Bibiana era fantástica, desde que la conocí a los 12 años al entrar a la secundaria, me quedé pasmada de ver lo maravillosa y extrovertida que era.

El primer día de clases, cada que la escuchaba hablar pensaba que sus ideas eran locas, que sin duda se le había zafado un tornillo. Otra veces que era una exagerada de primera y muy dramática.

Conforme los días pasaban y la conocía más, me di cuenta que era extraña; escuchaba canciones en inglés, usaba unos lentes muy cuadrados y enormes que ni siquiera tenían aumento, eso realmente era estúpido; bailaba en todas partes, se teñía el cabello de colores. En fin, como dije, era extraña.

Un día la tuve cerca de mí y vi esos pequeños hoyuelos que se le hacían en las mejillas, eran tan pequeños pero hacían ver a su sonrisa mucho más dulce y tierna.

Tiempo después tuvimos un evento y ella usó unas feas botas negras de agujetas estilo militar, realmente eran horrendas, pero cuando me preguntó no me atreví a decirle y le dije que eran un estilo diferente pero cool.

Ella no era buena en la escuela, incluso reprobó materias. Para tocar flauta en las clases de arte era peor, era pésima, realmente pésima. Sin embargo, todo el mundo en la escuela la conocía, tanto en el turno matutino como en el vespertino. Se tomaba fotos realmente buenas y se disfrazaba para halloween de manera innovadora, mientras que yo no salía del disfraz de fantasma de una sábana blanca con dos hoyos para los ojos.

En el último año nos hicimos muy amigas. Nuestros asientos no estaban cerca porque nuestros apellidos empezaban con letras muy distintas. Pero ese año ella pidió un cambio de asiento y justo, lo pidió enfrente de mí.

Empezó a pedirme consejos, a contarme secretos, a contarme sobre sus citas. Cuando terminé con mi primer novio ella estuvo conmigo. Nunca tuvimos una sola pelea, siempre fuimos felices y unidas, demasiado diría yo. Ella tenía a sus amigas y yo a las mías, pero había cosas que incluso ellas no sabían, eran secretos de nosotras dos, sólo nosotras.

Salimos de la secundaria y fuimos a la preparatoria, por desgracia, diferentes. Eso, aunque nos distanció un poco, no logró acabar con el fuerte lazo de amistad que habíamos logrado hacer. Seguíamos contando nuestras experiencias, seguíamos viéndonos y nunca nos perdimos de contacto. A excepción de unos meses antes de su muerte.

A veces lo pienso y creo que si hubiese seguido a su lado, me hubiera contado y yo la hubiera ayudado.

Ella desapareció justo después de su graduación, había quedado de verse con un chico que aparentemente, era su novio. Ella solía contarme incluso de los chicos que le gustaban y yo le aconsejaba, le decía quien le convenía y quien no y aunque parezca imposible que la poderosa Bibiana me hiciera caso, lo hacía. Ella confiaba en mi buen juicio y me tomaba en cuenta. Tal vez, si en esos meses le siguiera hablando, me hubiera dicho de ese muchacho y yo, con mi sexto sentido, le hubiese dicho que no era de fiar y lo hubiera dejado.

Pero eso no ocurrió.