»dieciocho (final)
Ya casi era rutina. En las tardes cogías tu abrigo, tomabas las llaves y te marchabas luego de depositarme un beso en la mejilla. Al principio yo tenía curiosidad y quería saber a donde ibas cada tarde, pero al no contestarme, con el paso del tiempo dejó de importarme. De todos modos, siempre volvías. A veces después de horas, días o incluso semanas, pero siempre volvías.
No sé qué diferencia hubo la última vez.
Cogiste tu abrigo y las llaves y te acercaste a mi con una sonrisa ladeada. «La sonrisa rota» la llamaban algunos a tus espaldas. Te quedaste observándome. Yo también. No sé cuánto duró ese momento. ¿Algunos segundos? ¿Minutos? ¿Horas, quizá? Parecía que quisieras grabar mi cara a fuego en tu mente para nunca olvidarla.
El beso que me diste fue en los labios en lugar de en la mejilla. Un beso con sabor a café y tabaco. Yo aún no lograba que dejaras esos hábitos.
Me despeinaste el cabello y te fuiste. De haber sabido que ese sería nuestro último beso, tu última sonrisa, tu última mirada, la última vez que sentiría tu olor a tabaco y perfume de vainilla, quizás te hubiera seguido.
Quizás.
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