Capítulo 57 | Olive
Son las 7:22am. No hace mucho que Elliot y yo despertamos, y pese a que en teoría ya deberíamos ir camino a la empresa, parece que no tenemos prisa alguna. Probablemente llegaremos un poco tarde, como cada que él se queda a dormir conmigo. Siempre es lo mismo, pero parece que al señor puntual ya no le molesta.
Hoy exactamente amaneció demasiado pacífico. Justo ahora está terminando de alistarse en mi habitación mientras yo estoy en la cocina terminando de preparar café. En verdad lo necesito. Soy de esas personas que no puede iniciar el día sin una rica taza de café. Es mi fuente de energía.
Estoy en un completo silencio hasta que de pronto lo escucho hablar a mis espaldas.
—Qué bien huele. —Le escucho inhalar y exhalar profundo—. El aroma a café es mi segundo aroma favorito.
Le dedico una mirada cuando se coloca a mi lado, y pregunto curiosa:
—¿Y se puede saber cuál es el primero?
—El tuyo —responde con naturalidad.
No puedo evitar sonreír como boba. El comentario en serio que me ha parecido de lo más lindo, pero trato de disimular mi reacción.
—Ah, claro. Te gusta mucho la fragancia de Dior.
—No es la fragancia en sí, sino como huele en tu piel —dice acercándose hasta que me abraza desde atrás. Su nariz roza mi cuello provocando que la piel se me erice—. Es la combinación perfecta para volverme loco —termina.
—Qué galante, señor Reynolds —exclamo con malicia.
—Y usted muy atenta, señorita Blair —dice y al segundo siguiente me quita la taza de café—. Justo lo que necesitaba. Gracias.
—Oye. Esa la serví para mí —protesto.
Claro. Ahora resulta que solo pretendía distraerme para luego robarme mi taza de café. Es un tramposo.
Hace una mueca de desagrado después de que le da un sorbo al café.
—Está amargo.
Ahora soy yo quien le roba la taza mientras le sonríe.
—Justo como me gusta.
—Igual que tu carácter —masculla entre dientes para que, según él, yo no escuche aunque de todas maneras lo hago.
—¿Me estás diciendo que soy amargada? —cuestiono ofendida.
Trata a toda costa de contener una sonrisa y entonces repite las palabras que acabo de decirle mientras me guiña un ojo.
—Justo como me gusta.
Niego con mi cabeza, pero muy a mi pesar, sonrío. Él no dice nada más. Se limita a servirse su propia taza de café para endulzarlo a su manera. Mientras lo hace yo comienzo a tomarme el mío sin quitarle los ojos de encima. Se ve tan atractivo como siempre. Tan elegante e impecable. Me encanta.
De pronto me mira de soslayo y me atrapa viéndolo. Una pequeña sonrisa se forma en sus labios.
—¿Por qué creo que tu expresión en estos momentos no es porque el café está muy bueno?
Le dedico una sonrisa maliciosa.
—Es que creo que estoy viendo algo mucho más bueno.
—¿Seduciéndome desde muy temprano, señorita Blair? —dice enarcando una ceja.
Hago un pequeño encogimiento de hombros como gesto inocente.
—Tal vez.
Su sonrisa se ensancha. Deja su taza de café sobre el modulo y luego me vuelve a quitar la mía para ponerla ahí también. Acto seguido me atrae hacia él rodeando mi cintura con sus brazos y termina plantando un suave beso en mis labios.
Coloco mis manos sobre su pecho haciendo pequeñas caricias y me permito disfrutar de su beso durante algunos segundos antes de alejarme. Cuando lo hago, lo miro directo a los ojos y entonces vuelvo a tener esa sensación extraña que he venido sintiendo desde ayer.
Hay algo diferente en sus ojos, en la manera que me mira. Pareciera que trata de esconderlo, pero soy capaz de distinguir es una mirada de inseguridad. No, más bien es una mirada de miedo y preocupación.
—¿Todo está bien? —pregunto con cautela.
Su ceño se frunce.
—¿Por qué lo preguntas?
Quizá solo es producto de mi imaginación, quizá no pase nada realmente, pero antes que pueda detener las palabras estas abandonan mi boca.
—¿Por qué siento que estás actuando diferente desde ayer?
—¿A qué te refieres?
—No sé, pero te siento tímido, y a la vez más cariñoso. Extrañamente cariñoso. —Suelto una pequeña risita—. Dime: ¿has hecho alguna travesura?
—¿Qué?
—Es que pareces un chiquillo que ha hecho algo malo y se comporta como todo un amor esperando que no lo regañen.
Me mira en silencio durante algunos segundos. Unos segundos que se sienten como si fuesen eternos. Finalmente suelta un pesado suspiro.
—Quizá.
Esa confesión tan extraña me pone a pensar muchas cosas al instante.
—¿Qué pasa?
—Olive, tú me amas, ¿verdad?
—Por supuesto que sí. ¿Por qué lo preguntas?
Me siento un poco confundida por esa pregunta. No creo que tenga motivos para preguntar eso, ¿o sí?
De pronto algo viene a mi mente y admito que me hace sentir un poco mal. Necesito su respuesta, así que pregunto.
—¿Estás dudando de mí? ¿Es eso?
—No. Por supuesto que no dudo de ti. —Sus manos ahuecan mi rostro y me mira directo a los ojos—. No quise hacerte pensar eso, Liv. No tengo ninguna duda de lo que tú sientes por mí.
—¿Entonces quizá dudas de lo que sientes por mí? —cuestiono con temor.
—Eso jamás —dice con firmeza—. Escucha, Liv, sé muy bien que admitir mis sentimientos fue algo demasiado difícil, pero ahora lo tengo todo muy claro y quiero que tú también. Tú eres la mujer que amo. Te lo juro.
—¿Y qué sucede entonces? Te noto inseguro, pero no sé respecto a qué.
Abre su boca para hablar pero antes que diga algo, el sonido de su teléfono lo interrumpe. Hace una mueca de disgusto, pero termina sacándolo del bolsillo para responder la llamada.
—Es Jared —dice—. Seguramente es para regañarme porque ya es tarde.
Me causa gracia el comentario. Me quedo en silencio, tomándome el café mientras él habla.
—Dime —contesta—. Sí, probablemente llegue en un par de horas. —Una larga pausa mientras escucha lo que Jared le dice—. No seas llorón. Tú puedes solucionarlo sin problemas... ¿Que no se suponía que sería por la tarde? —Hace una mueca de fastidio—. Bien. Estaré ahí lo más pronto posible.
No sé qué pase, pero parece que lo necesitan con urgencia en Gold. Dice un par de palabras más y luego termina la llamada.
—Esto es basura —masculla guardando el teléfono.
—¿Debemos irnos ya?
—Jared dice que los de Sykes pidieron adelantar la hora de la junta, así que debemos estar en Gold en veinte minutos.
—Qué irresponsables al hacer ese tipo de cambios a última hora.
—Lo que más me molesta es que hay que irnos ya.
—Ni modo. Así es el trabajo —digo haciendo un pequeño encogimiento de hombros.
Dejo la taza sobre el módulo de nuevo e intento pasarlo de largo, pero su mano se aferra a mi brazo y me detiene.
—Olive, todavía hay algo que tú y yo tenemos que hablar —dice con seriedad.
—Cierto —digo recordando—. Ya que lo mencionas tenemos una conversación pendiente desde ayer, pero parece que tendremos que seguir esperando porque en serio debemos irnos ya.
—Es lo que más me enfurece. He venido postergando esa maldita conversación desde ayer.
—Oye, tranquilo.
—Es que es algo muy complicado, Olive. —Me interrumpe—. Por más que he tratado no he encontrado la manera para hablar de ello. Es... difícil. Todo me lo está complicando.
Lo miro con suavidad. Es extraño no ver al Elliot de siempre, tan sereno y seguro de sí mismo. En su lugar veo a uno indefenso y frágil, y admito que eso me descoloca.
Una de mis manos sube hasta su mejilla para acariciarla con cariño y le regalo una sonrisa reconfortante.
—No quiero que te sientas presionado, Elliot. Hay cosas que nos llevan demasiado tiempo decirlas y está bien. Hablaremos cuando estés listo, ¿sí?
Me pongo de puntillas para darle un pequeño beso en los labios.
—Pero...
—Pero, hay que irnos o Jared nos despedirá a ambos —digo en son de broma pero ni eso le arranca una sonrisa.
Al contrario, su expresión se vuelve más seria.
—Te juro que hoy no pasa sin que hablemos. No puedo permitir que pase un día más, así que a la menor oportunidad posible, tú y yo tenemos que hablar, ¿lo entiendes?
Su preocupación al respecto me confunde. Es como si fuera de vida o muerte lo que sea que necesite hablar conmigo y me pone un poco tensa, no obstante, decido tratar de tomarlo con calma.
—Como usted diga, jefe.
Me mira un poco molesto.
—Lo estoy diciendo en serio, Olive.
—Yo también —enfatizo—. No te preocupes. Hablaremos sí o sí. Ahora debemos irnos.
Un asentamiento es su única respuesta. No dice nada más y nos disponemos a salir de mi apartamento para ir a la empresa lo más pronto posible.
Sé que nos espera un largo día y cansado, sobre todo para mí, pero trabajar bajo presión se me da bien, así que estoy más que segura que saldré con todo tal cual lo he programado, incluyendo la reunión con Thomas y Fred para lo del juicio.
Me mentalizo que hoy será un buen día. Me encargaré de que sea así, incluyendo para Elliot.
Son las 12:04pm. He sobrevivido con éxito a la mitad del día y estoy satisfecha con los resultados de todo el trabajo hecho. Ahora estoy camino a otra de las cosas más importantes del día. Voy camino a la reunión con Thomas y Fred. De hecho, justo estoy estacionándome frente al restaurante que acordamos.
Una vez apago el motor, tomo mi bolso y bajo del auto yéndome de inmediato a la entrada del local. Me recibe un hostess, preguntándome si tengo reservación. Confirmo la que hice e inmediatamente me guía hasta la mesa donde ya me están esperando. Ambos hombres se ponen de pie para saludarme.
—Un gusto verte, Olive —me dice el padre de mi mejor amiga al recibirme con un cálido abrazo.
—También me alegro mucho de verte, Thomas. —Cuando me separo de él, mis ojos se enfocan en el otro hombre a mi lado y me limito a saludarlo extendiéndole mi mano para estrecharla con la suya —. Hola, Fred.
—Hola, Liv —dice con una sonrisa.
Acto seguido tomamos asiento y tengo que agradecer a Fred cuando hala la silla para mí.
—Y bien, ¿cómo has estado? —pregunta Thomas.
—La verdad, todo eso de tener fecha exacta para el juicio me tiene bastante ansiosa.
—Es normal que lo estés, pero recuerda que estamos más que preparados para ese día.
Asiento de acuerdo.
—Lo sé. De eso no tengo dudas. —Mis ojos viajan hacia Fred—. ¿Tú cómo estás al respecto?
—También estoy listo. Thomas ya me explicó muy bien todo lo que hay que hacer y la verdad, siento que todo está mucho más fácil esta vez. Esta vez ganaremos el caso, Liv.
Me ofrece una sonrisa la cual devuelvo con amabilidad.
—De eso no hay duda. —Ahora devuelvo la mirada hacia el papá de mi amiga—. Entonces, Thomas, tú dirás que hay que hablar.
Él se recarga con sus antebrazos sobre la mesa.
—En realidad creo que todo está listo. Cada uno tiene muy claro lo que debe hacer y decir. No creo que haga falta mucho. De hecho, yo pensaba cancelar esta reunión porque pensé que ya no era tan necesaria.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué no me lo dijiste entonces? Yo no tengo ningún problema en haber venido porque es mi hora libre, pero ustedes probablemente tienen cosas importantes que hacer.
Fred es quien toma la palabra.
—En realidad fui yo quien le pidió que no cancelara la reunión porque hay algo muy importante que debes saber.
—¿Qué sucede? Tiene algo que ver con el juicio, supongo.
Da un asentimiento y entonces lo dice.
—Kath me buscó ayer.
—¿Qué?
—Como lo oyes. Fue a buscarme a mi trabajo.
—¿Y para qué lo hizo? —pregunto con curiosidad.
—Quería convencerme de que testificara en tu contra.
La noticia me deja muy sorprendida.
—¿Es en serio lo que me estás diciendo?
—Muy en serio —afirma.
El enojo aumenta dentro de mí.
—¿Pero qué demonios tramaba? ¿Con qué cinismo se atreve a hacer algo así?
—Yo también quedé igual de sorprendido. No pensé que tuvieran tanto descaro para hacer algo como eso, porque quien está detrás de esa idea, sin duda, es Ronald —dice Thomas.
Niego con mi cabeza. Mis ojos vuelven a enfocarse en Fred.
—Es increíble que sean capaz de tal cosa, dime qué quería exactamente.
—Trató de convencerme para que cambie mi declaración. Quiere que manifieste que ya no estoy tan seguro de los sucesos que narré en el primer juicio. Sabe que con eso, la veracidad de mi testimonio que es tan importante podría ponerse en dudas, además, insinuó que planean alegar que tú posiblemente no te encuentras bien de la cabeza.
Lo miro algo confundida.
—¿De qué hablas?
—No me dijo nada acerca de eso exactamente, pero yo creo que intentarán hacer creer que estás traumada o algo así. Supongo que es respecto a que tienen la sospecha que dirás algo sobre haber visto a Ronald sin su silla de ruedas. Pretenden que todos crean que tienes alucinaciones.
Ya se por donde va esto.
—No sé por qué no me sorprende. Era obvio que esas eran las intenciones de Ronald al aparecerse de la nada y visitarme en la empresa. —Vuelvo a negar con mi cabeza—. Quieren insinuar que estoy loca. No lo puedo creer. Son unos malditos.
—Ellos son capaces de eso y mucho más, Liv. —Es Thomas quien habla de nuevo—. Sabemos muy bien que los tres están trabajando en conjunto buscando la manera de ganar y es muy obvio que están desesperados por hacer hasta lo imposible.
Sus palabras me dejan pensativa. De pronto recuerdo algo: los mensajes que recibí. Ahora más que nunca siento esa pequeña intuición de que haya sigo Kath quien me los envió. Seguramente yo saqué una buena conclusión, me los envió con el fin de chantajearme. Qué desesperados están.
Tenso mi mandíbula. No van a salirse con la suya. No importa qué carajos hagan, no me importa si intenta mover cielo y tierra con tal de joderme, no lo lograrán. No voy a permitirlo.
—¿Saben qué? Será mucho mejor de lo que había pensado —digo viéndolos a ambos, con una pequeña sonrisa—. Será tan agradable ver cómo salen con sus estupideces, diciendo que estoy fuera de mis cabales y que tengo alucinaciones, para luego nosotros callarles la boca de una vez, mostrando el video que tenemos de prueba.
—Justo eso pensé —dice Fred—. Kath lucía muy convencida de que podrían demostrar que tienes problemas mentales, pero no tiene ni idea de lo que les espera.
—No le dijiste nada sobre las pruebas que tenemos, ¿verdad?
Me mira con mucha seriedad.
—Por supuesto que no, Liv. Me ofendes.
Suelto un suspiro y lo veo un poco apenada.
—Perdóname, Fred, es solo que...
—Sí, ya sé que he hecho muchas estupideces —me interrumpe—, pero jamás te haría algo así. Jamás echaría a perder todo el trabajo que han hecho. Sabes muy bien que siempre te he apoyado con esto y ahora más que nunca estoy interesado en que tu pesadilla se acabe de una vez. Estoy contigo en esto, créeme —termina enfatizando.
—Lo sé, de nuevo perdona lo que dije. Sé que has sido una parte importante en todo este proceso y en verdad agradezco tu apoyo.
Le dedico una sonrisa y él me la devuelve con un notable cariño. Sí, ya sé que nuestra historia de amor fue una basura por su culpa, por ser un idiota, pero no puedo negar que a pesar de todo eso él ha sido un apoyo muy grande desde hace mucho tiempo.
—Bien, creo que todo está aclarado, ¿verdad? —pregunta Thomas. Fred y yo asentimos en respuesta—. Perfecto —continúa—, ahora, ¿pasamos a la comida? Porque la verdad tanta charla ya me dio hambre.
Una pequeña risa se me escapa.
—Claro que sí. Pidan lo quieran que yo invito el almuerzo.
—De ninguna manera —me contradice Fred—. Yo invito esta vez y tú a la próxima.
Enarco una ceja.
—¿Y cuándo será la próxima?
—Cuando festejemos el gane del juicio.
—Me agrada la idea —respondo sonriente.
Llamamos a un mesero para hacer nuestros pedidos y luego Thomas comienza una charla acerca de la futura celebración. Fred le sigue la corriente y de pronto terminan armando un gran evento.
Eran casi las dos de la tarde cuando salimos del restaurante. La verdad no sentí el tiempo. El almuerzo fue entretenido y agradable. Sé que voy un par de minutos tarde a Gold, pero no llevo prisa porque saqué la mayoría de pendientes en la mañana y es poco el trabajo que me queda.
Voy con la mirada clavada al frente mientras conduzco hasta que de pronto el sonido de mi teléfono me distrae. Es un mensajes, así que espero hasta llegar a un semáforo para sacarlo del bolso y revisar quién me ha escrito.
«¿Ya sabes quién soy?»
Frunzo el ceño cuando leo el mensaje. Proviene del mismo número desconocido de ayer. Tecleo una respuesta rápida.
«Creo que ya tengo una idea. ¿Por qué no me dices de una vez qué es lo que quieres?»
No sé si me estoy equivocando, pero con lo que me dijo Fred ahora, definitivamente estoy pensando que se trata de la inútil de Kath.
Reanudo la marcha en mi auto cuando el semáforo me da luz verde y segundos después recibo otro mensaje. Con mucha cautela decido revisarlo tratando de no distraerme demasiado.
«¿Por qué no nos vemos y te lo digo de frente?»
La propuesta me deja bastante pensativa. Si se trata de Kath, con mucho gusto quiero encararla de frente para saber qué estupideces está tramando, pero si se trata de alguien más, ya sea Corinne o peor aún, Robert Hoffman, la verdad me pongo un poco insegura de aceptar o no. No obstante, mis impulsos terminan dominándome y decido responder.
«Dime cuándo y dónde.»
La respuesta es inmediata.
«Ahora. Estoy en el restaurante Picasso Stone Flame. Esta es la dirección: 21 calle oriente, Blvd. Los Héroes, n°0544, S.S.»
Sé bien dónde es. Estoy a unos veinte minutos de ahí, así que decidida a ir, doblo hacia la derecha en la siguiente cuadra.
Durante todo el camino voy demasiado pensativa y hasta un cierto punto ansiosa. Sé que en momentos como este mi curiosidad puede hacerme una mala jugada, pero en verdad necesito saber quién está detrás de esos mensajes. Admito que he empezado a sentir un extraño presentimiento pero no sé de qué exactamente. Es como si mi sexto sentido me dijera que algo malo va a pasar.
Suelto un suspiro para intentar relajarme y me obligo a deshacerme de las malas sensaciones.
Al cabo de unos cuantos minutos más, estoy llegando al lugar que me han indicado. Estaciono mi auto, apago el motor y sin dudarlo tanto bajo de él para adentrarme al restaurante. No sé qué hacer realmente porque no sé quién se supone que me está esperando. Al entrar al local mis ojos buscan por todo el espacio esperando ver a Kath, pero no la veo por ningún lugar.
Estoy bastante tentada a preguntarle a algún mesero si alguien me está esperando. Quizá si le doy mi nombre sepa decirme, pero, ¿cómo le digo que vengo a verme con alguien pero no tengo una jodida idea de quién es?
Estoy casi por sacar mi teléfono para llamar al número del que he estado recibiendo los mensajes, cuando de pronto una voz femenina a mis espaldas me detiene.
—¿Olive Blair?
Frunzo el ceño. No reconozco esa voz.
Me giro lentamente para ver de quién se trata y al hacerlo quedo frente a una mujer. No sé quién es. Jamás la había visto. Es una castaña de ojos verdes, muy guapa, debo admitir. Luce muy elegante vistiendo un pantalón de vestir blanco y una blusa mangas largas de color vino. Trae tacones sin duda y por ello queda exactamente a mi altura.
Estoy sorprendida. Juro que esperaba encontrarme con alguien conocido, ya sea Kath, Hoffman, incluso pensé en Corinne; pero lo cierto es que no adiviné en absoluto. Estoy frente a una total desconocida.
Lo que más me inquieta es la manera en que me mira. Sus ojos me observan desafiantes mientras espera que responda a su pregunta; sin embargo, no me intimida en absoluto así que con toda la tranquilidad del mundo, afirmo:
—Si, yo soy Olive Blair. Tú eres quien me citó aquí, ¿verdad? —Suelto sin rodeos.
—Efectivamente —dice tan firme como yo.
—Pues bien, aquí estoy —digo, cruzándome de brazos—. ¿Vas a decirme quién eres y qué es lo que quieres?
Enarca una ceja, seguramente admirada por lo directa que estoy siendo, pero no me interesa. La verdad es que no pienso andar con rodeos en algo que ella ha iniciado y que necesito saber por qué.
Al cabo de unos segundos en silencio vuelve a hablar.
—Bien. Hablemos entonces. Ven conmigo.
Se da la vuelta y se hecha a andar en dirección a las mesas del fondo. Ya qué. Decidí venir ahora debo aceptar lo que diga. Termino siguiéndole hasta que llegamos a una mesa y nos sentamos.
La miro atenta esperando a que se digne a hablar de una vez, pero ella sigue limitándose a examinarme a detalle con la mirada. Hay algo detrás de la manera en que me mira, pero no logro descifrar qué es.
—En realidad eres muy bella —dice finalmente, con mucho recelo—. Ahora creo que entiendo muchas cosas.
La miro con impaciencia.
—Estoy aquí porque quiero saber quién eres, qué quieres y de dónde me conoces a mí y a Elliot, así que déjate de rodeos y habla de una vez.
Una sonrisa extraña se forma en sus labios.
—¿Segura que quieres saber?
Me limito a dedicarle una mirada molesta. Está tratando de hacerse la misteriosa y eso me disgusta. No va conmigo. A mí me gusta que las personas sean directas. Es ridículo que le esté dando tantas vueltas a todo este asunto.
Al cabo de unos tediosos segundos, se yergue en su lugar y me mira con mucha firmeza al hablar.
—Bien, si eso quieres, pues voy a presentarme. Yo soy Bianca Reynolds.
Es sorprendente el efecto inmediato que me causan sus palabras. Algo frío me baja de la cabeza a los pies. Mi corazón se acelera y de pronto siento un nudo en el estómago, advirtiéndome de algo malo. Mi cabeza no deja de repetir una y otra vez su nombre.
Bianca Reynolds. Bianca Reynolds. Reynolds. Se apellida Reynolds.
Tengo muchos pensamientos a la vez, demasiadas teorías, demasiados sentimientos que se mezclan dentro de mí provocándome una extraña sensación asfixiante. Sin embargo, Una sola pregunta sale de mis labios.
—¿Quién eres?
Me mira desafiante.
—Yo, querida, soy la esposa de Elliot Reynolds.
Siento como si me dejaran caer encima un balde de agua fría. Sus palabras me atraviesan el pecho como un cuchillo que se encaja hasta lo más profundo de mí. Siento el dolor punzante en el corazón que me arrebata el habla, la respiración y quizá hasta la vida.
No puede ser. Debo estar alucinando. Debo haber escuchado mal. ¡Eso no puede ser cierto!
¿Que es su esposa? ¿Ella es su esposa?
Otra punzada de dolor agonizante.
Elliot está... ¿casado?
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