
Capítulo 70 | Olive
Han pasado dos días desde el juicio, y desde entonces todo ha marchado bien. En verdad me siento demasiado bien. Ponerle punto final a esa situación que durante más de dos años venía arrastrando se siente como haberme quitado un enorme peso de encima.
Cada que traigo a mi mente el momento exacto del juicio donde declaraban culpable a Ronald, juro que vuelvo a sentir las mismas emociones que me dominaron en ese instante. Emoción, alegría, paz y tranquilidad. Ese fue un día que jamás se me va a olvidar.
Al final, Ronald fue sentenciado a nueve años por el delito de homicidio preterintencional, más tres años más por haber fingido su invalidez, recibiendo una pena total de doce años en prisión. Para mí, ese tiempo no es suficiente para que pague por todo lo que hizo, pero de todas maneras sé que será un infierno para él.
Por otro lado, su querida esposa e hijastra, también van a enfrentarse a un proceso legal por complicidad. No se me olvida la cara que pusieron ambas cuando presentamos la denuncia. Se les fueron los colores del rostro y por más drama que hicieron, la investigación ya fue aprobada; no obstante, ellas siguen en libertad con la condición de no salir del país, pero estoy segura que no tendré que esperar mucho para que ellas también reciban su merecido.
Suelto un largo suspiro, recargándome contra el respaldar de mi silla. Todo está acomodándose poco a poco.
Le hice dos promesas a mi madre, el día de su funeral: Prometí que le haría justicia y que intentaría ser feliz. Ya pude cumplir la primera y eso me ayuda a que también pueda cumplir la segunda. Ahora puedo enfocarme en ser feliz. Tengo muchos motivos para serlo.
De pronto los pequeños golpecitos en la puerta me hacen salir de mi ensimismamiento. Pestañeo un par de veces y enfoco mi vista en la entrada. Una sonrisa boba se forma en mis labios al instante que veo a Elliot asomándose despacio.
—Hola —le saludo.
—Hola.
Termina de entrar a mi oficina, cierra la puerta y se queda a un par de pasos de mi escritorio.
—¿Estás ocupada?
—No, para nada. Dime qué necesitas.
—Bueno, pues necesito muchas cosas —dice dando otro par de pasos para rodear el escritorio y acercarse a mí.
—¿Qué cosas?
Sus manos se aferran a los reposabrazos de mi silla y la giran, obligándome a quedarle de frente.
—Darte un beso, por ejemplo —dice.
Se inclina y termina plantando sus labios sobre los míos en un beso rápido.
—¿Algo más? —pregunto divertida cuando se aleja.
Enarca una ceja y sonríe socarronamente.
—¿Tú quieres algo más?
—Sí. Quisiera un café.
Una sonrisa divertida baila en la comisura de sus labios. Endereza su postura y se queda de pie, recargándose contra el escritorio y se cruza de brazos.
—Necesito informarte de algo.
—A ver. Dime qué es.
—No te había dicho nada porque quería dejar que descansaras un tiempo antes de iniciar otro proceso legal.
La confusión se apodera de mí al instante.
—¿Como que otro proceso legal?
—Te aseguro que no será nada difícil. Davis me dijo que se encargaría de todo.
—Solo dime de qué estás hablando —lo interrumpo.
—De la denuncia contra el imbécil de Hoffman.
—¿Lo denunciaste?
—No, tú vas a denunciarlo.
—¿Qué?
Él suelta un suspiro exasperado.
—Vamos, Liv. Tú sabes que ese imbécil no puede seguir así como si nada después de todo lo que te ha hecho. —Me mira con dureza—. Yo creo que ya es hora de ponerlo en su lugar, así que no te estoy consultando, te estoy diciendo que vas a hacer una denuncia en su contra por acoso sexual y pedirás una orden de alejamiento. Ya está todo hablado con Davis. Él te dirá qué hacer.
Me quedo en silencio durante algunos segundos, tratando de que mi cerebro procese toda la información. Entiendo todo, solo que me toma por sorpresa que Elliot haya actuado mucho antes que yo.
—Olive.
—Ya entendí, Elliot —anuncio—. La verdad es que yo también había pensado en hacer eso, pero...
—Pero —dice impaciente.
Suelto un suspiro cansino.
—Es que ponerme a pensar en más citatorios y juicios y todas esas basuras legales, me provocan demasiado estrés. Todavía estamos pendientes con lo de Kath y su mamá y ahora habría que añadir esto de Hoffman. —Vuelvo a suspirar—. Estoy cansada, Elliot.
Su expresión se ablanda.
—Lo sé, pero te aseguro que solucionaremos todo lo más pronto posible y luego podrás quedarte tranquila.
No tan animada, pero acepto comenzar esto.
—De acuerdo. Dime cómo debo proceder con lo de Hoffman.
—Si tú quieres, ahora mismo podríamos reunirnos con Davis.
Asiento y me pongo de pie. Tan pronto como lo hago, Elliot me acerca a él, poniendo una mano en mi cintura y con la otra ahueca mi mejilla.
—No quiero verte así, amor.
Inclino mi rostro buscando sentir más el tacto de su mano.
—Estaré bien. Solo quiero salir de estos problemas cuanto antes.
—Y así será —afirma—, pero no quiero que dejes que toda esta mierda te afecte demasiado. Te quiero optimista, sonriente y relajada, y me tienes a mí para ayudarte con eso.
Lo miro enternecida y sin pensarlo dos veces me pongo de puntillas para darle un pequeño beso en los labios.
—Sé que cuento contigo, amor.
—Para lo que sea que necesites —murmura contra mis labios.
Cuando termino el beso intento alejarme, pero él me lo impide. Sus manos rodean mi cintura y me mantienen muy pegada a él.
—¿Qué planes tienes para mañana en la noche?
Me encojo de hombros.
—Dormir.
Una pequeña risa se le escapa.
—Pues yo tengo algo en mente.
—Si te soy sincera, cada que dices eso no sé qué esperar.
—Te aseguro que te encantará lo que he planeado.
Mis manos comienzan a jugar con las solapas de su saco.
—A ver. Dime qué has planeado.
Sus ojos bajan hacia mis manos.
—Busca algo dentro del bolsillo interno de mi saco.
La curiosidad me mata, como siempre, así que no me lo pienso dos veces y comienzo a registrarlo. Termino encontrando dos pequeños tickets. Frunzo el ceño.
—¿Estas son entradas o algo así?
—Para un concierto —afirma.
—¿Es en serio?
—Alguien me dijo por ahí que te gusta mucho la música instrumental. Entonces creí que después de los días tan tensos que has tenido, un concierto de esos sería agradable.
Admito que ya estoy muy emocionada, pero al momento que reviso los tickets y veo de quién es el concierto, la emoción se multiplica.
—No es cierto —exclamo incrédula.
—Sí lo es.
—¿Iremos a un concierto de Yiruma? —Sonrío encantada.
—¿Entonces aceptas?
Presa de la emoción, mis brazos rodean su cuello y lo abrazo con fuerza.
—Por supuesto que sí acepto. Me encanta la idea.
—Perfecto. Entonces tú y yo ya tenemos planes para mañana a las siete. No se te olvide.
Me alejo para verlo de nuevo a la cara.
—Por supuesto que no se me olvidará —afirmo.
Una de sus manos sube a mi rostro de nuevo y con sus dedos pulgar e índice me pellizca suavemente la mejilla izquierda.
—Así de sonriente es como me encanta verte.
Sin dejarme responder, termina plantando sus labios sobre los míos. Por supuesto yo encantada correspondo el beso. Le sigo el ritmo ansioso a sus labios, pero cuando presiento que la temperatura puede elevarse un poco, mejor decido detenerlo.
—Creo que ya deberíamos ir con Davis.
Me mira, entrecerrando sus ojos, claramente en desacuerdo por lo que acabo de hacer.
—No me gusta cuando haces eso.
—¿Qué? —pregunto, pretendo inocencia.
—Creí que me dejarías besarte más —protesta.
—No, porque conociéndonos, ese beso acabará en otra cosa.
Una sonrisa traviesa se apodera de sus labios al tiempo que sus manos se trasladan a mi trasero para darme un apretón.
—A mí me suena como una excelente idea.
Me niego rotundamente porque si muestro algo de debilidad, él sin duda va a aprovecharse de ello y hacerme caer.
—No, Elliot. Ahora no es buen momento.
—Pero...
—Pero nada —lo interrumpo, mientras consigo poner distancia entre nosotros—. Hay muchas cosas que hacer, así que debemos enfocarnos en lo importante, y lo importante ahora es ir con Davis, así que salgamos ya.
Rueda los ojos, pero termina aceptando aunque sea a regañadientes. Tomo todo lo necesario y luego camino hacia la puerta, delante de él, pero me detengo de golpe cuando, sin previo aviso, siento su mano dándome una fuerte nalgada que me hace sobresaltarme.
—Elliot —chillo, girándome para encararlo.
Su rostro tiene una sonrisa de oreja a oreja.
—No pude resistirme —explica—. Es que tu trasero luce increíblemente sexy, sobre todo cuando usas esas faldas.
Hago una pequeña mueca mientras me sobo con la mano.
—Deja de ver mi trasero.
—Es inevitable —responde acercándose—. Me encanta cómo luce con cualquier ropa que uses. —Se pega a mi cuerpo, abrazándome desde atrás y acerca sus labios a mi oído para susurrar—: Aunque si me lo preguntas, prefiero mil veces cuando solo estás en ropa interior. Sobre todo en esas diminutas bragas de encaje que tanto me vuelven loco.
Una sonrisa traviesa se forma en mis labios mientras le dedico una mirada sobre mi hombro y de la manera más inocente que puedo, digo:
—Justo ahora llevo unas negras.
Al instante puedo notar cómo se oscurece su mirada. Mi sonrisa desaparece cuando él pega su cuerpo al mío, dándome un pequeño empujón hasta contraminarme suavemente contra la puerta.
—No me provoques —dice con la voz totalmente enronquecida, muy cerca de mi oído.
Un nudo se instala en mi vientre casi al instante. Sentirme aprisionada por su cuerpo se siente tan bien. Me remuevo en mi lugar, soltando un pequeño gemido cuando siento su creciente erección en mi trasero. Me gusta.
—No estás ayudando —gruñe en desaprobación.
—Lo sé —admito en un hilo de voz.
Sus manos se aferran a mis caderas y de un movimiento ágil me dan la vuelta para dejarme de frente a él. Mi respiración se vuelve jadeante cuando él se inclina hasta dejar nuestras bocas demasiado cerca, pero no me besa.
¡Maldición! Qué tortura.
—¿Y si cancelamos la reunión con Davis? —exclamo un poco dudosa.
Me dedica una sonrisa burlona.
—Con que eso quieres ahora, eh.
—Es tu culpa.
—¿Mi culpa? —Se hace el ofendido.
—Sí. Porque eres la tentación en persona.
Ahora sus labios vuelven a curvarse, pero esta vez en una sonrisa socarrona y altanera.
—¿Ah, sí?
—Sí —afirmo, acercando mucho más nuestros labios hasta rozarlos ligeramente y añado—: Ahora quiero que me beses como se debe.
—Con mucho gusto, preciosa.
Nuestros labios se unen en un beso apasionado y hambriento, provocando que un gemido brote de mi garganta cuando su lengua se abre paso en mi boca. Mis manos suben hasta enredarse en su cabello mientras las suyas acarician mi cuerpo con total libertad.
Todo es intenso, caliente y excitante hasta que su teléfono suena.
—Malditas interrupciones —masculla contra mis labios.
—Apuesto a que es Davis —mascullo en respuesta.
Se aleja un poco solo para sacar el teléfono del bolsillo del pantalón.
—Sí es él —dice—. Aprovecharé para cancelar la reunión.
Contesta la llamada al instante. Mientras tanto yo me quedo escuchando atenta a lo que dice, y al parecer no tendremos más opción que reunirnos con Davis, y cuando cuelga la llamada, me lo confirma.
—Tendremos que ir queramos o no. Davis dice que tiene información importante y que si no lo hablamos ahora, no sabe hasta cuando podremos reunirnos de nuevo porque tiene demasiados compromisos.
Hago un pequeño encogimiento de hombros.
—Ni hablar. Será mejor que nos vayamos ya.
—De acuerdo —dice de mala gana.
Antes de salir, me aseguro de que toda mi vestimenta esté en orden y él igual. Lo único que tiene mal es su cabello ya que yo lo desordené con mis manos, así que se lo hago saber.
—Debes acomodarte el cabello.
Esboza una pequeña mueca.
—Créeme que no es lo único que debo acomodarme.
Contengo una sonrisa mientras lo veo tratando de acomodar el prominente bulto en su entrepierna. Sin darme cuenta termino mordiéndome el labio inferior mientras lo veo.
Y pensar que me quedé con las ganas de disfrutar eso.
—Que te quede claro que tú y yo nos debemos un orgasmo —dice una vez logra acomodarlo.
Le guiño un ojo.
—Lo que tú digas, amor.
Una linda sonrisa se pinta en sus labios como cada que lo llamo de esa manera. En serio me doy cuenta cuánto le gusta. Sin decir nada más, finalmente nos animamos a salir de mi oficina.
**~**
Me siento muy relajada y contenta. La verdad es que la reunión con Davis me dejó bastante optimista. Todo saldrá mucho mejor de lo que pensaba.
En cuanto a Kath y su madre, ya se recolectó la suficiente información y pruebas como para acusarlas. Al igual que Ronald, no tienen escapatoria. No serán tan castigadas como él, pero igual tendrán su escarmiento. Por otro lado, la denuncia contra Robert Hoffman ya fue presentada y aprobada por un juez. Seguramente ahora mismo le enviarán el citatorio al imbécil para presentarse la otra semana y compadecer ante la ley. Davis dijo que sin duda alguna, lograremos poner la orden de restricción.
Por fin siento que la vida está siendo justa conmigo y me está devolviendo la paz y tranquilidad que hace tanto me arrebató. Por fin siento que las cosas están yendo por el rumbo correcto, como siempre debieron ser.
Inevitablemente una sonrisa se forma en mis labios al tiempo que suelto un suspiro.
—Por favor dime que no suspiraste de ese modo por tu reunión con ese idiota —masculla Elliot a mis espaldas.
Me giro un poco para lograr verlo, dedicándole una mirada desaprobatoria.
—Por supuesto que no. ¿Cómo se te ocurre eso?
—Bien. Ya podemos salir y esperarlo afuera —dice, ignorando mi pregunta.
Me pongo de pie, me cuelgo de su brazo y camino con él hacia la entrada del local. Cuando salimos a la calle, lo miro de reojos y juro que me es difícil contener la sonrisa al ver lo molesto que luce.
Ha permanecido con esa cara desde que le dije sobre mi reunión con el papá de Mandy y Fred. Le comenté que teníamos pendiente la pequeña celebración que acordamos para después que ganáramos el juicio. El problema principal es Fred. No ha parado de protestar y hacer malos comentarios respecto a él.
—Amor, ya quita esa cara —exclamo, dándole un pequeño apretón a su brazo.
—No.
—No entiendo por qué estás celoso —protesto.
—¿No entiendes? —Me sonríe falsamente—. Pues bueno, te recuerdo lo que estás a punto de pasar: el idiota de tu ex aparecerá por aquí en cualquier momento y tú te irás con él, en su auto, a no sé dónde demonios. ¿Eso no es motivo suficiente para que esté celoso?
Trato a toda costa de no reír, pero es un esfuerzo enorme y no puedo evitar que él lo note. Eso lo molesta todavía más.
—Y de paso te estás riendo.
—Es tan tierno verte celoso.
—Pues para mí sigue siendo algo insoportable —protesta.
—Ay, ya —digo, deteniendo nuestro andar—. Ya te expliqué por qué voy a reunirme con él y con el papá de Mandy —recalco mucho más las últimas palabras.
Suelta un suspiro.
—Ya lo sé, pero es que no me pidas que me agrade la idea de que pases el resto de la tarde con él.
—Serán una hora o dos.
—¿Y si mejor no es ni una?
Niego con mi cabeza riéndome un poco. Me ubico frente a él, rodeo su cuello con mis brazos, me pongo un poco de puntillas y le doy un pequeño beso en los labios.
—Esto es manipulación, Liv, y no se vale —protesta contra mis labios.
—Te amo —digo cuando me alejo.
Entrecierra sus ojos al verme.
—Y eso es manipulación nivel dos.
Una pequeña risa se me escapa. Unos segundos después, alguien suena la bocina de un auto y al ver hacia la calle me doy cuenta que se trata de Fred.
—¿Por qué demonios suena la bocina así? —exclama Elliot—. ¿Qué? ¿Con eso pretende que te apresures o algo así?
Regreso mi vista a él.
—Ya tranquilízate.
—Recuérdame por qué vas a viajar en su auto —dice con desagrado.
—Porque no vine en mi auto, sino contigo.
—Ah, por eso. —Rueda los ojos—. Bueno, tendré que soportarlo. Ahora ya vete o va a impacientarse.
Asiento y vuelvo a darle un pequeño beso en los labios.
—Te veré en la noche.
Intento alejarme pero él me lo impide. Sus manos ahuecan mis mejillas y termina dándome otro beso.
—No olvides que te amo —dice cuando separa luego de unos segundos que se sintieron eternos.
—Yo también te amo —respondo con la sonrisa boba pintando mis labios.
Repentinamente una sonrisa traviesa se forma en sus labios.
—Hazme un favor y déjale eso muy en claro a tu ex novio.
Niego con mi cabeza pero muy a mi pesar, sonrío. Sin decir otra cosa me alejo de él para ir hacia el auto de Fred. Una vez adentro, me pongo el cinturón de seguridad y lo saludo.
—Hola.
—Hola, Olive. ¿Cómo estás?
—Muy bien, ¿y tú?
—Igual estoy bien. —De pronto su ceño se frunce mientras observa algo afuera—. ¿Todo bien con tu... novio?
Es mi turno para fruncir el ceño.
—Sí. ¿Por qué?
—Porque justo ahora me está asesinando con la mirada —dice divertido.
Volteo hacia la ventana y veo a Elliot en el mismo lugar donde lo dejé, con los brazos cruzados, el ceño fruncido y sus labios formando una línea dura, y sí, efectivamente tiene una mirada asesina.
Regreso mis vista hacia Fred.
—Digamos que, no le agrada mucho la idea de que viaje contigo.
—Me imagino —dice, haciendo una pequeña mueca—. Mejor nos vamos antes que venga a bajarte del auto.
Sin que pueda evitarlo una pequeña risa se me escapa. Sé que Elliot no haría eso jamás, pero concuerdo en que ya debemos irnos o haremos esperar mucho a Thomas, así que Fred pone el auto en marcha.
Durante el viaje conseguimos entablar una pequeña conversación. Admito que es agradable. Se siente como una charla con un viejo amigo. Después de todo, podría decir que no lo odio ni le guardo ningún rencor, y aunque quizá debería, lo cierto es que ya estoy cansada de guardar esos sentimientos negativos dentro de mí y no quiero hacerlo más.
Mi vida ansía tener paz interior, y he decidido soltar, olvidar e ignorar todo aquello que pudiese llegar a arrebatármela. No pienso seguir prestándole atención a todo aquello que me dijeron o hicieron, porque lo malo debe quedarse atrás mientras yo me enfoco en seguir hacia adelante.
La pequeña reunión fue bastante agradable. Comimos, charlamos, reímos y nos divertimos mucho. En verdad me la pasé muy bien. Ni sentí el tiempo.
Son casi las seis de la tarde y justo vamos de salida. Luego de despedirnos de Thomas cuando abordó un taxi, Fred y yo caminamos hacia donde dejamos estacionado el auto a un par de cuadras del restaurante. Yo ya le envié un mensaje a Elliot notificándole que voy en camino, pero todavía no lo ha leído.
El clima está bastante frío ya que todavía estamos en temporada de invierno y por lo mismo a pesar de que no es tan tarde, ya todo está muy oscuro haciendo ver como si fuese las siete o las ocho de la noche.
Continuamos una pequeña charla divertida hasta llegamos al auto y nos extraña ver a un hombre de pie, recostado contra la puerta mientras se fuma un cigarrillo.
Fred se adelanta un poco.
—Buenas noches.
El hombre da otra calada al cigarro y suelta el humo por la nariz antes de responder.
—Buenas noches.
Una sensación extraña se apodera de mí al oír su voz. No me suena conocida, pero juro que me instala un nudo extraño en el estómago, como si me advirtiese que algo no anda bien.
—Disculpe, necesito mover mi auto —anuncia Fred, pero el hombre guarda silencio.
No sé por qué demonios estoy empezando a sentirme demasiado nerviosa. Tengo un mal presentimiento. Creo que...
Mi corazón se detiene al momento que una mano rodea mi cintura y otra cubre mi boca, evitando que se escuche el grito que se me escapa. Fred se percata de inmediato e intenta acercarse, pero otro hombre aparece de la nada y le corta el paso. Mi pánico aumenta.
Forcejeo de muchas maneras intentando evitar que la persona que me sostiene consiga llevarme a donde quiere, pero es imposible luchar contra su fuerza. Nos terminan llevando hacia el callejón oscuro más cercano. Dos hombres forcejean con Fred, mientras otro me sostiene a mí.
—¿Qué demonios quieren? —gruñe Fred cuando violentamente lo contraminan con la pared más cercana—. ¿Quieren mi dinero? ¿Mi teléfono? Pueden llevarse lo que quieran.
Oh, por Dios. Son ladrones. Que se lleven todo lo mío también, pero solo ruego que nos nos hagan daño.
—No queremos nada de eso —dice el hombre que me sostiene, mientras acerca su nariz a mi cuello.
Intento alejarme pero no puedo. Su cercanía me asusta y me desagrada.
—¡Ni se les ocurra lastimarla! —advierte Fred.
—No te preocupes, no pensamos lastimarla a ella, sino a ti.
Esas palabras me dejan confundida, pero de pronto, se desata el caos.
Los dos hombres que sostienen a Fred comienzan a golpearlo frente a mis ojos. Intento gritar, pero mi voz sigue siendo callada por la mano que aun cubre mi boca.
La escena me revuelve las entrañas, me aterra hasta la mierda porque tal como sucede siempre, la violencia siempre me trae recuerdos malos. Cierro mis ojos con fuerza porque no soporto seguir viendo. Solo escucho los quejidos de Fred y sin que pueda evitarlo me echo a llorar.
Dios mío. Van a matarlo a golpes.
Intento gritarles que paren, pero es en vano. Ni me entienden ni me escuchan.
Me obligo a abrir los ojos de nuevo y la imagen me golpea con brutalidad. Fred está tirado en el suelo, con cara cubierta de golpes y con su boca y nariz sangrando. Es horrible. De pronto me siento mareada y mis piernas son incapaces de sostenerme, así que me voy al suelo, pero el hombre que me sostiene masculla una palabrota y se las arregla para mantenerme de pie.
No sé cuánto tiempo después, los hombres se detienen.
—Solo queríamos saludarte, Reynolds —pronuncia uno de los tipos, dándole una última patada en el estómago.
¿Qué dijo? ¿Acaso escuché mal, o él realmente dijo...?
Me sobresalto en mi lugar cuando el tipo que me sostiene me da la vuelta con brusquedad para dejarme de frente a él.
—Lamento si te asustaste un poco, linda —dice con fingido pesar.
Comienzo a forcejear y a apartar mi rostro cuando me doy cuenta de sus intenciones. El maldito intenta besarme. La repulsión y el asco me invaden de inmediato, así que sin pensarlo dos veces, le escupo en la cara.
El hombre cierra los ojos y toma una inspiración profunda mientras se limpia con la mano.
¡Mierda! Quizá no debí hacer eso.
—¡Maldita perra! —escupe enfurecido.
Sin darme tiempo de procesar nada, su mano se estrella contra mi mejilla con una fuerza que termina enviándome al suelo. Intento poner mis manos para aminorar el golpe, pero es en vano. Ahogo un quejido cuando caigo y un dolor agudo y punzante estalla en mi mano derecha.
Todo el lado izquierdo de mi cara duele, causando que los ojos se me llenen de lágrimas. El dolor es tan familiar al de antes, y eso solo consigue que me sienta peor.
—Larguémonos de aquí —ordena uno de los hombres y al segundo siguiente los tres se echan a andar hacia la salida del callejón.
Me quedo durante varios segundos sin moverme, tirada en el mismo lugar. Estoy en shock. No es hasta que levanto los ojos y veo a Fred a un par de pasos de mí, que consigo reaccionar. Me obligo a casi arrastrarme para acercarme a él.
El dolor punzante en la mejilla y en la mano derecha se están volviendo insoportable. Algo me dice que al caer, seguramente me la lastimé la muñeca porque es justo donde duele.
—Fred —digo con la voz temblorosa, una vez estoy a su lado.
No obtengo respuesta y eso me aterra. Trago grueso e intento hablarle más fuerte.
—Fred, por favor reacciona.
Todavía nada.
Con mi mano izquierda consigo sacar mi teléfono y llamar al 911. Cuando una mujer responde y me pregunta cuál es mi emergencia, apenas puedo explicarle a causa del nerviosismo. Me dice que enviarán una ambulancia de inmediato y que conserve la calma.
¿¡Cómo demonios quiere que conserve la calma!?
No dejo de llorar, de temblar y de llamar a Fred, intentando que reaccione, pero está inconsciente.
No puedo. No puedo.
No puedo conservar la calma. Esto es horrible.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro