Parte 2: "Sueña con los angelitos."
Dos semanas después, Nayeon vivía la misma escena. Su jefe nuevamente la hacía salir tres horas más tarde, el cual rebasaba su horario de salida y mientras encontraba otra ruta para no vivir ningún robo más, se dio cuenta de que las calles por las que estaba yendo eran peores que las anteriores. Los bares y sus luces neones, los lugares clandestinos en los cuales se organizaban peleas y ni hablar de la cantidad de personas que rondaban, algunos sentados en las esquinas vomitando todo el alcohol en el suelo. Y los que se juntaban en ronditas hablando entre sí, no le daban ninguna confianza.
Apretó el bolso que ese día llevaba contra su costado y respiró hondo. No podía ser que su estúpida cabeza había llegado a creer que realmente tomar otro camino sería una buena idea. Un muchacho silbó detrás de ella y alguien hizo un comentario por lo bajo antes de escuchar una explosión de risas que le helaron los huesos y quiso llorar, y llamar a su madre o a quien fuera para que viniera a salvarla más no pudo hacer nada.
Dobló en un lugar y se metió a un callejón, dándose cuenta segundos después de que estaba perdida, sin saber en qué lugar se había metido o hacia dónde lo llevaría. Siguió la línea recta que el callejón era, con el corazón latiéndole en el pecho con fuerza y el miedo instalándose en la boca de su estómago, dándole un dolor intenso que le provocaba náuseas. Y tarde se dio cuenta de que se había metido en esa parte de la ciudad que su tía siempre le advirtió, la parte mala, como muchos le conocían y nombraban, en donde había escasa luz y muchos jóvenes se creían dueños de esquinas mientras sus mentes aletargadas por las drogas les incitaban a realizar cosas de las que probablemente estarían arrepentidos, pero que prontamente le tomarían un gusto distinto al cómo vivían su vida día a día.
Sus manos temblaron y se hizo hacia atrás en la pared, pegándose a esta todo lo que podía queriendo fundirse contra ella para pasar por desapercibida de las muchachas que ahora la miraban con ojos hambrientos como si fuera una presa lista para devorar. Tatuajes, cicatrices y humo denso de cigarros era lo que esas personas cargaban, sus ojos puestos en su persona y sus posibilidades por querer escapar se vieron nulas cuando dos se pusieron a sus costados y otra se paró frente suyo.
— ¿Qué tenemos acá? ¿Una nena bien por estos lugares?—Nayeon no se creía exactamente una nena bien, pero sus padres habían trabajado toda su vida para darle lo mejor a ella y sus hermanos.
Ah, mierda. Pensó en su asustado interior mientras tragaba saliva con fuerza viendo la navaja de la tipa que había hablado pasearse por su rostro. Le robarían y ellas no serían tan buenas como la muchacha de hacía dos semanas atrás, el cual por algún motivo que Nayeon no entendía, no podía sacar de su cabeza e incluso había hablado de ella con su mejor amiga, quien no había tomado muy bien nada de lo que le dijo por el hecho de que, Mina, era una maleante.
—Dame todo lo que tengas encima—Soltó mientras con su mano libre tomaba una de las tiras del bolso que Nayeon estaba negada a soltar—. Tú no quieres salir lastimada y yo no tengo muchas ganas de usar mi navaja, así que suelta el bolso antes de que te haga algún corte en tu cara de niña de mami.
Ella estiró el bolso para su lado, pero Nayeon reticente lo hizo para el suyo y cuando la adrenalina de lo que estaba viviendo subió por todo su cuerpo, su cerebro dándole un golpe de valentía pateó en la tibia a la imbécil que estaba amenazándola haciendo que se quejara y se tomara la parte lastimada. Quiso correr, pero el gran cuerpo del que estaba a su costado se lo impidió y realmente no lo vio venir más cuando el puñetazo fue dado en su pómulo solo pudo quejarse y el subidón que tenía bajarse por completo, el miedo volviendo a ser parte de su cuerpo.
— ¿Quién te crees que eres, imbécil?—Quien había recibido el golpe en su pierna, la miró enojada, sus ojos refulgiendo en fuego y la forma en la que la miraba, Nayeon juró que esa noche iba a morir.
Fue tirada al suelo mientras la pateaban, recibiendo golpes en cada parte de su cuerpo, haciéndola llorar por el dolor mientras se agarraba el estómago. Tomaron su bolso y luego corrieron dejándola en el suelo mientras un grupo de otras mujeres corrían para socorrerla molestas porque esas imbéciles se creyeran dueñas de esa parte de la ciudad.
Mina observó al grupo de imbéciles con los que siempre terminaba a los golpes, salir corriendo por la parte superior del callejón, la jefa de ellas llevando un bolso en sus manos mientras gritaban algunas cosas que no podía entender por qué ya estaba ingresando al callejón viendo cómo las amigas de la hermana de Chaeyoung socorrían a... Mierda, ¿esa era bizcochito? ¿Esas idiotas se habían atrevido a robarle a bizcochito? Y... Ella estaba a punto de entrar en una crisis cuando vio la forma en la que el labio inferior de la muchachita sangraba mientras que con ojos llorosos le pedía a, ¿Jiyu? ¿Ella se llamaba así?, que la ayudara a llamar a su madre. Ella no lo pensó mucho cuando apretó sus puños a sus costados y comenzó a correr, ignorando a Chaeyoung que gritaba detrás de ella.
— ¡¿Mina?! ¡¿Hermana adónde vas?! ¡Momo logró colarse!
Pero ella realmente no le prestó atención y siguió con su camino, le enseñaría a las otras imbéciles que con bizcochito nadie se metía, la iban a respetar como que ella se dejara de llamar la Penguin.
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Nayeon observó a Jihyo cuando se encargó de curarle el pómulo lastimado mientras negaba con su cabeza, molesta por el lugar en donde su mejor amiga se había metido.
—Entonces, ¿me estás diciendo que hace dos semanas también quisieron robarte, pero que la ladrona medio se enamoró de ti y por eso te devolvió tus cosas, te acompañó a la parada de taxis y además te dio dinero?—Nayeon asintió porque por más que había querido negarlo y no cruzarse con ella, se había pasado casi dos semanas pensando en la muchacha que había querido robarle, algo extraño, pero de igual forma llamó sin quererlo su atención—. Por ahí no es—Soltó Jihyo negando con la cabeza porque si Nayeon se enamoraba de alguien que dudaba hubiera terminado la primaria, estaría en problemas—. O sea, en pocas palabras estás queriéndome decir que por alguna razón te gustó esa delincuente. Vete a saber tú si tiene la primaria completa y además quiso robarte, Nayeon.
—Pero me dijo cosas lindas—Murmuró mientras jugaba con sus manos como niña pequeña.
El timbre de su departamento sonó mientras Jihyo se quejaba por lo bajo de lo mucho que había caído.
—No puedes criticarme cuando a ti literalmente te gustó la hija de la señora que vende odeng.
—Eso es muy distinto, Nayeon—Murmuró mientras veía cómo desaparecía por el pasillo que la llevaba a su habitación.
Abrió la puerta frunciendo el ceño, eran cerca de la dos de la madrugada y quién estuviera detrás de la puerta o tenía algo importante para decirle o era algún demente que quería hacerle algo. Y ella era otra demente por abrir la puerta a esa hora y como si supiera quien estaba ahí llamando.
Nayeon se sorprendió al ver quién era la persona que llamaba a su puerta. La ladrona, o Mina, como le había dicho que se llamaba, estaba mirando con desorientación a los números de los departamentos, tratando de asegurarse que había tocado al que decía en la documentación que estaba dentro del bolso.
—Bizcochito—Soltó con alegría mientras miraba a la muchacha dueño de ese lugar—, tengo tus cosas. Les dejé en claro a esas compas que no se atrevan a tocarte ni se metan contigo nuevamente porque las asesinaré. Ten, toma también mi navaja pa cuando andes por esos lugares—Nayeon no supo muy bien cómo reaccionar, podía ver como la muchacha le estiraba su bolso y su cartera mientras la miraba con una sonrisa en los labios—. O también puedes darme tu número, chiquita. Puedo acompañarte adonde sea si es que sales tarde.
—Oh, gracias, pero no era necesario—Soltó Nayeon muy cohibida, sintiéndose culpable por la forma en la que el rostro de la otra estaba golpeado—. ¿Estás bien?
— ¿Yo? Sí, obvio, bizcochito. Esto—Señaló su rostro— no es nada. Estoy de lo más bien. Bueno, nos vemos por ahí, ¿sí? Sueña con los angelitos porque yo soñaré contigo.
Nayeon soltó una risa nerviosa mientras la veía irse haciendo una mueca buscando algo en sus bolsillos con el ceño fruncido. Su mano se metió dentro del bolsillo que su sudadera tenía antes de darse la vuelta y hacerle una seña de corazón con su dedo índice y pulgar, para luego, por fin, irse del complejo. Nayeon sintió su rostro caliente mientras negaba con su cabeza y mordía su labio con fuerza, entrando a su hogar, dándose vuelta y llevándose la sorpresa de ver a Jihyo detrás suyo con los brazos cruzados en su pecho y juzgándola con la mirada.
— ¿Sabes lo qué ella quiere en realidad no?—Nayeon negó, confundida—. O sea, Nayeon, quiere el tesoro que te guardas ahí atrás—Señaló su trasero haciendo a la susodicha poner sus ojos en blanco antes de comenzar a caminar a su habitación demasiado extasiada.
Mina llegó al bar en donde Chaeyoung y Momo la esperaban antes de que la de mirada felina en un tono brusco le preguntara—: ¿Con quién te pegaste?
— ¿Qué mierda te pasó?—Preguntó Momo escupiendo un poco de cerveza sobre el rostro de Chaeyoung que la miró con mala cara y le dio un golpe en la nuca.
—Me robaron—Soltó con una sonrisa embobada, casi ebria, diría Momo, pero la realidad es que ella no había tomado una sola gota de alcohol—. Me robaron el corazón.
—Que imbécil—Dijo Chaeyoung cuando se dio cuenta de que ya estaba lista para salir y defender a su amiga.
— ¿Eres idiota?—Preguntó Momo poniendo los ojos en blanco.
Y Mina con esa extraña sonrisa se prometió que volvería a ver a esa belleza de muchacha porque nadie había llamado su atención tanto como ella. Y Nayeon en su lugar, cómoda en su cama y mirando hacia el techo, se dijo que esa muchacha no podía ser tan linda y no podía haber llamado tanto su atención.
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