Capítulo 53 | Elliot
¡Mierda! Juro que jamás mi corazón había latido así de deprisa. Siento que casi se me sale del pecho. Me siento nervioso, ansioso, eufórico y no sé qué demonios más. Son demasiadas las emociones en este preciso momento por lo que acabo de confesar.
He dicho que la amo y se lo he dicho de frente, viéndola a los ojos y con el corazón en la mano. Esto ha sido sincero. Ha sido real. Lo más real que he dicho en mi puta vida y ya no me importa confesar abiertamente lo que siento por ella. Juro que sería capaz de gritarlo a los cuatro vientos sin que me importe nada ni nadie, porque de ahora en adelante estoy completamente seguro que Olive Blair es la mujer que amo y que estoy dispuesto a todo por ella.
Estoy seguro que mis palabras la han dejado demasiado impactada, ya que al principio sus labios no corresponden mi beso, pero al cabo de unos segundos puedo sentir cómo se relaja y sus labios comienzan a moverse lentamente envolviéndome en una nueva oleada de sensaciones inexplicables pero agradables.
Me siento demasiado bien. Es como si me hubiese liberado de algo. Decir esas palabras en voz alta era una lucha interna que tenía casi a diario y haberme atrevido a decirlas se siente demasiado liberador.
Poco a poco mis labios detienen el beso para luego quedarme muy quieto, con mi frente unida a la suya mientras trato de regular el latir desbocado de mi corazón. Suspiro y abro los ojos al mismo tiempo que ella.
—Ahora todo de mí te pertenece, Olive.
—¿Qué? —pregunta casi en un susurro.
—Te pertenecen mi pensamientos, mis suspiros, los latidos de mi corazón y ahora también te entrego el primer te amo de mis labios. —Mis dedos pulgares hacen suaves caricias en sus mejillas y suspiro—. Te has adueñado por completo de cada parte de mí. Te pertenezco, Olive.
Sus ojos brillan cargados de un centenar de sentimientos. Me mira con fascinación y cariño. Me mira con... amor.
—¿Quieres saber algo? —pregunta con la voz suave.
—Dime.
—Creo que estoy soñando. Nunca pensé que yo me convertiría en la primera mujer que llegarías a amar y te juro que no tienes una idea de cómo me siento respecto a eso. Es que esto es tan irreal para mí.
—Pero sí crees todo lo que te he dicho, ¿verdad? —pregunto con algo de inseguridad.
—Por supuesto que sí —responde de inmediato—. Claro que te creo, ¿y quieres saber otra cosa?
Simplemente asiento. Sus manos apartan las mías de su rostro y luego las lleva hasta su cintura para que la abrace.
—Yo también te pertenezco, Elliot, y quiero que sepas que tú también has sido capaz de despertar muchos sentimientos dentro de mí.
Creo que ya sé qué es lo que quiere decirme y la sola idea provoca que mi corazón se acelere de nuevo.
—Entonces, ¿me estás diciendo que tú...? —dejo la pregunta a medias, sintiéndome algo inseguro.
—Sí, Elliot —dice con seguridad—. Te estoy diciendo que yo también creo que te amo.
Estrecho su cintura con más fuerza, dejándola pegada a mi cuerpo por completo.
—Repítelo.
—Te amo.
Su reacción vuelve a ser tierna cuando lo dice. Una sonrisa nerviosa se forma en sus labios y sus mejillas se sonrojan.
—Ay, Dios —exclama cubriendo su rostro con las manos.
—¿Qué? —Pregunto un poco divertido.
Ella no me responde. Lo único que hace es pegar su frente a mi pecho para tratar de ocultarse, lo cual me causa más gracia.
—Olive. —Trato de alejarla pero se resiste—. ¿Qué sucede?
—Me siento como una adolescente —dice atreviéndose a salir de su escondite—. Me siento nerviosa. Nunca pensé que te diría algo así.
Sonrío enternecido por el comentario.
—Pues a mí me encanta cómo suenan esas palabras en tus labios, ¿me las dices de nuevo?
—Ya, Elliot —chilla dándome un pequeño empujoncito—. Solo conseguirás que me sonroje mucho más.
Una pequeña risa se me escapa lo cual consigue que ella sonría también aunque claramente noto cómo intenta ocultarlo.
De pronto, por el rabillo del ojo capto movimiento detrás de nosotros y me doy cuenta que son los meseros quienes empiezan a servir la cena.
—¿Vamos a la mesa? —pregunto dándole una sonrisa.
—Claro.
—Después de usted, señorita Blair —digo haciendo de señas para que camine delante de mí.
—Qué amable.
Antes que se aleje me acerco lo más que puedo a sus espaldas para susurrarle al oído.
—Es que eso me dará una magnífica vista de tu trasero.
Voltea el rostro de inmediato viéndome con una expresión realmente divertida.
—Tenías que ser Elliot. Ya me extrañaba que únicamente estuvieses siendo romántico y cursi.
Le guiño un ojo.
—Es que creo que le falta mi toque pervertido a la noche.
—Tal vez —dice—, pero primero hay que cenar, ¿te parece?
La miro con mucha malicia.
—Claro. Luego pasamos al postre
—Quita esa cara, ¿quieres? —me reprende dándome un pequeño codazo y luego se echa a andar.
Empiezo a caminar detrás de ella mientras me defiendo con fingida inocencia.
—¿Qué? Yo solo hablaba de algún postre del menú. No sé, tal vez una porción de pie o quizás un mousse de chocolate. —Suelto una pequeña risa—. Que tu mente sea pervertida y hayas pensado otra cosa no es mi culpa.
—No estaba pensando nada —masculla.
—¿Segura?
Me dedica una mirada maliciosa sobre su hombro.
—Bueno, ahora puede que sí esté pensando algo.
—¿Y no vas a decirme qué?
Me guiña un ojo.
—No hasta después de la cena.
No dice más y se adelanta hasta llegar a la mesa y observar curiosa todo lo que los meseros están terminando de servir.
Vaya, vaya. Ahora parece que estoy ansioso por acabar la cena y pasar al postre. Siempre y cuando el postre sea su hermoso cuerpo.
**~**
Salgo del elevador acomodándome las mangas del saco. Paso frente a la recepción saludando a Sarah y sigo directo a las puertas dobles para pasar a la siguiente sala.
Hay un ajetreo total. Hoy es uno de esos días en los que hay mucho movimiento aquí en Gold. La entrega de la mayoría de proyectos que tenemos pendientes, se programó casi para la misma fecha, por ende hemos tenido que trabajar en muchas cosas a la vez. Han sido unas semanas bastante estresantes, he de admitir. El trabajo lo distribuimos muy bien entre Olive, Jared y yo, pero estoy seguro que ninguno ha tenido menos trabajo que el otro.
Justo ahora, Olive se encuentra fuera cubriendo una rueda de prensa con los de Mecaservice. Reviso la hora en el reloj de mi muñeca. Son las 10:07am. Seguramente ya casi está por terminar, así que voy a llamarle.
Justo cuando saco mi teléfono para hacer la llamada antes de entrar a mi oficina, Mandy me aborda.
—Elliot, tienes visita.
Frunzo el ceño y volteo de inmediato.
—¿Quién?
Ella abre la boca para responder, pero justo entonces veo quién aparece a sus espaldas.
—Hasta que te dignas en aparecer —exclama con fingido disgusto.
—Perdona, Miller, pero sabes que siempre tengo demasiadas cosas por hacer.
—Y tú sabes que siempre te conviene tener tiempo para recibir mis visitas —dice adoptando una expresión seria—. Tenemos que hablar.
Eso basta para entender que seguramente tiene noticias sobre el caso. Le doy un asentimiento y luego clavo mi vista en Mandy.
—Estaré en mi oficina. No quiero ni llamadas ni visitas hasta que yo te avise, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —dice con un asentimiento. Luego nos mira a ambos—. Con permiso.
Se da la vuelta para marcharse y claramente veo cómo el idiota de Davis le da una buena ojeada con esa expresión que conozco muy bien.
—Ni se te ocurra, Miller —digo dándome la vuelta para abrir la puerta con mi tarjeta.
—¿Por qué? No me digas que ya te acostaste con ella también —masculla a mis espaldas.
—No seas idiota. —Lo miro mal—. Ella es asunto de Jared.
Entro a la oficina. Davis me sigue cerrando la puerta detrás de él e inmediatamente comienza a indagar un poco sobre lo que he dicho.
—Con que asunto de Jared, ¿eh?
Un asentimiento es mi única respuesta. Rodeo el escritorio mientras me desabotono el saco y termino sentándome en mi silla en una postura relajada.
—Así que tú te involucras con tu publicista y Jared con su asistente —exclama con sorna—. No los culpo. Ambas mujeres están buenísimas.
—Oye, mide tus palabras —digo en tono severo.
Él suelta una pequeña risa. Se acerca hasta tomar asiento en uno de los sillones frente a mi escritorio y deja el portafolio que carga en el otro sillón a su lado.
—Lo siento, Reynolds. Olvidaba que una de esas mujeres es tu amor Olive.
—¿Por qué siempre te gusta perder el tiempo? Mejor vamos directo al asunto por el cual viniste.
—Ya en serio —dice sonriente e ignorando mis palabras—, ¿en verdad vas a tener algo serio con ella? Porque si es así, te juro la próxima vez que la vea le voy expresar mi admiración y respeto. Terminó domando al gran Elliot Reynolds.
El idiota está sonriendo, pero yo lo observo con demasiada seriedad.
—Eso no es de tu incumbencia, así que mejor deja de entrometerte y dime si las novedades que tienes son de mi caso o de ella.
Hace un desdén con su mano.
—Lo de ella está resuelto. Es pan comido.
—Supongo que ya tienen todo organizado con su abogado para cuando llegue el juicio.
—Supones bien.
—Recuerda que tú me diste tu palabra de que ese hombre se irá a la cárcel —lo señalo acusadoramente con el dedo índice de mi mano derecha—, así que más te vale que así sea. No quiero errores.
—Descuida. Ya te dije que su caso está resuelto. Ese hombre no tiene escapatoria a menos que intenten sobornar al juez o que él se dé a la fuga y no se presente al juicio.
Su comentario me cae como patada al estómago. ¡Mierda! No habíamos pensado en eso y no quiero ni pensar que el imbécil se atreva a hacer algo así. Lo que más me preocupa es que se dé a la fuga.
—¿Tú crees que sea capaz de fugarse?
—Ya he visto esos casos —dice con tranquilidad—, pero no creo que este hombre tenga motivos para hacerlo. Él se siente confiado en que puede ganar. No tiene ni idea que vamos a hundirlo.
No me convence del todo, pero me deja un poco más tranquilo. Me paso una mano por el rostro soltando un suspiro.
—Bueno, eso espero.
—Tú solo recuerda que te pedí que vigilaras a Olive para que no fuese a hacer nada que pudiera poner en sobre aviso a su padre. Te pedí eso porque tú me dijiste que ella es muy impulsiva y yo pensé que al darse cuenta de toda la verdad, ella podría ir a enfrentarlo.
Niego con mi cabeza.
—Descuida. No ha hecho nada. Ella no ha vuelto a saber nada de ellos desde la última vez que se vieron en el tribunal.
—Perfecto —dice recargándose contra el respaldar de sillón—. Entonces no hay de qué preocuparse.
Asiento.
—Bien, ahora pasemos a lo mío.
Su expresión se torna seria.
—El juez aprobó nuestra solicitud de apelación. Podríamos iniciar pronto el proceso contra Harper y pelear ese treinta por ciento que te quitó, pero será un proceso largo. —Suelta un suspiro cansino acomodándose en su lugar—. Mi objetivo es tratar de invalidar toda acción que él pudo haber hecho mientras estaba a cargo de Gold por la carta de poder que le firmaste, alegando abuso de poder.
—¿Crees que tendríamos ventaja con eso?
—Es lo que espero. Por lo menos con eso quizás accedería a venderte sus acciones.
—Y eso también me libraría más fácil del otro problema —digo acomodando las piezas en mi cabeza—. Podría acabar con toda esta basura de una sola vez.
—Exacto, pero no creas que él aceptará así como así. Primero quizá nos dará algo de pelea.
Hago una mueca de fastidio.
—Conociéndolo, es probable que arme todo un escándalo. —Me quedo pensativo durante algunos segundos—. ¿Sabes qué? Va a joderme. Va a buscar la manera de cagarse en mi imagen y mi reputación.
—Ay, ni que fueras alguien tan importante.
Le dedico una mirada asesina.
—Pues no seré el presidente de la república, pero mi imagen frente a la sociedad vale mucho para mí, idiota, y él lo sabe. Así que me preocupa que el maldito venga a querer joderme con eso.
—Disculpe usted, respetable señor Reynolds —masculla con sorna—. Había olvidado cuán importante es usted para esta sociedad.
Lo miro todavía más molesto. La situación es algo serio y él idiota lo está tomando a broma. Ya me parece que estoy frente a Jared.
—Deja de comportarte como un idiota, ¿quieres? En lugar de ayudarme solo me estás estresando más.
Hago una mueca de fastidio de nuevo. Creo que va a darme jaqueca. Me inclino hacia atrás para recargarme contra el respaldar de mi silla. Mi codo derecho se apoya sobre el reposabrazos y me llevo la mano a la boca en un gesto pensativo.
Debe haber alguna manera de resolver todo esto más fácil sin que yo salga tan afectado. Se supone que el idiota de Davis debe darme soluciones, pero no me está dando mucho.
—Ya, Reynolds —dice volviendo a captar mi atención—, quita esa cara. Solo estaba bromeando un poco.
—Y yo estoy riendo a carcajadas, ¿no? —ironizo viéndolo con desaprobación.
—Cielos, viejo. Creo que ya necesitas una salida y tomarte un par de tragos para relajarte. Se nota que el estrés te mantiene de mal humor.
—No necesito nada. Solo buenas noticias y creí que eso era lo que me traías, pero creo que me equivoqué.
Me dedica una mirada extraña. Una mirada bastante calculadora y de pronto sonríe con altanería.
—¿Quién dice que no te tengo una buena noticia, Elliot?
—Pues entonces dila y ya.
—Esto es lo que vamos a hacer —dice inclinándose hacia el frente para apoyar sus antebrazos sobre el escritorio—. Como agradecimiento por la excelente noticia que voy a darte, iremos de fiesta a un bar y tú vas a pagar todos los gastos.
—Estás loco.
—También llevaremos a Jared, por supuesto —añade—. Si tú quieres pagar sus gastos también, eso ya es problema tuyo.
Lo miro con desgano.
—¿Y si te digo que no tengo tiempo para andar de fiesta?
—Me lo debes, Reynolds. —Me señala acusadoramente con el dedo índice de su mano derecha—. Te he conseguido lo que tanto deseabas: la solución al maldito problema que te tiene atado los Harper.
Frunzo el ceño. Sí sé a lo que se refiere, pero, me cuesta creerlo.
—Muéstramelo —exijo.
Sonríe con suficiencia. Acto seguido toma el portafolio que dejó en el sillón, lo abre y saca de él un sobre tamaño carta que termina lanzando sobre el escritorio, justo frente a mí.
—Disfrútalo.
Observo el sobre durante algunos segundos, algo dudoso, pero decido abrirlo de una buena vez.
¡Mierda!
Lo veo y no lo creo.
Paso una por una las fotografías. Todas son diferentes, de días diferentes, pero me provocan lo mismo: satisfacción. Una tan grande que inevitablemente me hace sonreír con suficiencia.
—Ahí lo tienes —dice Davis—. Tu pase perfecto para que hagan lo que sea que les pidas.
Dejo caer las fotografías sobre el escritorio de nuevo y levanto la mirada, sonriéndole con complicidad.
—Eres un maldito genio, Miller.
—Te dije que te salvaría el culo, ¿o no?
—¿Sabes algo? Debiste haber sido detective en lugar de abogado.
El idiota sonríe con arrogancia.
—¿Y por qué no ser ambas cosas? Prácticamente es lo que hago y lo hago muy bien.
Me inclino hacia el frente, apoyando mis antebrazos sobre el escritorio.
—De acuerdo, Miller, iremos al bar que quieras y pagaré todos tus gastos.
—Excelente —dice satisfecho y vuelve a recargarse contra el respaldar del sillón en una postura desgarbada—. ¿Y ahora qué piensas hacer con esas pruebas, Reynolds? ¿Lo guardarás como un as bajo la manga hasta que sea el momento perfecto para sacarlo?
Me paso la mano sobre la barbilla, calculando la situación. Debo ser muy astuto. Debo saber cómo y cuándo mover las cartas.
—Sí, probablemente eso haga —digo con aire distraído.
De pronto mi cerebro me hace recordar algo de gran importancia. La odiosa invitación que me hizo George para este fin de semana a la estúpida inauguración de su nuevo hostal.
—¿Qué crees que pasaría si George se da cuenta de lo que su inocente y amada Bianca está haciendo? —digo viendo con atención las fotos de nuevo.
—Creo que la verdadera pregunta es: ¿qué estaría dispuesta a hacer ella para que él no se de cuenta?
Levanto la vista para verlo sonriéndole.
—Me parece que tendré que averiguarlo.
Me devuelve una sonrisa cargada de complicidad. Creo ambos sabemos que esto puede ser la salida a todos mis problemas. Estoy completamente seguro.
Olive está dándome la espalda buscando algo en el archivero, por lo que no puedo ver su reacción inmediata ante lo que acabo de decirle. La observo con atención, esperando por su respuesta. Finalmente saca unas carpetas, y es hasta entonces que se da la vuelta para verme
—A ver si entendí —dice acercándose al escritorio para dejar las carpetas sobre este—. Mañana por la noche te irás de fiesta con tu amigo Davis y Jared, y luego al día siguiente saldrás de la ciudad y estarás fuera todo el fin de semana, ¿es así?
Asiento.
—Sí.
—¿Y qué hay con las visita pendiente a Mecaservice, la entrega de la ultima parte del proyecto de Maxwell, los avances sobre la presentación para los de Apple? —Cuestiona con un filo molesto cruzándose de brazos—. Hay muchas cosas que hacer, ¿y tú te vas de paseo?
Me pongo de pie y me acerco a ella hasta, sujetando su cintura con mis manos.
—No voy de paseo, Olive. Ya te expliqué.
Sigue viéndome molesta.
—Pero igual, ¿no puedes simplemente ir a la inauguración y luego regresar? No puede obligarte a quedarte todo el fin de semana.
—Ya sé que no...
—¿Y entonces? —Me interrumpe repentinamente.
Suelto un suspiro.
—Ven. Debo contarte un poco.
Sujeto una de sus manos y la hago acercarse conmigo a los sillones frente a su escritorio para sentarnos. Entonces, decido explicarle un poco.
—Davis ha estado trabajando desde hace tiempo en mi problema con George Harper. Ha estado buscando la manera de ayudarme a recuperar el treinta por ciento de las acciones que ese hombre tiene en su poder, y parece que por fin tenemos algo.
Sus ojos se engrandecen al verme con sorpresa.
—¿En serio?
—Sí. Parece que Davis consiguió algo que será de mucha ayuda —continúo explicando—. Quizá con ello podamos obligar a George a que devuelva esas acciones o en todo caso, por lo menos conseguir que me las venda.
—Entonces aprovecharás este fin de semana para hablar con él —dice como si ahora ya comprende la situación.
Asiento con firmeza.
—Exacto. Espero resolver todo cuanto antes y quizá pueda regresar el domingo al medio día.
Hace una pequeña mueca
—De acuerdo. Nos encargaremos de todo con Jared.
—En verdad lo siento porque sé que les tocará el doble trabajo.
—Descuida. Yo solo espero que resuelvas tus problemas. Así estarás más tranquilo —dice con una sonrisa y lleva una de sus manos hasta mi mejilla.
Inclino mi rostro buscando sentir más su toque. Su mano se siente suave y cálida. La pequeña caricia me llena de una gran tranquilidad.
—Yo también espero resolver todo de una vez.
Lo digo demasiado en serio. Necesito recuperar mi vida de una puta vez. Ahora ya no lo necesito solo por mí, sino también por Olive. Porque ahora ella me importa demasiado y estoy dispuesto a enfrentarme a quien sea con tal de estar con ella.
—Olive.
Me mira con mucha atención.
—Dime.
—Te amo.
Su sonrisa es inmediata, así como también el pequeño rubor que se apodera de sus mejillas. Inevitablemente sonrío yo también.
—Cada que te lo digo, tu reacción es realmente encantadora —digo ahuecando su rostro con mis dos manos para plantarle un pequeño beso en los labios.
—Es que todavía no me acostumbro del todo a escucharte decir eso —murmura contra mis labios.
Me alejo para poder verla a los ojos.
—Pero sí me crees, ¿verdad?
—Ya te he dicho que sí. ¿Por qué me lo preguntas de nuevo?
Suspiro.
—Es que yo, solo... necesito que lo tengas claro, Liv.
Su expresión se suaviza mucho más.
—Lo tengo claro. Créeme.
Mis manos ahora se encargan de sujetar las suyas ejerciendo una pequeña fuerza mientras la miro directo a los ojos.
—Olive, quiero que sepas que te amo con todo lo que soy, no con lo que fui.
—¿Por qué me dices eso? —Sonríe ligeramente.
—Porque mi pasado me avergüenza, porque fui una persona totalmente diferente a la que soy ahora. Fui un alcohólico, un hijo de puta sin sentimientos, arrogante, frío, un maldito ambicioso capaz de hacer lo que fuera con tal de obtener lo que quería —suelto un suspiro—, y quiero que sepas que no te amo siendo ese antiguo yo. Te amo siendo alguien diferente ahora. Alguien que está tratando de dejar su pasado atrás porque quiere un presente y un futuro contigo.
Me mira en silencio durante varios segundos, hasta que finalmente decide hablar.
—No soy nadie para juzgar tu pasado, Elliot, ni tampoco me interesa cambiarlo, porque a mí también lo único que me importa contigo es el presente y el futuro. Nada más.
Sus palabras las repito en mi mente una y otra vez, sintiendo una agradable sensación en mi pecho. Contemplo su rostro a detalle y de pronto siento unas inmensas ganas de tenerla más cerca.
—Ven aquí —digo tirando de su mano obligándola a ponerse de pie para luego sentarla en mi regazo.
Ella se acomoda y termina rodeando mi cuello con sus brazos. Así de cerca puedo disfrutar mucho más de su fragancia. Me encanta demasiado.
—Entonces dime: ¿te gustaría un futuro conmigo? —pregunto con la voz enronquecida.
Ella asiente con una enorme sonrisa.
—Creo que sí.
Enarco una ceja.
—¿Crees?
—Sí, es que no estoy muy segura —dice haciendo una mueca de duda.
—Siempre puedo encontrar la manera para convencerte.
Se encoge de hombros.
—Entonces veremos qué sucede.
Mis manos estrechan mucho más su cintura y termino acercando mis labios a su oído para susurrarle:
—Lo que va a suceder ahora es que le pondremos seguro a la puerta y tendremos un pequeño rato a solas, ¿te parece?
Un pequeño jadeo escapa de sus labios al momento que deposito un beso en la piel detrás de su oreja.
—No creo que sea buena idea porque tenemos mucho trabajo —dice con la voz entrecortada.
—Solo serán un par de minutos. Lo prometo.
Necesito convencerla, así que continúo provocándola. Beso muy lentamente su cuello disfrutando su cálida piel. Sus brazos me abrazan con más fuerza haciéndome sentir sus pechos cuando se pega a mí. Quiero besarlos. Mis labios comienzan a descender hacia sus clavículas y ella gustosa inclina su cabeza hacia atrás para darme mayor entrada.
Justo cuando llevo mis manos a su blusa para comenzar a deshacerme de los botones el maldito teléfono suena, interrumpiéndonos.
Ella intenta ponerse de pie, pero mis brazos rodean su cintura para impedírselo.
—No respondas.
—Puede ser importante.
—Tú y yo estamos en algo importante —protesto.
Una pequeña risa se le escapa.
—Solo déjame verificar quién es y lo luego continuamos con lo que quieras, ¿okay?
No muy a gusto, pero termino liberándola. Alcanza a tomar la llamada antes que cuelguen y yo me quedo esperando mientras escucho la conversación. Al parecer es Mandy quien llamó y no sé qué le está diciendo, pero algo me dice que no podremos seguir en lo que estábamos.
Un par de palabras más y cuelga la llamada. Se gira cruzándose de brazos al tiempo que esboza una sonrisa que parece una disculpa.
—Hay que trabajar.
Sin que pueda evitarlo hago mala cara.
—¿Y ahora qué?
—Parece que ambos olvidamos la reunión que acordamos con los de Águila Comercial. Es dentro de quince minutos.
—Mierda —mascullo malhumorado y me obligo a ponerme de pie—. Ni hablar. Habrá que quedarnos con las ganas.
Ella se acerca a mí para pegarse a mi cuerpo y coloca sus manos en mi pecho haciendo leves caricias.
—Relájate. Lo compensaremos después.
—Más te vale que sí —exclamo un poco severo.
Se pone de puntillas para darme un beso.
—Lo que usted diga, señor Reynolds. Ahora hay que trabajar.
No me queda de otra más que hacer lo que dice. Salimos de su oficina y nos vamos directo a la sala de juntas para comenzar a preparar todo para la reunión.
**~*
Y se llegó el esperado fin de semana. Viajé a la ciudad de Santo Tomás para la dichosa inauguración a la que me invitó George y he venido con mucho gusto.
Casi siempre odio las reuniones con él y con sus allegados, pero esta vez es diferente. Esta vez mis objetivos me han impulsado a venir con toda la disposición del mundo y es porque tengo una misión.
Ellos estarán de fiesta, celebrando que los negocios familiares crecen y eso me importa un comino a mí, pero yo también voy a celebrar al final del día cuando por fin de una puta vez obtenga la libertad que anhelo.
El auto se detiene frente al lugar. Miro a través de la ventana y veo a unas cuántas personas que están entrando. Seguramente George quiso invitar a medio mundo. Qué fastidio.
Tomo una inspiración profunda antes de atreverme a bajar del auto. Me tardo algunos segundos pero finalmente decido salir, dispuesto a enfrentar lo que sea que vaya a pasar.
Me abotono el saco mientras le doy una ojeada a la propiedad. No luce tan mal. Decido continuar mi camino subiendo las escaleras que llevan a la entrada principal. Ahí me recibe un hostess dándome la bienvenida. Lo saludo con voz neutral y me adentro en el lugar.
Me recibe un salón principal lleno de hombres y mujeres elegantes que se pasean de un lado a otro, saludándose con alegría. No encajo para nada aquí. Yo no saludo ni le sonrío a nadie.
Doy un par de vueltas por el lugar. Me encuentro a un par de conocidos a los cuales obligatoriamente debo saludar, pero cuando intentan comenzar una charla, me despido de la manera más cortés que puedo dando alguna excusa.
Al cabo de unos minutos ya he recorrido gran parte del salón sin éxito alguno. No he visto por ningún lado ni a George ni a...
Oh, bueno. Justo acabo de encontrarla a ella. Perfecto.
Cambio mi expresión a una fingidamente más suave y amable cuando empiezo a hacer mi camino hacia ella. Está de espaldas conversando con un par de conocidos.
Vaya teatro el que tendré que armar.
Justo cuando estoy a un metro de distancia, quizá, la castaña voltea en mi dirección clavando sus ojos en mí de inmediato. Su sonrisa no se hace de esperar y su reacción es tal y como me la esperaba.
Sin pensarlo dos veces, sale a mi encuentro envolviéndome de inmediato en un asfixiante y odioso abrazo que me veo obligado a corresponder por apariencia frente a los demás.
—Mi amor —dice cuando se aleja—. Sí viniste.
Y entonces, sin darme tiempo de esquivarla, termina plantando sus labios sobre los míos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro