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Capítulo 51 | Olive

PEQUEÑITA NOTA: Este capítulo está dedicado a @AeganSupremacy. 

Hace tiempo pediste una dedicatoria y hoy es el día, pero por alguna razón tu usuario no me aparece. Quizá cambiaste de nombre, así que si ves esto, por favor hazme saber tu nuevo usuario y yo con gusto te dedico el capítulo como se debe. 

**~**

Trato a toda costa de seguir durmiendo. No quiero levantarme aún. Me aferro a la pesadez que siente mi cuerpo, pero el frío me hace estar demasiado consciente. Me doy la vuelta tratando de buscar la cobija para envolverme en ella, pero algo me impide jalarla. Doy un par de tirones pero sigo sin poder hacer que se mueva.

Gruño algo molesta y con un enorme esfuerzo logro entreabrir mis ojos para verlo. Está de espaldas, felizmente envuelto en casi toda la cobija mientras yo muero de frío porque apenas y me tapa los pies.

—Elliot —gruño con la voz pastosa.

No obtengo respuesta alguna. Sigue profundamente dormido. Sigo tirando de la cobija con más insistencia.

Escucho un pequeño gruñido casi inaudible y luego silencio otra vez.

Me obligo a despertarme casi del todo y esta vez me encargo de darle un tirón a su brazo para conseguir darle la vuelta. Suelta un gruñido mucho más ronco y profundo mientras termina de acomodarse sobre su costado para quedarme justo de frente.

—Eres tan irritante como una alarma, Olive —arrastra las palabras con voz muy ronca.

—No habría habido necesidad de despertarte si no acapararas toda la cobija solo tú.

Puedo ver una pequeña sonrisa bailando en sus mullidos labios y es hasta este momento que decide abrir los ojos para verme.

—Qué me iba a imaginar yo que algún día pelearía la cobija contigo—. Sonríe mucho más y añade—: Bonita manera de despertar, ¿no crees?

Al contrario de su diversión yo le dedico una mirada molesta.

—Tengo frío y es tu culpa.

—Entonces debo hacer algo al respecto, ¿cierto?

Siento cuando intenta pasar su brazo debajo de mi espalda, así que me levanto un poco para darle mejor entrada. Termina tirando de mí hacia él y yo encantada me abrazo a su torso desnudo. Mi piel se eriza al sentir el contacto con la suya que está muy cálida.

—Estás helada —dice dándome un pequeño apretón.

—Te dije que tenía frío —mascullo malhumorada.

—Por eso voy calentarte.

Se encarga de cubrirnos muy bien con la cobija y siento cómo me abraza también con sus piernas, dejándonos completamente enredados el uno con el otro. Esto se siente demasiado agradable. En verdad lo disfruto.

Mi cabeza está recostada contra su pecho por lo que puedo sentir cómo vibra cuando él habla.

—¿Qué trabajo tenemos pendiente en Gold?

—Hay que comenzar a desarrollar lo de IG FOR US.

—Claro —murmura—, también tenemos pendiente la presentación que pidió Maxwell.

—No sabía que había pedido otra presentación —digo alzando el rostro un poco para poder verlo.

—Sí. Fue hace unos días.

Le dedico una mirada seria.

—Ya había olvidado que prácticamente decidiste sacarme del proyecto.

—No te he sacado—. Se defiende al instante—. Es solo que Jared se está haciendo cargo de casi todo.

—Claro. Para que yo no interactúe con Jerry Maxwell, ¿no es así?

—Exacto —dice sin vergüenza alguna.

—¿Todavía sigues sintiendo celos de él? —Pregunto divertida.

—Cada que tiene oportunidad está preguntando por ti. No disimula para nada su maldito interés, así que me vi obligado a hacer algo al respecto —masculla con un filo molesto, pero solo me divierte un poco más.

—¿Y eso qué importa? A mí no me interesa.

—Pues a mí sí me interesa mantenerlo alejado.

Niego con mi cabeza.

—Si sigues delegando mis proyectos a Jared solo porque alguno de los clientes es cercano a mí, vas a dejarme sin nada que hacer.

—Al menos vas a descansar bastante —dice tranquilamente.

—Pues no dejaré que hagas eso. Es mi trabajo, Elliot, y creí que ya te había dejado claro que no me importan las pretensiones que puedan hacerme los clientes. 

Me mira de soslayo.

—¿Y si alguno te hace sentir demasiado incómoda?

—Pues voy a ponerlo en su lugar inmediatamente.

—Y también vas a hacérmelo saber, ¿de acuerdo? —dice con un tono severo.

Asiento.

—De acuerdo.

Suelta un largo suspiro y se relaja contra el colchón. Yo vuelvo a recostar mi cabeza en su pecho buscando dormirme un par de minutos más, quizá, pero su voz vuelve a interrumpir el silencio.

—¿Qué horas serán? 

—Mmm, déjame ver.

Me muevo en mi lugar, poniéndome casi encima suyo mientras estiro el brazo para alcanzar mi teléfono que está sobre la mesita de noche. Enciendo la pantalla y miro la hora.

—Son las seis con quince —anuncio—. Es bastante temprano.

—Excelente —murmura.

Lo miro de nuevo e inmediatamente me doy cuenta de la expresión que tiene su rostro mientras mira algo en mí con mucha atención.

—¿Qué? —Pregunto.

—Nada. —Sonríe con malicia. —Solamente estoy disfrutando de la vista.

Frunzo el ceño y bajo la mirada también. Entonces me doy cuenta que por la posición en que estoy el cuello en V de mi camisón le da una perfecta vista de mis pechos.

Vuelvo a levantar la mirada justo para conectar con sus ojos y le sonrío divertida.

—Deja de verme.

—Yo no tengo culpa de que luzcan tan llamativos.

Mira mis pechos de nuevo mientras una de sus manos se deslizan hasta llegar a mi trasero provocando que se me erice la piel y que por ello mis pezones endurezcan marcándose perfectamente bajo la delgada tela de mi camisón.

—Así lucen todavía mejor —dice disfrutando el efecto que ha causado y añade—: Ven aquí.

Sus manos me ayudan a moverme hasta posicionarme a horcajadas sobre él. Jadeo apoyando mis manos en su pecho.

—Elliot.

—¿Qué?

—¿No crees que es bastante temprano?

—Debemos aprovechar ciertas reacciones matutinas, ¿no crees? —dice alzando las caderas justo para que pueda sentir su prominente erección. —Además —continúa—, ya te había dicho que cada que me quedara a dormir contigo, esto sería lo primero que haríamos por la mañana.

—Sí, pero esta es la tercera vez en la semana —replico.

—¿Y? —dice alzando el rostro para verme a los ojos—. Creo que soy adicto a ti y a tu cuerpo. Siempre voy a disfrutar tanto hacerte mía.

La excitación es inmediata, haciéndome sentir necesitada, pero trato de resistirme aun sabiendo que probablemente no pueda.

—Pero tengo sueño.

—También tienes frío, ¿no es así? —Yo asiento—. Pues se me ocurre una buena manera para que entres en calor.

Lo sabía. Al diablo resistirme. Con este hombre no puedo.

Sonrío con malicia mientras me acomodo sobre él, buscando sentir su dureza.

—Entonces demuéstrame.

—Con mucho gusto —dice sonriendo de lado.

Muerdo mi labio inferior soltando un pequeño gemido cuando sus manos ahuecan mi trasero y me aprieta contra él. Me dejo caer sobre su cuerpo dejando mis pechos exactamente a la altura de su rostro. Sin perder tiempo su boca los busca con ansias para comenzar a besarlos. De pronto siento su lengua lamiendo lentamente provocando que una oleada caliente me recorra entera.

—¿Me dejas disfrutar de ellos? —gruñe con la voz enronquecida mientras sus dos manos comienzan a magrearlos haciendo que moje mis bragas.

—S-Sí —jadeo.

Aparta el delgado material de mi camisón y sin perder tiempo, su boca se apodera de uno de ellos. Un fuerte gemido escapa de mis labios ante la deliciosa oleada de placer que me inunda. Su boca trabaja con esmero lamiendo, succionando y mordisqueando el pezón, alternando entre un pecho y el otro, volviéndome loca. Involuntariamente mis caderas comienzan a moverse para restregarme contra su dureza. Necesito sentirlo.

Sus manos viajan hacia mis muslos solo para sujetar el dobladillo del camisón y comenzar a subirlo lentamente. Levanto mis brazos ayudándole a sacarme la prenda y termino quedando únicamente en bragas. Sus ojos barren todo mi cuerpo con lujuria poniéndome a mil.

—Lindas bragas —dice jugando con el elástico—. Te las voy a dejar puestas.

—¿Ah, sí?

—Sí. Ahora quiero que te acuestes, dándome la espalda.

Sonrío.

—Como tú digas.

Me bajo de él y me acomodo sobre el colchón tal como me lo ha pedido. Hundo las manos bajo la almohada y espero paciente mientras él se prepara. Un par de minutos después siento sus largos dedos haciendo un pequeño recorrido de mis muslos hacia arriba, haciendo que se me erice la piel.

—Tienes un trasero muy sexy —dice cuando sus caricias llegan a mi trasero y entonces me sorprende dándome una palmada.

Lo miro sobre mi hombro y sonrío.

—Ya me lo habías dicho antes.

—Pues lo sostengo.

Se sube a la cama y se acomoda justo sobre mí. Jadeo excitada al sentir su miembro rozando mi trasero. Necesito sentirlo dentro, pero él todavía no cede. Se encarga de envolverme en una deliciosa y excitante tortura cuando se inclina sobre mí y sus labios comienzan a recorrer mi piel besando mi cuello, mis hombros y mi espalda. La estela de besos ardientes que descienden por toda mi columna vertebral, provoca que me retuerza de placer.

—Me encanta tu piel —dice, provocando que me erice todavía más al sentir su aliento cálido.— Siempre me ha parecido que es hermosa.

—Elliot, ya no quiero esperar —digo en un tono casi suplicante.

De pronto sus labios vuelven a subir hasta que terminan mordisqueando el lóbulo de mi oreja.

—Yo tampoco —dice con voz gutural.

El nudo en mi vientre se intensifica al sentir su mano haciendo a un lado mis bragas y luego la punta de su miembro se ubica en mi entrada.

—Levanta un poco —dice aferrando sus manos a mis caderas para ayudarme a levantar el trasero.

Mis manos se aferran con fuerza al cobertor de la cama y ahogo un gemido contra la almohada en el instante en que lo siento deslizarse muy lentamente dentro de mí. El placer que me invade es intenso y arrasador. Es malditamente delicioso.

—Te sientes tan bien. No importa en la posición que sea, siempre me vuelves loco.

—Elliot —gimoteo al sentir los suaves movimientos que comienza a hacer.

Vuelvo a sentir sus labios besando lentamente mi cuello, así que volteo el rostro para darle mayor entrada. Su firme y cálido abdomen está pegado a mi espalda, llenándome de una sensación agradable al sentir el roce de nuestras pieles cada que me embiste. Lo hace lento pero es enloquecedor.

Sus antebrazos se apoyan en el colchón uno a cada lado de mi cuerpo cambiando el ritmo de sus empellones que se vuelven más profundos. Su respiración jadeante tan cerca de mi oído es como una dulce y excitante melodía. Me encanta.

—¿Te gusta así? —Pregunta depositando un beso en mi hombro—, ¿o quieres que lo haga más rápido?

Suelto un pequeño gemido.

—S-Sí. Hazlo más rápido.

Su mano izquierda se apodera de mi rostro y lo voltea un poco para mantenerme firme mientras me besa.

—Tus deseos son órdenes, preciosa.

El beso se vuelve intenso y feroz, mientras sus embistes se vuelven mucho más duros, haciéndome jadear incesante. Sus labios absorben todos los sonidos rotos que escapan de mi garganta y poco a poco voy sintiendo el nudo en el vientre que le precede al orgasmo. Los dedos me duelen por la fuerza con que mis manos se aferran al cobertor de la cama. Todo mi cuerpo se siente rígido pidiendo a gritos liberarse.

—E-Elliot... —Un sonido estrangulado escapa de mi boca. —Oh, D-Dios... Necesito...

—Lo sé. Yo también lo necesito.

Cambia el ritmo una vez más, dispuesto a llevarnos al clímax en cuestión de segundos. Gimoteo un par de cosas ininteligibles y termino liberándome en un orgasmo arrollador que me nubla todos los sentidos. A penas y logro escuchar cuando él gruñe mi nombre al alcanzar también el orgasmo.

Se queda durante algunos segundos quieto, luego deposita un tierno beso en mi cuello y termina dejándose caer a mi lado. Mi cuerpo se relaja contra el colchón mientras hundo mi rostro en la almohada.

La piel se me eriza al sentir dos de sus dedos haciendo trazos imaginarios sobre mi espalda.

—Qué buen orgasmo —dice con la voz profunda—. ¿No te parece una excelente manera de iniciar el día?

Muevo mi rostro de la almohada para poder verlo, sonriéndole.

—Por supuesto que sí.

—Por cierto. En la tarde tú y yo tenemos una reunión importante con alguien —dice continuando con las caricias en mi espalda—, así que despeja tu agenda.

—¿Reunión? ¿Con quién?

—Con un viejo amigo mío.

—¿Con Jared? —Pregunto burlista.

—No —niega—. Es otro amigo.

Frunzo el ceño de inmediato.

—¿No vas a decirme quién es o para qué vamos a reunirnos con él?

—Lo siento, señorita curiosidad, pero efectivamente no voy a decirte nada —dice tocándome la punta de la nariz con su dedo índice y yo la arrugo.

—Disfrutas jugar con mi curiosidad, ¿cierto?

Se acerca y planta un beso en mis labios.

—Tal vez.

Acto seguido, se sale de la cama y camina desnudo por la habitación mientras recoge su ropa del suelo. Me voy la vuelta para quedar boca arriba y me envuelvo con la cobija de nuevo mientras lo observo con mucha atención. Mis ojos recorren todo su cuerpo. Hermosa vista.

—Señorita Blair, debe saber que es atrevido de su parte verme de ese modo —dice mientras comienza a vestirse.

Me muerdo el labio inferior.

—Disculpe usted, señor Reynolds, pero es que su cuerpo incita a pecar con la mirada —respondo dándole otra buena ojeada antes que se ponga el pantalón.

Sonríe negando con su cabeza mientras termina de ponerse el resto de la ropa.

—¿Te irás ya? —Pregunto.

—Sí. Necesito ir a ducharme y cambiarme de ropa. Te veré en Gold a las ocho, ¿okay?

Al terminar se acerca hasta la cama y se agacha para darme un beso.

—Okay —respondo con una sonrisa contra sus labios.

Su mano acaricia mi mejilla y algo cálido se instala en mi pecho cuando me da un beso en la frente.

—Te veo luego.

Se da la vuelta, toma su teléfono y su saco para luego salir de la habitación.

Todo queda en silencio. No se siente nada mal. Por el contrario, me hace sentir una gran paz y tranquilidad.

Me muerdo la uña del dedo pulgar mientras sonrío como idiota. Este hombre me tiene en las nubes. Completamente... ¿enamorada?

Ay, Dios. Creo que definitivamente sí.













—¿A quién veremos aquí? —Pregunto viéndolo cuando llega a mi lado.

—Ya te dije que es un viejo amigo. Ya lo conocerás —responde poniendo su mano en mi espalda baja para darme un pequeño empujoncito.

Entramos a la cafetería y espero pacientemente mientras Elliot parece buscar a alguien con la mirada por todo el lugar. La atención de ambos se posa en una de las mesas al rincón donde un hombre levanta la mano para que lo veamos.

—Vamos —me dice volviendo a poner su mano en mi espalda.

Hacemos nuestro camino entre las mesas para ir hacia donde está el hombre que claramente nos mira con mucha curiosidad o como si tratase de contener una sonrisa, o no sé si solo sea mi imaginación.

Su rostro me es familiar. Creo que lo he visto antes. Sí, ya lo recuerdo. Lo vi en Gold una vez. Nos encontramos justo en la puerta de la oficina de Elliot cuando yo iba de salida, pero no entiendo quién es o por qué nos reunimos con él.

Se pone de pie justo cuando llegamos a la mesa e inmediatamente estrecha su mano con Elliot.

—Gusto verte, Reynolds.

—Igualmente —responde Elliot. Luego me presenta—. Ella es Olive.

El elegante hombre me sonríe y me ofrece su mano para estrecharla.

—Un placer, Olive. Soy Davis Miller.

Le devuelvo la sonrisa.

—El placer es todo mío. 

—Tomemos asiento —dice Elliot e inmediatamente hala una de las silla para mí.

Le agradezco el gesto y me acomodo. Él toma asiento en la silla a mi lado y su amigo vuelve a sentarse frente a nosotros. Todavía siento la enorme curiosidad de saber por qué vinimos, pero me obligo a callar y no preguntar nada. Sin embargo no dejo de ver con detalle al hombre del frente.

Luce joven. Quizá tiene más o menos la dad de Elliot. Su imagen pinta como la de un importante empresario o algo así.

—Así que por fin tengo el honor de conocerte, Olive —exclama el hombre captando mi atención—. Elliot me ha hablado mucho de ti, ¿sabes?

—¿Ah, sí? —Pregunto curiosa.

—Sí. Le gusta presumirte —dice con tranquilidad—. Dice que tú eres la fuente del éxito en Gold Group, ¿eso es cierto? —Pregunta con una sonrisa ladeada.

—Lo es —respondo serena.

Su sonrisa se ensancha.

—Presumida, eh. Me agrada. —Sus ojos se enfocan en Elliot ahora—. Ya entiendo de lo que hablabas, hermano.

Por instinto mis ojos también miran a Elliot con mucha curiosidad debido al comentario que ha dicho su amigo. ¿Han hablado de mí? ¿Qué le ha dicho Elliot? Quisiera saber; sin embargo, él evade el tema.

—A lo que venimos, Miller —exclama con seriedad.

El hombre entorna los ojos.

—Qué aburrido. Creí que podíamos interactuar un poco, conocernos y... —Se detiene de inmediato cuando Elliot le dedica una mirada todavía más fría—. Está bien. Pasemos a lo otro —dice como un niño que ha sido regañado—. ¿Ya le explicaste a ella?

—¿Explicarme qué? —Pregunto viéndolos de hito en hito.

—Ya veo que no —dice el tal Miller, cruzándose de brazos. —Pues bueno. Adelante, Elliot. Explícale.

Mis ojos vuelven a enfocarse en el magnate a mi lado y sin perder tiempo este empieza a quitarme la curiosidad, soltándome la información de golpe.

—Davis no solo es amigo mío desde hace años. También es mi abogado personal y hace un tiempo yo le pedí que se pusiera a trabajar en tu caso, Olive.

Lo miro aturdida.

—¿Qué?

Estoy segura que es imposible no demostrar la confusión y sorpresa que me causan sus palabras. También seguramente nota que estoy a punto de comenzar a hacer más preguntas o probablemente reclamos así que me lo impide y continúa explicándome.

—Te dije que iba a ayudarte y eso es lo que estoy haciendo. No te había dicho nada porque sabía que probablemente ibas a molestarte, además, necesitaba que Davis pudiera avanzar lo suficiente hasta encontrar algo que pudiese servir y luego ponerte al tanto de la situación.

Trato de procesar la situación con calma, pero no sé por qué demonios me es difícil. Sé que sus intenciones han sido buenas y sé que realmente quiere ayudarme, pero lo que seguramente me hace sentir un poco molesta, es la vergüenza porque su amigo sepa mi situación y la mierda que he pasado. Sin duda Elliot debió contarle todo para ponerlo al tanto. No me gusta que muchas personas sepan mis asuntos privados.

Quiero decir algo, pero las palabras no salen de mi boca. No sé qué demonios decir.

—Olive. —Su voz es cautelosa como si temiese mi reacción. Entonces prosigue:— Entiendo perfectamente si estás molesta...

—No estoy molesta —lo interrumpo—, pero pudiste habérmelo dicho.

—Te dije que era mejor si le decías de una vez —comenta Davis, pero Elliot lo hace callar de nuevo con una mirada, para luego enfocarse en mí de nuevo.

—Escucha, Olive, sé lo difícil que es para ti cargar con este problema. Sé que la has estado pasando mal estos días y lo menos que quería era agobiarte más diciéndote que estábamos investigando todo de nuevo. —Hace una pequeña pausa antes de continuar—. Solo estaba tratando que Davis trabajara en lo necesario para que cuando habláramos contigo pudiéramos darte buenas noticias.

Suelto un largo suspiro y traslado mi vista hacia el hombre del frente.

—¿Y cuál es la diferencia con que trataras de investigar tú? Thomas es un excelente abogado y hasta ahora ha hecho un excelente trabajo haciendo todo lo posible por ayudarme. Ha trabajado hasta en el más mínimo detalle del caso.

—Eso no se discute —dice de inmediato—. Nadie está diciendo que él no esté haciendo bien su trabajo y yo no pretendo quitarle su lugar. Yo solo he estado tratado de profundizar en detalles que considero importantes para el caso.

Lo miro con recelo.

—¿Y qué tan buen abogado te consideras?

—Voy a ser tan presumido como tú y decirte una cosa. —Me mira con una intensidad realmente impresionante y luego de la pausa continúa—. Yo soy uno de los mejores abogados de esta ciudad y cuando me propongo conseguir algo, lo logro. Cuando me dispongo a trabajar en un caso, no descanso hasta verlo ganado y aunque yo no soy tu abogado exactamente, igual he puesto todo mi empeño en esto para ayudarte.

Sé que todo lo que ha dicho es sincero y me siento muy agradecida porque trate de ayudarme, pero sobre todo agradezco a Elliot porque él es el responsable de todo esto.

—Agradezco que quieran ayudarme —digo viéndolos de hito en hito—. En verdad. Sé que el proceso es complicado, pero me hace sentir un poco más tranquila al tener bastante apoyo. Es solo que el caso parece ir tan mal, que no sé si involucrar a más personas ayude en algo.

—Pronto toda esta pesadilla se va a acabar, Liv —dice Elliot con voz muy suave—. Será más pronto de lo que te imaginas.

Sus palabras tienen un toque tan reconfortante que me hace creer que si lo dice es por algo, así que pregunto.

—¿Hay buenas noticias?

Es Davis quien toma la palabra.

—Elliot me encargó algo en específico y debo decir que en ello hemos encontrado la solución a todo el maldito problema. La intuición de Elliot nunca se equivoca.

Frunzo el ceño y dirijo la mirada hacia Elliot.

—¿Qué cosa le pediste que investigara?

—El teatro que ha estado armando tu padre fingiendo sobre su invalidez.

Lo miro sorprendida.

—¿Lograron averiguar algo al respecto?

—Efectivamente —me responde Davis y regreso la mirada a él. —He trabajado en un sinfín de casos con el modus operandi del chantaje y tu caso sigue el típico patrón del agresor que pretende convertirse en víctima.

Mi corazón se acelera. Creo saber por dónde va todo esto y como resultado mi ansiedad se pone a mil. Todavía más al momento que siento cómo una de las manos de Elliot sujeta la mía, atrayendo mi atención.

—Ese hijo de puta ha estado mintiendo todo este tiempo. Todo ha sido una maldita farsa con el único fin de obtener dinero. —Sus ojos me miran con determinación y añade—: Olive, tu padre no está inválido. Él está fingiendo.

Siento como si me dejaran caer encima un baldazo de agua fría. Sé que era algo que ya lo sospechaba, pero a pesar de eso la noticia no deja de impactarme. No deja de hacerme sentir feliz, furiosa, frustrada y no sé qué más. Me hace reavivar el odio que le tengo a ese maldito por seguir haciéndome tanto daño solo porque le da la maldita gana.

—¿E-Estás seguro de lo que dices? —Pregunto tensando la mandíbula.

Asiente con mucha seguridad.

—Totalmente.

—Qué hijo de puta. 

Sin que pueda evitarlo las palabras salen de mi boca, pero me disculpo de inmediato con ambos.

—Perdón por la mala expresión.

—Descuida —dice Davis—. Tienes toda la razón del mundo para sentirte molesta.

Suspiro tratando de no alterarme más.

—Entonces todo este tiempo atrás, toda la basura legal, todos los reclamos, todos los enfrentamientos y problemas. Absolutamente todo... —niego con mi cabeza tensando la mandíbula mucho más—, ¿solo ha sido un chantaje de ese hombre?

Elliot me mira haciendo una pequeña mueca de pesar.

—Efectivamente. Lo único que ese malnacido y su nueva familia quieren es dinero. 

Cubro mi rostro con las manos soltando un pequeño gruñido.

—Los odio. En verdad no tienen idea de cuánto y en lo único que puedo pensar ahora en hacerlos pagar por todo, cueste lo que me cueste.

Una mano de Elliot coloca sobre mi hombro y con la otra se encarga de descubrir mi rostro con delicadeza.

—Van a pagar, Liv. Eso te lo aseguro.

—Necesitamos probar todo esto frente al juez. Necesitamos pruebas —digo desesperada.

—Ya las tenemos, Olive —dice Davis.

—¿Qué?

—Como lo escuchaste. Ya tenemos pruebas de la mentira de ese hombre. 

El corazón me da un vuelco extraño. De pronto siento unas inmensas ganas de llorar, de gritar o no sé de qué demonios.

—Entonces, eso significa que...

—Exacto —me interrumpe Elliot y termina lo que yo iba a decir—. Vamos a hacer que ese maldito pague todo lo que ha hecho y que se pudra en la cárcel. Puedes estar tranquila a partir de ahora, Liv, porque tenemos todas las pruebas para hundirlo. 

Esas palabras. Esas benditas palabras son las que hace tiempo necesitaba escuchar. 

Vamos a hundir a Ronald y su asquerosa familia. Por fin ha llegado el momento de hacer justicia, carajo.

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