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CHAPTER 03: ENCANTOS IMPREDECIBLES
¿Todos conocen el mito de Medusa? Sí, esa criatura infernal con serpientes como cabello, que podía convertirte en piedra con solo mirarla. Bueno. Taehyung ahora mismo estaba experimentando de primera mano el miedo de los valientes guerreros de antaño que evitaban hacer contacto visual.
Y no, no es broma.
Ese chico. Ese muchacho de mandíbula apretada y ojos que brillaban como cuchillas, podría petrificarlo solo con levantar la mirada un segundo más.
Intentaba no mover ni un solo músculo mientras la enfermera, con toda la despreocupación del universo, seguía parloteando sobre lo afortunado que había sido.
—Solo debes reposar unas horas. No tienes nada por lo que debas preocuparte en estos momentos—le aseguró con voz melodiosa, como si no acabara de pronosticarle una muerte inminente bajo la mirada incinerante del otro.
¿Es capaz de sobrevivir a ese rostro de furia absoluta?
¿Es capaz de sobrevivir en general?
—Tienes suerte de seguir con el cuerpo completo e intacto—agregó ella al desconocido, como si acabara de decir que el clima estaba soleado.
Genial. Solo alimenta más las evidentes ganas que tiene el desconocido de matarlo lentamente.
De reojo, Taehyung alcanzó a ver algo en los ojos de ese chico: Un clarísimo eres hombre muerto escrito en letras neón.
—Suerte es todo lo que no he tenido estas horas—espetó el desconocido, su voz rasposa y peligrosamente baja.
¿Lo estaba diciendo por sus acalorados encuentros? ¿Por la persecución de su ex demoníaca? No tuvo tiempo para adivinarlo.
—Y esta semana he salido por los suelos en suerte—añadió, echando la cabeza hacia atrás con resignación. —¿Puede creer que pusieron a Escorpio en el puesto uno?
Taehyung pestañeó, confuso.
—¿Qué...?
—El horóscopo—resopló la enfermera, como si fuera, la cosa más obvia del universo. —¿No lee el ranking semanal? —. Taehyung negó con la cabeza de inmediato, horrorizado.
—La semana pasada lo pusieron en el segundo lugar. Le debe haber dado una mamada al universo de las tantas veces que ha estado en los primeros lugares—masculló el desconocido, cruzando los brazos como si estuviera dictando sentencia.
Taehyung, que hasta ese momento creía haber oído todas las estupideces posibles de la vida universitaria, se sintió sinceramente intrigado.
¿Desde cuándo saber de signos era tan relevante?
¿Dónde estaba cuando se puso de moda?
¿Se perdió las clases de astrología 101?
—Te va a arder un poco cuando entres en contacto con agua o desinfectante—anunció la enfermera, como si nada. —Son raspones aceptables. Trata de usar ropa holgada por lo que queda de la semana. No es nada grave.
El muchacho soltó un suspiro dramático.
—Pienso venir en ropa de dormir a todas las clases. Mis exquisitos estampados de Plaza Sésamo verán la luz luego de mucho tiempo—dijo con una seriedad tal que hizo que Taehyung soltara una carcajada involuntaria.
—Voy a ser la primera en burlarme cuando te vea vestido como payaso—le devolvió la enfermera con una sonrisa maliciosa.
El silencio que siguió fue incómodo. O al menos, para Taehyung, lo fue. El desconocido, mientras tanto, parecía haberse calmado... apenas un poco.
—Ahora, hablemos del irresponsable actuar del animal no racional de Kim—sentenció ella.
Taehyung alzó ambas manos.
—Debe saber que la aprecio mucho, enfermera Lee—declaró solemnemente.
Ella resopló.
—No necesito tus falsas palabras de amor, Kim. Ya estoy acostumbrada a tus desgracias semanales—respondió. —No quiero saber cómo es que se le dio por saltar por la ventana del segundo piso un martes a las seis de la tarde—siguió la mujer, cruzándose de brazos.
Permita que le cuente, pensó.
Tengo una ex loca obsesiva que me estaba persiguiendo y que probablemente intentaría arrancarme el hígado si me dejaba atrapar.
Pero prefirió guardar silencio.
—Tienes que agradecerle a Jungkook por salvarte el culo de una bastante probable fractura o muerte segura—añadió.
¿Jungkook?
¿Así se llamaba el pobre tipo al que había aplastado como una cucaracha?
Taehyung giró lentamente la cabeza hacia su salvador. Y justo en ese instante, el tal Jungkook le lanzó una mirada tan fría y homicida que deseó honestamente haberse roto una pierna en la caída.
—Este chico fue como un amortiguador para tu cuerpo—continuó la enfermera alegremente, inconsciente del homicidio inminente, a punto de ocurrir en su sala de primeros auxilios. —Es casi un milagro que ambos no tengan lesiones graves.
—¡En fin! —La mujer palmeó las manos, terminando su monólogo educativo—. Pueden quedarse a descansar hasta las nueve. No se pasen de la hora porque no pienso quedarme tarde. Tengo series que terminar, y dos universitarios idiotas no van a arruinar mi noche.
Taehyung se sintió personalmente insultado.
¿En serio iba a dejarlos solos?
¿Con un asesino potencial en la habitación?
—Es usted bastante adorable—soltó Jungkook, en un tono tan ácido que si las palabras fueran sustancias, ya estarían fundiendo el suelo.
La enfermera soltó una carcajada y le pellizcó los mofletes con fuerza antes de irse tarareando.
Taehyung, mientras tanto, sintió como su alma abandonaba su cuerpo cuando Jungkook se giró hacia él.
Mi momento ha llegado, pensó, resignado.
El muchacho estiró el cuello como un depredador midiendo a su presa.
—Estimada enfermera Lee—llamó con voz empalagosa hacia la puerta que estaba a punto de cerrarse—. ¿Tan pronto se va? Es temprano para abandonar la sala de emergencias... ¿No quiere sentarse a mi lado para charlar sobre la vida?
—Buen intento, Kim—se oyó su risa a la distancia—. No seas cobarde. Intenta sobrevivir como un hombrecito.
¿Sobrevivir?
¡Sobrevivir es una palabra demasiado optimista para esta situación!
—Usa tus encantos o algo—añadió, riéndose—. Tienes fama de librarte de los problemas con tu cara bonita.
—¡Eso no es verídico! —protestó Taehyung.
—¡Y por favor! —siguió gritando ella—. ¡No se pongan a follar! No quiero encontrar sustancias de dudosa procedencia sobre los muebles.
—¡Ya salga, por el amor de Dios! —explotó Jungkook, rojo como un tomate.
—¡No me follo a raritos! —gritó Taehyung de regreso.
Hubo un momento de silencio. Largo, tenso, incómodo.
Hasta que Jungkook, con una media sonrisa siniestra, agregó:
—¿Acabas de insultarme?
Taehyung abrió y cerró la boca varias veces antes de rendirse.
—... No—dijo al fin, derrotado.
Bienvenido al tercer círculo del infierno, Kim Taehyung.
Su hermano siempre le ha dicho que nunca usa el cerebro antes de hablar. Una afirmación que Taehyung, durante años, ha decidido ignorar olímpicamente.
Y así le ha ido.
Tal vez por eso ha tenido más problemas con sus profesores que el promedio de universitarios hormonales en sus primeros semestres.
Tal vez por eso terminó castigado tantas veces que las sillas de detención tienen su forma moldeada en el respaldo.
Tal vez, solo tal vez, la explicación de su vida miserable sea que no puede callarse la puta boca ni cuando su vida depende de ello.
Como en este mismo momento.
No sabe exactamente en qué segundo exacto la cagó en grande.
¿Fue cuando dejó caer todo su cuerpo sobre un pobre desconocido por segunda vez en un mismo día?
¿Fue cuando abrió la bocaza para gritar que no se folla a raritos delante de la única persona capaz de aplastarle el cráneo de una bofetada? ¿O fue ahora, mirando a ese tipo, con el cerebro en modo pantallazo azul, completamente perdido sobre qué carajo hacer para salvarse?
Sea como sea, ya lo sabe: La cagó.
Podemos ahorrarnos los comentarios en los subtítulos de su triste existencia.
Ahora tiene que concentrarse en lo realmente importante: ¿Cómo sobrevivir a las adversidades que el destino (ese maldito escritor frustrado) ha decidido poner en su vida?
Hagamos un resumen rápido del escenario actual:
1. El individuo no identificado (aunque ya sabe que se llama Jungkook, gracias a la imprudente lengua de la enfermera Lee) se encuentra sentado en la camilla de enfrente.
2. Sus cejas fruncidas podrían convertirse en un arma blanca en cualquier momento.
3. El aura a su alrededor grita intento de homicidio en primer grado con letras luminosas.
4. Cada pequeño movimiento parece irritarlo más.
5. El silencio tenso podría cortarse con una cuchara de plástico barata.
Taehyung traga saliva. Muy, muy despacio.
¿Ahora qué se supone que debe hacer?
Sus opciones son limitadas.
Extremadamente limitadas.
Veamos:
A. Pedir disculpas sinceras, rogando por su vida y su dignidad.
B. Escapar.
Taehyung pestañea.
B.
Vamos a escapar.
Vamos a hacer lo que mejor sabemos hacer: ser un cobarde estratégico.
Sin mover un solo músculo de su cuello, Taehyung empieza a calcular la distancia entre su camilla y la puerta.
Tres metros y medio.
Una enfermera distraída podría interceptarlo, pero como Lee ya se largó, tiene vía libre. Su dignidad ya la perdió hace quince minutos, así que no tiene que cargar con ese peso.
Con sumo cuidado, Taehyung comienza a moverse de lado, como un cangrejo torpe que intenta no hacer ruido. Un pequeño deslizamiento a la derecha. Otro más.
El suelo cruje.
Jungkook levanta la cabeza.
Taehyung se congela en su sitio, sonriendo como un completo imbécil.
—¿Qué... haces? —pregunta el chico con una voz tan baja que casi es un gruñido.
Taehyung pestañea rápidamente, buscando una respuesta.
—Ejercicio de rehabilitación—improvisa, moviendo las manos como si estuviera, demostrando un elegante pase de yoga.
El otro entrecierra los ojos.
—¿Ejercicio... de cangrejo? —inquiere con una ceja arqueada en una mezcla de incredulidad y burla.
—Es... nuevo—asegura Taehyung, sintiendo la traición del sudor frío recorriéndole la espalda. —Una tendencia japonesa. Sana... las articulaciones traumatizadas.
¿Qué demonios estoy diciendo?
¿Desde cuándo hago yoga?
Jungkook no parece muy convencido.
Sus ojos, oscuros y brillantes, siguen cada pequeño movimiento de Taehyung como si fuera un depredador oliendo la mentira.
Finalmente, y para horror absoluto de Kim Taehyung, el chico se baja de su camilla en un solo movimiento fluido.
Se acerca.
Taehyung da un paso hacia atrás.
Jungkook da un paso hacia adelante.
Taehyung traga saliva tan fuerte que seguro puede escucharse en la otra ala del edificio.
—¿Sabes? —murmura Jungkook, deteniéndose justo a un metro de distancia—. Si vas a escapar... al menos deberías hacerlo corriendo.
Taehyung intenta reírse. Lo que sale de su boca suena más como el graznido de un pato ahogado.
—¿Quién está escapando? —se defiende, demasiado rápido para sonar creíble.
Jungkook ladea la cabeza, observándolo.
—Kim—dice su nombre despacio, degustándolo como si fuera un mal chiste que está a punto de contar—. Me debes dos caídas, un celular y probablemente unas cuantas costillas.
Taehyung parpadea.
—¿Y... y si te invito un café? —ofrece como último intento de salvación.
Jungkook pestañea.
Hay un silencio.
Un silencio tan denso que podrían patinar sobre él.
Prefiere salir corriendo como la loca de su ex antes de pasar el resto de su vida, cargando la humillación de haberse avergonzado delante de un completo desconocido.
Tal vez, solo tal vez, pueda buscarlo la siguiente semana para transferirle lo que sea que le pida: dinero, una cena, o su alma, si eso calma la furia asesina que Jungkook parece estar alimentando desde hace rato.
Por ahora, el plan es claro: Debe desaparecer.
Evaporarse.
Esfumarse.
Y después, encontrar algún hueco oscuro para esconderse, perder de vista a su ex acosadora, y reponer su energía vital con un menú decente de nuggets de pollo y helado de menta.
La vida simple. La vida digna.
Es momento de correr como si sus nalgas dependieran de ello e inspirar a futuras generaciones con su valentía inigualable.
O al menos lo habría hecho... De no ser porque una voz particular y demasiado cerca para su gusto lo saca de su heroica ensoñación.
—¿Realmente quieres pasar desapercibido con esa pose tan absurda de agente secreto que estás haciendo? —Jungkook lo observa con una mezcla entre burla y exasperación que lo desarma en dos segundos.
Inspirar a futuras generaciones puede esperar.
Ahora tiene que enfrentarse a esta dura, durísima realidad: No todo puede ser color de rosa en su absurdamente buena vida. Tiene que aceptar un poco de gris si quiere desarrollar todo su potencial como protagonista de su propia tragicomedia.
Su padre alguna vez le dijo que los momentos de adversidad construyen el carácter. Claro que su padre decía eso mientras grababa comerciales donde lo atropellaban autos de utilería. Quizá no es la mejor fuente de sabiduría.
¿Y si todo esto es parte de una de esas etapas donde el protagonista lo pierde todo para resurgir más fuerte que nunca?
Lo ha visto. Lo sabe. Lo vivió a través de cientos de películas donde los héroes, antes de volverse épicos, tenían que comer mierda por un rato.
¡Sí! Tal vez esta caída vergonzosa, esta persecución fallida, esta humillación pública... ¡Es el inicio de su era dorada!
Taehyung sonríe para sí, absorto en sus pensamientos. Tan absorto, que no nota al chico acercándose hasta que siente su sombra caer sobre él.
—¿Consumes drogas? —la voz de Jungkook retumba demasiado cerca.
Taehyung parpadea, sacudido de su gloriosa fantasía.
—¿Eh?
—Te quedaste mirando al vacío por unos buenos minutos. Te desconectaste de la realidad como un puto zombi—responde Jungkook, cruzándose de brazos mientras lo mira como si fuera un experimento fallido.
Estaba analizando el escenario, quiere decir.
Estaba calculando todas las posibilidades y futuros alternos que podrían derivarse de este encuentro trágico, podría agregar si tuviera tiempo o ganas.
Pero, conociendo su suerte...
—Entonces te drogas—sentencia Jungkook, como quien informa que el cielo es azul.
Taehyung abre la boca.
La cierra.
La abre de nuevo.
—... Por supuesto que no—logra escupir finalmente.
Es evidente que Jungkook no le cree ni un poquito. La mirada de lástima que le lanza es digna de ser inmortalizada y enviada por correo certificado a su autoestima.
Maravilloso.
—¿Ya te vas a disculpar o tengo que seguir esperando de pie como un idiota hasta que te dignes a hacerlo? —pregunta Jungkook, cambiando su peso de una pierna a otra con impaciencia.
Taehyung lo mira, midiendo opciones.
Huir todavía es una posibilidad real, pero algo en el lenguaje corporal del otro chico (probablemente esas manos cerradas en puños) sugiere que no le conviene mucho intentar correr.
—Cada quien espera como quiere—responde con toda la dignidad que puede reunir.
Un silencio.
Un silencio denso.
—¿Te quieres morir? —pregunta Jungkook, muy tranquilo. Demasiado tranquilo. Eso es aún peor.
—No—responde Taehyung, rápido como una metralleta.
No es un cobarde. No del todo.
Al final, tiene que enfrentarse a las dificultades que le pone la vida.
¿O cómo carajos piensa volverse extraordinario como su padre dice?
Inspirando hondo, Taehyung endereza los hombros, traga su orgullo, y se prepara para hacer algo que nunca creyó posible: Disculparse sinceramente.
Aunque preferiría seguir rodando por el pasto antes que volver a ver a este tipo en otra vida.
—Oye—empieza Taehyung, tratando de sonar casual mientras su alma se arrastra a llorar por la humillación próxima.
¿Siempre fue tan complicado pedir disculpas? No recuerda la última vez que lo hizo. Tampoco es que sea un experto en tragarse el orgullo, honestamente.
Buscar las palabras correctas resulta tan molesto como rascarse una picadura de mosquito con guantes de box. Frustrante, incómodo, y poco productivo.
—Iba a buscarte luego de terminar mis propios asuntos—añade, como quien ofrece un argumento irrefutable.
Es importante aclararle que tiene prioridades. Pendientes fundamentales. Una vida agitada. No puede andar interrumpiendo su apretada agenda de supervivencia solo para pedirle disculpas a un tipo desconocido.
—No fue intencional o algo. Mi ex es...
—¿Me ves cara de que me interese saber sobre tu ex? —lo corta Jungkook con una velocidad que debería ser considerada violencia verbal.
Ajá.
Que no le interesa.
Anotado.
Taehyung frunce el ceño, cruzándose de brazos como un niño a punto de hacer berrinche.
—¿Siempre has sido tan dulce? —le suelta, sin molestarse en ocultar su sarcasmo.
—Sigo esperando tus disculpas—responde Jungkook, imperturbable. El puto Buda con cara de pocos amigos.
¡Como sea!
—¡Como sea! —revienta finalmente, agitando una mano en el aire como si espantara moscas.
Este chico es absolutamente, enteramente, exasperante. Al demonio con ser diplomático. Al carajo con encontrar las palabras correctas o explicar el trasfondo psicológico del accidente.
Va a escupir una disculpa a medias y después va a salir de ahí como alma que lleva el diablo.
—Disculpa por tener que usarte de amortiguador dos veces—dice, con la sutileza de un ladrillo lanzado por la ventana.
—Puedes meterte tu basura de disculpa por el culo—contesta Jungkook, en el mismo tono educado de un oso pardo enfadado.
¡Estuviste en el lugar incorrecto a la hora incorrecta!
No es su maldito problema que al tipo le guste atravesarse en el camino de los demás como un NPC defectuoso.
—¡Estuviste en el lugar incorrecto a la hora incorrecta! No es mi maldito problema que te guste atravesarte en el camino de las personas—dispara, subiendo un poco más el volumen de su voz.
La tensión crece en la sala como un globo inflado a punto de explotar.
—Aprieta los dientes. Voy a romperte la cara de chico bonito—gruñe Jungkook, cada palabra cargada de esa amenaza peligrosa que suele preceder los buenos chismes universitarios.
—Ya quiero ver que lo intentes—Taehyung da un paso adelante, absolutamente consciente de que está provocando a la bestia, pero incapaz de detenerse.
¿Y este?
¿Este se cree el antagonista de su historia o qué demonios?
¿Acaso no ve que él es el protagonista destinado a brillar en la adversidad?
Un momento. Un momento iluminado por la verdad.
¡Claro!
¡Este chico no es un enemigo cualquiera!
¡Es el antagonista que la vida le ha puesto en el camino!
Es demasiado obvio: La vida no puede estar equilibrada si no tiene un rival digno que lo empuje a su máximo potencial.
Necesita una fuerza oponente, un desafío viviente. Una constante tensión que le recuerde que es especial.
Mientras saborea la profundidad de esta epifanía, Jungkook le habla de nuevo:
—Me estabas mintiendo con lo de las drogas. Te has vuelto a desconectar como un maldito subnormal—señala, chasqueando los dedos delante de su cara como si tratara de despertar a un gato durmiente.
Taehyung parpadea.
Y luego, siente el maldito dedo de Jungkook presionando contra su pecho.
¿En serio?
¿En serio?
—Saca tu maldito dedo de mi pecho si no quieres que te lo rompa en pedazos—le advierte, su tono bajo, más grave de lo que esperaba.
Pero, por supuesto, el otro solo sonríe.
Una sonrisa torcida, peligrosa.
Una sonrisa que grita: no me importa morir en esta pelea si te arrastro conmigo.
—Es un poco espeluznante si pones una maldita sonrisa cuando estamos a nada de querer molernos a golpes—añade, sintiendo como la tensión sube como la espuma.
—Al menos ahora eres consciente de lo mucho que quiero golpearte—le replica Jungkook, como quien comenta el clima.
¿Ignorar sus intenciones? Imposible.
Parece un maldito conejo irritado a punto de saltarle encima porque le jodió sus zanahorias.
Ahora Taehyung le responde con una sonrisa. Una sonrisa tan absurda como sincera, porque en el fondo... todo esto le resulta increíblemente ridículo.
—Suelta mi mano si no quieres un buen golpe como regalo adelantado—murmura Jungkook, bajando apenas la voz.
Taehyung baja la mirada.
No había notado que le había agarrado la muñeca.
No con fuerza.
—Tu mano es bastante honesta para mi gusto—se burla, arqueando una ceja con descaro. —Estabas a punto de golpearme de todas formas.
El sonido seco de un tsk se escapa de los labios de Jungkook. Un chasquido de lengua digno de un niño de primaria.
¿En serio?
Es la primera vez que le chasquean la lengua con tanto entusiasmo que casi parece que van a jugar a las atrapadas. Ni sus primos menores en plena guerra de peluches habían logrado esta hazaña.
—Fue un accidente. ¿Podemos al menos estar de acuerdo en eso? —Taehyung pregunta con la voz más razonable que puede reunir en medio de este circo de agresiones y sarcasmo.
Es momento de evangelizar al antagonista.
Convertirlo, moldearlo, transformarlo en un fiel seguidor que en algún punto provea buenos momentos para su vida de protagonista indiscutible. Un antagonista reformado siempre es un recurso valioso para la trama.
—No me gusta ir por los pasillos para chocar con las personas. Lo siento—añade, casi convencido de su sinceridad.
Jungkook lo mira como si evaluara seriamente la opción de dejarlo vivir... o dejarlo en coma.
—¿Ahora puedo golpearte? —pregunta, sereno. Demasiado sereno.
—Creo que vamos a tener que estar tomados de la mano hasta que se te quiten las ganas de querer golpearme—responde Taehyung, encogiéndose de hombros como quien propone una solución razonable.
¿No podía tocarle alguien agradable?
Al menos espera que este tipo, algún día en el futuro, justifique todo este martirio. Por el momento, puede burlarse un poco. Porque si no se ríe, va a llorar.
—Aunque quisiera ver que lo intentes... enano—añade, con una sonrisa ladeada que es prácticamente una invitación a la guerra.
Jungkook arquea una ceja.
Una vena le palpita en la frente.
Una señal de alarma para los que valoran su integridad física.
—Tienes que saber cuándo quedarte callado—responde con una calma tan peligrosa que debería ser declarada ilegal.
La puta madre que lo parió.
—Auch... —se queja Taehyung, llevándose la mano al rostro, absolutamente atónito.
¿Acaba de...?
—¿Acabas de abofetearme? —pregunta, incrédulo, como si intentara confirmar que no ha pasado.
Nunca lo han abofeteado con tanto descaro en su vida.
Y mucho menos un chico.
Y mucho menos frente a posibles testigos imaginarios de su dignidad rota.
—¿Te he puesto los cuernos para que me golpees como una chica apasionada de primero? —suelta, ofendido, mientras masajea su mejilla ardiente.
Jungkook chasquea la lengua.
—No quieres saber cómo se sienten mis nudillos contra tu rostro—le advierte, sin la más mínima compasión en su tono.
Maldito animal impredecible.
—Tienes que saber que no se molesta a una chica irritada. Ahora prepara los mofletes de mocoso mimado—amenaza Jungkook, con esa mirada de enfado que podría helar el infierno.
Sí, claro.
—¿Te quieres morir? —agrega Jungkook, inclinándose un poco más hacia él.
Taehyung aprieta el agarre en las manos del chico, en parte rendido, en parte queriendo no morir tan joven.
—Tengo que amarrarte las putas manos para que te tranquilices por un maldito momento —responde, como quien habla de atar a un gato rabioso.
¿Este tipo realmente es su antagonista o simplemente un extra dramático buscando protagonismo?
—Espero que recuerdes bien lo que acabas de hacer porque no va a volver a pasar—dice Taehyung.
—Vas a sentir mi patada en tus huevos si no me sueltas en este momento—espeta Jungkook, ya sin paciencia. —Sé un buen chico con tu superior. ¿No quieres?
La mirada de Taehyung se oscurece.
—Eres una maldita bomba de tiempo—dice, casi como un elogio.
¿Era normal sentirse absurdamente feliz e impaciente al mismo tiempo?
En algún punto de este intercambio, Taehyung se ha dado cuenta de que lleva una maldita sonrisa de comercial de pasta dental.
—No se me conquista de esta manera para que lo sepas—añade, divertido.
Tiene que reconocerlo: Sacarlo de quicio es mucho más entretenido de lo que debería ser legalmente permitido.
—Mi querido superior tiene que esforzarse un poco más—remata, viendo claramente cómo Jungkook aprieta la mandíbula para no saltarle al cuello.
—Aunque... ¿Realmente eres mi superior? —añade, pensativo, como quien considera una cuestión filosófica muy profunda. — Tal vez pueda empezar a decirte hyung.
Eso es suficiente para que Jungkook levante ambas manos, rindiéndose con una teatralidad que casi arranca una carcajada a Taehyung.
—De acuerdo. Bien—gruñe, exhalando por la nariz como un toro domesticado a medias—. Vamos a ignorar todo lo que ha pasado hace unos minutos e intentaremos recrear tu escena de disculpa. ¿La captas?
Taehyung parpadea, desconcertado. Este tipo cambia de humor más rápido que un semáforo en hora pico.
—Eres un... —comienza, pero decide guardarse los calificativos para otro momento.
Maldito tipo impredecible.
—Mmm... No he querido chocar contigo ni caerte encima como un animal—declara con solemnidad, como si recitara un poema trágico.
Jungkook lo mira.
Parpadea.
¿Acaba de sonreír? ¿Muy levemente? ¿Fue real?
Taehyung se lo imagina guardando la risa como un niño pequeño.
—No es algo personal. Las cosas se dieron de esta forma por circunstancias que no pude controlar—añade, el discurso cada vez más elaborado.
Milagrosamente, Jungkook sigue callado.
¿Debe celebrarlo después con una copa de algo?
—Lo siento por lo de tu celular. Dame tu cuenta para transferirte lo que necesites... Aunque no creo que sea mucho de todas-
—Ya cierra la boca antes de que quiera matarte—interrumpe Jungkook, encajándole una mirada de advertencia. Y a punto de darle un golpe, qué milagrosamente pudo detener a tiempo.
—Mi padre siempre dice que calladito me veo bonito—se justifica Taehyung, rodando los ojos y sin soltar los brazos del chico impredecible.
—Ahora olvidemos todo esto. Espero que no vuelvas a caerme encima como un cerdo —concluye Jungkook.
—Fue un placer... creo—Taehyung pronuncia la frase con un tono que, si no fuera tan cargado de sarcasmo, podría ser tomado como genuino. Aunque, ¿quién necesita sinceridad en un momento como este?
—Me debes dos favores—responde Jungkook, su tono ácido como siempre, con esa vibración que parece hacer eco en la cabeza de Taehyung.
Lo ha tenido tomado de los antebrazos durante más tiempo del que había calculado, lo que, por alguna razón, le parece raro ahora que lo piensa. Quizás porque es difícil no darse cuenta de cuán incómodo ha sido este agarre cuando el chico ha comenzado a moverse hasta soltarse.
—Yo no olvido—continúa Jungkook, su voz casi susurrando una amenaza velada. Taehyung siente un escalofrío y se pregunta si habrá firmado un contrato de deuda de por vida sin darse cuenta. Genial.
—Creo que prefiero simplemente transferirte el dinero—responde Taehyung, tratando de mantener una apariencia tranquila, aunque internamente ya se está lamentando de su elección de palabras. ¿Cómo diablos no vio venir que el chico iba a sacar su lado más oscuro?
—No me interesa lo que prefieras. No necesito tu dinero—dice Jungkook, casi con un desdén despreciativo. Como si él no necesitara nada de Taehyung. Claro, como si estuviera por encima de recibir una simple transferencia.
—Eres todo un encanto—dice Taehyung, mordaz, eligiendo no dejarse intimidar. Por favor. Nada va a destruir su autoestima a estas alturas.
—Gracias—responde Jungkook con una calma perturbadora. Como si estuviera siendo irónicamente cortés, lo cual, para Taehyung, es simplemente otro nivel de molesto.
—Sobre la transferencia de...
—No tengo un puto celular en este momento. ¿Me transfieres el dinero por la mente o por el culo? —le responde Jungkook, mirando al chico con cara de absoluta exasperación.
—Dos favores. Es un hecho—responde Taehyung, como si fuera un tipo con una misión. Una misión personal.
Taehyung frunce el ceño, preguntándose en qué demonios se ha metido. Tal vez la única opción viable ahora sea aceptar el destino que le ha tocado. Y pensar que solo quería pasar desapercibido.
—¿Puedo arrepentirme de esto más tarde? —se pregunta a sí mismo mientras observa a Jungkook, que sigue mirándolo con esa cara de: no puedes escapar de esto. ¿Cómo se supone que se sobrevive a este tipo?
Jungkook.
—Soy Kim, por cierto—dice Taehyung, recibiendo una mirada incrédula de Jungkook, que no tiene idea de a qué se refiere. —Kim Taehyung.
De forma instintiva, Taehyung hace un signo con los dedos, como lo hace siempre cuando se presenta a gente nueva. Aunque hacerlo con ese chico ha sido raro. Raro y perturbador, con un toque de amenaza a lo largo del proceso.
—De la Facultad de Arquitectura, a punto de egresar —dice Taehyung, más como un intento de desviar la atención que como una presentación real.
Jungkook apenas reacciona, su rostro sigue siendo una tabla de piedra, casi como si lo estuviera estudiando. Pero algo cambia cuando dice:
—Comunicaciones. ¿Y supongo que felicidades?
Taehyung lo mira como si acabara de revelar un superpoder. ¿Comunicaciones? ¿De verdad? Y ese tipo ni siquiera sonríe.
—¿Comunicaciones? Con esa cara que te cargas, es casi imposible imaginarte con una sonrisa de... Comunicaciones. Suena estupendo—comenta Taehyung con una ironía profunda que podría cortar el aire.
Jungkook no responde, pero su mirada, esa misma que podría hacer que cualquier persona en su camino se derritiera de miedo, lo dice todo. Este chico es una incógnita con patas. Y no le conviene indagar demasiado.
Justo cuando Taehyung piensa que podría salir airoso de la situación, la interrumpe una voz familiar y absolutamente insoportable:
—¡Kim! ¡Ni creas que vas a escaparte! ¡Sal ahora!
¿Por qué el universo odia tanto su existencia?
—No me estaba refiriendo a esto cuando hablaba de esperar lo inesperado—murmura, horrorizado, mientras escucha a la distancia cómo su ex, corre por el pasillo como un tornado humano, completamente decidida a seguirlo hasta el fin del mundo si es necesario.
—Por la puta madre—murmura Taehyung, sintiendo que la vida le da un giro de 180 grados.
Esa loca tiene que tener pilas de repuesto para no agotarse con tanto recorrido. Ha hecho deporte durante al menos ocho meses simplemente escapando de su ex.
—¡Esa chica me va a matar! —añade, con un suspiro cansado, porque no hay nada que desee más en este momento que desaparecer en el aire como un maldito ninja.
—Kim—insiste Jungkook, su voz ahora mucho más cerca.
—Ahora no, enano. Tengo que analizar muchas situaciones en este momento—responde Taehyung, mirando la ventana que tiene justo al frente, con una idea brillante comenzando a formarse. ¿Una ventana?
Tal vez... ¡Tal vez podría saltar!
—Pero el idiota de Eunwoo no va a poder sobrevivir si desaparezco—se dice a sí mismo, pensando en las posibles consecuencias de sus acciones. —Pero es una salida brillante. Solo falta saltar—concluye con decisión, mirando a Jungkook, quien ya está observando la escena con una mezcla de desdén e incredulidad. —Bien. No tengo otras opciones—murmura con voz grave, mientras comienza a caminar hacia la ventana, sabiendo que está a punto de hacer una locura. —Eres un hombre dominante e inalcanzable. Una ventana no va a poder detenerte—se dice a sí mismo con una sonrisa de convicción que parece más desesperación que confianza.
—Kim. Anula cualquier pensamiento de tu cerebro mientras ves esa ventana. Estamos en el segundo piso de...
—Trato de sacar valor de mis pelotas, Jungkook. No me desanimes en este momento —responde con una risa nerviosa, mirando a Jungkook, que sigue observando como si fuera un espectador ante el desastre que está a punto de ocurrir.
—Vas a romperte la cabeza—le advierte Jungkook, cruzando los brazos.
—Te debo todo lo que quieras por el resto del semestre. Ahora guardemos nuestra charla para otro momento porque tengo que salvar mi trasero de posibles desgracias—responde, sin perder de vista la ventana. —¡Es ahora o nunca!
—¡No te mates en mi presencia! —grita Jungkook, todavía a lo lejos, como si realmente pudiera evitarlo.
—¡Tengo muchas ganas de vivir! —grita Taehyung de vuelta, mientras se lanza hacia la ventana con la gracia de un hombre desesperado y un futuro incierto.
¿Dios? No me abandones ahora que he vuelto a saltar.
©lduhn2here.
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