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Capitulo 8


Alice observaba el precioso vestido rojo pasión que le había dado la reina, su cabello había sido recogido en una cola alta atada con un lazo dejando un mechón que cubría uno de sus ojos. La puerta fue abierta por Hwasa quien sonrió complacida por la apariencia de la chica.



— Ahora pareces toda una dama.


— Le agradezco por la ropa, mi reina—dijo haciendo una inclinación a lo que Hwasa negó.


— Llamame por mi nombre, por favor, no me gusta ser llamada por mi nombre todo el tiempo—Alice asintió—Bien, Alice ¿Qué te ha traído a mi reino?


— Oh... —fue lo que respondió en lo que pensaba rápidamente en que contestar— soy una princesa —la reina alzo una ceja— de un reino muy lejano que tal vez usted no conoce, un día paseaba por el bosque y caí por un agujero en el suelo, cuando desperté estaba en un sitio desconocido con seres bastantes... peculiares, desde entonces he estado vagando por todo el lugar hasta que llegue aquí.



Era una verdad a medias, porque Alice no estaba segura sobre contarle la existencia de ciertos seres. La chica observaba a la reina que se encontraba pensativa, posiblemente analizando que tan reales sean sus palabras logrando que la rubia temiese a que no le creyera.



— Con que una princesa... ¿Cuántos años tienes?


— Diez y siete —respondió a su pregunta sin entender muy bien el motivo de esta.


— Estas a punto de ser mayor de edad —murmuro pensativa— ¿tienes prometido?


— ¿eh? N-no... yo... no tengo prometido.


— Vale... —asintió para luego caminar a la puerta—ven, sígueme, quiero mostrarte algo.



Alice no lo pensó mucho y siguió a la reina por el largo pasillo, al llegar, al final de este había unas enormes puertas francesas. Detrás de estas se encontraba una espaciosa habitación con su respectiva cama, alfombra y una gran ventana que daba paso a un balcón. La rubia observo a la reina acercarse a una pequeña puerta oculta detrás de una cortina para luego abrirla y sacar un centro de oro decorado con una pequeña y brillante gema de color carmesí dejando sin aliento a la chica en el momento que reconoció que era dicha joya.



— Te contare una pequeña historia, Alice —anuncio seguido de sentarse en el colchón observando el cetro con melancolía, soltando un suspiro comenzó— hace muchos años yo solía reinar junto con mi esposo, el rey, durante esa época todo era paz y prosperidad, el pueblo amaba y respetaba a su rey por sus valores y buena moral, era alguien que había nacido para gobernar y poner en orden este mundo, parecía que todos estaban más que conformes con el método de reinado pero... siempre existen los envidiosos, los que prefieren robarle a otros lo que tienen en vez de ganárselo ellos mismos por mérito propio —murmura aumentando su agarre en el objeto— una noche invadieron el palacio, esas ratas miserables lo hicieron, Alice, ellos lo asesinaron frente a mis ojos, intentaron tomar y apoderarse del castillo y matarme —ríe negando en lo que limpia unas cuantas lagrimas que se le habían escapado— no lo lograron, antes de lo hicieran cogí este cetro y utilice su poder para defenderme de ellos ¡yo me encargue de acabar con sus patéticas vidas! —exclamo asustando a la chica quien dio un paso hacia atrás—desde entonces todos me temen y obedecen, así ha sido por diez largos años pero está bien, después de lo que me hicieron no he tenido ni la más mínima intención en tratarlos con amabilidad o como se deba porque no se lo merecen, la gente de este pueblo nos traiciono y mataron a mi esposo por lo que no pienso quedarme de brazos cruzados, pienso hacerlos pagar por todo lo que me hicieron —prometió denotándose el rencor en su voz mientras guardaba el objeto en sitio correspondiente.



La joven se sintió mal por Hwasa, después de todo su esposo, el amor de su vida, había sido asesinado. Estaba bien que se sintiera dolida porque al fin y al cabo todos somos seres vivos y sentimos pero aun así no debió dejar que su odio la cegara y convirtiera el reino lo que es hoy en día.



— Disculpa si te asuste, este asunto es algo delicado para mí —Alice negó.


— No se preocupe, majestad, puedo entenderla.



Ahora todo estaba claro.




...




Todo el castillo estaba en silencio total. Hace unas horas que había anochecido y con ello había llegado la hora de dormir, eso era todo lo que hacían todos excepto una persona. Alice salio de su habitación que le habían dado para que descansase pero obviamente eso no estaba en sus planes. La chica caminaba con cautela por el largo y ancho pasillo, se detuvo frente a la gran puerta preparándose mentalmente para lo que venía y haría.



— Es ahora o nunca Alice, tu puedes hacerlo —se animó a sí misma en un susurro la rubia.



Aguantando la respiración abrió una de las puertas solo lo suficiente para ella poder entrar. Observo la cama asegurándose de que Hwasa estuviera completamente dormida, soltando todo el aire retenido que mantenía en sus pulmones se acercó a la pequeña puerta haciendo a un lado la tela que la cubría abriéndola con sumo cuidado seguido de tomar el cetro en sus manos.



— Perfecto —susurro para sí misma antes de dirigirse a la puerta.


— ¿Qué estás haciendo?— pregunto la reina con voz adormilada provocando que Alice se tensara antes de girarse en su dirección— ¡¿Qué diablos...?! ¡eres una ladrona!


— Lo siento mucho pero adiós —dijo antes de salir corriendo siendo perseguida poco después por la reina.


— ¡guardias! —vocifero la mujer alarmando a la rubia.



La rubia se apresuró a separar la gema del cetro lanzando este por alguna parte del suelo logrando que el miedo de la reina se incrementase.



— ¡no te atrevas!



Una vez que logro alcanzarla, Hwasa sujeto el brazo de la chica intentando arrebatarle la gema comenzando con un forcejeo entra las dos por la dichosa joya.



— ¡¿Cómo te atreves?! ¡yo te recibí en mi reino!


— No importa que tan amable y generosa puedas ser, Hwasa ¡lo que le haces a tu gente está mal!



Con todas sus fuerzas Alice empujo a la mujer liberándose de su agarre y sin dudarlo un segundo más lanzo la gema contra el suelo explotando está en mil pedazos causando que la reina gritase sin poder creer lo que sus ojos estaban presenciando, habían destruido su preciada joya, su tesoro, su manera de defenderse. A consecuencia de esto un fuerte estruendo se escuchó desde el cielo logrando que de este empezase a llover captando la atención del gato y el conejo quien estaban a unos cuantos metros del castillo esperando el momento indicado para iniciar con el ataque junto con todos los demás.



— Lo ha logrado —afirmo Yoongi sonriendo de esa manera tan terrorífica como solo él sabe hacerlo.


— Si, has cumplido con tu parte del trato, Alice, es hora de que nosotros cumplamos con nuestra parte —susurro para sí mismo preparándose para lo que viene.



Había llegado el momento de acabar con todo esto.



Continuara weyes.

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