
Capítulo 73 | Olive
Dolor.
El dolor se apodera de cada parte de mi cuerpo, tan agudo e insoportable que casi me hace desfallecer. Me duele incluso hasta respirar.
Mi visión en borrosa, mi cabeza da muchas vueltas. Me siento mareada, aturdida, confundida.
Escucho sirenas de ambulancia a mi alrededor. El sonido taladra en mis oídos, acompañado de unas voces desesperadas que gritan cosas que no logro entender.
¿Qué ha pasado? ¿Quiénes son? ¿Dónde estoy?
De pronto creo que alguien llega hacia mí, sujeta mi muñeca como para corroborar mi pulso y luego revisa mi ritmo cardíaco. Creo que dice que está demasiado débil a pesar de la enorme angustia y desesperación que siento dentro de mí, sin saber a causa de qué...
—Está perdiendo demasiada sangre —dice la voz que se escucha lejana, como si fuese a través de un túnel, y añade—: Necesito hacerle un torniquete.
Logro sentir cómo sujetan mi pierna izquierda y el dolor estalla agudo, provocando que inmediatamente suelte un fuerte quejido. Duele demasiado.
—Deja que otro se encargue de ella—responde una mujer desesperada—, necesito que me ayudes aquí. Él no responde. Su ritmo cardíaco está bajando demasiado.
Una punzada dolorosa me atraviesa el pecho ante las palabras de la mujer porque en ese momento...
—Elliot.
Su nombre escapa de mis labios en apenas un hilo de voz.
Su rostro viene a mi mente de golpe. La desesperación se multiplica por mil y de pronto siento como si el corazón casi se me sale del pecho cuando en ese instante, lo ocurrido viene a mi mente. Una imagen tras otra como una película siendo adelantada en cámara rápida que se detiene en el momento en que el auto se estrelló.
Trago grueso.
Oh, Dios.
—Dime qué tenemos —la voz de otro hombre capta mi atención.
—Está inconsciente. Posible lesión en la cabeza. Necesito trasladarlo de inmediato al hospital para poder examinarlo.
—¿Qué tan grave puede ser? —El hombre hace otra pregunta.
La mujer duda unos segundos en responder, pero lo hace.
—Hemorragia interna. Si se trata de un hematoma intracraneal, él podría morir.
¡¿Qué?!
Oh Dios, no.
No. No. No...
Por favor no.
¡No!
Mi cerebro envía una orden inmediata a mi cuerpo para que reaccione. Para que me ponga de pie y vaya con Elliot ahora mismo, esté donde esté.
Sin embargo, soy incapaz de acatar la orden. Intento levantarme pero es en vano. Lo único que consigo es que el movimiento cause que el dolor sea mucho más insoportable y por ello un fuerte quejido escapa de mis labios, alertando al paramédico que me atiende.
De inmediato me impide que siga moviéndome. Dice que debo permanecer quieta, que me calme, pero me niego a escucharlo. Necesito saber de Elliot. Necesito verlo aunque sea, pero aunque intento buscarlo con la mirada, lo cierto es que todavía me siento mareada y mi visión es borrosa. No puedo hacer nada, maldición. Todo es inútil.
—¿D-Dónde está él? —pregunto con la voz débil y temblorosa—. Necesito... saber...
—Señorita, cálmese.
—N-No.
—Señorita, por favor. Estarán bien. Los trasladaremos de inmediato al hospital.
Niego con mi cabeza.
—No. No m-me entiende. Necesito... verlo, p-por favor...
El hombre sigue intentando calmarme e ignora lo que le digo. Lo que hace junto con otra persona es subirme a una camilla para seguramente llevarme en la ambulancia, pero me niego a irme de aquí sin saber de Elliot.
Comienzo a forcejear a pesar del dolor en mi cuerpo. Llamo a Elliot una y otra vez. Grito su nombre —o al menos intento gritarlo—, pero no responde. Elliot no me responde.
¡Dios! ¿Por qué no me responde?
El llanto se apodera de mí e intento gritar su nombre con más desesperación. Necesito que me escuche. Necesito verlo. Necesito saber que está bien. ¡Que alguien me diga que está bien!
Pero la única respuesta que recibo es el fuerte pinchazo de la aguja que me pone a dormir.
No sé cuánto tiempo ha pasado. No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, pero recién comienzo a despertarme poco a poco.
Un sonido agudo pita en mis oídos, mis párpados se sienten pesados y adormilados por lo que me es un trabajo enorme el intentar abrir mis ojos. Lo consigo durante apenas un segundo pero de inmediato los vuelvo a cerrar. Por más intentos que hago, mi cerebro es prácticamente incapaz de enviarle alguna orden a mi cuerpo. Todas mis extremidades se sienten doloridas y pesadas.
Tomo una inspiración profunda a través de la nariz y es hasta este momento que siento algo introducido en mis fosas nasales.
¿Qué rayos? ¿Esto es una cánula nasal?
Hago otro intento por abrir mis ojos y esta vez lo consigo. Parpadeo un par de veces intentando acostumbrar mi vista a la luz tan cegadora que me da de frente. Todo es blanco a mi alrededor. No reconozco la estancia. No sé qué me pasó, no sé dónde estoy, no sé...
—¿Olive?
Escucho una voz a mi lado y con esfuerzo logro clavar mis ojos en ella. Su rostro angustiado refleja alivio mientras que sus ojos se cristalizan al instante.
—Ay por Dios —dice casi al borde del llanto—. Gracias al cielo que despertaste.
Intento decir algo, pero mi garganta está tan seca que lo único que hago es emitir un sonido extraño y esbozo una pequeña mueca de dolor. ¡Dios! Es como si me hubiese tragado un puñado de piedras.
—Tranquila no te esfuerces —dice precipitándose hasta llegar a mi lado—. Voy a llamar al doctor para decirles que ya despertaste. En seguida vuelvo.
Justo cuando está casi por darse la vuelta, no sé de dónde consigo hacer salir mi voz para detenerla.
—Ma-Mandy.
Se detiene de inmediato y me mira. Entonces decido hacer la pregunta que está rondando mi cabeza y no me dejará tranquila hasta saber la respuesta.
—¿Q-Qué pasó?
Su expresión se transforma al instante. De pronto puedo notar que está a punto de echarse a llorar, porque se cubre la boca con una de sus manos para intentar controlar el temblor de su labio inferior, y sus ojos se cristalizan todavía más.
—Me diste el peor susto de mi vida, Olive —dice con la voz temblorosa, pero acusadora.
—¿Qué?
—Me asusté muchísimo —continúa—. Te juro que yo pensé que... Es que creí que...
Se detiene, incapaz de continuar.
¿Qué creyó? ¿Qué yo había muerto? Pero, ¿por qué?
Me obligo a tragar la poca saliva que tengo y logro hacer otra pregunta.
—¿Estoy en un hospital?
Ella asiente en respuesta.
Me quedo durante algunos segundos procesando la información, porque aunque ya me lo suponía, la verdad es que quisiera saber cómo terminé aquí. En verdad me siento ajena a toda esta situación. Mi mente está en blanco totalmente y me preocupa no recordar nada de los últimos acontecimientos.
—Por favor, d-dime lo que p-pasó. Ayúdame a recordar.
—¿En verdad no recuerdas nada? —pregunta, viéndome con preocupación.
Yo niego en respuesta, tan preocupada como ella. Entonces, decide contarme a groso modo.
—Tuvieron un accidente, Olive. Recibí un mensaje tuyo diciéndome que un auto los seguía. Me enviaste la descripción del auto junto con el número de placa, pero luego no recibí más nada. Me preocupé muchísimo. Te llamé, pero ya no respondiste. Yo sabía que algo andaba mal y entonces —hace una pequeña pausa, intentando no llorar—, unos minutos después recibí la noticia sobre el accidente. Vine lo más pronto que pude. Al llegar aquí, los médicos no me dieron mucha información pero al parecer tuvieron que sedarte porque estabas demasiado alterada.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí?
—Dos horas más o menos.
Me quedo procesando todo lo que ha dicho, acomodo piezas en mi cabeza para poco a poco tratar de recordar. Mi mente trabaja muy rápido y de pronto viene a mí la oleada de imágenes sobre todo lo sucedido. Mi corazón se acelera a una velocidad antinatural y antes que pueda formularme la pregunta, esta escapa de mis labios.
—¿Dónde está Elliot?
Su rostro se transforma inmediatamente, su mirada esquiva la mía y apenas balbucea un par de cosas que no entiendo.
Un nudo me atenaza el estómago y mi corazón sufre una punzada dolorosa. El pulso me zumba detrás de las orejas y ya puedo sentir el nudo que me aprieta la garganta. Tengo un mal presentimiento.
—Mandy.
Ella sigue sin verme a la cara.
Niego con mi cabeza.
—¿Qué sucede? ¿Por qué no me dices nada? —Mi voz se eleva un par de tonos—. Responde a mi pregunta. ¿Dónde está Elliot?
Ella suspira.
—Es que... Olive, esto es difícil de explicar. Yo no tengo ni idea de cómo hacerlo, porque todavía no sé muy bien qué es lo que ha sucedido. Creo que debería llamar al doctor.
El nudo en mi garganta se intensifica y puedo sentir las lágrimas quemándome los ojos.
¿Van a decirme que Elliot está muerto?
Niego con mi cabeza de inmediato ante ese pensamiento.
¡No! ¡No puede ser así! ¡No puede!
—Mandy, por favor dime que él está bien. ¡Dímelo! —Termino casi gritando las últimas palabras.
A este punto estoy demasiado alterada, tanto, que incluso mi respiración es desesperada a pesar de tener la cánula en mi nariz.
—Olive, tranquilízate.
—¿Es que tanto te cuesta darme una maldita respuesta? —Mi voz se quiebra—. Solo necesito saber... si él está...
Mis palabras quedan a medias cuando alguien da unos pequeños golpes en la puerta para anunciarse.
—¿Puedo entrar?
De inmediato reconozco la voz. Un par de segundos después, Jared aparece en mi campo de visión a un lado de Mandy.
—Olive —exclama con una débil sonrisa—. Qué bueno que ya despertaste. ¿Cómo te sientes?
—Creo que bien.
—¿Sucede algo? ¿Por qué estás llorando?
—¿Ya viste a Elliot? ¿Sabes cómo está? —pregunto precipitadamente.
Puedo notar cómo se tensa ante mí pregunta y sus ojos viajan hacia Mandy de inmediato.
Frunzo el ceño. Puedo notar perfectamente esa mirada que intercambian. No soy tonta. Algo me están ocultado.
—¿Hay algo que no quieren decirme? —pregunto directamente.
Ambos devuelven la mirada a mí, pero ninguno dice nada.
Mi corazón se acelera.
—¿Qué sucede? ¿Qué es lo que están ocultándome? Es sobre Elliot, ¿verdad? —Trago grueso antes de la última pregunta—. ¿Está grave? ¿Es eso?
—Olive...
Mandy lo intenta, pero no sé por qué demonios no consigue decirme nada. Eso solo provoca que la angustia se multiplique por mil y que las lágrimas vuelvan a hacer acto de presencia.
Mis ojos se enfocan en Jared. Sé que él sí podrá decírmelo.
—Jared, por favor, dímelo. —Mi voz tiembla—. ¿Elliot está bien?
Un largo suspiro escapa de sus labios. Podría decir que un suspiro desesperado, tembloroso. De esos que sueltas cuando estás intentando no echarte a llorar, lo cual me descoloca todavía más.
¿Qué tan grave puede ser como para que Jared esté así?
—Olive, lo que sucede es que... —comienza a hablar, pero se detiene y traga grueso como si decirlo fuera lo más difícil del mundo.
—¿Qué? ¿Qué es lo que sucede?
—Elliot está en cirugía en estos momentos.
Siento como si algo me golpeara con fuerza, sacándome todo el aire de los pulmones.
—¿Q-Qué? —pregunto sin aliento.
—Liv, por favor no te alteres —interviene Mandy.
—¿Cómo me pides que no me altere? ¿Y si Elliot está demasiado grave? ¿Por qué está en cirugía? —Mis ojos miran a Jared con desesperación—. ¿Sabes algo? Por favor dime cómo está.
Él niega con su cabeza.
—No sé mucho. No quisieron darme tanta información. Solo sé que desde que lo trajeron lo llevaron al quirófano de inmediato, ya pasaron dos horas y siguen ahí. No sé qué tan grave sea. Al parecer recibió más daños que tú en el accidente.
Me quedo pensando en lo que dice, y traigo a mi mente las escenas de ese momento. Lo recuerdo. Cuando el auto se salió de la calle, fue su lado el que se impactó y eso fue porque él así lo quiso.
—Él me protegió —digo entre sollozos.
—¿Qué?
—Lo recuerdo. Antes que el auto se impactara, él hizo una maniobra con el volante y evitó que fuese yo quien recibiera el impacto. —Él nudo en mi garganta se vuelve insoportable—. No tenía por qué hacerlo. No debió hacerlo.
Mandy se acerca para abrazarme y yo me aferro a ella con mucha fuerza sin dejar de llorar.
—¿Por qué lo hizo?
—Tú ya lo dijiste, Liv. Elliot lo hizo por protegerte.
—Y por eso ahora él está en cirugía, probablemente debatiéndose entre la vida y la muerte —digo con voz temblorosa—. Eso no es justo. No quiero mi vida a cambio de la suya. Yo lo necesito a él.
El llanto se vuelve más incontrolable. Mandy me abraza con fuerza intentando reconfortarme pero lo cierto es que nada lo hace en estos momentos. Siento una enorme opresión en el pecho, el miedo se arraiga a cada parte de mi ser. El miedo de perder al hombre que amo. No quiero perderlo.
De pronto el sonido de un teléfono me hace sobresaltarme un poco en mi lugar. Jared pide una disculpa y sale al pasillo a tomar la llamada.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que consigo tranquilizarme un poco. Las lágrimas cesan; sin embargo el dolor, el miedo, la impotencia y la angustia siguen latentes, torturándome y haciéndome trizas por dentro.
Estoy a punto de preguntarle algo a Mandy cuando Jared entra de nuevo a toda prisa, sacándonos un buen susto.
—¿Qué sucede? —pregunta Mandy exaltada.
—Elliot ya salió de la cirugía. Acaban de informarme que lo trasladarán a una habitación.
Siento cómo si una parte del alma me regresa al cuerpo con esa noticia.
—¿Te dijeron cómo está? ¿Todo salió bien? —pregunto ansiosa.
—No me dijeron nada de eso, pero ahora mismo iré a pedir más información. Vendré a decirte en cuanto tenga algo.
Antes que pueda detenerlo con alguna otra pregunta, sale prácticamente corriendo de la habitación.
Dios. Me siento todavía más ansiosa que antes. Me siento desesperada.
—Mandy, yo también quiero ir.
—Lo sé, solo espera un momento. Verás que Jared no tardará en regresar.
Niego con mi cabeza.
—No quiero esperar. Por favor, ayúdame a ir.
Intento levantarme de la camilla, pero ella me lo impide de inmediato.
—Liv, por favor quédate quieta. El doctor fue muy claro al decir que no debías hacer ningún tipo de esfuerzo.
—¿Pero por qué? Yo me siento perfectamente bien.
—Tuviste una pequeña contusión en la cabeza, casi te rompes una costilla y también te lastimaste una pierna, ¿es que no te duele nada?
La noticia me cae de sorpresa, porque para todas esas lesiones que Mandy me dice, es extraño que no sienta ningún dolor.
—Pues no. Aunque no me lo creas no me duele nada.
Ella hace un gesto pensativo.
—Seguramente es por los analgésicos que te dieron. Además tuvieron que aplicarte una pequeña dosis de anestesista en la pierna porque debían suturar una herida y dijeron que el dolor sería insoportable.
—Pero sí puedo caminar, ¿cierto?
—Te acabo de decir que debes permanecer en reposo. El médico dijo que...
—No me importa lo que haya dicho el médico. —La interrumpo—. Yo necesito ver a Elliot. Solo necesito verlo con mis propios ojos y asegurarme de que está bien.
—Ay, Liv, pero es que mi deber es hacer que cumplas las indicaciones del doctor al pie de la letra. Solo así podrás recuperarte más pronto.
—Mandy, por favor. Ponte en mi lugar.
Parece dudarlo por un momento pero termina soltanto un largo suspiro y accede a mi petición.
—De acuerdo. Voy a llevarte con él.
—¿Lo harás?
—Sí. Sabes que nunca puedo negarme a nada de lo que me pidas.
—Eres la mejor amiga del mundo, Mandy. ¿Lo sabías?
Me dedica una pequeña sonrisa.
—Sí, ya lo sabía.
Me ayuda a quitarme la cánula nasal y la intravenosa que tengo en el brazo y luego, con mucho cuidado me ayuda a bajar de la cama.
—Ten cuidado con tu pierna —dice dice empezamos a caminar hacia la puerta.
Todavía no siento ningún dolor, pero no quiero hacer demasiado esfuerzo, así que me apoyo en Mandy para caminar cojeando y no recargarme demasiado en esa pierna.
—¿Sabes a dónde ir? —pregunto una vez estamos afuera.
—Mmm, eso creo.
Me guía hacia la derecha a través de un pasillo que se me hace eterno. Con cada segundo que pasa, mi ansiedad aumenta. Me siento más ansiosa que nunca, pero justo llegando al final del dichoso pasillo, chocamos de frente con Jared.
—Olive —dice sorprendido—. ¿Qué se supone que haces fuera de la cama?
—¿Tú qué crees? Necesito ver a Elliot. Dime, ¿ya tienes noticias de él?
—No pude hablar con el médico pero una enfermera me dijo que acaban de instalarlo en una habitación. Sigue dormido por la anestesia, pero dijo que ya podía recibir visitas, así que pensé en venir a avisarte de inmediato para que seas puedas entrar a verlo.
—Te lo agradezco, Jared. Por favor, dinos dónde está.
—Claro. Déjame ayudarte.
Toma el lugar de Mandy y es él quien me ayuda a caminar despacio. No tardamos mucho en llegar a la habitación correspondiente. El corazón me da un vuelco extraño cuando quedó justo frente a la puerta. Mandy se encarga de abrirla y al momento en que mis ojos se clavan en el hombre que yace sobre la cama, mi corazón late a una velocidad inhumana y las lágrimas se agolpan en mis ojos.
Entramos a la habitación y Jared me deja justo a un lado de la cama donde puedo contemplarlo más de cerca y su imagen hace que el corazón me duela como nunca.
Su cabeza está vendada, su rostro luce más pálido que nunca y sus labios no tienen color. Tiene una cánula nasal y una intravenosa en su brazo que está conectada a una bolsa de suero. El monitor al lado izquierdo de la camilla registra sus signos vitales. El sonido agudo que marca los latidos de su corazón es lento y su respiración es pausada como cuando se está profundamente dormido.
Un suspiro entrecortado abandona mis labios. Mis ojos contemplan a detalle cada parte de su rostro y mi mano derecha acaricia su mejilla con suavidad. Me pregunto si podrá sentir mi caricia.
—¿Cuánto tiempo durará la anestesia? —pregunto en voz baja.
—No lo sé —responde Jared con un suspiro—. En unos minutos vendrá el médico y nos dará el diagnóstico
Asiento en respuesta. Lo que hago a continuación es tomar la mano de Elliot entre las mías y la levanto para darle un pequeño beso.
—Aquí estoy, amor —digo en apenas un susurro—. No sé si puedas escucharme o sentirme, ppero estoy aquí, contigo y no voy a apartarme ni un solo segundo hasta que despiertes.
No contengo el impulso y me inclino sobre él para depositar un pequeño beso en su frente que está cubierta por la venda.
—Vas a estar bien, amor —continúo—. Te prometo que vas a estar bien.
El nudo en mi garganta es insoportable y me impide continuar. Es demasiado difícil para mí verlo como está. Me duele que esté así por mí, por haberme protegido. Yo debería estar en su lugar.
Mandy se acerca a mí para reconfortarme cuando nota que estoy a punto de echarme a llorar, pero hago un enorme esfuerzo para contenerme, sobre todo cuando en ese momento el médico entra en la habitación.
Enderezo mi postura, limpio un par de lágrimas de mis mejillas y me apresuro a preguntar.
—¿Puede decirnos cómo se encuentran Elliot? Se pondrá bien, ¿verdad?
El hombre se queda de pie al otro lado de la cama y comienza a explicarnos.
—La contusión en su cabeza provocó una hemorragia interna. Tuvimos que someterlo a una cirugía inmediata para extraer toda la sangre. Es un proceso bastante delicado y arriesgado. Muchas veces los pacientes no resisten la cirugía.
—Pero con Elliot salió todo bien, ¿verdad? —pregunta Jared con notable angustia.
El doctor asiente.
—Afortunadamente logramos hacer todo el proceso sin ningún inconveniente.
—Gracias al cielo —digo, soltando un suspiro de alivio.
—Pero hay algo que necesito informarles. —Él doctor habla de nuevo.
Ese tono no me gusta nada. Un mal presentimiento se instala dentro de mí al instante.
—¿Qué sucede? —Jared toma la palabra—. Por favor, díganos. ¿Elliot estará bien? ¿Tardará en recuperarse?
Su preocupación es notable, tanto como la mía. Los segundos que pasan se sienten eternos mientras esperamos a que el doctor vuelva a hablar.
—Aunque la cirugía haya salido bien, pueden haber algunas consecuencias a corto o largo plazo.
—¿Cómo cuáles? —pregunto angustiada.
—El período de recuperación podría tardar de dos a tres meses para que quede completamente bien. Durante ese período él podría presentar jaquecas permanentes, mareos, desorientación y posibles lagunas mentales.
—Bueno, pero imagino que ustedes pueden decirnos cómo hacer para que su proceso de recuperación sea mejor, ¿cierto? —pregunta Mandy.
—Les daré indicaciones sobre el cuidado y reposo que debe tener —afirma el doctor.
—Lo importante es que va a recuperarse —digo intentando ser optimista.
—Lo estaremos evaluando durante las próximas veinticuatro horas para ver cómo se recupera de la cirugía. —El hombre suspira y adopta esa expresión como cuando alguien está listo para dar malas noticias—. Escuchen, no quiero alarmarlos, pero es mejor que los ponga en sobreaviso.
—¿En sobreaviso de qué? —Cuestiona Jared.
—En algunos casos, aunque la cirugía haya sido un éxito, hay ciertos problemas que surgen después de que pasan los efectos de la anestesia.
—¿Qué podría pasar cuando pase el efecto de la anestesia? —pregunto.
—Normalmente son dos resultados los más preocupantes. El paciente despierta con pérdida de memoria o en el peor de los casos, el paciente no despierta.
Siento cómo si me robaran el oxígeno.
—¿Q-Qué? ¿A qué se refiere con que el paciente no despierta?
—Me refiero a que el paciente queda en estado de coma.
Al instante que suelta las palabras, el tiempo de detiene y mi corazón también.
—Un momento —dice Jared—. ¿Qué está queriendo decir? ¿Está diciendo que Elliot podría quedar en coma?
—Lamento decirlo, pero sí, existe la posibilidad.
El mundo se derrumba para mí. Una punzada dolorosa me estruja el corazón y de pronto siento que mis piernas no son capaces de sostenerme, entonces me desplomo.
Los reflejos de Jared lo hacen actuar de inmediato y logra atraparme justo antes que toque el suelo.
—Olive —exclama Mandy muy angustiada.
Me siento mareada, siento cómo si me faltara el oxígeno. Sé que Mandy sigue hablándome, pero no puedo prestarle atención. Mi mente reproduce una y otra vez las palabras del médico.
¿Qué fue lo que dijo? ¿Que Elliot puede quedar en coma?
¡No! Debo haber escuchado mal. No pudo haber dicho eso. De ninguna manera.
No. No. No. ¡No lo acepto!
—¡No! —exclamo alterada, cuando logro reaccionar—. Elliot se pondrá bien... Él va a despertar... —sollozo—. Él... Él tiene que despertar.
Mandy se apresura y me abraza para intentar consolarme mientras yo sigo en estado de negación.
—Tranquilízate, Olive. Debes calmarte.
—Él tiene que despertar, Mandy. Tiene que hacerlo.
—Y lo hará. Ya lo verás.
—No hay que ser negativos, Olive —dice Jared—. Todavía no hay nada dicho. No hasta que el efecto de la anestesia haya pasado.
De inmediato me giro para ver al doctor.
—¿Cuánto tiempo hay que esperar para que pase el efecto de la anestesia?
—Una hora aproximadamente.
Me acerco a Elliot para sujetar su mano de nuevo.
—Entonces quiero permanecer aquí con él hasta que despierte.
—¿Estás segura? ¿No deberías descansar?
—No, Mandy —respondo—. En realidad quiero quedarme con él. ¿Puedo hacerlo? —Miro al doctor.
—Claro. Una persona puede quedarse si quiere.
Ahora mis ojos viajan hacia Jared.
—Espero no te importe que sea yo quien me quede.
—No, por supuesto que no. Si tú quieres quedarte, está bien.
—Gracias.
—Con su permiso, yo procedo a retirarme —anuncia el doctor.
—Creo que nosotros también —dice Jared—. ¿Vamos, Mandy?
Mi amiga se encarga de traerme una silla que está en la esquina de la habitación para que pueda sentarme y me da otro pequeño abrazo.
—Gracias, Mandy.
—¿Segura que estarás bien?
Me limpio un par de lágrimas.
—Sí, no te preocupes.
—De acuerdo. Estaremos pendientes por cualquier cosa —dice cuando se aleja.
Asiento en respuesta. Entonces, los tres salen de la habitación dejándome a solas.
Un largo suspiro escapa de mis labios al momento que mis ojos se clavan en Elliot de nuevo. El nudo en mi garganta vuelve a hacer acto de presencia, pero hago un esfuerzo por hablar.
—No sabes cuánto me duele verte así, amor. Sé que estás en ese estado por mí, y eso me hace sentir culpable. No tenías por qué sacrificarte. Te juro que tengo mucho miedo a que no despiertes. Si eso pasa yo no... Y-Yo no seré capaz de...
La voz se me quiebra, haciéndome casi imposible el continuar. Pero me esfuerzo en hacerlo. Necesito decirle muchas cosas a Elliot a pesar de que probablemente él no puede escucharme.
—Necesito que despiertes, Elliot. Yo te necesito conmigo. —continúo entre sollozos—. Te amo, amor. Te amo. Te amo demasiado y quizá no te lo dije todas las veces que debía, así que necesito que despiertes para que me escuches decírtelo.
Sujeto su mano y la llevo a mi mejilla. Para este momento soy más lágrimas que persona.
Sé que Jared tiene razón. No debo pensar negativa. No hay razón para creer que Elliot no despertará, porque eso se sabrá hasta que pase el efecto de la anestesia, pero yo tengo miedo. Tengo un miedo tan grande que es imposible quitármelo por más que intento.
Tengo miedo a perder a alguien importante en mi vida, otra vez. No quiero pasar por ese dolor de nuevo. Yo necesito que Elliot despierte. Todavía nos falta mucho por vivir juntos.
Tiene que despertar sí por que sí. Me resigno a un futuro sin Elliot Reynolds.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro