022
Heeseung estaba hecho un manojo de furia, tenía su entrecejo fruncido y no le quitaba la vista a su hermana. Sowon lo miraba con indiferencia, como si no tuviera la más mínima idea a qué se debía el enojo del menor.
- ¿Tú tuviste algo que ver en todo esto? -preguntó seco, la chica bostezó y negó.
El chico tomó con brusquedad el brazo izquierdo de Sowon y la pegó bastante a él, su agarre cada vez era más fuerte y leves quejidos salían de la más baja.
-Dime la verdad.
-Yo no hice nada, suéltame.
- ¡Sowon, deja de mentir!
- ¡Ellos se buscaron su estúpido destino! Desde un principio Sunghoon rechazó a esa bastarda y a Sunoo nadie le obligó a abrir la boca para...
Heeseung abrió amplio sus ojos y un sudor frío recorrió su nuca, Sowon intentó zafarse del agarre, pero su hermano la tomó incluso con más fuerza que antes.
La zarandeó con lágrimas en sus ojos para que siguiera hablando. Jamás había escuchado a su hermana hablar con tanto repudio.
-Yo no hice nada -fingió un puchero-, la pastilla en la comida era para mí, pero creo que el camarero se confundió de platillo. De todos modos, es culpa de Sunoo por comerlo...
Un dolor se posicionó en el pecho del chico y desvió la mirada.
-Perdóname, hermanito -Sowon estaba seria, pero sus ojos reflejaban una clara burla.
Heeseung la miró directo a los ojos y mordió su labio inferior, no podía asimilar el límite al que llegó su hermana mayor.
Alzó la mano y rápidamente la estampó contra la mejilla de Sowon, la chica puso su mano sobre el lugar donde había golpeada y su expresión se tornó a una de total asombro.
-No me pidas perdón a mí. Es Sunoo hyung y Sunghoon quienes perdieron a su hija -su voz temblaba, se llevó una gran desilusión-, y aunque ruegues de rodillas por su perdón, dudo demasiado que te lo den.
Sowon tragó duro, se soltó del agarre de su hermano y pasó a un lado de él para marcharse.
Heeseung apretó sus labios y secó las lágrimas que seguían saliendo, ¿Cómo rayos iba a mirar a Sunoo a los ojos sin sentir esa culpa dentro de él? Sabía que su mayor no le guardaría rencor porque no tenía nada que ver, pero después de todo, era su hermana la culpable de la muerte de Umji.
¿Cuánto pasó? Una semana... tal vez dos.
En la pequeña habitación del departamento se encontraba Sunoo, con la luz apagada y el pequeño mameluco de sandía entre sus brazos. Su mirada estaba fija, no estaba llorando, sólo sorbía la nariz y de vez en cuando cerraba sus ojos para intentar dormir.
Eran posiblemente las diez de la noche y el chico se negó a cenar, como las dos últimas semanas. Casi no hablaba con sus amigos, no quería salir del departamento. Aunque esto último a veces era ignorado por Jungwon, quien se empeñaba en sacarlo por lo menos para hacer las compras y a pesar de que eran unas salidas totalmente incómodas, valían la pena.
Sunghoon había hecho todo su esfuerzo para hablar con él, Niki y Jungwon no se interponían, obviamente, pero Sunoo acababa encerrándose en la habitación. Pero esa noche había sido diferente, pues el de tez blanca pudo entrar a la habitación, encontrándose a su aún esposo hecho un ovillo sobre la cama.
Tragó duro y se acercó con mucho cuidado. Encendió la pequeña lámpara de noche y se sentó en una orilla de la cama.
Sunoo le dio una mirada de reojo, pero luego volvió a mirar un punto muerto.
- ¿Qué haces aquí? -susurró.
Sunghoon relamió sus labios, sintió un nudo en la garganta al ver la ropita que tenía Sunoo entre sus manitas.
-Necesitamos hablar...
-No quiero hablar -tal vez era por el llanto anterior, pero su voz estaba quebrada y muy ronquita.
-Cariño, por favor.
-No soy tu... -se detuvo, acercó el mameluco hasta su rostro, cubriendo parte de su nariz y boca. Le prometió a su bebé hacer lo posible para no discutir con Sunghoon, después de todo él era su papá y pese a lo que leyó, sabía que su niña los amaba a ambos y no le gustaría verlos actuando como perros y gatos. Otra vez las lágrimas amenazaban con salir- Quiero a Umji.
Sunghoon bajó la mirada y con mucho cuidado acarició el cabello del menor.
-Quiero a mi bebita, Sung, por favor...
El de tez blanca asintió y le limpió sus gruesas lágrimas.
-Me llamaron del hospital -dijo el mayor-, el resultado de la autopsia que le hicieron a Umji ya está listo... Quieren vernos mañana.
Esta vez fue Sunoo quien asintió. Se abrazó a sí mismo, tenía miedo de aquellos resultados, temía que haya sido su cuerpo el culpable de cualquier anomalía que no le permitió a su niña vivir.
Sunghoon mantenía su cabeza gacha.
-Sunoo... -pese a que su esposo no respondió, el de tez blanca continuó- Sé que leíste cosas horribles de mi parte y no tengo justificación, me equivoqué y me siento la peor basura por haberme dado cuenta tan tarde. No quiero que pienses que fingí todo este tiempo, te juro que todo el cariño que te demostré este último tiempo fue sincero.
El menor lo miró con cierto desconfío, no quería volver a ser un ingenuo y caer sólo por palabras, pero cuando vio -con dificultad por culpa de la oscuridad- que Sunghoon limpiaba sus ojos y sorbió la nariz, su corazón se estremeció.
Sólo en una ocasión vio a su esposo llorando y aún no sabía por qué, pero ahora, parecía estar soltando una pena demasiado grande.
-Sé que fui un patán, pero... -sollozó- Yo también la perdí. Tú la amaste desde un principio y yo comencé a amarla en su final.
Sunoo se mantuvo en silencio, atónito.
Sunghoon se disculpó y se levantó de la cama, comenzó a caminar hasta la salida, pero la voz de su esposo lo detuvo.
-Sung... -susurró. Cuando el de tez blanca volteó, pudo ver la silueta del menor de pie junto a la cama- No te va a hacer bien esto. No está bien que te lo guardes sólo para ti.
Sunoo estiró sus brazos con cuidado y se acercó al de tez blanca, envolvió con cuidado su cuello y suspiró. Sunghoon, justo en el cuello de su esposo, liberó sus lágrimas. Dejó salir la maldita culpa que lo perseguiría para siempre.
El de tez blanca sólo lloró.
Sunoo acarició con suavidad su espalda y por un momento se sintió tan egoísta, aún tenían muchas cosas que hablar, pero la forma de expresarse de su esposo le tocó lo más profundo de sí mismo. No sintió ninguna pizca de ironía en su voz.
Por lo menos él había conocido a su hija, Sunghoon ni siquiera tuvo ese privilegio.
Umji, donde sea que estuviera, les sonrió.
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