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018

Cada vez que Sunoo cerraba sus ojos con la intención de descansar, el miedo hacía de las suyas. Su cabeza le jugaba una mala pasada y sólo podía pensar en el estado de su bebé.

¿Qué sería de él sin Umji? Probablemente no soportaría perderla.

Desde que se enteró de su existencia, no hacía más que pensar en el futuro juntos. Imaginó la mirada que tendría, la sonrisa más dulce, un hermoso cabello largo en el que haría lindos peinados y el tono de voz más melódico para sus oídos. Desde un principio anheló la felicidad de su hija cuando ella llegase al mundo.

Ahora la vida de su niña colgaba de un hilo.

Oh no, otra vez.

Sus ojos se aguaron, ya ni sabía cuantas veces había llorado el mismo día. Frunció el entrecejo, aún en el límite del llanto y quitó con brusquedad las agujas clavadas en sus brazos, de nuevo.

Lanzó todo al piso, incluyendo el suero que colgaba a un costado de su cama y pataleaba aún acostado.

Los estruendos de las cosas cayendo llamó obviamente la atención de las enfermeras y no dudaron ni un segundo en correr a la habitación, se encontraron a un enojadísimo Sunoo intentando desquitar toda su ira contra los inmobiliarios cerca. Eran tres jóvenes, una de ellas corrió en busca de un tranquilizante y las otras dos hacían su mayor esfuerzo por apaciguar un poco sus actos violentos.

La más joven -por apariencia- tomó el rostro del chico entre sus manos, obligándolo que la mirase a los ojos.

Pero Sunoo estaba perdido en su dolor.

Mientras él sufría con ése horrible temor de perder a su hija, Sunghoon seguía haciendo su vida normal. Como si no le importase en lo más mínimo lo que sucediera con Umji.

El alto chico de tez blanca caminaba a paso firme, sus manos empuñadas, casi provocándose heridas en las palmas con sus cortas uñas. Traía el entrecejo fruncido y un amargo sabor a culpa e ira.

Su mandíbula esta apretada, estaba reteniendo un millón de palabras que pronto serían casi escupidas.

Los pasillos del hospital le eran desconocidos, pero la sala donde le indicaron que se encontraba la madre de su peor pesadilla le quedó bastante marcada. Necesitaba llegar pronto.

Una enfermera lo detuvo cuando por fin llegó al sector que necesitaba, sólo le pidió su identificación y unos pequeñísimos datos que contestó al instante. La fémina le indicó el número de la sala que buscaba y como por arte de magia su corazón se aceleró, no de emoción, sino de angustia y enojo.

Sunghoon sabía perfectamente que gran parte de la culpa era suya, porque sólo a él se le ocurría confiar en su ex novia y decirle sin pelos en la lengua que detestaba a Umji; sin embargo, no entendía ese afán de Sowon por hacerle daño.

El rechazo hacia su hija pudo ser provocado por miedo, porque aunque tuviese veintitrés años no estaba preparado psicológicamente y mucho menos emocionalmente. La herida de un bebé perdido pocos meses antes, haber sido engañado, estar casado con un desconocido... su cabeza estaba llena de frustraciones, como para que luego de unos meses llegara un bebé a cambiarle su vida.

Es por eso que admiraba esa manera tan apasionada con la que Sunoo amaba a su hija sin pensar en qué podría pasar con su llegada.

Fue un cobarde, lo admitía. Pero por fin se había hecho la idea de formar una familia junto a su esposo y su niña, y Sowon llegaba a derrumbar todo.

Y precisamente por esa razón caminaba con el dolor punzante en su pecho, advirtiendo en su cabeza que no cometiera alguna tontería más.

Abrió la puerta del cuarto trescientos ocho y justo debajo del número, había un papel asegurado con una chincheta que contenía el nombre Lee Yerin escrito a mano con una cuidadosa ortografía.

Cerró la puerta detrás de él y sus ojos se posaron por un segundo en la mujer recostada en la camilla en el centro de la habitación, y rápidamente se fijaron en la chica sentada junto a la cama con un celular en sus manos. La chica ni siquiera había volteado.

-¿Por qué tardaste tanto Hees...?

Junto cuando giró su cabeza se encontró con la mirada furiosa de Sunghoon. Su expresión se transformó en una de terror y se levantó de la silla sin dudarlo, para pegar su espalda contra una pared.

-¿Q-Qué haces aquí? -titubeó.

-¿Por qué me lo preguntas si sabes perfectamente cual será mi respuesta? -el más alto se acercó a paso lento, aumentando más el temor en la fémina.

Cuando Sunghoon estuvo lo suficientemente cerca, hizo un movimiento rápido con su mano y golpeó la pared con la palma de su mano, justo a un lado de la cabeza de Sowon.

-Dame una puta explicación de tus enfermizas acciones contra mí. Te advertí que no le hicieras nada a Sunoo, ni a mi hija.

Las lágrimas de cocodrilo brotaron por los ojos de la más baja y desvió su mirada. Sunghoon volvió a dar un golpe en la pared, provocando un respingo por parte de Sowon, entonces habló:

-Odio verte feliz.

-¿Por qué? ¿Qué rayos te hice? Cuando fuimos novios hice todo lo posible para que fueras feliz, te amé como no tienes idea... -el corazón de Sunghoon estaba acelerado y su voz entrecortada, tenía un nudo formado en la garganta, pero aún así continuó- Te apoyé en todo, perdoné tus malditos engaños y sin embargo me vienes con esto.

-Pero de todos modos me dejaste. Me abandonaste igual que ésta mujer -señaló a su madre y continuó llorando-. Detesto verte feliz porque yo no lo soy. Dejé de serlo cuando cumplí diez años y eso tú lo sabes muy bien. Llevo once años con este dolor clavado en el pecho y aún no puedo olvidarlo, entonces vienes, apareces con tu estúpida aureola de ángel, desbordando amor y felicidad.

Sunghoon quitó su mano y frunció el entrecejo, Sowon prosiguió:

-Detesto que alguien más tenga la dicha de ser feliz cuando en mi cabeza me estoy muriendo, no es justo.

El de tez blanca negó con su cabeza y bufó. La chica por arte de magia dejó de llorar y se cruzó de brazos.

-Estás enferma.

Park había volteado y no alcanzó a dar más de dos pasos cuando escuchó la voz aguda de Sowon. Al parecer el término "enferma" le ofendió.

-¿Te vas junto a la moribunda de tu cría?

Se giró rápidamente, tomó los delgados brazos de Sowon entre sus manos, no teniendo control en su manera de apretarlos.

Ya era suficiente.

-S-Suéltame.

-No te atrevas a volver a tratar así a mi hija, ¿Oíste?

El pomo de la puerta giró y rápidamente Sunghoon soltó a la baja, por la puerta entró Heeseung quien se sorprendió al ver al mayor ahí; pero ni siquiera pudo preguntar algo, ya que el de tez blanca se marchó.

El hijo menor de la familia Lee pasó saliva y miró a su hermana, entonces sintió temor. No quería imaginar que Sowon había hecho algo malo otra vez.

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