Capítulo 10 - Cicatrices
El viernes por la mañana, dos adolescentes muy diferentes, polos opuestos, se podría decir, se dedicaron a sus asuntos, siguiendo sus rutinas matutinas típicas al comenzar el día, preparándose para otro día de escuela.
Estudiándose en el espejo, el pequeño Izuku intentó peinar sus mechones verdes salvajes, que volvían a su lugar segundos después de ser domados temporalmente por el peine. Rindiéndose, terminó por ponerse la corbata, agarró sus cosas y salió de la habitación.
Corriendo escaleras abajo, no alcanzando los últimos peldaños, se encontró cayendo de bruces al suelo, cuando los instintos se apoderaron de él, levantó las manos para tratar de detener su caída, apenas llegando a tiempo cuando su nariz se estrelló contra el piso de madera fría.
–¡Ay! –gritó mientras intentaba levantarse.
Desempolvándose, dio la vuelta a las escaleras y entró en la cocina, esperando encontrar a su madre allí con el desayuno. Estaba un poco decepcionado de que ella no estuviera allí, pero se animó cuando sus ojos se posaron en un plato con una nota al lado.
'Salí temprano para pagar las cuentas y comprar la mercadería. Te dejé el desayuno. Te amo, mamá'
Deslizando la nota en su bolsillo, rápidamente se comió los huevos y el tocino que su madre le había dejado. Asegurándose de lavar sus platos, luego agarró sus cosas antes de salir de la casa.
Al otro lado de la calle, las cosas iban exactamente como lo hacían casi todos los días. Se podría decir que con las rubias efusivos que vivían bajo el mismo techo, las cosas tienden a volverse más bien "explosivas" de vez en cuando, o eso es lo que Masaru te haría pensar después de tantos años de matrimonio con la rubia del par.
Katsuki estaba saliendo de la ducha mientras alcanzaba la toalla que había puesto en el lavabo del baño. Como prefería las duchas largas, el baño se parecía a una cámara de gas dado toda la niebla que se arrimaba por todo el baño.
Al no poder ver, no pudo encontrar la toalla que sabía que había colocado allí. Al salir de la ducha, sin preocuparse por su propia desnudez, buscó la maldita cosa, las gotas de agua que caían de su cuerpo alcanzaron rápidamente el piso.
–No está aquí ... maldita bruja –dijo, sabiendo exactamente hacia dónde se encontraba el objeto perdido, o con quién se había ido.
–¡Viejaaa! ¿Por qué tomaste mi toalla! –gritó mientras abría la puerta del baño unos centímetros, la niebla se arrastraba rápidamente por los bordes a medida que se abría camino.
–¡Cálmate, mierda! ¡Te llevaré otra! –gritó Mitsuki, habiendo logrado su objetivo de enojar a su hijo. Le encantaba molestar al mocoso de cualquier forma que pudiera.
–Masaru, ¿podrías llevarle una toalla a tu hijo? –le preguntó a su esposo mientras se aplicaba un poco de máscara.
Se reuniría con Inko en la ciudad más tarde, y por nada del mundo iría luciendo una cara cansada. Ella era naturalmente una mujer hermosa.
<<Pero nada que un poco de maquillaje no pueda enfatizar>>, pensó.
–¿Entonces es mi hijo cuando está enojado y el tuyo cuando quieres joder con él? –bromeó Masaru, saliendo de su habitación, toalla en mano.
Al llegar al baño, llamó y se vio un brazo bronceado tonificado que se extendía por la pequeña abertura en la puerta. "¡Tch!" fue todo lo que escuchó cuando le entregó al niño la maldita toalla.
–Es demasiado temprano para esto ... –murmuró para sí mismo bajando las escaleras en búsqueda de su maleta. Le echó un rápido vistazo y llamó a su esposa.
–¡Mitsu! ¡Será mejor que nos movamos si queremos evitar todo el tráfico matutino! –realmente quería evitar el tráfico hoy.
–Sí, sí, estoy lista. Vámonos –dijo, bajando las escaleras. Agarrando las llaves de su auto, sacó su billetera y dejó algo de efectivo en la encimera de la cocina.
–¡Mocoso! –resonó el grito de la rubia dentro de hogar.
–¡Qué bruja! –Katsuki le gritó a su madre.
–¡Te dejé algo de dinero en la cocina para el desayuno! ¡No lo gastes en estupideces! –dijo mientras salían de la casa.
–¡Tch! –fue su respuesta mientras se vestía. Caminó hacia el espejo de su habitación, abrochándose los dos últimos botones de su camisa de la escuela.
Parando algunos mechones de cabello, se consideró bien. Dio una vuelta por la habitación, asegurándose de que no olvidara nada, y salió de su habitación y antes de abandonar la casa.
Cerrando la puerta al salir, se dirigió hacia la puerta principal sólo para encontrarse con cabello verde desordenado al otro lado de la calle cuando el cuerpo unido a él salió de su casa.
Sintiéndose un poco nervioso, un pequeño sonrojo apareció en sus mejillas cuando los recuerdos del sueño de la noche anterior aparecieron ante sus ojos.
Alejando esos pensamientos, echó un vistazo más de cerca al niño a pocos metros de distancia, todo su nerviosismo se desvaneció cuando el niño le saludó con la mano.
<<¿Qué tiene en la nariz?>>, pensó, poniendo una mirada inquisitiva en su rostro.
–Kacchan, ¿estás bien? ¿A que estas mirando? –fue interrogado por el nerd.
¡Tch! –se burló un poco, reconociendo lo que era–, tu nariz ... está sangrando –fue todo lo que dijo antes de caminar por el camino y alejarse del niño.
<<Nerd tonto, ni siquiera puede despertar bien>>, pensó burlándose cuando llegó a la parada de autobús.
Mirando su teléfono, el autobús no llegaría por otros 15 minutos, así que fue a la pequeña tienda de la esquina y compró una manzana y un yogur.
<<Me pregunto por qué está sangrando>>, pensó cuando llegó a la parada de autobús una vez más.
–Creo que es porque me caí por las escaleras esta mañana Kacchan –respondió el chico de cabello verde parado a su lado con esa maldita sonrisa que Katsuki había llegado a conocer tan bien plasmada en su rostro.
<<¡Mierda!>>, pensó, lo había dicho en voz alta y el nerd lo había escuchado. <<Ahora va a pensar que me importa>>.
Quejándose por dentro, miró al niño y estudió su rostro tratando de distinguir más signos de sangre, sin encontrar nada.
–Torpe –bromeó antes de comerse su manzana.
–Sí, tiendo a ser así –dijo riéndose, un poco nervioso mientras colocaba su mano derecha detrás de su cabeza.
<<Me iré junto con Kacchan, ha pasado un tiempo desde que fuimos juntos a la escuela>>, pensó, <<Por lo general, no está aquí tan temprano>>.
No era como si no hubieran compartido un autobús a la escuela antes, los primeros días fueron los más incómodos para ambos adolescentes.
Katsuki, que no quería tener nada que ver con el nerd, se sentaría hacia atrás y lejos de él. Izuku, que nunca sabía cómo manejar la situación, se sentaba nerviosamente hacia el frente y dejaba que la ansiedad lo consumiera.
Sí, había estado teniendo problemas de ansiedad a causa del otro adolescente. La mayor parte de la escuela secundaria era básicamente ansiedad y depresión para el pequeño Deku.
Eventualmente superó la depresión, agradeciendo a All Might y a su madre siempre presente por eso, y la ansiedad mejoró cuando vio al niño rubio menos durante las vacaciones de verano antes de entrar a U.A. High.
Durante esos tortuosos años de secundaria, estuvo al borde de la muerte en dos ocasiones, y habría muerto si su madre no lo hubiera encontrado antes de que fuera demasiado tarde.
Había intentado dos veces en contra su propia vida. El primero fue tres meses después de que comenzara su primer año de secundaria. Había sido atormentado día tras día por qué su mejor amigo había cambiado tanto hacia él que un día algo en él simplemente se rompió.
Katsuki lo acosaba explícitamente delante de todos en ese momento, incluso había dejado que los otros niños también lo acosaran, nunca había pasado algo así. La intimidación solía ser algo entre los dos, Kacchan nunca había permitido que alguien más lo tratara así.
Siendo el niño inocente que era, siempre encontraba una forma de disculpar el comportamiento de Kacchan hacia él, hasta que un día llegó a la conclusión de que él era la causa de la ira de su mejor amigo.
No queriendo ser bagaje su amigo, se había ido a su casa esa tarde después de la escuela y tomó muchas de las pastillas para dormir de su madre de una sola vez con la ayuda de un pequeño sake que su madre tenía para ocasiones especiales.
Al volver a casa y encontrar a su hijo tirado en el suelo, un contenedor de píldoras vacío y unas pocas pastillas esparcidas alrededor del niño, el sake que había recibido como regalo de Navidad de los Bakugos en su mano derecha, completamente derramado, entendió la situación y entró en pánico.
Gobernándose, corrió al lado de su pequeño niño y lo agarró por el cuello, donde colocó dos dedos debajo de la barbilla mientras buscaba frenéticamente una señal que indicara que todavía estaba entre los vivos.
Sintiendo lo que sólo podía interpretar como el pulso del niño, Inko llamó inmediatamente a la policía, y en menos de cinco minutos, un golpe en la puerta señaló su llegada cuando los paramédicos entraron a su casa y se llevaron a su pequeño niño.
Ese día había marcado a Inko. Ese día había marcado al pequeño Izuku, no físicamente, sino emocionalmente. Una pequeña herida se estaba abriendo camino en su corazón, una pequeña cicatriz.
Había sido tratado, su estómago fue limpiado junto con su sistema completo, este último a través de una vía intravenosa. Su madre había insistido, con fervor, en que lo viera un profesional. Quiero decir, tú también lo harías si hubieras y visto a tu hijo en el suelo casi en coma.
Para la gran angustia de Inko, el pequeño Izuku negó cualquier tipo de ayuda, rechazándolo, diciendo que estaría bien, que había sido un estúpido error de su parte y que no volvería a suceder. Que equivocado estaba el pequeño.
La segunda vez había marcado a Inko aún peor que la primera. Ella en el comedor esperando que Izuku terminara su baño para que pudieran cenar juntos. Llamó al niño muchas veces diciéndole que se apurara, que su comida se enfriaría si tardaba demasiado, a lo que ella no recibía respuesta.
Preocupada, había subido al baño para buscar a su hijo. Había llamado a la puerta una, dos, tres veces y nadie contestaba.
Al abrir la puerta, se quedó sin aliento ante la vista con la que se encontró: su pequeño niño yacía flácido en la bañera lleno hasta el borde con agua, agua roja vívida, mientras sus brazos caían por los lados de la bañera, hilos de color rojo escarlata de vida abandonando su cuerpo bajando por su brazo, pasando por su muñeca y sus manos mientras caían a los charcos debajo de sus dedos.
Una vez más, Inko corrió tan rápido como sus piernas cortas le permitieron mientras buscaba su teléfono y llamaba a la policía.
Corriendo de regreso a su pequeño Izuku, ella se sentó a su lado, presionando toallas sobre los largo tajos verticales en sus brazos tratando de detener el sangrado, mientras su rostro se inundaba de lágrimas.
–Aguanta bebé, aguanta ... –le decía mientras esperaba ayuda.
Por segunda vez, los hombres de la ambulancia se llevaron a su pequeño Izu. De vez en cuando apretaba su hombro frío con una mano mientras, las sirenas resonaban en las calles de la ciudad mientras se dirigían al hospital.
Había estado hospitalizado durante dos semanas esa ocasión, por su propia seguridad le dijeron, temían que pudiera intentarlo por tercera vez.
Sólo quería desaparecer, para facilitarle la vida a Kacchan. Había descubierto en su desordenada mente adolescente que si realmente se consideraba el mejor amigo de Kacchan, que querría que el niño tuviera éxito en ser un héroe, y para tener éxito, tenía que eliminar lo que lo detenía, lo que lo estaba haciendo débil, lo que lo detenía: Izuku.
Entonces, desaparecer parecía la idea más lógica para el pequeño Izuku. ¿Qué mejor manera de no volver a aparecer nunca más?
<<Si nunca estoy allí para despertarme más, definitivamente ayudaré a Kacchan>>, fue lo que pensó mientras deslizaba las afiladas navajas de cartón por ambos brazos.
Lo sintió, estaba feliz sabiendo que su mejor amigo finalmente estaría libre de cualquier carga, que su mejor amigo finalmente podría convertirse en el mejor sin nada ni nadie que lo detuviera.
Lo sintió, ya que sintió que su visión se volvía borrosa, volviéndose cada vez más oscura. Lo sintió, ya que sus dedos ya no se movían al comando. Lo sintió, mientras el cálido líquido rojo brillante goteaba por sus brazos. Lo sintió, ya que su respiración ya no llenaba sus pulmones. Lo sintió, mientras el agua tibia envolvía su cuerpo mientras se hundía en la bañera. Lo sintió, mientras su corazón latía rápidamente. Lo sintió al imaginar la sonrisa de su mejor amigo. Lo sintió, hasta que ya no sintió nada.
De nuevo, ese día había marcado al pequeño Izuku. Esta vez, no sólo emocionalmente sino también físicamente. Se agregó otra cicatriz justo al lado de la de su corazón, y se fusionaron, formando una pared de tejido endurecido a su alrededor como para protegerlo.
Más tarde, se formarían dos cicatrices más en sus brazos, para que el mundo supiera que había estado sufriendo, para que el mundo supiera que no estaba bien.
Después de un poco de ayuda profesional, por cortesía de los deseos de su madre, había mejorado y mucho más rápido de lo que nadie había esperado. Parecía que el verano había alegrado los espíritus del niño y no podían estar más felices con su progreso.
En el momento en que All Might había aparecido en su vida un día de verano cualquiera, la vida para este futuro héroe no podría haber mejorado.
Le habían ofrecido la oportunidad de convertirse en un héroe, su sueño se estaba haciendo realidad. Se le había ofrecido la oportunidad de estar al lado de Kacchan como su igual, ya no sería un obstáculo, una piedra que lo detendría, sería un héroe.
Había tomado en serio las palabras de All Might ya que le ofrecían un regalo tan glorioso. Trabajó día y noche, hora tras hora agónica para mejorar su cuerpo y a él mismo mientras se preparaba para el regalo. Concentró todo su dolor, todas sus emociones y pensamientos para superar su intenso entrenamiento.
Se convertiría en un héroe, un héroe que podría salvar a todos, y lo haría con una sonrisa. Ya no queriendo sentirse deprimido, empujó y empujó con renovada determinación todos los días, tratando de dejar el pasado atrás.
Entonces, cuando llegó el momento de recibir One for All de All Might, estaba listo. Listo para enfrentar los exámenes de ingreso a la U.A. y para cumplir su promesa a Kacchan, estarían juntos para siempre, se aseguraría de ello.
–Nerd, sube al puto autobús –escuchó, sacándolo de su aturdimiento.
–¿Ah? ¡Cierto! –respondió, levantándose para seguir al rubio al autobús.
Mientras ambos adolescentes caminaban por el pasillo del bus, Izuku no estaba seguro de dónde tomaría asiento. Levantando los ojos, se encontró con los del rubio habitualmente enojado.
–Vamos Deku, no tengo todo el día –dijo, parado en el medio del autobús al lado de algunos asientos, mientras asentía con la cabeza señalando el asiento de la ventana–, Siéntate ya.
El shock cubrió sus rasgos por un segundo hasta que lo apartó y se apresuró a sentarse, feliz de que Kacchan le hubiera ofrecido sentarse juntos.
Cuando se sentó junto a la ventana, sintió el cuerpo del rubio mayor rozando el suyo mientras el niño también se sentaba. Sonrojándose como loco, decidió mirar por la ventana hasta que sus mejillas aprendieran a cooperar con él.
El pequeño Izuku pudo distinguir el sol mientras se arrastraba por el cielo distante, brillando sobre la ciudad oscura, iluminando todo y a todos en su paso. Cada pequeño detalle comenzó a decorar la visión de Izuku, ya que la luz parecía pintar la ciudad en todos sus colores.
Podía ver algunas ardillas asomándose por unos cuantos árboles para saludar al cielo matutino. Asombrado por la forma en que la vida parecía apoderarse de la ciudad una vez tranquila, no pudo evitar mirar.
–Es tan hermoso, Kacchan ... –susurró, un brillo en sus ojos.
–Sí, realmente lo eres ... –respondió el rubio, sin apartar los ojos del chico inconsciente, ni siquiera estaba mirando por la ventana, ni siquiera dándose cuenta de lo que estaba diciendo.
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Bueno bebés, espero les haya gustado el capítulo, fue un poco oscuro el pasado de nuestro pequeño Izu... pero lo está superando.
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