—Amor, amor, amor. ¿Por qué existe? ¿Para qué nos sirve? Lo único que hace es destruirnos por dentro —dijiste mientras te ponías de cuclillas para sacar lo que fuera que estabas cocinando del horno. Normalmente era yo el que cocinaba, pero esta vez insististe en hacerlo tú.

— ¿A qué viene eso?

—Pues porque es verdad. Superficialmente el amor puede ser algo lindo. Te hace sentirte en una burbuja de felicidad, cuando en realidad te está carcomiendo por dentro. Solo falta que la burbuja se rompa para que uno se de cuenta.

Nos quedamos en silencio, pensando en lo que habías dicho. Fuiste tu la que rompió el silencio.

—Venga, que se va a enfriar.

Dejaste la fuente de lasagna en la mesa y yo fui a por cubiertos y platos. Me senté en la mesa y me serviste una porción y luego te serviste una para ti. Comencé a comer, mientras tu solo jugueteabas con el tenedor.

— ¿Estás buen?

—Pues respiro y sigo viva. Supongo que si —dijiste encogiéndote de hombros.

Pero ambos sabíamos que no era así.

Terminé de comer en silencio y tu hiciste un esfuerzo en comer también. Últimamente estabas extraña. Como si te hubieses cansado de mi. Todas las tardes salías, y cuando estabas en casa pareciera que no estuvieras.

¿Qué te había sucedido, Summer?

No dejé de creer en ti.

No, dejé de creer en ti.

Oh, Summer... no sabes lo fácil que es poner esa coma.