Capítulo 49 | Olive
Apago la luz de la habitación, camino hacia la cama y me meto bajo el suave edredón haciéndome un ovillo. Un largo suspiro abandona mis labios.
Sin que pueda evitarlo mis ojos viajan hacia la mesita de noche donde descansa mi teléfono. No debería, pero estiro mi mano para alcanzarlo y volver a leer el dichoso mensaje que recibí hace unos minutos.
«Malas noticias, Olive. No podré quedarme en tu apartamento ahora. Te veré mañana temprano en la oficina y te explicaré toda la mierda que pasó en la cena.
Lo siento. Buenas noches, preciosa.»
Y ahí está de nuevo la odiosa decepción. Es la misma que cuando leí el mensaje por primera vez y la odio, pero es que ya me había hecho demasiadas ilusiones para esta noche y al final, no pasará nada.
Me cubro hasta la cabeza con el edredón, soltando un gruñido frustrado. Creo que también me siento un poco molesta con Elliot, por eso le he dejado en visto. Estoy decepcionada y molesta, pero, también sé que no es su culpa. Algo malo debe haber pasado seguramente.
Resoplo y termino quitándome el edredón de nuevo. Esto es basura. Ni yo me entiendo cómo me siento.
Al final decido responder su mensaje.
«Okay. Nos vemos mañana. Buenas noches.»
¿Va a notar que estoy molesta? Lo más probable es que sí.
Vuelvo a dejar el teléfono sobre la mesita y me acomodo en la cama, abrazando una de las almohadas. Desearía que fuera él. Más allá de que me he quedado solo con las ganas de follar, me hubiese gustado dormir abrazada con él. Sentirlo cerca y su calor y su perfume y...
Ruedo los ojos con fastidio. Por eso es que odio acostumbrarme a ese tipo de cosas. Es malo acostumbrarse a dormir en compañía de alguien porque cuando ese alguien no está hasta la cama se siente diferente. No puede ser así.
Me giro para cambiar de posición y quedarme sobre mi costado derecho, pero a un par de minutos después, vuelvo a moverme para quedar boca arriba. Y me muevo de nuevo sobre mi costado izquierdo. Y otra vez hasta quedar boca abajo.
—No sabes cuánto te detesto, Elliot Reynolds —gruño contra la almohada. —Deberías estar aquí.
Y me siento todavía más molesta conmigo misma por estar diciendo esas estupideces. Es ridículo tener problemas para dormir solo porque él no está.
Entorno los ojos, vuelvo a darme la vuelta para quedar boca arriba nuevamente y cruzo las manos sobre mi estómago. Me quedo con la mirada perdida en algún punto del techo. Todo es un completo silencio hasta que el sonido de mi teléfono me saca un susto de muerte.
—¡Carajo!
Reniego un par de veces mientras de mala gana me estiro para volver a alcanzar el dicho aparato que no deja de sonar. La llamada entrante es de Elliot y debo decir que me sorprende y me disgusta por igual; sin embargo, respondo antes que cuelgue.
—Hola.
Escucho un largo suspiro —¿Estás molesta?
—No —niego de inmediato pero ni yo misma me convenzo.
—Yo creo que sí lo estás.
—¿Eso crees? —Pregunto con desinterés.
—Sí —responde con firmeza. —Apuesto que lo que en realidad querías decirme en ese mensaje era: vete al carajo, Elliot.
Su voz tiene un ligero toque divertido lo cual, inevitablemente, me provoca sonreír un poco.
—Qué bueno que leíste el mensaje oculto detrás de lo que escribí.
Él vuelve a suspirar.
—En verdad no tienes idea de cuánto desearía estar ahí.
—Sí, como no —ironizo.
—Lo digo en serio, Olive. Te juro que ha sido muy difícil tratar de no tener una erección cada que pienso en ti. Me dejaste muy mal esta tarde en mi oficina.
—Pues qué mal que hayas tenido que quedarte con las ganas —exclamo con fingido pesar.
—¿Solo yo? —Pregunta curioso. —¿Tú no te quedaste con ganas?
—No.
—No tienes por qué mentirme.
—No estoy mintiendo —replico.
—Yo sé que sí. Apuesto que solo bastarían un par de palabras para conseguir que te mojes como lo hiciste en la oficina.
Su voz se ha vuelto mucho más ronca, provocando un efecto todavía más inmediato. Le gusta aprovecharse de lo sensual que se escucha. Cómo lo detesto.
—¿Por qué te quedas callada? —Pregunta divertido. Ya me puedo imaginar la enorme sonrisa pintando sus labios.
—Te detesto —mascullo malhumorada.
—Conozco demasiado bien tu cuerpo, ¿no es así? —Se escucha tan presumido.
—Sí, claro —pretendo escucharme sarcástica.
—¿Vas a negarme que sé cómo hacerlo reaccionar? —No respondo, así que prosigue—. Yo sé que puedo provocarte así sea solo con palabras, Olive. Si te digo que en este preciso momento me encantaría estar besando tu cuello muy lentamente mientras mis manos se deleitan tocando tus hermosos pechos, dime, ¿no sientes nada?
Sigo callada. Trato a toda costa de mantener relajada mi respiración pero lo cierto es que ha empezado a acelerarse debido a sus palabras. Mi imaginación comienza a volar mientra él continúa.
—O si te digo que muero de ganas por recorrer cada parte de tu cuerpo con mis labios, ¿no te provoca? ¿Uh? —Suelta un largo suspiro y masculla una palabrota. —Mierda. Te juro que muero de ganas por tenerte desnuda sobre mí, montándome y jadeando mi nombre una y otra vez.
¡Ay, Dios! Me veo en la necesidad de apretar las piernas y soy capaz de sentir la humedad en mis bragas. Definitivamente mi cuerpo reacciona a sus palabras a una velocidad que me sorprende.
—Y ahora te detesto el doble, Elliot —reprocho con la voz teñida por el deseo. —¿Cómo me provocas así si sabes que no puedes venir a hacer algo al respecto?
—Lo siento. Solo quería probar mi punto.
—Sí y ahora por tu culpa estoy deseando cosas que no puedo tener.
—¿Qué cosas? ¿Un orgasmo de esos tan intensos como los que solo yo puedo darte?
—Creo que ahora te detesto el triple —mascullo todavía más molesta por las reacciones involuntarias de mi cuerpo.
Una pequeña risa se le escapa —Tú no me detestas, preciosa.
Cómo odio que me llame preciosa. Es que me gusta e inevitablemente siempre me hace sonreír como tonta.
—Claro que sí porque eres un idiota.
—No es cierto.
—Por supuesto que sí.
—Bueno, si eso piensas, déjame decirte que es tu culpa.
—¿Y por qué mi culpa?
—Porque tú me traes así. Pensándote y deseándote a cada momento como un idiota. Me traes loco.
Juro que sus palabras me hacen sonreír mucho más. Algo cálido se instala en mi pecho y sin que pueda evitarlo una risita nerviosa se me escapa.
—Lo digo en serio, Olive. No te rías —dice en un tono medio molesto. —Deberías ser más responsable de los efectos que causas.
No puedo evitar reír un poco más.
—Elliot Reynolds. Ya decídete cómo actuar. ¿Vas a ser pervertido y provocador, o romántico y cursi?
—¿Qué te parece: ser pervertido mientras te provoco con palabras románticas y cursis?
Estoy tratando de luchar por no soltar una carcajada, pero su siguiente comentario termina haciendo que sea imposible contenerme.
—Ay, demonios. Me desconozco justo ahora. ¿Por qué mierda estoy siendo así de empalagoso? ¿Qué me has hecho, mujer?
—Me gusta su lado empalagoso, señor Reynolds —digo apenas entre la risa.
Suelta un pequeño gruñido y podría apostar a que está haciendo una mueca de desagrado, pero que al mismo tiempo está tratando de contener una sonrisa.
Me recompongo de la risa y suelto un largo suspiro.
—Ya en serio. ¿No hay posibilidades que puedas venir aunque sea tarde?
Suspira también —Quisiera creer que sí, pero no lo veo probable. Son casi las nueve y la cena ni ha dado inicio.
—¿Por qué? —Pregunto confundida. —¿No se suponía que era a las siete?
—George mi citó a las siete pero no para la cena. Resulta que el negocio de su familia está interesado en que los asesore con una pequeña campaña publicitaria —suelta con fastidio. Luego de una pequeña pausa continúa—. Tuvimos una reunión donde no me quedó de otra más que aceptar su petición. No tienes idea de lo estresante que fue. Odio lidiar con el tipo de gente como ellos y tuve que soportarlos por más de una hora.
Hago una pequeña mueca. —Imagino que estás el doble de estresado que en la tarde.
—Creo que voy a morir de estrés. —Suelta un gruñido molesto. —En fin. La cena quizá termine alrededor de las once. Me siento agotado, ya tengo sueño y no creo que pueda manejar en esas condiciones para regresar.
—Tienes razón. Podría ser un poco riesgoso —digo resignándome.
—Prometo que mañana me quedaré contigo, ¿okay?
Una sonrisa boba se me escapa por sus palabras.
—No te preocupes. No es como si fuera algo obligatorio.
—No, pero quiero hacerlo. Además, me parece que tú y yo nos debemos muchos orgasmos.
Ya lo creo, pero antes que pueda hablar un bostezo se me escapa y me cubro la boca con mi mano libre. Elliot vuelve a hablarme en voz baja.
—Debes estar cansada. Será mejor que te deje dormir.
—Sí, creo que trataré de dormir ya. —Suspiro—. Gracias por llamarme.
—Por nada. Espero descanses y sueñes conmigo.
Muerdo mi labio inferior —¿No importa si es un sueño húmedo?
Le escucho una pequeña risa —Eso es todavía mejor, siempre y cuando luego me cuentes qué soñaste para que lo hagamos realidad.
Ahora es mi turno de reír.
—Hasta mañana, Elliot.
—Buenas noches, Olive.
Finalmente la línea queda en silencio cuando termina la llamada. Todavía sonriendo dejo el teléfono sobre la mesita y me acomodo ya lista para dormir, abrazando la almohada de nuevo. Creo que ahora sí podré dormir tranquila.
Cierro los ojos y me relajo soltando un largo suspiro. No sé si vaya a tener un sueño tierno o erótico con Elliot, pero de que sueño con él, eso sí.
**~**
Me cuelgo el bolso en el brazo y me acomodo la gabardina, una vez he bajado del auto. Seguidamente le activo la alarma y comienzo a hacer mi camino hacia la salida del estacionamiento.
Camino tranquilamente hasta que llego a la entrada principal del edificio. Al entrar en la recepción mis tacones resuenan en el reluciente mármol y puedo notar cómo la atención de algunas personas se posa sobre mí mientras me voy directo hacia el cubículo de recepción.
Cuando llego al cubículo, la rubia del otro lado me recibe con una radiante sonrisa.
—Buenos días. Bienvenida a Apple Inc.
—Buenos días —le devuelvo la sonrisa. —Soy Olive Blair. El señor Jobs me citó a una reunión este día. Vengo en representación de Gold Group Publicity.
—Con mucho gusto. Me permite su identificación, por favor.
En seguida le entrego mi tarjeta de presentación y ella se dispone a hacer una llamada. Espero paciente dando una ojeada a mi alrededor. Admiro todo el espacio y todo va bien hasta que mis ojos se clavan en la entrada principal e inmediatamente el desagrado se hace presente cuando lo veo.
Robert Hoffman entra en la recepción con porte presumido y altanero. Da una rápida ojeada a los lados y para mi desgracia, sus ojos me localizan de inmediato. La repulsión que siento se multiplica cuando continúa su camino viniendo hacia acá.
—Cuánto tiempo sin vernos, Olive —dice una vez está lo suficientemente cerca.
No respondo nada. Me limito a verlo con un notorio desagrado pero él ni se inmuta. Termina parándose justo a mi lado.
—Qué gusto verte.
—Lo lamento, pero no puedo decir lo mismo —respondo secamente.
Su estúpida sonrisa se ensancha.
—Y siempre siendo tan tú.
Estoy cerca de responderle con algún mal comentario, pero la voz de la recepcionista me interrumpe.
—Listo, señorita Blair. El señor Jobs la espera en el quinto piso.
Dirijo la mirada hacia ella y le agradezco mientras me entrega el carnet de visitante.
—Gracias.
—Pero qué casualidad —dice Robert volviendo a llamar mi atención. —Yo también vengo a ver a Steve Jobs.
No puede ser.
Se acerca al cubículo y extiende su tarjeta a la recepcionista para que también lo anuncie. Esto es un fastidio.
—Así que Gold también está interesado en la campaña de Apple. —Se cruza de brazos. —Era de esperarse. Por cierto, ¿no se supone que debería ser Reynolds quién viniera a esta reunión y no tú?
También me cruzo de brazos y lo miro con altanería —El proyecto estará bajo mi cargo, así que el señor Reynolds me delegó como su representante este día.
Enarca una ceja —Como que ya te tiene mucha confianza, eh.
Hago caso omiso de su comentario ya que perfectamente entiendo el significado detrás de él. Es un idiota.
—Listo —anuncia la recepcionista. —El señor Jobs los espera a ambos.
—Gracias —exclama el tipo muy sonriente y toma su carnet de visitante. Luego me mira de nuevo—. ¿Vamos?
Hace una seña hacia el elevador y no me queda de otra más que caminar con él. Entramos al cubículo, presiona el botón número tres y empezamos la subida en silencio. Qué fastidio tener que subir cinco pisos con él.
—¿Y cómo te está yendo en Gold? —Su voz irrumpe el preciado silencio.
—De maravilla. —Lo encaro sonriente.
—He sabido sobre el impacto que han tenido tus últimas campañas. Sin duda eres una mina de oro para Reynolds.
Mi sonrisa se ensancha.
—Sabía que siempre estarías pendiente de mis movimientos. Dime: ¿Qué se siente ver cómo la competencia triunfa gracias a mí?
—Sigues siendo tan altanera —masculla con desgano.
—Porque tengo motivos para serlo. Gold Group está creciendo con mi trabajo. ¿Y sabes qué? Ellos lo agradecen y lo ensalzan como se merece.
—¿Y con eso pretendes que yo me sienta mal? —Pregunta con sorna.
—No, Hoffman. Pretendo que te sientas mal cuando te veas muy abajo. Cuando te des cuenta que fui yo quien te dejó ahí y que en verdad disfruté hacerlo.
Su sonrisa burlona desaparece e inmediatamente su rostro adopta una expresión seria, calculadora y hasta cierto punto, algo intimidante.
—No creas que voy a quedarme de brazos cruzados, Olive. Si tú pretendes hundirme, ten por seguro que voy a contraatacar. ¿Crees que estás ganando puntos por los clientes que me has quitado? —Una risa carente de humor se le escapa. —No te confíes, porque el que ríe al último, ríe mejor.
Ahora es mi turno de verlo igual de intimidante que él a mí.
—Te aseguro que no te daré tiempo de ni de reír. Cuando menos lo esperes, ya te habré ganado en todo.
En ese instante, las puertas del elevador se abren dando por terminada la conversación. Solo la conversación. Porque la contienda quizás apenas ha dado inicio. Esta competencia por dirigir la próxima campaña de Apple es la primera de todas las que seguramente tendremos.
Camino a paso lento hacia mi auto, ya alistando las llaves para quitarle la alarma. De aquí quizá me iré directo a Gold.
La reunión con el señor Steve Jobs, gerente general de Apple, fue extensa. Creo que duro aproximadamente más de una hora. Tocamos muchos puntos importantes, escuchamos sus puntos de vista y toda la explicación acerca de lo que quiere para la campaña. Fue interesante. Al final creo que cada uno de los representantes de las empresas interesadas, nos llevamos muchas ideas para comenzar con el trabajo.
Ya necesito compartir toda la información con mis jefes. Debemos ponernos a desarrollar lo que ya tenía empezado para tener todo listo cuando se llegue la fecha que el señor Jobs estipuló como día de presentación. Solo espero que Elliot ya haya llegado a la empresa.
No he sabido nada de él desde anoche y esta mañana cuando salí de Gold para venir aquí, todavía no había llegado. Luego seguramente va a molestarse cuando se entere que no asistió a esta reunión.
Sin que pueda evitarlo entorno los ojos al pensar las protestas que sin duda hará. Ya lo conozco.
Llego hasta mi auto pero justo antes de abrir la puerta, escucho la voz a mis espaldas.
—¿Por qué tanta prisa, Olive?
La desgracia me persigue. Que ni se le ocurra intentar entretenerme.
Le dedico una mirada desdeñosa sobre mi hombro y respondo en un tono mordaz.
—Algunas personas sí tenemos cosas importantes que hacer, Robert. Y yo en lo personal detesto perder mi tiempo y mucho más si es contigo.
—¿Sabes? Durante la reunión estaba pensando algo.
Se acerca bastante y eso me obliga a girar porque no quiero seguir dándole la espalda. Necesito estar a la defensiva por cualquier cosa.
—Ah, ¿pero tú piensas? —Suelto en burla.
Él igual continúa, ignorando mi insulto.
—Conozco muy bien al idiota de Reynolds. Sé su forma de actuar y de comportarse con las mujeres, y sigo creyendo que es de admirar toda la confianza que te ha dado. Durante la reunión noté que sin ningún problema opinaste y tomaste decisiones como si tú fueras la dueña de Gold.
Ah, ya sé por dónde va esto de nuevo.
—¿Y eso a ti qué te importa? —Increpo. —¿No deberías preocuparte mejor por tus asuntos?
Hunde las manos en los bolsillos de su pantalón y sonríe con arrogancia.
—Déjame adivinar, Olive. Ya te acostaste con él.
Mi mandíbula se tensa. Sé que la respuesta a su comentario es un sí, pero de todas maneras no es algo en lo que él deba meterse o que mucho menos yo deba explicar. Por el contrario, no quiero problemas con este imbécil así que debo negar todo.
—¿Sabes, Robert? Todavía me sorprende tu capacidad de decir estupideces.
Suelta una pequeña risa y pregunta incrédulo —¿No lo has hecho?
—¿Por quién me tomas? —Lo miro con todo el enojo que puedo. —Si yo estoy en un puesto alto dentro de Gold y tengo autorización para tomar decisiones es porque me lo he ganado y no de la manera fácil que tú estás pretendiendo. Así que te pido más respeto, idiota.
—Ya veo que también te has hecho la difícil con él así como lo hiciste conmigo, eh. —Enarca una ceja—. Qué bueno, porque si yo no conseguí nada contigo odiaría que él sí pudiese haberlo hecho. Él no es mejor que yo.
—Él y tú están cortados con la misma tijera. Son unos asquerosos mujeriegos.
¿Estoy refiriéndome mal hacia Elliot? Sí, lo sé. Pero debo mentir para que todo sea más creíble.
—Pero dime una cosa. Entre él y yo, ¿a quién elegirías?
Ruedo los ojos —Deja de decir estupideces, por favor.
—Solo dime. Es que tengo curiosidad.
—No pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Piérdete.
Me vuelvo a girar para intentar abrir la puerta de mi auto, pero siento su mano aferrándose a mi brazo para detenerme. Me hace girar de nuevo y de pronto lo tengo demasiado cerca, con sus manos aferradas a mi cintura y la repulsión que eso me provoca es inmediata.
—¿Qué demonios te pasa? —Alzo la voz e intento darle un empujón, pero no consigo alejarlo.
—Todavía sigo pensando que eres demasiado atractiva, Olive —suelta con tranquilidad—. Dime la verdad: ¿Nunca pensaste en darme una pequeña oportunidad siquiera?
—No. Gracias al cielo nunca tuve pensamientos estúpidos. —Intento alejarlo de nuevo. —Ya suéltame, idiota.
Volteo el rostro cuando siento su asqueroso aliento chocándome de frente. Por el contrario de darme espacio, lo siento pegarse todavía más a mí contraminándome contra mi auto. Eso me enfurece.
—Te juro que si no te alejas en este preciso momento...
—¿Qué? —Me interrumpe con voz retadora. —¿Qué harás, Olive?
Trato a toda costa de apartar mi rostro del suyo. La verdad es que justo ahora siento que tiene mucha ventaja sobre mí y no me gusta en lo absoluto. Admito que me pone nerviosa, o más bien asustada. No me gusta la manera en que está actuando. Está sensación similar a la de antes cada que él intentaba acercarse a mí, sigue siendo insoportable. Vuelvo a sentirme acosada y vulnerable.
—Yo creo que sigues siendo la misma jovencita recién graduada que llegó a mi empresa hace unos años —dice con la voz baja.
Me siento asqueada tenerlo tan cerca.
—Eres la misma Olive tan inocente y frágil —dice con un ligero toque de burla y de pronto siento una de sus manos bajando de mi cintura hacia mi cadera.
Ese es el detonante para envalentonarme.
—Te voy a dejar algo muy claro, idiota. Yo no soy esa misma Olive. Ahora sé cómo defenderme mejor, imbécil.
Vuelvo a darle otro empujón mucho más fuerte que consigue alejarlo lo suficiente como para darme el espacio de levantar una de mis rodillas y sin pensarlo, termino golpeando su entrepierna.
Gruñe soltando una maldición e inmediatamente el dolor le provoca doblarse mientras se lleva las manos al punto donde lo golpeé.
Mi respiración es agitada por la descarga de adrenalina que sentí recorrer mi cuerpo. Admito que me siento bastante alterada. La furia aumenta cuando lo veo que levanta el rostro y me dedica una mirada cargada de diversión.
—Pero qué agresiva te has vuelto.
Me lleno de más coraje y termino de enfrentarlo con voz mucho más amenazante.
—Entiende una cosa —digo señalándolo con firmeza con el dedo índice de mi mano derecha. —Nunca debes tocar a una mujer sin su consentimiento. No importa quién demonios seas. Puedes ser hasta un rey si se te da la maldita gana, pero si una mujer dice no, entiende que es no, carajo. ¡Así que grábatelo en la maldita cabeza!
Termino casi gritando las últimas palabras. La sangre me hierve del coraje.
Vuelve a quejarse cuando endereza su postura. Claramente puedo ver que el dolor lo está matando, pero trata de disimular a toda costa. Seguramente su hombría no le permite demostrar supe cómo ponerlo en su lugar.
—Escucha, Olive. Sí quizá me pase de la raya esta vez. —Se aclara la garganta y hace otra mueca de dolor. —Te pido disculpas, ¿sí?
A la mierda sus estúpidas disculpas. No voy a permitir que este idiota crea que haré como si nada y con ello darle la oportunidad que pueda volver a propasarse conmigo. Se lo voy a dejar muy claro.
—Escúchame bien, Hoffman. —Advierto de nuevo amenazante—. No vuelvas a hablarme de nuevo ni siquiera te atrevas a mirarme. No quiero que te me vuelvas a acercar en tu asquerosa vida, porque te juro que si vuelves a intentar propasarte conmigo, voy a tomar cartas legales en el asunto. Voy a ponerte un alto así sea de la peor manera, ¿lo entiendes? —Se queda callado por lo que insisto con voz mucho más fuerte—. ¡Dime si lo entiendes!
—Sí lo entiendo —masculla de mala gana.
—Más te vale que así sea.
No digo nada más. Me giro y entro de inmediato a mi auto, dando un portazo al cerrar la puerta. Sin perder tiempo enciendo el motor y maniobro con el volante para dar la vuelta y salir del estacionamiento con mucha prisa.
Admito que tengo que tomar varias inspiraciones profundas para intentar tranquilizarme. La sangre corre por mi torrente sanguíneo a una velocidad exagerada y el pulso me zumba con furia detrás de las orejas. El idiota de Robert logró alterarme demasiado. Tengo que aferrar mis manos al volante con mucha fuerza para tratar de disminuir el ligero temblor que tienen.
Es un imbécil. Espero haberle dejado muy en claro que no quiero volver a tenerlo cerca. Aunque la verdad estoy pensando seriamente en recurrir a acciones legales. Eso debí haber hecho cuando el imbécil me corrió de PubliCom solamente porque no quise acostarme con él. Su acoso se volvió intolerable. Pero es que suficiente mierda legal me cargo gracias al tipo que dice ser mi padre, como para echarme más encima por culpa del idiota de Hoffman.
Carajo y ahora que lo recuerdo debo atender esos asuntos.
Tomo una inspiración profunda y luego suelto el aire lentamente. Creo que ya logré calmarme un poco. Qué bueno porque justo ahora ya salí a la calle principal. Lo menos que quiero es ir por ahí conduciendo con los nervios de punta en una calle que es bastante transitada.
Con mucha precaución busco a tientas mi teléfono dentro del bolso y cuando lo encuentro, me encargo de buscar el contacto de Thomas para hacerle una llamada. Pongo el altavoz el teléfono, lo dejo en el asiento de al lado y espero paciente a que atienda.
—Hola, Liv. Qué gusto saludarte.
—Hola, Thomas. Igualmente es un gusto saludarte. ¿Cómo has estado?
—Muy bien. Como siempre trabajando aquí y allá.
Sonrío como si pudiera verme —Siempre hay algo que hacer.
—Exacto.
—Oye. Yo, me estaba preguntando cómo vas con lo de mi caso.
Detengo el auto cuando llego a un semáforo que está en rojo y espero atenta a su respuesta.
—Qué bueno que lo preguntas, porque justo tengo un par de noticias sobre eso —dice con tranquilidad, pero a mí me pone nerviosa.
—¿Noticias buenas o malas?
—¿Te parece si nos vemos y te explico todo con calma?
Eso me pone un poco más tensa todavía, pero estoy de acuerdo en que será mejor si hablamos personalmente. Tengo tiempo para visitarlo. Se supone que hoy es mi día libre. Solamente vine a la reunión con los de Apple porque era importante y ni Elliot ni Jared podían encargarse. Así que creo me tomaré el resto del día en mis asuntos.
—Me parece bien. ¿Puedo llegar a tu despacho?
—Sí, claro. Te espero aquí.
—Perfecto. Nos vemos entonces.
Se despide y cuelga la llamada. Yo reanudo la marcha cuando el semáforo vuelve a darme luz verde y giro a la derecha en la siguiente esquina para tomar la dirección que me lleva al despacho del papá de Mandy.
Suspiro.
En verdad que me siento un poco preocupada. En mi última visita al juzgado las cosas no pintaban tan bien para mí, pero todavía tenemos la esperanza de ganar si logramos comprobar que Ronald está mintiendo sobre su invalidez. Todavía estamos trabajando ello. Eso es algo que estamos guardando para sacarlo en el momento que ellos menos esperen. Muero de ganas por ver sus caras cuando revelemos todo el teatro que han estado armando. Espero que sobre eso sean las noticias que me tiene Thomas.
—Que sean buenas noticia, por favor. Que sean buenas noticias. —Me repito en voz alta varias veces tratando de ser positiva.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro