Aún faltaban las pruebas de ADN, así que fui optimista. Pensé que era otra persona que casualmente tenía sus mismas señas. Que era imposible.

En cuanto las pruebas estuvieron listas y salieron positivo, intenté prepararme para su funeral. Por desgracia no tenía ropa negra, supongo que no estaba preparada para algo así.

Se propuso que todos fuéramos de blanco, muy mala idea, cualquier amiga de Bibiana sabría que ella hubiese querido que todos fuéramos de colores como un arcoiris. O de rosa como el algodón de azúcar.

Tenía una bonita foto sobre su ataúd, era ella sonriendo con esos hoyuelos vestida para su fiesta de xv años. Esa a la que no pude asistir. Se veía realmente bonita.

El panteón y sus lápidas observaban la gran cantidad de gente que había logrado reunir Bibi. Incluso estábamos todos sus compañeros de secundaria, sí, justo esos que prometíamos juntarnos un día en la casa de alguien pero que nunca podíamos. Ella lo logró, ella logró que todos estuviéramos disponibles para vernos cara a cara de nuevo.

Lloré en cuanto me di cuenta que ella no saldría de su caja para asustarnos a todos y reírse de nuestras caras. Lloré cuando vi que poco a poco se enterraban sus sueños y aspiraciones. Lloré cuando me di cuenta que no probaría otro de sus pastelillos de red velvet.

Conforme pasaban los días y veía las noticias, no podía dejar de pensar que ella seguía en su cuarto poniendo música mientras hacía algo tonto. No podía imaginar una vida sin su risa, sin su presencia. No era una vida sin ella.

Por mi parte, yo, Jimena. Siempre fui una buena alumna y buena amiga, no aseguro que buena hija, pero lo intentaba. Era el tipo de chica con la que los padres solían comparar a sus hijos. "Se inteligente como Jime", "saca 10 como ella", "comportate como Jimena"...

Era feliz, tenía a mis padres siempre para mí, tenía a mi hermano para jugar, tenía un novio del que estaba enamorada, tenía un mejor amigo de años, tenía el mejor promedio en la escuela, tenía amigos de verdad. Contaba con un hogar, con cosas que otros deseaban, lo tenía todo. Todo y a la vez nada.

En cuanto Bibiana se fue, noté que deseaba cambiar todas mis cosas por unos minutos de nuevo con ella. No importaba lo irritante que podía ser su voz a veces, yo deseaba oírla decir mi nombre mientras me abrazaba una última vez.