Memorias Del Oso 1
Crᥙᥱᥣᥣᥲ dᥱ Vιᥣ, Crᥙᥱᥣᥣᥲ dᥱ Vιᥣ
Es todo ᥙᥒ ᥱsρᥲᥒto, Crᥙᥱᥣᥣᥲ dᥱ Vιᥣ
Lᥲ ᥴᥲrᥒᥱ dᥱ gᥲᥣᥣιᥒᥲ tᥱ ρoᥒdrᥲ́
Crᥙᥱᥣᥣᥲ, Crᥙᥱᥣᥣᥲ
"Años antes de que yo naciera, La Gran Bruja hizo una profecía que marcaría mi destino. A nadie alrededor mío le gustó eso..."
"Incluso desde mi nacimiento ya traía problemas. La profecía dice que yo nacería por la unión de dos razas enemigas, mi madre era un híbrido de oso grizzly y mi padre era un híbrido de oso polar, dos razas enemigas, siempre se han odiado."
"Mi padre era un guardián de la luz, una clase de guerreros que luchan en contra de los seres de la oscuridad. Por otro lado, mi madre era hija de un alto mando de los Osos del Norte, un grupo de diversos híbridos de oso que se dedicaban al mal, es más que claro porque su relación era mal vista."
"Yo no sé cómo es que ellos dos se conocieron, pero sé cuando se separaron..."
En un páramo nevado, había dos figuras que caminaban rápidamente por la nieve, acercándose a un río.
La figura que iba delante era una mujer muy delgada y alta, con un vestido negro y una capa roja que la cubría, su cabello marrón estaba atado y sus orejas de oso temblaban un poco.
Detrás de ella, había otro híbrido, era igual de alto, con mucho músculo y una capa de piel cubriendo su cuerpo, tenía una larga cabellera blanca que iba a juego con la barba, también contaba con dos orejas blancas en la cabeza.
Lo más destacable era como aquella fémina, cargaba un bebé que a pesar del frío, dormía plácidamente.
— Aquí es— Dijo el hombre, señalando una barca de madera, ayudo a la mujer a entrar y ella volteó a verlo.
— ¿No vas a subir?— Preguntó la mujer.
— No— Dijo el hombre— Ese niño tiene un destino marcado, no puedo estar ligado a la oscuridad—
— Björn, es nuestro hijo de quién estamos hablando— Respondió la mujer.
— Agatha, nuestro hijo fue destinado a la oscuridad— Björn habló viendo a su mujer— Soy un guardián de la luz, no puedo tener un hijo malvado—
— ¿Y qué culpa tengo yo en esto?— Agatha habló en voz alta— ¿Por qué tengo que abandonar mis comodidades solo por una estúpida profecía?—
— Tú eres un grizzly, yo soy un polar, está relación nunca iba a terminar bien— Dijo el híbrido de oso polar— Si sabes lo que es bueno, entonces sabrás que esto jamás debió ocurrir, está relación nunca debió ocurrir y sobre todo, ese bebé nunca debió ocurrir—
Björn se alejó, levantando un brazo.
— Björn no te atrevas— Agatha le vio con molestia, pero el otro oso tocó la barca, la cual de inmediato empezó a moverse rápidamente— ¡Maldito seas, hijo de puta!—
Agatha gritaba mientras la barca se alejaba a toda velocidad, la osa terminó sentándose en una banda de la balsa, después dejo al bebé dormido en el piso de la misma.
Agatha abrió su capa, tomando un libro que había robado, en el título decía "La magia oculta del norte".
— Conseguí lo que buscaba— Comentó Agatha entre risas, luego vio al bebé en el suelo— Felices cuatro meses de nacimiento, supongo—
Una tormenta de nieve se hizo presente, lo suficiente para que cubriera toda la escena. Cuando la nieve se dispersó, ahora la escena era una casa muy húmeda y aún fría.
— ¡Rubén!— Agatha gritó por sobre los gritos del pequeño niño que lloraba en el suelo— ¿¡Cuántas veces te he dicho que no llores!? ¡Asustaste a un cliente!—
La adulta gritaba, hasta que vio como el niño de 4 años tenía sangre en su rodilla.
— Ay, pequeño, ¿Te lastimaste mucho?— Agatha se agachó en el suelo, cargando al pequeño infante— Ven, vamos a curar esa herida—
La madre sostuvo fuerte al niño que dejó de llorar y empezó a alejarse.
"Cómo pueden ver, mi madre era voluble, ella muy pocas veces mostraba cariño y compasión por mí, la mayoría de veces estaba enojada"
"No la culpo, ¿Quién no estaría enojado con el niño que causó la perdida de sus comodidades?"
— Perdón...— Susurró el pequeño Rubén de 8 años.
— ¡Te lo dije!— Gritó Agatha dando una fuerte bofetada al niño— ¡Te he dicho mil veces que no salgas de la cueva!—
El niño cayó al suelo, llorando mucho.
— ¡Cállate ya!— Gritó Agatha antes de irse de la sala, dejando al niño solo.
"A mi mamá no le gustaba que yo saliera de nuestra cueva, que debo admitir, era una cueva muy linda, sí, era fría y húmeda, con muebles muy viejos, pero la entrada a la cueva tenía forma de calavera. Era lo mejor"
"Y aunque mi mamá no me dejaba salir de la cueva, sí teníamos paseos, poco convencionales, pero eran paseos"
Un Rubén de 10 años, estaba caminando detrás de Agatha por un pasillo de roca iluminado por antorchas.
— ¿Recuerdas lo que debes buscar?— Pregunta Agatha.
— Uh, trozos de carbón y fragmentos sueltos de cristal— Rubén asintió un poco.
— Eso es, pequeño— Agatha sonrió.
"Mi madre necesitaba minerales para sus pociones, así que ella había creado una mina con entrada en nuestra cueva, ella me llevaba para ayudarla a recolectar cosas que necesitaba, siempre cosas pequeñas que yo pudiera recolectar. Ella incluso dejaba que yo me quedara con pequeñas pepitas de oro, no muy grandes, las grandes se las tenía que dar a ella para poder comprar cosas que necesitáramos."
"Era una buena rutina, al menos hasta qué... Encontré el diamante."
El pequeño Rubén estaba lejos de su madre, pero sabía dónde encontrarla, solo debía seguir el olor a rosas que su madre siempre emanaba.
— Con este son dieciséis trozos de carbón— Dijo el niño, metiendo el carbón en su mochila.
El niño bajo de la roca donde estaba y empezó a caminar por el largo pasillo iluminado por fuego.
El pequeño Rubén estaba tan distraído en caminar y ver cualquier tipo de material suelto que no vio el agujero frente a él, por el cual terminó cayendo varios metros.
— ¡Auch!— El niño se quejó por la caída, se había dañado los codos, estaba seguro de aquello.
Rubius se puso de pie y se limpió la ropa, había poca luz ahí dentro, apenas alumbrado por la luz del hoyo por dónde había caído.
El niño miró sus manos y levantó el dedo índice.
— Uh... Lumo— El niño dijo, pero no ocurrió nada— Lamas... Lima... Lomas... Lolas—
El niño repetía palabras al azar, pero nada pasaba, hasta que recordó la palabra correcta.
— ¡Lumus!— Rubén gritó y una pequeña esfera de luz apareció sobre su garrita.
La esfera alumbraba un poco, pero servía para ver la cueva, caminó un poco y se sorprendió mucho al ver grandes rastros de oro, esmeraldas, carbón y cristales.
— Mamá estará feliz con todo esto— Rubén dijo con felicidad, metiendo cuanto más podía en la mochila.
El niño estuvo así hasta que el brillo le golpeó en los ojos, miró a la derecha y observó que sobresaliendo de la tierra de la pared se encontraba un pequeño diamante azul que brillaba con la luz de la esfera.
— Diamante...— Él niño susurró caminado hasta el diamante.
Si él le daba un diamante a su mamá, ella estaría muy feliz, así que el pequeño niño intentó sacarlo, pero fue difícil, estaba muy incrustado en la pared.
Frunció el ceño y ocupó sus garras para cavar alrededor de la tierra, cuando creyó que era suficiente empezó a jalar más fuerte.
— Vamos, ya sal— Comentó el niño, haciendo esfuerzo para sacar aquella piedra preciosa.
El pequeño híbrido siguió jalando, sintiendo que el diamante iba saliendo de la tierra, finalmente todo el diamante salió, tirando al infante al suelo.
Rubén se sentó en el suelo y vio que aquel diamante era más grande de lo que pensaba.
— Guau— Él niño estaba sorprendido— Mamá estará tan orgullosa, pero está muy sucio—
El pequeño colocó ambas manos en el diamante para limpiarlo, pero al momento de tocarlo, sintió una gran ola de fuerza que recorrió todo su cuerpo e hizo brillas sus ojos.
Se sentía fuerte, poderoso e imparable, esa sensación le gustó mucho.
— Debo llevarlo a casa— Mencionó el niño, tratando de limpiarlo un poco, la tierra estaba demasiado pegada al diamante.
Frunció el celo, se decidió por guardarlo en su mochila, ya lo limpiaría en casa.
— ¿Rubén?—
El niño se puso de pie de inmediato y tomó más oro para guardarlo.
— ¡Aquí estoy, mamá!— Gritó el niño parándose debajo del agujero— ¡Me caí!—
Al pasar los segundos, la cabeza de Agatha se asomó.
— ¿Estás lastimado?—
— No mucho—
— Espera ahí— Agatha dijo y segundos después, él empezó a levitar del sueño, el infante sonreía mientras se elevaba por los aires hasta estar junto a su mamá— ¿Dónde te golpeaste?—
— Los codos— Respondió Rubén alzando los brazos.
— Bien, vamos a casa para que pueda curarte esos raspones— Agatha se enderezó y empezó a caminar, Rubén sonriente le siguió.
Ambos volvieron a su casa, Agatha bloqueó la puerta a la mina y se dirigió a la pequeña cocina que tenían. Rubén aprovechó y corrió a su cuarto para sacar el diamante del morral y dejarlo en su cama, oculto bajo la almohada.
Una vez que el diamante estuvo oculto, el pequeño volvió corriendo justo para coincidir con su madre, saliendo de la andrajosa cocina, sosteniendo un vaso de cristal con agua.
— Bebe— Comentó Agatha dándole el vaso.
El pequeño Rubén empezó a beber el agua mientras seguía a su madre hasta la vieja mesa del comedor de la cueva.
Rubén se sentó en la silla y dejo que su madre colocara ungüento delicadamente sobre sus codos.
— Mañana debo salir desde muy temprano— Agatha dijo con tranquilidad— Iré a un pueblo cercano, hay suficiente comida para que tengas tus tres comidas mañana, confío en que puedes cuidarte solo, ¿No?—
— Sí— El infante sonrió.
— Perfecto— Agatha terminó de colocar un par de vendas en los codos del niño— Ahora ve a dormir, necesitas descansar—
Rubén se fue tranquilamente a su habitación, acostándose en la cama para dormir.
Cuando despertó al siguiente día su mamá ya no estaba y Rubén aprovechó el día para limpiar lo mejor que pudo el diamante, tirando toda la tierra que el diamante tenía. Usando el agua de un agujero en la cueva que se filtraba desde el río.
En cuanto más tiempo pasaba limpiando el diamante con sus manos, él se sentía más fuerte, se sentía ágil y capaz de mucho. Sentía que podía vencer a un dragón.
Tardó bastante, pero logró limpiar todo el diamante por completo, que quedó completamente libre de tierra y suciedad.
Rubén pudo ver su reflejo en el diamante y sonrió ante la vista, se veía como un gran rey en su imaginación.
El infante había logrado mantener limpio el diamante dejándolo en su cama, comió y se dio un rápido baño con agua fría, se vistió y estaba listo para recibir a su mamá.
Cuando ya estaba anocheciendo, Agatha volvió a la cueva mientras Rubén encendía las velas y antorchas.
— Volví y traigo algo para ti— Mencionó Agatha, mostrando una bolsa de papel— Son caramelos—
Rubén sonrió feliz y tomó la bolsa, abrió uno y sacó una pequeña galleta con una jalea amarilla.
— Es de piña— Dijo Agatha y Rubén sonrió más para luego comer la galleta.
Por un momento había olvidado el diamante.
— Tengo un regalo para ti, mamá— Dijo el infante.
— ¿Un regalo para mí?— Preguntó Agatha y el niño asintió— ¿Y qué es?—
— Cierra los ojos— Dijo Rubén con ánimo y Agatha lo hizo riendo un poco.
Rubén sonriente corrió hasta su cuarto, sacando el diamante de debajo de su cama, lo cargó con fuerzas y regreso al comedor.
— Abre los ojos— Rubén pidió y Agatha lo hizo— ¡Sorpresa!—
Agatha sonreía levemente, pero el diamante brillo cuando estuvo en manos del niño, y Agatha borró su sonrisa.
"El oso habrá de encontrar el diamante del poder, el cual lo convertirá en el brujo oscuro más poderoso de la historia"
— No... No, ¿¡De dónde sacaste eso!?— Gritó Agatha con enojo.
— E-En la mina, el otro día que fuimos... ¿No te gusta?— Preguntó el menor, con algo de miedo.
— ¡Aleja esa mierda de mí!— Gritó Agatha dándole un manotazo, tirando el diamante al suelo y asustando al pequeño.
— Pero mamá...—
— ¡Cállate ya!— Gritó Agatha tomando sus brazos para agitarlo con fuerza hasta soltarlo, haciendo al niño cae de sentón— ¡Debiste dejar ese diamante en paz! ¡La maldita profecía se está cumpliendo!—
— ¿La qué?— Preguntó el infante, aguantando las ganas de llorar.
Agatha volteó a verlo con rabia pura en los ojos, le tomo de la oreja y empezó a jalarlo de ahí, haciendo al niño gritar de dolo.
— ¿¡Quieres saber de qué hablo!? ¡Hablo de como arruinaste mi vida!— Agatha gritó empezando a caminar, arrastrando a Rubén de la oreja.
El niño lloraba y soltó un gritó aún más fuerte al sentir que la garra de su madre atravesaba su oreja.
— ¡Mamá, me duele!— Gritó el niño, pero solo enojo más a la osa quien le jalo con más fuerza— ¡Me duele mucho!—
Rubén lloraba mientras era arrastrado hasta la zona donde su madre dormía.
Agatha básicamente lanzó al menor a su escritorio, la osa comenzó a buscar cosas hasta sacar un pergamino con las orillas quemadas, dejo la hoja en el escritorio y tomó a su hijo del cabello para casi golpear su cabeza en el papel.
— ¡Lee, lee el jodido papel!— Gritó Agatha con fuerza— De la unión de dos razas enemigas nacerá una criatura con un poder inimaginable. Un ser cuya alma se llenará de oscuridad con el pasar del tiempo por su camino destinado a la soledad. El oso habrá de encontrar el diamante del poder, el cual lo convertirá en el brujo oscuro más poderoso de la historia, empezando un reinado de oscuridad y devastación. Solamente un héroe visto por el brujo como su igual será capaz de detenerlo. El héroe de la luz se levantará de entre los escombros del miedo empuñando la esperanza de los débiles y terminará con el reinado de oscuridad del gran oso brujo—
Rubén lloraba sin poder leer.
— ¡Eso eres tú! ¡Tú naciste con ese futuro!— Gritó la osa con enojo y rencor, con la voz más que ronca— ¡Tu padre me dejó por tu culpa! ¡Eres una maldición, Rubén!—
— Basta mamá— Lloró Rubén.
— ¡No eres más que un monstruo!— Agatha gritó— ¡Eres una bestia, un error!—
— Mamá ya basta— Rubén imploraba.
— ¡Monstruo!— Agatha siguió gritando— ¡Eres un monstruo!—
— ¡BASTA!— Rubén gritó, casi desgarrando su garganta, pero ese grito no vino solo, pues el grito causo un enorme temblor en la cueva, tiró varias cosas e incluso Agatha cayó de espaldas al sentir una onda expansiva salir de Rubén.
Agatha se apoyó en sus codos y miró a Rubén, su mirada había cambiado y tragó saliva. La osa se puso de pie lentamente y se alisó el vestido.
— Ven aquí, hay que curarte esa oreja— Dijo con calma, extendiendo su mano hacia Rubén, él le tomo la mano y aceptó ir al comedor— Y me voy a deshacer de ese horrendo diamante—
"Años después comprendí que mi madre estaba asustada de que yo pudiera hacerle algo y por eso se portó tan amable."
"A partir de ese momento, mi madre cambió su comportamiento, los momentos donde ella era amable y cariñosa conmigo fueron disminuyendo, ella empezaba a distanciarse. Aunque ella se encargó de dejar el pergamino de la profecía en mi cuarto y yo la leí todas las noches hasta que quedó grabada en mi cerebro."
"Me sentía tan solo."
"Pero yo siendo un niño que solo había interactuado con su madre, solo buscaba tener su aprobación, quería que ella me viera algo especial en mí. Mi madre era igual que yo, una bruja que hacía tratos mágicos con humanos e híbridos, yo la espiaba e imitaba sus acciones, sus palabras y manera de hablar, yo quería convertirme en ella para obtener su aprobación."
"Pase cuatro años queriendo ser cómo ella hasta que cumplí 14 años. Con esa edad yo me creía lo suficientemente independiente, así que me puse frente a ella y hablé."
— ¿Ahora qué ocurre, Rubén?— Preguntó Agatha con cansancio mientras se dejaba caer en una silla mecedora.
Rubén estaba ahí de pie frente a ella, con el cabello blanco alborotado, apenas y se podían ver sus orejas cafés.
— Bueno, ayer por fin cumplí 14 años, y estuve pensando que, ya que soy mayor— Rubén empezó a hablar— Y como tú me has contado que cuando cumpliste 14 años saliste de casa para ir al polo—
— Lo cual fue un error— Agatha le interrumpió.
— Sí... Pues yo pensé que tal vez tú podrías dejarme salir de la cueva— Dijo Rubén en voz baja— Para, ya sabes, vivir una aventura—
Agatha empezó a reír.
— ¿Una aventura? Por favor, Rubén, ¿Qué desvaríos piensas?— Agatha preguntó— No debí regalarte ese libro de cuentos hace dos años. Rubén tú no eres un héroe, ni un explorador, ya te dejé claro que no eres ni serás nada de eso—
— Pero...—
— Sin peros— Agatha dijo, se puso de pie y empezó a caminar, alejándose de Rubén.
— ¡Solo déjame salir de la cueva!— Gritó Rubén. Ante el grito, Agatha miró hacia atrás.
— ¿Quieres salir de la cueva?— Preguntó Agatha— Ah, ay Rubén—
— Ya tengo edad suficiente para salir solo— El joven dijo, pero su madre solo soltó una risita, acercándose a él.
— Mírate tan frágil como un brote— Agatha empezó a cantar dulcemente, tomando el hombro de su hijo— Un retoño nuevo de una flor—
— ¿Sabes por qué estamos en la cueva?— La osa canturreó, pero ni siquiera lo dejó responder— Así es, es por tu bien querido—
Rubén frunció el ceño.
— Este día tan triste ya esperaba— Agatha siguió cantando, dándole la espalda a su hijo— Dejarás el nido, así será—
— Pero aún no, ¡Shh!— Agatha volteó y callo a Rubén antes de que él hablara— Créeme amor. Sabia es mamá—
Agatha le sonrió antes de alejarse un poco de Rubén mientras él la seguía.
— Sabia es mamá, óyeme atento, el mundo exterior es cruel— La osa siguió cantando mientras empezaba a moverse alrededor de Rubén.
— Creo que estás exagerando— Dijo el chico.
— Sabia es mamá— Agatha le ignoró— De alguna manera algo saldrá mal, lo sé—
La mujer al aplaudir, desapareció e hizo que todo tipo de luz desapareciera, dejando a su hijo adolescente a oscuras.
— Sucios rufianes, hiedra venenosa— A cada que cantaba, Agatha se aparecía junto a Rubén, usando ilusiones de ladrones y plantas asesinas para asustarlo— Comen niños, oh, el mal, ¡Sí!—
— Híbridos también, de largos colmillos— Agatha cantaba, haciendo que un enorme híbrido de lobo apareciera de tras de ella— No, no más que me atormentas—
La mujer dramatizaba sus acciones, apoyándose en la pared mientras colocaba el dorso de su mano izquierda en su frente como si fuera una damisela en apuros. Acto seguido volvió a desaparecer.
— Madre está aquí, madre te protege— Agatha apareció justo detrás de Rubén, asustándolo, pero ella lo tomo en brazos para abrazarlo— Mi consejo escucha ya—
— Mamá...—
— No hagas drama, mami te ama— La osa tomó al menor de los brazos para verlo a los ojos y besar su frente— Sabia es mamá—
— No creo que todo eso ocurra allí afuera— Comentó Rubén— Y soy un brujo, puedo defenderme—
— Rubén, ellos saben de tu naturaleza monstruosa, ¿Cómo crees que te recibirán?— Agatha dijo haciendo que una visión de polvo cobrará vida frente a ambos, mostraba una multitud furiosa persiguiendo a Rubén— Y no es el único mal allí?—
— ¿Hay más?— Preguntó el chico, tartamudeando del temor y Agatha sonrió.
— Allá está el feroz rinoceronte, allá hay asaltos y agresión— Comentó Agatha, haciendo que la visión de polvo cambiará a un rinoceronte salvaje y después a un par de piratas con espadas— Solo soy tu madre, ¿Qué sabría? Tan solo te he cuidado siempre...—
Agatha nuevamente desapareció en la oscuridad.
— Vete ya, que yo me lo merezco y que muera sola, suerte cruel— La bruja apareció está vez cantando en un gran féretro rodeado de flores tan rojas como su propio vestido— Tarde será y lo verás...—
— Sabia es mamá— Agatha cantó más fuerte mientras se levantaba como vampiro hasta sentarse. Lanzó las flores hacia su hijo y volvió a oscurecer todo.
— Sabia es mamá, mami es tu soporte— Mientras la voz de Agatha se oía en la oscuridad, Rubén empezó a encender varias velas para alumbrar un poco el sitio, sin saber que Agatha iba detrás de él, apagando cada vela— Solo no subsistirás—
— Simple, sin calzar, inmaduro, torpe— Agatha está vez apareció detrás de Rubén, volviendo a asustarlo y señalar su falta de calzado. El adolescente avergonzado intento cubrirlo con su pantalón, pero Agatha lo derrumbó sobre la alfombra y lo enrollo en ella— ¡Vivo te comerán!—
Rubén se mareó por aquello y cuando recuperó la compostura vio que estaba de pie frente al gran espejo de su madre con su madre al lado.
— Crédulo, infantil y sin duda lento— Agatha cantó viendo el reflejo de ambos, señalando cada imperfección en él— Parlanchín, ingenuo, humm, ¿Ves?—
— Creo que también, algo muy tontito— Agatha cantó, dando golpecitos en la cabeza de su hijo— Te lo digo pues te críe yo—
— Madre entiende bien, madre te apoya— Agatha tomó ambas manos del menor para empezar a danzar con él— Y te advierte nada más—
Rubén observó que el gesto animado que tenía su madre al cantar desaparecía, casi como si la música instrumental hubiera cambiado súbitamente.
— Rubén, prométeme que no saldrás de esta cueva nunca— Dijo la osa con severidad y Rubén bajo la mirada.
— Lo prometo, mamá— Dijo Rubén y Agatha sonrió.
— Si lo olvidas, te castigas— Agatha cantó abrazando de nuevo al adolescente— Sabia es mamá—
Aquel recuerdo se desvaneció como el polvo que se llevaba el aire para cambiar la escena.
Ahora Rubén estaba sentado en el suelo de la cueva, haciendo un pentagrama con ramas y trozos de cuerdas viejas.
— ¿Los pentagramas cuentan como adorno navideño, mamá?— Preguntó el adolescente.
— Si te dan espíritu navideño entonces lo son— Respondió Agatha desde la cocina, cocinando salmón.
Rubén se encogió en hombros y siguió haciendo más adornos, estuvo un buen rato así hasta que escuchó un águila cantar.
Levantó la vista y la observó en una ventana (más bien agujero) de la cueva.
El joven brujo se fue poniendo de pie, miró al águila que estaba estoica en su lugar. Rubén se acercó lentamente, viendo que tenía algo atado en una pata.
— ¿Un águila mensajera?— Preguntó mientras lentamente estiraba la mano para tomar el pergamino enrollado que llevaba en la pata— ¿Gracias?—
El águila cantó en respuesta y voló fuera de la cueva.
Rubén observó que la cuerda que mantenía el pergamino envuelto tenía una nota que colgaba que decía el destinatario.
— ¡Mamá, un águila te trajo un mensaje!— Gritó Rubén.
— ¿Un mensaje?— Agatha salió de la cocina, sosteniendo dos platos con pescado, los dejo en la mesa. Tomó el pergamino y lo leyó en voz baja— Vaya, vaya—
— ¿Qué dice?—
— El rey Mauro III de Karmaland me ha convocado a su reino— Agatha dijo con una sonrisa— Al parecer su guerra contra Tortillaland está en un punto crítico y necesita que yo le dé ayuda mágica para ayudarle—
— Cool, ¿Iremos a un reino?— Preguntó Rubén.
— Iré a un reino— Agatha corrigió— Tú te quedarás en la cueva, que fortuna que hoy traje comida, será suficiente para estos días—
— ¿Días?—
— El viaje a Karmaland es de un día y medio, así que estaré un par de días fuera— Comentó Agatha— Hay suficiente comida para ti, volveré aquí con provisiones. ¿Quieres que te traiga algo?—
Rubén se desanimó bastante.
— ¿Podrías traerme algunos frutos rojos?— Preguntó el chico— Para hacer té—
— Tú y tus tés de frutos rojos— Agatha soltó una risita— Te traeré una canasta llena—
Rubén le sonrió un poco mientras veía a su madre dar media vuelta.
"Esa fue la última vez que la vi."
"Ella se marchó a Karmaland, las horas se convirtieron en días, los días se convirtieron en semanas y finalmente pasó un mes."
"Yo me estaba quedando sin comida y el miedo me inundaba porque jamás supe que ocurrió con ella. La idea de que ella finalmente se cansó de mi era factible, pero también pudo haber muerto al cruzarse con alguna batalla."
"Así que tomé la decisión, finalmente saldría de la cueva."
Rubén comió el último trozo de manzana y suspiró, ya solo tenía provisiones para un par de días, días en los que buscaría algo más para comer.
— Estoy listo— Dijo el chico a sí mismo, se puso de pie, se colocó el morral y se la ajustó bien para luego mirar a la salida.
Comenzó a caminar hasta entrar en un túnel, el cual daba a la salida oh bueno, él lo supone. Siempre su madre se marchaba, iba por ese túnel, Rubén tuvo demasiado miedo para avanzar por ahí.
Rubén suspiró mientras caminaba, era demasiado húmedo, con agua en todos lados, alcanzaba a oír el ruido del agua correr. Debía ser el río.
Había luz y Rubén avanzó hasta que estuvo en la entrada de la cueva, él miró asombrado cómo a unos tres metros frente a él había una gran cascada.
— Entonces así es como nos escondemos— Rubén mencionó dando un par de pasos al frente— La cueva está oculta detrás de una cascada, un gran escondite, mamá—
Rubén levantó el brazo, sintiendo el rocío de la cascada caer en su piel.
El chico dudó, ¿Estaba haciendo lo correcto?
— Estoy tan cerca de ese mundo externo— Rubén canto bajito— A eso tan grande voy, no me atreveré—
— Aquí estoy...— Rubén tragó saliva y cerró los puños— Por fin, tengo que hacerlo—
— ¿Y si...?— Rubén miró hacia atrás, queriendo irse, pero luego se paró firmemente— No. Lo haré—
El adolescente empezó a caminar, esperaba atravesar el agua y seguir por un camino, pero al pisar dónde estaba la cascada en lugar de pisar algo firme, cayó.
Rubén gritó pues lo que seguía era un largo tobogán de piedra con agua por dónde estaba cayendo a gran velocidad. Dicho tobogán terminó hacer que el adolescente volara hasta aterrizar en un campo de flores.
— ¿¡Así es como ella sale!?— Gritó mientras usaba sus brazos para levantar su torso— ¿Y como coño sube de vuelta?—
Iba a seguir quejándose, pero miró al suelo, observando el pasto de un bello color verde. Lo acarició un poco más, dejando que sus garras se ensuciaran con la tierra, sonrió feliz.
— Césped y tierra son igual que imaginé— Rubén se paró, dejando sus pies bien plantados en el césped que hacía cosquillas, luego sintió el aire golpearlo, se sentía tan bien— La brisa sopla y va, con ella viajaré. Esto es sentirse libre por primera vez—
— Y voy corriendo, jugando, danzando— Rubén siguió cantando mientras empezaba a correr por todo el prado lleno de color que estaba fuera de la cueva, el lago y la cascada que escondía su hogar— Siguiendo, saltando, atando, soltando, latiendo, salpico y giro, y al fin yo lo siento—
— ¡Mi vida empieza así!— Rubén abrió los brazos y cantó con toda su alma al sentir el aire darle de frente.
Estaba feliz, él era libre.
Continuará...
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