Paso 65º.
"Paso 65º: No debas nada a nadie".
~H.
Near.
Algunas veces sentía que estaba nadando para alguien, pero no iba a ningún lado.
Mi aspecto era más descuidado. Caminaba con los hombros caídos y el cabello cubriendo mi vista. Tomé una bebida del centro y me dejé caer en el sofá, cerrando los ojos con fuerza para no sentir el ardor. Apestaba, el lugar olía a vomito y la música no me dejaba escuchar.
—Luces cansado. Puedo cubrirte, así que busca una habitación para dormir —masculló Hisao haciendo una aparición repentina detrás de mí, dando un masaje con sus pequeñas manos en mis hombros.
—No —costaba hablar—..., me iré a casa entonces.
Había dicho eso, pero no me moví. Seguí soltando respiraciones en la atmósfera pesada, deseando poder dormirme en ese momento. Hisao siguió masajeando, mientras dejaba caer sus cabellos blancos sobre mi cabeza. Trataba de relajarme, pero eso solo me incomoda. Incluso... me parecía repugnante. Ese niño era un desastre, nadie quería notarlo aún con su apariencia, e incluso era rechazado por los demás.
No quiero ser contagiado.
—Estoy bien —solté, apartando su mano con esfuerzo.
—Jay —me interrumpió, sosteniendo mi nuca—. ¿Cómo es tu madre?
La pregunta fue repentina.
—Como toda cualquier madre.
—Sé serio. —Hizo un puchero, tratando de lucir lindo.
—Supongo que es... verosímil.
—No te entiendo, Jay.
—Yo tampoco te entiendo.
Las cosas se transformaron en algo más. Eran lo mismo, pero se habían dispersado. La imagen de una tienda de conveniencia volvió a mí. Charlaba con un tipo que emanaba alcohol de su piel, y tenía su cabello rubio hecho un desastre. Me miró, con los labios entre abiertos, de cierta manera encantadora que te hacía ignorar su estado actual.
—A veces podremos ser varias cosas, ¿sabes? Tenemos capacidad para mucho —susurré, apartando la mirada—. Somos infinitamente más de lo que somos. Podemos ser más, mucho más que esto pero..., no queremos serlo.
Mordí mi lengua al percatarme de lo que decía. No parecía entenderme, así que preguntó posando sus ojos sobre los míos, acercándonos.
—¿A qué te refieres?
—Nosotros somos límites, y casi nunca podemos superarnos.
La puerta estaba frente a mí. No la abrí, permanecí fuera, escuchando el interior. La conversación parecía haber sido iniciada un rato antes de mi llegada, así que al inicio no sabía a donde iba todo eso. Recargué mis dedos sobre el marco, pegué mi oreja a la madera.
—Estoy hablando en serio, Tide. ¿Por qué debemos cuidar de ese mocoso? ¿Acaso es tu "nuevo corazón"? ¡Es un niño, y muy feo cabe destacar! —Distinguí la voz de Nath, con algo dentro de su boca. Algún postre.
—Ese niño es más lindo que tú —rió Tide, seguramente mirándole con ojos agudos.
Tide Nallan solía mentir regularmente. Nadie sabía lo que quería, ni si quiera yo. Tampoco lograba saber lo que planeaba conmigo, fue la razón por la que permanecí.
—¿Y...?
—Cuando lo vi por primera vez no pude evitar quererlo —sabía que estaba mintiendo una vez más, pues a Nath nunca le explicaba las cosas como eran, y él eran un gran actor—. Un niño que no tiene nada... le das a probar algo y causa un desastre. Sería interesante ver ese desastre de cerca.
Más tarde, estábamos sentados en la misma mesa.
—¿Por qué le dijiste eso a Nath?
—Oh, ¿dices que mentí? —Inquirió, acercando el asiento con llantas hasta chocar nuestras rodillas.
Lo miré irritado.
—¿Qué es lo que quieres? —Traté de sonar molesto, pero fue más bien una petición.
—Lo que todo niño quiere y nadie admite —admitió, llevando las manos a su nuca en señal de abrumado—. Ese sentimiento que te hace sentir que todo está bien, sabes de cual hablo. Jay, mírame, no tenses los ojos ni hagas muecas groseras frente a mí, carajito.
—¿Ahora qué?
—Sabes de lo que hablo, ¿no? Vivimos lo que queremos vivir, y morimos cuando no queremos morir.
"Ser amado por alguien".
Desperté, golpeando mi cabeza con la repisa que había instalado. No pude evitar soltar un gemido ardiente, lo que me hizo escuchar el quejido de quien dormía a mi lado.
Lo miré unos segundos, pensando en el vacío de mis sueños y todo lo demás que se sentía como una alta dosis de amor y felicidad: droga. Pensé que estaba ebrio, pero recordaba por fin haber llegado temprano a mi dormitorio. Elevé la cabeza para ver la cama a un lado, y pude ver las sábanas hechas. Mirt ya se había despertado.
Volví a mirar sorprendido el bulto sobre mí.
Por las barbas de Neptuno. ¡Tengo un sirenito durmiendo conmigo!
Hice una mueca en son de maldad. Estiré mi mano junto a un bostezo, y "accidentalmente" golpeé el rostro del sirenito con fuerza. Hizo un gesto de dolor.
—Dame más fuerte... —murmuró, adormilado.
Lo miré asqueado. Ya ni yo era tan enfermizo como para decir esas cosas. –¿Qué me dices de cuando ordenaste un taxi y le pediste que te arrollara?–. Eso es diferente, no lo compares con esto.
Volví a lanzar un golpe, girando su cabeza al otro lado. Apestaba a alcohol, igual que en mis sueños. Yo estaba lo suficientemente consiente de que no había hecho nada extraño anoche y que esa entidad y presagio de mala muerte no estaba allí tampoco.
—Superior, ¿por qué se durmió en mi cama? —pregunté intrigado, empujándolo cada vez más hasta la orilla—. Su habitación es la de a lado, vaya a jalársela y tener fantasías en otra parte. Aquí me lo jalo yo, y hablo en serio.
—Mh... —No abrió ni siquiera los ojos—, llegué hace media hora... fuera de mi cama.
—Esta es mi cama.
—No.
—Sí.
—No, esta es la... —el golpe contra el suelo sonó horrible, pero yo había logrado mi cometido y mi sonrisa no dejaba de ampliarse—. ¡¿Por qué mierdas me tiras de mi cama?!
—La basura no debe estar en la cama. —Me crucé de brazos, indignado.
~•~•~•~
—Veo que la percepción de la realidad en ustedes es un tanto amena. Sus deseos, represiones e inseguridades son proyectados en proporción por imágenes colectivas que reposan en sus sueños. Recordemos que son más que sonidos e imágenes en el individuo durmiente; son sensaciones, pensamientos, más relacionados con la realidad esperando a desplegarse en un mundo que no conocemos. Pero, jóvenes, nosotros también somos pensamientos.
Mi mirada estaba perdida. Miré una cámaras en la esquina de la habitación. Me percaté de lo vieja que lucía y que probablemente había dejado de funcionar hacía tiempo.
Hisao se reclinaba al frente, ocultando dentro de su manga un auricular. También le gustaba la música de pequeño. Reí al recordarlo.
¿Qué fue lo que nos sucedió?
—Aunque... muchos de ustedes terminan gastando esos pensamientos en meter comida a clase —el profesor tosió levemente, dejando ver piquetes de mosquitos en su cuello—. Sí, le digo a usted del fondo, que no está en mi clase. Bueno, es todo por hoy. Espero el trabajo en mi correo.
El viejo cerró su computador, y yo pude relajarme al darme cuenta de que no me hablaba a mí. No había desayunado nada por despertar tarde, pero había entrado con una bolsa de carne seca que Either me dió cuando nos encontramos en el pasillo de su facultad. Dijo algo como: Sí no comes te mueres, y sí te mueres dejas de estar vivo.
—Woooow, Ei, no sabía que eso era morir. —Le respondí, fingiendo asombro. Mirt se rió de él, diciendo "jeje".
Tomé mi mochila, cargada sólo con una libreta vieja y un lapicero que había pedido prestado. Me levanté del lugar, sacudiendo mi cabello para que éste se peinara naturalmente, y bajé los escalones con lentitud para que quien fuera observara los nuevos pantalones que había comprado. –Ni a Dios le interesas–.
Los demás pasaron rápido y con rapidez, algunos gritando que solo tenían 5 minutos para comer antes de otra clase opcional pero necesitaban los puntos para graduarse y otros que habían quedado con alguien más en tal lugar. Esa era la diferencia entre alguien de primer año y los superiores.
Me sentí triste por la poca atención prestada. La universidad parecía suceder rápido. Di un brinco más, bajando hasta estar cerca de la puerta. Miré al profesor de reojo, tenía una sonrisa leve antes de cerrar su computador. Tal vez estaba feliz de la clase que había dado.
—Lindo pantalón —murmuró Hisao, pasando delante de mí hasta dejar el lugar.
¿Fui muy obvio?, reí al imaginar semejante pelinegro atractivo modelando para los mortales.
Me apresuré a dejar, pero volví a toparme con la mirada distante de Miyu. Tal vez me odiaba, pues nunca me dirigía palabras alguna aún después de habernos encontrado tanto tiempo. Pensé en saludarla, pero creí que ni era merecedora de mí. Pasó a un lado, masticando un chicle amarillo. Llevaba colgada de su hombro a una chica con grandes ojos y malestar. Las dos entraron al salón y hablaron con el profesor.
Miyu me vió con el rabillo del ojo, haciendo una expresión de disgusto. Aparté la mirada enseguida y continué mi camino.
Uy, perdón por bendecirte con mi interés.
Tenía una clase dentro de una hora, así que traté de perder el tiempo llamando a vándalo –El feo–. Lo único que pude escuchar fueron gritos de su profesora por no haber silenciado el teléfono y a él llorando por mi culpa. Me comuniqué con Ei, pero solo gruñía por estar tomando su almuerzo. Llamé a mi hermana, y ella me devolvió gritos porque estaba en clase; ya era de último año. Y finalmente, llamé a Curin.
—Dejen de llamar para cobrar los impuestos, o juro que esta vez iré a donde sea que estén y les voy a...
—Soy el Dios del nuevo mundo y padre de todo —interrumpí, aclarando mi garganta.
Me detuve sobre las barras frente a las escaleras que daban al piso bajo. En el pasillo no había nadie más que una anciana siendo acompañada por otra chica. Bromeé, aplicando más fuerza en la barra para ver debajo los árboles.
—Oh, eres tú. Mi rey, a quien le debo la vida y... —se detuvo un momento—. ¡¿Cuántas veces te repetiré que no llames sin avisar, niño?! ¿Qué necesitas ahora?
—Estaba aburrido y tu hermano no quiere tomar mis llamadas desde que su superior lo regañó y le dijo que dejara las drogas. Hoy todos me han estado ignorando, sé gentil, vándalo 2.0
—Estoy trabajando ahora mismo, ¿no puedes llamar más tarde? —dijo enseriado, al otro lado de la línea—. Ser ignorado puede ser bueno de vez en cuando. Aparte, parece qué haces la función de relleno y eso no está bien.
—¿Acabas de romper la cuarta pared? —Fingí asombro.
—Siempre llamas en la noche cuando estoy leyendo, así que hablamos mejor a esa hora.
Usualmente llamaba a Curin en las madrugadas, ya que él parecía nunca dormir por algo que tenía que ver con su retorcida consciencia. No lo consideraba un amigo como Rind o Either, era más bien alguien que escuchaba mis quejas pues no conoció la imagen que quería que los demás vieran. Me vió en la parte vergonzosa. Y sus consejos siempre eran los mejores.
—No puedo creer que estés rechazándome... —susurré—. Chao, maleante.
Colgué la llamada de inmediato para no escuchar el potente grito que seguramente echó. Los Vibes tenían eso especial que daba miedo, como la hermana menor que al visitarlos me asaltó con una navaja de juguete y me ordenó entregarle a Ei.
Guardé el celular en mi bolsillo. Giré ligeramente atrás, aplastando mis dedos sobre el mango de la mochila. Una máquina expendedora se encontraba junto a las escaleras, con deliciosos alimentos que me hubieran hecho subir como loco de peso.
Repentinamente quiero comer aire.
Me acerqué al ver las bebidas. Mi favorita era la leche de vainilla, y junto a esa había una leche de fresa. Presioné los botones después de meter las monedas, y saqué el contenido.
—Esta vez no tuve que abrirte —hablé, guiñándole inevitablemente el ojo. Oh, el tic.
El tic...
¡Mi hermoso tic ha vuelto!
Di unos pasos de baile arrastrándome hasta las escaleras, girando para sentarme junto al individuo que me miró sorprendido por mi reacción. No hablé, nos mantuvimos en silencio y dejé que apreciara mi agradable compañía.
Extendí la mano, dándole la leche de fresa.
—Me estás siguiendo desde hace rato. Debes tener sed —la tomó sin objetar—. Ser acosado es escalofriante, pero lo haces mal. No camines de puntitas, pisa con el talón como lo hace un cazador.
—No te estoy acosando —miró la etiqueta. Sus ojos azules me recordaban muchas cosas, entre ellas las telas del lugar de reunión detrás del bar Drowing—. Esta es mi favorita.
Nunca olvidaría cual es tu favorita.
No había visto a Hisao Aley desde aquel día en que discutimos y le grité cosas horribles. Incluso ese niño pequeño me había regañado por mi actitud con él. Me sentía culpable, pero no quería disculparme. Él no me reconocía de todas formas.
—¿Qué es lo que quieres? —Interrogué recargando mi hombro junto al de él. Comencé a mover continuamente mis piernas, impaciente por su respuesta.
Vamos, rápido, quiero orinaaaaar.
—Por alguna razón quería seguirte, luces un poco idiota y los idiotas son peligrosos solos. Dormiste en algunas clases y estás muy delgado. Mañana podrías morirte, yo también podría morirme. Eso suena genial —explicó seriamente, dando un sorbo—. Y te considero un paciente a tratar.
—De verdad no entiendes que no tengo problemas de ese ti...
Su teléfono comenzó a vibrar. Separó su rostro cerca del mío, y llevó su mano al teléfono en su bolsillo. Suspiró al ver el contacto registrado. Me miró una vez más, queriendo decir algo. Respondió aturdido y se levantó un segundo para que no me molestara.
—¿Por qué llaman ahora? Por favor, eliminen este número.
Me sentí incómodo por la atmósfera. No porque yo fuera un tercero en pintura divina, sino por sus reacciones preocupadas al responder. Lucía enfermo mentalmente.
—No, no quiero hacerlo de nuevo. Colgaré y no volveré a responder. —Y sin más, cortó la llamada.
Dejó caer su peso en el escalón, respirando con dureza. Sus manos parecían temblarle. No había cambiado mucho, seguía siendo el mismo niño asustadizo que nadie tenía en cuenta. Ni siquiera su propia sangre lo consideraba una parte esencial en la familia.
—¿Está todo bien? —Pregunté, dándole unas palmadas en la espalda—, puedes decirme, soy tu compañero.
Me siento en una deuda gigantesca, y él habría querido que la pagara.
—No puedo respirar —dijo entre dientes, apretando sus rodillas con cabizbaja—. ¿Alguna vez te has sentido abrumado por cosas que ya han terminado? Es como sí crearan una cadena supuestamente rota que se arrastra con cada paso que das sigilosamente, esperando el momento para volver a colgarse de ti.
—Pero... —divagué un poco, buscando el consejo que a mí me gustaría escuchar—, podemos tener la voluntad de tomarla por sorpresa y arrancarla, lo que no tenemos es el valor para hacerlo.
—Esto es detestable. —Chasqueó la lengua, elevando el rostro hasta cruzar miradas conmigo—, ya veo que sí eres de psicología.
—¿Eso es todo?
—Mentí, tienes razón —se encogió de hombros aún más, sin apartar la vista—. Te estoy siguiendo porque quiero conocerte.
¿Por qué me siento tan incomodo?
—¿A quién quieres conocer?
—A la idea misma de ti.
Quiero ser perdonado.
••••••••••••••••••
Es aquí donde viene la duda. ¿Qué piensa hacer Near y por qué se siente culpable? Pues, volviendo en la historia, la diva prácticamente abandonó a Hisao.
Y no sabe lo que hizo Hisao después.
De hecho, viendo un comentario reflexioné sobre este personaje que la mayoría detesta y yo amo con locura:
Ahora, me despido con un agradecimiento a las hermosas palabras de @Supremaxia.
El best comment de ese capítulo.
~MMIvens. <3
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