Memorias Del Oso 3
Trᥲjo ρrobᥣᥱmᥲs ᥱᥒ ᥴᥙᥲᥒto ᥣᥣᥱgo.
Dᥱshoᥒrᥲ qᥙᥱ hᥲrᥲ́
Dᥱsgrᥲᥴιᥲ
Uᥒ forᥲstᥱro sᥱ ιrᥲ́
El único ruido en provenir de la mina era el de un pico que se estrellaba contra la roca. Y aquel ser humanoide que picaba, era Rubius, estrellando un pico de hierro contra la roca.
— Si hay que ser minero, romper el pico en el hierro— Rubius cantaba mientras usaba su pico— No importa el Creeper que venga pa' que sepas que te quiero, como un buen minero—
Rubius suspiró cansado, dejando el pico clavado en la pared de la mina.
— Coño, no pensé que fuera tan difícil— Comentó el oso— Pero eso me pasa por querer buscar algo por mi mismo para mí... Para mi mejor amigo—
— Estúpido corazón que me hace actuar sin pensar...— Rubius se quejó y se quedó callado— Y ahora estoy hablando solo, lo que me faltaba, cada día más esquizofrénico—
Rubius tomó el mango del pico y empezó a jalarlo con fuerza, queriendo despegarlo de la pared, pero fracasaba porque estaba demasiado dentro de la piedra.
— ¡Pico hijo de puta!— Rubius gruñó mientras apoyaba un pie en la roca y usaba sus brazos para jalar el pico.
Mientras más jalaba, la pared se agrietaba sin que él lo notara. Jalaba con fuerza y el pico no salía.
Dio un último fuerte jalón y entonces el piso finalmente salió, después una gran parte de la pared de piedra se quebró y empezó caer al suelo, seguido de una montañita de tierra, carbón y demás minerales aburridos.
— Pura basura, eh, que es eso— Rubius dijo mirando alegro brillante entre el polvo negro. Se agachó y escarbó un poco— Ostia, que guapo—
Dijo cuando sacó una pequeña esmeralda de entre la tierra, de inmediato sonrió bastante.
— Perfecto, justo lo que buscaba— Dijo Rubius sonriendo ante su descubrimiento— Este será el mejor regalo de cumpleaños que Vegetta haya recibido en toda su puta vida—
De inmediato, Rubius empezó a correr fuera de la mina.
"Después de aceptar un poco lo que tenía en mi corazón, intenté hacer que todo siguiera tan normal como siempre."
"Pero inevitablemente me dejaba guiar por mis emociones. Por más que yo odiaba sentirme así, el amor me tenía distraído."
"Y mi objeto de afecto de entonces era Vegetta, yo quería hacer todo lo posible por hacerlo feliz... Me cegué."
Rubius se encontraba en una mesa de trabajo, usando una herramienta para lijar la esmeralda que encontró en la mina.
— ¿Rubius, estás ahí?—
El mencionado se giró a la entrada, viendo a Staxx asomarse.
— ¿Qué pasa, Staxx?— Preguntó Rubius.
— ¿Qué haces?— Preguntó el guerrero, curioso.
— Nada— Se apresuró Rubius a cubrir lo que hacía, todo ante la sonrisa traviesa en sus labios.
— Es tu regalo para el cumpleaños de Vegetta, ¿Verdad?— Preguntó Staxx en tono divertido.
— Claro que no— Respondió Rubius mientras se sonrojaba— Es... Un proyecto personal—
— Personalmente para Vegetta, ¿No?— Preguntó el de cabello negro con mechones verdes.
— ¡Cállate la boca!— Rubius gritó lanzándole un trozo de madera que Staxx esquivó fácilmente y empezó a reír.
— Solo quería decirte que la fiesta empieza en unos minutos— Dijo Staxx saliendo— Ponte guapo para tu amorcito—
Se burló mientras cerraba la puerta.
— Es un insoportable— Rubius se quejó y luego volteó nuevamente para ver su regalo.
Esperaba que Vegetta lo apreciara.
Cuando llegó el momento, Rubius bajó hasta las cocinas del castillo, dónde ya había varias personas alegres por el cumpleaños del futuro héroe del pueblo.
— Yepa, Rubius— Lolito sonrió cuando vio al rubio entrar, sosteniendo una bolsa— Vegetta estaba esperándote—
— ¿En serio?— Preguntó Rubius.
— Lleva casi diez minutos en el rincón, observando su vaso y viendo hacia la puerta— El de cabello naranja sonrió— Por cierto, suerte en su viaje—
— Gracias— Rubius sonrió.
El cumpleaños de Vegetta marcaba algo importante, después de la fiesta, él y Rubius saldrían a su primer aventura en busca de ser héroes.
Era una fecha de suma importancia.
Rubius dejo a Lolito y fue caminando hasta donde le habían indicado que Vegetta estaba, y era cierto, ahí estaba Vegetta, charlando animadamente con un anciano.
— ¡Rubius!— Vegetta habló en cuanto lo vio— Ven, quiero presentarte a alguien—
Rubius tímidamente se fue acercando a ambos.
— Rubius, él es Merlon, mi mentor— Vegetta sonrió al presentarlo— Merlon, él es Rubius, mi mejor amigo y persona favorita en el mundo—
"Soy su persona favorita" Pensó Rubius con felicidad mientras tomaba la mano del hombre.
— Un gusto conocerlo, señor Merlon— Rubius sonrió.
— El gusto es todo mío— Merlon habló lentamente, aunque después observó a Rubius con ojos profundos.
Rubius empezó a sentirse incómodo, era casi como si Merlon estuviera inspeccionando hasta el último centímetro de su corrupta alma.
— Aquello que más buscas— Dijo Merlon— Lo encontrarás, no puedo decir que pronto, pero aquí es tu comienzo—
El hombre dijo y tras un asentimiento de cabeza, se marchó.
— ¿Qué fue eso?— Preguntó Rubius.
— Algunas personas dicen que Merlon puede ver lo más profundo de tu alma— Explicó Vegetta— Pero es un truco para asustar gente, luego dice algún proverbio que leyó en las galletas de la fortuna—
— Oh... Bien, supongo— Dijo Rubius.
— ¿Puedo saber que traes ahí?— Preguntó Vegetta al ver la bolsa dorada que Rubius cargaba.
— ¿Esto? Oh sí, toma. Feliz cumpleaños Vegetta— Rubius sonrió, extendiendo la bolsa en su dirección, los ojos de Vegetta brillaron al instante.
— ¿Es para mí?— Preguntó ilusionado, Rubius asintió y Vegetta tomó la bolsa para abrirla— Rubius, esto es... Guau—
Vegetta entonces sacó un collar negro como la obsidiana, con una esmeralda en forma de dodecaedro, era tan verde y brillante.
— Es hermoso, Rubius— Vegetta sonrió, luego volteó a verlo— Gracias—
— No es nada— Rubius se encogió en hombros— Es una cosita normal—
— No es normal, es algo muy especial— Vegetta comentó con felicidad— ¿Me lo pones?—
— Uhm, sí claro— Rubius asintió, recibió el collar y luego Vegetta le dio la espalda.
Rubius suspiró antes de acomodar el collar por delante del cuello de Vegetta y después abrochó perfectamente el collar.
— ¿Cómo se me ve?— Preguntó Vegetta, volviendo a girarse.
— Te ves guapo— Comentó Rubius algo sonrojado.
— Oh gracias— Vegetta se sonrojó también— Yo pregunté por el collar, pero agradezco el cumplido—
Ambos se vieron y empezaron a reír suavemente.
— ¿Me acompañas?— Preguntó Vegetta señalando a la salida.
— Pero es tu fiesta— Mencionó Rubius.
— Ahora mismo, no soy el centro de atención— Vegetta dijo, haciendo notar que todos hablaban con todos, dejándolo a él sin la atención del cumpleañero normal.
— Ven— Vegetta le tomó la mano para jalarlo hacia la salida de la cocina, quedando en el patio del castillo.
La luz de la Luna era tan linda aquella noche.
— ¿Nervioso por mañana?— Preguntó Rubius.
— ¿Nervioso?— Vegetta preguntó— Estoy muriendo de miedo, ¿Qué pasa si fallamos?—
— Vegetta...—
— ¿Y si nos ocurre algo malo?— Preguntó Vegetta mientras caminaba hacia un lado.
— Vegetta...—
— No quiero que terminemos muy mal— Dijo Vegetta.
— Eh, Vegetta...—
— ¿Y si fallamos?— Vegetta se detuvo— Madre mía, le tengo miedo al fracaso, no tengo métodos de afrontamiento sanos ante el fracaso—
— Vegetta, estás exagerando— Comentó Rubius, pero Vegetta le tomó de los brazos.
— ¿¡Estoy exagerando!?— Gritó Vegetta— ¡Estoy en pánico! Estoy analizando las probabilidades... Y mi miedo enorme a fallar—
Rubius se quedó callado unos segundos antes de hacer que Vegetta lo soltará, luego suspiró.
— Yo también tengo miedo— Dijo Rubius— Tengo miedo a salir al mundo y no ser lo que la gente espera—
Oh menor dicho ser lo que el mundo SÍ espera de él.
— Pero pensar en ti me hace sentir mejor— Comentó Rubius viéndolo— Porque yo confío en ti, confío en que lograrás todo lo que te propones—
Vegetta desvió la mirada, alejándose un poco. Rubius entonces decidió hablar con más firmeza.
— Eres un héroe, Vegetta— Rubius sonrió acercándose lentamente a él— Los héroes siempre van a luchar por el bienestar de los demás. Lo más importante de ser héroe siempre será velar por los demás—
— Pero... ¿Quién velará por los héroes?— Preguntó Vegetta mirando al cielo, en ese momento, Rubius tomó el brazo de Vegetta.
— Por los demás héroes yo no lo sé, pero en tu caso— El híbrido habló— Yo velare por ti—
Vegetta le miró y entonces por fin pudo sonreír al ser motivado por la sonrisa de Rubius. Después procedió a abrazarlo con mucha fuerza
— ¿Siempre juntos?— Preguntó Vegetta.
— Hasta el final— Rubius respondió.
— Entonces salgamos al mundo y demostremos quienes somos— El de ojos morados habló— Hagamos que el mundo sepa nuestros nombres—
— Seamos los héroes más grandes del mundo— Rubius dijo cuando ambos se separaron un poco del abrazo, se vieron cara a cara.
Y sonrieron porque al final del día, eran ellos dos contra el mundo.
"Y así, después del cumpleaños de Vegetta, fue que él y yo nos enfrascamos en nuestra odisea para volvernos héroes."
"Al día siguiente de la fiesta ambos partimos fuera de Karmaland para buscar personas a las cual ayudar, fue difícil, pero ambos sabíamos que una gran aventura no llegaba así de sencillo."
"Hicimos paradas en varios pueblos pequeños, hacíamos varias tareas, ayudábamos a reparar cosas, hacer pequeñas acciones que nos dieran una buena reputación."
"Pero algo empezó a ocurrir y ese algo no me gustaba como se sentía."
Rubius corría rápidamente, lanzando esferas de energía verde que chocaban contra los creepers cercanos.
Rubius y Vegetta habían estado fuera dos meses ya, dos meses en los que ambos recorrieron pueblos y ayudaban a quienes necesitaran ayuda.
Y esa tarde en particular, ambos estaban luchando contra un grupo de creepers que estaban invadiendo un pueblito.
Vegetta estaba ayudando a la gente a evacuar mientras que Rubius estaba luchando directamente contra los creepers, lanzando esferas de energía para evitar que los creepers explotarán.
— ¡Vengan por mí, hijos de puta!— Gritó Rubius, luego siguió lanzando ataques contra los monstruos.
Al final, había cinco creepers que se acercaban peligrosamente a Rubius, el hechicero híbrido hizo que dos esferas de energía aparecieran en sus palmas. El oso se concentró y antes de que las detestables criaturas explotarán, él aplaudió, aplastando las esferas una con la otra, causando que una ola de energía saliera disparada contra los creepers.
Los monstruos verdad al ser golpeados, perdieron todo tipo de color y cayeron petrificados al suelo.
— Nada mal para un principiante— Rubius se aduló a sí mismo.
— ¡Rubius!—
En ese momento, Vegetta llegó corriendo a él.
— La gente del pueblo está a salvo— Dijo el humano— ¿Listo para luchar contra los creepers?—
Vegetta preguntó, pero entonces se dio cuenta de que todos los creepers habían sido derrotados.
— ¡Lo hiciste!— Vegetta gritó de emoción y alzó ambas manos, solo que al hacer eso, él liberó una esfera de energía morada que voló y después cayó al suelo, explotando y ocasionando un pequeño cráter— Uis...—
— ¡Ha vencido a los creepers!— Un aldeano gritó llegando junto al resto de pobladores.
De inmediato todos los aldeanos empezaron a celebrar y correr hacia ellos.
— Oh, no fue molestia hacerlo— Rubius dijo encogiéndose en hombros, pero fue ignorado, ya que todos rodearon a Vegetta, empujándolo a un lado en el proceso— ¡Oigan!—
— Muchas gracias— Dijo uno de los ancianos, tomando la mano de Vegetta para estrecharla.
— Nos has salvado de la invasión— Dijo una mujer entre lágrimas.
Rubius frunció el ceño ante eso.
— Pero yo lo hice— Dijo en voz baja, pero todos seguían adulando y celebrando a Vegetta.
— ¡Estamos tan agradecidos contigo!— Dijo otro aldeano.
— No fue nada— El de ojos morados sonrió, con un pequeño sonrojo en sus mejillas— Es lo que un héroe hace—
— ¡Que viva el héroe morado!—
Una ola de vítores se hizo presente mientras Vegetta era cargado en los hombros de varios aldeanos, dejando a Rubius de pie ahí.
— Es la sexta vez que pasa esto— Rubius susurró para sí mismo y empezó a alejarse.
Estaba empezando a frustrarse demasiado, cada sitio al que iban, cada acto benéfico que hacían, incluso si solo reparaban el techo de alguna casa, Vegetta era quien recibía todo el crédito. A Rubius no le parecía justo.
Cuando iniciaron su viaje de heroísmo, Rubius era consiente de que a primera vista no parecía un gran héroe. Era más alto que Vegetta, eso sí, pero la musculatura era mayor en el de ojos morados.
El delgaducho cuerpo de Rubius hacía que él pareciera más el asistente del héroe que un héroe al mismo nivel que Vegetta.
Incluso cuando la magia era mayor en Rubius, Vegetta era quien tenía toda la imagen del héroe promedio.
Pero eso hacía que Rubius se molestara, no era justo que Vegetta se llevará todo el crédito mientras que él queda en el fondo.
— Tonterías— Rubius se apoyó contra la pared de una casa, alejado del bullicio.
— Es un héroe bastante guapo, ¿No crees Gertrudis?—
Rubius notó entonces a dos mujeres hablar a unos metros de él, le estaban dando la espalda así que no lo veían.
— Claro que lo es, Eudoviges— Respondió la otra mujer— Pero, ¿Has visto el mugroso que lo acompaña?—
Entonces Rubius prestó más atención a lo que las mujeres decían.
— Ugh, ¿Cómo no verlo?— La otra mujer habló— Mi hermana Carolina me mandó una carta hace días, hablando de estos mismos dos. Ella dice que el chico de cabello blanco solo acompaña al héroe, sin hacer nada, es un simple asistente cualquiera—
— Ja, bueno, supongo que los héroes necesitan a alguien para tener compañía— La mujer más baja se burló— Pero imagina a ese muchacho, sin futuro alguno, ni siquiera tiene una apariencia atractiva, además tiene un aura oscura—
— ¿En verdad?—
— Sí, te lo digo yo que desciendo de una familia de lectores de auras y ese jovencito no me genera nada de confianza— La mujer negó con la cabeza— Tiene el aura de un monstruo—
Esa palabra detonó algo en Rubius, tuvo el repentino flashback de su madre gritándole que es un monstruo, pero a diferencia de cuando Agatha lo decía, está vez Rubius no sintió tristeza, lo que sintió fue enojo y rabia.
Rubius frunció el ceño, sus ojos se oscurecieron y se quedó quieto.
— Inferno...— Susurró el híbrido oso, segundos después una pequeña llamarada se encendió en las faldas de las mujeres.
— Fuego, ¡Fuego!—
Ambas mujeres gritaron con miedo al notar el fuego en sus faldas y fueron justamente los gritos despavoridos de las mujeres lo que regreso a Rubius a la realidad.
El híbrido oculto miró con miedo lo que acababa de hacer, las mujeres habían empezado a correr hacia el resto de aldeanos mientras que él se cubrió la boca y retrocedió, ocultándose más entre las casas.
— ¿Qué hice?— Se preguntó a sí mismo mientras miraba sus manos. En su mente solo había una palabra que se repetía una y otra vez.
Monstruo.
"Sin notarlo, los celos habían empezado a apoderarse de mi ser. Ver a toda esa gente celebrar a Vegetta por cosas que ambos hacíamos, o peor aún, por cosas que YO hacía, me hicieron sentir tanta envidia."
"Pero me consolaba el saber que cuando solo éramos Vegetta y yo, él me daba todo el crédito e importancia que me merecía... Pero no se sentía bien."
"No hay que mentir, Vegetta es un narcisista que tiene el ego hasta las nubes. Vegetta amaba tener toda esa atención sobre él, no era hasta que tenía su propio ego satisfecho que se dedicaba a decirme algo, solo cuando estábamos a solas, jamás corregía el ánimo de la gente cuando lo celebraban."
"Mi frustración y celos no hacían más que aumentar, me guardaba esas emociones para mí. Tenía miedo de que al compartir mi sentir haría que todos vieran mi naturaleza malvada."
"Pero todo desembocó una semana después, cuando Vegetta y yo volvimos a Karmaland para festejar el cumpleaños póstumo de la reina."
— Vegetta, Rubius, un gusto tenerlos de vuelta muchachos— Merlon habló una vez que recibió a los dos jóvenes— Espero y su pequeña aventura les haya dado lo que tanto buscaban—
— Sí que lo hizo— Vegetta respondió.
— Sí, algo así— Fue lo que Rubius respondió.
— Me alegra el verlos de nuevo, ahora sí me disculpan, debo ayudar a planear el lanzamiento de las lámparas— Merlon se despidió de ambos y se marchó lentamente.
— ¿Lanzamiento de lámparas?— Preguntó Rubius, algo confundido.
— Sí, siempre ha sido una tradición cada que la reina cumplía años— Vegetta respondió— Son pequeñas lámparas flotantes que vuelan por el cielo nocturno, ella los llamaba las Luces Flotantes, es algo muy hermoso de ver—
— Vaya...— Rubius mencionó.
— Bueno, debo irme a arreglar, ¿Te veo para la cena?— Vegetta preguntó y Rubius sonrió.
— Por supuesto— Respondió el híbrido y ambos fueron a tomar caminos distintos para ir a sus habitaciones.
Vegetta al sótano y Rubius a la torre más alta del castillo.
Cuando se planteó la idea de Rubius viviendo en el castillo hubo un problema, puesto que ya no había habitaciones disponibles, el personal estaba a tope tras la guerra, sin embargo, el mismo rey ofreció alguna torre, Rubius escogió la más alta.
Ahí fue donde se creó la recámara de Rubius, en la torre norte.
Rubius había adecuado la habitación con una cama tibia, libros de magia, mesa con muchos escritos y una ventana donde se encontraba un telescopio para ver el cielo nocturno.
Era su espacio seguro.
Rubius dejo sus cosas sobre la mesa y después salto a su cama, acostándose para después caer profundamente dormido, su cuerpo le exigía descanso.
Un par de horas después, fue despertado por golpes en su puerta. Rubius se sentó en la cama, viendo cómo fuera de la ventana ya estaba la puesta de Sol. ¿Durmió tanto?
El chico de cabello claro abrió la puerta, viendo a Vegetta con ropa más formal.
— ¿Estabas dormido?— Preguntó.
— Tal vez... ¿Por qué?— Preguntó Rubius de vuelta.
— Porque la celebración empieza en media hora, tontito— Vegetta regañó— Arréglate rápido y vámonos, no puede ser que siempre llegas tarde—
— Venimos de estar en aventuras, Vege, déjame descansar— Rubius se quejó antes de adentrarse de nuevo en su cuarto, siendo seguido por Vegetta.
Rubius caminó a su armario para abrir las puertas y empezar a buscar ropa más formal para el evento.
— De todos modos, quería mostrarte algo— Vegetta dijo, colocando un dibujo en la mesa escritorio de Rubius— Quería enseñártelo cuando estuvimos fuera, pero lo olvide aquí—
— Pero el tontito soy yo— Rubius dijo burlón mientras se colocaba una camisa blanca.
— Solo la olvidé por estar apurado— Respondió Vegetta.
Unos pocos minutos después, Rubius ya estaba usando mejor ropa y se acercó a Vegetta.
— Ya dilo, ¿Qué me quieres mostrar?— Rubius alzó la vista.
— ¡Esto!—
Entonces Vegetta extendió un dibujo, pero ese dibujo asustó a Rubius, sintió que su alma abandonaba su cuerpo y casi cae al suelo.
Vegetta tenía un dibujo del maldito diamante que inicio el fin de su estabilidad.
— ¿Q-Qué significa eso?— Rubius preguntó, tratando de no sonar asustado.
— Es un diamante legendario, es el diamante de poder— Vegetta bajó el dibujo— He estado leyendo sobre esto, el diamante hace que el poder mágico de un brujo se potencie al máximo, ¿Te imaginas?—
— Es... Difícil de creer— El híbrido habló.
— ¡Lo sé, pero tengo fe!— Vegetta gritó con ánimo— Si algún día consigo este diamante por fin cumpliré mi sueño, seré el héroe más grande de todos los tiempos—
— ¿Seguro de que ese diamante es real?— Preguntó el más alto, ligeramente nervioso.
— ¡Claro que lo es!— El de ojos morados dijo— Y lo voy a encontrar, ese diamante hará mis sueños realidad, podré controlar mi magia mejor, seré poderoso, seré... Seré el héroe más grande todos los tiempos—
"El héroe más grande del mundo"
Esas palabras hicieron eco en la mente de Rubius.
— Bajemos al banquete— Rubius cambio de tema rápidamente— Me muero de hambre—
Vegetta solamente soltó una risa y negó con la cabeza.
— Nunca cambiarás, ¿Verdad, Rubius?— Vegetta dejo el dibujo en el escritorio y después salió junto a Rubius.
Ambos bajaron hasta el comedor de eventos, dónde todo el personal del castillo estaba sentado, cenando.
La fallecida reina siempre hacía que en sus cumpleaños, los empleados comieran a la par que la familia real y el rey en un intento de mantener su memoria viva, él seguiría con esa tradición.
Rubius seguía con el asunto del diamante en la cabeza, apenas se pudo concentrar en su comida porque la imagen del diamante no abandonó su cerebro.
— Hey, Rubius—
Solamente la voz de Vegetta fue capaz de captar su atención, así que él subió la mirada para poder observar a Vegetta.
— ¿Sí?—
— Ven, es hora de soltar las lámparas flotantes— Vegetta extendió su mano derecha hacia él, Rubius tragó saliva y tomó la mano del de ojos morados.
Ambos se sonrieron.
— Te llevaré a un sitio especial— Vegetta susurró antes de empezar a avanzar rápidamente, guiando a Rubius por el castillo.
— ¿A dónde me llevas?— Preguntó Rubius entre risas.
— Ya verás—
Ambos reían mientras corrían por las escaleras hasta llegar a dos grandes puertas, las cuales fueron abiertas por Vegetta.
— ¿La sala de descanso?— Preguntó Rubius al ver dónde estaban, la sala de descanso era el sitio donde los trabajadores de más alto rango del castillo pasaban el tiempo libre. Rubius jamás había estado ahí, pero sabía que Willy pasaba mucho tiempo ahí y recientemente Lolito también.
— Este sitio tiene el mejor lugar— Vegetta siguió avanzando hasta otras dos puertas ubicadas en la pared izquierda de la sala.
Al abrirlas, se reveló un bonito balcón con vista a la entrada del castillo. Rubius caminó y observó hacia abajo, viendo que el personal del castillo estaba a lo largo del camino de entrada, mientras que el rey y un muy deprimido Luzu estaban en la entrada del castillo, todos sostenían largas lámparas de papel de un color rosa salmón.
— Carajo, deje nuestras lámparas abajo, ¡Vuelvo rápido!— Dijo Vegetta antes de correr fuera de la sala.
Rubius quedó solo en el balcón, se quedó quieto, sin saber que hacer porque su mente seguía siendo un gran lío de pensamientos.
Vegetta quería ese maldito diamante y ese diamante alrededor de Rubius significa peligro. No puede dejar que Vegetta tenga ese diamante... ¿O sí?
El albino empezó a pensar en las probabilidades, ese diamante está marcado en el destino de Rubius, pero, ¿Y si alguien más tiene el diamante en su poder?
Vegetta es responsable, es alguien de confianza, podría cuidar bien del diamante y evitar que Rubius se volviera un... Un monstruo.
Pero también corría el peligro de que alguien se enterará sobre la profecía y empezarán a creer que Rubius estaba con Vegetta solo para conseguir el diamante.
Carajo, ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?
No quiere perder su hogar y...
Oh... Su hogar.
Rubius alzó la vista, justo para ver el momento en el que todo el personal del castillo soltaban las lámparas, las cuales empezaron a flotar lentamente por el aire.
El joven brujo vio las lámparas flotar por frente a él, la luz rosada era tan hermoso ante su vista. Y aún tenía esa palabra en su mente, "hogar".
Rubius sintió sus ojos humedecerse, jamás pensó en que alguna vez podría tener algo a lo que llamar un verdadero hogar.
Y Karmaland, adornado con esa bella vista de las "luces flotantes" en la negra oscuridad de la noche, era sin duda alguna su verdadero hogar.
Estaba feliz, él no quiere perder esa estabilidad, no quiere perder esa felicidad que tanto le llena el corazón y le da una calidez que jamás había sentido antes.
— Tiempo aquel, viendo a la distancia— Rubius empezó a cantar mientras se apoyaba en el balcón suavemente— Tiempo fue viendo al interior—
— Tiempo que no me imaginaba lo que me perdí...— Rubius sonrió un poco más.
— Y hoy aquí, viendo las estrellas. Y hoy aquí, todo es claridad—— El casi albino apoyo los codos en la baranda del balcón y dejo su cabeza en sus manos— Desde aquí, ya puedo ver que es donde debo estar—
— Y la luz encuentro al fin, se aclaró aquella niebla— El brujo empezó a sonreír suavemente mientras extendía una mano para tocar una lámpara que se acercaba a él, le dio un pequeño impulso para que volviera a elevarse— Y la luz encuentro al fin, ahora el cielo es azul—
— Es real brillando así, ya cambió la vida entera— Rubius cantó más bajo mientras seguía viendo que la cantidad de lámparas aumentaba pues la gente del pueblo también soltó varias— Esta vez, todo es diferente, veo en ti la luz—
Sin que Rubius lo hubiera notado, Vegetta ya había regresado con dos lámparas apagadas, él sonreía suavemente mientras se acercaba.
— Tiempo aquel, persiguiendo un sueño, tiempo fue, en la oscuridad— Vegetta también empezó a cantar, asustando a Rubius, quien giró rápidamente para observar al de ojos morados, quien caminaba lentamente hacia él— Tiempo que no había visto cómo es la realidad—
— Él aquí, luce como estrella— Mientras Vegetta cantaba, le entregó una lámpara a Rubius, quien estaba rojo cuál tomate— Él aquí, todo es claridad—
— Si aquí está— Vegetta alzó un dedo, dejando que una pequeña flama apareciera, Rubius replicó la acción y ambos encendieron sus lámparas— Me es fácil ver que aquí hoy quiero estar—
— Y la luz encuentro al fin— Ambos cantaron juntos cuando liberaron sus lámparas, que empezaron a flotar en el aire.
— Se aclaró aquella niebla— Vegetta cantó mientras se acercaba a Rubius.
— Y la luz encuentro al fin— Ambos dejaron de observar sus lámparas flotar juntas para verse el uno al otro.
— Ahora el cielo es azul— Rubius sonrió un poco, dando un par de pasos hacia Vegetta.
— Es real brillando así, ya cambió la vida entera— Volvieron a cantar a dueto, se encontraban en un momento tan íntimo, tan cercano. Vegetta se aventuró a tomar la cintura de Rubius y este llevo sus manos al pecho del más bajo— Esta vez todo es diferente, veo en ti la luz—
— Veo en ti la luz— Los dos terminaron de cantar mientras cerraban los ojos y se acercaban lo suficiente para eliminar el espacio entre ellos, cerrando el momento con un beso, uno tan esperado, pero al mismo tiempo suave y delicado.
Ahí estaban ambos, besándose bajo la Luna, alumbrados por las tenues luces de las lámparas flotantes detrás de ellos. Fue un beso perfecto.
"Y pasó... Me entregué sin pensarlo más."
"Estaba tan enamorado que solamente me deje llevar por la situación y no pensaba las cosas nada claras."
"Entonces tuve la estúpida idea de entregar el diamante a Vegetta... Mi cerebro concluyó que si él tenía el diamante, yo estaría bien, porque vamos, no estaba solo en ese momento, tenía amigos, tenía un hogar, tenía a Vegetta..."
"Evidentemente todo salió horriblemente mal."
Rubius suspiró mientras veía aquel diamante en el agujero de la cueva.
Estaba dudoso, pero sabía que esa sería una buena idea, podría estar libre de toda profecía estúpida que quisiera dictar su destino.
— Soy más que una profecía— Rubius se dijo antes de extender ambas manos y tomar el diamante con firmeza.
Pero al hacerlo, nuevamente sintió una oleada de fuerza que recorrió todo su cuerpo. Gruñó y sacó el diamante para tirarlo nuevamente al suelo a su lado.
— Mierda...— Rubius suspiró, tratando de recuperarse después del golpe de poder.
El híbrido se puso de rodillas en el suelo, dejo caer su bolsa abierta y luego cerró los ojos, volviendo a tomar el diamante con las manos, esa nueva ola de magia volvió a cubrir su cuerpo y con rapidez lo levantó para dejarlo caer en la bolsa.
— Puta madre, diamante de mierda— Rubius cargó la bolsa sobre su hombro y empezó el camino de vuelta al castillo.
Fue largo, pero tenía excusa, solo dijo que iría por más libros a su cueva, así que no debía preocuparse por un curioso Vegetta.
Tenía todo resuelto.
Increíblemente, tardó mucho menos de lo que pensaba al volver, el viaje que normalmente le tomaba un día entero, ahora fue mucho menos, fue casi como si el diamante lo hiciera más rápido y ágil al andar por el bosque.
Por suerte, llegó en la tarde, poco antes del anochecer.
Entró cautelosamente, no quería que alguien llegara a verlo en posesión de aquel diamante tan malditamente molesto.
Con sigilo, Rubius logró llegar al cuarto de Vegetta sin haber sido visto.
— ¿Vege?— Preguntó Rubius tras darle unos golpes a la puerta, espero unos segundos, pero no hubo respuesta— Oye, Vegetta—
Un par de golpes más y no hubo respuesta, Rubius frunció el ceño y empujó un poco la puerta, está se abrió con facilidad y asomó la cabeza dentro.
— ¿Dónde estará este hombre?— Preguntó Rubius mientras entraba lentamente a la habitación. Rubius observó lo normal que era el cuarto de Vegetta.
En especial, extrañamente se centró en una de las paredes, dónde estaba su escritorio y una pizarra vacía. Eso siempre se le hizo extraño, ¿Por qué Vegetta tendría esa pizarra si siempre la tenía vacía?
"Porque no está vacía" Pensó de golpe.
Rubius quedó estático, ¿De dónde vino ese pensamiento?
— La pizarra no está vacía...— Rubius repitió en voz alta, todo mientras se acercaba con lentitud a la pared.
"Hay magia ocultando algo" Volvió a pensar mientras alzaba la mano derecha.
— No...— Rubius negó— No voy a revisar las cosas privadas de Vegetta—
Dijo eso mientras le daba la espalda a la pizarra y se alejaba un par de pasos, pero segundos después corrió directamente a la pizarra.
— Solo una miradita— Dijo en voz baja y pasó la mano por sobre la pizarra— Revelio—
Susurró el encantamiento mientras pasaba la mano frente a la pizarra, poco a poco algo se hizo presente, lo que escondía la pizarra.
— ¿Qué es esto?— Preguntó Rubius.
En el centro de la pizarra estaba el dibujo del diamante, todo lo demás era una enmarañada de hilos que unían dibujos y notas escritas.
Rubius frunció el ceño, no estaba entendiendo nada, ¿Desde cuándo Vegetta buscaba el diamante? Entre ese mar de confusión, Rubius observó una nota cerca del diamante, lo arrancó y leyó.
"Encontrado"
— ¿Cómo que encontrado?— Rubius preguntó al leer la nota— ¿Cómo fue que lo encontró?—
Rubius desvío la vista y se topó con otro dibujo con algo escrito debajo, ¡Eran los fuegos fatuos!
Algo muy dentro de Rubius estaba empezando a disgustarle la situación, así que miró al librero de Vegetta.
— Información sobre fuegos fatuos— Dijo con voz firme y rápidamente un libro voló a sus manos, está libro se abrió justo en una página marcada, la cual Rubius leyó— Invocación de fuegos fatuos—
Eso solo generaba más confusión en el oso.
— ¿Para qué Vegetta intentaba invocar un fuego fatuo?— Se preguntó y justo un recuerdo voló a su memoria.
"Estaba en mi hogar, terminando mis tareas cuando un fuego se apareció en frente mío y me hizo seguirlo"
— No...— Rubius negó con la cabeza— ¿Por qué Vegetta haría eso? ¿Cuál es el punto de usar un fuego para encontrarme?—
"A menos que no fuera yo lo que él estaba buscando" Pensó Rubius.
Rubius volvió a ver la pizarra, nervioso sobre que más podría encontrar, pero todo en la pizarra era un desastre organizado, podía encontrar todo en un raro orden sin orden.
Rubius extendió la mano para tomar el hilo de la pizarra, aquel que unía al dibujo del fuego con el diamante, pero empezó a moverse hacia el otro extremo, el hilo lo llevo a una nota que decía, "¿Como encontrar el mago oscuro?"
— Mago oscuro...— Dijo en voz baja y empezó a sentir que su pulso aumentaba cómo loco.
— ¿Rubius?—
El mencionado se asustó y giró rápidamente para ver a Vegetta, en la entrada del cuarto.
— ¿Qué haces en mi habitación?— Vegetta preguntó, pareciendo alarmado— ¿¡Qué coño estás haciendo!?—
— Yo...— Rubius se apresuró a cerrar el libro, pero al hacerlo, una hoja cayó fuera del libro.
Ambos se quedaron callados al ver cómo la hoja caía en el suelo. Rubius fue el primero en agacharse a tomar el papel. Ya llenaba su disculpa, pero unas conocidas palabras invadieron su cerebro al leer la hoja.
— Vegetta, ¿Qué es esto?— Preguntó Rubius.
— Yo soy el que debería hacer las preguntas— Vegetta se quejó— Estás invadiendo mi privacidad—
— Cállate— Rubius dijo con firmeza— ¿Por qué tienes esto, Vegetta? ¿De dónde sacaste está profecía?—
Vegetta se calló al oírle.
— Bueno, la encontré hace años en la biblioteca de Merlon— Vegetta dijo— Eso me... Me hizo interesarme en la búsqueda del diamante—
Rubius tragó saliva antes de ver la hoja, esa maldita profecía, él tiene esas palabras tatuadas permanentemente en su mente, ¡Es la jodida profecía que condenó su vida!
Rubius discretamente movió el tirante de la bolsa, haciendo que quedará oculta detrás de él.
— Tengo que irme— Dijo Rubius dando un par de pasos para salir, pero Vegetta lo detuvo, al sentir las manos de Vegetta en él, sintió una oleada de fuerza.
— Aún no me has dicho que haces aquí— Comentó el de ojos morados.
— Te estaba buscando— Mencionó Rubius y luego le entregó el libro de fuegos a Vegetta— No quería entrometerme en nada—
— ¿Qué traes en la bolsa?— Preguntó Vegetta de pronto.
— ¡Nada!— Rubius gritó— Cosas del bosque—
— Estás actuando raro—
— ¿Yo actuando raro?— Preguntó Rubius— No soy yo quien tiene una pizarra toda obsesiva en mi habitación—
Rubius dio media vuelta, pero al hacerlo, escuchó su mochila desgarrarse, lo que siguió en que el diamante cayera al suelo.
— Ay...— Rubius expresó y miro hacia atrás.
— Rubius, ¿Qué es eso?— Preguntó Vegetta.
— Es... Para ti— Dijo Rubius en voz baja— Es lo que has buscado—
Aún con todo eso, Rubius sentía una gran duda en su interior, como si estuviera alertando algo.
— ¿E-Es el diamante de poder?— Preguntó Vegetta, agachándose y tomando el diamante en sus manos, una onda de poder también recorrió su cuerpo, pero menor a las que recibía Rubius— ¿Cómo fue que lo encontraste?—
— Lo encontré hace años— Dijo Rubius, pero su mirada se clavó en la pizarra de nuevo.
"Detrás del hilo" Pensó Rubius.
Vegetta estaba exclamando algo, pero Rubius lo ignoraba porque sus manos se estiraron a la pizarra, segundos después más papeles volaron a él, saliendo de entre los montones de hilo.
Lo primero que vio, fue un dibujo de él, uno que Vegetta presumía haber hecho. Pero lo importante ahí era que debajo de su imagen, la palabra "Objetivo" estaba escrita.
— ¿Rub?— Vegetta preguntó— Oye, ¿Me estás haciendo caso?—
— ¿Por qué yo era tu objetivo?— Preguntó Rubius dando la vuelta.
— ¿Qué?— Vegetta dejo de sonreír al ver lo que Rubius tenía en manos— Oye no... Escucha, espera puedo explicarlo—
La mente de Rubius iba de un lado a otro, incluso retrocedió, ahí pudo notar que había más cosas en la parte trasera del dibujo, al voltear lo vio una lista de cosas.
— ¿Qué es esto?— Preguntó Rubius.
– Dueño del diamante.
– Oso oscuro.
– Buscar al oso.
– Acércate al híbrido.
– Obtén el diamante.
— ¡Rubius!—
— ¿Tú sabías que soy yo el de la profecía?— Preguntó Rubius al terminar de leer.
— Puedo explicarlo— Dijo Vegetta.
— Está investigación, has estado rastreando el diamante durante años— Dijo Rubius con seriedad mientras volteaba a verlo— Tú ya lo sabías... Siempre supiste que yo era el de la profecía—
— Rubius...—
— Invocaste al fuego para encontrar al diamante, no para encontrarme a mí— El oso siguió hablando— ¡Todo esto siempre fue por el diamante!—
— Pero Rubius, yo en verdad te quiero— Dijo Vegetta.
— ¡Eso no es verdad!— Rubius gritó al interrumpirlo— ¡Tu mismo escribiste "acércate al híbrido"! Ni siquiera me tratas como a tu igual en esta lista, me dices oso, me dices híbrido...—
Rubius terminó lanzando el papel hacia Vegetta.
— ¿Es que acaso nada de esto fue real?— Preguntó Rubius— Tu amistad, tu apoyo... ¿Ese fue tu plan todo este tiempo? ¿Acercarte a mí para obtener el jodido diamante? Hombre, vaya mierda—
— Rubius, por favor escúchame— Pidió Vegetta queriendo acercarse, pero Rubius se alejó.
— ¿Es que también todo este circo de enamorarme fue falso?— Preguntó Rubius, con la voz lastimada.
Vegetta se quedó callado, Rubius soltó una risa triste.
— ¿Y qué ibas a hacer después de que te entregará el diamante?— Preguntó el oso— ¿Encerrarme en un calabozo? ¿Matarme?—
— Yo no haría nada de eso— Vegetta comentó, pero Rubius volvió a interrumpirlo.
— Pues no te creo, acabo de descubrir que todo nuestro encuentro, que toda nuestra historia juntos, ¡Se construyó a base de mentiras!— Rubius gritó— Has sido deshonesto contigo desde que te conocí, ¡Y todo por el diamante!—
Y Rubius entonces vio el diamante en manos de Vegetta.
— Dámelo— Dijo con firmeza— Dame el puñetero diamante—
— ¿Qué? No— Vegetta retrocedió— ¿Para qué lo quieres?—
— ¿Cómo que para qué?— Rubius dijo exasperado— Para lanzarlo al fondo del mar, enterrarlo en el fondo de una cueva, para quemarlo en un volcán, ¡Solo quiero deshacerme de esa cosa! Ese diamante solo aparece para destruir mi vida—
Rubius extendió ambos brazos para tomar el diamante, pero una vez que ambos estuvieron en contacto con el diamante, este liberó una onda de energía que empujó a ambos y causando que el diamante cayó al suelo con fuerza, causando una pequeña grieta en la roca.
— ¿Qué acaba de pasar?— Vegetta preguntó mientras se enderezaba, pero Rubius entonces se agachó a recoger el diamante.
Al hacerlo, el diamante expulsó varios rayos que recorrieron sus brazos, luego lo siguiente que Rubius vio fue un cuchillo frente a su cara.
— Vegetta...—
— Rubius, por el bien de todos, deja ese diamante— Dijo Vegetta, tratando de sonar calmado.
— No...— Dijo Rubius en voz baja y uso su magia para lanzar a Vegetta contra la estantería de libros. Tras eso empezó a correr fuera del cuarto.
— ¡Rubius, espera!— Gritó Vegetta, pero Rubius ya estaba en el corredor, escapando sin soltar aquel diamante, el cual aún liberaba pequeños rayos de energía.
Rubius corría, pero él sabía que Vegetta era más rápido y podría alcanzarlo, tenía que buscar alternativas.
¡Los pasadizos! Eso es, los pasadizos que están por todo el castillo, Vegetta le había enseñado varios, así que podría irse por alguno al menos para tener algo de ventaja.
— Cuadro del mal, cuadro del mar— Rubius sonrió al ver la pintura que buscaba, rápidamente le dio un empujón con el brazo y está se abrió como si fuera una puerta.
Rubius entró con rapidez al pasaje, empezando a subir escaleras con rapidez, aún con miedo de que Vegetta lo siguiera, fue que invocó una sustancia resbaladiza que cubría los escalones detrás de él.
Pero no fue muy eficaz porque Vegetta estaba ya saltando escalones con agilidad.
— ¡Aléjate de mí, mentiroso!— Gritó Rubius cuando salió por el otro lado del pasaje.
El oso pudo notar que estaba en las escaleras principales que daban a la entrada del castillo, bien, estaba cerca de huir.
— ¡Rubius!—
Pero no contaba con el brazo de Vegetta, deteniéndolo para darle la vuelta.
— Solo dame el diamante y acabaremos con esto— Dijo Vegetta tomando el diamante, iniciando un nuevo forcejeo con Rubius.
— Deja al diamante y déjame a mí— Comentó Rubius.
— ¡Bobos, que van a caer por las escaleras!— Ambos se distrajeron al oír la voz de Lolito, quien estaba la final de las escaleras— ¡Que el rey viene para acá!—
— Lo que me faltaba... Vegetta, ¡Deja ya el diamante!— Rubius giro su rostro para ver a Vegetta, pero se topó con la palma extendida del de ojos morados.
— Revelio...— Vegetta susurró y Rubius retrocedió, sin notar que estaba en la orilla de la escalera. El oso terminó perdiendo el equilibrio y cayó hacia atrás.
Rubius empezó a rodar por todas las escaleras, golpeando su cuerpo en el proceso, además de que aquel diamante también rebotaba en los escalones.
El chico oso rodó hasta caer a pies de las escaleras, lastimándose el cuerpo bastante al hacerlo.
— ¿¡Rubius, estás bien!?— Gritó Lolito acercándose a Rubius, pero soltó un jadeo de sorpresa para alejarse.
Rubius estaba aturdido mientras se hincaba en el suelo, sobó su cabeza y luego se observó la mano, aún con su borrosa vista pudo distinguir sus garras.
— ¿Qué?— Rubius llevo ambas manos a su cabeza, sintiendo de inmediato sus orejas de oso— Ay no...—
Rubius entonces observó como Lolito y varios trabajadores más del castillo lo estaban viendo. Estaban viendo su verdadera naturaleza, ¿Es que a caso Vegetta lo había expuesto ante todos?
— ¿Qué es todo ese escándalo?— El rey preguntó cuando se acercó junto a Luzu, pero al ver a Rubius, se detuvo y colocó a su hijo detrás de él.
Rubius tragó saliva, sintiéndose observado por varios pares de ojos encima de él. El diamante estaba a unos centímetros de él, pero tenía miedo de tomarlo.
Al menos hasta que Vegetta fue bajando las escaleras.
— Vegetta...— Rubius dijo en voz baja y él solo volteó a verlo con duda en su mirada.
— ¿Eres un híbrido?— Preguntó Vegetta con un tono fingido en la voz.
Si Rubius ya estaba mal por las actitudes de Vegetta, ahora sintió su corazón comprimirse.
— ¡Un híbrido ha invadido el castillo!— Gritó uno de los guardias y eso alertó a los sentidos de Rubius.
El rubio dio un salto, atrapando el diamante, pero fue al mismo tiempo que Vegetta también atrapaba el diamante.
Los dos tomaron el diamante solo que en esa ocasión, cuando ambos tocaron la piedra, una enorme luz azul rodeo a ambos. Tanto Rubius cómo Vegetta se quejaron de dolor mientras sus cuerpos empezaban a levitar en el aire por la misma fuerza del diamante.
— ¿Por qué haces esto?— Preguntó Vegetta, mientras la luz que los rodeaba se tornaba morada.
— ¿Yo? ¿Qué es lo que haces tú?— Preguntó Rubius, dejando lágrimas salir de sus ojos a la vez que la luz se volvía verde— Acabas de negar que sabías que soy un híbrido frente a todos—
— ¡Estoy protegiendo mi hogar!— Gritó Vegetta.
— ¿¡Protegiéndolo de qué!?— Gritó Rubius.
— ¡De un monstruo!— El grito final de Vegetta ocasionó que una explosión de enojo saliera de Rubius.
Rubius con rabia alzó la mano derecha, soltando un zarpazo contra la cara de Vegetta, segundos después una gran explosión azul salió desde el interior del diamante, lanzando a ambos en direcciones contrarias.
Vegetta cayó en las escaleras y Rubius cerca de la entrada.
El híbrido fue abriendo los ojos, notando que el diamante se había partido y un pequeño fragmento quedó con él.
— ¡Guardias, hagan algo!— El rey gritó.
Rubius tomó el diamante y se puso de pie rápidamente, su fragmento reaccionó y un escudo lo rodeó, alejando a los guardias.
— ¡Aléjense de mí!— Gritó Rubius.
Rubius estaba tan distraído con los guardias que no vio como Vegetta estaba entre ellos, sosteniendo el resto del diamante.
Se vieron y de pronto un gran rayo salió del diamante y atravesó el escudo de Rubius, golpeando su cuerpo, lanzándolo con fuerza fuera del castillo.
— ¡Largo de aquí, monstruo!— Gritó Vegetta, parándose con firmeza en la puerta del castillo.
Rubius se puso de pie, poniéndose en guardia, viendo a Vegetta, con sangre en el rostro por el rasguño que le había propinado momentos antes y aún en esa situación, Rubius se sintió culpable.
— Repítelo— Dijo Rubius mientras veía a Vegetta— Repite lo que me dijiste—
— He dicho— Vegetta habló, con un temblor en su voz— Lárgate de aquí... Monstruo—
Rubius sintió su corazón terminar de romperse, sintió todo el dolor del mundo recorrer su cuerpo.
— Si sabes lo que es mejor para ti, te irás por siempre del reino y jamás regresaras— Vegetta siguió hablando.
Rubius miró a Vegetta con rencor, apretó su mano que sostenía el fragmento de diamante.
Sin decir nada más, Rubius alzó la mano derecha, formando una gran nube oscura en el cielo, segundos después un rato cayó sobre él, haciéndolo desaparecer del castillo.
Segundos después, un nuevo rayo cayó en el bosque, Rubius apareció cayendo al suelo ahí.
Quedando a orillas de un pequeño lago, estando él ahí tirado, empezando a llorar en silencio.
Se arrastró hasta estar cerca del agua, asomó la cabeza sobre el agua y vio su reflejo, estaba golpeado, magullado, con sangre en la cabeza, las cejas y la boca.
Se veía patético y se sentía patético.
En cuestión de minutos había perdido todo lo que él creía tener.
Las ganas de volver a llorar llegaron.
Levantó el puño y golpeó el agua, causando un chapoteo, aunque sin notarlo, el agua se oscureció y tomó una densidad más fangosa.
— ¡MALDITA SEA!— Gritó con frustración mientras se paraba— ¿¡POR QUÉ!?—
Pateó el suelo, levantando tierra y pequeños guijarros.
— ¿Por qué tuvo que pasar todo esto?— Rubius habló, llorando más.
El oso empezó a avanzar sin dirección alguna, teniendo cientos de pensamientos en su cabeza, cada vez descendía más a la desesperación y enojo.
"¿Por qué me tiene pasar esto a mí? ¿Qué hice mal? ¿Nacer?" Pensaba mientras se tambaleaba.
— Esa profecía... Esa estúpida y puñetera profecía— El oso terminó por recargarse en un árbol— ¿Qué hice para parecer esto?... He tratado de ser bueno, trate de ser un héroe, quise seguir el buen camino... Ayude a Vegetta...—
"Vegetta" Rubius frunció el ceño con molestia.
— Trate de ayudar a Vegetta— Repitió para sí mismo, cuestionando sus acciones.
Ayudó a Vegetta, ¿Y cómo le pagó?.
— ¿Por qué lo hice?— Rubius se preguntó mientras dejaba la mano apoyada en el tronco y se enderezaba.
— ¿Y qué me ha dado?... Momentos de gloria dónde estoy en el fondo— Rubius frunció el ceño y dejo la punta de sus garras sobre el tronco del árbol— Das amor, ¿Y a dónde te deja?—
La tristeza seguía invadiendo su cuerpo, lloraba con rabia y frustración.
— Piensa bien, todos te dejan— El brujo se estaba regañando a sí mismo con bastante molestia— Das tu vida, ¿Y como te pagan? ¡Ni las gracias por lo que sabes! Ellos triunfan y yo no valgo absolutamente nada. ¡Me traicionan y engañan!—
Rubius dejo un gran rasguño sobre la madera y empezó a caminar por el oscuro bosque.
— Algo soñé, soñé para ti, mamá— Rubius cantó en voz baja, mirando hacia el cielo nocturno— No fue para mí, mamá—
Con más enojo que tristeza, Rubius dio media vuelta para ver un gran arbusto.
— Y si no fuera por mí, no estarías allí, oh gran Vegetta— Mientras más cantaba Rubius, su fragmento del diamante brillaba con mayor intensidad, sin que el oso lo notará, el suelo empezaba a agrietarse.
— ¡Pues que alguien diga cuando me toca!— Los ojos de Rubius brillaron intensamente, causando que aquel arbusto que veía empezará a incendiarse— ¿Puedo ya soñar para mí?—
Las grietas del suelo empezaron a expandirse y toda la vegetación por dónde las grietas pasaban se marchitaba y moría.
— Desde hoy yo soy el importante, ¡Fuera todos, voy adelante!— Rubius dio un fuerte pistón en el suelo, causando que agua estancada saliera de entre las grietas, inundando el sitio de vegetación muerta.
— Desde ahora y hasta siempre, está vez me aplauden a mí...— Rubius se detuvo un momento, viendo el desastre que lo rodeaba, un entorno que extrañamente le confortaba y lo hacía sentirse feliz.
Empezó a sonreír poco a poco, mostrando sus colmillos.
— ¡Y todo será para mí!— Rubius gritó aumentando el nivel de agua— ¡Todo se tiñe de verde!—
El trozo de tierra donde Rubius estaba de pie empezó a elevarse un poco mientras todo el radio que le rodeaba terminaba de hundirse en el agua pantanosa.
— ¡Todos se inclinan y aplauden, ahora por mí!— Rubius continuaba con una enorme sonrisa en sus labios y el diamante brillaba a más no poder.
— Para mí... Para mí... Para mí— La sonrisa de Rubius, que más que una sonrisa real era una fachada que se combinaba con las lágrimas que aún seguían cayendo por sus mejillas— Para mí... Para mí... ¡PARA MÍ!—
"Y fue esa noche que lo decidí. Decidí que me vengaría de todo y todos en el reino, está vez pensaría solo en mí."
"Si mi destino decía que yo sería un villano, entonces me encargaría de ser el peor villano de la historia."
Continuará...
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