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Séquitos y Monstruos Marinos

Hᥱmos jᥙrᥲdo ᥲbrιr ᥣos brᥲzos
Y jᥙᥒtos mᥱrᥱᥴᥱr ᥱᥣ grᥲᥒ mιᥣᥲgro
Eᥣ ρᥙᥱbᥣo vιbrᥲ, ᥱᥣ mᥙᥒdo gιrᥲ
Esfᥙᥱrzo ყ ᥲᥣᥱgrίᥲ ᥱᥒᥴᥱᥒdᥱrᥲ́ᥒ ᥒᥙᥱstros doᥒᥱs
Y mᥲgιᥲ ᥱᥒᥴᥱᥒdιdᥲ tᥱᥒdrᥲ́ᥒ ρor gᥱᥒᥱrᥲᥴιoᥒᥱs

Luzu había caminado en dirección al castillo por su cuenta, lo cual agradeció un poco, ya que pudo volver a sentir los aires familiares de su precioso hogar.

Cuando atravesó el gran portón y llegó a la entrada, escuchó un grito.

— ¡LUSUUU!— Quackity aleteó rápidamente, descendiendo con velocidad.

— Hey, Quacks— Luzu sonrió en cuanto el híbrido aterrizó en el suelo— ¿Ya dejaste a tu club de fans?—

— Están locos— Quackity dijo— No tenía idea de que me volví así de popular—

— Es lo que pasa cuando te conviertes en un héroe— Luzu se encogió en hombros.

Después de que Quackity soltará un pequeño suspiro, los dos entraron al castillo, tomados de las manos.

— Entonces... ¿Cuál es el plan?— Quackity preguntó.

— Bueno, yo iré a hablar con mi padre— Luzu respondió.

— ¿Puedo ir?— Preguntó el alado.

— No— Luzu negó con la cabeza— Mi padre insiste en que estás reuniones sean exclusivamente entre él y yo—

— Oh...— Quackity bajó la cabeza— ¿Y yo que hago?—

— Pues puedes ir a descansar a tu habitación, pasar por la biblioteca, ir a los jardines o tal vez saludar a alguien— Luzu sugirió mientras sonreír.

— Espera... ¿Saludar?—

— Tercer piso— Luzu indicó y Quackity sonrió bastante.

— ¡Suerte con tu papá!— Quackity dijo y besó a Luzu en los labios— Nos vemos más tarde—

— Adiós Quacks— Luzu sonrió mientras veía a Quackity volar para no subir las escaleras.

El chico pato estuvo volando hasta que bajo en el piso dónde Luzu le dijo. Luego miró a todos lados, empezando a caminar para encontrar lo que buscaba.

Quackity entrecerró los ojos y comenzó a caminar lentamente por los varios pasillos del castillo, asomándose entre cada esquina, pero nada.

Se detuvo a pensar en dónde podría estar, pero algo lo distrajo. El pequeño sonido de una moneda de oro rodar y caer en el suelo, cuando se giró observó la moneda en el piso. Miró de un lado a otro y empezó a acercarse para tomar la moneda, pero dicha moneda se movió hacia un pasillo por sí sola.

— ¡Oye! ¡Vuelve aquí!— Quackity empezó a perseguir la moneda— ¡Te voy a atrapar!—

Sin que Quackity lo notará, fue guiado hasta un pasillo con poca iluminación dónde finalmente atrapó la moneda.

— ¡Ja! ¿No que no?— Quackity sonrió orgulloso, pero entonces notó movimiento en la oscuridad y observó a tres figuras que se irguieron en la zona oscura— Oh oh...—

Entonces las tres figuras saltaron sobre él.

— ¡Quackity!—

De un momento a otro, Ari, Juan y el Mariana habían saltado para abrazar a Quackity, quien empezó a reírse.

— Yo también los extrañé— Quackity dijo, abrazando a los tres gatos como mejor podía.

— No mames, pensamos que ya no llegabas— Dijo Juan.

— Estuvimos esperando mucho— Ari dijo.

— Pero si fin llegaste— El Mariana sonrió.

— Ay, neta que los extrañé un chingo— Quackity les sonrió— Me alegré un chingo con la carta que me enviaron diciendo que los habían exonerado del calabozo y volvieron a ser sirvientes en el castillo—

— Sirvientes menores, del más bajo nivel, resignados a nada más barrer y fregar— Juan dijo— Nunca creí extrañar tanto a los caballos—

— O extrañar tanto ser la jefa de mucamas— Ari asintió y después Mariana se echó a llorar.

— ¡Extraño estar en la cocina, mien!— Sollozó el más alto de los cuatro— Ni un mísero taco de sal me dejan preparar—

Ari levantó una ceja al verlo y Juan solo le dio palmaditas en la espalda para consolarlo.

— Eh... ¿Por qué no mejor nos nuestras todo lo que descubriste en tus aventuras, Quackity?— Preguntó la chica y Quackity sonrió.

— Oh, estoy muy emocionado por mostrarles todo. ¡A la biblioteca!— Quackity gritó y los cuatro empezaron a correr bastante emocionados.

Al llegar a la biblioteca, Quackity abrió las puertas de golpe y los cuatro híbridos ingresaron al lugar. El pato se apresuró a correr a la mesa para quitar todos los libros.

— ¡Cuéntanos todo!— Ari dijo, bastante intrigada.

Quackity dio varios saltos de emoción mientras abría la mochila que colgaba de su hombro. De ahí sacó un enorme pergamino que estampó en la mesa.

— Dama y caballeros, les presento Las Nevadas— Quackity dijo extendiendo el pergamino, enseñando que en realidad era un enorme mapa donde había dibujado una gran isla.

— Órale... ¿Y qué vergas es eso?— Preguntó Juan.

— Es una isla que descubrimos hace como cinco meses— El pato empezó a explicar— Luzu me dejó nombrarla, así que le puse Las Nevadas—

— ¿Y por qué ese nombre?— Preguntó el Mariana.

— Porque es una isla llena de nieve, es como si siempre nevara ahí— Quackity sonrió— Así que se me ocurrió ese nombre. Además me aseguré de que no hubiera civilización ahí, está casi vacía, ni siquiera tiene animales, pura vegetación—

— Espera, ¿Cómo que casi vacía?— Preguntó Ari y Quackity volvió a reír de emoción.

— Esa es la mejor parte— Quackity habló, abriendo su mochila de nuevo— ¡Vean está chingoneria!—

Quackity dijo tras sacar un enorme matraz de cristal con un corcho. El contenido de aquel matraz era una sustancia viscosa de color verde chillón.

— ¿Qué es eso? ¿Moco de King Kong?— Preguntó Mariana.

— Solo esperen— Quackity dijo tras agitar el matraz de arriba a abajo un par de veces.

Los tres híbridos de gato observaron el matraz atentamente durante varios segundos hasta que finalmente un par de ojos y una boca aparecieron.

— ¡Hola!—

Aquella cosa viscosa habló y asustó a los tres gatos quienes gritaron y saltaron.

— ¡Puta madre! ¿¡Qué chingados es esa mierda!?— Gritó Juan después de saltar a brazos de Mariana.

— Muchachos, esto es Slime... O Charlie, como le gusta que le llamen— Quackity dijo con emoción— Es una sustancia rara viviente, ¿No es así?—

— Así es— Dijo el slime sonriente.

— Cuando llegamos a Las Nevadas descubrimos que la isla estaba repleta de este slime por todo el territorio. Nos metió un pinche sustote cuando nos dimos cuenta de que era un ser vivo, parlante y capas de pensar— El pato siguió explicando mientras el slime parpadeaba— Y cuando decidí tomar una muestra para investigar, este trozo de slime también cobró vida—

— Soy muy raro— El slime dijo mientras sus ojos y boca se hundían hasta el fondo del matraz.

— Al parecer si tomas un fragmento del slime dicho fragmento también cobra vida y obtiene su propia conciencia como ser independiente— Quackity sonrió orgulloso de haber descubierto eso.

— Hay que quemar España— El slime susurró.

— Eh... Que chido que descubrieras especies nuevas, Quackity— Dijo el Mariana tratando de ignorar la rareza del slime y soltando a Juan para dejarlo caer al suelo.

— Pero nosotros también tenemos noticias para ti— Juan habló desde el suelo.

— ¿Qué? ¿En serio?— Quackity preguntó y los tres gatos asintieron— ¿Y qué es?—

— Pues verás— Ari empezó a hablar— Hace unos cuatro días, llegó otra una carta de Luzu, en la carta él pedía que nosotros tuviéramos un cambio de empleo—

— ¿Cambio de empleo?—

— Exacto— Juan asintió— Ya no somos sirvientes—

Los tres híbridos de gato sonrieron y chasquearon sus dedos de ambas manos y rápidamente sus vestimentas cambiaron, pasaron de esos pantalones negros y camisas blancas amarillentas a algo más elegante.

Ari vestía un vestido largo de color rojo, sin mangas y con unos guantes de tono escarlata. Juan y Mariana usaban trajes con pantalones, chaleco y una corbata de moño, Juan usaba ropa azul celeste y el Mariana usaba amarillo.

— ¡Somos tu séquito!— Gritaron los tres y Quackity sonrió bastante.

— ¿Qué es eso?— Preguntó el alado.

— ¿No sabes lo que es un séquito?—

— Nombre, pues sí— Quackity asintió varias veces— Un séquito es... Este... ¿Qué les iba a decir?... Pues es... ¿Un séquito?... Ah eso es... No sé que es un séquito—

— Un séquito es un grupo de seguidores— Mariana empezó a explicar.

— Algo así como tus asistentes o acompañantes— Ari asintió.

— Así que aquí estaremos para lo que necesites— Juan sonrió bastante.

— Es muy amable de su cuenta, pero yo realmente no necesito un séquito— Quackity dijo— Estoy completamente bien—

— Mentira— El slime habló.

— ¡Cállate Charlie!— Quackity gritó.

— Quackity de Karmaland tiene miedo de no adaptarse al reino— Charlie dijo mientras sus ojos y boca flotaban por el matraz— Es de lo que se ha quejado las últimas dos semanas—

— Pinche chismoso— El pato se quejó.

— Ay Quackity, pero si aquí todos te van a recibir bien— Ari habló.

— No digo que no, pero no me esperaba ser una celebridad, o sea sí soy un héroe nombrado por el rey, pero la reacción de la gente es exagerada...— Quackity se explicó— No sé si realmente este hecho para ser así de famoso—

— Nadie nace para ser famoso— Juan dijo— Adaptarte es difícil, pero jamás imposible y menos para ti, Quackity—

— Ya te ganaste la confianza del rey— El Mariana opinó— Con eso ya tienes un buen camino, mien—

— Ya venciste a un brujo oscuro que amenazaba con destruir el reino y de paso también venciste a sus cómplices, o sea nosotros— La chica sonrió.

— ¿Y creen que haberme puesto bien bélico servirá para adaptarme al reino?— Preguntó Quackity, levantando una ceja.

— No— Los tres gatos respondieron con una sonrisa.

Quackity gruñó y se apoyó en la mesa.

— Creo... Creo que iré a descansar— Quackity dijo y empezó a guardar el mapa y al slime en su mochila.

— Quackity, ¿Estás bien?— Preguntó Ari en tono suave.

— Sí, sí, estoy bien... Solo iré a dormir un rato y... No sé, ver el atardecer—

Quackity dio media vuelta y empezó a caminar lentamente fuera de la biblioteca, con la cabeza gacha y las alas comprimidas en su cuerpo.

— ¿Deberíamos ir con él?— Preguntó Juan.

— No— Ari negó al verlo irse— Dejémoslo descansar un poco—

— Yo tengo una idea para hacerlo sentir mejor cuando quiera dejar de descansar— Mariana sonrió.

— Esa sonrisa me gusta— Ari dijo.

Los tres sonrieron y empezaron a salir de la biblioteca. Y mientras aquellos gatos se iban, Quackity por otro lado caminó decaído hasta llegar a la habitación en la que se quedó la primera vez que pisó el reino.

En cuánto cerró la puerta, observó algo en el tocador. Quackity sonrió bastante al ver su pequeño pato de cristal, completamente limpio.

Quackity había dejado ahí a aquel patito de cristal cuando se fueron al viaje, quería mantener ese recuerdo, y ciertamente aún estaba reconstruyendo su confianza en su tía, así que dejó el pato al cuidado de la gente del castillo.

— Anda, nunca vi al pinche pato tan limpio— Quackity dijo, tomando la figura artesanal.

El pato se acomodó al sentarse en el pequeño banco frente al tocador, volvió a sacar el matraz con el slime dentro.

— Mira Charlie, este pato fue un regalo de mi madre— Quackity explicó, dejando la figura de cristal frente al matraz.

— Es muy lindo...— Charlie respondió, viendo el pato con un solo ojo— Aunque mi otro ojo está viendo a la pared y es confuso de comprender—

Quackity soltó una risa antes de tomar el matraz y sacudirlo un poco, haciendo que los ojos vieran a la misma dirección.

— Así esta mucho mejor— El slime parpadeó un par de veces— Vaya, luce como una reliquia familiar—

— Sí, supongo que lo es— Quackity dijo y observó a la figura de cristal con una sonrisa nostálgica en el rostro.

— ¿La extrañas mucho?— Preguntó el slime.

— Cada día— Quackity respondió en voz baja— Si ella estuviera aquí estoy seguro de me ayudaría a saber cómo guiarme en el reino... Yo me preparé para volver al reino siendo la pareja del príncipe heredero, ser un héroe local, pero no me esperaba ser la gran estrella de Karmaland, todo me está abrumando—

Quackity dejó caer su cara en la superficie del tocador. Respirando profundamente, lo último que quería era que su ansiedad lo hiciera explotar el primer día de vuelta al reino.

Alzó un poco la cabeza, con sus ojos húmedos miró a Charlie.

— Desearía tanto que ella estuviera aquí...— Quackity susurró.

Afuera de la ventana del cuarto de Quackity, en la enredadera que crecía desde el suelo, tenía varios capullos en las ramas. Pero un capullo en específico empezó a moverse bastante y tras unos segundos empezó a abrirse, una bella rosa azul cielo estaba floreciendo a una velocidad impresionante y al abrirse por completo un pétalo cayó.

El pétalo empezó a revolotear por el aire, empezando a brillar bastante mientras se alejaba en el cielo.

Luzu caminó hasta una sala de reuniones en el castillo, en la cual sabía que estaría su padre y abrió las puertas.

— ¿Papá?— Luzu preguntó y rápidamente fue atrapado por dos regordetes brazos que lo atrajeron a un abrazo reconfortante.

— ¡Borja! ¡Hijo mío!— El rey Mauro dijo con mucha emoción en la voz— ¡Qué alegría tenerte de vuelta!—

— Yo también estoy feliz de estar aquí, papá— Luzu sonrió, liberándose del asfixiante abrazo.

— Quiero que me cuentes todo sobre tu viaje— El rey dijo animadamente.

— Con gusto lo haría, pero Akira me ha contado que querías hablar de algo conmigo— Luzu habló y el rey pareció recordar eso por encima de su emoción.

— Es verdad, es un tema serio, debe ser tratado en privado— El rey exclamó y Luzu tomó eso como una señal para cerrar la puerta.

En cuánto el príncipe intentó cerrar, la puerta fue empujada y Akira entró tranquilamente a la sala ante la mirada confusa de Luzu.

— Papá, Akira entró— Luzu avisó.

— Ya lo sé, ¡Oh! Olvidé decírtelo— El rey dijo— En su ausencia, el castillo quedó sin una gran figura de autoridad además de mí, entonces vi a Akira, manteniendo el orden entre los trabajadores y decidí nombrarla la consejera real, tomando en cuenta también que Samuel renunció a ese puesto—

Luzu abrió bastante los ojos al oírle.

— Así que ella ahora es la cabeza en jefe de todos los trabajadores del castillo— El rey sonrió bastante— Akira es la persona más importante en este castillo, solamente después de mí y por supuesto tú—

— ¿Algo que decir, Luzu?— Akira preguntó, alzando una ceja mientras veía al chico.

— Sí, felicidades por tú acenso— Luzu me sonrió bastante.

— Gracias— Akira también sonrió.

— Bueno, una vez que aclaramos todo, es necesario hablar del tema por el cual te pedí venir directamente aquí— El rey indicó mientras los tres caminaban a una mesa redonda— Akira, ¿Serías tan amable de decirle a Borja sobre la carta?—

— Por supuesto señor— Akira dijo, mostrándole a Luzu una carta— Hace unos tres meses recibimos una carta de las islas Mauki—

— ¿Quién la envió?— Luzu preguntó.

— El mismísimo rey Malakai— El rey respondió— Ese engreído...—

Luzu miraron al rey quejarse y luego se miraron el uno al otro de reojo.

— Sí— Akira se aclaró la garganta— El rey Malakai está muy interesado en ampliar sus relaciones internacionales con Karmaland, está ofreciendo enviarnos sus mejores barcos pesqueros a cambio de que nosotros enviemos parte de nuestras fuerzas armadas—

— No me parece un trato del todo justo— Luzu opinó.

— Es lo que yo dije, iba a negarme, pero Akira me dijo que debíamos negociar— El rey habló— Envié una respuesta diciéndole justamente eso, pidiéndole negociar, no creerás lo que dijo ese enorme cretino—

— ¿Qué dijo?—

— Él quiere una visita a su reino para negociar la propuesta— Dijo Akira.

— ¿Irás a las islas Mauki, papá?— Preguntó Luzu.

— Malakai no me quiere ahí— El rey suspiró y miró a su hijo— Él te quiere a ti—

— ¿Qué? ¿A mí? ¿Pero por qué?— Luzu pregunta.

— Tu pequeña hazaña del año pasado llegó muy lejos en poco tiempo— La rubia dijo.

— ¿Mi hazaña? Pero si fue Quackity...—

— No hablamos del asunto del oso, Borja— El rey comentó— Tu persuasión nos consiguió buenos tratos con Venture, y tu rápido pensamiento nos consiguió una alianza con Venture y Tortillaland—

— Muchos reinos se impresionaron que un príncipe tan joven haya logrado conseguir esos logros diplomáticos— Akira sonrió— Eres un buen príncipe, muy inteligente y claramente persuasivo en casos formales, el rey Malakai te quiere ver porque te precede una fama—

Luzu abrió la boca, pero no salió ninguna palabra.

— No tenía idea de que un simple trato me iba a traer todo eso— Luzu respondió, sintiéndose algo abrumado.

— Esto iba a ocurrir tarde o temprano, Borja— El rey sonrió— Eres el príncipe heredero, cuando yo me vaya de este mundo, serás el rey, tendrás a todo el reino bajo tu mando. Que otros reinos te vean como un joven inteligente y capaz, te tendrán confianza para no intentar nada una vez que ocurra el cambio de corona—

Luzu hizo una mueca. El jodido cambio de corona, ese lapso de tiempo entre el funeral de los reyes soberanos y la coronación de su sucesor se consideraba el momento más indefenso de los reinos, esto debido a que su regente no está para proteger correctamente sus dominios y era fácil invadir y conquistar.

— Además, por muy mal que el tarado de Malakai me caiga, tener a Mauki de nuestro lado es positivo, en caso de guerra...— El rey intentó hablar.

— ¡Sin guerras!— Luzu lo interrumpió— Así que ni se te ocurra empezar otra—

El rey escuchó eso y suspiró.

— Un buen rey no empieza las guerras, sin embargo está preparado para luchar en una— El rey dijo con seriedad.

— ¿Entonces quieres que yo vaya?— Preguntó Luzu.

— Nada me gustaría más que salvarte del disgusto de tratar con Malakai, pero él solo quiere hablar contigo— El rey dijo con resignación. Luzu se pasó las manos por el rostro.

— Pero, acabó de regresar hoy— El príncipe dijo.

— Para tu suerte, no tienes que marcharte tan pronto— El rey sonrió más animado— La reina Féliti fue tan amable como para anexar algo más a la carta de su inepto esposo. Ella dice que su oferta estará abierta durante seis meses, si no obtienen respuesta pasado ese tiempo, consideraran que rechazamos su propuesta, así que en cuando te sientas listo para viajar, enviaremos una carta para que esperen tu llegada—

Luzu asimiló toda esa historia en su cabeza, asintiendo un poco y después miró a Akira, quien le sonreía.

— Bien, iré, pero antes descansaré— Luzu respondió.

— Espléndido, ese es mi hijo— El rey sonrió mucho más.

— Aunque, aún me queda la duda, ¿Para qué necesitan fuerzas armadas?— Luzu frunció el ceño— ¿Acaso las islas Mauki están en conflicto con algún otro reino?—

— No que nosotros sepamos— Akira respondió.

— Bueno, a riesgo de no estar en lo correcto...— El rey comenzó a hablar— La cercanía de las islas con el foso monstruoso podría ser un factor para pedir ayuda—

— ¿Tan grave podría ser una amenaza marina?— Pregunta la rubia.

— Las criaturas de las profundidades del foso son tan desconocidas como peligrosas. Puede que ahí exista un monstruo marino que represente un riesgo tan grande como para hacerlos pedir ayuda al extranjero— El rey dijo con voz grave y es que dice la verdad.

Nadie sabe lo que habita en las aguas turbias del foso monstruoso...

A muchos, muchos, en serio muchos, ¿Ya dije que son muchos kilómetros lejos de Karmaland? En las aguas cercanas a las islas Mauki, estaba el basto océano azul.

En el medio del agua, había una pequeña barca que se movía mientras un joven adolescente remaba lentamente.

— ¿Estás seguro de que es buena idea alejarnos tanto de la orilla, papá?— Preguntó el joven chico.

— Por supuesto, tu abuelo me traía aquí todo el tiempo y nada nunca paso— El adulto dijo.

— Mi abuelo, el abuelo sin pierna porque un hombre pez se la comió— Dijo el adolescente.

— Todos tenemos un mal día— El hombre se encogió en hombros— Detente, está es una buena zona—

El chico dejo salir un suspiro de alivio al por fin descansar sus brazos mientras que el adulto sacó dos cañas de pescar que tuvo guardadas en el suelo del bote.

— Y ahora, a pescar— El hombre dijo, tirando su anzuelo al agua, poco después fue imitado por su hijo.

Así se quedaron un rato.

— ¿En cuánto tiempo van a morder los peces?— Pregunta el adolescente.

— No lo sé, eso es lo emocionante de la pesca, puedes pasar horas buscando peces, ¿No es eso divertido?—

— Sí, mucho— Respondió el chico de forma sarcástica.

El adolescente frunció el ceño y se quedó sentado, esperando a que algo mínimamente interesante ocurriera, sin embargo el universo estaba en su contra, ya que el agua estaba demasiado tranquila.

— ¡Ajá! Tengo uno— El adulto sacó su caña con un pescado pegado al anzuelo— ¿Lo ves hijo? Con paciencia todo se logra—

— Vaya, que emoción— El adolescente uso más sarcasmo en su hablar.

Entonces, el chico sintió que algo tiraba de su caña y por primera vez en el día, se emocionó.

— ¡Tengo uno!— El chico gritó y empezó a tratar de subir el anzuelo, sin embargo no podía.

— Vaya, creo que es uno grande— El adulto dijo.

— Demasiado grande— El chico se quejó tratando de subir la caña, pero le era imposible— Un poco de ayuda no vendría mal—

— Por supuesto, deja que tu viejo se encargue de esto— El hombre se arremangó las mangas y tomó la caña, empezando a jalar.

Entre ambos ejercían fuerza para lograr sacar la captura que tenía la caña, pero sea lo que la estuviera tomando el otro extremo, era demasiado fuerte.

El chico se inclinó hacia adelante y distinguió algo en la cristalina agua. Un rostro se logró formar bajo el agua, un rostro aterrador, blanco como la nieve, con forma humana, pero al mismo tiempo no.

Tenía un par de ojos completamente verdes, con la pupila larga como una rendija. Las fosas nasales eran alargadas y encima de la nariz tenía un camino de escamas que reflejaban la luz.

— ¡Monstruo marino!— Gritó el adolescente soltando su caña y retrocediendo tanto como podía.

El adulto ya no pudo más y soltó la caña, la cual se hundió por completo al ser jalada por la bestia marina.

— ¡Vámonos de aquí!— El chico se había apresurado a tomar uno de los remos, pero sintió que algo más lo jalaba y al ver al agua ahí estaba de nuevo ese rostro.

El chico estaba listo para forcejear, pero el remo fue jalado por completo y el chico perdió el equilibrio, cayendo al agua.

— ¡Liam!— El adulto gritó al ver que su hijo caía dentro del océano y no salía.

Dentro del agua, el joven Liam sostenía con fuerza el remo mientras era arrastrado al agua. Cuando el joven pudo abrir los ojos observó a la criatura que lo llevaba al agua.

De su cintura hacia arriba era un torso humano, con la diferencia de que era completamente blanco. Sus manos tenían garras filosas y sus dedos eran unidos por membranas blancas, además de que tenía cabello, una larga cabellera negra como la noche que se arremolinaba alrededor de su rostro.

Pero la característica más monstruosa era la larga cola que conformaba el resto de su cuerpo, una larga cola de serpiente con varios anillos blancos y negros que medía cerca de tres metros de largo.

La criatura gruñó, mostrando dientes filosos y listos para desgarrar carne.

El adolescente gritó y trató de escapar, pero le era imposible, ya que al estar presa del pánico y a una profundidad considerable, no sabía cómo salir a flote. El joven sentía como iba perdiendo el aire poco a poco, pero entonces sintió que algo se enredaba fuertemente en su pecho y después fue jalado, pero contrario a lo que pensaba, iba camino a la superficie.

Afuera, en el barco, el adulto intentaba buscar a su hijo, pensando si saltar o no. Pero antes de tomar cualquier acción, Liam fue lanzado desde dentro del agua y aterrizó en el bote.

— ¡Hijo!— El hombre se agachó y tomó a su hijo entre sus brazos— ¿Estás bien? ¿Esa cosa te hizo daño?—

El joven tosió varias veces para escupir agua y después miró a su padre para después ver al agua.

— Estoy bien...— Respondió el joven sin despegar su vista del agua.

En el fondo marino, aquella larga serpiente humanoide se movía con rapidez, sosteniendo la caña y el remo, se movía con agilidad hasta dirigirse a varias estructuras rocosas que se extendían del fondo varios metros arriba.

Se movió rápidamente entre todas esas estructuras hasta que fijo su vista en una sola estructura, la más ancha de todas. Nadó hasta una roca redonda y se detuvo ahí, luego miró hacía todos lados, asegurándose de estar solo.

Cuando supo que estaba libre, comenzó a empujar la roca, moviéndola con fuerza hacia un lado, dejando al descubierto una entrada a aquella estructura y al final entró a ese lugar.

Dentro, se notaba que el interior era hueco y poseía varias figuras rocosas que formaban repisas, las cuales estaban llenas de diversos artículos provenientes del mundo terrestre, desde cosas tan simples como botones, rodetes de hilo y cubiertos, hasta enciclopedias, retratos y joyería fina.

Era como un museo.

El chico serpiente empezó a moverse por el interior. Su primer paso fue dejar el remo apoyado en una roca que sobresalía del centro, después se movió hacia arriba, colocando la caña en el agujero que tenía una pared de la estructura, tomó el hilo que sostenía el anzuelo y lo acomodó para no dejarlo tan bajo, cuando estuvo satisfecho se movió y tomó una pintura de unas frutas tropicales sobre una mesa y lo colgó del anzuelo.

Sonrió al ver el resultado y después se movió hacia abajo, tomando nuevamente el remo, lo observó un poco y levantó una garra con la cual empezó a rasgar varias partes de la madera. Miró con concentración al remo y finalmente acabó, había dibujado una cara enojada sobre la madera.

Se movió de nueva cuenta a una orilla y clavó el remo en la arena, junto a aquel remo, había otros más, varios remos con diferentes caras, feliz, triste, dormido, entre otras más.

— Perfecto— Se felicitó a sí mismo para después admirar un poco más su colección y así fue como terminó por salir de ese lugar, volviendo a empujar la roca para sellar la entrada.

Aunque al estar ahí, acomodando su puerta improvisada, sintió que algo lo estaba mirando a la lejanía, miró de izquierda a derecha y hacia atrás, pero no había nadie cerca.

Se quedó quieto unos segundos y entonces se giró justo cuando un tritón quiso atraparlo. El chico serpiente fue más rápido y tomó a ese tritón para empujarlo al suelo, enterrando su rostro en la arena.

Otro tritón se acercaba por detrás, pero el chico serpiente uso su cola para tomar a aquel otro intruso por el cuello, apretando su garganta.

Ambos tritones se quejaban hasta que el segundo tritón golpeó la cola del chico serpiente con la palma de su mano tres veces, entonces el chico serpiente lo soltó.

— Me estaban asfixiando, boludo— Se quejó el tritón, que más tritón, era un híbrido de tiburón, igual que su otro amigo.

— Eso les pasa por querer tomarme por sorpresa, Carre— Dijo el chico serpiente, soltando también al otro tiburón del suelo, el cual se levantó a toser arena.

— Al menos no me empanizaste la cara como a él— Carre se burló.

— ¡Amigo, me estaba dejando la nariz plana!— Se quejó el otro.

— Ya Spreen, deja de llorar— El chico serpiente dijo.

— Sos un salvaje, Azuran— Spreen dijo.

El mencionado solo puso los ojos en blanco.

— ¿Y qué demonios hacen aquí? ¿Solo vinieron a tratar de asustarme?— Preguntó Azuran, cruzándose de brazos.

— A qué no sabes que vimos, boludo— Carre dijo, nadando al revés.

— ¿Qué?—

— Un cardumen de salmón salado cerca de la costa— Spreen dijo y Azuran abrió la boca.

— ¿Tan pronto este año?— Azuran cuestionó.

— Las rayas dicen que un barco las asustó hace noches y vinieron nadando acá— Carre sonrió.

— ¿Tenés hambre, sirenito?— Spreen alzó las cejas.

— Andando, nada me alejará de una cena— Azuran dijo y empezó a nadar— ¡El último debe besar una medusa!—

— ¡Espera, boludo!— Carre dijo empezando a nadar con rapidez.

— ¡Eh par de chupa pija, no me dejen acá!— Gritó Spreen.

Y los tres empezaron a nadar con velocidad perdiéndose en el mar.

Continuará...

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