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Comidas Familiares

Estᥲ ᥒoᥴhᥱ ᥱstᥲrᥱ́ ᥲqᥙί
Es mι ρᥲsιóᥒ, qᥙᥱ ᥲᥣᥱgrίᥲ
Pᥙᥱs ᥱs ᥣᥲ mᥙ́sιᥴᥲ ᥱs ᥣᥲ ᥣᥱᥒgᥙᥲ ყ ᥱᥣ mᥙᥒdo ᥱs mι fᥲmιᥣιᥲ

Quackity mantenía la vista fija en el techo, teniendo sus extremidades y alas extendidas en toda la cama.

— Te ves tan desanimado— Dijo Slime.

— ¿Tú crees? Fíjate que ni me di cuenta— Quackity respondió con sarcasmo.

— Entonces me alegra hacértelo saber— Charlie sonrió y Quackity gruñó bajo.

— ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?— Quackity se quejó, con una mezcla de tristeza y frustración en su voz— No sé cómo explicarlo, Charlie. Siento como si no encajara aquí, como si todo hubiera cambiado mientras estábamos fuera—

Quackity se sentó en la cama.

— Antes de que me convirtiera en humano, era solo un híbrido, un pato más en mi aldea. Pero ahora soy alguien importante, un héroe del reino y, además, el novio del príncipe heredero, todo esto... Es abrumador—

Charlie asintió lentamente, su forma gelatinosa vibrando con empatía desde el matraz.

— Comprendo que llegues a sentirte así, Quackity de Karmaland. Has pasado por muchas cosas— El slime siguió hablando— Pero recuerda que no eres solo un título o una figura pública. Eres un ser único con tus propias cualidades y experiencias—

Quackity bajó la cabeza, jugueteando con de sus plumas que había caído de sus alas y sintiendo una oleada de nostalgia recorrerlo.

— ¿Te puedo confesar algo?— Preguntó el híbrido.

— Lo que tú quieras— Charlie respondió.

— A veces extraño ser solo un híbrido más, sin todas estas responsabilidades y expectativas— Quackity se sinceró— Extraño sumergirme libremente en el agua sin preocupaciones. Pero también sé que hice lo correcto al luchar por mis ideales y sobre todo, proteger a quienes amo—

Los ojos flotantes de Charlie se enfocaron plenamente en Quackity.

— La vida está llena de cambios, Quackity de Karmaland. A veces nos llevan por caminos desconocidos y nos hacen enfrentar nuevos desafíos— El slime sonrió— Pero eso no significa que debas perder tu esencia. Tal vez te conozco desde hace poco, pero ya sé que eres un híbrido valiente y amado por muchos—

— Tal vez ese amor es demasiado— Quackity se recargó en la cabecera de la cama— La forma en que me recibieron hoy fue tan exagerada, no creo soportar esa atención, quería ser un héroe, pero no tenía idea de la reacción—

— ¿Te preocupa cargar tanto peso?—

— Ser el héroe favorito del reino, ser pareja del príncipe, sé que el reino acepta a los híbridos en el pueblo, ¿Pero qué tal si no están del todo de acuerdo con un híbrido en la familia real?— Quackity volvió a quejarse— Solo no quiero defraudar a nadie... Mucho menos a Luzu—

Charlie solo se dedicó a ver como Quackity sufría en su propia pena, pero su ojo viajero captó algo en la ventana.

— Eh, Quackity de Karmaland, hay algo entrando por tu ventana— Charlie le indicó.

— ¿Qué?— Preguntó el pato al mirar a su ventana.

En la ventana, había una pequeña esfera de luz color azul celeste flotando y entrando a su cuarto.

— ¿Qué es eso?— Preguntó Quackity mientras bajaba de la cama y miraba la esfera.

La esfera de luz se detuvo y Quackity la miró expectante hasta que la luz empezó a crecer más y más además de obtener poco a poco una rara forma humanoide.

Quackity se puso de pie y se acercaba a la pared, manteniendo la guardia alta al ver como una figura humana se formaba frente a él.

En segundos, la esfera estallo como una burbuja y la figura de una chica vistiendo un enorme vestido azul se hizo presente, asustando a Quackity quien de un salto aterrizó en la mesa de noche.

La chica soltó un grito y cayó de bruces al suelo, enredándose con su propia falda.

— Pinche vestido pendejo— La chica se quejó mientras intentaba levantarse a la par que peleaba con el tul de su vestido ampón.

— ¿Quién chingados eres?— Quackity preguntó, arrepintiéndose de dejar su espada en el otro lado del cuarto.

Aunque también pudo notar un par de alas casi transparentes en la espalda de la chica.

— ¿Qué? Ah sí, espérame tantito wey—

La chica finalmente pudo levantarse y pasó las manos por el vestido para limpiarse la suciedad y después le sonrió.

— Yo soy Rivers, tu nueva hada madrina— La chica de cabello claro sonrió mirando a Quackity.

— ¿Hada madrina?— Preguntó el alado.

— Las hadas madrinas son hadas de alto rango— Charlie empezó a explicar— A una hada madrina se le asigna un ahijado para ayudarle con lo que necesite—

— Sí sé lo que es un hada madrina, Charlie— Quackity respondió con molestia— Lo que no entiendo es porque yo tengo una. Creí que las hadas madrinas son solo para los ricos y privilegiados... Debe haber un error—

— ¿A poco si, Tilín?— Rivers habló.

— ¿Qué?—

— Déjame explicarte— Rivers aleteó un poco para elevarse y acercarse a Quackity, aunque Quackity vio como Rivers iba encogiéndose mientras se le acercaba.

El hada hizo aparecer una delgada varita de color azul claro y con un movimiento de mano, se apareció un pergamino, después ella se aclaró la garganta.

— En nombre de Danna Alquati, reina de las hadas, se ordena que el joven Alex Quackity, héroe de Karmaland, se le sea asignada una hada madrina— Rivers leyó el pergamino— Su nuevo estatus como héroe le permite el privilegio de ser ahijado de una de nuestro gran catálogo de hadas madrinas y es por eso que hada dada, no... Hada maga... Helada... ¿Cómo?... Muerto el perro se llama... Se muerta... ¿Qué?... Muerto el perro se acaba árbol torcido—

Quackity solamente observó al hada, levantando una ceja al ver como Rivers batallaba para leer.

— ¡Ah ya!— Rivers sonrió— Es por eso que el hada asignada es la recién ascendida Rivers—

Rivers volvió a su tamaño normal y ahí Quackity notó que eran casi de la misma estatura.

— Así que te chingas porque yo soy tu hada madrina—

— No— Quackity frunció el ceño.

— ¿Cómo que no, mojón?— Rivers se cruzó de brazos.

— Agradezco el detalle de la reina de las hadas— Quackity empezó a hablar mientras bajaba de la mesita de noche— Pero un hada madrina es demasiado, o sea, primero el recibimiento al reino y ahora esto... Es demasiado—

— Veo que andas bien estresado— El hada habló— ¿Y nomas por ser famosillo?—

— Yo quería convertirme en un héroe y tener cientos de aventuras, pero no creí que la presión sería tan abrumadora—

Mientras que Quackity seguía con su crisis existencial, Rivers lo observaba con atención hasta que el hada sonrió.

— Ya sé cuál es tu problema wey— Rivers dijo llamándole la atención— Tú eres popular, pero no te sientes popular—

— ¿Popular?—

— Exacto, eres el ser más famoso en Karmaland ahora mismo, pero tú todavía no sientes a la altura de ese título— Rivers comenzó a explicar.

— Ella tiene un punto— Comentó el slime.

— ¿Y qué se supone que haga?— Preguntó Quackity— Nadie me enseñó cómo ser popular—

— Pues estas de mucha suerte, Quackity— Rivers comenzó a hablar— Como soy tu hada madrina te ayudaré con todo este nuevo proceso. Haremos que el Quackity normal se sienta el Quackity popular—

— Realmente no tienes que hacer eso— Quackity dijo.

— Lo sé— El hada lo detuvo— Eso es lo que me hace ser tan linda—

Al oír ese comentario, Quackity levantó una ceja y Charlie hizo una mueca de confusión.

— ¿De dónde vino ese sonido de piano?— Charlie cuestionó.

Si alguien no es lindo, tan lindo como yo— Rivers ignoró por completo a Charlie y se paró junto a Quackity para cantar— Y ya en serio no hay nadie tan linda como yo. Mi corazón se puede conmover—

— ¿En qué me metí?— Quackity preguntó en un susurro.

Si le urge su transformación, encuentra en mí su salvación— Rivers empujó a Quackity para que el híbrido se sentará en la cama— ¡Yo sé! Yo sé, lo que se puede hacer—

Quackity solo miraba expectante a cada movimiento de Rivers.

Y yo te haré el favor...— El hada tomó el gorro de Quackity y se lo quitó rápidamente, pero entonces ella observó la explosión de cabello enmarañado, enredado y sin peinar en la cabeza de Quackity.

— Creí que eras calvo— El slime dijo.

— No es como que estando en un barco me pueda cuidar el cabello— Quackity se defendió.

No importa que tu caso sea el peor— Rivers optó por volver a ignorar lo que los otros dos decían y volvió a cantar en un tono armonioso— Tranquilo, hay remedio para ti. Confía en mí—

— Bien, lo haré— Quackity finalmente aceptó.

Y tú serás muy, muy, muy...— Rivers había avanzado con gracia hasta estar frente al gran espejo del tocador, quedándose quieta como si esperara algo, lo cual solo se confirmó cuando chasqueo los dedos llamando la atención de Quackity para que se acercara a ella— Popular

— Popular— Quackity repitió.

— Tú vas a ser popular— El hada siguió cantando mientras se miraba a su reflejo junto a Quackity— Porque te diré en que plan tratar a tu galán. Como y cuál berrinche hacer—

El hada sonrió bastante y dio varios aplausos para después tomar a Quackity de los brazos para sentarlo frente al tocador.

Sabrás que ropita usar, como coquetear. Lo que lograrás tener por ser popular— Rivers movió su varita, dejando caer brillante polvillo de hadas sobre los cepillos y peines, causando que los objetos flotaran hacia Quackity.

Te ayudo a ser popular— Mientras Rivers cantaba, los cepillos empezaron a cepillar el cabello de Quackity— Sabrás con quién si salir, cuando hay que mentir, como nunca decepcionar—

Al ver que uno de los peines se atoraba en el cabello de Quackity, Rivers se acercó para tratar de zafarlo, pero al jalarlo este se rompió y el hada quedó con el mango en su mano derecha.

Anda pues, contigo hay mucho que trabajar— La rubia canturreo y tiró el mango del cepillo al suelo.

Quackity solamente suspiró sabiendo que estaba en un aprieto gracias a su cabello.

Te quitaré lo feo y lo patético. Haz de cuenta que te doy laxante estético— Rivers dio una vuelta y su tamaño volvió a encogerse para revolotear alrededor de la cabeza de Quackity— Por ser mi ahijado te prometo hacer príncipe a la rana, a mí nadie me gana porque hago todo popular, sé cómo ser popular—

Rivers apuntó con su varita a Quackity y una oleada de polvo de hadas impactó la cara del pato. Aquel polvo hizo que el cabello de Quackity se desenredaba y alaciaba, dejando ver la verdadera longitud de su cabello, tan largo que caía hasta la mitad de su espalda.

— ¿Cómo escondía todo eso en el gorro?— Preguntó Charlie sorprendido.

Conmigo tú vas a ver, dejarás de ser, lo más insulto que hubo aquí— En un rápido movimiento se encogió de tamaño nuevamente para mirar a Quackity— Ay, y nada va a impedirme que lo haga para ti, ¡Sí!—

El hada bajó rápidamente para pararse sobre la mesa del tocador.

Laaa, laaa, laaa, laaa— Rivers cantaba mientras daba un par de vueltas, haciendo reír al pato.

Voy a volverte popular— Mientras Rivers seguía cantando, un par de tijeras se elevaron hacia el cabello de Quackity, recortando gran parte del mismo.

En un momento Quackity dejo de ver a Rivers sobre el tocador, al menos hasta que se vio al espejo.

A las tristes criaturitas, tan sin chiste y tan feitas— Rivers había aparecido de golpe detrás de Quackity, sosteniendo un cepillo que comenzó a pasar por las alas del híbrido, tirando plumas, pero haciendo crecer más.

— Les recuerdo lo sucedió, con mu-chos— Rivers continuaba cantando, dejando el cepillo moviéndose solo, después miró el cabello de Quackity, el cual ahora caía con gracia sobre sus hombros, luego tomó uno de los cepillos flotantes para pasarlo por su cabello a cada sílaba que cantaba— Conocidos mandatarios, gente de los noticiaros, ¿Apoco fueron listos? ¡Claro que no!—

Con un movimiento de su mano, Rivers hizo aparecer un listón rojo, el cual uso para amarrar el cabello de Quackity en una pequeña coleta, dejando así ver perfectamente las brillantes plumas detrás de sus orejas.

Es lo popular, sí— El hada hizo que Quackity se viera en el espejo. Con su cabello bien peinado y él sonrió por el resultado— Su imagen es popular

No es cosa de aptitud sino actitud y una gran virtud así— Rivers agitó un poco su varita, dejando caer polvo de hadas sobre el cabello de Quackity, volviéndolo muy brillante— Ser igual de popular a mí

— No mames, te pasaste...— Quackity dijo al seguir viéndose al espejo— Este peinado está bien chingón—

— Lo sé, lo sé— Rivers sonrió— Es un talento natural hacer estas chingonerias, aunque aún no estás listo—

— ¿Aún no?— Quackity preguntó.

— No, debo cambiarte esa horrenda ropa de pirata para hacerte ver presentable—

Rivers hizo que Quackity se pusiera de pie, luego ella se alejó unos metros de él y le apuntó con su varita.

— Traje elegante— Rivers recitó y un brillo azul salió de su varita.

Los rastros de brillo volaron rápidamente en dirección a Quackity, empezando a rodearlo por completo y poco a poco aquellos brillos se impregnaban en la ropa de Quackity. En cuanto los brillos tocaban la tela de la ropa, se expandían, cubriendo la ropa entera.

Cuando la ropa social de Quackity se cubrió completamente por el brillo azul un gran destello ocurrió, haciendo que el pato cerrará sus ojos por la luz incandescente proveniente de su ropa. Al abrir los ojos vio que su ropa era nueva ahora, los zapatos fueron sustituidos por unas botas, el pantalón café fue sustituido por un pantalón de color negro y finalmente su camisa holgada con manchas de comida fue sustituida por una camisa blanca lisa y un impecable saco cola de pato de color azul rey, con detalles dorados intrincados y brillantes en los bordes.

— Antes de que digas algo, falta un último detalle— Rivers caminó hasta la ventana y se asomó hacia afuera, viendo las flores azules que estaban en la enredadera que subía a la ventana de Quackity.

Con un solo toque de la varita de Rivers, una flor azul se desprendió de la planta y comenzó a flotar entrando a la habitación. Quackity observó como los pétalos de la flor empezaron a desprenderse a medida que se acercaba a él.

Lentamente cada uno de los pétalos de la flora fueron directo al cabello de Quackity, acomodándose entre sus cabellos como pequeños accesorios.

— Listo. Véase al espejo jovencito, se ve guapísimo—

Quackity hizo caso y se sentó en el banquito del tocador nuevamente, observando su reflejo en el espejo con los ojos bien abiertos y una sonrisa enorme en sus labios.

— Me veo bien chingón— Comentó Quackity al verse.

— Pues obvio wey, yo lo hice— Rivers sonrió.

— Qué Rivers, ¿Qué hora es?—

— A juzgar por la luz del Sol... Como las 5:30—

Esa respuesta hizo que el gesto de Quackity cambiará radicalmente.

— ¡No mames, la cena!— Quackity se levantó con rapidez del banquito— ¡Tengo que irme!—

Quackity rápidamente corrió fuera del cuarto, dejando al hada sola.

— ¡Gracias!— Gritó desde el pasillo y Rivers voló a asomarse por la puerta.

— ¡De nada! ¡Y recuerda que tu hada madrina se encuentra a un pétalo de distancia!— Rivers le gritó mientras lo veía irse.

El hada sonrió y volvió al tocador, topándose con su reflejo.

— Hola— El hada dijo en tono coqueto al verse en el espejo.

Y te negarás, pero ya verás aunque quieras tú o no— Rivers volvió a contar, en tono suave— Y aunque no lo sepas, tu suerte ya lo deparo—

Rivers aleteo para elevarse algunos metros mientras volvía a encogerse su tamaño.

Laaa, laaa, laaa, laaa— Rivers revoloteó por el cuarto de Quackity mientras un brillo azul cubría su cuerpo— Serás popular, más no, no más popular que yo—

Rivers finalmente volvió a ser una esfera de luz azul y salió por la ventana.

Quackity estuvo corriendo hasta que finalmente se acercó al pasillo que daba entrada al comedor, pero cuando dio vuelta en la esquina, terminó chocando de frente con alguien.

— ¡Perdón!— Quackity se disculpó hasta ver con quien se chocó— Ay Luzu... No te vi—

— Bueno, puedo al menos decir que yo sí te vi— Luzu comentó con algo de diversión mientras se sobaba la zona del pecho en donde Quackity había chocado— Estaba justo yendo a por ti—

Tras esa explicación, Luzu finalmente observó por completo a Quackity, viendo su repentino cambio de vestimenta y peinado.

— Quackity estas... Más hermoso que de costumbre— Luzu dijo, casi hipnotizado por la vista de Quackity y el pato se sonrojó por completo, su cara parecía un literal tomate.

— Gra-Gra-Gracias— Quackity tartamudeó.

— Ven, hay que ir al comedor—

Quackity asintió lentamente, pero antes de poder caminar, Luzu lo tomó del rostro y se acercó a besarlo en los labios.

— Perdón, no podía resistirme a besarte— Luzu dijo mientras que la cara de Quackity se ponía más roja si es que fuera posible.

Quackity en respuesta solamente empezó a balbucear sin decir algo claro y Luzu soltó una pequeña risa.

— Vamos— Luzu le tomó la mano a Quackity y empezó a guiarlo hacia el comedor.

Roier caminaba velozmente hasta que logró llegar al castillo de su familia, aún había escándalos en el pueblo por el repentino terremoto sufrido hace minutos.

El príncipe logró maniobrar entre los trabajadores.

— ¿Alguien sabe donde esta mi padre?— Roier preguntó, pero todos los trabajadores del castillo estaban ocupados en sus tareas— ¿Puede alguien responderme?—

— Está en la sala de pinturas de Missa— Respondió una sirvienta anciana.

— Gracias, Catalina— Roier le sonrió y emprendió camino a la dichosa sala de pinturas de Missa.

¿Qué es la sala de pinturas de Missa? Se estarán preguntando. Pues es una habitación mandada a construir directamente por su padre para poder llenarla de retratos de su preciado primogénito.

Las altas paredes del cuarto estaban forradas por pinturas de Missa en diferentes poses y haciendo muchas (Y muy exageradas) hazañas. Era una habitación dedicada al gran orgullo del rey.

Sabiendo de su destino, el príncipe Roier comenzó a atravesar los largos pasillos del castillo, que estaban adornados con coloridas pinturas y exuberantes plantas tropicales. El aire cálido y húmedo acariciaba su rostro mientras avanzaba, dando la impresión de que el propio castillo estaba vivo y respirando.

A medida que se adentraba en los pasillos, Roier notó la atmósfera inusualmente tranquila. No había ni rastro de los sirvientes o las damas de compañía que solían poblar esos espacios. El silencio parecía envolverlo todo, solo interrumpido por el eco de sus pasos.

Finalmente, Roier llegó a la sala de pinturas de Missa, la puerta de madera con el nombre de su hermano mayor en oro estaba grabado en la madera. El olor a óleo fresco y los pinceles cuidadosamente dispuestos indicaban que dentro el pintor estaba trabajando.

Roier empujó la puerta y se asomó dentro. En el centro de la habitación se encontraba su hermano Missa, de pie en un podio de madera, usando su brillante armadura y apoyado en su espada, delante de él estaba el anciano pintor, centrado en su trabajo, mientras que Missa parecía más estar dormido.

Más allá, estaba su padre, el rey miraba como su primogénito era plasmado en un nuevo retrato.

— ¡Padre!— Roier dijo en una voz más alta de lo que esperaba, el sonido de su voz asustó al pintor y a Missa.

— ¡Dos kilos de champiñones, pero no son para mí, carnal!— Missa gritó al despertar.

— Perdón— Roier dijo y se sonrojó por la vergüenza.

El rey giró lentamente la cabeza hacia su hijo, revelando una mirada distante y cansada. Parecía absorto en sus pensamientos, como si estuviera lejos de allí, tanto física como mentalmente.

— Roier, ¿Qué haces aquí?— Dijo el rey Malakai con indiferencia, como si la presencia de su hijo menor fuera una mera molestia.

— ¿Qué onda Roier?— Missa saludó a medio bostezo.

— Missa, vuelve a tu pose— El rey ordenó y Missa asintió.

— Padre, necesito hablar contigo. Es importante— Expresó Roier, luchando por mantener la calma y la determinación.

El rey Malakai soltó un suspiro pesado y desinteresado.

— Si es otra de tus preocupaciones insignificantes, te sugiero que lo hables con alguien más. Estoy ocupado— Malakai dijo— Missa consiguió su armadura de diamante por fin—

— Y me veo bien perrón— Missa dijo mientras sonreía— Tal vez tú podrías conseguir una, Roier... Si supieras usar una espada, claro—

Roier solo se mordió la lengua para evitar decir algo inapropiado y decidió volver su atención al rey.

— Padre, por favor, escúchame. No es una tontería. Es sobre el terremoto y el bienestar del reino. Necesitamos tomar medidas urgentes— Roier empezó a hablar mientras sacaba su libreta—He estado haciendo una bitácora y...—

El rey Malakai lo miró con fastidio y lo interrumpió bruscamente.

— ¡Basta, Roier!— Con decir eso, Missa y el pintor les miraron de reojo— Deja de molestar con eso, ya te he dicho que yo tengo eso bajo control. Ahora ¿Por qué no buscas a alguien a quien molestar? Es lo único que puedes hacer bien—

Malakai sentenció y desde su lugar, Missa soltó una pequeña risa.

Roier se quedó sin palabras, asimilando la respuesta de su padre. La sensación de ser un completo desconocido para él lo invadió con tristeza y frustración. Con la cabeza gacha, Roier se dio la vuelta y abandonó la sala de pinturas, dejando atrás a un rey que parecía haber olvidado su reciente intrusión.

El joven príncipe continuó caminando por el castillo hasta bajar las escaleras que lo llevaron al piso de abajo y se encaminó a las puertas abiertas del gran comedor. El comedor estaba iluminado por los grandes ventanales que permitían entrar la cálida luz del Sol.

Los sirvientes se apresuraban de un lado a otro, preparando la comida para los habitantes del castillo. A medida que Roier se acercaba a la mesa, vio a la reina Féliti, sentada en el extremo opuesto, con la mirada clavada en un pequeño libro.

Féliti notó la llegada de Roier y le hizo un gesto para que se sentara a su lado. Con un suspiro cansado, el príncipe se dejó caer en la silla, mirando fijamente su plato vacío.

— Me alegra que esta vez hayas llegado justo para la cena— La reina se expresó con su habitual calidez humana, aunque ahí pudo notar el semblante de su hijastro— No puedo evitar notar que algo te preocupa, querido—

Féliti habló con voz suave, mientras acariciaba la mano del joven príncipe en un gesto maternal.

— Háblame— Féliti cerró su libro y centró su atención en Roier— Cuéntame qué te preocupa—

Roier se apoyó en el respaldo de la silla y suspiró profundamente antes de comenzar.

— Los terremotos— Respondió Roier— Cada vez son más frecuentes y me temo que algunos aumentan su intensidad. Tengo miedo de que el reino esté en peligro, pero mi padre parece no prestar atención a esta creciente amenaza. Cada vez que trato de hablar con él al respecto, me ignora o me dice que no tengo por qué preocuparme—

— Comprendo tus preocupaciones, Roier— La reina Féliti asintió comprensiva— Yo estaría mintiendo si dijera que estos terremotos no me preocupan a mí también, son una señal de que algo está cambiando en nuestro reino—

Roier miró a Féliti, esperando encontrar alguna respuesta o solución en ella.

— Pero, ¿Qué podemos hacer? Necesitamos actuar antes de que sea demasiado tarde y ciertamente mi padre no nos escuchara—

— Mi querido Roier, sé que tu preocupación es genuina y noble, y también sé que tu padre es un terco, ya lo sabré yo. Debemos encontrar una manera de comunicar nuestras inquietudes de manera que él pueda entender la gravedad de la situación—

Hubo un momento de silencio en los que Roier sentía su ánimo descender directo al inframundo.

— Bueno, dices que estos terremotos han aumentado su intensidad y disminuido el tiempo entre cada uno— La Reina empezó a hablar— ¿Cómo lo has descubierto?—

Roier entonces abrió repentinamente sus ojos, con un ligero brillo en ellos. Al fin alguien preguntaba sobre su investigación.

Roier miró a Féliti con entusiasmo y esperanza, y con manos temblorosas abrió su mochila y sacó una pequeña libreta desgastada. Las páginas estaban llenas de garabatos, diagramas y anotaciones meticulosas sobre los terremotos que habían azotado el reino en el último año.

— Desde que comenzaron los temblores, he estado llevando un registro detallado de cada uno de ellos— dijo Roier emocionado— Aquí, en esta libreta, he trazado patrones, fechas, horas y magnitudes de los sismos. Y he descubierto algo demasiado preocupante—

Féliti observó con atención mientras Roier abría la libreta frente a ella. Sus ojos se deslizaron por las páginas, asimilando la información y tratando de comprender el significado detrás de esos datos aparentemente inconexos.

— ¿Ves estas líneas aquí?— Roier señaló con el dedo un conjunto de anotaciones— Representan los terremotos más fuertes que hemos experimentado. Me di cuenta de que todos ellos están correlacionados con las exhalaciones de humo del Monte Lei—

Féliti frunció el ceño, intrigada por la revelación de Roier.

— ¿Quieres decir que el monte tiene algo que ver con los terremotos?—

— Exactamente— Roier asintió con vehemencia— Creo que hay una conexión con el Monte Lei. La actividad volcánica provoca terremotos, sin embargo creo que esta vez son los terremotos los que provocan la actividad volcánica—

Féliti observó intrigada los apuntes de la libreta, aunque algo más capturó su atención.

— Tienes escrito aquí la letra de la vieja canción del mar— Féliti señaló.

— Sí, yo estaba leyendo sobre el origen de la canción cuando ocurrió el primer terremoto— Roier asintió— No sé por qué, pero tengo el presentimiento de que todo está conectado—

— Cielos, Roier, si fueras menos nerd tendrías amigos—

La plática se vio interrumpida cuando la bella princesa Tiki entró al comedor. Su aura de perfección inundaba el lugar así como su esencia natural a lavanda.

— Tiki— Féliti dijo en tono de regaño y luego volvió su atención a la libreta— Si de verdad la canción está conectada, me temo que será difícil de descifrar, la canción estaba escrita en la lengua antigua de los Mauki, la traducción real se perdió hace siglos—

Roier miró algo desanimado a la libreta. Se sintió desalentado al escuchar las palabras de Féliti sobre la dificultad de descifrar la canción en la lengua antigua de los Mauki. Sin embargo, no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente.

— Yo intentaré hablar con tu padre— La reina aseguró— Haré lo posible por hacerle entender—

Justo en ese momento, las puertas del comedor se abrieron y el rey Malakai entró acompañado por Missa. El ambiente se volvió tenso al instante, y los ojos de Malakai se posaron en la libreta que Roier sostenía en sus manos.

— ¿Qué es todo esto?– Dijo el rey en tono despectivo, señalando la libreta con desdén— No estarás fastidiando a tu madrastra con tus tonterías, ¿Verdad Roier?—

— Yo...—

— Malakai, querido— Féliti intervino rápidamente, tratando de calmar la situación— Me parece pertinente escuchar a Roier—

— ¿Qué dices, mujer?—

— É-Él ha hecho descubrimientos importantes sobre los terremotos que afectan a nuestro reino. Necesitamos prestar atención a sus preocupaciones—

Malakai soltó una risa burlona y miró a Roier.

— ¿Preocupaciones? Roier, es solo un niño— Malakai se quejó y miró a su hijo— Deja de perder el tiempo con tus tonterías y concéntrate en ser útil para una vez en tu vida—

— Malakai— Féliti habló.

Missa y Tiki, desde sus lugares solo se vieron de reojo.

— ¡No soy inútil! He estado investigando los terremotos, he encontrado patrones y pistas que podrían salvar a nuestro reino. ¡No puedo quedarme de brazos cruzados mientras ignoras la situación!—

— ¡Basta, Roier!— Malakai se levantó de su asiento, su voz resonando con autoridad— No eres más que un niño desobediente, no eres para nada como tus hermanos—

Roier se mordió los labios al oírle decir aquello.

— Míralos, Missa es fuerte y valiente, y Tiki es perfecta en todo sentido. ¿Y tú? Eres un fracaso, siempre metido en tus estúpidos sueños fantasiosos, esos libros te están pudriendo el cerebro—

— Ya sé que no soy como ellos— El príncipe apretó los puños, sintiendo cómo el coraje se apoderaba de él— ¡He estado investigando todo!—

— No toleraré tus insolencias, Roier— El rey habló— Soy tu padre Y el rey, no permitiré que te comportes así conmigo, déjate ya de fantasías. Ya estoy revisando el asunto de los terremotos—

— Malakai, recuerda que ignorar los problemas no los hará desaparecer— Féliti intervino.

— ¡Silencio!— El rey dijo en voz fuerte— Este es un asunto entre las mentiras de mi hijo y yo—

— ¡Papá te estoy diciendo la verdad!— Roier gritó a un volumen similar al del rey.

Missa y Tiki se encogieron en sus asientos para ignorar el pleito.

El rey Malakai frunció el ceño, enfrentando a su hijo con una mezcla de furia y frustración. Por un momento, hubo un silencio tenso en el comedor, hasta que el rey finalmente habló en voz baja pero llena de autoridad.

— ¡SUFICIENTE ROIER!— El rey Malakai gritó con enojo, golpeando su puño en la mesa, el ruido resonó por todo el comedor.

Missa y Tiki se enderezaron al oír el golpe, ambos mirando sus platos vacíos, Féliti también quedó en silencio, aunque ella veía a Roier y el joven príncipe, no pudo mantener las vista en su padre y solo vio al suelo.

— ¡Estoy harto de tus estúpidas fantasías por culpa de tus estúpidos libros!— El rey gritó y todos los demás se sentían más y más pequeños con cada grito— ¡Nada malo está ocurriendo! ¡Todo está bien! ¡Ahora lárgate a tu habitación!—

— Pero papá...— Roier quiso hablar, pero otro grito se atravesó.

— ¡LÁRGATE DE MI VISTA AHORA!—

Roier tomó su libreta y se levantó de su silla para correr fuera del comedor. Salió al pasillo y siguió corriendo, sintiendo las lágrimas picar sus ojos mientras corría.

Se sentía tan patético por aguantar las ganas de llorar.

— Che, tirame un salmón— Spreen pidió.

— A la orden— Azuran respondió, usando su cola para extender los salmones que había capturado— Provecho—

— Gracias capo—

— Comí demasiado salmón— Carre dijo desde su lugar, tumbado en la arena del fondo marino, con la barriga resaltando de su cuerpo.

— ¿No te estás lastimando la aleta dorsal?— Preguntó Azuran.

Carre solo se quedó quieto y parpadeó un par de veces.

— Sí— Respondió y eructó, expulsando también una espina de pescado, la cual uso para limpiarse los colmillos.

Azuran hizo una mueca de asco mientras Spreen seguía comiéndose sus pescados.

Los tres habían nadado hasta estar cerca de un coral, ese sitio era donde el cardumen de salmón saldo se reunía para la temporada de apareamiento, aunque nuestro trío interrumpió el momento de romance para devorar a cuanto pescado pudieron atrapar.

Y ahora estaban descansados, apoyados ya fuera en el coral o en el suelo arenoso en el caso de Carre.

— Oigan— Azuran les llamó la atención, mientras él miraba hacia arriba. Desde su posición, veían la luz del Sol a través del agua— ¿Alguna vez han pensado en cómo sería poder salir del océano?—

Al oír la pregunta, Spreen empezó a ahogarse con un trozo de salmón mientras Carre se levantaba y se elevaba en el agua.

— ¿Qué decís, loco?— Preguntó Carre.

— Deja de decir boludeces— Spreen dijo— ¿Cómo que salir del océano?—

— Vos no has salido del agua, ¿Verdad?— Carre le miró expectante.

— No— Azuran respondió, frunciendo el ceño— ¿Qué les pasa?—

— Nos pasa que vos querés salir del agua— Spreen respondió.

— Y eso está mal, los humanos pueden matarte, boludo— Carre encaró a Azuran.

— Sí... Lo sé— Azuran, quien anteriormente estaba sentado en un trozo del coral se levantó y empezó a moverse con ayuda de su cola— Es solo que... Me da tanta curiosidad saber como es estar fuera del agua, dejar que la luz del Sol me dé directamente en la piel—

Spreen y Carre vieron con miedo como Azuran nadaba hacia arriba, empezando a acercarse al límite del agua. Ambos tritones tiburón lo tomaron de la cola.

— Bueno basta— Spreen dijo— Dejá de joder con eso, Azuran—

— Mantené tus escamas en el agua— Carre comentó mientras él y Spreen jalaban a Azuran hacia abajo.

— Ya chicos... Sé que es peligroso y hasta estúpido pensar en salir del agua— Azuran comentó— Pero es algo que no puedo sacarme de la mente—

— Boludeces, en eso andás pensando— Spreen le reclamo, golpeándolo en la frente con el nudillo.

Azuran solo se sobó la frente, mirando a Spreen con molestia.

— Ya entendí— Azuran respondió.

Antes de que alguno de los tres siguiera hablando, Spreen y Carre miraron a la nada, como si algo hubiera llamado su atención, luego se miraron el uno a otro.

— Eh, che, ya debemos irnos— Carre habló de pronto y Spreen asintió.

— Recordé que tenemos que hacer algo— El más alto dijo.

— Está bien— Azuran asintió— Cuídense—

— Vos igual— Carre empezó a nadar.

— Chao, capo— Spreen se despidió y siguió a Carre.

Ambos tritones empezaron a alejarse, nadando a gran velocidad lejos del coral donde estaban con Azuran.

El agua cristalina se extendía ante Carre y Spreen. Los rayos del sol penetraban a través de las profundidades, creando un juego de luces danzantes en el fondo marino. Las algas ondulaban suavemente con la corriente, proporcionando un refugio a pequeños peces que se movían con gracia entre ellas.

Mientras avanzaban, el sonido de un cuerno resonó en el océano, un sonido que ambos sabían que solo ellos podían escuchar, el ruido que hizo saber que ellos debían dejar a Azuran. Sin decir una palabra nadaron con mayor determinación, cada movimiento de cola acercándolos más a su destino.

A medida que se adentraban en el hábitat acuático, el paisaje cambiaba. El coral y las algas daban paso a vastas praderas submarinas, donde se podían ver cardúmenes de peces multicolores nadando en perfecta sincronía. Rayas y tortugas marinas pasaban majestuosamente a su lado, como si fueran guardianes del mar.

— Ya están acá— Carre indicó y tanto él como Spreen observaron a lo lejos a más y más tritones tiburón igual a ellos, solo que mucho más grandes y musculosos.

— Hasta que se aparecen, camarones— Uno de los tritones dijo con burla hacia ellos.

Spreen lo miró mal, pero Carre lo calmó y ambos siguieron moviéndose por el agua.

El grupo se hizo más grande a medida que avanzaban juntos. Finalmente, después de un buen rato de nado ininterrumpido, el grupo llegó a su destino.

Frente a ellos se erguía una enorme cueva submarina, cuya entrada estaba cubierta de algas enredadas. El sonido del cuerno se había detenido, y en su lugar reinaba un silencio expectante.

Nuevamente escucharon el sonido del cuerno y los tritones se acercaron cautelosamente a la entrada de la cueva. Las paredes parecían oscurecerse a medida que se adentraban en su interior. La luz del sol apenas llegaba hasta allí, creando una atmósfera misteriosa y enigmática.

Los tritones tiburones avanzaron con determinación, sus ojos adaptándose a la penumbra. El sonido del agua resonaba en la cueva, creando un eco suave pero constante. Se adentraron aún más, hasta llegar a una zona donde había algo de iluminación.

Todos los tritones abarcaron la gran zona en donde desembocaba la cueva, desde bajo el agua se distinguía una zona de tierra en medio de ese cuerpo de agua. Los tritones entonces se impulsaron hacia arriba y sacaron sus cabezas del agua.

Ahí, en el fragmento de tierra flotante, se encontraba una figura cubierta por una capa de color azul rey. La "persona" estiró sus manos con largas garras para tomar la capucha de la capa y la bajó, dejando ver su largo cabello café y sus orejas de oso del mismo tono.

— Aquí estamos, respondiendo a su llamado, señora Agatha— Uno de los tritones dijo, agachando su mirada, acción imitada por todos.

— Han llegado justo a tiempo, queridos— Agatha sonrió bastante, mostrando ss colmillos.

Continuará...

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