Capítulo 56 | Elliot
Suelto un suspiro cansino mientras me aflojo el nudo de la corbata para quitármela. Luego desabotono las mangas de la camisa y las subo hasta los codos. No me importa lucir desgarbado. De todas maneras ya son pasadas las cinco así que mi jornada ha terminado.
Camino hacia la mesita que está en la esquina, con la clara intención de servirme un trago. Solo uno. Lo sirvo, me llevo el vaso a la boca y me lo bebo todo de una vez. Me quedo sosteniendo el vaso cerca de los labios mientras clavo mi vista en algún punto al frente pensando en todo y nada.
¡A la mierda! Un trago no me basta en estos momentos.
Necesito tomarme una botella entera. Quizás eso necesito para armarme de valor e ir con Olive y decirle todo de una puta vez. Me la he pasado todo el día evadiendo la maldita conversación. En la mañana le dije que había algo muy importante que quería hablar con ella, pero aparte de que casi no hemos tenido tiempo libre, lo cierto es que yo no he intentado hacer espacio en absoluto.
Todavía sigo dándole una y mil vueltas al asunto. No encuentro la manera para decirle. No tengo el valor. No cuando mi mente no deja de torturarme una y otra vez con el resultado: perderla.
Me sirvo el otro trago y vuelvo a echármelo todo a la boca. Maldito alcohol. Ahora sí lo necesito para que saque toda la sinceridad de mí como suele hacerlo siempre.
Estoy a punto de servirme más whisky cuando de pronto escucho unos pequeños golpes en la puerta y me detienen.
—¿Quién? —mascullo en voz alta para que quienquiera que sea pueda escucharme.
—Tu jefe —contesta el idiota.
Ruedo los ojos. Me acerco a mi escritorio para presionar el pequeño botón que automáticamente le quita el seguro a la puerta y al instante Jared entra a la oficina con una expresión tranquila, pero cuando ve el vaso en mi mano, esta cambia de inmediato.
—¿Estás bebiendo? —pregunta al tiempo que cierra la puerta detrás de él.
—No —ironizo—, solamente estoy sosteniendo el vaso porque quiero.
Vuelvo a acercarme a la mesita solo para tomar la botella y llevarla conmigo al escritorio. Me siento en la silla de cuero y comienzo a servirme otro trago.
—Ya decía yo que algo te traes —dice sentándose al frente—. ¿Tiene algo que ver con lo que fuiste a hacer ayer?
—Tiene todo que ver.
—Te he notado muy mal todo el día, Reynolds. Necesitamos hablar.
—No tengo ganas de hablar.
—No me importa —dice alterándose un poco—. Yo sí necesito saber qué pasa porque eso también me incumbe a mí, ¿o ya lo olvidaste?
Ruedo los ojos y me llevo el vaso a la boca para darle un trago.
—Escúchame, Elliot, sabes muy bien que más allá de que tu situación me importe porque eres mi mejor amigo, también me importa porque estoy involucrado en esa mierda. ¿Ya se te olvidó que no eres el único que tiene algo que perder? —Me mira con enojo mientras niega con la cabeza—. Yo también he trabajado arduamente en esta empresa durante dos malditos años, Reynolds. Yo también he velado por posicionarla donde está y también la considero como mía. Así que no esperes que esté tranquilo si tu situación con los Harper se va a la mierda y te la quitan.
Suelto un largo suspiro.
—Discúlpame, hermano. Sé que tienes toda la razón y todo el derecho a preocuparte. Tú sabes que estoy muy agradecido por la manera en que me has apoyado todo este tiempo y sé cuán importante es Gold para ti.
—¿Entonces vas a decirme qué pasó? —pregunta todavía medio molesto.
—Hablé con Bianca —comienzo a contarle—. La enfrenté, le mostré las fotografías y le dije lo que quiero.
Enarca una ceja.
—¿Y?
—Accedió a lo que pedí. Será ella quien me pida el divorcio y con ello perderá las acciones que tiene a su nombre. Los términos serán tal y como los habían establecido.
—¿Y cómo le hará ella para que su padre no sospeche que tú estás detrás de todo? Digo, porque luego de todo este tiempo de ella fingiendo ser la feliz esposa que está perdidamente enamorada, será extraño que de pronto quiera divorciarse.
Hago un desdén con mi mano.
—Ese es problema de ella. Le dejé muy claro que no me importa cómo demonios lo consiga, pero tiene que hacerlo. No tiene más opción que darme mi libertad a la brevedad posible.
—Con las fotografías que tienes, está atrapada —dice cruzándose de brazos—. Sabe muy bien que le conviene mejor perder ese treinta por ciento de acciones en una empresa que ni es de su familia, en lugar de perder toda su herencia si su padre se entera de lo que ha hecho.
—Eso fue lo que le dije. Sabemos muy bien que si George mira esas fotografías, es capaz de dejarla sin nada.
—La tienes en tus manos. Por fin conseguirás lo que quieres.
Un asentimiento es mi única respuesta. Mientras tanto me termino lo que queda de whisky en el vaso.
—¿Y entonces? —Vuelve a hablar.
—¿Qué?
—¿No deberías estar feliz? —Enarca una caja y añade—: Porque no te ves nada feliz, eh.
—Todavía no puedo cantar victoria, Jared. No hasta que tenga los papeles del divorcio firmados.
Se pasa una mano por la barbilla en un gesto pensativo.
—Hay algo más que te tiene preocupado, ¿no es así?
Tenso la mandíbula y bajo la mirada.
—Es ella, Jared. Es Olive.
—¿Qué pasa con ella?
—¿Que qué pasa con ella? —pregunto exaltado, viéndolo de nuevo—. Que tengo que decirle la verdad, Jared. Eso pasa. Tengo contarle que estoy casado y que le he metido todo este tiempo, y no sé cómo demonios hacer eso porque te juro que jamás me había sentido como un maldito cobarde.
Apoyo los codos sobre el escritorio y termino cubriéndome el rostro con las manos, mientras suelto un gruñido de frustración.
—No. No —niego varias veces con mi cabeza—. No tengo el valor, maldita sea.
Le escucho soltar un suspiro.
—Créeme que en verdad me siento mal por ti, hermano. Sé que es algo demasiado frustrante. Creo que yo más que nadie era quien deseaba verte con una mujer como Olive. Una que te hiciera feliz, que te cuidara, que te hiciera bien. Alguien con quien pudieras ser tú mismo, pero sobre todo que tú amaras de verdad.
—Sí, claro, y ahora yo mismo me encargaré de alejar a esa única mujer que he podido amar, cuando le diga toda la verdad —lo interrumpo. Me descubro el rostro y lo miro con angustia—. Va a odiarme, Jared, y tendrá toda la razón del mundo. Me va a enviar a la mierda, no querrá verme más y yo tendré que aceptarlo y dejarla ir aun cuando eso...
Vuelvo a bajar la mirada sintiéndome incapaz de continuar y es él quien termina lo que yo pensaba decir.
—Aun cuando eso signifique romperte el corazón por primera vez.
No podría ser capaz de decir cuánto me afectan esas palabras. Ni siquiera soy capaz de decirle nada, solo sé que tiene toda la razón en lo que ha dicho. Un extraño escozor me atraviesa el pecho, haciéndome sentir algo verdaderamente incómodo e insoportable. Puta suerte la mía. Qué maldita ironía me ha dado la vida. La primera mujer que me romperá el corazón, será la primera mujer a la que decidí entregárselo, pero me lo merezco. Por imbécil.
No puedo decir que soy una víctima inocente cuando sé muy bien que yo también voy a lastimarla. Quizá mucho más de lo que me pueda imaginar. Seré otro hijo de puta más en la lista de personas que le han hecho daño y era lo que menos quería. Yo mismo dije hace un tiempo que ella no merecía sufrir más, pero había olvidado que quizás un día ella sufriría por mi culpa.
Todo fue, es y será mi maldita culpa.
Niego con mi cabeza.
—No debí dejar que todo esto pasara. Debí haberte hecho caso cuando me dijiste tantas veces que tuviera cuidado, que no me arriesgaría a enamorarme. —Tenso la mandíbula—. Jamás debí permitir que esto llegara a tanto.
—Respóndeme algo, Elliot —dice con firmeza—. ¿Te arrepientes de haber conocido a Olive? ¿Te arrepientes de haberle permito convertirse en alguien importante?
Comienzo a negar con mi cabeza ante cada pregunta. Todavía más desesperado cuando él continúa insistente.
—Dime, Elliot: ¿Te arrepientes de sentir algo por ella? ¿Te arrepientes de amarla?
—No, no lo hago, maldición —respondo alzando la voz, consiguiendo callarlo.
Nos quedamos algunos segundos en silencio. Tomo una inspiración profunda intentando calmarme y me paso una mano en el rostro, para luego volver a hablar.
—No me arrepiento de nada, más que de no haberle dicho la verdad antes.
—Escucha, Elliot, será difícil, pero será mejor que se lo digas cuanto antes. Estoy seguro que si le explicas todo a Olive ella tratará de entenderte.
Niego con mi cabeza de inmediato.
—No, Jared. ¿Qué tendría que entenderme? Fue una estupidez lo que hice y no voy a mentir. Le diré que me casé con una mujer que no amaba solo por el maldito orgullo de recuperar lo que era mío. Pude haber buscado más opciones pero solo fui un imbécil que tomó el camino fácil y ella va a reprocharme eso.
—Sí, hiciste muy mal. Tomaste malas decisiones, ¿pero y quién no las toma alguna vez en su vida? No te tortures antes de tiempo. Yo sé que Olive no te juzgará, hermano.
—Quizá no me reproche por lo que haya hecho, pero sí por la mentira. Ella ha tenido tanta confianza en mí. Ha sido muy sincera hasta en las cosas más difíciles de su vida y cree que yo también he sido sincero.
—Pero lo has sido en cierto modo —recalca como si con ello intentara hacerme sentir bien.
—Ya sé que le conté mi triste y terrible pasado, pero no el presente que me atormenta.
—Pero ya no te atormentará más porque estás a punto de librarte de los Harper —insiste en tratar de hacerme sentir bien. Suelta un suspiro cansino—. Ya de nada te sirve estarte lamentando, así que escúchame bien. Enfrenta las cosas de una vez y asume las consecuencias, sean cuales sean. Tu obligación es hablar con Olive y decirle la verdad.
—Ya sé —mascullo entre dientes.
—Entonces hazlo —dice al tiempo que se pone de pie, rodea el escritorio y termina de pie a mi lado—. Quizá no sea tan tarde para ser sincero, pero debes serlo sin esto —añade tomando la botella de whisky para luego ir y dejarla sobre la mesita.
—Deja la botella aquí —protesto.
—No la necesitas. Lo menos que debes hacer ahora es ponerte una borrachera. Compórtate, Reynolds.
Entorno los ojos.
—Ya pareces Margaret cuando me sermonea.
El idiota ríe burlonamente pero antes que pueda decir alguna otra cosa, alguien llama a la puerta.
—¿Puedo pasar, Elliot?
Es Olive y admito que me sorprende que venga justo en este momento. Jared me dedica una mirada acusadora.
—Señal del destino para que hables con ella justo ahora.
—Será luego porque seguramente viene a decirme que ya se va —digo al tiempo que me pongo de pie.
—Pero sí hablarás con ella hoy, ¿verdad? —insiste.
—Sí, trataré de hacerlo —respondo de mala gana.
Rápidamente dejo todo en orden en la oficina, tomo mi saco y camino detrás de Jared hacia la puerta. Justo cuando la abre queda de frente con Olive.
—¿Todavía están trabajando? Perdón si vine a interrumpirlos —dice un poco apenada.
—No te preocupes. Justo vamos de salida —responde él, luego se gira para verme—. Hasta mañana, jefecito.
Niego con mi cabeza al tiempo que le doy un pequeño empujón para que salga de una vez.
—Hasta mañana, Olive —dice cuando pasa a su lado.
—Hasta mañana —responde ella con una sonrisa.
Salgo de la oficina cerrando la puerta detrás de mí. Justo entonces ella voltea a verme, pero soy yo quien habla primero.
—Supongo que ya ibas de salida.
—Sí, pero venía a tu oficina porque hay algo que quiero hablar contigo.
Frunzo el ceño.
—Dime qué es.
—Me gustaría que lo hablemos en otro lado.
No sé qué quiera hablar conmigo, pero sí sé que lo mío es urgente así que sí debemos hablar, por lo tanto aceptaré lo que pida.
—¿Qué propones?
Me sonríe ampliamente.
—¿Qué te parece si vamos a mi apartamento? Podemos pedir algo para cenar y luego charlamos tranquilamente.
Me lo pienso durante algunos segundos pero al final acepto.
—Vamos entonces.
Sonríe complacida y juntos hacemos nuestro camino a la salida. Ella está feliz por que pasaremos tiempo juntos, pero yo me siento ansioso hasta la mierda.
Hace casi una hora que llegamos al departamento de Olive. Pedimos comida a domicilio, cenamos y conversamos un par de cosas, pero estoy seguro que no lo que realmente debíamos. Sin embargo, pienso esperar que ella hable primero, porque lo cierto es que yo no tengo una jodida idea de cómo comenzar con lo mío.
Estoy recargado contra el respaldar de la cama mientras espero a que ella venga. Al cabo de unos minutos aparece por la puerta ya lista con su bata para dormir.
—Qué día más estresante —se queja mientras se acerca.
—Estoy de acuerdo con eso —digo haciendo una mueca de cansancio.
Se sube a la cama y se acomoda a mi lado, quedando sentada igual que yo.
—¿Y sobre qué querías hablar? —pregunto con curiosidad.
—Ahora me sucedió algo muy extraño —dice con la mirada clavada en su celular.
—¿Qué te sucedió?
—Recibí unos mensajes en mi teléfono de un número desconocido.
No sé por qué pero su respuesta me causa una sensación extraña.
—¿Qué tipo de mensajes?
—Pues míralos tú mismo —dice al tiempo que me extiende su teléfono.
Juro que me siento ansioso. No sé qué vaya a ver. Mi mente ya está imaginando demasiadas cosas; sin embargo, me animo a tomar el teléfono y revisar esos mensajes.
Son tres mensajes y una fotografía. Los leo uno por uno, sintiéndome confundido pero todavía más cuando veo mi fotografía.
—¿Qué carajos es esto? —Levanto mis ojos para verla.
—No sé qué clase de broma es esta, pero el hecho es que me preocupa un poco que alguien te haya estado siguiendo y te haya tomado esa fotografía.
Frunzo el ceño y vuelvo a darle otra ojeada. Agrando la imagen para tratar de verla con más atención.
—Parece que es en la entrada de Gold, pero no estoy seguro. —Niego con mi cabeza al tiempo que le devuelvo el teléfono—. ¿Tienes alguna idea de quién puede ser?
Hace un pequeño gesto de duda.
—Creo que tengo un par de personas en mente.
—¿Quiénes?
—En primer lugar —dice—, creo que podría ser Kath.
—¿La hijastra de Ronald?
Asiente.
—Es que ese mensaje que dice: no te saldrás con la tuya, no sé pero me huele a que se podría referir al juicio. Quizá me está advirtiendo que siguen con la idea de hacer hasta lo imposible por ganar.
Me cruzo de brazos.
—Pero, ¿qué tendría que ver yo en todo eso?
—Pues yo estaba pensando que si de alguna manera ella se enteró de lo nuestro y cree que podría no sé, chantajearme con exponerlo o algo así, aunque la verdad no veo en qué cree que me afectaría.
—Creo que no me convence del todo que sea ella —digo vacilante—. ¿En quién más has pensado?
—Robert Hoffman.
—¿Qué?
—Recuerda que justo ahora estamos peleando por la campaña de Apple y quizá me está diciendo que esta vez no ganaremos como lo hicimos con Summer Time. Que esta vez no me saldré con la mía porque yo le aseguré que lo haría de nuevo. —Suelta un suspiro un poco frustrado—. Y lo de tu fotografía puede que sea porque descubrió que tenemos algo y quiera buscar la manera de arruinar nuestra reputación diciendo que es un amorío secreto o algo así.
Me quedo pensativo durante algunos segundos. La verdad que sí le encuentro algo de lógica a lo que dice. Creo que yo también me inclino más porque sea ese imbécil.
—Creo que tienes razón —digo negando con mi cabeza—. Seguramente el hijo de puta se debe sentir muy molesto porque tú nunca le hiciste caso y a mí sí. Creo que quizás está buscando arruinar nuestra imagen, porque aunque lo nuestro no es un amorío sino algo formal, igual sería un gran escándalo.
—Obviamente. ¿Te imaginas todos los periódicos y revistas hablando de ello? —Extiende sus manos hacia el frente como si mostrara algo en el aire—. Elliot Reynolds, el joven y millonario dueño de Gold Grup Publicity tiene un romance secreto con su directora creativa.
—Bueno eso no se oye tan mal, ¿verdad? —pregunto tratando de contener una sonrisa—. Para mí sería un honor que todos sepan que soy el feliz afortunado de salir contigo.
Me dedica una mirada graciosa con sus ojos entrecerrados.
—Elliot.
—¿Qué?
—Enfoquémonos en el asunto y el asunto es que sabemos que de alguna u otra manera eso podría afectar un poco a la imagen de la empresa, ¿no crees?
—Sí y probablemente eso sea lo que estaría buscando ese idiota, pero te aseguro que no podrá hacer nada.
—Bueno, esperemos que no —dice haciendo un pequeño encogimiento de hombros.
La miro en silencio durante algunos segundos tratando de adivinar sus pensamientos porque justo ahora creo que luce bastante pensativa.
—Tienes a una tercera persona en mente como sospechosa, ¿no es así? —Se limita a dedicarme una mirada que la delata, así que pregunto—: ¿En quién más has pensado?
—¿Corinne Mayer? —dice dudosa.
—La verdad es que ni siquiera me recordaba de ella.
—Pero podría ser, ¿verdad?
—Podría ser, aunque realmente sigo pensando que es Hoffman. —Me paso la mano por el cabello—. Supongo que habrá que buscar la manera de confirmarlo.
—¿Y tú no tienes algún otro sospechoso en mente?
Bianca, pienso de inmediato. Por supuesto que estoy sospechando de ella, pero no quiero creer que sería capaz, porque de ser así, yo estaría en graves problemas. De ninguna manera puedo permitir que ella se me adelante y le cuente todo a Olive. Eso sería fatal.
—Estaba pensando en George Harper —miento—, pero él no es un hombre que haga ese tipo de cosas. Como sea, voy a ponerme a trabajar en averiguar sobre esos mensajes —digo soltando un suspiro cansino.
Ella recarga su cabeza sobre mi hombro.
—Seguramente tienes un sinfín de cosas en qué pensar y yo estoy cargándote más. Perdón, quizá no debí decirte nada sobre esos mensajes.
—No podías quedarte sin decírmelo —digo con un tono severo—. A mí me interesa todo lo que te pase, así que jamás pienses que debes callarte ese tipo de cosas solo porque crees que tengo muchas cosas más en que pensar. Tú me importas más.
Levanta su cabeza y me mira con ternura.
—Eres un amor, Elliot. Gracias por preocuparte por mí y decirme que te importo.
—Pues claro que me importas —reafirmo.
Su sonrisa se ensancha y antes que pueda procesar sus movimientos, termina ubicándose a horcajadas sobre mí. Todo pasa tan rápido. Sus brazos rodean mi cuello para acercarme y termina plantando sus labios sobre los míos.
¡Mierda!
Durante todo el día había deseado tanto poder besarla. Moría de ganas, pero no había podido hacerlo y sé que no debería hacerlo ahora, porque en lugar de ello deberíamos empezar a hablar sobre mi problema. Debería empezar a contarle todo y no dejarla besarme de este modo, pero no puedo resistirme.
Mis manos estrechan su cintura para pegarla más a mi cuerpo al tiempo que mis labios buscan moverse con más urgencia sobre los suyos. No sé por qué siento que tenía tanto tiempo sin probar su boca. No sé por qué tengo el maldito presentimiento de que debo aprovechar besarla porque puede que esta sea la última vez.
Cuando ella separa nuestros labios deja su frente unida a la mía y suelta un largo suspiro.
—No sabes cuánto había deseado besarte desde que llegaste esta mañana.
—Yo también —digo con la voz enronquecida.
Ella acerca sus labios a mi oído para susurrarme de cerca.
—Ahora también estoy deseando otra cosa, Elliot.
Juro que sus palabras me hacen tragar grueso. Había olvidado el efecto que ella puede causar en mí, con solo sus palabras. Por si fuera poco, sus labios comienzan a besar lentamente mi cuello provocando que una sensación electrizante me recorra entero. Me pone duro en cuestión de segundos. Es imposible controlar las reacciones involuntarias de mi cuerpo.
—Olive, para —gruño tensando la mandíbula.
Ella no obedece. Sigue con los ardientes besos que me hacen desear más, pero sé que no debo. No debería.
Intento apartarla, pero ella no cede y mi resistencia se está yendo a la mierda.
Jared va a matarme por no haber hablado con ella. Yo voy a maldecirme luego por no haber hablado con ella, pero también voy a maldecirme si miento y digo que no quiero esto. Que no lo deseo, que no lo necesito.
Necesito hacerla mía esta noche, quizá por última vez.
Ante ese pensamiento, preso del deseo, mi boca vuelve a buscar la suya para devorarla con fiereza. Un dulce gemido escapa de su garganta provocándome todavía más. Mis manos acarician sus caderas, su cintura y sus costados. Las suyas se enredan en mi cabello tirando de él, provocando que un gruñido retumbe en mi pecho.
Comienzo a soltar las cintas de su bata con una gran urgencia por desnudarla. Termino sacándole la prenda con facilidad e inmediatamente comienzo a deleitarme acariciando su piel mientras mis labios descienden a su mandíbula y luego a su cuello.
—No sabes cuánto extrañaba sentir tus caricias —dice echando su cabeza hacia atrás—. Mi cuerpo te ha extrañado demasiado, Elliot.
—El mío también te ha extrañado demasiado. Siento que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te hice mía.
—Entonces no esperes más. Hazme tuya. —Sus labios vuelven a buscar los míos y pide con urgencia—. Fóllame, Elliot.
De un movimiento rápido invierto nuestras posiciones hasta que la acuesto sobre el colchón dejándola bajo mi cuerpo y me ubico entre sus piernas.
Dejo de besarla solo para alejarme y verla a la cara.
—Esta noche no voy a follarte, preciosa. Está noche quiero hacerte el amor.
—Entonces hazme el amor, Elliot —suplica jadeante.
No la hago esperar más. Mis labios descienden de nuevo a su cuello luego a sus clavículas y termino disfrutando de la piel expuesta de sus pechos. Su espalda se arquea cuando mi mano ahueca uno de ellos por encima del sujetador. Pequeños gemidos brotan de sus labios endulzando mis oídos.
Continúo con la estela de besos bajando por sus costillas hasta su abdomen y más abajo. Mis labios recorren su vientre dejando pequeños besos justo donde está el borde de sus bragas mientras mis manos acarician sus muslos. Me encargo de besar cada centímetro de su piel con dulzura y cariño. Quiero que cada parte de ella quede grabada en mi mente y quiero que cada beso mío quede tatuado en su piel. Quiero hacerle el amor de una manera especial.
—Elliot —gime tirando de mi cabello cuando mi nariz roza su feminidad—, déjame sentirte dentro de mí. Por favor, no me hagas esperar más.
Quisiera tardarme toda una eternidad llenándola de besos y caricias, pero mi cuerpo comienza a sentirse demasiado necesitado. Mi polla ansía hundirse en ella y disfrutarla ya, así que termino cediendo.
Me encargo de desnudarla por completo y luego me bajo de la cama para desvestirme yo también. Busco un preservativo en la gaveta donde siempre los guarda, rasgo el envoltorio con los dientes y luego trabajo poniéndomelo con lentitud bajo su deseosa mirada.
Una vez listo vuelvo a la cama y me ubico de nuevo entre sus piernas, justo en su entrada. Sus manos ahuecan mi rostro y me acercan para besarme mientras lentamente comienzo a deslizarme en su interior. Ambos gemimos al mismo tiempo disfrutando de la sensación placentera.
Nuestro beso se vuelve lento al igual que los movimientos que comienzan a hacer mis caderas para chocar con las suyas. Disfruto cada que me deslizo dentro y fuera de ella. Disfruto su humedad, su estrechez y su calor. Ella me encanta demasiado.
Cada minuto que pasa se siente maravilloso. Mientras le hago el amor a la mujer que amo, me olvido de todo lo demás. No existe nada ni nadie más que nosotros. Al menos por este momento desaparece mi miedo a perderla porque justo ahora la siento más mía que nunca. Estando bajo mi cuerpo, sudando y gimiendo mi nombre cada la embisto, se siente tan mía.
—Te amo, Liv —digo con la voz jadeante.
Puedo sentir cómo sonríe contra mis labios.
—Dicen que si alguien te dice te amo mientras tienen sexo, puede que sí sea algo muy real.
Su comentario me parece extraño pero también me causa gracia.
—Pues yo te estoy diciendo te amo mientras te hago el amor y déjame decirte que es muy real, así como todas las demás veces que te lo he dicho.
Un jadeo se le escapa cuando empujo un poco más en su interior. Muevo mi rostro y acerco mis labios a su oído.
—Yo te amo, preciosa. Te amo como nunca amé a nadie y como nunca amaré a nadie más. Eso te lo juro.
Su brazos me envuelven en un fuerte abrazo mientras también me susurra al oído.
—Yo también te amo como no tienes idea, Elliot.
—Quiero escucharte decirlo de nuevo —digo con la voz profunda—, pero que lo digas mientras te corres.
Mis embistes se vuelven más profundos y constantes, haciéndola jadear una y otra vez.
—Ah, Elliot —gimotea con urgencia.
—Vamos, Liv. Dímelo de nuevo —pido casi en una súplica—. Di que me amas.
Continúo con las estocadas ansioso por escucharla y por acabar de una vez.
—Te amo, Elliot. Te amo —suelta entre gemidos.
Su cuerpo entero se estremece al alcanzar el orgasmo provocando que al instante me corra yo también. Inhalo aire entre dientes tensando la mandíbula y me quedo con los ojos cerrados durante algunos segundos.
Finalmente me salgo de ella y me dejo caer a su lado, pero al instante ella busca pegarme a su cuerpo abrazándola. Mi rostro su hunde en el hueco entre su cuello y su hombro y me quedo así, como un chiquillo buscando su calor.
Este es el lugar donde yo pertenezco: a su lado. Yo soy más suyo que nunca y pase lo que pase, no dejaré de serlo.
Conforme pasan los minutos, la pesadez va invadiéndome poco a poco. Sus manos hacen pequeñas caricias en mi espalda consiguiendo que me relaje demasiado. Voy a quedarme dormido en cuestión de un par de minutos.
Liberarme de toda la tensión, el estrés y el cansancio que me cargaba, me hace sentirme demasiado liviano. La inconsciencia va apoderándose de mi cuerpo poco a poco hasta sumirme en un profundo sueño en los brazos de mi amada Olive.
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