anunció una notificación, lo desbloqueó con cuidado de no incomodar al chico que comenzaba a apaciguar su respiración. Era un mensaje.
Sunghoon...
Su aún esposo le había dejado un quinto mensaje pidiéndole hablar. La última vez que se vieron fue cuando les dieron el resultado de la autopsia de Umji, Sunghoon se ofreció a llevarlo a casa y durante todo el camino un silencio incómodo, y sólo se podía oír los sollozos de Sunoo.
Una parte de él le decía que ya era tiempo de escuchar qué es lo que el de tez blanca tenía que decir, que le diera una oportunidad de explicarse por ser el papá de su nena. Pero otra parte de él no quería, le advertía que la herida se abriría aún más y que existía el riesgo de que fuese más profunda.
Se sentía un grandísimo idiota. El debate en su cabeza no se resolvía y todo era culpa de la atracción que nunca se esfumó. Todo fue culpa de los besos de Sunghoon.
Dejó su celular a un lado y apoyó su frente en la coronilla de Niki... Tal vez aún no era el momento.
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