
Capítulo 65 | Olive
Son las 7:54am y el día pinta bonito. Estoy terminando de tomarme un café mientras disfruto la hermosa vista que me brinda el ventanal en mi oficina. Es un día soleado con el cielo despejado completamente sin rastro alguno de lluvia. Al menos por hoy parece que no lo habrán. Eso es bueno.
Permanezco en un completo silencio durante algunos minutos más hasta que de pronto escucho los pequeños golpecitos en la puerta.
—Adelante. Está abierto —anuncio a quienquiera que sea.
Estoy dándole la espalda a la puerta, así que solo escucho cuando esta se abre y posteriormente escucho unos tacones.
—Siempre me ha parecido una hermosa vista la que tienes en tu oficina —dice Mandy a mis espaldas.
Me giro para verla.
—Sí, yo también lo creo. A veces me dan ganas de mover el escritorio para colocarlo justo de frente al ventanal.
Ella sonríe.
—No es mala idea.
Doy un par de pasos para regresar a mi escritorio y dejar la taza sobre este.
—¿Puedo ayudarte en algo?
Se acerca hasta que me entrega una carpeta con documentos.
—Fui a Producción a dejar unas cosas y Richard me pidió que te trajera esto. Dijo que son los panfletos para la presentación de Apple.
—Excelente —digo, abriendo la carpeta para revisarlos.
Les doy una ojeada rápida puesto que ya lo habíamos revisado antes. Solamente que no había visto el resultado final de la impresión. Vuelvo a cerrar la carpeta y la coloco encima del resto de documentos que hay sobre mi escritorio.
—Mañana es la presentación. ¿Cómo te sientes? —pregunta Mandy.
—Relajada —respondo con tranquilidad.
—Ay, te juro que si yo estuviera en tu lugar, estaría muriendo de los nervios —dice, haciendo una mueca realmente graciosa.
—Mis nervios suelen aparecer segundos antes de iniciar alguna presentación, pero no duran mucho realmente —explico—. Creo que aprendí a controlarlos bien.
—¿Tú crees que Elliot y Jared se pongan nerviosos cuando hacen esas presentaciones tan importantes? —pregunta curiosa.
Hago un pequeño gesto pensativo.
—Quizás un poco. Aunque recuerdo muy bien cuando fue la campaña de Summer Time. —Una pequeña risa se me escapa—. Jared y yo estábamos un poco nerviosos y fue Elliot quien nos estaba echando porras para tranquilizarnos.
—Sí, claro. El señor nervios de acero —exclama con sorna.
El comentario me causa bastante gracia; no obstante, no le doy la razón por completo y se lo hago saber.
—Pues yo ya he visto flaquear esos nervios de acero.
Ella enarca una ceja, viéndome con malicia.
—Pero por supuesto, porque tú eres la única capaz de doblegar a ese hombre.
—¿Doblegar a quién?
La voz de Elliot nos saca un pequeño susto. Ambas volteamos hacia la puerta para verlo justo cuando entra. Me cruzo de brazos y le dedico una mirada seria.
—Es de mala educación entrar sin anunciarse, señor Reynolds.
Intenta reprimir una sonrisa al tiempo que hunde sus manos en los bolsillos del pantalón.
—Creí que yo no necesitaba anunciarme, señorita Blair.
—Pero cuánta confianza —exclamo con sorna.
—Bueno, ser el novio de la dueña de esta oficina me da ciertos privilegios, ¿cierto? —Termina guiñándome un ojo.
Admito que escucharlo decir eso, sigue causándome unos ridículos nervios que consiguen hacer que me sonroje un poco.
—Ay, pero cuánta dulzura —exclama Mandy, dramáticamente.
Elliot niega con su cabeza, aunque sonríe por el comentario. Da un par de pasos hasta que termina ubicándose a un lado de Mandy y nos observa de hito en hito.
—¿Y ya van a decirme de quién hablaban?
Contengo una sonrisa.
—¿Tú de quién crees?
—Como que mejor yo ya me voy y los dejo solos —dice Mandy y se da la vuelta para salir de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella.
Elliot rodea el escritorio hasta que jala mi silla para sentarse en ella y posteriormente me atrae hacia él para que me siente en su regazo.
—¿Qué haces? —pregunto.
—Me gusta tenerte así —dice, colocando una mano en mi cintura y la otra sobre uno de mis muslos.
—¿Te imaginas lo que están pensando todos en este momento?
—¿Sobre qué?
Hago un pequeño encogimiento de hombros.
—Es que ya sabes. Desde todo el escándalo que hizo la revista sobre nuestra relación, yo creo que cada que te ven venir a mi oficina piensan cosas como: ¿Qué estarán haciendo? Ya se tardaron mucho. Parece que les gusta estar a solas en la oficina, y todas esas cosas.
Me mira con el ceño fruncido, pero termina sonriendo ligeramente.
—Que piensen y digan lo que quieran. No me importa, siempre y cuando lo hagan en secreto tal y como se los advertí el día de la reunión.
—¡Dios! No me recuerdes ese día porque me muero de pena.
—¿Por qué? —pregunta divertido.
—Elliot, hiciste una reunión general solo para hablar acerca del escándalo que se había armado. No tienes idea de lo nerviosa que me sentí al tener la mirada de todos los empleados, sobre mí.
—Tenía que hacerlo —dice con obviedad—. No quería escuchar murmuraciones aquí y allá, en toda la empresa. Era mejor aclarar todo y aunque sé que no tengo por qué darles cuentas de mi vida privada a mis empleados, solo lo hice para callar los rumores de una vez.
—Hasta ahora creo que han respetado todo lo que les pediste en esa reunión. No he escuchado a nadie más hablando sobre nosotros.
—Bueno, pues soy el jefe, así que tienen que obedecerme o sino habrán consecuencias.
—Pero no eres ni jefe ni dueño de la revista que publicó el artículo. —Lo miro, entrecerrando mis ojos—. Tengo curiosidad por saber cómo hiciste para que no siguieran distribuyendo la revista ese día y que retiraran las que ya habían salido.
Entorna los ojos.
—Sigues siendo tan curiosa.
—¿Cómo lo hiciste? —sigo insistiendo.
—A mí nadie me dice que no —dice altanero—. Siempre hacen lo que yo pido, como y cuando lo pido. Eso es todo.
—Ah, claro —exclamo con dramatismo—. Se me olvidaba que eres el gran Elliot Reynolds.
Sonríe con suficiencia.
—Exacto.
—Muy humilde de tu parte —digo con sarcasmo.
Su sonrisa se ensancha.
—Como sea, el caso es que ya puedes estar tranquila porque ese asunto quedó arreglado.
—Igual creo que algunas personas seguirán viéndonos con mucha curiosidad cuando nos vean juntos.
—¿Sabes algo? —dice al tiempo que sus manos estrechan mi cintura.
—¿Qué?
—Voy a disfrutar mucho alimentar la curiosidad y la envidia de todos, cada que nos vean juntos.
—¿Ah, sí? —pregunto, rodeando su cuello con mis brazos y añado—: ¿Y cómo lo harás?
—Pues voy a llevarte de la mano a todos lados, darte muestras de cariño sin importar dónde estemos y lo mejor de todo es que voy abrazarte y besarte cada que me den ganas de hacerlo.
Termino sonriendo como idiota ante sus palabras. Me muero de amor, por Dios.
—Creo que me gusta mucho cómo se escucha eso.
Acerca nuestros rostros hasta que su nariz roza suavemente la mía.
—A mí me gusta mucho más. Sobre todo cuando pienso en hacerlo frente a Maxwell.
Separo nuestros rostros.
—Elliot.
Intento reprenderlo por el comentario, pero lo cierto es que no puedo ocultar lo mucho que me ha causado gracia.
—Me estaba preguntando si él ya habrá leído el artículo en la revista —dice con gesto pensativo—, porque sino, igual podría enviarle la que yo tengo. Solo para que lo sepa y no se sorprenda de nuestra cercanía la próxima vez que lo veamos.
Niego con mi cabeza, sonriendo divertida.
—Bájale dos rayitas a tu intensidad.
—Solo estoy pensando en cuidar lo mío. No voy a permitir que Maxwell o algún otro venga a pretenderte.
—Eso se escuchó muy posesivo, ¿sabes?
—Eres mía —asegura con toda la tranquilidad del mundo.
Me gusta cómo se escucha eso.
Sin pensarlo dos veces, termino uniendo su boca a la mía. Un pequeño gruñido retumba en su pecho cuando mi cuerpo se pega al suyo como si no lo tuviera lo suficientemente cerca. Sin previo aviso sus manos se cuelan debajo de mi blusa para acariciar mi espalda. La piel se me eriza al instante y una risita boba se me escapa contra sus labios cuando las yemas de sus dedos me hacen cosquillas.
Después de un par de segundos, separo nuestros labios solo para decir:
—Por supuesto que soy tuya, amor.
Sus ojos brillan cargados de fascinación.
—Ah, joder. Me encanta demasiado cómo se escucha eso —dice entre un suspiro.
Estoy casi por responder, pero me freno de golpe al sentir cierta reacción en su entrepierna. Me muerdo el labio inferior, conteniendo una sonrisa y ante mi gesto, su expresión se vuelve traviesa.
—Sí, también debo admitir que me calienta —añade.
Mi sonrisa se ensancha. Me reacomodo sobre su regazo buscando sentir mejor su dureza, provocando que el deseo comience a despertar dentro de mí.
—¿Tan rápido te pongo así, Elliot?
Hace una pequeña mueca, demostrándome que lo he provocado todavía más. Luego inclina su rostro hasta que su nariz termina rozando la piel de mi cuello e inhala profundo.
—Sabes que con solo tu fragancia me pones muy mal —dice con la voz enronquecida—. Sabes la debilidad que eres para mí, Olive.
De pronto siento sus labios pegándose a mi piel, arrancando un pequeño jadeo de mi boca. Sus besos húmedos y ardientes descienden lentamente buscando mis clavículas, así que echo mi cabeza hacia atrás para dejarle mayor entrada. Mis manos se enredan en su cabello cuando siento sus labios llegan hasta el escote de mi blusa.
—Elliot... —jadeo incapaz de esconder lo que me provoca.
Endereza nuestras posturas para verme a los ojos cuando pregunta:
—¿Cuándo fue la última vez que lo hicimos en la oficina?
—En la tuya no recuerdo, pero aquí en la mía nunca lo hemos hecho.
Una sonrisa cargada de malicia se apodera de sus labios.
—¿Y no te gustaría hacerlo?
—No estoy segura —respondo con fingida timidez.
—Tal vez te podría convencer —dice con lascivia.
Vuelve a acercar su boca a la mía, pero no me besa. Solo juega a provocarme, rozando levemente sus labios sobre los míos. Mi respiración se vuelve jadeante, mis ojos casi se cierran y mis labios entreabiertos buscan la manera de hacer contacto, pero él se niega. ¡Qué tortura, joder!
—Si lo quieres, solo tienes que pedirlo —susurra sobre mis labios.
Sí lo quiero. Muero de ganar por pedirle que me bese, que me toque, que me folle aquí y ahora. Lo necesito.
Estoy casi por abrir mi boca para pedirlo, cuando el teléfono suena y me detiene. De inmediato él hace mala cara por la interrupción.
—Ni se te ocurra responder ese maldito teléfono.
Trato de contener la sonrisa burlona.
—Será rápido. No creo que se nada importante.
Su disgusto parece ser mucho más, pero le doy un beso rápido en los labios para contentarlo, antes de responder.
—Hola, Jared —digo al darme cuenta que es él.
La cara que pone Elliot es todavía más divertida.
—Dile al idiota que voy a matarlo por interrumpirnos.
Yo le hago de señas para que se calle, pero él intenta seguir protestando, así que termino tapando su boca con mi mano libre.
—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunto a Jared.
—Iba a preguntarte si Elliot está contigo, pero ya me di cuenta que sí —dice con un aire divertido.
—Sí, aquí está.
—¿En serio interrumpí algo importante?
—No, nada importante.
Miro a Elliot quien me devuelve una mirada molesta por la respuesta que acabo de dar. Como venganza, él intenta colar su mano debajo de mi falda. Eso me obliga a quitar mi mano de su boca para intentar detenerlo.
—Entonces, ¿necesitas hablar con él? —Me esfuerzo por responder con normalidad, a pesar de que estoy intentando ahogar la risa.
—Sí, bueno, no yo exactamente.
—¿Entonces quién?
Intento bajarme del regazo de Elliot, pero no me lo permite.
—¿Puedes decirle que Davis está aquí?
—Dice que Davis vino a verte —le digo el recado a Elliot, solo entonces consigo que sus manos se estén quietas.
—¿A qué ha venido? —pregunta, frunciendo el ceño.
Al parecer Jared le escucha bien, porque responde.
—Trae los documentos del traspaso de acciones y también noticias sobre Bianca.
Mis ojos se enfocan de inmediato en Elliot. Al parecer sí es algo importante y debe ir.
—¿Qué sucede? —pregunta.
—Dice que Davis ha traído los documentos del traspaso y también noticias sobre... Bianca.
Suelta un largo suspiro al tiempo que me hace de señas para que le pase el teléfono y así lo hago.
—Dile a Davis que venga a la oficina de Olive.
Es todo lo que dice e inmediatamente cuelga el teléfono. Al hacerlo, sus ojos vuelven a conectar con los míos y me ofrece una sonrisa de disculpa.
—Lo siento, preciosa, pero habrá que posponer lo que íbamos a hacer.
—¿Qué noticias estás esperando sobre Bianca?
Antes que pueda detenerla, la pregunta ya ha escapado de mis labios.
—No es nada que deba preocuparte.
—Entonces dime qué es.
—Ya lo escucharás cuando lo hablemos con Davis.
Un par de minutos después alguien llama a la puerta, así que de inmediato me bajo del regazo de Elliot.
—Debe ser él —dice, poniéndose de pie también.
Presiona el botón para quitar llave a la cerradura y al segundo siguiente, Davis entra a la oficina. Cierra la puerta detrás de él y luego se acerca a nosotros para saludarnos.
—¿Cómo has estado, Reynolds? —le pregunta cuando estrecha su mano.
—Bastante bien —responde Elliot.
—Sí, ya me contaron un poco. —Me dedica una pequeña mirada y se acerca para estrechar mi mano también—. Qué gusto verte, Olive.
—Lo mismo digo, Davis.
—Oye, quería darte las gracias por ser tan generosa con este idiota —dice cuando se aleja.
Elliot le hace mala cara al instante.
—Ahórrate tus comentarios inútiles, ¿quieres?
Davis suelta una pequeña risa, negando con su cabeza, pero luego termina adoptando una expresión de seriedad.
—Está bien, pasemos al otro asunto entonces.
—De una vez, por favor —pide Elliot, sentándose al mismo tiempo que Davis en los sillones del frente.
Imito su gesto y me acomodo en mi silla, observando a Davis con mucha atención cuando comienza a hablar.
—Seré breve. De hecho no hay mucho lo que hay que hablar. —Levanta su portafolio, lo abre y saca una carpeta que entrega a Elliot—. Toma. Son los documentos sellados y firmados por George Harper, nombrándote dueño del treinta por ciento de las acciones que él tenía a nombre de su hija. Ahora son todas tuyas, hermano.
Es imposible contener la sonrisa al ver la expresión en el rostro de Elliot. Sus ojos brillan de emoción mientras observa la carpeta en sus manos como si fuese lo más valioso que le han obsequiado. Luce feliz, aliviado, agradecido. Luce como una persona que por fin ha logrado aquello que tanto anhelaba.
Se lleva la mano a la boca y niega con su cabeza un par de veces.
—Mierda. No lo puedo creer —dice con la voz teñida por las emociones.
—Pues ya es un hecho, Elliot —dice Davis—. Eres el único dueño de Gold Group. La empresa por fin es toda tuya.
Los ojos de Elliot se clavan en los míos, como si me estuviese pidiendo algo, y creo que lo entiendo perfectamente.
Sin pensarlo dos veces me pongo de pie para ir con él, quien no pierde tiempo y también se levanta para fundirse conmigo en un cálido abrazo. Me abraza con mucha fuerza mientras hunde su rostro en mi cabello.
—Lo logré —dice casi en un susurro.
—Lo lograste, amor —le confirmo con cariño—. No sabes lo feliz que me siento por ti. Me siento muy, muy feliz.
Nos separamos al tiempo que él suelta un gran suspiro.
—Recuperar Gold Group era esa maldita preocupación que no me dejaba tranquilo día y noche.
—Pero ya no tienes que preocuparte más —digo, llevando mi mano derecha hasta su mejilla—. El legado de tu padre ahora está en buenas manos ahora. Está en tus manos por completo y sé que lo vas a atesorar ahora más que nunca.
—También yo estoy muy seguro de eso —exclama Davis a un lado de nosotros—. Lo único que puedo decir es que, ahora que Elliot es el único dueño, se creerá el puto amo de todo.
El comentario me saca una pequeña risa y aunque Elliot trata de disimularlo, sé que le divierte también.
—Perdona, pero ya era el puto amo de todo —alardea.
Davis rueda los ojos.
—Sí, ese es Elliot Reynolds. El hombre con su ego por las nubes.
—Totalmente —confirmo.
—Y a veces es mucho peor, ¿cierto? —pregunta y yo le sigo la corriente.
—Oh, sí. Mucho peor.
—Estoy escuchándolos, ¿saben? —exclama Elliot con desaprobación.
Davis y yo reímos en complicidad, pero Elliot sigue con expresión seria, así que me acerco para darle un beso en la mejilla, que para mi sorpresa, lo hace sonreír más pronto de lo que me imaginaba.
—No es justo que te aproveches de la influencia que tienes sobre mí —masculla acusadoramente.
—Sé que te gusta que lo haga. —Le guiño un ojo.
Se lo piensa un poco.
—Tienes razón.
—Lamento interrumpirlos, par de tortolitos —dice Davis—, pero todavía hay otro punto que debemos tocar.
Elliot hace una mueca y termina preguntando abiertamente:
—¿Qué hay con Bianca? —Los labios de Davis forman una línea dura, así que Elliot insiste—. Solo dilo.
—Nadie sabe nada de ella.
Un enorme y extraño silencio se instala después de esas palabras.
—¿Cómo que no saben de ella? —pregunto confundida.
—La última persona en verla fue George, el día que nosotros viajamos a Santo Tomás. Ya sabes, cuando hiciste, lo que hiciste —explica Davis, viendo a Elliot.
Lo miro yo también.
—¿Qué fue lo que hiciste?
—Lo que tenía que hacer.
—¿Qué exactamente?
Él entorna los ojos.
—Bianca tenía un amante quien sabe desde hace cuánto. Davis lo descubrió y me entregó prueba de ello. Yo decidí chantajearla con esas fotografías para que me diera el divorcio y me devolviera las acciones de Gold. Era un plan perfecto, porque ella estaría dispuesta a lo que sea con tal que su padre no viera esas fotografías.
—¿Y no accedió? —pregunto.
—Aparentemente había accedido, pero era mentira. Ella no estaba dispuesta a entregarme nada y el hecho de saber que yo tenía cómo acabar con ella la disgustó tanto, que vino a buscarte para decirte la verdad y... —suelta un suspiro—, y tú ya sabes el resto.
—Ella me pidió que te dijera que su venganza estaba hecha —digo recordando sus últimas palabras ese día—. Me buscó porque sabía que al decirme la verdad, tú y yo nos íbamos a separar. Ese era su objetivo.
—Exacto —afirma—, pero yo no me quedé de brazos cruzados. Viajé a Santo Tomás para exponerla de una vez por todas ante su padre y toda su familia.
—Y vaya que de una manera épica —comenta Davis.
—¿De qué manera? —Lo miro curiosa.
—Eso ya no importa —interrumpe Elliot—. El caso es que como consecuencia, se cayó del pedestal donde la tenían. Su familia le dio la espalda y George tomó la decisión de quitarle todo lo que había pensado darle. En otras palabras, Bianca se quedó sin un centavo de la fortuna de su padre. Ya no tiene más sus lujos ni para ella ni para su amante.
Admito que la información me sorprende bastante. Me tardo algunos segundos en asimilar y conectar todo, y cuando lo hago, una extraña sensación se apodera de mí.
No me preocupa se haya quedado sin nada, sino que me preocupa que nos culpe a nosotros de eso. Seguramente nos odia. Seguramente está convencida que nosotros somos los responsables de su ruina y seguramente...
—Olive. —La voz de Elliot me obliga a alzar la mirada—. ¿Qué sucede? —pregunta preocupado, sujetando mi rostro con las manos.
—¿Por qué le pediste a Davis que averiguara sobre ella?
Silencio.
Mis ojos se desvían hacia el hombre sentado.
—¿Por qué ella ha desaparecido extrañamente? ¿Por qué parece que eso les preocupa?
—Olive —vuelve a llamarme Elliot, pero lo interrumpo.
—¿Crees que sea capaz de hacernos daño?
—No —responde de inmediato.
—¿No? —pregunto incrédula—. Elliot, tú leíste el mensaje que recibí el otro día. Era ella.
—Por eso intenté contactarla. Porque quería advertirle que debía dejarnos tranquilos o tomaría represalias.
—Disfruten su felicidad mientras puedan —cito las últimas palabras de aquel mensaje—. ¿Sí recuerdas que eso decía? Ahora no podré sacarme de la cabeza que eso claramente es una amenaza, Elliot.
—Es lo que yo le dije —comenta Davis.
—No ayudas, Miller. —Lo mira con desaprobación.
—Solo estoy tratando de ser realista y precavido, Elliot —ataja—. Sabemos que Bianca está furiosa y sí, definitivamente los culpa a ustedes de su desgracia y yo sinceramente la creo muy capaz de alguna idiotez.
Las palabras de Davis solo consiguen que mi corazón se acelere cuando el miedo comienza a abrirse paso dentro de mí. No sé por qué demonios cientos de pensamientos fatalistas comienzan a formarse en mi cabeza.
¡No puede ser que ella me robe la paz de esta manera!
—Olive, mírame —pide Elliot, obligándome a hacerlo—. Puede que Davis tenga razón, pero ya estamos haciendo algo al respecto. Pusimos al tanto de la situación a George y él dijo que nos ayudará a localizarla con alguna excusa para ella regrese a la casa. Buscará la manera de calmarla. Además él dice sentirse mal porque después de todo es su hija y se arrepiente de haberle quitado todo. Francamente a mí no me interesa lo que le quite o le devuelva, pero si consigue localizarla, él nos lo hará saber.
—Yo personalmente me estoy encargando de eso, Olive —dice Davis para tranquilizarme más—. Estaré al pendiente de cualquier cosa porque si es necesario, yo mismo iré a levantar una denuncia contra ella. Alguna orden de alejamiento o, lo que sea.
—Cualquier noticia que tengan, háganmela saber —digo, viéndolos a ambos con firmeza—. No quiero que mantengan esto solo entre ustedes, porque a mí también me incumbe, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —responden al unísono.
Suelto un suspiro intentando relajarme un poco. Davis revisa la hora en el reloj de su muñeca e inmediatamente se pone de pie.
—Creo que eso era todo lo que debíamos hablar, así que me retiro. Tengo muchos pendientes que resolver en mi despacho.
—Claro. Seguimos en contacto, hermano —dice Elliot cuando estrecha su mano.
—Por supuesto. Cualquier cosa, no dudes en llamarme —dice y luego me mira a mí—. Hasta luego, Olive.
—Hasta luego, Davis. Gracias por todo —le sonrío.
No dice nada más y sale de la oficina.
Resoplo y me llevo las manos hacia mi frente. Estoy empezando a sentir un leve dolor de cabeza, así que cierro los ojos e intento relajarme haciéndome un pequeño masaje en las sienes con las yemas de mis dedos.
Escucho que Elliot suspira.
—¿Te sientes mal?
Abro mis ojos.
—Estoy demasiado tensa, Elliot, y siento que todo esto solo viene a agobiarme más. Son demasiadas cosas para pensar. Tenemos la presentación para los de Apple mañana, al día siguiente es mi juicio y no sé qué vaya a pasar y está el resto de trabajo y...
—Olive —me interrumpe de inmediato—, no quiero que te sobrecargues con todo. Si necesitas descansar solo dilo y tómate un tiempo libre. El que sea que necesites.
—No. No te preocupes. Estaré bien.
Su mano se apodera de mi barbilla para alzarla.
—¿Segura?
Asiento en respuesta y termino pegándome a él para abrazarlo. Mis brazos rodean su cuello y los suyos mi cintura. Tomo una inspiración profunda deleitándome con su aroma varonil que consigue empezar a relajarme casi al instante.
—Te necesito tranquila —dice con voz dulce—. Verás que todo, absolutamente todo, va a salir bien, ¿okay?
—Okay —respondo muy suave.
Me obliga a alejarme solo para tener el espacio suficiente de darme un pequeño beso en los labios.
—Te amo.
Sus palabras me arrancan una sonrisa aunque no quiera.
—Yo más.
—¿Aquí es donde debo decirte que no, que yo te amo más y luego empezamos a pelear como dos adolescentes por decir quién ama más que el otro? —pregunta con un ligero toque divertido.
—Creo que sí —sonrío ampliamente.
—Yo creo que es obvio que yo gano.
Enarco una ceja.
—No es cierto.
—Claro que sí.
—Que no.
—Que sí.
—Que quiero besarte —digo entre una pequeña risa.
—Qué curioso porque yo también.
Sin pensarlo dos veces termina plantando sus labios sobre los míos en un beso lento y cariñoso. No pasan ni dos minutos cuando somos interrumpidos nuevamente por el teléfono.
—Te juro que estoy pensando seriamente en deshacerme de ese maldito teléfono —masculla contra mis labios.
—Se supone que estoy trabajando. Así que es normal que esté muy solicitada.
—Pues en este momento tú estás ocupada conmigo.
Me separo un poco, poniendo mis manos sobre su pecho.
—Te compensaré después. Ahora hay que trabajar.
Sin previo aviso sus manos se deslizan hasta llegar a mi trasero para darme un apretón.
—Más te vale que mi compensación sea buena, eh —advierte.
—Elliot —protesto e intento quitar sus manos, pero él no cede.
—¿Será buena mi compensación? —insiste.
—Sí.
—¿Sí qué? —Vuelve a darme otro apretón.
Contengo una sonrisa. Sé lo que quiere escuchar.
—Sí, amor.
Asiente satisfecho y finalmente me suelta, no sin antes darme otro pequeño beso en los labios. Luego se da la vuelta para salir de la oficina, dejándome en un completo silencio hasta que el dichoso teléfono vuelve a sonar.
Resoplo con desánimo y me obligo a contestar la llamada para comenzar con el día de trabajo de una vez. Solo espero sea bueno.
**~**
Nota de su bella autora:
¡Hola! Seré breve en esto. Solo vengo a alborotar el gallinero jajaja.
Para quienes no me siguen en Instagram ni están en el grupo de WhatsApp de mis lectores, solo vengo a informarles que: ¿CÓMO SER MI AMANTE? ha entrado en recta final.
Nos quedan 5 capítulos nada más, gentes.
*Fin del comunicado*
*Se da a la fuga*
Estefany Gallardo
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro