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Capítulo 48 | Olive

Sonrío complacida al terminar de leer el correo. Una noticia buena para terminar el día. Qué bien.

No contengo el impulso y descuelgo la bocina del teléfono para llamarle a Elliot e informarle. Estoy segura que también se pondrá feliz.

El timbre suena varias veces, pero él no responde así que termino colgando.

Quizás está ocupado.

Me muerdo el labio inferior, pensando qué hacer. Es que tengo tantas ganas de compartir la emoción con él, que no quiero esperar más. Presa de un impulso me pongo de pie para salir de la oficina e ir a la suya.

Cruzo toda la estancia y justo llegando al escritorio de Mandy me doy cuenta que no está. La busco con la mirada por toda el área pero no la veo. El teléfono está sonando y puede que sea alguna llamada importante así que decido echarle una mano.

Me acerco hasta el escritorio y levanto la bocina para atender con voz amable.

—Gold Group, buenas tardes.

—Comunícame con Elliot —ataja de inmediato la otra voz al otro lado. Es un hombre.

—Su nombre para anunciarlo, por favor.

—George Harper —responde con tono aburrido.

—Con gusto.

Presiono el botón para transferir la llamada e inmediatamente marco el número de extensión de la oficina de Elliot.

¡Uf! Qué bueno que sé usar estos teléfonos.

Espero impaciente a que responda, pero cuando lo hace...

—Te dije que no quería llamadas, Mandy —suelta exasperado y al segundo siguiente, me cuelga de tajo.

¿Qué demonios? Ni siquiera me dejó decirle que no soy Mandy.

¿Y ahora qué hago? No pienso volver a llamarle porque seguramente no me va a contestar. No tengo de otra más que mentir.

Resoplo y vuelvo a tomar la llamada del tal George Harper.

—Disculpe, pero el señor Reynolds...

—No puede atender mi llamada —me interrumpe, como si ya sabía que eso iba a decir.

—Está en una junta muy importante, señor. —Miento y vaya que me sale muy natural por suerte.

—Pues mi llamada es muy importante también, así que comunícamelo.

 Me cuesta contenerme y no responder de mala manera. Qué insistente.

—Lo siento, señor Harper, pero en verdad no lo puede atender. Si gusta dejarle algún recado...

—Dile que más le vale no olvidarse que hoy es la cena. Lo espero puntual. Ni un minuto tarde, ¿entendido?

Agh, pero qué fastidioso.

—Sí, señor. Con gusto le doy su recado. ¿Algo más?

—Eso es todo.

Y así sin más, me cuelga de tajo la llamada.

—Por nada. Fue un fastidio atenderlo —bufo a la bocina y luego la cuelgo.

Pero qué carácter el de ese hombre. ¿Quién se cree?

Ruedo los ojos y antes de volver contestar otra llamada y lidiar con más hombres molestos, decido continuar mi camino hacia la oficina de Elliot. Llego hasta la puerta y me percato que está cerrada con llave, así que debo tocar. Doy un par de golpes con mis nudillos y me anuncio de una vez.

—Elliot, soy Olive. ¿Tienes un par de minutos?

Me quedo esperando unos segundos hasta que el interruptor de la cerradura da luz verde. Empujo la puerta, entro y la vuelvo a cerrar. Cuando me giro, veo a Elliot que está de pie junto a la mesita de la esquina, dándome la espalda. 

Acorto la distancia entre nosotros y me detengo a su lado. Hasta entonces me doy cuenta de lo que hace.

—¿Bebiendo en la oficina, jefe? —Exclamo con un ligero toque bromista, aunque no sé si en este momento él tenga ánimos de bromear.

No me mira ni tampoco responde. Simplemente se lleva el vaso a la boca para darle un gran trago a lo que creo es whisky.

—¿Qué sucede, Elliot? —Pregunto con voz suave.

Sigue callado. Yo suspiro e intento quitarle el vaso pero se aparta.

—¿Qué necesitas, Olive?

—¿Por qué estás bebiendo? —Me cruzo de brazos, viéndolo con desaprobación.

Es hasta ese momento que sus ojos conectan con los míos.

—No me veas así. Este es el primer trago que me sirvo.

Se da la vuelta y camina hacia la enorme silla de cuero detrás del escritorio para sentarse en una postura relajada.

—¿Seguro que es el primero?

—Sí. ¿Ahora vas a decirme qué necesitas?

Me acerco de nuevo a él hasta detenerme justo detrás de la silla. Acto seguido, coloco mis manos sobre sus hombros y comienzo a hacerle un pequeño masaje.

—Estás muy tenso, Elliot. Estoy más que segura que algo te pasa.

Suelta un largo suspiro al tiempo que deja el vaso de whisky sobre el escritorio.

—Mal día.

—¿Mucho trabajo? —Pregunto curiosa. —Te he visto pasar encerrado en la oficina casi todo el día.

—Cosas sin importancia —responde de mala gana.

Endereza su postura, sujeta una de mis manos y me hace rodear la silla hasta que termino sentándome en su regazo. Yo encantada rodeo su cuello con mis brazos para tenerlo más cerca.

Me río un poco cuando me abraza y acerca su nariz hacia mi cuello, provocando que se me erice la piel.

—No he tenido la oportunidad de decirle lo bien que luce el día de hoy, señorita Blair —dice con la voz enronquecida.

Sonrío como idiota. Lo admito.

—Pues dímelo en este momento.

Una pequeña risa hace su pecho vibrar. Me estrecha más contra él y acerca su rostro al mío para rozar ligeramente nuestros labios.

—Luces preciosa.

No contengo el impulso y termino dándole un beso tierno y cariñoso.

Esto se sigue sintiendo extraño. A pesar que ya ha pasado bastante tiempo desde nuestras declaraciones, admito que todavía estoy tratando de controlar el mar de emociones que parece desbordarse cada que lo tengo cerca. Tener un romance con mi jefe no era algo que esperaba, pero me gusta cómo está yendo.

Separo nuestros labios y me alejo un poco para verlo a los ojos. Sin que pueda evitarlo sonrío de oreja a oreja.

—Te tengo una noticia que seguramente te va a poner de humor.

—Pues entonces dime.

—¿Recuerdas cuando vine a la entrevista y te mostré uno de mis proyectos a futuro?

—Sí. 

—Pues creo que ya tendremos la oportunidad de ejecutarlo.

Su expresión cambia de inmediato. Es de sorpresa, emoción y no sé qué más.

—No me digas que hablas de Apple —dice incrédulo.

Sonrío mucho más y asiento emocionada.

—Sí. ¿Te lo puedes creer? Apple está a punto de lanzar su próximo producto al mercado y obviamente ya están buscando la empresa que llevará acabo la publicidad. Recibí el correo de invitación para posibles candidatos hace unos minutos y no dude en confirmar la participación de Gold.

Me mira en silencio como si no supiera qué decir. Está sonriendo y me siento muy feliz de haberle cambiado el mal semblante que tenía.

Se lleva una mano a la boca como gesto pensativo y sonríe, negando con su cabeza.

—Definitivamente rescataste mi día con esa noticia. 

—Ves. Te dije que te podrías de buen humor.

—Es una grandiosa oportunidad para seguir ganando realce —dice muy contento. 

—Lo sé. Y como yo ya tenía adelantado algo del proyecto, me atrevería a decir que estamos más que listos. Tendríamos montada toda una campaña incluso si la pidiesen para mañana.

Sus ojos brillan fascinados por mis palabras y esta vez es él quien me besa. Sus manos ahuecan mi rostro, convirtiendo el beso en uno más intenso que consigue arrancarme un pequeño gruñido.

—Ves porqué digo que eres la mujer más talentosa de todas —dice contra mi boca. —Siempre estás un paso adelante. Eres la mejor publicista de todo el puto país.

Sus palabras me arrancan una sonrisa altanera.

—Ya lo sé.

Vuelve a separar nuestros rostros, mientras sus manos se trasladan ahora hacia mis brazos para frotarlos con leves caricias.

—¿Y qué procede? ¿Qué debemos hacer?

—Por ahora esperar. —Me encojo de hombros—. Ellos nos informaran el día y la hora para presentarnos, supongo.

—Okay. Esperemos entonces.

De pronto siento sus manos deslizarse lentamente hasta terminar sobre mis muslos donde comienza a hacer pequeñas caricias. Sabía que no iba a perder el tiempo. Su mano intenta colarse bajo mi falda, pero de inmediato me pongo de pie apartándome de él.

—Bien, querido jefe. Eso es todo lo que venía a decirle así que ya me voy.

—¿Segura que no quieres quedarte un poco más? —Pregunta con esa estúpida sonrisa sensual adornando sus labios.

Debo resistir.

—Tengo cosas que hacer, Elliot.

Empiezo a alejarme de él para buscar la salida, pero en ese momento recuerdo el dichoso recado del hombre que llamó. ¡Joder! Casi se me olvida.

—Ah, por cierto —vuelvo a girar para verlo—, recibí una llamada para ti.

—¿En serio? —Enarca una ceja.

—Déjame decirte que era yo a quien le dijiste que no querías llamadas y luego le colgaste de tajo.

—¿Eras tú? —Yo asiento. —Creí que eras Mandy. La llamada era de su línea.

—Es que yo venía hacia acá y ella no estaba en su puesto y el teléfono estaba sonando así que, yo atendí la llamada. —Termino haciendo un pequeño encogimiento de hombros.

—Disculpa si fui muy grosero —dice haciendo una pequeña mueca. —¿Y quién me llamaba?

—Un tal George Harper.

Podría jurar que su rostro adopta una expresión realmente extraña. Es como de sorpresa o disgusto. No sé exactamente porque es obvio que trata de disimularla.

—¿Qué te dijo?

—Solo me pidió que te dijera que no se te olvidara que hoy es la cena y que te quería puntual. Ni un minuto de retraso.

Ahora sí que le es imposible disimular la mala cara que hace. Se frota una mano en el rostro y suspira como si con ello tratase de no perder los estribos. Termina dejando la mano en su boca mientras apoya el codo sobre el escritorio y me mira.

—¿Te dijo algo más?

Niego con mi cabeza —No. Eso fue todo porque luego me colgó la llamada. No sé si está bien que diga esto pero, el hombre me cayó pésimo.

—¿Te trató mal?

—Yo lo catalogaría como alguien maleducado. Ni siquiera me respondió el saludo, hablaba muy mandón y parecía molesto cuando terminó la llamada.

—Lo hubieses mandado al carajo —dice tan serio, pero no sé si lo dice lo diga de broma. 

—Créeme que ganas de hacerlo no me faltaban, pero no quería ser tan maleducada como él. 

—No sé por qué carajos no me llamó al celular —masculla molesto.

Muerdo mi labio inferior tratando de callarme, pero mi curiosidad termina ganándome como siempre así que pregunto.

—¿Quién es él?

Me mira en silencio durante algunos segundos y luego termina soltando un largo suspiro mientras se echa hacia atrás para recargarse contra el respaldar de la silla. Me doy cuenta que está dudando si hablar de ello o no, así que me retracto.

—Perdona si la curiosidad me domina a veces. Si no quieres decirme está bien...

—No. Descuida. —Me interrumpe de inmediato. Hace una larga pausa para luego continuar. —George Harper es como mi segundo padre o al menos eso es lo que él se cree. —Entorna los ojos como si eso le fastidiara—. El caso es que por ello le gusta tomarse demasiadas atribuciones para conmigo.

Okay. La información es algo extraña de asimilar, pero lo creo que la entiendo.

Me vuelvo a acercar hasta sentarme en uno de los sillones frente a él, viéndolo con mucha atención como si esperase que él continúe contándome, y parece que lo nota, ya que prosigue.

—Él era como un hermano para mi padre, por ello yo siempre lo vi como parte de la familia. De hecho eso es algo que él todavía me dice todo el tiempo. Que es mi familia y que debo darle su lugar y apreciarlo como tal, pero lo cierto es que tras la muerte de mi padre sucedieron algunas cosas que me hicieron verlo diferente.

—¿Tuvieron problemas? 

—Cuando mi padre murió y yo heredé la empresa, ya sabes lo que pasó. Caí en el alcoholismo y eso fue suficiente para que George me catalogara como mala persona. Dijo que yo nunca sería capaz de sacar adelante el legado de mi padre y que probablemente lo llevaría a la quiebra. —Suspira—. En aquel entonces yo creí que tenía razón y solo me hundí más. Durante ese tiempo que desperdicié en mis estupideces, él fue quien estuvo a cargo de Gold.

Oh, vaya. Creo que ya entiendo por qué se siente importante.

—Imagino que eso lo hizo sentirse con más poder sobre ti —hago una pequeña mueca y él asiente.

—Sí. Cuando decidí regenerarme y tomar las responsabilidades que me correspondían, supuse que quitarle el cargo sería un problema.

—Pero él no debía oponerse. Él sabía que Gold era tuya por ley y solo estaba cubriéndote mientras te recuperabas.

Vuelve a suspirar y termina apartando la mirada.

Algo oculta. Lo presiento. Algo que supongo es bastante delicado, por ello trato de ser muy suave con él.

—¿Qué sucede, Elliot?

Silencio. No dice nada ni tampoco me mira.

—Sí sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad?

En ese momento sus ojos vuelven a conectar con los míos y asiente con firmeza.

—Lo sé.

—Entonces puedes decirme. Lo que sea.

—Cuando te conté sobre mi pasado, te dije cuan furioso estaba conmigo mismo porque todas las estupideces que hice, ahora me están cobrando factura. Las consecuencias me joden grandemente. —Termina dando un pequeño golpe con el puño de su mano sobre el escritorio.

Su mandíbula se tensa bastante. Puedo notar cuán molesto está. Creo que es algo realmente malo lo que le sucede. 

—¿Y cuáles son esas consecuencias? 

Me mantiene la mirada en silencio, durante varios segundos hasta que finalmente, con un enorme esfuerzo, logra hablar.

—Golden Group no es solo mía, Olive.

Mis ojos se abren en demasía y siento cómo un algo frío me recorre de la cabeza a los pies. 

—¿Qué?

—Soy dueño del setenta por ciento nada más. El treinta por ciento restante pertenece a George Harper.

La noticia me deja impactada, lo admito. No sé cómo reaccionar realmente. Nunca me hubiese imaginado que Elliot no es dueño del cien por ciento de las acciones. Eso es increíble. Seguramente es algo que pocas personas saben.

—Pero, ¿cómo obtuvo él ese porcentaje? —Pregunto algo confundida.

—Es un poco complicado de explicar —hace una pequeña mueca—. En mi ausencia, él hizo todo por estar al frente y al final, cuando yo decidí tomar mi lugar, él no quiso irse con las manos vacías. Ya había adquirido el treinta por ciento de las acciones y no pude hacer nada.

—¿Eso no sería algo ilegal? Es decir, él no tenía ningún derecho.

—Ese es el maldito problema. Que absolutamente todo lo que hizo es legal.

—¿Cómo?

—Porque yo fui un imbécil y se lo permití. —Escupe furioso—. Mientras yo estaba incapacitado siendo un maldito alcohólico, el arregló un abogado y redactamos una carta de poder general. Con eso yo le cedía mis responsabilidades. Yo lo declaraba como una persona de confianza para actuar en mi nombre como él quisiera.

Ay, mierda. Eso explica todo. No sé ni qué decirle, porque una carta de poder es algo muy delicado y no se le puede extender a cualquiera. Sí fue un error que Elliot cometió, pero él no sabía los problemas que eso le traería después.

—Te juro que me arrepiento una y mil veces de esa estupidez —dice volviendo a captar mi atención. —Esa maldita carta fue como dejar a su merced la empresa. En aquel entonces me parecía lo mejor porque yo estaba hundido. Estaba en la miseria y creía que era mejor si él se hacía cargo de todo. 

Se inclina hacia el frente, apoyando sus codos sobre la mesa y cubre sus rostro con las manos. 

—Fui un completo imbécil —masculla contra las palmas de sus manos y gruñe.

Me causa demasiado pesar. No contengo el impulso y me pongo de pie para ir con él. Me ubico a su lado, y coloco mis manos sobre sus hombros, inclinándome para darle un pequeño abrazo.

—No te mortifiques, Elliot. Tomaste una decisión incorrecta, pero tus intenciones eran buenas. Tú solo querías lo mejor para el legado de tu padre, pero ese hombre se aprovechó. 

Él respira profundo y descubre su rostro 

—Cada día maldigo cada gota de alcohol que ingerí porque por su culpa, cometí demasiadas estupideces. Perdí demasiado. —Su mano se estira y toma el vaso de whisky que yace sobre el escritorio. Una extraña risa se le escapa. —Y a pesar de eso, todavía sigo cayendo con facilidad.

Intenta llevarse el vaso a la boca, pero yo se lo impido, arrebatándoselo.

—Elliot, no por favor.

—Días como este, donde recuerdo toda esa mierda te juro que me siento demasiado frustrado y lo único que ayuda es el alcohol —dice molesto e intenta quitarme el vaso, pero yo niego.

—No. El alcohol nunca ayuda a nada. 

—Me desahoga.

—No. Si quieres desahogarte, habla. Eso sí ayuda. Habla conmigo, Elliot.

Soy consciente del ligero toque de suplica que tiene mi voz, pero no me importa. Quiero que hable conmigo. Que confíe en mí. 

Él me mira en silencio durante algunos segundos, hasta que decide volver a decir algo.

—Me siento inseguro, Olive. George Harper y su maldito treinta por ciento son una pesadilla para mí.  

—Pero tú eres el accionista mayoritario, ¿cómo podría él hacer algo contra eso?

Una risa carente de humor se le escapa.

—Es más astuto de lo que te podrías imaginar. Es un hombre demasiado ambicioso. Se encargó de mover todo a su conveniencia porque en aquel entonces tenía la justificación que eso era lo mejor para Gold. —Niega con su cabeza—. No dudo que ahora al primer error que yo llegue cometer, él haga lo mismo. De hecho ya me lo ha dicho. Él podría buscar la manera de joderme y quitarme más acciones.

Me siento confundida. Es increíble todo esto y no puedo dejar de pensar en lo difícil que debe ser para Elliot lidiar con el problema. Sobre todo cuando sé perfectamente que él es alguien a quien le gusta tener el control de todo. Este es el legado de su padre y debe ser tedioso tener que compartirlo.

—No entiendo cuál es el afán de ese hombre por querer arruinarte la vida. Si se supone que era casi como hermano de tu padre y siempre te ha dicho que es como tu familia, ¿por qué hace esto?

Me mira de una manera que no sabría explicar, pero que me confunde o me asusta por igual. No lo sé.

Suspira.

—Porque yo me he ganado a pulso su odio y desprecio, Olive. Por eso.

—¿Cómo? —Sin que pueda evitarlo, la pregunta sale de mis labios por sí sola.

Sin embargo, él no responde. Se queda en silencio, lo que me dice que seguramente no está listo para hablar de ello o simplemente no quiere, así que mejor decido preguntar otra cosa.

—¿Y por qué él nunca está presente en nada? —Frunzo el ceño. —Es decir, es accionista, debería involucrarse en los asuntos de la empresa. Es lo que debería hacer.

Parece que se relaja un poco y esta pregunta sí la responde.

—Un par de meses después de que yo asumí la gerencia hicimos un trato. —Desvía la mirada hacia algún punto fijo al frente. —Me dejaría a cargo de todo como si el cien por ciento de las acciones fueran mías, solo si demostraba que era capaz de manejarlo. Solo si podía demostrar ser igual o mejor que mi padre. Lo demostré en poco tiempo y él se ha mantenido al margen desde entonces.

—¿Y no hay algo que puedas hacer para recuperar ese porcentaje? No sé. Comprarle sus acciones o algo por el estilo.

Sus ojos vuelven a conectar con los míos.

—Se lo propuse hace tiempo.

—¿Y?

—A veces ser tan ambicioso no es bueno porque en nuestra desesperada búsqueda por el poder, llegamos a sacrificar más de lo que debemos y luego hay que vivir con las consecuencias.

Sé que detrás de sus palabras hay un significado que solamente él entiende y también sé que debo ser prudente y no exigir más información de la que él quiere compartir. Creo que es algo muy personal.

—Esto es más difícil de lo que podrías imaginarte, Olive —dice con un gesto pensativo. —Créeme cuando te digo que toda esta mierda es la pesadilla que me roba el sueño y por si fuera poco, todavía debo lidiar con toda esa basura de darles su lugar como mi supuesta familia.

—Por eso te molesta la cena de hoy —digo más en afirmación que en pregunta y él asiente.

—Todo el tiempo intenta buscar cualquier pretexto para tratar de hacernos convivir, pero es algo que yo odio. Me siento un completo hipócrita cada que llego a esas reuniones. No soporto convivir ni con él ni con ella ni con ninguno.

—¿Ella? —Pregunto con curiosidad.

Me mira y aclara de inmediato.

—Sí, es su familia.

—Ah, es su esposa —digo creyendo entender y él simplemente asiente. 

—Es tan insoportable como él porque es otra persona que cree que tiene algún derecho sobre mí. Odio la manera en que intenta manipularme como si fuera un crío. Como si fuera su hijo. Me hace sentir incómodo y asfixiado, y odio sentirme así, por ello me es tan difícil intentar verlos como familia.

Niega con su cabeza y se frota el rostro con las manos, soltando un suspiro cansino.

Me siento un poco mal por él. Yo más que nadie sé lo que es tratar de convivir con gente basura que dice querer convertirse en tu nueva familia y al final solo terminan arruinándote la vida cada que pueden.

—¿Y si no vas a la cena? —Pregunto captando su atención de nuevo.

—Sería peor, créeme. —Revisa la hora en el reloj de su muñeca y resopla—. Y por desgracia creo que ya debería irme. 

Me aparto cuando se pone de pie, arregla un par de cosas sobre su escritorio y termina tomando el saco que está sobre el respaldar de la silla para luego ponérselo. 

—Elliot.

—¿Mmh? 

—Gracias por... atreverte a hablar conmigo —digo con voz tímida. 

Me mira e inmediatamente su expresión se suaviza. Se acerca a mí y sus manos ahuecan mi rostro.

—¿Sabes? Tenías mucha razón. Hablar con alguien sí ayuda a desahogarse, así que gracias por escucharme.

Hago una mueca de pesar —Ojalá pudiera hacer más que eso para ayudarte.

Una pequeña sonrisa tira de la comisura de sus labios. Me sorprende cuando me jala para pegarme a su cuerpo e inmediatamente une su boca a la mía en un beso suave. Cuando se separa, su sonrisa es mucho más amplia.

—Esto ayuda mucho también.

Sin que pueda evitarlo sonrío igual que él, mientras mis manos juguetean con las solapas de su saco.

—¿En serio?

—Sí —dice volviendo a rozar ligeramente nuestros labios—. Me relaja —añade.

—Entonces déjame relajarte un poco más.

Mis manos rodean su cuello y lo beso. De inmediato sus labios le siguen el ritmo a los míos, mientras sus manos estrechan mi cintura, manteniéndome muy pegada a él. De pronto siento la urgencia de que el beso se vuelva más intenso, pero él gruñe contra mi boca, obligándome a detenerme.

—Olive, ahora no.

Pego mi frente a su pecho y suelto un pequeño gruñido.

—Cómo detesto besarte y que luego mi cuerpo pida más de ti.

—No sabes cómo me encantaría hacerte todo lo que quisieras, pero justo ahora no puedo.

—Lo sé —digo inevitablemente decepcionada.

—Ahora debo esperar unos minutos para salir de aquí.

Levanto el rostro. —¿Por qué?

—Porque si salgo ahora, seguramente notaran la erección. 

—¿Qué? —Pregunto con un ligero toque divertido.

—Sí, Olive. Me pones bastante mal con solo un beso —dice acusadoramente.

Muerdo mi labio inferior e incapaz de contener mis impulsos traviesos, termino bajando una de mis manos a su entrepierna. A penas toco el prominente bulto detrás de su pantalón y mi cuerpo reacciona, excitándose. Tengo la necesidad de apretar los muslos.

Un gruñido gutural retumba en su pecho y aparta mi mano.

—Mierda, Olive. Así solo conseguirás que me ponga más duro.

Me mira con seriedad, pero yo sonrío y con mi voz más inocente posible, digo:

—Creo que acabo de mojar mis bragas.

Hace una mueca con el rostro e inmediatamente sus ojos se oscurecen, cargados de deseo. Algo salvaje se apodera de sus hermosas irises color avellana cuando de un solo movimiento me pega a su cuerpo y luego siento una de sus manos levantar mi falda.

—¿Me dejas ver? —Pregunta con la voz enronquecida. 

Jadeo cuando siento sus dedos subiendo hacia mi entrepierna. Entonces añade:

—Y si no te importa, también me gustaría probar.

Ay, Dios. 

Debo controlarme, pero no puedo. Mis piernas ya se separaron para darle mejor entrada a su mano.

—Elliot, la cena... —gimo bajito cuando sus dedos me tocan por encima de las bragas. 

—Me importa una mierda la cena —gruñe. 

Muerdo mi labio inferior muy fuerte cuando sus dedos empujan mis bragas hacia un lado, pero no sé de dónde demonios saco mi fuerza de voluntad y me aparto.

—No.

—Olive —gruñe molesto.

Mi respiración es bastante inestable, pero me las arreglo para hablar.

—Ambos sabemos que lo mejor es que vayas a esa cena, así que te tengo una propuesta. Ve y al salir, te vas directo a mi apartamento. Prometo que ayudaré a olvidarte de ese mal rato, ¿te parece?

—Pero...

—Haz lo que te digo, Elliot.

Entrecierra sus ojos, viéndome acusadoramente. 

—Más te vale que mi recompensa sea buena.

Le doy unas palmaditas en el hombro. —Descuida. Lo será.

Intento alejarme, pero uno de sus brazos rodea mi cintura para mantenerme pegada a él y me besa con urgencia.

—¿Me dejarás follarte en la posición que yo quiera? 

Oh, mierda. Sí que disfruta provocarme.

Murmuro un sí que más bien sale como una especie de gemido, que lo deja satisfecho.

—De acuerdo. 

Finalmente se aleja, se acomoda las mangas del saco y cambia su expresión a una totalmente serena como si no hubiese pasado nada.

—Vamos —me dice haciendo de señas hacia la puerta.

¡Mierda! Ahora soy yo la que no quiere salir. No cuando Elliot me ha dejado bastante mal y me pongo todavía peor solo de pensar lo que haremos esta noche.

Si salgo de aquí y alguien me ve justo ahora, estoy segura que será como si llevara un rótulo pegado encima que dice: Excitada

Piensa en otra cosa. Debes disimular. Aquí no ha pasado nada, me digo mentalmente mientras salgo delante de él.





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