Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 67 | Olive

Por fin se ha llegado el día de la presentación para los de Apple. Ya estamos en el salón de eventos donde se llevará acabo todo. Son las 7:12am y prácticamente tenemos que esperar casi una hora para que la actividad dé inicio, gracias a Elliot.

Hay que ser puntuales, eso fue lo que Elliot estuvo repitiendo una y otra vez desde ayer, así que aquí estamos. Gracias al señor puntualidad perfecta, debemos buscar en qué entretenernos un poco.

Nos informaron que Gold Group es la segunda empresa en presentar su propuesta. Me hubiese gustado que fuésemos los primeros, pero eso no fue decisión nuestra, así que no tenemos de otra más que aceptar. Publínea está en primer lugar y Publicom está en el tercero. Hoffman debe estar molesto porque siempre le toca ir después de nosotros, pero como siempre, me importa poco.

Por suerte todavía no lo he visto. La verdad no quisiera hacerlo, pero seguramente no tardaré en toparme con él por ahí en algún lado. Solo espero recuerde la última advertencia que le hice, y ni se le ocurra siquiera mirarme.

De todas maneras igual no pienso despegarme de Elliot. Eso me hará sentir más tranquila, aunque justo ahora no sé dónde está. 

Echo un vistazo al enorme salón. Ya hay muchas personas que pasean de un lado a otro, saludándose entre sí. Hay empresarios, inversionistas, representantes, uno que otro personal de logística y también veo a un par de periodistas por ahí, pero en ningún lado veo a Elliot. 

De pronto, en mi campo de visión aparece Jared. Tan elegante y distinguido, vistiendo un traje gris oscuro. Camina a paso despreocupado hasta que llega donde estoy.

—Al parecer las presentaciones podrían comenzar antes de la hora acordada —anuncia, una vez se detiene a mi lado. 

Lo miro un poco sorprendida.

—¿En serio? 

—Los organizadores dicen que ya tienen todo listo y ya que todas las empresas participantes ya están aquí, quieren dar inicio antes.

—Me parece buena noticia. Así valdrá la pena el hecho de que Elliot nos haya traído tan temprano.

Una pequeña risa se le escapa.

—Concuerdo con eso.

—Y por cierto —digo—, ¿que Elliot no estaba contigo?

—Se quedó conversando con algunos colegas que hace mucho no veía —explica—. Seguramente no tarda en venir.

Asiento en respuesta y vuelvo a darle una ojeada al salón, porque sigo buscando a Elliot con la mirada. No sé ni por qué diablos lo estoy haciendo.

—¿Y qué tal se encuentran tus nervios?

La voz de Jared vuelve a captar mi atención.

—De momento bastante bien. Creo que los tengo controlados —respondo sonriente, y añado—: ¿Qué tal los tuyos?

Hace una pequeña mueca.

—Me encuentro perfectamente relajado.

—Claro. Tú y Elliot presumen tener nervios de acero.

—Y hablando del rey de Roma —exclama, viendo algún punto detrás de mí.

Giro un poco para verlo. Elliot viene hacia acá, acompañado de un hombre que no conozco, pero la verdad que no le presto mucha atención. Mis ojos se quedan clavados en mi jefe.

¡Dios! Amo cómo luce el día de hoy.

Viste un traje negro con camisa blanca y una corbata color rojo vino. Su cabello está perfectamente peinado sin ni una sola hebra fuera de su lugar. El día de hoy su angulosa mandíbula es adornada por una fina y delgada línea de vello, que en serio le da un toque demasiado atractivo.  

Me quedo embobada mientras contemplo cada parte de su rostro. Sus ojos, su nariz, sus labios, como siempre tan besables. Juro que su imagen me hace delirar y pensar un sinfín de cosas no tan sanas.

Sacudo mi cabeza levemente para hacerme reaccionar justo al momento que llega y se detiene frente a mí junto con el otro hombre.

—¿Todo bien? —pregunta con una sonrisa socarrona como si supiera lo que yo estaba pensando al verle.

—Sí, todo bien —respondo con mucha tranquilidad.

Qué suerte que puedo disimular bien.

—Me alegro de verte, Henderson —dice el hombre, saludando a Jared.

—Igualmente. Qué gusto saludarte.

Estrechan una de sus manos, y luego Elliot toma la palabra de nuevo.

—Olive, quiero presentarte a alguien —dice señalando al hombre entrecano—. Él es Malcom Forbes. 

Mis ojos se abren de par en par.

—Oh, por Dios. ¿De la revista Forbes? —pregunto incrédula.

—Exactamente —afirma el hombre.

De verdad que estoy sorprendida. Me quedo boquiabierta. No sé ni cómo reaccionar, así que Elliot es quien toma la palabra, presentándome.

—Malcom, ella es Olive Blair. Directora creativa de Gold, y mi novia.

Ahora son las palabras de Elliot las que me afectan. Es que todavía sigo sin saber cómo reaccionar cuando él me presenta como su novia. Es lindo.

De todas maneras me obligo a reaccionar y extiendo mi mano derecha para estrechar la del señor Forbes. 

—De verdad es un enorme placer conocerlo —exclamo con una sonrisa.

—El placer es todo mío —responde con amabilidad y luego vuelve a clavar su vista en Elliot

—Tenías toda la razón, Reynolds.

Elliot frunce el ceño.

—¿Sobre qué?

—Sobre ella, así que con tu permiso —dice, luego me mira de nuevo—, y con todo el respeto que usted se merece, tengo que afirmar lo hermosa que es.

Admito que el comentario me toma por sorpresa, pero igual reacciono apropiadamente.

—Gracias —respondo con una sonrisa amable.

—Te lo dije —dice Elliot, ubicándose a mi lado y colocando una mano en mi cintura—. Ella es inteligente y muy hermosa. Ahora entiendes por qué la presumo tanto.

Siento que mis mejillas se sonrojan por sus palabras, sobre todo con esa mirada que me dedica. Es que me mira como si yo fuese lo más hermoso en esta tierra.

¡Dios! Me muero de ganas por comérmelo a besos, pero no puedo hacerlo.

—Sí, ahora lo entiendo —dice el hombre, captando nuestra atención—. Tenía mucha curiosidad por conocerla —añade.

—¿En serio? —pregunto.

—Pero por supuesto que sí. Con el éxito que tuvieron con Summer Time, no cabe duda que me dejaron sorprendido y cuando supe que había una nueva integrante en el equipo, fue entonces cuando nació mi curiosidad por conocerla. 

—Pues así de sorprendido quedarás cuando veas la presentación que haremos hoy —dice Elliot.

El magnate de Forbes sonríe fascinado, pero antes que diga algo, el sonido de unos altavoces nos interrumpe. Un hombre habla, indicándonos que las presentaciones darán inicio en un par de minutos y que debemos ir al lugar que nos corresponde.

—Bueno, seguiremos está conversación después —dice el magnate de Forbes—. Iré a mi lugar para esperar pacientemente por la magnífica presentación que seguramente harán.

—Por supuesto —afirma Elliot, estrechando su mano—. Me dio mucho gusto saludarte.

—Igualmente —le responde. 

Se despide también de Jared y luego de mí, y sin más, se retira. Yo suelto un suspiro, captando la atención de mis jefes.

—Bien, señores. Es hora de mostrarles a todas estas personas qué es una verdadera campaña publicitaria.

Ambos sonríen, pero es Jared quien habla primero.

—¿Listos para patear traseros?

—Hasta la pregunta ofende —dice Elliot.

—Entonces vamos —digo sonriente.

Elliot me ofrece su brazo y yo encantada me cuelgo de él. Así caminamos junto a Jared hasta que llegamos a nuestro respectivo lugar asignado. Nos sentamos y esperamos pacientemente por nuestro turno. 

Siento emoción y nervios. Cualquier cosa puede pasar. Sé que todas las empresas harán sus mejores presentaciones, pero yo me propuse que la nuestra fuera la mejor de las mejores, y de aquí no nos vamos sin escuchar que Gold Group venció a todos de nuevo.

Las presentaciones acabaron hace veinte minutos aproximadamente. El gerente de Apple Inc. y su jurado se encuentran deliberando en otra sala. La tensión se siente en el ambiente y crece todavía más al momento en que Steve Jobs aparece en escena. Se ubica en el podio, toma el micrófono y se dirige a todos:

—Primero que nada quiero agradecer la disponibilidad y participación de cada uno de ustedes, este día. Todas las presentaciones han reflejado el esfuerzo, ingenio y creatividad que han puesto para este proyecto. No obstante, ustedes saben que solo una agencia publicitaria podrá ejecutar lo que el día de hoy ha presentado.

Hace una pequeña pausa, generando todavía más suspenso. Pasan un par de segundos que se sienten eternos y entonces, anuncia lo que todos ansiamos escuchar.

—Como gerente general de Apple Inc., es un gusto para mí anunciar que la empresa encargada de este proyecto será Gold Group Publicity.

Las mirada de todos los presentes se posa en nosotros e inmediatamente comienzan a aplaudir.

¡Dios! Qué emoción. Lo logramos.

Nuestro lema en Gold Group debería ser: «Si lo queremos, lo tenemos.»

Nos ponemos de pie y con total confianza caminamos los tres hacia el pequeño escenario. En nuestro recorrido, doy una pequeña ojeada a nuestro alrededor y en el instante en que ubico a Robert Hoffman, mi mirada se vuelve una cargada de altanería y poder. Esa cara que tiene justo ahora es la que quería ver: La cara de derrota. 

Le dije que lo iba a dejar muy abajo y que iba a disfrutar hacerlo, y vaya que lo hago.

Vuelvo a clavar mi vista al frente, alzando el mentón, y con una sonrisa acepto la mano de Elliot cuando me la ofrece para ayudarme a subir los escalones del escenario.

Steve Jobs nos felicita por nuestra magnífica presentación y luego de un par de palabras más, procedemos a firmar el contrato, bajo los flashes de todos los reporteros que ansían capturar ese momento. 

Cuando todo ha quedado pactado, los anfitriones agradecen una vez más la presencia de todos y nos invitan a pasar a una pequeña recepción en la sala contigua. 

—No sé ustedes, pero yo me siento como el puto amo de todos —comenta Jared mientras caminamos y extiende las manos a sus lados en un gesto medio dramático.

—Disculpa, pero ese soy yo —lo contradice Elliot.

—Comparte el lugar, ¿quieres?

—Que no se te olvide que soy el presidente de Gold, así que yo estoy más arriba.

Jared lo mira con desaprobación.

—Pero yo soy el vicepresidente y tu mejor amigo casi hermano, así que estoy a tu mismo nivel, lo quieras o no.

Una pequeña risa se me escapa. Parecen dos niños peleando.

—Pues como líder de la empresa yo soy el que se encarga de que todos nuestros proyectos sean un éxito, así como este —sigue alardeando Elliot.

—Pues te aseguro que yo dirigí este proyecto mucho mejor que tú.

Me les adelanto a ambos hasta que me quedo de pie, justo enfrente de ellos, obligándolos  a detenerse en su andar. Me pongo una mano en la cintura y con la otra los señalo acusadoramente.

—No se las ha olvidado quién es la creadora original de este proyecto, ¿o sí?

Ambos se miran de reojos y niegan al mismo tiempo. 

—No, por supuesto que no.

—Entonces ya dejen de averiguar quién trabajo más aquí, porque si a esas vamos, obviamente fui yo. 

Les dedico una sonrisa cargada de suficiencia mientras me cruzo de brazos.

Jared suelta una pequeña carcajada.

—Amo ver cómo Olive te pone en tu lugar, Elliot.

—Oye, por si no escuchaste, ella también te incluyó.

Ahora es mi turno para reír.

—Ya basta. Mejor vamos por algo de beber para hacer nuestro brindis de celebración.

—Estoy de acuerdo con eso —apunta Jared, y termina adelantándose un poco.

Elliot se acerca a mí hasta que rodea mi cintura con su brazo y nos hace continuar caminando. Jared ya se va hacia otra de las mesas junto a otras personas, pero Elliot y yo decidimos quedarnos aparte. De pronto un mesero nos aborda, nos sirve unas botanas y jugo, y luego se retira.

—Bueno, a falta de vino, el brindis para celebrar será con jugo —exclamo divertida.

Elliot se inclina hacia mí para hablarme en voz baja.

—Pues a mí se me ocurre otra manera en que tú y yo podríamos celebrar —dice en un tono pretencioso.

Lo miro de soslayo.

—No comiences, Elliot.

—Es que tú tienes la culpa —dice acusadoramente.

—¿Yo? —Frunzo el ceño—. ¿Y ahora qué hice? 

—Ponerte ese vestido tan sexy —responde.

—¿Qué? 

Me tenso por completo al sentir una de sus manos sobre mi muslo derecho, ejerciendo un pequeño apretón mientras me susurra al oído:

—En verdad no tienes idea de lo bien que lucen tus curvas con este vestido.

—¿En serio? —pregunto presumida.

Él asiente.

—Hasta he podido notar a unos cuantos idiotas comiéndote con la mirada, y te juro que he deseado ponerlos en su lugar, mostrándoles que tú eres mía, pero... —su nariz roza la piel detrás de mi oreja—, mejor prefiero hacerlo en privado y comerte como solo yo puedo.

Juro que sus palabras encienden de inmediato la llama del deseo, provocando que sienta la necesidad de apretar los muslos. De pronto su cercanía se siente como algo peligroso y excitante, sobre todo estando frente a muchas personas que, aunque están entretenidos con otras cosas, bien podrían darse cuenta de lo que sucede entre nosotros.

Muerdo mi labio inferior con fuerza cuando siento que sus dedos juguetean con el dobladillo de mi vestido, intentando colarse por debajo. Por suerte el mantel de la mesa nos cubre bien, pero igual siento algo de temor.

 —Elliot, alguien podría vernos —digo con la voz débil. 

Acerca sus labios a mi oreja. La piel se me eriza al sentir su aliento.

—Entonces, ¿por qué no buscamos un lugar donde podamos estar a solas?

—¿Lo dices en serio?

—Muy en serio —afirma, y entonces sus dedos acarician directamente la piel de mis muslos, provocando que un pequeño jadeo escape de mis labios—. Dime, Liv —continúa—, ¿no te gustaría hacer algo peligroso y excitante justo ahora?

¡Dios! Solo escucharlo decir esas dos palabras: peligroso y excitante, provoca que mi mente comience a fantasear con un sinfín de cosas.

Mi lado sensato me dice que no. Que no debería aceptar, porque sé que no sería correcto y porque estamos en el lugar menos indicado para hacer cualquiera de las cosas que estoy pensando; pero mi otro lado, ese que es impulsivo y que le gusta arriesgarse, me pide a gritos sentir esa adrenalina de darle un poco de placer a mi cuerpo con algo indebido.

Miro hacia todos lados con cautela y luego pregunto a Elliot:

—¿Y qué es lo que propones?

Una sonrisa perversa curva sus labios, y sin más preámbulo, me dice su plan:

—Ve al baño de mujeres. Te alcanzaré en un par de minutos.

Mis ojos se abren con sorpresa.

—¿En serio?

Me guiña un ojo.

—Espérame ahí.

Me lo pienso durante algunos segundos, pero termino poniéndome de pie para cruzar el salón e ir al baño. Llego a un pasillo que tiene un letrero que indica que por aquí debo seguir, así que continúo mi camino. El corazón me late a toda prisa. La adrenalina aumenta conforme pasan lo segundos y asimilo lo que va a suceder.

¡Esto es una locura!

Cuando llego a la puerta indicada, la abro y entro de inmediato, rogando porque no haya nadie. La estancia es pequeña. Solamente tiene tres cubículos y por suerte están vacíos. No hay nadie. 

No sé por qué pero suelto un suspiro de alivio.

Miro al frente y veo la barra de mármol con tres lavabos y por encima de ella un enorme espejo que abarca todo lo ancho y alto de la pared. 

Vaya. Creo que esto será interesante.

Cuando escucho que abren la puerta me giro de inmediato, dando un pequeño respingo del susto.

—Parece que alguien está muy ansiosa —exclama Elliot al instante que entra.

Me muerdo la uña del dedo pulgar.

—No sé si esto sea buena idea. ¿Qué tal si viene alguien?

Cierra la puerta y le pone el seguro. 

—Listo. Nadie va a entrar.

—¿Y nadie te vio entrar a ti?

—Absolutamente nadie.

Me pone todavía más nerviosa cuando lo veo acercarse lentamente a mí. Por la forma en que me mira me hace sentir como una presa a punto de ser devorada por un depredador. No sé si eso me excita o me asusta. 

Instintivamente retrocedo un par de pasos pero me quedo sin salida cuando choco contra la barra de mármol.

—Elliot —exclamo en un hilo de voz.

—¿Mhm? —murmura cuando se detiene a escasos centímetros de mí.

Tengo que alzar la mirada para poder verlo. 

—¿Qué estamos haciendo? —pregunto con una pequeña risita nerviosa.

—Algo peligroso y excitante —me responde.

Me quedo sin poder decir absolutamente nada cuando sus manos se anclan a mis caderas, y se pega por completo a mi cuerpo, haciéndome sentir su erección contra mi pelvis. Un gemido involuntario escapa de mis labios al instante.

—¿Sabes algo? Me encanta nuestra relación —dice inclinando el rostro para rozar su nariz en mi cuello—. Me encanta que algunas veces seamos románticos y cursis, pero que otras seamos rudos y pervertidos. —Sus labios dejan un beso húmedo en el punto donde mi mandíbula se une al cuello y me hace jadear—. Siempre lo he dicho— continua—, disfruto tanto las cosas que hago contigo, tanto lo correcto como lo indecente, así que te informo que en verdad me encanta la idea de follarte aquí y ahora.

—¿Entonces dime qué esperas para hacerlo? —cuestiono retadoramente.

Mis palabras le dan luz verde. Su boca se apodera de la mía en un beso hambriento y urgente. Mis manos se enredan de su cabello y tiran de él. 

Sin previo aviso sube mi vestido hasta que lo deja  enrollado en mi cintura e inmediatamente traslada sus manos a mi trasero para estrujarlo con fuerza.

—Mierda —gruñe contra mi boca.

Sus manos acarician una y otra vez la piel desnuda de mis glúteos, haciendo que me erice.

—¿Qué pasa, Elliot? —pregunto con voz sensual.

Se aleja un poco para verme a los ojos.

—¿En serio llevas puesto un hilo? 

—Es una tanga brasileña —corrijo y pregunto—: ¿Te gusta?

Sus manos vuelven a darme un apretón.

—Me fascina. No sabes cuánto me encantaría ponerte en cuatro ahora mismo y follarte así.

¡Carajo! Sus palabras solo consiguen que moje mis bragas mucho más. 

—Pero tendré que darte el orgasmo de otra manera —añade.

Acto seguido, se aleja de mí y comienza a quitarse el saco. Lo miro confundida.

—Creí que no nos quitaríamos la ropa.

—Lo necesito para esto —dice, extendiendo el saco sobre la barra de los lavabos y posteriormente sus manos se aferran a mis muslos para levantarme del piso y sentarme justo ahí.

Ya veo. Es buena idea porque la verdad no me agradaba mucho la idea de sentarme directamente sobre el mármol.

—¿Qué tan excitada estás? —pregunta, sujetando mis piernas para que envuelva sus caderas.

—Bastante —respondo con la voz agitada.

—¿Justo como me gusta?

—Justo como te gusta —afirmo.

—Excelente —dice—, porque así puedo hundirme dentro de ti de una sola estocada.

—Eso quiero —confieso con urgencia. 

No quiero esperar más, así que rápidamente soy yo quien se encarga de lo necesario para liberar su erección.

—¿Debo suponer que cargas algún preservativo?

—Supones bien —dice, buscándolo en el bolsillo trasero de su pantalón. 

Se encarga de abrir el pequeño paquete y se lo pone, luego mueve mis bragas hacia un lado y se ubica justo en mi entrada.

—Tendremos que hacer esto un poco rápido, ¿okay?

Asiento en respuesta y sin previo aviso, se hunde en mi interior de un solo golpe.

—Oh, D-Dios —gimo, enterrando mis uñas en sus hombros por encima de su camisa.

—Discúlpame —dice entre dientes, seguramente por lo rudo que fue pero a  mí no me importa en lo más mínimo. 

Solo sé que disfruto del placer que me invade al sentirlo dentro y quiero más. Necesito más.

—Elliot.

—Dime.

Lo atraigo hacia mí para abrazarlo con fuerza y enterrar mi rostro en su cuello.

—Quiero un orgasmo —digo casi en un susurro.

—Y voy a dártelo, preciosa. 

Entonces, comienza a moverse a un ritmo que me hace perder la cabeza de inmediato. No es suave ni cariñoso. Al contrario. Sus embistes son rudos, rápidos y profundos. 

Intento callar mis gemidos, mordiéndome el labio inferior con fuerza, pero no basta. El placer que invade mi cuerpo es demasiado. La adrenalina de toda esta situación me tiene envuelta por completo.

 —Liv, déjame besarte —dice, pero me niego a salir de mi escondite—. Vamos, amor, déjame saborear tus gemidos —insiste.

Sus palabras se escuchan tanto dulces como sensuales y me doblegan. Termino buscando su boca para devorarla con urgencia y ahogar mis gemidos contra ella. Sus manos se aferran a mis caderas con mucha fuerza, clavando sus dedos en mi piel mientras sus embistes adoptan otro ritmo, buscando llevarnos al clímax en un par de minutos más.

—E-Elliot.

—¿Te gusta? —pregunta contra mis labios, y yo gimoteo un sí como respuesta—. ¿Y estás cerca? —añade otra pregunta.

—S-Sí.

El nudo en mi vientre es intenso. Mi cuerpo pide a gritos liberarse, así que no me contengo más y lo hago.

Cierro mis ojos y suelto un profundo gemido cuando siento el orgasmo arrasar conmigo. Me aferro a Elliot con mucha más fuerza y segundos después puedo sentir cómo su cuerpo se tensa y luego se libera satisfactoriamente, soltando un pequeño gruñido.

Nos tomamos algunos segundos para recomponernos un poco de nuestro orgasmo y finalmente Elliot sale de mí. Se quita el preservativo, lo anuda y lo tira en el cesto de la basura para luego empezar a acomodarse la ropa. Decido hacer lo mismo, así que me bajo de la barra y me acomodo el vestido. Cuando estamos listos como si no hubiese pasado nada, me aseguro de limpiar su boca para quitar cualquier rastro de mi labial.

—Te juro que esto me encantó —dice con una sonrisa.

Le guiño un ojo.

—Pues a mí más.

Si sonrisa se ensancha, pero antes que diga algo, el sonido de su teléfono lo interrumpe. Cuando lo saca para revisarlo, hace una pequeña mueca.

—Es Jared —dice—. Seguramente ya está llorando por mi ausencia.

Una pequeña risa se me escapa.

—De seguro te necesita para algo importante, así que ve. Yo saldré en un par de minutos para despistar.

—De acuerdo.

Se acerca de nuevo para darme otro beso rápido en los labios, luego se pone el saco nuevamente y con mucha cautela sale al pasillo. Yo me tardo un par de minutos terminando de poner mi maquillaje y cabello en orden. Me doy una última ojeada en el espejo y conforme, salgo yo también.

Camino a paso lento y un poco distraída, arreglándome el pequeño brazalete en mi mano izquierda, y de pronto...

—Pero qué casualidad, Olive.

Hago una mueca de desagrado al alzar la mirada para verlo. Es el cretino de Hoffman. No pretendo perder mi tiempo con él, así que simplemente lo ignoro y continúo mi camino, pero cuando intento pasarlo de largo, su mano me detiene.

—No me toques —exclamo con firmeza, apartándome de inmediato.

—De acuerdo —dice alzando ambas manos—. Solo quería felicitarte por tu nuevo triunfo.

—Gracias —respondo de mala gana.

—Y también felicitarte por tu nueva relación  —añade con una falsa sonrisa.

Me cruzo de brazos y le sostengo la mirada con firmeza.

—¿Tanto te interesa mi vida que están tan pendiente todos mis asuntos?

—Creí que habías dicho que el idiota de Reynolds era un asqueroso mujeriego, y mírate ahora —suelta una risa—. Te estás revolcando con él. 

La furia se abre paso dentro de mí a una velocidad alarmante.

—No te voy a permitir que me insultes de esa manera, idiota —escupo amenazante.

—No niegues la realidad, Olive —continúa—. Ahora entiendo por qué te sentías tan altanera presumiendo tu cargo y tus beneficios dentro de Gold. Seguramente eso es tu paga por los servicios que le ofreces, ¿cierto?

 Antes que pueda contenerme, mi mano derecha va directo a su cara para darle una bofetada, pero de un movimiento ágil, él logra detenerme. Su mano me sujeta por la muñeca ejerciendo bastante presión.

—No, Olive —dice con una sonrisa enferma—. Esta vez no te lo permito.

—Suéltame —gruño e intento zafarme de su agarre, pero él solo lo intensifica.

—Me ganaste la campaña de Summer Time —dice con filo molesto—, y ahora me has quitado la de Apple también. No estoy nada contento con eso.

—Debiste suponer que me convertiría en tu más grande rival —lo encaro con firmeza—. Te dije que te iba a dejar muy abajo y lo que yo digo, lo cumplo.

Sin nada de delicadeza, su cuerpo me empuja hacia atrás hasta que mi espalda choca contra la pared. Ahogo un pequeño quejido por ello.

—Robert, suéltame. Me estás lastimando —me quejo cuando empiezo a sentir la falta de circulación en la mano—. Si no me sueltas, te juro que voy a gritar.

Finalmente se aleja y me suelta. 

—Ya te dejé ganar demasiado, Olive. Será mejor que te vayas preparando para mi revancha.

Dicho esto, se da la vuelta y se marcha. 

Suelto una enorme bocanada de aire, sintiendo un extraño alivio porque se haya ido. Admito que me siento bastante nerviosa hasta el punto en que casi estoy temblando. Me reviso la mano que me tenía sujetada y me escandalizo al ver las marcas rojizas de sus dedos, marcadas en mi piel. 

Necesito proceder legalmente contra ese idiota. Juro que lo haré.

A toda prisa continúo mi camino por el pasillo. Voy tan distraía sin ver al frente, que termino chocando contra el cuerpo de alguien cuando salgo.

—P-Perdón —exclamo en voz baja y alzo la vista.

El alivio y el miedo se apoderan de mí al darme cuenta que se trata de Elliot.

—¿Viste a Hoffman? —pregunta con un filo molesto.

—Yo...

—Olive —me interrumpe, furioso—, acabo de ver que ese idiota salió de aquí. Dime: ¿te dijo o te hizo algo?

Abro mi boca, pero nada sala de ella. ¡Mierda! Juro que quiero decirle algo, lo que sea, pero las estúpidas palabras no me salen y no sé por qué demonios. Estoy demasiado alterada y nerviosa.

De pronto los ojos de Elliot me examinan a detalle como si supiera que debe buscar algo, y lo encuentra. La ira cruda se apodera de sus facciones en el momento que mira las marcas en mi muñeca.

—Hijo de puta —exclama con la voz más enronquecida que nunca.

Se da la vuelta y a toda prisa se echa a andar por el salón. Mi corazón se acelera de nuevo y sin pensarlo dos veces, me voy detrás de él.

—Elliot —lo llamo, pero me ignora—. Elliot, espera por favor.

El pánico aumenta en el momento que veo hacia dónde se dirige. Robert Hoffman está casi en la salida, despidiéndose de unos hombres. 

Todo pasa tan rápido. Elliot toma a Robert del saco para hacerlo girar de un solo tirón y cuando lo tiene de frente, le impacta su puño en la cara, provocando que se vaya al suelo con brutalidad.

Me cubro la boca con las manos, y me quedo congelada ante tal escena.

Oh. Dios. Mío.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro